TUSALUD | 3 L A
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PSICOLOGÍA Y NUTRICIÓN
Podemos educar a nuestro cerebro para que prefiera las verduras antes que los dulces El placer al momento de
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degustar los alimentos está relacionado con una cuestión cultural. Pero se
gramos de sal, per cápita, consume una persona, cuando lo que se necesita son sólo 2 gramos, explica Francisco Gelatti.
puede cambiar si nos lo proponemos Así como te encariñás con un oso de peluche, con un objeto, con un perfume, también lo hacés con los sabores. ¿Lo sabías? Mucho de lo que nos parece sabroso es por una cuestión cultural. Esto significa que podemos educar a nuestro cerebro para que acepte y disfrute alimentos más saludables. En el cerebro tenemos diferentes umbrales para sentirnos satisfechos por los gustos. Esto quiere decir que fuimos educando a nuestro paladar a ciertos niveles de dulzor o de salado. Nancy García, terapeuta gestáltica del centro San Isidro, explica que esto tiene un nombre: palatabilidad. Se trata de un conjunto de características de un alimento, independientemente de su valor nutritivo, que hacen que para un determinado individuo dicho alimento sea más o menos placentero. Pero esta calificación es subjetiva y depende de la experiencia de cada uno. “La cultura nos transmite ciertas pautas sobre los alimentos. Llegamos a construir prejuicios alrededor de ellos. Por ejemplo, si te enfermás te dan verduras hervidas, y si te portás bien, un dulce”, explica la terapeuta. Algo que parece tan inocente va determinando en nuestro cerebro la asociación de ciertos alimentos con cuestiones agradables o desagradables. “Lo más difícil de modificar es el significado que les atribuimos a los alimentos”, define.
¿QUÉ ME DAN? La comida a veces aparece dentro de un sistema de premios y castigos.
Escuchar al cuerpo
Educar el gusto “Los primeros 1.000 días de una persona son fundamentales para el reconocimiento de ciertos sabores”, señala el nutricionista Francisco Gelatti. Al bebé le llega todo lo que la madre come por el cordón umbilical, es por eso que su dieta debe ser equilibrada. De ella no sólo depende la salud, sino las futuras preferencias alimentarias del niño. “Cada alimento que un niño incorpora es un paso ganado en contra de la obesidad”, añade Gelatti. El gusto por lo dulce ya viene inscripto en nuestra genética comenta el nutricionista-; lo que se aprende a reconocer es lo salado. No es una coincidencia que los niños rechacen las papillas saladas y prefieran las dulces. “Pero no por eso vamos a dejar de intentar que coman puré de zapa-
llo”, advierte Gelatti. Una de las estrategias es familiarizarse con el alimento. Conocer y probar distintas recetas hasta encontrar la que más nos guste. “Hay que probar distintos tipos de cocción y experimentar, mas allá de la idea que tengamos sobre ese alimento”, indica García. Un estudio que cita theguardian.co.uk demostró que la degustación repetida aumenta el gusto por las verduras entre los niños de nueve y 10 años. “Yo creo que los mismos métodos funcionan con los adultos”, apuntó la profesora Jane Wardle, del Centro de Investigación en Salud y Comportamiento, de la UCL en Londres. Algunos le llaman bajar el “umbral de los gustos”, de esta forma el paladar está más receptivo.
PARA ANOTAR
GASEOSAS
PAPAS FRITAS
INTEGRALES
JUGOS
INSACIABLES
LO MÁS ENGORDANTE
POCA FIBRA
POCO SALUDABLES
Cuando abusamos del consumo de este tipo de productos disminuyen los niveles de azúcar en sangre, lo que nos provoca deseos de volver a comer.
Desde que se popularizó el consumo de papa en Europa, aumentaron los índices de obesidad. Si además es frita, entonces la combinación es explosiva.
NÚMEROS DE LA SUERTE
Con $2.000 llenó el carrito en Gómez Pardo LA GACETA / FOTO DE MARIA SILVIA GRANARA
FELIZ. Guillermo, vecino de Villa 9 de Julio, se llevó toda clase de productos.
Salir del supermercado con cuatro carritos colmados de productos no es poca cosa. Así lo hizo Guillermo Pereyra, vecino de Villa 9 de Julio, quien tras participar del entretenimiento Números de Oro de LA GACETA se hizo acreedor de una orden de compras por $ 2.000 de Gómez Pardo, gracias a los Número de la Suerte. Guillermo contó que hace mucho que participa y es la primera vez que gana. “Este premio me vino como anillo al dedo. Llené cuatro carritos con una buena cantidad de mercaderías”, contó a la salida del supermercado. Yerba, azúcar, aceite, fideos, harina y fiambres fue lo primero que eligió. También se dio algunos gustos, sin olvidar gaseosas y jugos. Una buena parte del presupuesto lo destinó a artículos de limpieza, perfumería y lácteos. “Ojalá vuelva a ganar”, dijo entusiasmado.
No siempre ayudan a adelgazar, porque están elaborados con harina refinada y contienen muy poca fibra (0 a 5 gramos). El salvado que le agregan es muy molido.
En un vaso de jugo solo encontramos un 5% de jugo natural, lo demás es una mezcla de agua con saborizantes artificiales y muchas calorías.
Una de las metas que persigue la terapia gestáltica cuando trata los trastornos de alimentación es definir los registros del propio cuerpo. Los niveles de saciedad y de hambre también dependen del mandato cultural. A los chicos se los amenaza con la frase: “no tenés postre hasta que te comas todo lo que hay en el plato”. García explica que esto se lo hace sin tener en cuenta lo que el cuerpo pide. Lo mismo sucede con las fiestas de fin de año, las que van asociadas con los excesos en la comida. “Lo ideal es que la persona registre sus necesidades corporales para saber cual es su porción”, añade. En el caso de quienes presentan problemas de alimentación muchas veces la sensación de saciedad va asociada a la de dolor: dejan de comer cuando les duele el estómago. Llegado a ese punto consideran que su apetito ha sido saciado. “Hay que tomarse más tiempo para comer, sacar el foco de atención de la comida, dialogar en la mesa y comer con tranquilidad”, comenta la terapeuta. Esto sirve para darle tiempo al cerebro de que registre lo que va ingresando al organismo y active el centro de la saciedad. Si comemos a las apuradas el proceso tarda más, por lo tanto necesitaremos más comida.