El Libro Cotidiano de los Muertos

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El libro cotidiano de los muertos La Caverna de la Luz Calle del Sol, 11 - Bajo izda. 39003 - Santander

©textos: Manuel Antonio Orodea ©fotografías: Javier Vila

www.lacavernadelaluz.es

La Caverna de la Luz

EL LIBRO COTIDIANO DE LOS MUERTOS




D. Legal SA-897-2011 ISBN 978-84-615-5991-6 Edita La Caverna de la Luz Imprime Artes Graficas Campher Maquetación Pablo Gómez - Meisterstück Esta edición cuenta con la colaboración de Sol Cultural, la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Santander y la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria.


El libro cotidiano de los muertos


La Caverna de la Luz Calle del Sol, 11 - Bajo izda. 39003 - Santander www.lacavernadelaluz.es


El libro cotidiano de los

MUERTOS Poemas de Manuel Antonio Orodea, con fotografĂ­as de Javier Vila

Santander, 2012


...y los dos miserables avanzan madurando el proyecto tenebroso. [Esta aventura acabarĂĄ en el prĂłximo nĂşmero] Brossa


LA MUERTE Sobre la calle negra. Bajo el mar. Dentro de una bombona de butano. Por un balc贸n lejano. En ese familiar enchufe de la casa. En el lunar que te sale un verano.


MONÓLOGO DEL AUTOR Sé que es fácil hablar con posterioridad, pero yo sabía que iba a morirme joven. Sí, ya sé que es muy fácil decirlo ahora, pero, sabiéndolo, no lo es tanto andar por ahí y confundirte con la gente. Ni aguantar la risa mientras el médico dice bronquitis crónica, ni ir todos los meses a que te corten el pelo que sigue creciendo; ni comprar el pan. No es tan fácil, no.

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PRIMEROS RECUERDOS De pronto desperté y vi que una mano encendía la luz de la mesita de noche: una botella, al lado un vaso, unos libros y un frasco sin pastillas. Volvía de un mal sueño o de algún inhóspito lugar en otro mundo con una sensación de plenitud y no necesitar el desayuno. Fui a la ducha, a su agua también otra, (el agua y yo olvidándonos despacio), no me reconoció después la ropa. La corbata anudé, cogí el tabaco. Y una mujer de negro, muy hermosa, con amor me ponía los zapatos.

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EN EL CEMENTERIO De mañana, las viejas sacan brillo a las losas frotando bien. El agua jabonosa resbala por los nombres y las fechas. Su labor afanosa interrumpen de vez en cuando. Rezan mirando al cielo. El sol que se refleja en el mármol les da en la cara y lloran. Pasan la manga por los ojos, sorben los mocos y ¡a fregar!, como si en ello se les fuese la vida. Va la noche cayendo. El cementerio resplandece. Las flores muriéndose acompañan a los muertos.

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LA CASA ABANDONADA En esta casa aparecí muerto en extrañas circunstancias. Me enteré al entrar la muchacha que hace limpieza todas las semanas. Llegó una ambulancia llevándose enseguida algo de la cama. Por lo demás no ha cambiado nada y la casa, como siempre, sigue deshabitada.

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A UNA VIEJA Si una tarde lluviosa de horas quietas llama al timbre la muerte, sé amable, ayúdale a quitarse el impermeable y saca otra taza y más galletas. Es más vieja que tú. Interminable es en la mecedora su calceta y te quiere, por eso sé amable esa tarde, en esa hora quieta.

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COTILLÓN DE NOCHEVIEJA Se ponen antifaz las calaveras, chorrea el champán por las costillas bajando de la tráquea y peladillas rebotan en las pelvis y caderas. Vistiendo de ocasión mortajas negras bailan un vals los esqueletos. Tiran confetti, serpentinas, y espiran su último suspiro en matasuegras.

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POMPAS FĂšNEBRES Buenas tardes. Vengo personalmente pues no tengo familiares. Quiero un ataĂşd a la medida de este cansancio. Grande, para reposar por todo lo alto, largo y ancho. No hace falta ventanita de cristal. Que no voy a ver a nadie.

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EL APUÑALADO No descanso en decúbito supino porque soy un cadáver muy discreto. Os hablo desde dentro de un soneto que le pone a la voz caja de pino. Estoy aquí pensando en mi destino. Por donde entró el puñal, la mano meto como esperando hallar algún secreto por el hígado o por el intestino. Es todo muy confuso en este día... ¡Qué sé yo!... No descarto el suicidio... Si había una mujer o no la había... Por mí que nadie vaya a presidio, mas aguardo a alguien todavía que quiera investigar este homicidio.

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ROMANCE DEL PUERTO Para Florentino Pesquera

Ahora no está la luna. Por calles desiertas un hombre va tambaleándose con su carga. Lleva encima un cadáver. Los barcos del puerto flotan en el aire. Chocan olas negras y chirrían cables. Deja caer el hombre al mar lo que trae. Ya vuelve otra vez la luna. No hay nadie.

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ODA A LA VIDA La intenci贸n era buena, mas lo cierto es que el poema ha nacido muerto.



Las últimas fotografías de este libro se hicieron el día dos de noviembre de 2011, Día de Difuntos. De esta edición de autor de 100 ejemplares, 33 han sido firmados y numerados para los suscriptores de la Colección 2012, más el 0 y 00, correspondientes a los autores.

©textos: Manuel Antonio Orodea ©fotografías: Javier Vila




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©textos: Manuel Antonio Orodea ©fotografías: Javier Vila

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