Capítulo 4 - Participación

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4. PARTICIPACIÓN Situación, dificultades y perspectivas


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4.1. Introducción Este capítulo consta de tres partes: la primera versa sobre la participación social y política propiamente dicha, incluyendo temas como la importancia de participar para resolver los problemas de la sociedad, la participación efectiva de los estudiantes, la predisposición que los mismos manifiestan para la participación y las dificultades que encuentran para hacerlo. Luego, se profundiza sobre los modos que la participación adquiere y los ámbitos y el tipo de actividades que los estudiantes elegirían para participar. En tercer lugar, se aborda la opinión que tienen los jóvenes sobre las principales instituciones de la democracia representativa (Poder Legislativo, partidos políticos, etc.) y otros colectivos e instituciones (movimientos sociales, sindicatos, etc.). Adentrarse en estas cuestiones en torno a la participación social y política requiere una serie de consideraciones teóricas y un abanico de opciones de interpretación que guiarán el estudio. a) Se enfoca la participación como una realidad dinámica. Sus distintos componentes (prácticas, objetivos, actores, estrategias, etc.) varían a lo largo de la historia. Además, tales modificaciones se anclan en las diferentes situaciones sociales, económicas y políticas de cada período histórico. Los cambios culturales de los actores comprometidos en ellas la marcan también con su impronta. b) Por participación social y política se entiende aquí la apropiación e intervención en lo público con el fin de lograr determinadas metas comunes. Debido a las distintas maneras posibles de recortar este campo, se explicitan algunos supuestos: 1) Implica procesos que permiten al individuo influir en las decisio-


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nes colectivas en sintonía con sus intereses y proyectos de vida, a través de su involucramiento en acciones colectivas orientadas a alcanzar objetivos comunes. 2) No se restringe a los procesos e instituciones que buscan influir directamente sobre el poder político o que tienen como meta alcanzarlo. Se incluyen en la noción otras formas de asociación o trabajo comunitario orientados tanto a la satisfacción de distintas necesidades como a la instalación de determinados temas en la agenda pública. Se asume pues una noción amplia de participación, abarcadora de diversos tipos de instituciones: partidos políticos, sindicatos y organizaciones de la sociedad civil (con acción directa en la cultura, la educación, la asistencia y otros ámbitos; colectivos de apoyo técnico, de investigación, etc.). 3) Se considera un rasgo clave el hecho de que tales prácticas implican una relación con “otros”, con un tipo de interacción en la que adquieren centralidad procesos de involucramiento, de compromiso social y de sentido de pertenencia a la comunidad. En otros términos, la participación social y política otorga sentido a la propia vida de los individuos que se involucran, implicando un beneficio tanto colectivo como individual y aportando a la pertenencia e identidad de las personas en su entorno. 4) Sin embargo, la amplitud de la noción de participación no es ilimitada. No basta con realizar un tipo de actividad en conjunto con otros; la participación requiere de acciones llevadas adelante por un colectivo, que se den en el ámbito público y que persigan un objetivo de cambio (lucha por la justicia, profundización de la democracia, cumplimiento los derechos sociales y civiles, etc.). c) Una especificación ulterior tiene que ver con la participación vinculada a los jóvenes. Sobre este tema hay una suerte de “sentido común” que es necesario abordar para que el campo de análisis y los instrumentos de investigación no se bloqueen. Cuando se habla de la participación de los jóvenes suele pensarse en comparación con otras generaciones juveniles a las que se les otorga una suerte de referencialidad canónica.“La juventud” paradigmática en este campo suele ser la de los ‘60 o ‘70: movilizada, politizada, comprometida, militante y revolucionaria. Se trataba de una juventud fuerte, dinámica, gestora de cambios políticos y sociales. Los “jóvenes de entonces” vivían la transformación como posible y hasta inevitable y “obligatoria”. Pero más allá de los valores y capacidades motivadoras de tal visión, es clave no limitar la mirada de la actual generación juvenil a una comparación con este “dogma”. Si -al menos en términos cuantitativos- los jóvenes contemporáneos participan en menor proporción en actividades


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políticas y sociales, debe tenerse en cuenta que esto no es algo privativo de estos jóvenes sino una característica de la sociedad en general.“Los jóvenes de aquellos años conformaron su experiencia en un contexto social, tecnológico, económico y cultural totalmente diferente del actual; por ello sus comportamientos, compromisos y expectativas son notablemente distintos respecto de los hoy reinantes, miembros de un clima histórico que nos habla de otra forma de estar en el mundo, de vivir sus dimensiones, en relación con códigos, estructuras del sentir y del pensar distintas” (Urresti, 2000, p.181). Estando el presente trabajo enfocado hacia el modo en que esta generación de jóvenes vive y expresa su relación con la política, se vuelve relevante considerar los cambios contextuales que se dieron a partir de la década de los ‘80: “El panorama es otro. Cambios que han conmovido a las sociedades en todas sus esferas afectan las formas de la participación y definen una manera de ser joven, una experiencia histórica en la que lo juvenil se ve rodeado con significados completamente diferentes” (Urresti, 2000, p.187). Se enumeran a continuación algunas transformaciones relevantes: 1) La cultura de la competencia, del afán de lucro y del consumo son rasgos instalados, valores que se derivan y a su vez sustentan el sistema capitalista: “Cuando una ideología triunfa históricamente dentro de una sociedad, ciertas afirmaciones, que resultan muy funcionales para justificar y sostener el sistema, pero que constituyen, en rigor, solo meros supuestos cuyo valor de verdad es, cuanto menos dudoso, se transforman en verdades obvias, evidentes, que pocas personas discuten” (Barreiro, 2006, p.14). El sistema capitalista no es sólo un modo de producción, sino también una serie de representaciones e ideas que manifiestan una determinada manera de concebir a la persona y las relaciones sociales: “El núcleo fundamental de los resortes psicosociales que conducen al mundo a esta situación es el supuesto básico de que es natural, deseable y moralmente correcto perseguir el propio bienestar, el éxito, el poder, la fama o la fortuna prevaleciendo sobre los otros y en competencia con esos otros” (Barreiro, 2006, p.20). En este contexto, ni jóvenes ni adultos viven en una sociedad que fomente el desarrollo de habilidades y conocimientos como para protagonizar actividades en instituciones de carácter político o social. 2) Los jóvenes actuales experimentan una tensión entre lo individual y lo colectivo. Viven, por un lado, un proceso de diferenciación y afirmación de la propia identidad para lograr el desarrollo y la independencia. Pero, por otro lado, tienen también necesidad de establecer lazos afectivos,


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de comunicación y cooperación con otras personas de su entorno, con un gran potencial cooperativo y solidario. Ahora bien, la articulación de estos dos polos se verifica en un entorno donde la cultura de la competencia y exitismo individual influye en las relaciones interpersonales. Mientras algunas dimensiones de la existencia son potenciadas otras son anuladas o debilitadas (destacándose entre estas la convicción de que las personas son agentes precursores de cambios). No obstante, el valor de la solidaridad y del compromiso social -al menos en el discurso- está muy presente. 3) A esta situación se debe agregar la influencia fuertemente negativa que legó la última dictadura militar respecto de la participación de los ciudadanos en actividades sociales y políticas, especialmente para los jóvenes. Este período marcó por generaciones a la sociedad argentina con el miedo y la censura. Muchas de las consecuencias de la represión y desarticulación de las organizaciones populares todavía no han podido ser superadas. 4) La participación, así como toda actividad relacionada a la cuestión de “lo público”, está íntimamente relacionada con colectivos, asociaciones e instituciones, y es precisamente en este nivel donde se verifica una crisis de gran envergadura. “La marca epocal tiene que ver fundamentalmente con una crisis profunda de las instituciones que organizaron y dieron cohesión a la vida social durante la modernidad” (Saintout, 2006, p.24). La participación de las actuales generaciones juveniles, por lo tanto, ha de verse en este contexto en el que las instituciones parecen no responder a los interrogantes de los individuos. Partidos políticos, sindicatos, organizaciones sociales, instituciones religiosas y la misma Universidad se muestran alejadas de las trayectorias vitales de los jóvenes. 5) Se verifican importantes desplazamientos en lo que a tipo de organización, motivaciones y modos de estructurar la participación se refiere: • Se dan cambios en el tipo de colectivos que nuclean a los jóvenes. Surgen nuevos tipos de asociaciones que desplazan a las que fueron hegemónicas en otras épocas. • El disparador que lleva a involucrarse y participar suele estar en motivaciones personales, en las que prevalecen parámetros éticos, estéticos y subjetivos, así como la valoración de las metas palpables. El cambio social se ve como una consecuencia de la transformación de actitudes individuales presentes. • El respeto por la diversidad y las individualidades se constituye un punto importante de las prácticas. A estas transformaciones ha de agregársele, finalmente, la cuestión intergeneracional. Actualmente los adultos tienden a mirar las prácticas


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juveniles juzgándolas como incomprensibles, extrañas o contradictorias. Pero en lo que los adultos no ven podrían estar dándose experiencias y prácticas de participación que permanecen invisibles por el tipo de paradigmas y de ópticas con las que se observa. Cabe la pregunta: ¿se podría también pensar que estamos asistiendo a una ampliación de la participación? Los estrechos márgenes de lo partidario, ¿no están ampliándose considerablemente hacia cuestiones socio-culturales y socio-comunitarias? Habrá quienes militen en los partidos, quienes hagan acciones socio-comunitarias, quienes estén participando en proyectos socio-culturales. Tal vez, lo beneficioso de esto sea que todas esas prácticas son necesarias, debiendo convivir y colaborar. Ninguno de estos ámbitos debe pretender subsumir y resolver a los otros (Balardini, 2004). Estos cambios en la constelación de colectivos y prácticas tienen, en nuestra opinión, importantes elementos positivos. Sin embargo, su defensa por su valor intrínseco y por la necesidad de romper con el “canon” de la generación juvenil de los ‘60 y los ‘70 no debería cegar sus debilidades y contradicciones, cayendo en otra idealización. Se observa actualmente una fragmentación de los colectivos populares y una notable dificultad para articular, para buscar mecanismos de ensamble en un movimiento más amplio, con una lógica de cambio y transformación más sustantiva. Esto, precisamente, en un contexto donde el poder aparece híper concentrado (García Delgado, 2005) y en el que los sectores dominantes incrementan su peso relativo: “Se debe tener en cuenta que en América Latina y en otros pueblos esto engendra una contradicción creciente: el aumento de la libertad en los mapas de identidad no coincide con una expansión de las oportunidades de vida, educación, salud y trabajo. Más aún: tales oportunidades retroceden y se desvanecen. Este choque de expectativas aumenta la violencia vital y el sentimiento de frustración y bloqueo” (González, 2002, p.3). La valoración de las nuevas posibilidades de participación no puede negar las tensiones en una región que reclama, de manera especial, nuevas respuestas para problemas de larga data.

4.2. Participación política y social Una abrumadora mayoría de los universitarios consultados opina que los jóvenes deberían participar para resolver los problemas de la sociedad de la que son parte. Sin embargo, solamente cerca de un tercio ha vivido alguna experiencia concreta de participación, dividiéndose en partes


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iguales entre los que están participando al momento de la consulta y los que participaron con anterioridad. Participación efectiva actual o anterior

Los jóvenes deben participar

No

2% 2%

No Sabe

Participé antes pero ahora No

16% 16%

Si

96%

Nunca

Si

68%

Se debe resaltar, en primer lugar, la gran adhesión a la idea de que los “jóvenes deben participar para resolver los problemas de la sociedad”. En el plano del discurso, por tanto, la participación es altamente valorada. Pero, por otro lado, es también notable la gran distancia entre el deber ser y el hacer concreto. ¿Cómo interpretar esta dicotomía? Se propone una hipótesis de lectura que destaca cuatro claves interrelacionadas entre sí. Primera clave: la participación ciudadana como práctica no está muy desarrollada en el conjunto de la sociedad actual. La importancia de la recuperación de la democracia aún no ha sido acompañada por la mejora de mecanismos de representación política, ni con instancias de intervención popular que permitan dar un salto cualitativo hacia una democracia participativa y transformadora. Segunda clave: la cultura de los sectores medios (en particular de los profesionales) valora el esfuerzo individual por encima del colectivo como vehículo de “progreso”. De tal modo que tiende a disociar (hasta cierto límite) la evolución de su propio entorno familiar respecto de la sociedad que lo contiene. En las últimas décadas “se pasó a una sociedad profundamente individualista, donde el valor, el sentido subjetivo de la acción ya no estaría puesto en valores, muchos de ellos vinculados con la cultura y la solidaridad con lo más desposeídos, sino en el logro de objetivos materiales” (Wortman, 2008).


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Tercera clave: la “idea” que se tiene de algo puede disociarse de la “realidad” concreta del mismo fenómeno. El pensamiento puede permanecer -de forma satisfactoria para el individuo- en el espacio de la percepción y la convicción, sin desembocar en una acción que lo materialice. Así, por ejemplo, mientras prácticamente la totalidad de las personas considera que la solidaridad es un valor, a los eventos solidarios concurre solo una pequeña parte de la población. Cuarta clave: la falta de oportunidades atractivas de intervención social para los jóvenes constituye un elemento de importancia, vinculado tanto a la dinámica como a la permeabilidad al cambio de las instituciones y organizaciones del Estado y la sociedad. A continuación se describe el comportamiento de diversos agrupamientos: -- Se observa un grado similar de experiencias de participación para hombres y mujeres. La particularidad es que los varones han mencionado un mayor grado de participación en la actualidad, mientras que las mujeres han respondido con una mayor proporción haber realizado actividades en el pasado. -- Los más jóvenes (hasta 22 años) son los que menos experiencias de participación han tenido, repartiéndose en partes iguales entre experiencia actual y pasada (14%). Aquellos que se encuentran entre los 23 y 25 años son los que han evidenciado una mayor experiencia actual de participación, junto con los jóvenes de 26 y más (cerca del 20%). A su vez estos últimos son los que proporcionalmente tienen más experiencias en el pasado (cercano al 21%). Podría esbozarse una suerte de matriz o itinerario: este tipo de prácticas comienzan a darse en una edad que va desde los 23 a los 25 años, y luego de los 26 se mantiene sin crecer o comienza levemente a disminuir. Si se hace una lectura por sedes de estudio, aparecen notables diferencias: -- Teniendo en cuenta las respuestas de los estudiantes de Ciencias Sociales, se observa que una gran proporción realiza actividades sociales, culturales o políticas: algo menos de la mitad ha mencionado algún tipo de participación actual o pasada (45%). -- Le siguen los estudiantes de la sede del CBC Uriburu con una participación del 36%: en la actualidad participa el 20% -similar a la de los jóvenes de Ciencias Sociales- y en el pasado participó un 16%. -- En las otras dos sedes solo han participado el 25% en promedio. En lo que respecta a los jóvenes de la FADU, casi tres de cada diez han te-


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nido algún tipo de participación pasada o actual. En el CBC de Ciudad Universitaria sólo dos de cada diez estudiantes han pasado por alguna experiencia de participación. Estas diferencias entre sedes advierten respecto de la diversidad entre aquellos que, compartiendo condiciones semejantes y la misma época, gestan trayectorias participativas diferentes.

4.3. Predisposición a la participación Se inicia este apartado con algunos datos sobresalientes. Se ha visto que la predisposición a participar en organizaciones de la sociedad civil, movimientos u otras instituciones de forma voluntaria, es señalada por más de la mitad de la muestra. Luego, que una proporción importante supedita su intervención a la calidad de la propuesta de participación ofrecida. En tercer lugar se observa que otra proporción de los estudiantes no se ha planteado nunca la posibilidad de ser voluntario, y dice que Posibilidad de participar no lo haría ni siquiera si le hicieran una propuesta atractiva. Posibilidad de participar Posibilidad de participar No Sabe

No me interesa No me interesa No me interesa

No, pero me lo plantearía conme una No, pero lo buena propuesta plantearía con una No, pero me lo buena propuesta plantearía con una buena propuesta

19% 19% 19%

23% 23% 23%

No Sabe No Sabe

4% 4% 4%

54% 54% 54%

Sí participaría Sí participaría Sí participaría

A continuación se describe el comportamiento de diversos agrupamientos: -- Las mujeres superan en diez puntos porcentuales a los varones en cuanto a su predisposición a realizar alguna actividad en organizaciones


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sociales: casi seis de cada diez mujeres han respondido en este sentido, mientras que algo menos de cinco de cada diez varones responde de la misma manera. Debe destacarse, reforzando la idea, que casi un cuarto de los varones ha mencionado que no tiene ningún tipo de interés en realizar este tipo de actividad, por lo que superan a las mujeres en casi diez puntos porcentuales. -- En cuanto a la edad es importante señalar que más de dos tercios de los jóvenes de 26 años y más han respondido positivamente, mientras que los jóvenes de hasta 22 años -y de igual manera los del tramo de 23 a 25 años- lo hacen en una proporción menor. -- Entre los dispuestos a ser voluntarios se observan diferencias sustanciales en función a los ámbitos académicos de pertenencia. En los de Ciencias Sociales se registra una predisposición claramente mayor (72%) que en el resto de los ámbitos. Si se suman las categorías que señalan una inclinación a la participación, se puede establecer el siguiente orden: en primer lugar los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales (89%), en segundo lugar los que cursan el CBC en la sede Uriburu (81%), luego los estudiantes del CBC de Ciudad Universitaria (76%) y, finalmente, los estudiantes de las carreras de la FADU (63%). Estos últimos tienen un alto porcentaje que dice que no le interesa involucrarse en este tipo de actividades: ha respondido en este sentido el 30%, mientras que en Sociales sólo lo hizo el 8%. -- Respecto a la predisposición de aquellos que nunca tomaron parte en actividades sociales, políticas o culturales: parece significativo que cerca de la mitad de ellos se plantee hacerlo. Además, entre estos jóvenes, un tercio señala que se lo plantearía si recibiera una buena propuesta. La valoración del compromiso social fue analizada además desde otra perspectiva. Considerando que la solidaridad como valor moral influye en el involucramiento en actividades sociales, con la intención de sondear la predisposición a actuar en forma colectiva para alcanzar objetivos comunes, se consultó a los estudiantes, en términos hipotéticos, acerca de dos situaciones. En la primera se les propuso el siguiente caso: “En la empresa donde trabajás van a despedir al 30% del personal, y se convoca a un paro para defender la fuente de trabajo. ¿Vos qué harías?”. Los resultados señalan que un alto porcentaje pararía a favor de sus compañeros de trabajo (78%), actitud que es compartida tanto por los estudiantes que participan como por los que no. Sólo un porcentaje muy bajo señala abiertamente su antipatía por la acción para defender los puestos de trabajo de todos (9%).


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En la segunda se planteó: “En la empresa donde trabajás van a despedir al 30% del personal, pero vos no estás en la lista. Los directivos proponen para evitar los despidos bajar el sueldo de todos los empleados un 25%. Vos, ¿qué harías?” También aquí la adhesión se mantiene alta, aunque disminuye con respecto al caso anterior, ya que señalan que aceptarían la propuesta dos tercios de los encuestados. Se evidencia un aumento de los que sostienen que no se unirían a la iniciativa (el doble respecto de la opción anterior). Lo mismo sucede con los que manifiestan no saber que hacer en esa situación. Ambas situaciones evidencian que la solidaridad es para los estudiantes un valor. Al menos en el discurso, son muchos los que a pesar de perder mantendrían su compromiso. Cuando la hipótesis plantea una resignación personal por una causa colectiva se aprecia que, paradójicamente, entre los que tienen una experiencia de participación aumenta el segmento, llegando a un 28,4%, que señala rechazar la iniciativa, mientras que entre los que nunca han participado se incrementa a 25,5% el grupo que señala no tener opinión al respecto. El hecho de que la intención de manifestarse colectivamente para salvar los empleos se reduzca de una situación a otra depende exclusivamente del impacto negativo que dicha acción pudiera tener en las condiciones laborales a nivel individual. En este caso, los estudiantes se muestran más solidarios con una causa común si existen posibilidades de que todos sean beneficiados y, ellos en particular, no perjudicados.

4.4. Dificultades y obstáculos para la participación Existe una predisposición muy alta a la participación y una valoración positiva de la solidaridad, al tiempo que se percibe poca participación efectiva en las instituciones donde tradicionalmente se daba. En esta línea caben las preguntas: ¿se trata de un problema exclusivo de los jóvenes o atraviesa toda la sociedad? ¿Lo valoran pero queda sólo en el discurso? ¿Son las instituciones las que no otorgan los espacios adecuados para hacerlo? ¿Será que los encuestados consideran como “políticamente correcto” ser solidario y participar, y por eso las respuestas se orientan en esa dirección? Estos cuestionamientos pueden encontrar algunas respuestas incorporando los datos del estudio en torno a los obstáculos para la participación. Se consultó a los mismos estudiantes respecto a las dificultades que ellos perciben en sus pares y en la juventud en general.


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Las opiniones señalan que las dificultades para participar se hallan en tres tipos de factores. Los dos primeros giran en torno a actitudes personales y a cuestiones cercanas a la subjetividad de cada uno, tanto sobre las motivaciones como las capacidades. El tercer grupo proviene más de lo “externo”, y se vincula con las instituciones. Se ha visto que la mitad de los jóvenes subraya factores internos de las personas: “desinterés e indiferencia”, “individualismo” e “irresponsabilidad”. Este segmento se inclina por atribuir la baja participación a un conjunto de decisiones individuales relacionadas a una fuerte apatía respecto a la actividad social. Un cuarto de los estudiantes acentuó una dificultad que, si bien recae sobre los individuos, está relacionada con los conocimientos que se tienen para realizar este tipo de actividades. Estos estudiantes entienden que los jóvenes no tienen los conocimientos suficientes para participar o que, al menos, esta carencia es una dificultad de peso. Finalmente un tercer conjunto está conformado por un 17% de los estudiantes que atribuyen el escaso involucramiento de los jóvenes a la falta de oportunidades y la ausencia de líderes. Se trata de elementos más bien externos al sujeto y que tienen que ver con las instancias que las organizaciones, los partidos políticos u otras instituciones ofrecen. Una lectura de estos datos debería estar atenta a dos cosas. Por un lado, a que los factores subrayados por el primer grupo -y a los que se Dificultades para participar

Irresponsabilidad Falta de iniciativa 4% Otros

2% 2%

Ninguna

6% 31%

Ausencia de liderazgo Falta de oportunidades

7%

Desinterés e indiferencia

10%

Individualismo

12%

26%

Falta de conocimientos


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podría llamar “actitudinales”- no se inscriben sólo en el registro individual. También estos están fuertemente influenciados por la cultura en la cual los jóvenes interactúan. Por otro lado, es probable que los obstáculos señalados no se manifiesten de una sola manera y con independencia mutua, sino que el resultado final sea una convergencia de factores internos y también externos. Mientras que los obstáculos de tipo externo parecieran tener más posibilidades de ser superados mediante la información, la creación de nuevas instituciones y espacios y propuestas más atractivas, los limitantes de tipo interno parecen constituir una realidad más compleja a la hora de hacer propuestas alternativas. A continuación se describe el comportamiento de diversos agrupamientos: -- No se evidencian grandes diferencias en cuanto al sexo: las mujeres señalaron la falta de conocimientos en un 30% de los casos, mientras que para los varones resulta relevante solamente para el 20%. -- Según la sede de estudio, los estudiantes de la FADU son los que presentan un comportamiento diferente a la media: seis de cada diez responden sobre obstáculos vinculados con elementos internos. Al analizar esta información de forma desagregada surge el hecho de que casi cuatro de cada diez mencionan el desinterés y la indiferencia como el mayor obstáculo para la participación, mientras que entre los estudiantes de las otras facultades fue mencionado por tres de cada diez. Asimismo, puede observarse que los estudiantes del CBC de Ciudad Universitaria colocan a la falta de conocimientos como el mayor obstáculo (algo más de un tercio), y que los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales, si bien siguen el patrón general, han mencionado más que los otros el individualismo y la falta de oportunidades (ambas con un 14%). Se ha estudiado también la variación de respuestas según la opinión de aquellos que participan actualmente, los que realizaron actividades en otro momento y los que nunca lo hicieron. Al respecto se observa por un lado que aquellos que participan activamente tienden a darle mayor importancia a la falta de conocimientos como obstáculo para la participación. Y por otro lado los que no tuvieron experiencias responden en mayor medida que los obstáculos se encuentran ligados al desinterés y la indiferencia. Haciendo una lectura de conjunto y en relación con los interrogantes que iniciaron este apartado, se considera que los obstáculos menciona-


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dos señalan que no se está ante un problema exclusivo de los jóvenes sino que estos se inscriben de manera peculiar en tendencias generales de la sociedad. La importancia de los aspectos “externos” parece indicar que las instituciones -en mayor o menor medida- no están adecuándose a la subjetividad y necesidades de los jóvenes, lo que puede interpretarse en clave de falta de actualización, dificultades de comunicación o incapacidad para el aprendizaje y la adaptación a las nuevas circunstancias.

4.5. Modalidades y espacios de participación Modos Los estudiantes tienen una visión heterogénea acerca de cual debería ser la forma de participar. Una parte preponderante de ellos opina que la forma más indicada es “a través de la intervención en actividades sociales, políticas, etc.”. Se trata de una forma de participación que implica una aproximación conciente y activa al entramado social y a los espacios de su manifestación. El grupo de estudiantes que afirman estar participando actualmente coincide con los que dan esta respuesta. Modalidad de participación Modalidad de participación

No sabe Otra manera No 6%sabe Otra manera 6% A través del voto cuando hay A través del voto elecciones cuando hay elecciones

4% 1% 4% 1%

Ninguna Ninguna

33% 33%

15% 15%

Manteniéndose informado Manteniéndose de las medidas informado de gobierno de las medidas de gobierno

16% 16% 25% 25%

Interviniendo en actividades Interviniendo políticas, sociales, en actividades etc. políticas, sociales, etc.

Haciendo conocer sus opiniones ante Haciendo conocer las susautoridades opiniones ante las autoridades


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Otro conjunto cree que la forma de participación debería ser “hacer conocer sus opiniones a las autoridades”, modalidad que implica otro grado de participación en las actividades pero que igualmente tiene presente que existen instancias de poder y resolución formales a quienes hay que acudir, acciones que implicarían salir del entorno privado y establecer una comunicación con los gobernantes. Este conjunto y el anterior son los que mayor grado de involucramiento implican; distinguiéndose con claridad respecto de los que siguen. Hay una proporción que cree que “estar informado de las medidas del gobierno” es la forma de participación, y otra opina que lo es “a través del voto cuando hay elecciones”. Ambas opciones representan un estilo de participación con un bajo grado de involucramiento con la realidad social y no implican la necesidad de interactuar con otros. Los que eligen este tipo de respuestas coinciden con los estudiantes que nunca han participado. A continuación se describe el comportamiento de diversos agrupamientos: -- En cuanto al NSE, se observa que el sector medio-bajo le asigna una importancia relativamente menor a las actividades de intervención social y política directa y, por el contrario, dan mayor relevancia relativa al voto. Asimismo, han respondido en una proporción menor sobre la necesidad de mantenerse informados de las medidas de gobierno. -- Respecto a la diferencia entre sedes de estudio se destaca el comportamiento de los jóvenes de la Facultad de Ciencias Sociales, quienes le asignan mayor importancia que los de otras sedes a la intervención en actividades políticas y sociales (46%), por sobre aquellas actividades que podrían mencionarse como de menor involucramiento. Los jóvenes del CBC Uriburu también son proclives a la modalidad de participación activa (35%), lo que se corrobora con su mayor participación efectiva. Es importante resaltar los datos obtenidos de los jóvenes de la FADU, que asignan una mayor importancia al voto (22%) y muy baja importancia, siempre en términos relativos, a la participación en actividades sociales y políticas (25%). Ámbitos Profundizando en cuáles son los ámbitos en que los estudiantes participarían, se observa que preferirían hacerlo en aquellos espacios donde los resultados de su involucramiento sean palpables a corto plazo y donde no exista un claro contenido político y/o partidario. Los ámbitos de


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tipo benéfico-social y cultural-artístico son los que muestran una mayor adhesión. Esta tendencia se observa tanto en los que participan actualmente como en los que nunca han participado. Por el tipo de organizaciones en las que se participa pareciera existir una noción respecto a la situación de desventaja de otros, y en ellos centran su atención. Preferirían incorporarse a organizaciones que trabajan en espacios donde la precariedad es palpable y depositar allí su esfuerzo. Pero no se percibe una preocupación por integrar instituciones que se ocupen por mejorar la propia condición como ciudadanos, lo que podría señalar una suerte de conformidad con el propio estatus en cuanto a derechos civiles, políticos y sociales. El tipo de organizaciones a las que se hace referencia son las que se denominan del “tercer sector, como representante de las organizaciones que trabajan en la asistencia directa, acotadas a lo social, y con un discurso político por lo general conservador” (De Piero, 2005, p.41). Parecería no importarles recurrir a las autoridades para presentar demandas, sino relacionarse directamente con quienes necesitan ayuda. Se trata de llevar a cabo una acción social para beneficiar a otros, pero sin intermediarios. Ámbito de participación Ámbito de participación

Grupos juveniles (scouts, guías,Grupos clubes juveniles) juveniles (scouts, guías, clubes juveniles)

2% 2% Ninguno 3% Ninguno 3% Agrupaciones ecologistas 3% Agrupaciones ecologistas Partidos políticos 4% 3% Partidos políticos 4% Asoc. de tipo 4% religioso Asoc. de tipo 4% religioso Grupos deportivos 6% o recreativos Grupos deportivos 6%

2% Otro tipo 2% Otro tipo 1% Sindicatos 1% Sindicatos

40% 40%

o recreativos

Organizaciones de derechos Organizaciones de humanos derechos humanos

7% 7%

28% 28%

Agrupaciones educativas, artísticas o culturales Agrupaciones educativas, artísticas o culturales

Asociaciones de carácter Asociaciones benéfico-social, de carácter de ayuda a los benéfico-social, demás de ayuda a los demás


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Otros ámbitos de participación nombrados -aunque en proporciones marcadamente menores- son las organizaciones de derechos humanos y los grupos deportivos y recreativos, que encuentran su preferencia entre los que nunca han participado. Las asociaciones de tipo religioso, por su parte, tienen más adhesión de aquellos que participan actualmente. Muy pocos estudiantes elegirían a los partidos políticos para participar. Debe recordarse que la participación política en agrupaciones de la universidad -como se vio en el capítulo 2- también es muy baja, dato que señalaba que no sólo no se eligen los espacios políticos de los adultos, con su modo de hacer política, sino tampoco las expresiones juveniles de los partidos políticos. Asimismo, hay una nula adhesión a la figura de los sindicatos. A continuación se describe el comportamiento de diversos agrupamientos: -- Hay una clara diferencia existente entre los ámbitos que elegirían los varones y las mujeres. Tomando los dos tipos de asociaciones más elegidas, puede decirse que casi el 50% de las mujeres han preferido las “asociaciones de carácter benéfico-social” y un 25% las “agrupaciones educativas y culturales”. Los varones se han repartido casi en partes iguales entre las asociaciones benéficas y las educativas y culturales, sumando el 60%. Asimismo, el 10% de los varones ha mencionado la opción “grupos deportivos o recreativos”, que entre las mujeres es irrelevante (dato solo comparable al ámbito de las organizaciones de Derechos Humanos, elegido por el 10% de las mujeres). En cuanto a los partidos políticos, para ambos la representación es muy baja, pero mientras el 7% de los varones lo nombran como posibilidad, sólo lo hacen el 2% de las mujeres. -- En cuanto a la distribución por sede de estudio no es posible determinar grandes variaciones, aún cuando deba recordarse que las experiencias reales de participación y las expectativas habían observado ciertas divergencias. Al considerar solo aquellos estudiantes que han participado, se observan algunas diferencias. En términos efectivos, los estudiantes que participan han elegido formar parte de alguna de estas asociaciones: organizaciones de carácter benéfico social, en otro tipo de organizaciones no especificada, por su cuenta, en partidos políticos, en organizaciones de tipo religioso, o en instituciones educativas. Al tener en cuenta solo a los estudiantes que participan, las asociaciones benéfico-sociales siguen estando en primer lugar -pero en menor


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proporción (24%)-. Los partidos políticos y el ámbito religioso ascienden considerablemente, pasando del 4% en el promedio general al 12% y 13% respectivamente. Por el contrario, los ámbitos de carácter benéfico y los espacios educativos y artísticos ascienden cuando se considera la opinión de los que nunca participaron. Aunque las proporciones sean muy bajas, que aumente la proporción respecto del total de los estudiantes de aquellos que participan en partidos políticos e instituciones religiosas, podría estar matizando aquella idea de que todos los jóvenes que participan buscan hacerlo por fuera de las instituciones habituales. Igualmente, hay un porcentaje significativo (18%) que no ha especificado el ámbito de participación y en ese grupo puede haber una variada gama de experiencias. A manera de lectura de conjunto se puede decir que la participación real de los universitarios se está dando, mayoritariamente, dentro de organizaciones (formales o no) cuyo estilo de gestión privilegia el trabajo de campo, las actividades personales o de asociación difíciles de especificar y, en menores proporciones, en los partidos políticos, en instituciones religiosas y en asociaciones educativas. Tipo de actividad Respecto al tipo de actividades que prefieren los universitarios para participar, en consonancia con el punto anterior, optan claramente por aquellas que representan una acción social directa (34%). El valor de este tipo de actividad, probablemente, esté en que hay una relación cercana con los beneficiarios de la acción, y con la posibilidad de comprobar claramente los resultados de la propia intervención, sumado a la percepción de que hay menos riesgo de ser manipulado por intereses ajenos. En la mayoría de los casos, los que llevan adelante estas acciones orientan su actividad buscando soluciones inmediatas ante urgencias, y en general tienen un carácter asistencial y a pequeña escala, y es habitual que no tengan una mirada o una acción orientada a la transformación de las estructuras que causan esos problemas. También han nombrado pero en menor medida actividades formativas que tengan que ver con educación y capacitación (10%), con la cultura (6%) y la academia (2%). En muchos casos aquellos que trabajan en actividades sociales tienden a hacerlo sin dejar de lado sus propios gustos o saberes: en lo posible buscan que la participación sea desde sus conocimientos y capacidades. Este ámbito de acción (formativa) -aunque sea menos representativa que la de acción social directa- también tiene


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las características de cercanía con las personas con las que se está trabajando, pero tiene la particularidad de valorar la educación como una herramienta. No se debe desconectar esto del imaginario social que parece suponer que la educación es la herramienta por excelencia que puede “resolver todos los problemas sociales”. En relación a este tema debe nombrarse también que otro 9% prefiere realizar actividades con niños. Los estudiantes también manifiestan un cierto interés -aunque débil- por las actividades realizadas por los movimientos sociales (9%), especialmente aquellos jóvenes que actualmente participan. En menor medida aparece la práctica dentro de la temática de la salud (7%).

4.6. Imagen de las instituciones y los movimientos sociales Las instituciones Los datos recabados y la lectura hecha abonan la idea de que las instituciones con mayor trayectoria y relevancia histórica (Estado, partidos políticos, sindicatos, instituciones religiosas) aparecen alejadas de los procesos vitales de los jóvenes. No se aborda aquí directamente la cuestión de los factores históricos, políticos o culturales que construyen la legitimidad de las instituciones ni su actual trayectoria y constelación; el interés está puesto en cómo la imagen que los estudiantes tienen de algunas instituciones influye en su participación en el campo de lo político y en la búsqueda de soluciones a los problemas sociales. Tampoco se profundizará sobre el rol de estas instituciones ni sobre las causas por las que se han formado una determinada imagen -más allá de algún comentario al respecto. El núcleo de análisis es la representación, la idea que los estudiantes tienen de las mismas. Se ha elegido preguntar por las siguientes instituciones: Congreso Nacional, Corte Suprema de Justicia, partidos políticos, sindicatos, fuerzas armadas, policía e Iglesia Católica. Un dato inicial se impone: la imagen que los universitarios poseen de todas las instituciones referidas es, en términos generales, negativa. Con más detalle puede observarse que las instituciones del Estado son vistas por los estudiantes como organismos poco confiables. Los encuestados tienen, una muy mala imagen tanto del Congreso Nacional como de la Justicia argentina. Los partidos políticos poseen una imagen igualmente negativa. Estos datos afirman otros ya vistos a lo largo del estudio. La política y las acti-


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Imágen de las instituciones Imágen de las instituciones

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84%

83%

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56%

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23%

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G

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A.Congreso Nacional B.Justicia C.Partidos políticos D.Sindicatos E.Fuerzas Armadas F.Policía G.Iglesia Católica A.Congreso Nacional B.Justicia C.Partidos políticos D.Sindicatos Regular Mala No Sabe Buena E.Fuerzas Armadas F.Policía G.Iglesia Católica Buena

Regular

Mala

No Sabe

vidades relacionadas con ella provocan una suerte de aversión entre los estudiantes. Estas actitudes tienen su correlato en la visión que tienen de los partidos. Pareciera ser que estas organizaciones no logran captar la adhesión ni suscitar una buena imagen entre los jóvenes, ya sea por su desempeño histórico, o porque sus propuestas no constituyen una alternativa atractiva para este segmento de la población. En cuanto a los sindicatos, la situación es similar a la de los partidos políticos, aunque un poco mejor en cuanto que crece el número de los que tienen una imagen regular y de los que respondieron no saber. Las fuerzas armadas (FFAA) y la policía, en comparación con las instituciones antes mencionadas, tienen una imagen negativa considera-


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blemente menor. A pesar de la particular trayectoria política de Argentina y de los países de América Latina en general, con sus períodos de dictadura y represión por parte de las FFAA, esta es una de las instituciones mejor evaluadas por los universitarios. La Iglesia Católica tiene una imagen menos negativa. Disminuye el porcentaje que dice tener una mala imagen y aumentan los que la califican como regular y buena. Se advierte que los estudiantes que participan en organizaciones sociales tienen, en general, una peor imagen de las instituciones. En cambio, los estudiantes que menos participan, muestran una imagen algo más positiva del comportamiento de las mismas. Quizás, el conocer la realidad social y sus matices más de cerca genere en los primeros un espíritu más crítico. Como se ha señalado, la imagen de las instituciones para todos los estudiantes es en su mayoría negativa. Esto es relevante puesto que la representación que los universitarios tienen de estas instituciones influye en su predisposición a participar en ellas, a prestar atención a sus actividades o a interactuar. La motivación para involucrarse tiene aquí un obstáculo decisivo. Movimientos sociales La mirada se dirige ahora sobre el grado de acuerdo con las demandas y actividades de diversos movimientos sociales y manifestaciones populares. Movimientos que en estos últimos años se han desarrollado con mucha fuerza para defender intereses específicos, problemas de minorías, reclamos sectoriales, etc. Entre sus principales diferencias con los partidos políticos se ha visto que, en general, no pretenden llegar al poder, sino más bien reclaman que sus demandas sean incluidas en la agenda pública para lograr desde esa acción el objetivo que persiguen. La mayoría de estos nuevos tipos de movimientos llevan adelante su acción “en torno de demandas puntuales, acotadas a un universo restringido, en todo caso más subjetivas que objetivas, o bien a explosiones de bronca y rechazo a la clase política y a la dirigencia social en su conjunto” (De Piero, 2005, p.50). Respecto a la imagen de los movimientos sociales los principales resultados del estudio muestran que: Uno de los movimientos sociales que posee un mayor acuerdo entre los universitarios es el que trabaja por los Derechos Humanos. Se trata de un movimiento de alcance global que en Argentina se ha hecho cargo especialmente de buscar justicia para los crímenes de lesa humanidad


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Acuerdo con los movimientos sociales

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A.Jubilados B.Derechos Humanos C.Ecologista D.Cacerolazos E.Feministas F.Gays, Lesbianas y Trans G.Piqueteros H.Corriente Clasista Combativa A.Jubilados B.Derechos C.Ecologista D.Cacerolazos EnHumanos parte de Acuerdo Desacuerdo E.Feministas No Sabe Acuerdo F.Gays, Lesbianas y Trans G.Piqueteros H.Corriente Clasista Combativa Acuerdo

En parte de Acuerdo

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cometidos por la última dictadura militar, pero su actividad se ha extendido a otros campos. El movimiento de Derechos Humanos ha abierto una forma de participación que mueve a las personas a plantear sus demandas ante las instancias de poder y a reclamar el cumplimiento de necesidades concretas. El movimiento Ecologista, también de alcance global, es otro que posee una alta popularidad entre los estudiantes. Aunque pareciera que el modelo de desarrollo económico no cede espacio alguno a los principios de la defensa del medio ambiente, se aprecia que el valor de la naturaleza y de la vida en general son elementos que crecen cada día en la conciencia colectiva de las sociedades. Gran parte de este movimiento se opone al paradigma neoliberal y a su permanente explotación de los recursos


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naturales en beneficio del enriquecimiento de los países desarrollados. Aunque los cambios estructurales que promueve el movimiento ecologista aún no se han logrado, sin duda se han generado cambios culturales que en algún momento pueden producir modificaciones en la forma de concebir el uso de los recursos naturales. El otro movimiento social que tiene amplia aceptación es el de los jubilados, cuyo desempeño logra el mayor grado de acuerdo por parte de los estudiantes. Se caracteriza por encabezar la lucha por asegurar rentas justas para las personas que han concluido su vida laboral. Los “cacerolazos” (modalidad de protesta social para recuperar el dinero retenido en los bancos por el “corralito”), protagonizados por la clase media y media alta, tienen un alto grado de acuerdo de parte de los jóvenes universitarios. Fueron manifestaciones que, además del reclamo por los ahorros, significaron una crítica radical a los líderes políticos, en tanto negaba la existencia de una representatividad legítima de los gobernantes. El Movimiento de los Trabajadores Desocupados convoca demandas en torno al trabajo, la dignidad de las personas y el cambio social en general. Ha logrado posicionar al desocupado como un trabajador desocupado, con derechos laborales y víctima del modelo neoliberal, no sólo como un conflicto de coyuntura. La estrategia de reclamo ha logrado, mediante marchas y piquetes, mantenerse en la agenda gubernamental como un actor fuerte, organizado y capaz de negociar1. El movimiento piquetero aparece con una considerable aceptación, ya que dos tercios de los estudiantes se muestran parcialmente de acuerdo. En cambio, la Corriente Clasista y Combativa no parece tener una buena recepción, ya que casi la mitad de los estudiantes se manifiesta parcialmente en desacuerdo y cuatro de cada diez no la conoce. El movimiento feminista y los movimientos de gays, lesbianas, bisexuales y trans enfocan su lucha hacia cambios culturales en relación a la sexualidad y las opciones en las relaciones de pareja. El grado de acuerdo de parte de los estudiantes desciende. Por un lado el movimiento feminista no alcanza el acuerdo de la mitad de los estudiantes, mientras un tercio de ellos muestra sólo una simpatía parcial. Son las estudiantes mujeres las que presentan mayor grado de acuerdo frente al tema. Por otro lado, en el caso de la defensa por los derechos de las minorías sexuales, encabezados por el movimiento de gays, lesbianas, bisexuales y trans, 1)  Este movimiento ha surgido a partir de la organización y la manifestación de trabajadores perjudicados por las políticas de privatización de la década del noventa en diversas provincias de la Argentina. Reúne una variedad de ideologías y tendencias políticas a veces enfrentadas.


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los estudiantes reducen su adhesión a la vez que incrementan notoriamente su grado de desacuerdo. A diferencia de las instituciones estudiadas en el primer punto de este apartado se observa que respecto a los movimientos sociales los estudiantes tienen, en general, una buena imagen, ya que hay alto grado de acuerdo con sus demandas. Esto no quiere decir que participen efectivamente en ellos; pero la predisposición a involucrarse en este tipo de actividades, a trabajar por estos temas, etc., puede ser más alta.

4.7. Consideraciones finales A continuación de describen las conclusiones de este capítulo sobre la situación, las dificultades y las perspectivas de la participación juvenil. 1. Los jóvenes tienen una elevada valoración de la participación; prácticamente todos los entrevistados afirmaron que deberían tener una aptitud y actitud proactiva para transformar la sociedad. Incluso la mayoría muestra predisposición para concretarlo: los más sin ningún condicionamiento a priori y los menos supeditándolo a la calidad de la propuesta que reciban. Sin embargo, siete de cada diez nunca vivió esta experiencia y apenas uno de cada diez la tuvo antes o la tiene actualmente. Es decir, existe la percepción y la predisposición pero no se concreta en la realidad. 2. Los estudiantes identifican diversos tipos de obstáculos que interfieren entre la necesidad y predisposición a participar y la concreción de la intervención. Los primeros en importancia (tanto cuantitativa porque representan el 50% de los estudiantes, como cualitativa porque constituye un núcleo duro de difícil remoción) están vinculados con actitudes de apatía (desinterés, indiferencia, individualismo, irresponsabilidad). Los segundos, más accesibles de modificar, incluyen deficiencias en el conocimiento, ausencia de liderazgo, falta de iniciativa, inexistencia de oportunidades. Estos señalamientos denotan, por un lado, una fuerte autocrítica, haciéndose cargo de un posible comportamiento centrado en sí mismo y, por otro, demandas hacia otros sectores de la sociedad encargados de brindar oportunidades y herramientas para que los jóvenes puedan participar plenamente en diversos ámbitos. 3. Las modalidades, ámbitos y actividades en las que participarían los


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estudiantes son diversas. En orden de importancia incluyen la realización de actividades sociales o políticas, hacer saber sus opiniones e intereses a las autoridades, mantenerse informados de lo que pasa en la actualidad y, finalmente, votar cuando hay elecciones. En cuanto a los ámbitos, hay dos que congregan las preferencias: asociaciones de carácter benéfico-social y organizaciones educativas, culturales y artísticas. Con relación a la actividad la dispersión es mucho mayor; si bien la acción social directa es la predilecta, existen variantes como la capacitación, la cultura, la salud, la niñez, la actividad académica y la organización popular, cada una con elecciones minoritarias. Los aspectos analizados contribuyen a cualificar la potencial participación: se trata de hacer o manifestarse en ámbitos donde es posible transformar la realidad operando sobre los contenidos sociales, formativos y culturales, focalizando en la población vulnerable a través de estrategias asistenciales y promocionales. Están prácticamente ausentes del horizonte de participación los espacios, contenidos y sectores que inciden más directamente en el acceso y distribución del poder político y económico, y consecuentemente impactan más en la trasformación de la sociedad. 4. La imagen de las principales instituciones de la democracia es abiertamente mala. El Congreso Nacional, la Corte Suprema de Justicia y los partidos políticos concitan el rechazo de ocho de cada diez jóvenes. Esta actitud está plenamente justificada por el deterioro institucional jalonado por hechos emblemáticos, como el soborno a los senadores, los fallos de la justicia alineados con las necesidades del Poder Ejecutivo, la renuncia de los partidos políticos principales a sus ideales históricos y los numerosos casos de corrupción. En alguna medida, estos fenómenos explican el alejamiento de los jóvenes de la acción política entendida como herramienta para la trasformación de la sociedad. 5. El caso de los movimientos sociales es más diverso. Su grado de aceptación está vinculado al sector que representan, a la naturaleza de la reivindicación y a la radicalización del planteo. En este sentido, los movimientos de jubilados, los de derechos humanos y los ecologistas recogen la mayor aceptación, siendo congruente con el consenso que existe en la sociedad respecto a la protección de los adultos mayores, la memoria y justicia frente a los crímenes de lesa humanidad y el cuidado del medio ambiente. El feminismo tiene una adhesión media; en este caso, si bien los derechos de la mujer tienen una aceptación generalizada, se ponen en juego otras cuestiones -como por ejemplo el aborto- que son


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más discutidas. Las agrupaciones de gays, lesbianas, bisexuales y trans, que demandan por el reconocimiento de derechos ciudadanos, tienen un acuerdo restringido (probablemente esto no se deba a un prejuicio sobre la libertad sexual personal pero sí a su exposición pública). Un caso particular son los movimientos que encarnan intereses de fracciones de clase: aquí la posición de los estudiantes es pendular: los piqueteros, que representan el reclamo de los desocupados y excluidos, tienen una tolerancia muy baja. Sin embargo, los cacerolazos, que canalizan las demandas de la clase media, reciben una aceptación considerable.


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