La Gualdra 231

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SUPLEMENTO CULTURAL

No. 231 - 2 DE FEBRERO DE 2016 - AÑO 5

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Lydia Cacho en Zacatecas. Foto de Andrés Sánchez

“Las buenas prácticas culturales son determinantes en la formación de buenos ciudadanos. […] el arte te permite convertirte en persona en el sentido amplio del término; te permite salir de tu escondite y transformarte en alguien que también puede ser útil para los demás”. Lydia Cacho. [Lydia Cacho. Más allá del periodismo, en páginas centrales]


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LA GUALDRA NO. 231 / 2 DE FEBRERO DE 2016 / AÑO 5

Lydia Cacho, de padre mexicano y madre francesa, nació en México en 1963, el año en que Julio Cortázar publicó su novela Rayuela; Jorge Ibargüengoitia, El atentado; Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros; y Vicente Leñero, Los Albañiles. Bob Dylan lanzó su disco The Freewheelin’ Bob Dylan. El mismo año que fallecieron el pintor francés Georges Braque, el escritor inglés Aldous Leonard Huxley, y el presidente de los Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy. Doy estos datos sólo para contextualizar un poco la época en la que esta periodista, activista y escritora llegó al mundo; quizá ninguno de estos hechos determinó que el día de hoy sea la mujer aguerrida e inteligente que es, pero de lo que no tengo duda es que Lydia puede entablar una conversación sobre cualquiera de ellos. Lydia Cacho estuvo en Zacatecas para participar en el Cuarto Encuentro de Narrativa de la Región Centro Occidente, llevado a cabo la semana pasada, y de la conversación que tuve con ella una de las cosas que más llamaron mi atención fue su reflexión sobre las prácticas culturales -que puede usted leer en la entrevista completa que aparece en esta edición 231 de La Gualdra-. En varias ocasiones hemos abordado aquí la importancia de acercar a las personas al arte o de acercar al arte a las personas. A veces, le soy franca, las malas noticias que circulan en el mundo han llegado a mermar un poco mis esperanzas de que este lugar puede ser un mundo más amable, más justo, más equitativo, menos desigual; pero luego he encontrado en el camino razones suficientes para afirmar que el arte, si bien no es la panacea, sí puede propiciar la apertura a nuevas formas de vida. Ahí está el caso de los chavos en condición de calle que al tener contacto con la música y la pintura han podido transformar su manera de enfrentarse a la vida. Ejemplos hay muchos, pero todavía no los suficientes, por eso hay que trabajar más en la implementación de nuevas estrategias de iniciación y sensibilización artística. En estos días, entre todas las imágenes que he visto, hay dos que me conmocionaron más: la primera, la de un niño de siete meses de edad asesinado en Pinotepa Nacional, que nos hizo recordar al niño Sirio que murió aho-

gado al tratar de llegar con su familia a una isla griega. El niño mexicano está boca abajo, entre el brazo izquierdo de su padre también asesinado; el sirio yace sobre la playa. Ambas imágenes han sido ya utilizadas en internet para establecer una comparación dolorosa entre ambas víctimas y seguro usted ya las conoce. La segunda imagen que me conmocionó tiene que ver con el mismo tema, pero se trata de una fotografía que fue concebida premeditadamente por el controvertido artista chino Ai Weiwei, y realizada como parte de un proyecto con el que pretende solidarizarse con los refugiados. La imagen fue tomada en Lesbos por el fotógrafo Rohit Chawla y en ella Ai Weiwei posa emulando la postura del niño sirio Alan Kurdi. Tres imágenes, dos fotografías reales de niños muertos, una del artista chino que pretende acrecentar la indignación internacional sobre este tema que nos afecta a todos: el de la muerte de niños inocentes. Ésta es una manera de apropiarse de una realidad que duele y de transformarla en una obra de arte; sé que muchos entrarán en discusiones sobre si se trata o no de una mera acción oportunista, yo misma no estoy convencida, pero la foto ahí está. Decida usted si eso le hace sensibilizarse o solidarizarse más con este tipo de conflictos, lo cierto es que por principio de cuentas, el objetivo de propiciar la reflexión está siendo cumplido. Sin embargo, el domingo, desde mi ventana, vi una manifestación de personas muy tristes y enojadas exigiendo la aparición de un hombre del que no se sabe nada desde el jueves pasado. Y otra vez vuelve la desesperanza. Y otra vez pienso en los niños que en esta región del país conviven frecuentemente con historias como ésta. Se me ocurre, que el mismo Ai Weiwei, de conocerlas, se sentiría rebasado por ellas; y pienso que algo debemos hacer para mostrarles a estos niños que la vida puede ser diferente. Hoy, por lo pronto, le invito a que haga algo por uno de ellos, regálele un libro, llévelo a un museo… porque las pequeñas acciones pueden hacer la diferencia. Eso espero. Que disfrute su lectura. Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Imágenes y evocaciones. Tlaltenango Por Magdalena Okhuysen

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Diarios de Salvador Elizondo Suena una campana a lo lejos Por Mauricio Flores

Sinofobia en México: una historia rescatada Por Alejandro Ortega Neri

Lydia Cacho. Más allá del periodismo Por Jánea Estrada Lazarín

Gusto que no se enseña, se contagia Por Eduardo Campech Miranda De la gula considerada como una de las bellas artes Por Carlos Flores Desayuno en Tiffany’s mon ku The danish girl (La chica danesa) Por Carlos Belmonte Grey El Picaporte Por Simitrio Quezada Conferencia “Los múltiples problemas de la identidad personal” del Dr. Alfonso Muñoz Corcuera Por Francisco Serrano Diccionario Lúguico Por José Manuel Ruiz Regil

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La Matanza Por Alberto Huerta Nieva Por Gerardo del Río Si te vas Por Roberto Galaviz Accidentes Por Pilar Alba

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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2 de FEBRERO DE 2016

Imágenes y evocaciones. Tlaltenango Por Magdalena Okhuysen

Libros

Este libro reúne una selección de ochenta y cinco imágenes que estuvieron “resguardadas en cajones, escondidas en escritorios, atesoradas en armarios o conservadas en cuadros colgados en los muros de las casas… Cientos de imágenes permanecieron durante décadas en la privacidad de los hogares. Eran, en sí mismas y como parte de un todo, el relato visual de la historia reciente de Tlaltenango”.1 Con este título, la Fototeca de Zacatecas “Pedro Valtierra” presenta ya el cuarto de una serie configurada para la difusión de los acervos que se conservan en su bóveda. Para esta invitación a la lectura, quisiera centrarme en dos aspectos de los muchos que podemos encontrar en el libro. El primero es considerar los distintos tipos de texto —o de imágenes— que configuran esta obra. Incluso la elección tipográfica me parece que juega su papel (aunque muy discreto, ciertamente), en el sentido de que una tipografía de trazos más clásicos [La plazuela, por ejemplo], detonaría en nuestra lectura una imagen temporal; la elegida para el libro, una tipografía sans serif más neutra, me sugiere que todos los tiempos que se reúnen en el libro conviven sin inclinar la balanza por alguno; de hecho, podría considerarse que esta elección respondería al hecho de que la obra se centra en lo poderosa que puede ser la evocación; debido a que, incuestionablemente, toda lectura se hace desde el presente, la intención evocativa es más intensa y la mente del lector más libre.

También están, por otra parte, las fotografías que conforman la selección, está lo entrañable de su significado, al conformar éstas una parte importante de la memoria visual de Tlaltenango (el límite temporal para incluirlas en la selección es 1950). Sin embargo, ya verán quienes con calma aborden la lectura múltiple de este libro el paralelismo de las otras imágenes, las que conviven con las fotografías. Desde el primer capítulo, “La plazuela”, reconocemos fácilmente que cada quien tendrá historias propias y particulares asociaciones de ideas alrededor de esta imagen. Aquí, cuando el personaje ficticio de quien se vale Manuel Martínez para hacer el relato, José Valdivia, llega a la plazuela, “vuelve a ver, en su imaginación, las bardas que él y sus amigos trepaban… Ahí habían estado los columpios, los sube y baja y las barras de ejercicio, la enorme palma y la fuente abandonada; casi pudo volver a ver al montón de niños jugando al trompo o a las canicas, a los que usaban las ramas de la palma para columpiarse como si fueran las lianas de Tarzán… Casi pudo percibir el olor a tierra mojada del piso…”2 y aquí me permito apuntar ese gusto por la capacidad

de recrear en la imaginación —en una imagen mental— olores, sabores, “Juegos y sonidos”. Es a esta “multidimensión” de imágenes que me refiero al principio; vale celebrar el logro de la editora, Ana Luisa Anza, para entregárnoslas juntas, bien integradas como unidad, en un solo contenedor. En otro asunto, y para cerrar, llamo la atención sobre un dato curioso: siendo éste un libro de fotografía, cuidado por fotógrafos, resulta notable la aclaración que se nos hace en la página legal, “la mayoría de las fotografías de esta edición son de autores no identificados. Sólo se atribuye crédito a las fotografías con firma”. Es así que en los pies de foto veremos los nombres de la gente de Tlaltenango, la referencia a los lugares de la imagen, sin el nombre del fotógrafo, lo que nos hace pensar que de esta selección lo importante es la relación con lo cotidiano, con la vida familiar, con la vida de la comunidad, o simplemente, con la vida. Es muy recomendable la lectura múltiple de este libro. Ver el prólogo de Pedro Valtierra, “Memorias familiares”, p. 1. 2. Ver p. 12. 1.


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LA GUALDRA NO. 231

Diarios de Salvador Elizondo

Suena una campana a lo lejos Libros

[Primera de dos partes] Por Mauricio Flores * Nadie quien escriba un diario lo hace realmente para sí. Ni lo que sea que escriba, cualquiera. Ni esto ni nada. Siempre habrá un deseo de trascendencia, por acotado que sea, al momento de colocarse frente a la página en blanco. Lo entendió así, otra manifestación del sentir y el palpitar, el escritor mexicano Salvador Elizondo (1932-2006). Autor de una obra de difícil catalogación, ¿mexicana?, ¿universal?, ¿consecutiva?, ¿discordante?, del que la fotógrafa Paulina Lavista, su mujer “durante 37 años, tres meses y 29 días”, recobra ahora sus diarios con el fin de compartirlos con más lectores. Tarea por el momento parcial que comprende los escritos cotidianos del autor de Farabeuf, entre el lejano 1945 y el 26 de marzo de 2006, tres días antes de su deceso, llamativamente editados por el Fondo de Cultura Económica (FCE) y prologados, seleccionados y anotados por la propia Lavista, y al tiempo acompañados con muchas fotografías y dibujos del lápiz que tuvo entre sus manos el escritor. Imponente labor. Plegar estos escritos a una vasta obra donde destacan la ya apuntada Farabeuf, que acaba de cumplir 50 años de publicada, y El hipogeo secreto, Narda o el verano, El retrato de Zoe, Cuaderno de escritura, El grafógrafo, Miscat, Camera lucida, Contextos, Estanquillo, Teoría del infierno, Elsinore y Pasado anterior. Y que avanzó pronto en la ubicación, el rescate y la lectura de más de cien cuadernos escritos, “obviamente, ¿si no qué otro destino tendrían los diarios en el caso de un escritor?”, para ser publicados en algún momento, anota la fotógrafa. Universo ancho, eso sí: treinta mil páginas pergeñadas en días y noches de algo así como sesenta y un años. Arquitectura editorial que, a nueve años de la muerte del escritor, comprende también los rostros más personales de Elizondo, pero también de Lavista. “Salvador murió y lo que más extraño es no poder conversar con él, me había acostumbrado a su constante presencia, a las tardes en la verandah con whisky y tabaco hablando de las conversaciones del Dr. Johnson, de Joyce, de Melville, de Conrad y de tantas cosas más…”. Punta del iceberg Diarios 1945-1985 fue dividido por Lavista en trece apartados. En ellos leemos a un Elizondo niño aspirante a torero, al joven estudiante en Canadá, al que llega a París decidido a ser pintor y al que se le impone la vocación de escribir. También al escritor de oficio, al exitoso, al creador del mamotreto, al académico y al viajante. Sin embargo, dice la fotógrafa, hemos visto “solamente la punta del iceberg. Un bloque enorme de más de 91 cuadernos manuscritos permanece inmerso en un mar de escritura que aguarda a ser descubierto algún día no muy lejano”. Escritura para sí. Al grado de la indiscreción.1 Para el otro. A los que pudiera aplicarse la anotación de Mariana Elizondo, hija de Salvador, vertida en otra

bella edición que recién circula, Farabeuf (El Colegio Nacional y de la que nos ocuparemos en la siguiente entrega): “La narrativa [la más personalísima, por supuesto] siempre se instala en el tiempo. Lineal o no, ésta avanza, retrocede, fluye, participa […]. Ejercicio de memoria contra el olvido, invocación a partir de la escritura”. Dice Paulina Lavista (p. 12) que al acercarse a estos diarios se llevó sorpresas “por ciertas infidelidades con mujeres”. Aunque añade: “hoy miro más con objetividad que con resentimiento, pues entiendo que le eran irresistibles y que es mejor enterarme ahora que entonces, pues yo andaba tomando fotografías por el mundo y nunca me enteré de nada. La verdad sea dicha, nunca faltó una sola noche a casa”. 1

El silencio que reina aquí SÁBADO 21 DE NOVIEMBRE (ZACATECAS). “Apenas acabamos de llegar al hotel desde donde se ve toda la ciudad que está como Guanajuato en una cañada pero más amplia dominada por el cerro de la Bufa, algo verdaderamente imponente con un observatorio estilo fin de siecle en la cima. La ciudad es de un color rosa grisáceo y lo más impresionante es el silencio que reina aquí. La limpidez de la atmósfera es algo fantástico. El paisaje en el camino, visto desde el amanecer por

la ventanilla del tren, está compuesto de grande planicies. Es la primera vez en mi vida que voy conociendo éste que podría ser el paisaje esencial de México. Esta tarde iré a pasear solo por la ciudad. Allí viene Rulfo. Suena una campana a lo lejos. Hace dos años que no oigo campanas de iglesia. Recuerdo en Dulken el repiqueteo de las horas desde la torre de la iglesia que estaba frente a mi cuarto arriba del delicatesen. Deben de haber buenos instrumentos de música y minería en las tiendas de viejo de aquí. Se ama verdaderamente a alguien a quien no se le puede traicionar

de ninguna manera. Creo por eso que en esa medida amo a Paulina. Cada vez me resisto más a creer que ella pudiera algún día tener una imagen innoble de mí”. Salvador Elizondo, Diarios 1945-1985 [El mamotreto (1967-1971), fragmento, pp. 191, 192]. 000 Salvador Elizondo, Diarios 1945-1985, FCE, México, 344 pp. * mauflos@gmail.com


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2 de FEBRERO DE 2016

Sinofobia en México: una historia rescatada Por Alejandro Ortega Neri

Libros

Julián Herbert. Foto de Alejandro Ortega Neri. Mientras en las aulas se continúa discutiendo la manera en cómo se debe escribir la historia, mientras se sigue citando a Hayden White, Paul Ricoeur o Michel de Certeau, mientras se sigue criticando a Enrique Krauze o Paco Ignacio Taibo II, afuera, en el mundo real, escritores y periodistas están haciendo lo que los historiadores no han logrado: que la gente lea historia. Siempre me ha interesado la historia narrativa con todos sus “asegunes” como dicen. Se debe entender, claro está, que no consiste solamente en escribir “bonito” una investigación del pasado, sino que implica la argumentación y demás rigores de la investigación científica, pero recordemos que sin narración no hay producción historiográfica y mucho menos diálogo con el lector. En el recién terminado 2015 llegó a las librerías la última obra del escritor y músico acapulqueño Julián Herbert titulado La casa del dolor ajeno (Literatura Random House 2015), un texto que rompió con lo que nos tiene acostumbrados este talentoso narrador mexicano, pues no se trata de poesía, mucho menos de cuentos para cocainómanos y nada que ver con la demoledora Canción de tumba, sino que esta vez sorprendió con una investigación histórica de uno de los pasajes soterrados y oscuros de la Revolución Mexicana y de la historia oficial del país: la matanza de 303 chinos acaecida en Torreón en mayo de 1911. Los ensayos de historia son poco atractivos a los lectores. Incluso es raro ver alguno en la mesa de novedades a pesar de que haya producción ingente de temas producidos por los clíonautas. Seguro estoy que los mismos lectores de Herbert al conocer sobre lo que versaba su nuevo libro se sintieron poco atraídos, pero el talento del autor de Álbum Iscariote es tan grande que su libro puede leerse como una investigación histórica, como una crónica e incluso como una novela histórica. “El resultado –escribe el propio Herbert en las primeras páginas- es un libro medieval: una denuncia barnizada de crónica militar y financiera salpicada de pequeñas semblanzas geográficas que imita con igual (mala) fortuna a Stefan Zweig que Marcel Schowb. Una antología de textos ajenos glosados y/o plagiados en un lenguaje que rehúye la escritura narrativa.

Libro de Julián Herbert. Foto de Alejandro Ortega Neri. Una antinovela histórica: sobreescritura: un caldo de prefijos como huesos para dar sabor a un grueso campo literario donde la carne se acabó”. Si se lee como una novela histórica el ejercicio resulta, pues Herbert se convierte en el personaje principal que nos cuenta las peripecias por las que atravesó para hacer la investigación y que acompaña con saltos en el tiempo para situarnos en el Torreón revolucionario. Si decide enfrentarlo como una crónica, ésta rica en detalles y logra quizá el principal objetivo del género, trasladar al lector a cada una de las geografías que pisa. Yo preferí, por mi formación, leerlo como una investigación histórica y salí encantado. El historiador Escribía John Lewis Gaddis que el historiador oprime el pasado aún y cuando lo está liberando. Es decir, reduce la escala, lo modela a su idea, lo representa, pero al investigar ciertos rasgos lo hace legible en el presente, lo libera de la perspectiva de ser olvidado. El historiador es quien se encarga, como dijera el orientalista Bernard Lewis, de producir la historia rescatada. Un rescate es precisamente lo que hace en La casa del dolor ajeno Julián Herbert, quien sin ser un historiador de formación se somete a la metodología de la investigación, leyendo tesis, archivos históricos y hemerográficos, recopilando testimonios y refutando tesis de profesionales de la historia que han tratado el tema. Quizá sin quererlo, Herbert, al momento de narrar sus avatares de historiador, está poniendo en práctica una de las características comunes del modelo de la microhistoria a la italiana, ese modelo nacido de la crisis paradigmática de los 70 que se preocupó por la comunicación entre el historiador y el lector. Es decir, Julián Herbert incorpora a su texto los procedimientos de la misma investigación, las limitaciones documentales y las construcciones interpretativas. Logra que el lector sea parte de la construcción de la historia, que la viva, que la interprete, y lo hace tan bien porque recordemos que es un excelente novelista. Herbert con su técnica narrativa rompe las formas de escribir la historia. Mediante su investigación, el acapulqueño trata de remar

a contracorriente de las hipótesis imperantes en el tema, ésas que dicen que: “fue una tragedia espontánea: la reacción de una masa popular que desahogó su frustración sobre un grupo particular de inmigrantes por considerarlos demasiado diferentes. Poco o nada tiene que ver lo que pasó con un acto de xenofobia de los laguneros”, a lo que él responde que es una tesis muy conveniente para la idiosincrasia de Torreón, la burguesía y los anales de la patria. Aunque para él queda claro que fue un genocidio por sinofobia. Herbert, a la manera de historiador, hace un recorrido por los orígenes de la migración de los hijos del imperio celeste a México, de sus asentamientos en el norte del país hasta llegar a los aciagos días del 13 al 15 de mayo, cuando fuerzas maderistas sin miramientos atacaron a los chinos asentados en Torreón, dejando a algunos irreconocibles de tanta tortura, detalles que rescata el autor a través de fotografías. “Pretender que la matanza de los chinos es completamente ajena al chauvinismo local sería tanto como afirmar que es imposible conseguir papas fritas en un establecimiento donde venden hamburguesas”, escribe con ironía Julián. Herbert rescata del olvido de la historia a esos 303 chinos masacrados en Torreón en 1911 al más puro estilo de la “historia desde abajo”, permite con su narración que una audiencia más amplia, más allá de la academia, pueda acceder a esta información. Y sin perder oportunidad hace una comparación con lo acontece en la actualidad en México, donde el racismo continúa entre los propios mexicanos y el ejército y policía federal masacra a campesinos. “La persistencia del racismo es una de las señas de la sociedad mexicana”, decía Carlos Monsiváis y Julián Herbert a través de esta historia de larga duración da cuenta de ello. Mientras los historiadores, repito, siguen discutiendo si la historia debe ser narrativa, escritores talentosos como Herbert están poniendo a la gente a leer historia. La casa del dolor ajeno es un libro tremendo, una investigación rigurosa y escrita de manera tan amable que se le agradece a Herbert no ser historiador profesional, pues de haber sido así, seguramente jamás hubiera terminado de leerlo de tan tedioso que sería.


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LA GUALDRA NO. 231

Lydia Cacho. Más allá del periodismo

Literatura y periodismo

Por Jánea Estrada Lazarín

Lydia Cacho estuvo en Zacatecas justo el día en que una pequeña pero pertinaz nevada cayó en Zacatecas; el miércoles 27 por la noche daría su conferencia magistral en el Museo Zacatecano como parte de las actividades inaugurales del Cuarto Encuentro de Narrativa de la región Centro-Occidente. Nos reunimos con ella para platicar, para conocer un poco más a esta periodista excepcional, una gran defensora de los derechos humanos cuyo trabajo de investigación periodística incluso ha puesto en peligro su vida. El encuentro fue muy grato y la conversación con ella todavía más, porque compartió con nosotros información sobre su vida personal que nos hacen comprender y valorar todavía más su labor profesional. Jánea Estrada Lazarín: Para los periodistas y los escritores, una cosa es encontrarte una historia y otra muy distinta es tener la capacidad de narrarla con claridad. Entiendo que un buen narrador, por principio de cuentas, tiene que ser también un buen lector. ¿Cómo se dio tu primer acercamiento a la lectura, a la literatura? Lydia Cacho: Sin duda no aprendes a narrar si antes no aprendes a leer bien… Mi abuelo era portugués, el padre de mi madre, y le fascinaba la poesía, era un gran lector. Desde muy niña yo aprendí portugués leyendo a Pessoa, a Luis de Camões… de hecho empecé a leer en portugués antes de hablarlo correctamente. Paralelamente, mi madre tenía una especie de frustración porque deseaba haber sido novelista y era una apasionada de la literatura rusa, por lo que nos daba a leer muchas novelas. Cuando en el colegio nos pedían hacer lecturas más profundas yo ya tenía una buena costumbre de leer, pero además, un hambre por entender lo que se contaba a través de la literatura. Un día les dije a mis abuelos, en la adolescencia, que quería dedicarme a escribir… mi abuelo me dijo que debía pasar por lo menos diez años leyendo y que luego ya podría dedicarme a escribir.

Lydia Cacho. Foto de Andrés Sánchez. influencia en mi vida no sólo como activista, sino como periodista. Yo tengo muy clara la frontera entre ambas actividades; cuando yo escribo, estoy haciendo un trabajo con técnica periodística, respeto las reglas éticas del periodismo, las reglas deontológicas, pero una parte de mí tiene claramente una visión de activista y eso ha aportado mucho a mi labor profesional. JEL: Narradora, activista y periodista, entonces… LC: Es importante reivindicar eso, porque tengo veintitantos años recibiendo la crítica de mis colegas, sobre todo hombres, quienes dicen que no se puede ser periodista y activista al mismo tiempo, pero la realidad es que sí, que se amplifica mucho más tu espectro cuando tienes las habilidades literarias que te ayudan a hacer un periodismo con una calidad narrativa que respete más a tus lectores. He trabajado durante toda mi vida en el ámbito de los derechos humanos y el feminismo y eso me ha permitido desarrollar una mirada más profunda, más seria, incluso diferente, sobre los temas a cubrir. La gente me ha dicho que escribo de una manera que les permite entender las historias, a diferencia de algunos periodistas que escriben sobre la trata de personas y a quienes no se les entiende. Esto tiene que ver con mi formación.

JEL: ¿Cuántos años pasaron antes de que te decidieras a publicar? LC: Mi primer libro publicado fue uno de poesía, que es malísimo [ríe], se llama Mujer Delfín, lo publicaron en Mérida porque ganó un premio de poesía en el 92 o 93. En ese momento pensé que estaba bien el libro y dos años después lo releí y estaba avergonzadísima… pero me sirvió para recordar que no vuelvo a publicar nada de lo que no esté segura que es algo digno de leerse. JEL: Entonces inicias escribiendo poesía antes de meterte de lleno al periodismo… ¿también escribes cuento? LC: Tengo un par de manuscritos; el primero de ellos está ahí guardado y es de cuentos; está guardado desde el 91 y ahí se va a quedar. Para publicarlos tendrían que trabajarse muchísimo y en los últimos 15 años he estado involucrada en otro tipo de investigaciones, así que tal vez algún día los publique porque aunque el corazón de las historias todavía es muy válido, el estilo es todavía muy débil por la edad que tenía en aquel entonces. Sí creo que la madurez te ayuda a escribir mucho mejor. JEL: Digamos entonces que tu infancia y adolescencia pasa en este proceso de aprender a leer, a comprender, a buscar nuevos autores y de empezar a escribir literatura. Pero, ¿cómo es que en tu caso se dio el salto entre la literatura y el periodismo? LC: En realidad siempre me llamó muchos más el periodismo desde joven y esto tiene que ver con el entorno en el que yo vivía. Mi mamá era francesa, sicóloga, activista, trabajaba en las llamadas ciudades perdidas en la Ciudad de México, nos llevaba a mis hermanos y a mí a entretener a los niños mientras ella trabajaba con las madres.

JEL: Háblame un poco más de tu familia… LC: Mi mamá era francesa, hija de un portugués y una francesa que llegaron a México huyendo de la guerra cuando mi mamá era niña; luego la mandaron otra vez a Europa a estudiar; ella regresó como a las 20 años y se enamoró de mi papá, que es ingeniero, mexicano, su familia es de Oaxaca. JEL: ¿Qué causas defendía tu mamá como activista y cómo influyó eso en tu vida profesional? LC: Mi mamá era una feminista, desde la sicología, era bastante aguerrida por un lado y por otro, su trabajo fue siempre muy amoroso; decidió, sin embargo, no involucrarse en el movimiento feminista de aquel entonces en México porque consideraba que había demasiada grilla y quería trabajar de otra forma. Estaba más involucrada con la defensa de los derechos humanos, quería estar en el lugar en donde sucedían las cosas. Ésa fue una gran

JEL: ¿Cómo se dio tu involucramiento directo con el activismo? LC: Cuando tenía 16 años, mi mamá pertenecía a una organización en la que estaban involucradas muchas terapeutas que defendían los derechos de las mujeres, y nos metió a mi hermana y a mí a un curso para capacitarnos como talleristas; ahí obtuve mi certificado para impartir un taller sobre los derechos sexuales y reproductivos con chavos de mi edad, en Mixcoac, en la zona donde crecí. Después, en la calle Donatelo mi mamá hacía actividades con chavos banda en las que trabajábamos con círculos de la verdad; ella se aseguró de que tuviéramos mucha cercanía con lo que ocurría a nuestro alrededor. JEL: Las historias comenzaban a encontrarte, porque eso ha pasado, ¿no? Las historias te encuentran… LC: Sí. Hoy a mis 52 años veo como una fortaleza el hecho de que yo en mi adolescencia haya estado sentada con esos chavos que olían a cemento, fumaban mariguana y traían navajas en los bolsillos… que yo haya podido verlos sobre todo como humanos y que haya podido preguntarles por qué


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hacían lo que hacían. Ellos nos contaban unas historias terribles de violencia intrafamiliar, de padres alcohólicos, madres golpeadoras… esto me enseñó desde muy chica a nunca subestimar la vida de nadie, a nunca dar por hecho que las apariencias son la historia. JEL: ¿Por qué te fuiste a Cancún? ¿A que más historias te encontraran? LC: Yo estuve en el Colegio Madrid, un colegio súper progresista, de refugiados españoles, de filósofos, escritores, donde se nos invitaba a salir a la calle y a experimentar qué era lo que deseábamos hacer con nuestra vida, qué podíamos aportar. Mi hermano es biólogo marino, empezó a bucear y yo estaba fascinada con las historias que nos contaba; entonces me metí a hacer un curso de buceo y me quedé enamorada del mar del Caribe. A los 23 años yo estaba absolutamente convencida de que iba a ser poeta y dije: yo quiero vivir ahí. Iba a ser poeta, a vivir junto al mar, me dedicaría a pintar… JEL: ¿Pintas también? Hablemos un poco más de esa formación artística… LC: [Ríe] Sí, una de las cosas que siempre he tratado de defender en mis causas es la existencia de las casas de la cultura. Esa iniciación en mi formación artística fue determinante en el rumbo de mi actividad como activista, eso me dio la posibilidad de empezar a construir mi visión con un pensamiento más filosófico, una mirada feminista, más humanista. Por otro lado, yo asistía a la Casa de la Cultura de Mixcoac, entre otras cosas porque siempre he sido muy obsesiva y me gusta estar haciendo muchas cosas a la vez; ahí me metí a todos los talleres… a los de literatura y pintura. Pero también cuando era niña estudié ballet clásico con una amiga rusa de mi mamá, estuve ahí como unos seis años; anduve en todo… incluso guardo todavía mi credencial de la Casa del Lago en donde estudié pintura con un profesor que mientras pintábamos nos contaba historias de pintores, como Picasso, Matisse… Luego con una amiga inicié a trabajar tintas y lápiz; lo dejé un tiempo cuando me metí a clases de buceo, pero pretendía seguir pintando.

JEL: ¿Es una decisión ética? LC: Para mí sí. Don Julio Scherer decía que si el diablo le hablara para entrevistarlo él iría al infierno para hacerlo; pero yo me voy al infierno de las calles. No critico a mis compañeros, lo que pueden aportar ese tipo de entrevistas puede ser muy importante, pero el costo que esto tiene para las personas que se involucran no lo vale. JEL: A propósito de eso y de la equidad de género, yo veo un caso de una gran misoginia en el caso de Kate, ¿qué dices al respecto? LC: Sí, definitivamente es terrible el ataque, si comparas lo que sucedió con Sean Penn. A mí la crónica de Sean me pareció malísima, periodísticamente creo que es un bodrio y fue un desperdicio porque fue una crónica sobre su propio ego. Pero llama mucho la atención, por ejemplo, que en ningún momento, ninguno de los medios, ni nacionales ni extranjeros, habló de su apariencia, de si es guapo o no es guapo, de su edad, de su vestimenta… y en cambio los medios con Kate han sido brutales. Uno puede pensar que lo que hizo es una estupidez o no, pero la manera en la que la han descalificado, cómo han abordado datos de su vida personal… es misógino, hasta en lo político; ambos han sido tratados de manera desigual.

JEL: Si este acercamiento al arte fue determinante en tu vida… podrías concluir que el arte sirve para… LC: Mira, yo soy un producto de las buenas prácticas culturales, en eso soy muy afortunada porque tuve esa oportunidad de acercarme al arte desde pequeña. Y creo que las buenas prácticas culturales son determinantes de la formación de buenos ciudadanos. El que mis padres me hayan acercado a este tipo de talleres, por ejemplo, me ayudó a descubrir el mundo. Yo creo que el arte lo que te permite es convertirte en persona en el sentido amplio del término; te permite salir de tu escondite y convertirte en alguien que también puede ser útil para los demás, que con su propia vida va tocando y transformando para bien la vida de los demás. Como dice Carl Rogers, convertirte en persona significa mirarte en los otros y además hacer la vida de los otros tu propia vida y eso me parece que sólo te lo permite el arte; lo puedes ver en los chavos de la calle que se acercan por ejemplo a la pintura o a la música y eso los motiva a alejarse de la delincuencia. JEL: Pero a pesar de eso, de que en la Ciudad de México pudiste haber permanecido y hacer una vida más tradicional, tú decidiste irte a Cancún. LC: Sí, el día que yo llegué a Cancún, conocí a Salvador, con quien estuve casada 13 años; ese mismo día, en la misma cena, conocí al cónsul de España, Ángel Carvajal. Empezamos a hacer un pequeño grupo de amigos con los que hablábamos de libros y a ese grupo se unió al poco tiempo Miguel Angel Meza, quien abrió ahí la Casa del Escritor y con quien hicimos una revista cultural, Tropo a la uña; un proyecto editorial increíble que aprovechaba la cercanía que había con la cultura cubana, ahí participé un tiempo pero al mismo tiempo me acerqué a un periódico para trabajar y me ofrecieron hacerlo en el área de cultura. A partir de ahí me quedé trabajando en el Novedades, de Cancún, y digamos que ahí inició mi labor periodística, porque al poco tiempo empecé a llevarles crónicas más extensas sobre la desigualdad, el machismo local –porque había una población eminentemente masculina-, las condiciones de las mujeres que llegaban a trabajar en los hoteles, las de las prostitutas, y me las publicaban. JEL: ¿Los proyectos culturales son apoyados en esa región enfocada sobre todo a lo turístico? LC: El trabajo para los proyectos culturales en Cancún era difícil desde aquel entonces, por eso quienes se dedican a eso son verdaderos héroes y heroínas; el caso de Miguel Angel Meza con la revista Tropo a la uña, que de

JEL: ¿Qué se debe hacer para acabar con esta desigualdad, con la misoginia? LC: Hace falta que los hombres se involucren cada vez más, no nada más las mujeres; porque hay muy pocos que se manifiestan en contra de la violencia machista. Pero es tan difícil involucrarlos… yo hace veinte años, cuando empecé a meterme más con el activismo feminista, más politizado, enfocado a la construcción de propuestas de ley, comencé a invitar a que se involucraran mis amigos, sí iban, pero participaban con una mirada tremendamente exterior. Hay mucho por hacer. Fíjate cómo los hombres que llegan al poder son generalmente los más corruptos, los más cabrones, los que tienen más herramientas machistas para poder enfrentarlo todo.

JEL: ¿Y qué hacemos para que este “peligro” se siga dando? LC: Tenemos que empezar a rescatar las “ideas peligrosas”, tenemos que defenderlas, apropiárnoslas y estar bien concientes de que somos personas peligrosas para un sistema que se opone de muchas maneras a la cultura y a la democracia.

JEL: ¿Y en el caso de las mujeres cuál sería el equivalente? LC: En el contexto político todavía las mujeres que reproducen los valores machistas son las que lo logran hacer. Ve por ejemplo a Rosario Robles, yo la traté en mi juventud en movimientos feministas y a mí me parecía una señora a todo dar, con principios, ética… y de pronto llegó un momento en que ella sí tenía una barrera; por un lado tenía a un hombre muy poderoso que la protegía, el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, pero en el momento en que ella pierde la protección de estos hombres poderosos y que ella misma está empoderada, empezaron los ataques misóginos y termina involucrándose en una historia absolutamente cursi, de telenovela, que es una gran decepción, su historia con Ahumada y su libro ridículo donde dice “es que yo me enamoré y por eso sacrifiqué mi carrera política”. Sus primeros quince años de carrera política fueron de una trayectoria sólida, feminista, que hizo frente a la adversidad; luego se vio en problemas y decidió que lo que iba a hacer es “ser hembrita manipuladora”, abrevar de esa parte y finalmente se convirtió en lo que es, una machista tremenda.

JEL: Ése es un tipo de “peligro”, pero también está el otro, al que se enfrentan los periodistas actualmente, sobre todo aquéllos quienes como tú, abordan temas que no sólo incomodan al gobierno, sino a otro tipo de sistemas incluso más poderosos… ¿no tienes miedo? LC: Por supuesto que sí, en Quintana Roo, por ejemplo, los cárteles están

JEL: ¿Y en tu caso cómo ha sido? LC: Yo elijo. Yo he elegido siempre no perder el tiempo. Trabajo mucho en conocerme a mí misma y en hacerme una experta en los temas que estoy investigando. La vida es demasiado corta, trato de aprovecharla al máximo y eso me hace feliz.

verdad es una maravilla de revista, es algo encomiable porque la ha sacado contra viento y marea, incluso contra ataques directos de los gobernadores con tal de deshacerse de cualquier proyecto cultural que pueda incitar a lo que ellos consideran “un peligro para la sociedad”, la cultura y el arte, como instrumentos para la apertura ideológica.

Literatura y periodismo

insertos en el sistema político… Así es, pero estamos igual en todo el país, yo creo que no hay un solo Estado que se salve. Todas las investigaciones que se han hecho en Artículo 19 para saber quiénes son los agresores de los periodistas demuestran que la mayoría de los ataques ha sido perpetrada por agentes del Estado. La otra parte, igual de brutal, vinculada con la delincuencia organizada, ha afectado sobre todo a periodistas que se han atrevido a enfrentarse directamente con ellos. También estoy convencida de que los periodistas que se han sentado con ellos para entrevistarlos, establecen un vínculo y una especie de alianza que nunca más puedes romper; a mí se me han acercado en restaurantes personajes de ésos diciéndome cosas como “yo cuando usted lo necesite sí le contaría las historias, porque usted y yo estamos en contra de lo mismo, de este sistema…”, y me decisión ha sido, sin duda: yo no me siento con ellos. Porque mi labor periodística ha sido darles voz a las personas que no la tienen; la delincuencia organizada en este país tiene mucho control mediático, muchas voces, y yo no seré una de ellas, pero eso es una decisión personal.


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LA GUALDRA NO. 231

Gusto que no se enseña, se contagia

Promoción de la lectura

Por Eduardo Campech Miranda

Cada día me convenzo más de que los esfuerzos por formar lectores dentro de la Educación Básica parten de supuestos falsos, pero también de un vacío en la formación docente. Si la, mal llamada, Reforma Educativa desea obtener un diagnóstico de las debilidades en la formación del magisterio, basta echar una mirada a las concepciones en torno a la lectura que expresa el grueso de los profesores. Y no es que sus respuestas estén erróneas. De hecho son veraces y reales, sin embargo, con un gran defecto: se circunscriben a los muros escolares. Como lo he mencionado en múltiples ocasiones en este espacio, la lectura es gozar, pero también sufrir; es entrar en un diálogo con otro, con otros, con nosotros mismos, pero también es silencio (de reflexión, de asombro, de incertidumbre, etc.); es aprender, pero también es motivo de equivocación. Pensar que la lectura es solamente para adquirir conocimientos la pone en franca desventaja (en tiempos actuales) contra otros soportes. Ahora ya no es necesario acudir al inolvidable Álgebra de Aurelio Baldor. Un tutorial en Youtube, puede ser más claro para las generaciones audiovisuales. Y lo mismo sucede con otros textos: podemos encontrar audiolibros en la misma red social. Los maestros deben experimentar el placer de la lectura. Placer que no es gratuito y que necesariamente estriba un esfuerzo intelectual. Pero eso está fuera del discurso mer-

cadotécnico de la promoción de la lectura. Decirlo podría acarrear actos inversos. Por otro lado, se piensa, también erróneamente, que la, ahora llamada pomposamente, competencia lectora se desarrolla a la par que se domina la alfabetización. Lo anterior tiene repercusiones cuando se intenta

evaluar la comprensión lectora solamente al final de la lectura de un texto. Sé que parece una reverenda estupidez. Usted se preguntará, ¿acaso puede evaluarse antes de iniciar el texto? En términos estrictos la respuesta es no. Pero sí es posible ponderar si el lector tiene los conocimientos mínimos indispensables que le permitan afrontar de manera más significativa el texto. Luego está el acompañamiento, que debería realizar el mediador, en el proceso de construcción de sentido y, nuevamente, significado. Así se hace, de una u otra manera, con las operaciones matemáticas: se plantea el problema, se desarrolla y se soluciona. Así se puede identificar dónde se cometió el error (si es que hay error), además de lograr identificar cuál problema de comprensión lectora se está presentando Esto no lo saben muchos maestros, no les han hecho conciencia de la polisemia que se presenta en la lectura, porque no han tenido oportunidad de vivir la experiencia de la lectura: esa que se presenta cuando unas palabras escritas te hacen vibrar y, a veces, no sabes por qué. Por el puro placer estético, emocional, lingüístico que nos causan las palabras. Somos tan maduros que queremos obtener conocimiento de todo y olvidamos que de pequeños cantábamos “Amo a to, / matarile-rile-rón” sin preocuparnos en qué quería decirnos. Y así descubrirían que el gusto por la lectura, como digo alguien, no se enseña, se contagia.

De la gula considerada como una de las bellas artes

Río de palabras

Por Carlos Flores Perdóneseme tan ambicioso título para esta reflexión, pues entre los pocos dones que el señor me dio no está el de una buena pluma, qué más quisiera yo que así como soy bueno en el buen comer, fuera también para expresar mis piensos en una hoja. Primero que nada hay que aclarar esta expresión: buen comer. No vayan a creer que tiene que ver con el equilibrio y balance que, algunos presumen, debe hacerse de la tabla de nutrición. ¡No, señores!, el buen comer está en degustar toda clase de alimentos y bebidas, a toda hora y en la mayor cantidad posible. Ya decían las madres de antes que un niño sano era aquel pequeñuelo rollizo de carnes abultadas y cachetes pellizcables. Una de las primeras reglas del buen comer es hacerlo en una cantidad más elevada de la que el cuerpo necesita, para que el sopor de la digestión invada al cuerpo y a la mente y sentir esa pesadez y la agitada respiración que la acompaña. Sólo así lograremos ensanchar el estómago, estado ideal para comer en exceso. De esa manera estaremos listos para acudir a cualquier banquete y no tendremos que recurrir a la fastidiosa comida casera Una segunda regla señala que en un banquete nunca debemos prestar más atención a los comensales que al comer. Es común

que en estos momentos tan importantes la gente dedique una gran parte de su tiempo a hablar, como si la comida fuese un mero pretexto para ello. Si así lo fuese, en vez de banquete sería coloquio. La tercera regla es consentir el apetito con comida y bebidas costosas, pues esto eleva el estatus social, es mejor ir a Starbucks a tomarse una taza de café, aunque éste sea pésimo, que hacerlo en casa. Lo mismo pasa con los restaurantes costosos, ahí nos codeamos con la crema y nata de la sociedad. El hecho de que nos vean comer de buena manera, habla bien de nosotros, dirán “mira, qué bien come el señor Flores, se ve que

es una persona de gustos inigualables, habrá que invitarle a la boda de fulanita”. Una regla más es que no debe importar más la salud que la alimentación. He visto infinidad de gente que deja de buen comer por que algún mediquillo le otorga la culpa de los males que le aquejan a la comida. Les prohíben la carne, las grasas y hasta la bebida. Habrase visto cosa más denigrante. Ni que fuéramos bestias sin caninos para comer sólo hierbas. El problema de la salud no está en la cantidad sino en el estrés que provoca el preocuparse del sobrepeso. Los medios de comunicación nos quieren vender la idea de que una buena salud está relacionada con un cuerpo escuálido. Es obvio que lo único que les interesa es la venta de los productos que anuncian: coca cola light, cerveza light, leche light. Qué se puede decir de la ropa y la moda, es sólo para gente delgada. Por último, el comer debe ir acompañado del beber, uno debe de hacerlo siempre en más cantidad de lo que el cuerpo necesita, hay que estar ebrio siempre. Los sabios guerreros griegos lo sabían, por eso adoraban a sus dioses con hecatombes y orgías. Los dioses antiguos, sabios también, recibían con un placer enorme el regalo de los hombres y por ello los premiaban. No quiero hablar mal de las tradiciones de nuestro pueblo, pero alguien podría explicarme esa absurda costumbre del ayuno y el no comer carne en tales y cuales días.


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2 de FEBRERO DE 2016

Desayuno en Tiffany’s mon ku The danish girl (La chica danesa) Por Carlos Belmonte Grey

Cine

No es nuevo encontrar en las carteleras de cine dos películas que rondan el mismo tema. Lo que es menos común es ver los carteles promocionales en los quioscos y escaparates publicitarios con perfiles similares, incluso prestos a la confusión. En The danish girl se ven dos rostros “femeninos”, uno de perfil cubriendo un tercio de otro frontal, con pelo corto y peinado, labios pintados de rojo, la mirada del dominante está perdida mientras que la del dominado fija al espectador. En el póster de Carol otra vez hay dos rostros femeninos pero ahora en igualdad jerárquica, también de perfil, pelo más largo y peinado, en este caso las dos miradas van hacia el fuera de campo. Ambas imágenes tienen rostros que corresponden a las estereotipadas características de la fineza “femenina”, denotan complicidad y amor en la pareja: sólo hay una diferencia entre los cuatro personajes, uno es transgénero. Descubrir cuál es, es sólo quizás cuestión de fijar la mirada un poco. Pues bien, Carol, de Todd Haynes (reseñada durante su presentación en el Festival de Cannes 2015), es la historia de amor lésbico; The danish girl, de Tom Hooper, es la historia de uno de los primeros hombres sometidos a la operación de cambio de sexo. Alicia Vikander y Eddie Redmayne (Oscar 2015 por The theory of everything) dan vida a los esposos Gerda Wegener y Einar Wegener /Lili Elbe y a su odisea artística, travéstica y finalmente transgénero. Desde su natal Dinamarca huyen a París y encuentran la paz en Dresde. Si en un principio la cinta parece recuperar las estéticas de pintura expresionista en el formato cinematográfico, en el punto de inflexión da el brinco al drama psicológico: la apertura es con una gran panorámico del paisaje nórdico que ter-

mina en un encadenado sobre el cuadro que está exhibiendo Einar; algunas secuencias más adelante su esposa, Gerda, está pintando un retrato con su modelo enfrente, los tonos del ambiente hacen juego con el cuarto y el modelo real creando un efecto de mise-en-abyme muy socorrido para las justificaciones artísticas de los cineastas de los años 70 y 80. En este mismo tono se produce la inflexión: Gerda le pide a su marido que se ponga mallas y vestido para posar para un cuadro de una bailarina. Los escalofríos en su piel hacen entrever la vida de la verdadera Lili atrapada en el cuerpo fálico. La cinta de Hooper está basada en la novela de David Ebershoff, The danish girl, la cual recupera la heroica vida de Lili Elbe, nacida Einar Wegener en Dinamarca, quien a su vez habría inspirado una biografía póstuma Man into woman, de

El Picaporte

Niels Hoyer, en 1933. Elbe, gracias a la biografía de Hoyer, se convirtió en un referente para las mujeres transgénero, pues fue de los primeros en experimentar y llevar hasta la muerte los intentos por convertirse en madre. La definición, o más bien aceptación, de la diversidad de sexualidades en The danish girl muestra matices que problematizan las simplistas generalizaciones de homosexualidad tan comunes en las revistas y programas de psicología basurera; incluso, muestran la fragilidad en las tramas de otros cineastas, tales como François Ozon con Une nouvelle amie (2014) o Xavier Dolan con Laurence Anyways (2012). The danish girl seguramente estará en circuitos comerciales gracias a sus nominaciones a los Óscares.

Por Simitrio Quezada

Conferencia “Los múltiples problemas de la identidad personal” del Dr. Alfonso Muñoz Corcuera

“Ojea al que está hojeando”

Por Francisco Serrano

“Ojear”, derivado de “ojo”, es un verbo que implica la acción de mirar rápida y superficialmente a algo o alguien. “Hojear”, derivado de “hoja”, tiene al menos dos definiciones bastante ilustrativas: mover o pasar ligeramente las hojas de un libro o cuaderno, o incluso pasar las hojas de ese libro o cuaderno leyendo de prisa algunos pasajes. Queda claro que a la luz del semáforo la ojeas mientras cambias tu luz, al celular lo ojeas cuando éste brilla porque llegó un mensaje mientras estás en medio de otro asunto, a la olla con frijoles la ojeas mientras lavas trastes para ver que aquélla no esté soltando espuma. Ojeas al niño que dejaste dormido en su cuna, al espectacular donde han cambiado lona pero no tienes tiempo de detener el coche para leer lo nuevo. Ojeas por la ventana si afuera está nublado, si otra vez nevó. Y a un libro ¿no se puede también ojear? Por supuesto que sí. Antes de salir de casa me aseguro de que llevo el libro que me pidieron prestado y entonces abro mi mochila y ojeo el libro. “Ah, allí va”. Después entrego ese ejemplar a mi amigo, él lo hojea (es decir, pasa las hojas con rapidez y lee dos o tres cosas “a vuelo de pájaro”) y me dice: “Sí, creo que este libro me ayudará mucho con mi investigación”. Desde una esquina, un metiche puede estar ojeando a quien está hojeando.

Tenemos que sospechar de la confianza cartesiana en el supuesto conocimiento que tiene cada uno de sí mismo. Según Descartes, cada uno de nosotros tiene conocimiento claro y evidente de sí mismo. Pero esto es sospechoso, por varias razones. David Hume, quizá el primer gran escéptico de la identidad personal, cuestionó tanto la idea de que podamos tener acceso privilegiado a todos nuestros estados mentales mediante introspección (un antecedente del concepto de inconsciente), como que pudiéramos pensar al yo como una entidad sustancial, esto es, como algo inmutable, persistente a lo largo del tiempo, que recibe diversos atributos, algunos de ellos accidentales. Según Hume, los atributos de nuestro ser bien podrían ser todos accidentales, por lo que no habría nada persistente o continuo en nuestra identidad personal. Entonces ¿qué es una persona? ¿Cómo se integran los diversos elementos que componen a una persona? Además, ¿qué son

* Lo invito a que envíe comentarios y demás inquietudes a: siquezada@hotmail.com

esos elementos, como los recuerdos, las emociones o el cuerpo? En el plano de la ética: ¿podemos de algún modo ser responsables de lo que somos? Si no soy algo continuo, si soy un conjunto de accidentes, ¿cómo puedo ser responsable, además, de las consecuencias indeseables de mis acciones, como los daños que puedo producir en otras personas? Estos problemas, y otros semejantes, serán discutidos en la conferencia “Los muchos problemas de la identidad personal”, dictada por el Dr. Alfonso Muñoz Corcuera, actualmente investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y quien cuenta con una amplia trayectoria académica, tanto en España, el Reino Unido y México. La cita es el día miércoles 3 de febrero, a las 12:30 horas, en el Auditorio de la Maestría en Filosofía de la Unidad Académica de Filosofía de la UAZ. Esta conferencia la organiza la Academia de filosofía de la moral de dicha unidad académica.


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LA GUALDRA NO. 231

PROGRAMA FEBRERO 2016, CINETECA ZACATECAS. ¡Todo febrero celebraremos el Séptimo Aniversario de la Cineteca Zacatecas! Estrenos y 14 Semana de Cine Alemán: Entrada general $30.00 Estudiantes con credencial, personas con discapacidad y personas 3ª edad $20.00 Miércoles 3, 17:30 Hrs. Inauguración de exposición Muestra de trabajos del Taller de arte fantástico con acuarela. Participan: José Luis Ahumada, Andrea Gaytán, Natalia Díaz, Diana Karen Fonseca, Stephany Alejandra Barraza, Yolanda Rivas, Lenin Yáñez, Pedro Lizardo, María Fernanda Moreira, Yéssica Saucedo, Mirna Flores, Patricia Pamela García, Daniela Sánchez, Martha Sofía García, Edgar Jahif Ávila. Brindis de honor. Lugar: Vestíbulo de la Cineteca Zacatecas.

Permanencia al 10 de febrero. Miércoles 3, 19:00 Hrs. ESTRENO DULCES SUEÑOS MAMÁ Dir. Veronika Franz, Severin Fiala Austria/ 2014/ 99 min. Jueves 4,18:00 y 20:00 Hrs. 14 Semana de Cine Alemán AMOR DE CONCRETO Dir. Maurizius Staerkle-Drux Alemania/ 2014/ 87 min. Gottfried Böhm está considerado como uno de los arquitectos más renombrados de Alemania, haciéndose famoso por su edificación de iglesias y por ser el único arquitecto alemán galardonado con el Premio Pritzker hasta el 2015. Así como Gottfried Böhm siguió los pasos de su padre, sus tres hijos Peter, Paul y Stephan Böhm también lo hicieron y hoy día son célebres arquitectos. El documental observa de cerca a la familia

Böhm, en la cual la mujer y madre Elisabeth, también arquitecta, juega un papel esencial y es el punto de anclaje de la familia. Ella, que sacrificó su carrera profesional por dedicarse a la familia, participó muy activamente en la carrera de su marido alentándole, inspirándole y también criticándole. Cuando muere, la familia pierde el rumbo, y así salen a la luz también las disonancias que genera la tensión de una vida personal tan ligada a la profesional. De esta forma se logra una mirada un tanto diferente a quienes, de puertas afuera, se han mostrado siempre como una exitosa y pulcra dinastía de arquitectos. Viernes 5, 18:00 Hrs. ESTRENO LOVE Dir. Gaspar Noé Francia/ 2015/ 130 min. Viernes 5, 20:15 Hrs. ESTRENO DULCES SUEÑOS MAMÁ Dir. Veronika Franz, Severin Fiala Austria/ 2014/ 99 min. Sábado 6, 18:00 Hrs. RECUERDOS DEL AYER Dir. Isao Takahata Japón/ 1991/ 118 min. Sábado 6, 20:00 Hrs. CHICA DE ESLOVENIA Dir. Damjan Kozole Eslovenia/ 2009/ 90 min. Domingo 7, 12:00 Hrs. SUSURROS DEL CORAZÓN Dir. Yoshifumi Kondo Guión: Hayao Miyazaki Japón/ 1995/ 111 min. Domingo 7, 18:00 Hrs. CASUALIDAD Dir. Krzysztof Kieslowski Polonia/ 1987/ 122 min. Cuenta la historia de Witek Dlugosz, huérfano de madre y estudiante de medicina, que a raíz de la muerte de su padre deja sus estudios y decide marcharse a Varsovia a rehacer su vida. A partir de ese momento seremos testigos de tres versiones de la vida de Witek, partiendo de las posibilidades derivadas de abordar o no un tren.


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2 de FEBRERO DE 2016

Diccionario Lúguico Por José Manuel Ruiz Regil*

Editorial Horma edita Escribe Escribano, un proyecto que rebasa las carátulas del libro para convertirse en un proyecto multidisciplinario en el que participa el escritor José Antonio Lugo en el desarrollo de un texto a partir del abecedario, un diccionario lúdico; y a de ahí, como si de un guión se tratara, un gran equipo de diseñadores, fotógrafos, impresores, animadores, locutores, diseñadores de Apps, diseñadores sonoros, despliegan un esfuerzo que ha recorrido las calles de México, llevando a los paseantes una experiencia táctil, sonora, visual e intelectual con los modelos tipográficos de las letras en tamaño de 2 metros. Esta complicidad por las letras, las palabras y el lenguaje, traducido a sus equivalentes gráficos, le ha valido el premio del Primer Abierto Mexicano de diseño, 2013. Gracias a la participación de mi querido amigo Lugo, tuve la oportunidad de estar en la inauguración de los carteles, animaciones y dispositivos sonoros en el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Ahora, tengo el libro en mis manos y puedo asegurarles que es una experiencia que no se acaba. Escribe Escribano es el “Call to action” con el que, según nos cuenta el escritor en la presentación, María Romero, directora general de este proyecto, despedía las llamadas telefónicas cuando le preguntaba por los avances. Y así surgió el título. José Antonio Lugo es Licenciado en

Letras Francesas y Maestro en Literatura comparada por la UNAM. Es autor de Caligrafías (El viejo Pozo/Universidad Autónoma de Chiapas, 2003) y la Inocente perversión: mirada y palabra en Juan García Ponce (Conaculta, 2006) con el que obtuvo una mención honorífica en el Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas. También escribió Resonancias (Terracota 2008), y Afroditas, Evas y Lolitas (Samsara 2011). Es director de la revista Casa 9, del Foro Cultural Chapultepec y de Casa verde, espacio de desarrollo integral. Para este proyecto, Lugo, que es una enciclopedia caminante, crea un almanaque barroco lleno de imágenes, ideas, datos, personajes, lugares, recuerdos, sensaciones, cariños, sucesos, costumbres, saberes y valores de lo más variado a partir de la evocación creativa de las consonancias, disonancias y resonancias que le sugieren la forma, el sonido, el uso y la historia de cada letra.

Acapulco, Box, Cerezo, Chingada, Diablo, Elefante, Gelatina, Horma, Imprenta, Juego, Klee, Laica, Mosca, Neandertal, Ñoñería, Océano, Papiroflexia, Quimera, Rasputín, Sátiro, Tornillo, Uva, Ventana, Waterloo, Xochimilco, Yucatán y Zeppelin, son los mundos elegidos en cada texto para ser representadas en los carteles policromados de cada letra. La tipografía Chayote fue desarrollada por David Kimura. El libro es una edición en pasta dura con una portada muy dinámica, donde se exhiben todos los nombres de los colaboradores y en una serie de recuadros que enmarcan el título las letras y el autor del diseño. A la X de México, la encuentra en la

*hablarlibros.blogspot.mx

Libros

José Antonio Lugo.

cerveza, las películas para adultos y las tallas extra, en la actitud ante los diferentes, en la música, en las artes plásticas, en el servicio de salud pública y en el santuario de las flores, entre otras interesantes asociaciones semánticas y fonéticas. Para descubrirlas, tienes que leerlo. La G de Gelatina, es pretexto para hablar del gozo, la gota y la gula, de Gabriel García Márquez y de asociar el grito del 15 de septiembre con el nombre del cuadro de Edward Munch; de la ópera y de la grilla, de las preferencias sexuales y de la geografía, de arquitectura, la revolución y la literatura, del show business, la no violencia y la muerte, la música y la buena educación. La D de Diablo la encuentra en la fe y en la incertidumbre, en el Castillo de If, y en el Arte surrealista, en la escultura pública y en la pintura romántica, en la historia de un náufrago y en el constructor del laberinto. Cito: “La partícula “des” colocada antes de un verbo, se vuelve una acción negativa”, como des-lavado, deslumbrante. Escribe Escribano contiene la semilla de todas las posibilidades del lenguaje. Es una cascada de significados, un rizoma de metáforas. Cada letra es un viaje de conocimiento, una encrucijada de sensaciones y recuerdos, una meta, un reto intelectual, un acertijo, es un libro joya y un juego cultural. Se puede leer de corrido o al azar (como Rayuela). También se puede hacer a partir de la lectura de tus iniciales y descubrir, como en una tirada de Tarot, el mensaje oculto; al fin que también son 22 letras, como los Arcanos. El ritmo cabalgante de cada texto te hace ir de una letra a otra, permitiéndole al libro ofrecerte distintas combinaciones, así como lo explica en la A, que al darse media vuelta ocupa el lugar de la Z en este desfile creativo de trampolines incesantes. Aunque los temas que aborda el autor, como referencias intertextuales y disciplinarias son muy variadas, se descubren esos guiños de amor a la literatura francesa, a la gastronomía, a la astrología y a la amistad, temas constantes en la obra de este escribano. Sería impráctico mencionar aquí el nombre de todos los colaboradores que participaron en este gran proyecto, pero tengan la seguridad de que abarcan las 22 letras y las representan con mucha dignidad.


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LA GUALDRA NO. 231 / 2 DE FEBRERO 2016

La Matanza Por Alberto Huerta

Río de palabras

Para Alfonso López Monreal

A la vista de todo el mundo, ahí estaban los miles de despojos, inmolados, amontonados, unos sobre otros, sobre las planchas de cemento, cruelmente asesinados, con premeditación, alevosía, y ventaja, exhibidos en los puestos del mercado, y nadie dijo nada, ni protestó con voz airada, el gesto encorajinado, y los ojos dislocados, furibundos. Ni cargó pancartas, ni hubo plantones ni marchas y mítines. A los señores diputados y a los señores senadores les valió una

pura y dos con sal. Obispos y cardenales se callaron. Ahí estaban, las verduras, los frutos, los granos, las hortalizas… Esperando ser convertidos en sopas, pucheros, estofados, cocidos, potajes, ensaladas, purés, papillas, jugos, cócteles, guisos, cazuelas… Rebanados y cubiertos con chiles secos, sal y jugo de limón para ser vendidos afuera de las escuelas… No, nadie dijo ni una sola palabra. Los medios ni siquiera lo mencionaron… guardaron silencio.

Nieva Por Gerardo del Río Veo nevar en la ciudad mi tío Román se está muriendo la penumbra en lo blanquecino de la habitación hospitalaria contiene su cuerpo su respirar es apenas audible él era uno de mis padres sustitutos no, jamás secó una lágrima mía jamás tendió una mano en mis flaquezas

no me dijo los hombres no lloran no se quiebran su tarea fue templar mi espíritu como en la fragua se templa el acero él estuvo ahí ahora yo estoy aquí cuando se abre el abismo y se apagan las luces ahora sé el que el camina, camina mientras nieva en la ciudad.

Rembrandt. El buey desollado. Óleo / tela. 94 x 69 cm. 1655. Museo Nacional del Louvre.

Si te vas

Accidentes

Por Roberto Galaviz * Sólo soy alguien que intenta decir que si te vas habrás de lamentarlo, soy alguien que alguna vez decidió también irse y después añoró volver. Sé que al alejarte evitarás volver la mirada hacia mí, que al llegar a casa te echarás a la cama por horas, que inundarás la almohada, que perderás el apetito,

que estarás ausente hasta de ti, cumplirás el rito del adiós y de pronto, más pronto de lo esperado saldrá el sol: te levantarás de la cama, le pondrás sábanas limpias y quizá compres algunas flores y en un jarrón amarillo las coloques en el alfeizar en tu balcón para que los demás vean

que si bien, la tristeza no se ha ido y a pesar de tu falsa sonrisa dejas la ventana abierta a alguna otra felicidad para entonces habré visto flores amarillas en un jarrón sobre un alfeizar de algún balcón y estaré ocupado fingiendo ser la felicidad nueva de una tristeza fermentada entonces, te lamentarás.

Por Pilar Alba Uno tarda no menos de tres años para recuperarse de un accidente, para que las cosas vuelvan a tener un curso más o menos normal. No digo que vuelvan a ser las mismas, pues todo es constantemente diferente, ya ve, lo que dicen por ahí: vivimos en un río que no se cansa de correr nunca. Me dice sentada en la cama rodeada por cientos de cobijas que no le mitigan el frío. Si supiera a mí cuántos accidentes me han pasado, por eso se lo digo, mínimo se tarda uno tres años para salir de ellos. Levanta la

mano y me señala el cajón de la cómoda. Mire, ahí adentro está un álbum de fotos, sáquelo y tráigalo para que lo vea. La luz es tenue no podré ver nada pienso mientras voy por el álbum y reviso mi reloj, faltan tres cuartos de hora para darle las siguientes medicinas. Acerque esa silla para que le vaya explicando, me dice. La verdad yo desearía que ya se durmiera, llevo tres días cuidándola y no se cansa de hablar, a ver si le da sueño con el medicamento. Entre tanto la escucho, no tengo que ha-

cer otra cosa. Mire aquí tengo el registro de todos mis accidentes. Abro el álbum pensando en lo que me espera, fotos de choques, curaciones, medicinas, los viejos son gente maniática, guardan todo tipo de cosas que los transporten en el tiempo. Mire acérquese a la lámpara, para que pueda ver mejor. Obedezco y abro el álbum, recorro sus páginas, no hay nada que se relacione con accidentes, sólo fotos, fotos de hombres en distintos lugares y tiempos. Mírelos bien, con todos ésos me he accidentado.


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