NO. 65 EL MAL COMER

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DESTAPANDO LA FELICIDAD

16 de febrero de 2013

PUBLICIDAD, EXPENDIOS, PROGRAMAS PÚBLICOS... UN SISTEMA ALIMENTARIO PERVERSO QUE NOS ENFERMA Julieta Ponce, Abelardo Ávila y Xaviera Cabada Foro Nacional para la Construcción de la Política Alimentaria y Nutricional (Fonan)

Un sistema que implica también exenciones fiscales a la gran agroindustria y al mercadeo de productos chatarra; desplazamiento de mercados públicos por tiendas de autoservicio o de “conveniencia”; “secuestro del paladar” de la población desde la primera infancia, al inducir el consumo de fórmulas lácteas azucaradas así como la promoción de suplementos para bebés con altas cantidades de azúcar (el paquete denominado “Nutrisano”) en lugar de la lactancia materna; publicidad engañosa que envuelve a los consumidores en la preferencia de productos con apariencia o envoltura atractiva pero altamente calóricos y con fuertes contenidos de sal, azúcar y grasa saturada, mismos que en muchos casos viajan largos trayectos y son procesados en extremo para garantizar una vida de anaquel prolongada, aun con el sacrificio de propiedades nutricionales y con la adición de ingredientes potencialmente nocivos. Es evidente entonces que el problema no se trata sólo de una cuestión individual o familiar, de optar o no por un menú de alimentos saludables, sino es todo un sistema que está propiciando destrucción de la comunidad agrícola y de la producción tradicional, pobreza rural, daño ambiental y patrones de consumo donde lo que pagan las personas no es el alimento fundamentalmente, sino es, en su mayor proporción, ilusiones publicitarias y “valor erosivo” que destruye ambiente, salud y economía, y que entra en la lógica de un modelo de concentración de riquezas.

–El 70 por ciento de los hogares mexicanos manifiestan algún grado de inseguridad alimentaria, según la Ensanut 2012.

FOTO: Archivo

Estamos hablando del modelo de sistema alimentario que impera en México desde mediados de los años 80’s, y que involucra políticas públicas que desdeñan a la pequeña agricultura y que desestimulan el esquema –exitoso en otros países como Brasil– de producción local para el consumo local.

de la carga de enfermedad de los mexicanos. También, de acuerdo con el INSP, en 2006 se vio que 12 por ciento de la energía total de los preescolares proviene de refrescos; principalmente de cola.

Pero, cuidado. El asunto exige soluciones prontas. La obesidad, el sobrepeso y las enfermedades asociadas están generando costos de toda índole (anímica, social, familiar, laboral, monetaria, de finanzas públicas, etcétera), pues los enfermos muchas veces están incapacitados para trabajar y devienen cargas para sus parientes; implican jubilaciones tempranas o despidos, son pacientes permanentes –y costosos– del Seguro Social, del ISSSTE o de otras instituciones en caso de que cuenten con seguridad social, y son personas que arrastran en su depresión a quienes los acompañan. Tan sólo en términos económicos, la Secretaría de Salud ha dicho que en 2011 la obesidad y el sobrepeso generaron costos indirectos por 23 mil millones de pesos y con la tendencia actual en los próximos diez años la cifra podría llegar a 150 mil millones anuales. Hay una numeraria que ilustra la situación. Aquí algunos datos: –La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 (Ensanut 2012) informa que la incidencia de la diabetes aumentó 30 por ciento entre 2006 y 2012; la diabetes fue la principal causa de muerte en México en 2012, y hay más de 13 millones personas diabéticas, aunque sólo la mitad están diagnosticadas y en tratamiento. –Entre 2006 y 2012, el índice de lactancia materna registró a nivel nacional una caída, al pasar de 22.3 a 14.5 por ciento, principalmente por la introducción temprana de fórmulas lácteas y el consumo de agua. En el medio rural la caída fue más agresiva, pasó de 36.9 a 18.5 por ciento, según la Ensanut 2012. –La dependencia de importaciones de granos y oleaginosas rebasa el 40 por ciento, y el consumo de productos locales, propicios para

la genética y buena nutrición del mexicano, va en descenso (por ejemplo, en 1980 el consumo per cápita de frijol era de 18 kilos anuales y aportaba el 12 por ciento de la energía de la población mexicana y el 11 por ciento de las proteínas; hoy día cada persona consume al año sólo diez kilos de la leguminosa y obtiene de ella menos de siete por ciento de su energía y seis de proteínas). –México es líder en el consumo per cápita de refrescos en México, que llega a 163 litros al año, arriba de los 113 litros del otrora puntero, Estados Unidos. Ello tiene que ver con la presentación de estas bebidas (hasta principios de los 80’s los refrescos se expendían en botellas de vidrio reutilizables y la de mayor capacidad era de 769 mililitros, misma que se usaba para consumo familiar ocasional). Ahora son más accesibles: vienen en envases desechables de PET (polietileno tereftalato) con 600 mililitros, un litro, litro y medio, dos o hasta tres litros. El alto consumo de refrescos se debe también a la publicidad engañosa. Por ejemplo, ante señalamientos críticos de que los refrescos son una de las principales causas de la obesidad, la industria refresquera publicó un desplegado donde dice que la aportación calórica de estas bebidas representa sólo 5.2 por ciento de la dieta promedio del mexicano. Lo que no dicen es que este nivel de consumo rebasa por sí solo el admisible de aportación de azúcares simples en una dieta saludable. En todo caso habría que advertir enfáticamente que el consumo de refresco implica que no debiera consumirse ningún otro alimento que contuviera azúcar añadida. Información del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) indica que la ingesta de refrescos está relacionada con 30 por ciento

El actual sistema alimentario –que, hoy vemos, representa una gran tragedia nacional– surgió luego de cambios drásticos en políticas públicas, donde evidentemente la agricultura ha jugado un papel principal: a partir de la década de los 60’s México comenzó a perder autosuficiencia en sus cultivos básicos y comenzaron las importaciones, aunque entonces controladas por el Estado; en 1965 y 1974 se observaron momentos críticos de bajones importantes de la producción nacional, y el resultado en 1974 fue de un aumento en la mortalidad infantil: aproximadamente 120 mil niños murieron ese año por enfermedades asociadas a la desnutrición y diarreicas. Hubo entonces una respuesta de Estado, se creó el Programa Nacional de Alimentación. Luego en 1978 y 1979 se registraron años agrícolas malos acompañados de crisis devaluatorias, y fue cuando el Estado lanzó el Sistema Alimentario Mexicano (SAM) y se elevaron sustancialmente el financiamiento y la producción del campo. Hubo entonces un aumento en el consumo calórico de los mexicanos: de 1976 a 1980 pasó de 2 mil 600 kilocalorías per cápita al año a tres mil, fundamentalmente con alimentos de la dieta tradicional mexicana. Sin embargo, el SAM duró muy poco, lo mismo que la ilusión del boom petrolero, y entonces conclu-

yó el modelo estatista (subsidios, control de precios, sustitución de importaciones y participación del Estado en la producción y en toda la cadena de valor de los alimentos). Fue entonces que se dio paso al actual sistema, y las kilocalorías de consumo per cápita se han mantenido en el rango de tres mil a tres mil 200, pero ahora están compuestas predominantemente por harinas refinadas, carne, azúcar y un sinfín de productos chatarra. Este periodo coincide con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, cuando los supermercados y tiendas de conveniencia comenzaron su expansión en México. En este contexto es que se ha manipulado el concepto de la alimentación y de lo que se paga por ella. El mercado de las botanas, que crece rápidamente a escala mundial, nos ofrece valores pervertidos; por ejemplo, bolsitas de papas fritas, donde el valor de la papa es uno o dos por ciento, y el mayor porcentaje corresponde al costo por las estrategias que se utilizan para engañar al consumidor. Esto es, uno tiene que pagar las balas con que nos fusilan; debemos pagar el veneno y la publicidad. Datos publicados recientemente con la fuente de Euromonitor Internacional señalan que entre 2007 y 2012 el mercado de botanas en México creció en 15 por ciento al pasar de 2 mil 731 millones de dólares a tres mil 143 millones, y el consumo per cápita pasó en el mismo periodo de 25.8 a 28 kilos. Un fenómeno que se observa es el de la “oxxización” del mercadeo alimentario. Al tiempo que, tanto en el medio urbano como en el rural, ha disminuido la presencia de mercados públicos –donde los productos frescos predominan y donde hay un menor intermedia-

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on 48 millones de adultos con obesidad o sobrepeso, México se ubica en el segundo lugar mundial en este padecimiento, el cual va de la mano de la diabetes, hipertensión, cánceres de diversos tipos, cardiopatías y otras enfermedades crónicas. El problema, que también afecta mucho y particularmente a los niños, y que además es paralelo a la prevalencia de la desnutrición infantil, no debiera calificarse de daño colateral o fortuito; es el saldo de un sistema complejo, de múltiples vertientes identificables, presentes desde el plano de la producción agrícola hasta el del paladar del consumidor.


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