NO. 94 Trabajos forzados

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18 de julio de 2015 • Número 94 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada

TEMA DEL MES

TRABAJOS FORZADOS JORNALEROS AGRICOLAS EN:

Argentina • Brasil • Canadá • España • Estados Unidos • Guatemala • Marruecos • México • Uruguay


18 de julio de 2015

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NIÑOS QUE NO SON NIÑOS

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ue los pequeños participen en las labores de la familia campesina es parte de su formación. Desde muy chicas las niñas ayudan a su madre en el hogar y su entorno mientras que los varones acompañan a su padre a la milpa, al potrero, a la huerta.

Suplemento informativo de La Jornada 18 de julio de 2015 • Número 94 • Año VIII

COMITÉ EDITORIAL Armando Bartra Coordinador

Hay en esto injusticia para las pequeñas, pues es aun frecuente que en el agro las jovencitas casi no estudien y se casen muy pronto, transitando así de una esclavitud doméstica a otra, sin la mínima posibilidad de elección. Pero esto tiene que ver con la falta de equidad de género y no con diferencias relativas a la edad. Es decir que lo sufren porque son mujeres y no porque son niñas o jovencitas.

Luciano Concheiro Subcoordinador Enrique Pérez S. Lourdes E. Rudiño Hernán García Crespo CONSEJO EDITORIAL Elena Álvarez-Buylla, Gustavo Ampugnani, Cristina Barros, Armando Bartra, Eckart Boege, Marco Buenrostro, Alejandro Calvillo, Beatriz Cavallotti, Fernando Celis, Luciano Concheiro Bórquez, Susana Cruickshank, Gisela Espinosa Damián, Plutarco Emilio García, Francisco López Bárcenas, Cati Marielle, Yolanda Massieu Trigo, Brisa Maya, Julio Moguel, Luisa Paré, Enrique Pérez S., Víctor Quintana S., Alfonso Ramírez Cuellar, Jesús Ramírez Cuevas, Héctor Robles, Eduardo Rojo, Lourdes E. Rudiño, Adelita San Vicente Tello, Víctor Suárez, Carlos Toledo, Víctor Manuel Toledo, Antonio Turrent y Jorge Villarreal. Publicidad Rosibel Cueto Flores Cel. 55 2775 8010 Tel. (55) 2978 4735 publicidadjornadadelcampo@gmail.com Diseño Hernán García Crespo

PORTADA: Joseph Sorrentino

La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300. Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitláhuac 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, delegación Azcapotzalco, México, DF, teléfono: 53556702. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo número 04-2008-121817381700-107.

Sara María Lara Flores, del Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM, fue coeditora en este número del suplemento

de menores. Los derechos de los pequeños jornaleros son doblemente conculcados. Y triplemente si son niñas. Para las infanterías de los destajos matadores y la promiscuidad en las galeras no hay limbo, van directamente del regazo materno al infierno social.

vábamos machetes, pero el mío lo llevé sin afilar… no cortaba nada. Entonces regresé a la galera. Ahí nomás me quedé jugando. Cuando mi papa regresó del cafetal me dio de chicotazos. Me castigó duro y yo me tuve que aguantar.

Así se lo contaron a Gisela Espinosa las mujeres de San Quintín:

“Y, bueno, me iba creciendo, creciendo, pasando cinco o seis meses cada vez en la finca. Íbamos y regresábamos. Hasta que yo ya me había criado; ya estaba fuerte mi alma. Y sabía yo pizcar café, cajetear, sembrar arbolitos… Ya no me pegaba mi padre, porque había aprendido a trabajar”.

“Me tocó formar parte de las cuadrillas de los pitufos, así nos llamaban a todos los niños. Cada cuadrilla se componía de 35 o 40 niños manejados por personas mayores. No

Así pues, en el campo los niños y las niñas trabajan. Y su trabajo es duro y está mal repartido, como el de sus padres y madres. Pero pienso que no hay maltrato específico en el hecho de que se incorporen desde pequeños a las labores familiares. Al contrario, de esta manera se transmiten actitudes, valores y saberes identitarios. En Educación, autonomía y lekil kuxlejal, Antonio Paoli nos habla de la enseñanza entre los tseltales: “Si te dice tu papá ‘vamos a nuestra milpa’, qué bueno porque aprenderás a sembrar maíz, frijol, calabaza. Entonces aprendes de buena manera, con palabra recta... (Teme yalbat te atat´konic ta jkáltik, ja lek jun ya to yak´anah tsumbajel, tsun ixim, ch´enek, ch´um. Jich yak´ anop, pero ta slekilal, ta stohil k´op)”. Y efectivamente, continúa Paoli, ahí se aprenden “las tácticas combinatorias [para sembrar] según la pendiente, la humedad, el tipo de suelo”, pero también la “unidad contra el enemigo común”, como estrategia para combatir las plagas. En la parcela el niño “tendrá que compenetrarse de una gran diversidad [...] articulada al todo de la milpa”. Pero “esta conciencia ecológica está asociada a la familia y la comunidad”, de modo que se aprende a sembrar al tiempo que se aprende a vivir. Y no sólo lo saben y practican los campesinos mexicanos y sus hijos, también Aristóteles 300 años antes de Cristo distinguía entre “aquello que es propio de la enseñanza (to didaktikon) y aquello que es propio de la iniciación (to telestikon)”. Esta última, una vía de conocimiento que no consiste en explicaciones verbales sino en “ver, tocar y nombrar”. El trabajo asalariado infantil en los campos agrícolas es otra cosa. Muy poco de alegre y luminosa iniciación tiene la vida del millón de niños y niñas jornaleros que participan con los adultos en las pizcas y labores conexas. Ahí a la injusticia de clase se añade la injusticia asociada con la edad: los niños y niñas braceros son esquilmados como trabajadores, igual que los demás, pero su maltrato es más indignante porque se trata

éramos una, éramos seis o siete cuadrillas. La gente adulta pizcando, haciendo sus labores; los niños desyerbando, hilando, haciendo otras actividades que ellos creían que eran más livianas… En aquel tiempo los niños no eran niños, se vestían ya como señores. Un niño de ocho años ya traía facciones de una persona adulta porque trabajaba en el campo, se vestía como un señor ya grande. No eran como niños normales, andaban cargando sus cajas de tomates, no tenían el rol de niños que juegan o que se divierten, sino que tenían que trabajar. Ya desde chicos su mentalidad era de trabajar”. Hace cien años murió en París Porfirio Díaz y, como siempre, es iluminador mirarnos el en espejo del porfiriato. Ver cómo, si bien los llamados tecnócratas neoliberales tomaron el lugar de los llamados científicos positivistas, a un siglo de distancia las cosas siguen igual. Recogidos hace años por Andrés Aubry y el Taller tzotzil INAREMAC, los recuerdos de un indígena chiapaneco que desde niño bajaba de Los Altos al Soconusco a trabajar en las fincas cafetaleras del porfiriato documentan lo que, pareciendo crueldad paterna, es en realidad estrategia de sobrevivencia necesaria para que los hijos puedan salir adelante en el mundo que les espera, en el inhóspito mundo de las fincas. “Cuando yo era chico, como de ocho años, fui por primera vez a la finca. Fuimos a cortar zacatón con otros chamacos… lle-

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“Ya no me pegaba mi padre, porque había aprendido a trabajar”. No es normal que los campesinos eduquen a sus hijos a chicotazos. Pero sí lo es entre los mozos de las fincas, porque sólo así los hijos aprenderán a sobrevivir en un medio violento y cruel. En el Soconusco de hace un siglo la disciplina laboral era impensable sin la brutalidad del enganchador y sin el chicote y el cepo del caporal. Y esta violencia impregnaba también las relaciones entre los oprimidos. No porque el humillado se desquitara con mujer e hijos de las ofensas del patrón, como porque es función de la familia entrenar a los futuros mozos en el sistema de trabajo envilecedor y extenuante que les espera. Es cuestión de vida o muerte. Si el padre no curte a chicotazos el alma y el cuerpo de sus hijos, éstos no sobrevivirán. “Cuando yo iba a la finca… cada vez me enfermaba. Siempre estaba enfermo en la finca. ‘Carajo, así es la finca’, decía mi papa. ‘Tienes que ser más fuerte para aguantar aquí’. Y me chicoteaba…” Duele, ¿verdad? En los 100 años transcurridos ¿habrán cambiado mucho los campos agrícolas donde se trabaja a jornal? Me temo que no. Pero en San Quintín las mujeres, los hombres y los niños de las pizcas se rebelaron. No los dejemos solos.

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JORNALERAS DE SAN QUINTÍN* Alejandra “Llegué de Oaxaca a San Quintín cuando tenía tres años de edad, a los 12 estudiaba, pero trabajaba los fines de semana y vacaciones en el campo. Desde entonces he sido jornalera. Ahora tengo 24 años. Vivo en un cuarto (en un conjunto de los llamados cuarteríos, que comparten baño). Mi esposo acaba de irse a trabajar a Estados Unidos, pero allí hemos vivido él, dos hijos nuestros (un niño de dos años y una niña de seis) y tres hijos mayores que son de él, de 16, 17 y 18 años. Pagamos 600 pesos mensuales de la renta. En los otros cuartos viven mi mamá, mis hermanas, mis cuñados y mi tío y mi tía. He trabajado en fresa, pepino, tomate, cebolla y ejote. Me muevo de un rancho a otro, buscando donde hay trabajo y donde ve uno que va saliendo un poquito más [de ingreso]. Trabajo de lunes a sábado, nunca he tenido vacaciones. Las cosas están muy caras. La semana pasada la cartera de 30 huevos bajó a 31 pesos pero llegó a estar a 68, a 71 pesos. Con siete en la familia, ese huevo alcanza para dos o tres comidas, nada más y apenas. Y la Maseca, la harina, de cinco kilos está a 40 y tantos pesos, casi 50. Gano 120 pesos al día, ¿qué puedo comprar con eso? Además de la renta y la comida hay que pagar luz, gas, agua… En los ranchos las condiciones no son buenas. Muchas veces me ha tocado tomar agua salada, y hay que tomar porque estás bien cansado de que andas trabajando con el bote del pepino, del tomate, las tareas, desmantelando, quitando la mata del pepino… El pepino tiene mucho ahuate (espinas pequeñas) seco, hay que sacarlo, hay que quitarlo, y está bien, pero por lo menos deberían darnos agua dulce. Ellos dicen que es potable, pero sabe a estanque, tiene lama verde, yo creo que es de mar y proviene de la desaladora. Cuando la tomas, te empieza un dolor de estómago tremendo. En la circunstancia de la fresa, es igual, en el rancho donde me ha tocado trabajar, Santa Mónica, es donde dan esa agua salada. Además, no nos dejan salir hasta la tarde, no aceptan si dice uno que va a pedir permiso para salir temprano, porque uno se cansa, trabaja uno los seis o hasta siete días y duele la espalda. Y todo es muy injusto. La caja de fresa la pagan a diez pesos, ya la segunda (calidad) es a ocho, cuando uno se da cuenta, en su plática en la oficina, que la caja la exportan arriba de 15 dólares. En el pepino y el tomate el pago a los jornaleros es menos. Lo mejor es la fresa, dura tres meses la pizca, trabaja uno duro pero es una matanza; te puedes ganar dos mil o hasta tres mil pesos por semana, pero terminas la jornada a las 6:00 o 7:00 pm, cuando la luz del sol ya no es buena y hay riesgo de cortar la fresa verde. Y hay otras situaciones. Donde trabajo ahora, el baño está asqueroso a diferencia de los ranchos grandes donde los baños sí están bien. O los mayordomos, hay algunos que te preguntan si eres casada, te empiezan a acosar; se te acercan y por cualquier motivo te tocan. Si rezongas, te empiezan a tratar mal o te dicen que tal día no hay trabajo y en realidad sí hay. Hay machismo. Con el sueldo por día trabajas de siete de la mañana a 3:00 o 3:30 pm y llegas a tu casa a las 4:00 pm, pero uno busca el tomate, si le echas ganas puedes ganar 150 pesos, aunque llegas a las 5:00 pm a tu casa. A veces se enferman mis niños y pido permiso. Hay mayordomos que no lo dan aunque les lleves justificante. Cuando me enfermo, con gripa

o tos, sigo trabajando. Si no trabajas, no ganas. Sí nos dan Seguro Social para unas cosas pero para otras no. Cuando tuve mi último embarazo no me cubrió el ultrasonido. Y aunque dijeron que me iban a pagar la incapacidad, me trajeron de un lado al otro, de la empresa, al banco, al Seguro, y otra vez, y nunca me pagaron nada. En el rancho donde trabajo ahora me pagan 20 pesos por surco. Son como 80 metros por surco, y hay que ir desbrotando la mata de pepino. Si te apuras y le echas ganas te llevas 120 o 130 pesos por día. Los surcos para plantar cebolla los pagan a 25 pesos, son como de cien metros. Imagina, hay que agacharse hasta el tope y son cuatro dedos entre cebolla y cebolla que se planta. Hay terrones, haces a un lado el terrón y le vas encajando el dedo, luego plantas la cebolla; llevas el costal de cebollas amarrado en la cintura. Mi esposo tuvo que irse a Estados Unidos, se acaba de ir. Fue a buscarle por otro lado, pues aquí ya no se puede. Metió papeles y papeles, logró sacar su pasaporte, y se fue contratado. Yo no voy, pues no llevan mujeres. El rancho de allá lo lleva por tres meses, regresa y al parecer le vuelven a dar contrato. Se siente feo, imagina, porque cuando a uno se le atora la carrera el otro dice ‘no te desesperes, se va a poder’. Y ahora que se fue, ¿a quién le digo? Tuvimos que pedir un préstamo a un señor que cobra 15 por ciento mensual de intereses. Pedimos siete mil pesos para pagar lo del pasaporte, la ida a Tijuana, la visa… Cuando él gane, me va a mandar dinero, pero va a ser para pagar. ¿Vale la pena? Espero que sí, porque por más que uno quiera, no vamos a poder comprar terreno con lo que ganamos aquí. No hay que uno diga que va a poder guardar para un futuro, o que alguien se enferme y lo pueda uno llevar al doctor particular. Estoy pidiendo a Dios que mis hijos no terminen siendo jornaleros, por eso él se fue a Estados Unidos, para evitar eso. Los hijos jóvenes de mi esposo ya son jornaleros. Se pusieron a trabajar porque no alcanzaba y no podíamos pagarles los estudios (inscripción, transporte, cuadernos, pues iban a escuela pública)”.

Doña Martha “Vine de Oaxaca hace 20 años. Tengo 38. Trabajaba en el campo en Oaxaca. Allá es diferente. El patrón nos daba la comida. Aquí no y en algunos ranchos tenemos incluso que comprar agua para beber. Llegué con engaños de que íbamos a ganar más; había ido a trabajar a Sinaloa, y de allá me trajeron a San Quintín. Llegué con mi hija chiquita y luego tuve otros cuatro hijos. Ganamos muy poco, no alcanza. Todavía me acuerdo que compraba al principio las tortillas a 50 centavos (el kilo), ahorita están a 14 pesos. La leche estaba a seis pesos el litro y ahora a 15. Y el salario no ha crecido así. Trabajo en el rancho Los Pinos, me pagan 150 al día y me dan seis surcos. Esa es la tarea. Trabajamos duro para sacarla. Entramos a las 6:00 o 6:30 y salimos a la

FOTOS: Lourdes Rudiño

una de la tarde. Mi esposo ya no vive conmigo. Mantengo a mi niño de 12 años, y otras dos hijas viven aquí conmigo, en este cuarto que rento a 600 pesos el mes. Ellas también son jornaleras. Siento que no he ganado nada desde que estoy aquí. No tengo ni siquiera un terreno. Di un enganche de 500 pesos para comprar uno, y abonaba 200 a la semana, pero me enfermé y dejé de pagar. Ahora debo como diez mil pesos por pagos retrasados; yo creo que ya perdí mi terreno”.

Doña María “Soy de San Martín Duraznos, del municipio San Sebastián Tecomaxtlahuaca, de Oaxaca. Tengo 38 o 39 años viviendo en San Quintín. Hoy tengo 45 años. Llegué con mi hermano y mi cuñada, que también son jornaleros. Mi mamá murió en Oaxaca y mi papá se quedó solo. No estudié. Empecé a trabajar a los siete años. En aquel entonces los ranchos recibían niños chiquitos. Yo estaba en una cuadrilla en el campo de Los Canelos (de empresarios sinaloenses que dejaron Baja California hace años). Quitábamos las yerbas de las patitas de la planta del tomate o juntábamos basura. Si se pasaba la fruta, nos ponían a pizcar. Nos daban bote chico. Los mayordomos decían que los niños trabajaban mejor que los grandes porque eran más ágiles y hacían todo como jugando. Los hijos de mi hermano no trabajaban. No tuve una infancia feliz, me faltaba mi mamá. A los 13 años conocí a mi esposo y me junté con él. Mi esposo viene también de Oaxaca. Los dos trabajamos mucho en la calabaza y el pepino. Yo trabajo ahora en moras y fresas; estoy en el rancho El Pocho, pero antes trabajé en La Campana, en Los Canelos, en San Marcos… allí dure unos ocho años. Trabajo por tarea de cinco surcos y me pagan 130 pesos. Si nos apuramos, empezamos a las 6:00 am y terminamos a las 11:00 am. Antes salíamos tarde por la fresa, pero con la huelga se echó a perder mucha fruta y ahora todo va a granel; cortamos bien poquita fresa, nos la pagan a diez pesos por caja y ya no la empacamos pues ya no es de calidad. Hay gente que rinde 28 o 30 cajas, yo hago 17 o 19 y los fines de semana llevo a mi chamaco que hace como diez. No me puedo quejar del rancho donde estoy. El patrón nos trata bien, nunca dice que no rendimos. A veces está atrasado un trabajo, le pide al mayordomo que nos quedemos, pero al día siguiente salimos más temprano. Hace tres años había mucha mora y no alcanzamos a cerrar el corte. Generalmente llevamos lonche, pero fuimos mañosos y dijimos ‘vámonos temprano’ y no llevamos lonche. El patrón dijo ‘échenme la mano’ y mandó traer no sé cuántos pollos, sodas y tortillas. Y ahora que ha habido huelga no se mete con nosotros. Cuando ya todo se calma podemos regresar a trabajar. Sí es necesario que suba el salario. Hace mucho pagaban 90 pesos, luego subieron a 110 y ahora estamos en 130 pesos el día. Con el patrón actual he trabajado cortando calabazas, pepinos, ahora fresa y mora. La mora se

paga la caja a 15 pesos, cada caja tiene 12 basquetitos. En pepino el pago es a dos pesos bote, y la calabaza se paga por día, 130 pesos con horario de las 7:00 am a 2:30 pm. En otros ranchos como San Marcos, las jornadas eran de 6:00 o 7:00 am a 5:00. Sí me canso de estar agachada, si se cansa uno de trabajar. El problema que tengo ahorita del campo es carnosidad en los ojos, por la química, por lo que le echan a los productos. Me doy cuenta que es por eso cuando voy a la fresa y muevo la planta, se levanta el ahuate y cuando entra a mi ojo, no lo soporto, me molesta mucho. Hay otras personas que tienen este mismo problema. Hay compañeras que dicen que son alérgicas al ahuatito de la hoja de la fresa, lo que pasa es que lo fumigan y cuando se seca el polvito se levanta y cae en los ojos”.

Amalia Sánchez “Soy de la Mixteca Alta, de Oaxaca. La primera vez que vine a San Quintín fue en 1988. Era una adolescente y venía con mi papá. Entonces la gente venía de mi pueblo y trabajaba ocho meses, juntaba unos centavitos y regresaba al pueblo. Los jóvenes veníamos en vacaciones escolares, en julio y agosto. Volví a venir en 1989 y conocí al que hoy es mi esposo. Somos del mismo pueblo pero nos conocimos aquí. Comenzamos a vivir en una colonia que se llama Barrio Pobre, en San Simón de Abajo, en la Delegación San Quintín. Los únicos ranchos cercanos para trabajar eran Los Canelos (que ya se fue) y Los Pinos. Cuando me embaracé por primera vez trabajé hasta que estuve a punto de dar a luz. No tenía Seguro Social. Antes las condiciones en los ranchos eran peores. Mi casa era de plástico. Hicimos nuestro cuarto con árboles del monte, como estructura y todo forrado de plástico. No había piso, ni luz, ni cama. Dormíamos en cartón. Usábamos velas. Era una pobreza extrema. Ese terreno era federal, aunque los de Los Pinos decían que era de ellos. No había agua y los de ese rancho llevaban pipas pero sólo daban agua a quienes trabajaban con ellos. Cortábamos tomate, pepino, fresa y calabazas. Cuando tuve a mi bebé, que hoy tiene 25 años, ya no me dieron trabajo. Sólo mi esposo trabajaba y su sueldo era insuficiente para comprar comida, para la ropa del bebé… Mi esposo se fue a trabajar a Estados Unidos y trajo un dinerito. Compramos un terreno. Nos llevamos la casa y la montamos allá. Luego tuve otros dos hijos. Él ha regresado a Estados Unidos. Ahora ya lleva diez años allá y no puede regresar fácilmente porque se fue de ilegal. Me manda dos mil o tres mil o cuatro mil pesos a la quincena. Digo que está bien, pero es triste porque él no ha estado al lado de nosotros. Ya la casa tiene tabiques, sigue estando mocha pero tiene agua, luz. Lo que no tengo es a mi marido. Dejé ya de ser jornalera hace seis años. Me quedó una bola aquí [en la espalda] porque cargaba botes de pepino y de tomate. Los pagaban a peso. Si quería ganar 150 pesos al día tenía que cargar 150 botes. Me ponía uno de un lado y otro del otro lado. Ahora trabajo en la organización de ex jornaleras Mujeres en Defensa de la Mujer (Naxihi na xinxe na xihi). Estoy en el área de salud reproductiva, apoyo a otras mujeres”. *Testimonios levantados por Lourdes Rudiño y Guadalupe Casimiro Sierra. Con excepción de Amalia Sánchez, los demás nombres son ficticios, para proteger la seguridad de las entrevistadas.


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REFLEJO DE LA IGNOMINIA Y LOS RECLAMOS DE JUSTICIA Guillermo Castillo Ramírez

Un jornalero agrícola trabaja 15 horas al día […], en promedio la jornada media laboral de los jornaleros agrícolas es de 57 horas [por semana] para los hombres y 65 para las mujeres. Red de Jornaleros Internos de México, La Jornada, 27 de marzo.

[…] del 2007 a marzo de 2015 [El Centro de Derechos Humanos Tlachinollan] ha documentado la muerte de al menos 40 niños en los campos agrícolas, debido a accidentes de trabajo, atropellos, picaduras de insecto, desnutrición, partos prematuros y falta de atención médica. El trabajo infantil es endémico […] Red de Jornaleros Internos de México, La Jornada, 27 de marzo.

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os involucrados, historias de vejaciones sistemáticas. San Quintín es una muestra fehaciente y vigente de los procesos que componen un sistema de explotación laboral contemporáneo: a) empresarios indolentes e indiferentes que someten a los trabajadores agrícolas a condiciones de trabajo abusivas e ilegales con el fin de incrementar sus ganancias; b) instituciones estatales que no garantizan que se cumplan los derechos laborales, y c) y trabajadores empobrecidos que son explotados, pero que también se organizan y resisten, mostrando su capacidad de acción al luchar por las demandas de un trabajo digno y bien remunerado. En este tenor, diversas organizaciones de trabajadores agrícolas de México y Estados Unidos han señalado en semanas recientes que lo que acontece en San Quintín

es sólo reflejo de una realidad presente en por lo menos 18 estados de México donde hay trabajadores agrícolas y donde prevalece en mayor o menor medida la ausencia de los derechos laborales y de condiciones de trabajo seguras y justas –panorama que puede ser tipificado como formas de esclavitud contemporáneas- afectando a millones de personas. Los ranchos de San Quintín: entre la ilegalidad y la ausencia de justicia. En este contexto de un abuso laboral estructural y sostenido por décadas, es ilegal y políticamente cuestionable que la gran mayoría de los dueños de los ranchos del Valle se aprovechen de manera dolosa de la pobreza y necesidad de trabajo de los jornaleros para imponerles condiciones laborales tan precarias y desfavorables; también es muy poco ético e injusto que las desmedidas fortunas de ese puñado de empresarios se finquen en la descarada explotación de decenas de miles de jornaleros. Las carencias y miseria atroz de estos grupos desposeídos son la cara oculta y la consecuencia de la acumulación desproporcionada de la riqueza de una minoría rapaz. Tanto por su ambiguo e indiferente papel en las negociaciones con el gobierno y los jornaleros, como por su tajante negativa a incrementar el salario de los jornaleros a 200 pesos por día, los empresarios han demostrado su ambición económica desmedida y una avaricia atroz. En términos generales, los empresarios han mostrado que no les interesan las condiciones de

vida y laborales de los jornaleros; los ven como mano de obra barata, desechable y prescindible, como medios para generar y acrecentar sus ganancias. Por otra parte y en lo que respecta al papel del Estado como ordenador y regulador de la vida social, es igualmente injusto y raya en la impunidad y la negligencia que el gobierno, en sus diversos niveles – municipal, estatal y federal- haya permitido y permita la reproducción de este sistema de explotación laboral y abuso hacia los jornaleros

En este marco, los gobiernos – principalmente estatales- han sido incapaces de ejercer y hacer respetar la ley. El Estado, de facto y omitiendo el cumplimiento del marco jurídico constitucional, ha favorecido y privilegia a las élites económicas y políticas de San Quintín. Por lo que respecta a las instituciones oficiales, los jornaleros han sido tratados como ciudadanos de segunda clase, cuyos derechos han sido claramente escamoteados e incluso postergados de manera indefinida. El abuso laboral ha sido posible por las complejas y ambiguas relaciones de negligencia, complicidad y beneficio entre ciertas instituciones estatales y los empresarios agrícolas. Los logros de los jornaleros, organización social, movilización y visibilidad. No obstante, los jornaleros han demostrado que pueden organizarse y actuar para contrarrestar las vejaciones. Han hecho visible su situación laboral y de vida por medio de la difusión de

sus demandas en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales. Sus testimonios y reclamos han estado presentes en las semanas recientes en la radio, la televisión, la prensa escrita y las redes sociales. Pese a las dificultades y los embates de que han sido objeto, los jornaleros y sus representantes han creado, mantenido y expandido un proceso organizativo propio y original, demarcándose de los sindicatos oficialistas (que, en los hechos, sólo habían sido cómplices de la explotación patronal). Dicho proceso organizativo ha hecho posible que llevaran a cabo movilizaciones sociales de diversa índole y magnitud (manifestaciones, actos de protesta, marchas, toma y cierres de carreteras, caravanas informativas, encuentros con autoridades estatales y federales). No menos importante ha sido su política de alianzas y vínculos con otros gremios y organizaciones laborales y sociopolíticas en México y el extranjero (principalmente en Estados Unidos), así como con sindicatos no oficialistas de variado cuño. El eje de la convergencia han sido sus reclamos de mejores condiciones de trabajo y de respeto irrestricto a sus derechos laborales. Finalmente, todo esto ha hecho que sean capaces de sostener, encauzar y dirigir un arduo y sinuoso proceso de negociación con el Estado y el sector patronal. En los hechos y mediante diversas medidas, hicieron oír sus demandas y sentar en la mesa de negociación al gobierno estatal y posteriormente al federal.

FOTO: Sara María Lara Flores

FOTO: Sara María Lara Flores

del Valle de San Quintín, donde las jornadas laborales no reúnen las condiciones de higiene y seguridad mínimas y pueden alcanzar hasta 15 horas por día, con magros sueldos que nunca llegan a los 150 pesos, sin contrato laboral ni acceso al Seguro Social, además de que tampoco se respete el día de descanso obligatorio. La ausencia del ejercicio de la ley por parte del Estado no sólo remite al ámbito laboral; también abarca y comprende las condiciones de vida de estos trabajadores agrícolas: la carencia de seguridad social, de servicios médicos, de viviendas dignas.


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ENTRE LA EXPLOTACIÓN LABORAL Y LA LUCHA POR LO JUSTO

Abbdel Camargo Instituto de Estudios y Divulgación sobre Migración (Inedim) Sólo queremos un pago justo por nuestro trabajo, por eso este movimiento también es de dignidad

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Jornalero de San Quintín

as movilizaciones de los trabajadores agrícolas del Valle de San Quintín se han registrado desde los años 80’s, y han surgido en respuesta a las precarias condiciones de trabajo, los bajos salarios, la ausencia de seguridad social y a los entornos de vida marginales prevalecientes en estos sitios de trabajo. El pasado 17 de marzo, poco más de 70 mil jornaleros de esa región agroexportadora pusieron nuevamente sobre la luz las pésimas condiciones de trabajo que padecen los jornaleros en México. Con el cierre de la carretera transpeninsular y una huelga laboral, los cientos de jornaleros, en su mayoría indígenas, demandaron un aumento salarial para alcanzar 300 pesos por día; la revocación del contrato colectivo firmado con los sindicatos existentes; la inclusión de los trabajadores al Seguro Social; el derecho al pago de aguinaldo, días festivos y vacaciones, y el cese al acoso que reciben las mujeres por parte del cuerpo de empleadores (mayordomos, camperos y capataces) en los campos de trabajo. Estas movilizaciones no surgen de manera espontánea, ni irrumpen de forma desordenada, sino que son producto de la enorme capacidad de organización de esta masa trabajadora que se identifica como residentes de este complejo agrícola y que se aglutina en una organización de base: la Alianza de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la justicia Social. Meses atrás, a finales de 2014, los jornaleros del Valle ya habían expuesto por escrito sus demandas ante las autoridades correspondientes; sin embargo, ante la persistente omisión, decidieron estallar la huelga. Las cuantiosas pérdidas que suponía dejar de cosechar el producto perecedero orillaron a la parte patronal a entablar una mesa de negociación en la que sólo cedieron al aumento de 15 por ciento en el salario real de los trabajadores. A partir de ese momento, el diálogo fue roto y los trabajadores iniciaron una movilización más amplia que buscó la intermediación de la autoridad estatal para mediar el conflicto. Luego de gestiones y encuentros infructuosos con las autoridades locales, la Alianza de Organizaciones se trasladó a la Ciudad de México, donde tuvo reuniones con miembros de las dos Cámaras legislativas, con la Asamblea Legislativa

del Distrito Federal, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y con el subsecretario de Gobernación. Con este último, se acordó que el 8 de mayo las negociaciones regresarían a San Quintín con alguna respuesta a la agenda de demandas expuesta. La mañana de ese día, más de cuatro mil jornaleros se movilizaron en espera de los avances que daría el funcionario federal, pero de último momento éste canceló la reunión, aludiendo que no tenía como transportarse a la zona. Líderes de la Alianza y trabajadores reunidos en el centro de gobierno de la localidad tomaron la noticia como un desaire del funcionario, sin embargo, se llamó a continuar la movilización en términos de paz. Un día después, el sábado 9 de mayo, cuerpos de seguridad estatal y municipal entraron a las colonias de trabajadores, en atención a una denuncia hecha por parte del dueño de una empresa productora en el sentido de que un grupo de jornaleros amenazaban con incendiar parte de sus instalaciones. La represión fue en contra de los trabajadores y sus familias, no sólo en la calle, también en el interior de sus domicilios. El saldo fue la detención de 15 personas, 70 trabajadores heridos (seis de gravedad) y una multa fijada a los detenidos de más de siete millones de pesos. Había órdenes de aprehensión en contra de líderes de la Alianza, por lo que el clima de tensión en la zona continuó creciendo. A pesar de estas circunstancias, la Alianza de Organizaciones logró una amplia respuesta por parte de diversos sectores, tanto en el país como en el extranjero, con quienes se comenzó a plantear la posibilidad de realizar un boicoteo internacional a los productos procedentes del Valle. Finalmente, previo a las elecciones federales del 7 de junio, el liderazgo de la Alianza pudo retomar las negociaciones, logrando algunos acuerdos importantes, como el pago de entre 150 y 180 pesos por día, a partir de una tipificación por tamaño de las empresas, la inscripción de todos los trabajadores al Seguro Social, el pago de aguinaldos y la inversión federal y estatal en programas sociales en la zona. A la fecha, los líderes de la Alianza han señalado que ninguno de estos compromisos se ha cumplido, por lo que esta lucha digna, por medio de la posibilidad del boicoteo de los productos en Estados Unidos, así como la propuesta de conformar un sindicato independiente de jornaleros a escala nacional mantiene vivo el espíritu de resistencia de los jornaleros indígenas de San Quintín.

San Quintín, BC

RESURGIMIENTO DE MOVILIZACIONES LABORALES Christian Zlolniski* y Laura Velasco** *Center for Mexican American Studies, University of Texas at Arlington **El Colegio de la Frontera Norte

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esde hace tiempo que las movilizaciones laborales en el Valle de San Quintín no ocupaban espacio en los medios de comunicación; las ocasiones previas se remontan a fines de los 80’s, cuando trabajadores quemaron el empaque de ABC protestando por la falta de salarios y hubo conflictos laborales en otras empresas. Después de eso el Valle de San Quintín entró en una etapa de aparente menor conflictividad, lo cual no se debió a la mejora de condiciones y salarios en el empleo hortícola, sino a que los trabajadores y sus familias dirigieron sus energías al asentamiento. La década de los 90’s fue de crecimiento de colonias de trabajadores que salieron de los campamentos en búsqueda de un terreno y casa propia para asentarse con sus familias. En la misma década la industria hortícola de exportación se restructuraba tecnológica y económicamente para hacer frente a los requisitos de exportación de productos hortícolas al vecino país del norte. Las grandes empresas invirtieron importantes sumas en modernizar su aparato productivo y en nuevas tecnologías de producción que permitieron incrementar la productividad y convertir a la región en uno de los enclaves agro-exportadores más redituables del país. Con una oferta de trabajo más estable a lo largo del año debido a la diversificación de productos hortícolas y la tecnificación de los cultivos, gran parte de los jornaleros agrícolas que antaño migraban desde sus comunidades de origen en el sur de México pudieron quedarse a vivir en la región. Surgieron así movilizaciones sociales en numerosas colonias para demandar que el gobierno las equipara con escuelas, agua y electricidad, y regularizara los terrenos donde se fueron asentando. Una confluencia de factores explica el resurgimiento de la movilización laboral en San Quintín. En primer lugar está la falta de equidad en el reparto de beneficios económicos de la producción hortícola en la región. La restructuración tecnológica de los 15 años recientes ha traído un aumento vertiginoso de la productividad económica para las grandes empresas, pero los frutos de esa bonanza apenas han fluido a los trabajadores. Los sueldos se han incrementado ligeramente en la

FOTO: Julieta Martínez

San Quintín, BC

década reciente, mientras que los costes de vida se han elevado con desproporción, sobre todo en la frontera mexicana por el aumento del impuesto al consumo. Un aspecto fundamental en las actuales negociaciones entre los representantes de los movilizados (Alianza de Organizaciones Municipal, Estatal y Nacional por la Justicia Social) y los representantes de gobierno es el salario base. Dado que el salario del trabajador no es estable a lo largo del año, las familias pasan largas temporadas con ingresos insuficientes para sus necesidades básicas. Con el “salario integrado”, los trabajadores no tienen posibilidades de ahorro vía prestaciones como la prima vacacional o el aguinaldo, además del “abultamiento” del salario base al sumársele diariamente las prestaciones de ley. Adicionalmente, las nuevas tecnologías y la intensificación de la producción también han llevado a una mayor explotación laboral con el dominio del trabajo a destajo. Existe un excesivo desgaste que acorta la vida laboral y física de los trabajadores, que a los 40 o 50 años difícilmente pueden mantener el ritmo de trabajo exigido y son sustituidos por trabajadores más jóvenes. Así los temas de la salud y la jubilación resultan cada vez más urgentes. Un segundo factor es la falta de equidad política que históricamente ha prevalecido en la región. Mientras que el gobierno de Baja California reconoce y negocia con las asociaciones de productores, los trabajadores no

cuentan con sindicatos que representen debidamente sus intereses y demandas laborales. Los sindicatos existentes, como la CTM, CROC y CROM, son de protección, por lo que velan más por los intereses de los empresarios que de los trabajadores. A este panorama se suma la desigualdad social y la falta de atención a las necesidades de la población por parte de los tres niveles de gobierno. El asentamiento residencial conllevó un crecimiento demográfico de grandes proporciones con una diversidad étnica sobresaliente en las décadas recientes. A la insuficiencia de hospitales, escuelas y guarderías, se agregan las relaciones de discriminación en que viven los trabajadores y sus familias, a quienes se les estigmatiza por su color de piel y sus costumbres y se les califica de “migrantes temporales”. Existe una enorme desigualdad en la dotación de agua entre colonos y empresarios. Mientras las empresas tienen asegurado el abasto con apoyo del gobierno, las colonias de trabajadores viven un racionamiento excesivo. La tradicional postura del gobierno mexicano sobre San Quintín, de que la creación de puestos de trabajo por parte de grandes compañías hortícolas conducirá al desarrollo regional redituando frutos para toda la población, es ya insostenible. Se requiere urgentemente políticas públicas que enfrenten las grandes desigualdades que todavía imperan en esta joven región.


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JÓVENES HIJOS DE JORNALEROS: ENTRE LA DISCRIMINACIÓN Y LA MIRADA CRÍTICA* Susana Vargas Evaristo Instituto Jagüey me to show that I can overcome

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(Chávez, 2013:46)

iendo niños y niñas, una generación de hijos de trabajadores agrícolas viajó con su familia desde el estado de Oaxaca hasta el norte para emplearse en los campos del Valle de Quintín, Baja California, o al Valle Central de California. Cada traslado, significaba un cambio de vida, de escuela, de hábitos, de condiciones de salud y de vivienda, alimentación, lenguaje y organización familiar. La participación económica de los niños y niñas era de suma importancia para la familia, ya fuera en forma de juego o de acompañamiento, o como un trabajo formal en los campos agrícolas del cual obtenían un cheque. Un segmento de esos migrantes oaxaqueños lo conformó una generación que creció como parte del

gran contingente migratorio de los trabajadores agrícolas insertos en la agroindustria instalada de uno y de otro lado de la frontera norte. La memoria de esos hijos de trabajadores quedó impregnada por las experiencias de discriminación vividas en el contexto de precariedad en que crecieron. Detectamos al menos tres líneas de discriminación presentes en sus discursos, las cuales mostramos a través de los siguientes fragmentos con sus propias palabras: Discriminación laboral: “Ahorita con lo que vas aprendiendo ves muchas cosas que no estaban bien, ¿no? Antes tú estabas trabajando, desyerbando y te pasaba la araña, las arañas eran unas máquinas que fumigan, te fumigaban y tú agachadito, trabajando te fumigaban tu lonche

(almuerzo) todo amarillo cuando tiraban azufre o pasaban los fumigadores con sus bombas, tirando azufre a los tomates y tu salías todo amarillo del azufre ¿no? Y a medio día con tus manitas llenas de tomate y el azufre, y para ti era algo normal, no mirabas que estuviera mal porque no había tanta conciencia”. Entrevista realizada a Mónica (seudónimo), en el Valle de San Quintín, 17/08/10.

FOTO: Julieta Martínez

I know that discrimination motivates

Discriminación étnica: “De niña yo no hablaba mixteco a pesar de que mi mamá sí lo habla. Mi papá le decía a mi mamá que no nos enseñara porque si no, no íbamos a hablar muy bien y vamos a batallar y nos iban a discriminar más de lo que nos discriminan ahorita (en Madera), entonces nada más español para que no batalláramos. No

aprendí el mixteco, hasta ahora ya de grande con mis hijos quiero aprenderlo porque quiero que ellos lo aprendan, me da mucha pena saber que me miro como de Oaxaca, pues porque soy de Oaxaca, y que no sepa hablar el idioma, siento que es como decir que los españoles triunfaron, perdimos nuestra lengua, enton-

ces estoy tratando de aprenderla otra vez”. Entrevista realizada a Carmen (seudónimo) en Madera, California, 01/09/2010. Discriminación escolar: “La escuela primaria bilingüe de indígenas, no era precisamente de indígenas porque ha-

Guerrero

INDÍGENAS MIGRANTES, UNA REALIDAD EN MÉXICO Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan

La Montaña está conformada por más de 600 comunidades y 19 municipios de los cuales 11 están catalogados como de alta marginación; son las demarcaciones municipales más pobres de México. El Centro Tlachinollan realiza el grueso de su trabajo en esta región, que concentra la mayor parte de la población indígena del estado de Guerrero. Aquí se ubican los territorios de los pueblos indígenas na savi (mixtecos), me’ phaa (tlapanecos) y nauas. De esta manera, Tlachinollan ha documentado que la situación de los derechos humanos de las y los migrantes indígenas jornaleros agrícolas de la región Montaña es una de las más graves y menos atendidas, tanto por las autoridades gubernamentales como por los organismos internacionales. Muchas familias indígenas migran temporal y permanentemente a 17 campos de cultivos agrícolas que se encuentran especialmente en los estados de Sinaloa, Sonora,

Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Nayarit, Colima, Zacatecas, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, San Luis Potosí, Hidalgo, Morelos, Estado de México y Querétaro, así como en Ciudad Altamirano (en la parte de la región de Tierra Caliente, entre el estado de Guerrero y Michoacán). Una migración que se ha convertido en una estrategia de sobrevivencia. Lo anterior se observa en los mecanismos de contratación, en el traslado y/o trayecto del lugar de origen hasta los campos agrícolas, así como en las condiciones de trabajo y de vida en los predios. La situación de la población jornalera en nuestro país generalmente no forma parte de la agenda pública en materia de migración y de derechos humanos. Más bien se ha visto limitada a un discurso de responsabilidad social empresarial, de erradicación del trabajo infantil agrícola y de la entrega de distintivos agrícolas y/o certificación de la mano de obra migrante; lo que permite la reproducción de la sistemática violación de los derechos humanos de esta población que combina sus ciclos migratorios con los ciclos de cultivo. Tlachinollan conjuntamente con el Consejo de Jornaleros Agrícolas de la Montaña (CJAM), hemos documentado desde 2007 la migración de más de 66 mil jornaleros y jornaleras.

A partir del registro de la migración de miles de familias jornaleras de la Montaña a los campos agrícolas de México, el Centro ha documentado la persistencia directa o indirecta del trabajo infantil a pesar de las prohibiciones que establece la ley. En algunos zonas, la actividad laboral de niñas, niños y adolescentes menores de 15 años de edad no está sujeta a un salario, es decir que dentro de la jornada de trabajo que realizan los adultos, ellos tienen que recolectar el producto e integrarlo al de sus padres, al de algún familiar o un conocido. Su actividad es un complemento del salario que perciben los adultos.

En ese sentido, la presencia de niñas, niños y adolescentes en los campos agrícolas también está relacionada con las estrategias productivas y de administración laboral de los agricultores que han hecho un uso extensivo de esta mano de obra. Si bien en años recientes la problemática del trabajo infantil ha cobrado visibilidad, las políticas públicas impulsadas en este renglón parecen concebir que el problema se resuelve prohibiendo el ingreso de niñas, niños y adolescentes a los campos. Pero mientras el salario de los padres siga sin ser remunerador, no se amplíe la red de estancias infantiles y escuelas, no mejoren las condi-

ciones laborales y de vida y no se garanticen los derechos laborales, esta prohibición es insuficiente y sólo traslada el trabajo infantil a los campos que están en la informalidad, esta situación pone en riesgo la salud, la integridad e incluso la vida de estos pequeños. De enero de 2007 a junio de 2015, el Centro Tlachinollan ha documentado la muerte de al menos 44 infantes y dos adolescentes originarios de la Montaña de Guerrero. Son fallecimientos ocurridos en los campos agrícolas de Sinaloa, Sonora, Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí, Chihuahua, Michoacán, Jalisco, Zacatecas, Mo-

FOTO: Édgar Lima

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n el estado de Guerrero, al sur de México, se ubica el Centro de Derechos Humanos de la Montaña (CDHM) Tlachinollan, una organización de derechos humanos que trabaja desde 1994 en la región Costa-Montaña. La oficina central está en la ciudad de Tlapa de Comonfort (región Montaña), y hay una oficina regional en el municipio de Ayutla de los Libres.


18 de julio de 2015 bía mestizos y de todo, pero nada más hablaban español y mixteco, entonces para los niños que eran del mixteco sí era ventaja, pero en el caso mío no, ahora ya en ese cambio yo ya tenía que aprender obligatoriamente mixteco, triqui que de ley, y español, entonces yo me quedaba ¡chin! Aprendí muchas palabras en mixteco, y los números del cien hasta el mil eran consecutivos, sólo agregabas una palabra, era como tipo inglés, cuando tu decías one, two, three, hasta el diez, entonces del diez ya viene el once y del veinte, treinta, cuarenta, agregas, agregas nada más, así era el mixteco, y cosa que en triqui no es así”. Entrevista realizada a Alicia (seudónimo) en el Valle de San Quintín, 30/08/10. Estos fragmentos de historias de vida, muestran el escenario social, cultural, laboral y económico al que se enfrentaron esos jóvenes al llegar a las regiones de trabajo. Las relaciones sociales, impregnadas de discriminación, marcaron sus biografías, dejando también una mi-

relos y Estado de México. Las causas han sido diversas: accidentes por riesgo de trabajo, al ser atropellados por camiones recolectores o camionetas que circulan dentro de los predios; falta de atención o negligencia médica; accidentes durante los traslados del campo a sus viviendas; picaduras de animales ponzoñosos; desnutrición crónica, y partos prematuros que no recibieron atención médica oportuna. Respecto de la educación que se debe de impartir a la niñez indígena jornalera, sólo se observan las acciones concretas en el corto plazo que intentan mitigar los bajos niveles educativos presentes en las zonas más marginadas de México, en particular las indígenas y a nivel primaria. La educación secundaria, media superior y superior no han sido objeto de preocupación por parte de la política educativa de nuestro país, ya que las acciones del Estado se han centrado fundamentalmente en la atención de estos niños, niñas y adolescentes en la educación preescolar y primaria. La población jornalera está expuesta a riesgos físicos. Es recurrente que enfermen por alguna intoxicación por el contacto con los plaguicidas, agroquímicos, pesticidas o fertilizantes. A todo esto se suman mordeduras o piquetes de fauna nociva, así como salpullido, fracturas, caídas, quemaduras de piel, insolaciones y otros males por la exposición cotidiana al sol, entre otras. Esta población no accede a esquemas de seguridad social y por tanto hay una nula cobertura para los casos de accidentes y decesos por ries-

7 rada crítica sobre las condiciones a las que se vieron sometidos ellos, su familia, sus padres, tíos y abuelos. Entre los jóvenes entrevistados, encontramos una mirada discordante, disonante, sobre su futuro como nueva generación anclada al mercado de trabajo agrícola. Desde su punto de vista, sus abuelos y padres, abuelas y madres allanaron el camino trabajando arduamente en los campos agrícolas. Es una labor que los jóvenes reconocen; sin embargo, de manera crítica, también suscriben la importancia de desincorporarse de este campo laboral, pues coinciden en que aún falta mucho para que represente una fuente digna de trabajo para ellos y los que vienen. *Los relatos que aquí se muestran fueron tomados en una estancia de campo realizada por la autora en un periodo de 2010-2011, en las regiones del Valle de San Quintín, Baja California, y Madera, California. Se solicitó a un grupo de jóvenes la historia de su vida desde el momento en que salieron de su pueblo hasta la vida actual. De esta manera, los fragmentos de entrevista aluden a una parte de la vida infantil de su biografía.

gos de trabajo. En algunos estados se han reportado decesos que no son atendidos a cabalidad. En estos casos, con frecuencia los agricultores no asumen la responsabilidad de cubrir los gastos y las indemnizaciones respectivas, además de la falta de cobertura institucional. Cabe mencionar que en algunos campos agrícolas las viviendas donde habitan no cuentan con instalaciones dignas ni con servicios básicos y adecuados. En algunos estados, las familias jornaleras rentan bodegas abandonadas o casas en obra negra o en ruinas, donde llegan a vivir en promedio de 20 a cien personas. Ante este escenario, las autoridades no supervisan y no garantizan que los empresarios u agricultores asuman su responsabilidad y no dan la atención debida. Estos patrones de violación a derechos humanos son constantes ante una política pública en donde el Estado mexicano se ha limitado a crear programas para atender la situación de la población jornalera, como es el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (PAJA), de la Secretaría de Desarrollo Social; el de Movilidad Laboral, del Servicio Nacional de Empleo, o los educativos como los del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), entre otros. Sin embargo, estos programas carecen den un enfoque integral, lo que impide que las causas estructurales del éxodo de las familias indígenas sean atendidas de raíz. Iniciativas y propuestas existen, sólo es necesario asumirlas, y hacerlo con un enfoque de respeto a los derechos laborales de este sector de la población.

Guerrero

LA VIDA DE LOS JORNALEROS DE ATZACOALOYA Martín Tonalmeyotl

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ertenezco a una familia de campesinos. Mi padre es campesino, yo soy campesino y casi toda la gente de Atzacoaloya y sus alrededores lo es también. No todos somos jornaleros agrícolas. Pero mis primos por parte de mi papá, la familia de los Márquez, los vecinos de apellido Patricio y los Chalma, entre otros tantos apellidos, sí son jornaleros. Cada temporada de trabajo se reúnen en familias completas para ir a trabajar a los campos de Sinaloa, de Sonora o de Baja California. Mi primo Zacarías fue varias veces a la casa a invitar a mis papás para que nos alistáramos y fuéramos a ganar un poco de dinero. Nos decía que, como éramos siete hermanos, ganaríamos lo suficiente para hacer una casa de material en menos de un año. Que allá no era necesario estudiar. A mí también me decía que convenciera a mi padre. Que yo saldría ganando, no cargaría cosas pesadas porque tengo la secundaria terminada, que sólo sería el anotador y hasta ganaría más que los que se queman la cara al sol. El ejemplo clave era él, comenzó a llevar a sus hijos a los campos de Sinaloa desde los cuatro años, lamentaba de vez en cuando el tener niños tan pequeños porque decía que allá de seis a ocho años se les comenzaba a pagar un incentivo ya sea alimenticio o en especie. Que eso era bueno porque los niños aprendían a laborar desde pequeños, y conforme iban creciendo, la paga iba aumentando. Algunas veces llegué a pensar en convencer a mis padres porque en verdad hacía falta ese dinero en la casa. Además, en ese entonces ya estaba en el primer año de la prepa y el dinero para ir a la escuela apenas alcanzaba para mis pasajes. Mi madre, la más ambiciosa de la familia, estaba dispuesta a ir a trabajar para ganarnos un poco de dinero, pero como en la casa la última palabra la tiene mi padre, se negó a ir porque ha tenido experiencias no gratas en ese tipo de trabajos y su conclusión fue: “mientras tengas a un patrón enfrente, las cosas nunca son como te las pintan”. Total, mi primo no pudo convencer a mi padre y nos quedamos trabajando en nuestras pequeñas parcelas. Al regreso de unas temporadas mis primos volvieron a visitarnos a la casa con la misma intención de llevarnos a Sinaloa, y fue aquí donde mi prima,

enfrente de su esposo, dijo que no creyéramos todo lo que nos contaba Zacarías, porque la realidad allá es cruda y diferente a como se suele contar. La gente se levanta a las 4:00 de la mañana para preparar el almuerzo porque a las 5:30 o 6:00 de la mañana pasa la camioneta que lleva a los trabajadores a los campos donde laboran. Y seguía ella: “había días donde se almorzaba a gusto, pero en otras ocasiones sólo se comía lo básico para aguantar la jornada”. Además, esta familia, junto con todos sus hijos, no comía carne de manera constante porque allá llega muy poco y lo que llega es una carne embolsada y muy cara. Para ahorrar un poco, generalmente comían salsa de jitomate en todas sus variedades: jitomate con huevo, salsa de jitomate, queso con salsa de jitomate… y otras derivaciones del chile y los jitomates, productos de mala calidad que no pasaban la prueba para su exportación. Mi primo Zacarías, soñador y optimista, decía que “sí sale”, pero uno tiene que limitarse a comer cualquier cosa. De vez en cuando les llegaban a vender ciertos productos pero con un precio muy elevado. Recalcaba que aprovechar todas las horas extras de trabajo es lo que más deja dinero. Comentó que a sus niños los comenzaron a apoyar para que estudiaran, pero allá los hijos de campesinos como él no iban a la escuela porque los chamacos preferían ir al campo donde se les paga un poco y no a la escuela donde se gasta más de lo debido. La vida de mi primo con idas a los campos de Sinaloa comenzó hace más de diez años. Durante este tiempo ha hecho su casita de material. Su hijo mayor se casó con una jornalera hace aproximadamente dos años y siguen yendo a trabajar cada temporada. Su hija segunda se juntó con un jornalero de Oaxaca y sigue la misma rutina que el padre. Ninguno de sus hijos mayores tiene estudios, si acaso están por terminar la primaria los dos hijos más pequeños. Si se les preguntase cuál será su destino, estos pequeños dirían que sueñan con dejar de ser chiveros para apuntarse e irse a trabajar a esos campos agrícolas donde los padres laboran. Por ende, el futuro de estos niños está encaminado ya hacia esos campos donde la gente se enferma y hay poca o nula atención médica, donde hay patrones de caras regañonas, donde se vive en galera

y de montones, donde se come cuando no se tiene hambre y donde las señoras cocinan a sus esposos, sus hijos y demás personas que no llevan a sus parejas, para ganarse un poco de dinero. Donde pocos niños tienen ganas de estudiar y donde el tiempo de descanso sólo se da cuando hay revisión de ciertas autoridades que de vez en cuando llegan a pararse por ahí. Los jornaleros llegan al pueblo un poco diferentes. A veces se integran a los trabajos comunales y otras veces no se integran. Traen otras dinámicas de trabajo, sus hijos dejan de hablar el náhuatl y hasta les resultan raras las costumbres existentes en el pueblo. En ocasiones, los niños no saben si pertenecen a esas tierras donde crecieron trabajando o son de las comunidades donde los padres regresan a descansar después de las temporadas de trabajo. La vida agrícola de mis primos parece justa porque es un trabajo honesto, aunque ellos no saben que algunos de sus derechos fundamentales les son violentados, y no sólo los de ellos, sino también los de sus hijos, que tienen derecho a recibir una sana alimentación y una educación de calidad sin tener que trabajar. El caso de mi primo es particular; sin embargo, así como él hay cientos de casos de jornaleros agrícolas de los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Puebla. Eso habla de que la gente de nuestras comunidades, los niños de nuestras comunidades y las mujeres de estos lugares, no cuentan con los recursos mínimos necesarios para tener una vida digna y por eso migran a lugares como Sinaloa, Baja California y Sonora, estados con mayor producción agrícola tanto para los mercados mexicanos como para los de Estados Unidos. También son los estados donde los acaparadores de personas y los pequeños y grandes empresarios agrícolas explotan y condicionan a la gente a vivir de una forma miserable, mientras que ellos viven decorosamente en las ciudades y ni siquiera van a pararse a esas tierras enormes donde la gente es mal pagada y esclavizada por el trabajo. Desgraciadamente, la gente de los pueblos originarios, que es donde yo pertenezco, sigue sin enterarse qué es eso de la esclavitud y sigue reproduciendo y generando más hijos para ser trabajadores agrícolas.


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MÉXICO BÁRBARO Y FRONTERA SUR

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ulio de 2013. En un pueblo de la Costa Cuca guatemalteca, región cafetalera enclavada entre el Altiplano occidental y la costa pacífica. Es mi primer día de “campo”. Al llegar ahí me entero que unos pandilleros balearon una camioneta en la madrugada, dejando dos jornaleros muertos: un joven de 17 y su hermanita de ocho años, que se iban a trabajar. En la noche, la familia que me hospeda se reúne para recordar la muerte de su sobrino, asesinado también por la mara un año atrás. De ese lado de la frontera como del otro, el crimen organizado ha penetrado el campo, desarticulando poco a poco su tejido social. A pesar de ello, las familias campesinas siguen con la necesidad de cruzar la línea para ganarse la vida empleándose en las fincas chiapanecas. Rosa María lo ha hecho durante casi 20 años. En su humilde casa, me cuenta: “Nací en una finca. Mi papa era vaquero. No mucho iba yo a la escuela. Hasta los seis o siete años, no más. Me mandaban

a vender leche, a lavar los pantalones de mis hermanos, a dejarles su desayuno y luego su almuerzo. En la finca así estaba yo. Mi papa me compraba mis cuadernos, pero no mucho aprendí. No puedo hacer mi nombre. El dedo pongo porque no puedo, pue. […] Del otro lado, gané para mi terrenito. Para componerlo me cobraron 700 quetzales. También puse el drenaje. Todo eso estuve yo ganando, pues, porque yo no tenía nada […] No tengo yo para sembrar milpa. Sólo “una cuerda” [equivale en Guatemala a 25 varas cuadradas, 436.7119 metros cuadrados] compramos […] Si se va uno con un contratista, él saca el pase. Al llegar a la finca, él dice qué trabajo va uno a hacer. Al mes, ya llegan otros a trabajar entonces ya él se viene por acá. Y así siempre […] Cuando nos fuimos con el contratista iban como 600 personas. Al café, al banano, la papaya y el mango. Para varios lugares. Iba la gente con tres o cuatro niños. La gente pues se tira para allá porque allá hay trabajo. Cuando nos aburríamos de tanto trabajo, nos veníamos a descansar

FOTO: Coatevision

Fred Décosse Aix-Marseille Université / CNRS / LEST

un poco. Y volvíamos a ir. […] Los que van contratados les dan dos tiempos de comida, en cambio los que van de voluntarios tienen que comprar. Entonces cuando yo muy llegaba, que era voluntaria, pues compraba. La señora era buena gente: me daba lleno el plato. Y de ese plato tenía que darle a mis dos patojos [hijos]”.

No es tanto la diferencia de pago entre Guatemala y México que motiva el traslado de campesinos al otro lado –ya que esa es mínima, sobre todo cuando baja el quetzal-, sino la relativa abundancia de trabajo en las fincas chiapanecas y el hecho que la comida ahí sea “libre”. Aunque como lo explica Rosa María, lo anterior sólo ocurre cuando al jor-

nalero lo engancha un contratista. Personaje clave del reclutamiento y de la legalización de la estancia migratoria del peón, el habilitador es el primer eslabón de la cadena que ata al trabajador a una finca. Después de prometer maravillas a los jornaleros (buenas galeras, tres tiempos de comida libre y mucho café para cosechar), el enganchador

Guatemala - Chiapas

TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE GUATEMALA EN CHIAPAS Martha Luz Rojas Wiesner* y Hugo Ángeles** *El Colegio de la Frontera Sur **Investigador independiente

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os trabajadores y las trabajadoras agrícolas (TA) constituyen un flujo migratorio histórico entre Guatemala y México que llega principalmente a Chiapas, y en especial a la región del Soconusco, como parte de un proceso generacional. Sus abuelos, después sus padres, y ahora ellos y ellas con sus

hijos e hijas llegan a la región para trabajar en distintas actividades agrícolas. Se decía que el Instituto Nacional de Migración (INM) otorgaba durante la década de los 90’s (hasta 1997) alrededor de 65 mil permisos en promedio por año a los llamados visitantes agrícolas

guatemaltecos. Con una mejor sistematización de los datos, se comenzó a depurar las bases, de modo que en la década del 2000 ya se contaba con registros de personas y no de eventos. Hasta 1997, los y las TA se documentaban en el INM mediante una lista o “Relación de trabajadores” presentada por los contratistas de mano de

obra. Entre 1997 y 2008, este permiso colectivo o “global” se cambió a autorizaciones individuales, mediante la Forma Migratoria para Visitante Agrícola (FMVA), buscando “ordenar” los flujos migratorios en Chiapas. Entre 1998 y el primer lustro de la década del 2000 se transitó hacia la “credencialización” de los TA (en formato anual) y se comenzó a depurar los registros buscando hablar de personas y no de eventos. En 2008, se implementó la Forma Migratoria de Trabajador Fronterizo (FMTF). Ese año, se amplió la cobertura a los cuatros estados de la frontera sur y se incluyó a Belice como país de origen. Este permiso se extiende a trabajadores no agrícolas. A fines de 2012 (9 de noviembre) con la publicación del Reglamento de la Ley de Migración, la FMTF se convirtió en Tarjeta de Trabajador Fronterizo (TTF). De acuerdo con las estadísticas del INM, el volumen de trabajadores de Guatemala que llega al estado de Chiapas ha disminuido en los años recientes. Sin embargo, las cifras deben ser tomadas como una aproximación (ver gráfica). La tendencia da cuenta de otros factores que han afectado la afluencia de TA, como las crisis de los precios del café, el impacto de fenómenos

naturales en las unidades productivas, la reorientación de los flujos de Guatemala a otros destinos y la diversificación en las ocupaciones. A pesar de esta disminución, la presencia de tales trabajadores sigue siendo fundamental para la economía agrícola en un estado aún con vocación agrícola (cerca de 40 por ciento de la población en edad de trabajar en Chiapas se ocupa en el sector primario, según el censo de 2010). De manera complementaria, hay que advertir que también: 1) un número no determinado de TA carece de permiso migratorio y 2) otra proporción se documenta con un permiso que no les autoriza trabajar (como la Tarjeta de Visitante Regional). La migración de TA de Guatemala a la región del Soconusco ha sido de carácter estacional y de retorno (circular), los trabajadores se desplazan sólo durante periodos específicos, de acuerdo con los ciclos agrícolas de los cultivos de las unidades productivas a las que se dirigen. Históricamente, el café ha regido en buena medida la estacionalidad. La mayoría de TA se emplea en actividades de este cultivo, y de forma particular la mayor afluencia se produce en la época de cosecha (a fines y principio de cada año). En


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Por lo mismo, muchos jornaleros prefieren internarse a Chiapas por la libre, aunque bajo la presión del Tío Sam se ha militarizado bastante la frontera, obstaculizando cada vez más la tradicional movilidad de los mames de la Sierra Madre san marqueña. El testimonio de don Crescencio, campesino minifundista (milpa de media hectárea), oriundo de un pueblo de esa región fronteriza con Chiapas, es esclarecedor al respecto: “Allá sí nos maltratan. Ahí a los que están preparados, con papeles, les dan libertad. Los que no [tienen], nos persiguen y, a veces, nos mandan hasta aquí, a Guatemala. A mí me deportaron. Te meten a la cárcel hasta 30 días.

los lustros recientes se han diversificado los cultivos y el tipo de actividades que desempeñan, por lo que campos de plátano, mango, caña de azúcar, entre otros, también ocupan jornaleros de Guatemala. De acuerdo con la Encuesta sobre Migración en la Frontera Sur (EMIF SUR), los trabajadores son: 1) temporales o estacionales, guatemaltecos que vienen a México a trabajar por varios días o meses, y 2) residentes fronterizos que vienen a México a trabajar diariamente. Los y las TA constituyen la mayor parte del flujo del primer grupo, mientras que el segundo está constituido fundamentalmente por quienes se dedican al comercio ambulante y al trabajo doméstico. Los y las TA proceden principalmente de los departamentos guatemaltecos de Huehuetenango (65 por ciento), San Marcos (21 por ciento) y Quetzaltenango (7 por ciento). Los lugares de destino en Chiapas son principalmente: Tapachula, Frontera Comalapa, Suchiate y La Trinitaria. Sobre sus condiciones laborales, según los datos de 2013 de la EMIF SUR, la mayor parte de los TA (88 por ciento) percibió de uno a dos salarios mínimos (sm) por su trabajo; sólo una proporción muy reducida (9 por ciento), de dos a tres sm; cerca de uno por ciento corresponde a TA que reciben hasta un salario mínimo o menos, y un porcentaje similar no percibe remuneración.

A mí me tocó 15 o 20 día. Poco… Con los que están con deuda, con robo. Hasta que llenen la cárcel. Y yo, llorando, con hambre. Sí, me ha sucedido varias veces”.

Morelos

Sin embargo, el Instituto Nacional de Migración ni logra, ni busca impedir el paso de todos. Su papel es más bien –mediante unas deportaciones puntuales que funcionan como una espada de Damocles que pende sobre la cabeza de cada jornalero indocumentado- generar el miedo necesario a la aceptación de las malas condiciones de trabajo en la finca. A quien se queja porque el patrón no le ha pagado, le echan la migra. Al peón que se machetea el pie limpiando el cafetal lo despiden y lo llevan a la frontera. Y no son casos aislados, como lo confirma un ex voluntario de la casa del migrante de Tapachula: “Teníamos caso tras caso. Que hay 30, que hay 20, que hay 15, que en la finca no le pagaron, que le retuvieron, etcétera, etcétera. Hay un montón de casos”.

Adriana Saldaña Ramírez Universidad Autónoma del Estado de Morelos

¿Acaso el trato dado al peón de finca no recuerda lo que Turner describía en su México Bárbaro hace un siglo? Por algo el levantamiento zapatista surgió en Chiapas y por algo el agro ha sido el teatro de la lucha más digna y esperanzadora de los años recientes: la de los jornaleros de San Quintín.

El flujo migratorio de TA es principalmente de hombres, sin embargo también hay mujeres y niños, niñas y adolescentes, quienes no siempre son captados en la modalidad de trabajadores o de ayudantes. Hay una proporción que sólo se capta como “acompañantes”, a pesar de que, en la práctica, son trabajadores o bien contribuyen a la reproducción social de sus propias familias y, por tanto, son mano de obra que desempeña labores en condiciones de precariedad.

ASENTAMIENTOS DE JORNALEROS AGRÍCOLAS EN LA REGIÓN ORIENTE

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os cambios en los patrones migratorios y en el perfil del jornalero en los años recientes son expresión de una mayor precarización de las condiciones de vida de miles de familias que venden su fuerza de trabajo en mercados laborales agrícolas. La región oriente de Morelos, particularmente el ejido de Tenextepango, ubicado en el municipio de Ayala, ha atraído a trabajadores extra-regionales desde mediados del siglo XX por su dinámica agrícola basada en la producción de hortalizas en manos de pequeños productores. Se trataba de familias empobrecidas de la Mixteca oaxaqueña y poblana y de la Montaña de Guerrero, que se integraban a las cosechas entre noviembre y abril. Al término de la temporada éstas regresaban a sus comunidades de origen donde desempeñaban actividades agropecuarias. Este panorama cambió de manera significativa a partir de la segunda mitad de los años 90’s, pues un gran número de familias se asentó en el ejido, lo que no significó el fin de sus rutas migratorias, sino un punto de partida hacia otras regiones agrícolas. Así, el patrón migratorio pendular estacional, del lugar de origen al de trabajo y luego de regreso, se ha transformado a uno de migración-asentamientomigración, lo que se expresa en un cambio en el perfil del jornalero-campesino a un jornalero de tiempo completo.

Si bien en el lustro más reciente se han impulsado algunos programas gubernamentales que han dado apoyos (por ejemplo, de la Secretaría de Desarrollo Social) para mejorar las instalaciones y la infraestructura para albergar a TA en las fincas, esto no es generalizable, de tal forma que la mayoría de las instalaciones tienen deficiencias y están en condiciones precarias de alojamiento.

Para dar una idea de estos cambios, en 1990 el IX Censo de Población y Vivienda registraba en Tenextepango, y en las dos primeras colonias de asentados, una población total de ocho mil 41 habitantes. Diez años después, las colonias de asentamiento se incrementaron a nueve y junto con Tenextepango sumaban diez mil 184 habitantes. Para 2010 la población aumentó a 11 mil 982.

Por ello, las autoridades laborales deben realizar las supervisiones necesarias en los lugares de trabajo para garantizar que los empleadores cumplan con proporcionar a los trabajadores las condiciones de un trabajo decente, tal como lo marcan la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y los acuerdos internacionales que ha suscrito México, en particular la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares.

El asentamiento de los jornaleros ha seguido un mismo patrón: en un primer momento la familia renta un espacio para vivir donde hay alguna construcción en “obra negra” o terrenos donde levantan sus “casitas de basura”, es decir, construcciones con materiales encontrados en las barrancas o en los campos de cultivo. Una vez que se ahorra una cantidad significativa de dinero, se compra un terreno donde se construye nuevamente una “casita de basura” hasta que logran

FOTO: Reydocbici

recoge sus identificaciones para tramitar los pases (Documento Migratorio de Visitante Agrícola), los cuales son entregados al administrador al llegar a la finca. La retención de sus documentos obliga a los jornaleros a quedarse ahí, incluso cuando fueron engañados. Si no hay tanto café que “tapiscar” (cosechar), tienen que seguir trabajando allí y endeudarse en la tienda de raya que, al igual que en la época porfiriana –y a pesar del hecho de ser prohibida por la Ley Federal del Trabajo-, impone precios muy altos, ya que el aislamiento de las fincas la coloca en una posición de monopolio.

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edificar poco a poco una casa de loza. La duración de cada etapa es variable, hay a quienes tan sólo estuvieron cinco años pagando renta y otros que permanecieron hasta diez o 15 años en esta situación hasta que pudieron comprar un terreno. “Nosotros llegamos a Tenextepango hace 18 años, tenemos como 13 años en este terreno. A principio fue difícil porque la casita primero era de carrizo y después, poco a poco, con ayuda de los hijos que trabajaban, hicimos la de material” (testimonio FR, Tenextepango 2011). Actualmente se observan familias que pasan por diferentes momentos del proceso de asentamiento. Las colonias cuentan con diferentes niveles de urbanización, lo que depende de su temporalidad y de los diferentes programas de gobierno de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) que han otorgado apoyos para la infraestructura. La estrategia de las autoridades locales ha sido reconocerlas como “colonias indígenas” para captar recursos que les permitan dotar de servicios a los nuevos pobladores. Cada una de las colonias se ha conformado como un espacio multicultural, ya que se encuentra población inmigrante mestiza e indígena (nahua y mixteca). Ello ha provocado que en éstas se establezcan formas de convivencia diferentes a las de sus pueblos de origen, aunque

se reproducen algunos aspectos como la organización familiar y las fiestas en torno a un santo patrono, por mencionar algunas. Los nativos de Tenextepango admitieron a estos migrantes en su condición de trabajadores temporales en la estructura económica. Sin embargo, cuando comenzaron a residir en la localidad, los veían como vecinos molestos que además de ser sus trabajadores eran pobres e indígenas. Fueron recibidos sin mucho entusiasmo, aunque paradójicamente permitieron su asentamiento ante la venta de amplias extensiones de terrenos de temporal del ejido. Apelativos como “guerreritos” o “oaxacos” dan cuenta de su distancia cultural, a pesar de su cercanía física. En general, la convivencia ha sido tranquila con algunos momentos de tensión, que no han derivado en enfrentamientos en que los inmigrantes reclamen por la manera en que son tratados en la vida cotidiana y en los espacios de trabajo. Éstos han aceptado condiciones de explotación y discriminación debido a su situación vulnerable que resulta de su estatus migratorio, adscripción étnica y dominación cultural. A partir de estos asentamientos, un gran número de inmigrantes ha articulado desplazamientos hacia otras regiones agrícolas en Hidalgo, Sinaloa y Sonora, resultando en una movilidad permanente. Otros, que han dejado de migrar, complementan el trabajo en el campo en Tenextepango con actividades en los servicios o pequeños negocios.


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MIGRACIÓN, PRECARIEDAD Y SINDICALIZACIÓN EN LA AGRICULTURA GLOBALIZADA Celso Ortiz Marín Profesor-investigador, Universidad Autónoma Indígena de México en Sinaloa cortizcelso@hotmail.com

El fenómeno migratorio, hoy en día, involucra a un número creciente de mujeres, niños y jóvenes, y abarca a la mayoría de los

estados del país, incluidos los que tenían escasa tradición migratoria, como Veracruz y Chiapas. No obstante, no existen cifras exactas del número de jornaleros agrícolas que acuden a emplearse a las empresas agrícolas. Algunas estimaciones calculan en 3.2 millones el número de jornaleros agrícolas en el país y de ellos 1.2 millones migran a diferentes zonas agrícolas para la cosecha de flores, frutas, hortalizas, caña de azúcar o café, entre otros productos que generan una importante demanda de mano de obra proveniente de los estados más pobres del país, como Chiapas, Veracruz, Guerrero, Oaxaca e Hidalgo, zonas donde hay una gran concentración de grupos indígenas. Los principales grupos étnicos que encontramos entre ellos son: mixtecos, zapotecos, triquis, tlapanecos, amuzgos, náhuatl, purépechas, tarahumaras y tepehuanos. La mayor parte de los trabajadores agrícolas son monolingües y su educación formal es de primaria incompleta.

La contratación de los trabajadores agrícolas se ha dado por dos mecanismos: por un lado, los empresarios del campo mandan contratistas a los lugares de origen de los jornaleros, quienes son trasladados en camiones con pésimas condiciones mecánicas, hacinados y si bien les va se les ofrece una comida durante el viaje, el cual, dependiendo la zona agrícola, puede durar entre 35 y 40 horas. Por el otro lado, desde principios de la década de los 80’s, los propios empresarios y las autoridades en turno han impulsado el asentamiento de miles de jornaleros en pueblos cercanos a los campos agrícolas, ya que esto reduce los costos de traslado, pero al mismo tiempo propicia la subcontratación laboral.

FOTO: Joseph Sorrentino

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esde principios del siglo XX, los pobladores del medio rural han constituido una fuerza de trabajo con gran movilidad, que se ha dirigido hacia las zonas agrícolas de mayor desarrollo económico. No obstante, a partir de la década de los 80’s del siglo pasado, el fenómeno de la migración se ha incrementado debido a las políticas implementadas por los gobiernos neoliberales con respecto al campo mexicano, que retiran los apoyos gubernamentales y debilitan al agro en la producción de granos básicos, que no es competitiva comercialmente, y que por otro lado fomentan la inversión de capitales extranjeros en agro-empresas que generalmente producen frutas, flores y hortalizas para la exportación, principalmente para Estados Unidos.

Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM). En la actualidad, los sindicatos, a pesar de poseer la titularidad de los contratos colectivos con las empresas agrícolas, carecen de relevancia en la defensa de las condiciones laborales de los trabajadores agrícolas, pero sí les cobran entre dos y tres pesos

Cualquiera que sea la forma de su contratación, todos los jornaleros agrícolas son sindicalizados por la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Confederación Nacional Campesina (CNC) y la

semanales de cuota sindical. Cada temporada surgen conflictos con los empresarios por falta de pago, liquidaciones y traslado a sus lugares de origen, sin embargo los sindicatos no intervienen porque están al servicio del capital. De ahí, que la acción sindical haya perdido la eficacia que años atrás

¿ES POSIBLE PRODUCIR ALIMENTOS EN CONDICIONES JUSTAS Y CON TRABAJO DECENTE? Sara María Lara Flores Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM tarias donde el control es ejercido por los distribuidores. Se trata de enclaves agrícolas altamente modernizados, independientemente del lugar donde se encuentren instalados, al punto que sería di-

fícil distinguir en una foto cuál empresa productora de tomates o de fresas está en México, en Marruecos, en California o en Murcia. Todos ellos compiten por ganar los mercados donde se

concentra la demanda. Por ejemplo, en el continente americano, la principal demanda se ubica en Estados Unidos, por lo que las zonas productoras de uva de mesa de Sonora compiten con los valles de Cochella y de San Joaquín, en California y con la uva chilena. No obstante la sofisticación de las tecnologías que utilizan, un común denominador de los enclaves agrícolas modernos son las condiciones laborales que ofrecen a sus trabajadores, de allí la pregunta: ¿Es posible producir alimentos en condiciones justas y con trabajo decente?

FOTO: Guadalupe Casimiro Sierra

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oy en día la producción de alimentos frescos se encuentra concentrada en ciertas regiones del mundo, organizada por cadenas globales agroalimen-

Es común considerar que es el carácter altamente perecedero de los productos agrícolas frescos, especialmente de las frutas y las hortalizas, y los ritmos que establecen sus ciclos productivos, lo que propicia que la demanda de mano de obra en estos cultivos sea estacional e intermitente, haciendo que la organización del trabajo, y por tanto las leyes que lo regulan, tengan que ser muy flexibles. Esta situación deriva regularmente en una “flexibilidad salvaje”. Es decir, en condiciones de trabajo sumamente precarias e “indecen-

tes”, pues prevalecen los contratos verbales, horarios que exceden las ocho horas diarias, el pago a destajo o por pieza, la falta de descanso semanal o de vacaciones y, por supuesto, la carencia de servicios de salud y de protección social para los trabajadores. Todo ello da cuenta de que la competitividad de estos enclaves se sustenta en el uso depredador de la mano de obra que hacen las empresas, de la misma manera que depredan el ambiente (desertificación o salinización de tierras, contaminación ambiental por desechos, etcétera). Igualmente, es común encontrar que los trabajadores agrícolas sean migrantes internos o internacionales y que los empleadores argumenten que la insuficiencia de mano de obra local los lleva a buscar trabajadores migrantes. Sin embargo, la realidad es que la mano de obra local no acepta someterse a la precariedad laboral que se ofrece a los migrantes. Mucho menos aceptaría las condiciones de vida y de alojamiento en las que regularmente viven los jornaleros, se trate de México, Estados Unidos, España, Francia o Italia, prevaleciendo el uso de campamentos donde los jornaleros


18 de julio de 2015 cho de asociación en la agricultura” (ratificado en 1937); el Convenio 110 “Condiciones de empleo en plantaciones” (ratificado en 1960); el Convenio 141 sobre las “Organizaciones rurales y su función en el desarrollo económico y social (ratificado en 1978), y el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes, firmado en 1991.

Tal organización abre una esperanza para que miles de jornaleros agrícolas gocen de los derechos laborales estipulados en la Constitución de 1917, en la Ley Federal del Trabajo y en los Convenios Internacionales que ha suscrito México. Actualmente, el artículo 123, apartado A de la Constitución, y la Ley Federal del Trabajo (LFT), en sus artículos 279-284, son las fuentes principales del derecho laboral en México. Pero las condiciones mínimas de que disponen los trabajadores agrícolas migratorios, sobre asociación, están convenidas en la LFT, en sus artículos 356-7. Asimismo, México ha ratificado diferentes convenios internacionales en relación con la agricultura, entre ellos los de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como son el Convenio 11 “Dere-

No obstante, un riesgo dentro de las organizaciones étnicas de los trabajadores agrícolas es que el poder de decisiones y control recae en un solo líder. Por ello, se hace necesario impulsar y recuperar, en los lugares de asentamiento de los jornaleros agrícolas, como San Quintín, las asambleas comunitarias. Es allí que se debe elegir democráticamente a los representantes que funcionarán como delegados sindicales, quienes sólo deberían fungir como portavoces de la asamblea comunitaria. La no elección democrática de los líderes en asamblea llevará al fracaso a la organización sindical, porque se estaría reproduciendo el sindicalismo urbano, donde la toma de decisiones recae en una sola persona que no es elegida democráticamente por la base social. Es hora de trasladar la organización comunitaria a la sindicalización de los jornaleros agrícolas.

son hacinados y obligados a permanecer. Cabe mencionar los casos extremos en donde se encuentran prácticamente en cautiverio, porque no se les permite circular con libertad y son vigilados por camperos o mayordomos a fin de evitar “las fugas”. De tal modo que las “casitas de basura”, como las llaman Kim Sánchez y Adriana Saldaña, las cuarterías en barrios o en colonias de jornaleros, representan un aliento de libertad.

dos de basura y roedores, etcétera); cuando no se les ofrece un sistema de seguridad social; cuando sus salarios apenas alcanzan para comer y muchos de ellos padecen desnutrición; cuando las jornadas son tan extenuantes que pueden morir en el surco; cuando ante cualquier intento de organización sindical, se contratan otros trabajadores aún más pobres y necesitados creando mercados cada más segmentados étnica o sexualmente.

Actualmente el mercado mundial de productos frescos se rige por una normatividad internacional tendiente a garantizar su inocuidad (Food, Drug and Insecticide Administration en Estados Unidos, y EUREPGAP en Europa). Con ello se busca que la salud de los consumidores esté exenta de todo riesgo de contaminación. Estas normas han significado mayores exigencias de cuidado en la realización de diferentes tareas.

Sin duda, la huelga realizada por los jornaleros de San Quintín representa un hito en la historia actual de los trabajadores agrícolas en México. Pero hay que decir que las condiciones de posibilidad que ellos han tenido para organizarse están dadas porque son jornaleros ya asentados en las colonias y porque cuentan con redes sociales basadas en la solidaridad étnica tanto en Baja California como en Estados Unidos. Esta novedosa situación les ha permitido dialogar entre sí para estallar una huelga y convenir con otros grupos la solidaridad que supone lanzarse a un boicoteo. No obstante, hace falta extender una acción que incluya a los migrantes, a los indocumentados, a los que no tienen nada que perder y por ello están dispuestos a trabajar y a vivir en las peores condiciones. Hace falta también que los consumidores exijamos alimentos producidos en condiciones justas y con trabajo decente.

Así, a la intensificación en los ritmos de trabajo para incrementar la productividad y lograr competir en los mercados mundiales, hoy se agrega una estricta vigilancia no sólo en la manera de vestir y en la higiene de los trabajadores, sino en los movimientos que realizan. La paradoja es que se exige limpieza y sanidad de los jornaleros, cuando laboran y viven en condiciones de gran precariedad (baños insuficientes y sucios, falta de agua limpia para asearse, espacios infesta-

EL SINDICALISMO EN EL CAMPO: UNA HISTORIA OLVIDADA Hubert C. de Grammont Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM

FOTO: Joseph Sorrentino

tuvo y, en su lugar, cobren mayor relevancia las organizaciones étnicas de trabajadores agrícolas entre los migrantes asentados. Tal es el caso en Baja California del surgimiento de la Alianza de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la Justicia Social, en marzo de 2015, que se propone mejorar las condiciones de vida y la defensa de los derechos laborales de los jornaleros agrícolas por medio de la creación de un sindicato nacional.

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as luchas de los jornaleros agrícolas para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo ya tienen una larga historia. Sin embargo, a pesar de algunos esfuerzos para reconstituirlas, hemos de reconocer que se trata de una historia casi olvidada. Como si aquellos testimonios de algunos testigos de la época del porfiriato (¿quién no conoce el libro de John Kenneth Turner, 1911?), o los estudios de algunos historiadores, fueran cosa de un pasado ya superado. El movimiento que desde marzo de 2015 iniciaron los trabajadores agrícolas en San Quintín, Baja California, ha vuelto a poner en la mira a este sector del campo mexicano, sistemáticamente olvidado por el Estado mexicano. En aquella época, sabemos por algunos periódicos del momento y por fuentes del Archivo General de la Nación, que no terminaba aún la Revolución cuando ya estaban surgiendo huelgas, en particular en las grandes haciendas agroindustriales, como las azucareras de diferentes partes del país (Sinaloa, Michoacán, Morelos, Veracruz), las algodoneras de La Laguna, o las haciendas henequeneras de la Casta Divina de Yucatán, en donde trabajaban más de 80 mil peones. Después de la Revolución, la lucha de los jornaleros agrícolas se difundió en muchas partes del país con el impulso de diferentes tendencias políticas, entre otras: los anarcosindicalistas, reagrupados en la Casa del Obrero Mundial, los militantes del Partido Comunista Mexicano o los sindicalistas de la Confederación Mexicana de Obreros Mexicanos. Igualmente, las llamadas “Sociedades Obreras” surgieron en muchas partes del país, aunque tuvieron normalmente un carácter efímero y desaparecieron pronto, sea porque lograron algunas de sus demandas o porque no pudieron resistir la represión que no se hacía esperar por parte de las guardias blancas (guardias creadas por los propios empresarios), de la policía municipal o del propio ejército. Un ejemplo que nos puede dar una idea de la fuerza que lograron en esa época los jornaleros, insatisfechos por sus condiciones de vida y trabajo, es el de la hacienda algodonera de Santa Teresa (Comarca Lagunera), que empleaba unos 15 mil pizcadores, cuatro mil de ellos organizados en la Sociedad Mutualista Defensora del Proletariado, quienes en 1920 estallaron una huelga porque la hacienda decidió bajar sus salarios sin aviso previo. La respuesta inmediata fue que, además de mantener el sueldo anterior, los dirigentes fueron encarcelados en el cuartel militar regional, las familias de los trabajadores involucrados fueron expulsadas

de las haciendas y se contrató a más de tres mil trabajadores para reemplazar a los huelguistas. Por su parte, la Cámara Agrícola Nacional acusó a un diputado local de propagar ideas socialistas y de ser el responsable de la huelga. Las peticiones de los huelguistas reflejaban bien las carencias que padecían. Algunas de ellas eran: jornadas legales de ocho horas (en vez de 12-13 horas) para los adultos y de seis horas para los niños, descanso semanal de día y medio, salarios pagados en efectivo en la finca en donde se trabaja, fin de las tiendas de raya, viviendas decentes, salud y educación para sus hijos. Algunas de estas demandas fueron apoyadas por el Departamento del Trabajo, pero otras fueron rechazadas como las de salud y educación. Hoy en día, algunas de esas demandas siguen siendo enarboladas por los jornaleros de San Quintín. Sin duda, desde ese entonces el papel de los enganchadores fue la mejor arma para acabar con los movimientos laborales de los jornaleros. El negocio del enganche era muy lucrativo. Encontramos que, en 1913, el señor A. Buches Tavares, verdadero traficante de hombres, ofrecía trasladar miles de trabajadores a cualquier finca de la República. Obligaba a los trabajadores a firmar contratos de no menos de cinco años. Si bien el hacendado debía adelantar el costo del traslado, éste se descontaba luego del salario de los jornaleros. El enganchador recibía un pago de cien pesos por cada hombre entregado, cuando el salario diario de un trabajador del campo era de 0.75 pesos por día. Por este precio se comprometía en reponer cualquier trabajador que no diera satisfacción a su patrón. Recordemos también la huelga nacional en todos los ingenios del país, tanto en las fábricas como en el campo, organizada por la CROM en 1936, que logró la firma de un contrato ley con la todopoderosa Unión Nacional Azucarera. Sin embargo, el éxito de la lucha de los trabajadores de la caña de azúcar fue excepcional porque se llevó a cabo en el contexto de las políticas campesinistas del cardenismo. Durante el siglo XX, si bien en forma esporádica y dispersa, los jornaleros agrícolas no dejaron de luchar por el reconocimiento de sus derechos laborales, pero fueron sistemáticamente reprimidos, encarcelados y, en no pocas veces, asesinados. Es por eso que, casi cien años después de la lucha de los peones de la hacienda de Santa Teresa, el movimiento de los jornaleros de San Quintín nos recuerda la historia de estas batallas, que despierta la esperanza en su organización.


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CONTRATISTAS Y ENGANCHADORES: VIEJAS Y NUEVAS FORMAS DE INTERMEDIACIÓN Kim Sánchez Saldaña Universidad Autónoma del Estado de México

FOTO: Joseph Sorrentino

FOTO: Joseph Sorrentino

ro. Ahora recluta el equivalente a dos camiones –80 trabajadores- y allá en los campos agrícolas será su supervisor, lo que significa que por cada caja que éstos cosechen, él recibirá una comisión.

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nrique trabaja para un contratista que ofrece cuadrillas de jornaleros a las empresas sonorenses productoras de uva de mesa, para tareas que demandan mucho trabajo por periodos muy cortos, como la cosecha. Como él, decenas de cuadrilleros organizan verdaderos batallones de jornaleros eficientes en todo el país, que viajan en autobuses, llegan a trabajar unas pocas semanas y luego regresan a sus pueblos, sin generar obligaciones contractuales a los empresarios. El pago a destajo logra con eficacia altos rendimientos y agotadores esfuerzos, pero el trabajo puede parecer atractivo debido a las con-

diciones de desempleo y escasez de fuentes de ingreso para muchos hogares rurales y campesinos. ¿Cómo funciona este sistema para suministrar trabajadores en los lugares y tiempos precisos? Enrique nos explica: “El contratista se encarga de ponerse en contacto con los patrones de allá, con los dueños. En cuanto ya está la fruta, él nos habla: ‘¿Sabes qué? Ya queremos la gente’, y ya nos avisa a nosotros para irnos para allá […] Ya nada más les digo [a los interesados]: para tal fecha nos vamos a ir y nos vamos a reunir para tal parte. Casi la mayoría de gente ya sabe dónde cargamos... Ahí llega toda la gente, a algunos

yo voy y algunos que no tienen en qué moverse, hay veces que yo llevo una camionetita, consigo una camionetita, para ir a traerlos para moverlos al lugar donde van a salir.” Enrique tiene 37 años y vive en un pequeño pueblo en el suroeste de Puebla, en una región que se ha convertido en un centro de concentración de jornaleros, que llegan desde distintos estados cercanos (Guerrero, Morelos y Puebla) para ir a cosechar uva, con estrictos estándares de calidad. Desde que tenía 20 años ha ido a Sonora, temporada tras temporada; primero como jornalero, con el tiempo, aprendió a “invitar” a sus paisanos, primer requisito para ser cuadrille-

Evento: Encuentro Regional Norte-Golfo por la Defensa del Agua y el Territorio Frente a los Proyectos de Muerte. Organiza: Varias organizaciones. Fecha y lugar: 20 y 21 de junio de 2015. Comunidad Emiliano Zapata de Papantla, Veracruz. Informes: encuentro_atv@ gmail.com / Twitter y Facebook: Corazón en Defensa del Territorio.

El empleo temporal agrícola de los jornaleros depende, por lo regular, de un enganchador o equivalente, pues su contratación rara vez se da de manera directa con el productor. “Los cabos”, en la zafra azucarera, fueron las figuras más conocidas. Hoy en día, además de la caña, en los cultivos que tienen como común denominador el trabajo intensivo manual, han surgido otras figuras similares que cumplen tareas logísticas diversas, desde enganchar en los pueblos y contratar los autobuses que transportarán a los jornaleros hasta fiscalizar el trabajo en los surcos. En los grandes polos de atracción de jornaleros –como Sinaloa, Sonora o Jalisco- estos intermediarios laborales forman complejas estructuras piramidales: en la cúspide está el contratista y en la base sus ayudantes que reclutan a los trabajadores, cada uno de ellos obteniendo un ingreso que se extrae del salario del jornalero. Esta organización permite a las empresas solucionar fluctuantes necesidades en la demanda de trabajo, pero también que la relación laboral sea poco transparente y que los empresarios eludan sus responsabilidades. Los reclamos de los trabajadores, cuando los hay, se concentran no en los patrones, sino en los intermediarios, pues cumplen su función como “amortiguadores” de esas demandas. No obstante, a la vez, contratistas y mayordomos son quienes ejercen las medidas coercitivas dentro y fuera de los surcos; más aún, no es raro que algunos de ellos engañen a los trabajadores para lograr sus objetivos, como expresa este jornalero oaxaqueño, que por ello decidió “fugarse” del campamento al que lo llevaron: “En el campo que yo llegué cultivan pepino, chile y todo. Me jugaron porque me dijeron que ‘Te vamos a pagar bien y buena comida’, y no es cierto porque cuando llegamos aquí nos daban cinco tortillitas o un plato de frijol y pues no nos llenaba, la verdad” (J, Sonora, 2013). Hay que decir, también, y los propios trabajadores reconocen, que prestan diversos servicios al ayudar a los jornaleros a insertarse en un medio ajeno al suyo. Una cuadrillera, veterana, menciona:

Evento: Foro en Defensa del agua y la Vida. Organiza: Varias organizaciones. Fecha, lugar y hora: 28 de junio de 2015, foro “Auditorio de Contla”, Calle Dolores Betancour s/n Contla Tlatlauquitepec, Puebla.

SUNÚ - Documental sobre uno de los mayores tesoros del mundo - https://vimeo.com/129924444

WEB - http://valoralcampesino.org/

“[…] Si tengo 25 de aquí de Las Tinas, el día que nos vamos a ir, yo busco transporte que los transporte, yo los pago. Allá si una gente se enferma, yo lo tengo que llevar para curar… o sea, siempre cuida uno que no les vaya a pasar algo porque ya es una responsabilidad que llevamos con ellos […] nosotros tenemos que mirar la manera porque su familia aquí sabe que nosotros nos lo llevamos”. De cualquier manera, si anteriormente algunos especialistas creían que la modernización del medio rural desplazaría los sistemas de enganche de antaño y sus prácticas informales, hoy en día, el crecimiento de dinámicas regiones agroindustriales, desde donde exportan productos frescos al mercado mundial, ha creado condiciones favorables para que viejas y nuevas formas de intermediación se multipliquen en diversos escenarios del campo mexicano.


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España

TEMPORERAS INMIGRANTES EN LOS CAMPOS ANDALUCES: LAS CADENAS GLOBALES DE LA DESIGUALDAD Alicia Reigada Universidad de Sevilla

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e decía que llegaba la agricultura moderna a Andalucía. La que dejaría atrás el paro y el éxodo rural que marcaron la crisis de la agricultura tradicional. La que convertiría a Andalucía en la California de Europa. Pero esa agricultura intensiva, que de forma rápida se expandió en los años 70’s y 80’s del pasado siglo, no trajo toda la riqueza y prosperidad que prometía. Los cultivos de fresas de Huelva y hortalizas de Almería trasladaron, también, la explotación laboral y las duras condiciones de vida ya observadas tiempo atrás en los campos californianos. El siglo XXI nos revela la otra cara de la globalización agroalimentaria. Convertidos en los principales exportadores de toda Europa, se olvida que tras las innovaciones tecnológicas y el aumento de la productividad se halla el trabajo –y las vidas- de los pequeños agricultores y jornaleros. Una agri-

cultura que en Andalucía, a diferencia de otros lugares del mundo, se sigue apoyando en pequeñas explotaciones que se sostienen, a su vez, en el trabajo migrante. Elisa, inmigrante ecuatoriana asentada en los campos de Almería, lleva más de cinco años trabajando en los almacenes de manipulación y envasado. Como el resto, su almacén no entiende de convenio, del pago de horas extras ni sindicatos.

Los meses de verano, cuando la temporada agrícola toca a su fin, se emplea como trabajadora doméstica interna, al cuidado de una persona mayor, en la misma localidad en la que trabaja empacando hortalizas. Este año ha sido despedida del almacén porque le dicen que no hay trabajo, que se nota la crisis. En su empleo como interna, sin horarios ni contrato, cobra 600 euros al mes. Lleva cinco años sin viajar a Ecuador y sin ver a sus hijos.

Katarina llegó a los campos de fresas de Huelva hace más de una década, cuando dejó su Polonia natal para incorporarse al programa de trabajadoras agrícolas de temporada, implantado en 2001 en este cultivo. Bajo lo que se presentaba como el modelo ideal de la inmigración ordenada, fueron contratadas miles de mujeres procedentes de Europa del Este, primero, y de Marruecos poco después. En los años más activos del programa se llegó a contratar una media de 35 mil temporeras inmigrantes en los campos de fresas, hasta que a partir de 2009, ante la actual crisis económica, el gobierno comenzó a frenar el programa para dar salida a la mano de obra nacional. Que sean mujeres, de mediana edad, casadas y/o con hijos han sido los criterios seguidos para seleccionar bajo estas políticas lo que se considera el perfil de la trabajadora idónea. “Las mujeres dan menos problemas que los hom-

España

LOS TRABAJADORES EN LOS VIÑEDOS ESPAÑOLES Martha Judith Sánchez*, Inmaculada Serra**, Francisco Torres** y Elena Gadea *Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM y Universidad de Valencia **Universidad de Valencia ***Universidad de Murcia

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a elaboración y el consumo de vino han estado presentes en la vida y en la historia de los habitantes de España; el pan y el vino eran parte de su dieta. Ese consumo se enmarcaba en una agricultura familiar donde las familias tenían campos de cereales, hortalizas y sus viñas, y en forma conjunta se cultivaban. Todos se apoyaban para vendimiar; “el primo, el hermano, el sobrino, se juntaba la familia, vendimiaban todos juntos en familia, era casi una fiesta, más que un trabajo, se trabajaba, pero era una fiesta, una fiesta impresionante” (RD-5). También se recurría a jornaleros, pero de forma muy puntual. Igualmente, para la elaboración del vino, el trabajo era colectivo, sea familiar o con las cooperativas del pueblo. Con el auge en el consumo del vino a nivel mundial, la creciente competencia en un mercado global muy selectivo y con las políticas encaminadas a apoyar la producción y el posicionamiento del vino español en ese mercado, las prácticas anteriores han sufrido grandes transformaciones. Ha habido un proceso de reestructu-

ración productiva en el cultivo, la vendimia, elaboración y comercialización, que ha generado grandes transformaciones. Entre otras, el trabajo familiar en el campo ha quedado en el pasado. Ahora los migrantes que, residiendo o no en el lugar, son quienes se encargan de dichas labores. Las formas concretas que han adoptado estas transformaciones varían en las diferentes regiones de España. Los vinos de Ribera de Duero, por ejemplo, han alcanzado una fama importante, cuentan con bodegas de gran prestigio y constituyen una zona consolidada en el mercado mundial. La forma de trabajo en cooperativas ha quedado en el pasado. Por su parte, la región de Utiel y Requena tiene una importante venta de vino a granel, una creciente producción de vinos embotellados y de calidad y aparece como una zona emergente en el mercado global. En Utiel-Requena siguen siendo importantes las cooperativas. En ambas zonas se ha generado un mercado de trabajo dual y segmentado, donde el sector secundario está compuesto por los trabajadores migrantes.

Migrantes de diversos orígenes nacionales llegaron al país, principalmente desde la década de los 90’s. A partir del 2000 lo hicieron mediante programas de trabajadores temporales (“contratación en origen”). A pesar de las diferencias entre las dos zonas mencionadas, ambas comparten la forma en que se contrata y gestiona la mano de obra. En los dos lugares ha habido procesos de reemplazo étnico. Los trabajadores españoles “payos” y gitanos fueron sustituidos por marroquíes, inicialmente, y luego por latinoamericanos, rumanos o búlgaros. Cabe decir que desde hace 500 años hay gitanos en España, distinguiéndose entre los españoles “payos”, no gitanos, y los españoles gitanos. Con la conclusión de los programas y el asentamiento de algunos de esos migrantes, el mercado de trabajo se ha diversificado y ha fomentado la creación de nuevas estrategias. Son los migrantes asentados los que han podido ingresar a un empleo más estable en el campo: con empleo casi todo el año, con uno o varios patrones. Por otro lado, la demanda extraordinaria de la vendimia se cubre

con los migrantes que acuden puntualmente a la zona y mediante aquellos que se solicitan a las Empresas de Trabajo Temporal (ETT). Ese mercado de trabajo segmentado y en creciente competencia por lograr un empleo ha creado condiciones de mayor vulnerabilidad y precariedad para los trabajadores y una mayor violación de sus condiciones laborales. La crisis actual en España no ha generado una vuelta importante al campo de parte de los españoles. Bajos sueldos y penosas condiciones hacen que sólo en situaciones desesperadas y coyunturales ese trabajo represente una alternativa de empleo para los nacionales. Un grupo de jóvenes españoles comentaba: “Es la primera vez [que trabajamos en la vendimia] y es muy duro. Llevamos tres días, desde el lunes. [Somos] de Valladolid, estábamos en paro… Es duro esto, muy duro… Es una miseria… ya nos vamos”. *Proyecto “La expansión de zonas vitivinícolas y el trabajo inmigrante. Estudio comparativo en tres países: Estados Unidos y España Portugal”, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM. Investigación Científica Básica Conacyt 182648.

bres, tú manejas mejor 70 mujeres que 70 hombres […]. Son más humildes, creo yo, se lleva mejor”, señala un agricultor. “Una persona de 35 años y con una familia viene a ganar dinero, no se plantea otra cosa. [El que estén casadas o tengan hijos] te da facilidad a la hora del regreso, que tienen un arraigo en su lugar, tienen una familia... Por lo tanto tienes la garantía del regreso y tienes la garantía del trabajo”, plantea un técnico de una organización agraria. Lo que para ellos son ventajas, para las trabajadoras inmigrantes supone una vida dura llena de dolor. Así lo expresan las palabras de Mirela, una trabajadora rumana que vive, junto con otras nueve compañeras, en un pequeño alojamiento en la finca, a varios kilómetros de los pueblos: “Es muy difícil que una madre como soy yo [como todas, añade su compañera], sí, como todas, todas tienen niños en Rumanía, tienen familia, y es muy difícil. Yo trabajo aquí, mi marido en Rumanía, cuando él viene a trabajar aquí yo marcho a Rumanía... El gobierno de España no quiere trabajar con familias. Nosotros queremos trabajar con nuestro marido, patrón es el que no quiere”. Y esos eran los requisitos que cumplía Katarina: ser mujer, de mediana edad y con dos hijos en Polonia. Pero su experiencia nos recuerda que las estrategias de las mujeres inmigrantes no tienen por qué responder a los intereses y las expectativas de la patronal y del gobierno. Katarina es una de esas temporeras que, cansada de una vida nómada, no sólo no retornó, sino que reagrupó a sus dos hijos. Antes de desplazarse a la fresa emigró durante dos años a Alemania, donde cuidaba a una mujer anciana. Aunque las condiciones laborales en ese país eran mejores, dejó el trabajo “porque allí 24 horas, no tenía ni un día para salir, unas horas para hacer compra para mí y ya está. Sábado y domingo 24 horas con ella”. La historia de Elisa, Mirela y Katarina es la historia de vida de muchas temporeras inmigrantes que llegan a los campos de Andalucía. De aquellas trabajadoras que hallan en la emigración una vía, al tiempo de esperanza y de dolor, para mantener a sus familias e iniciar nuevos proyectos de vida. Para poder cuidar y alimentar a los suyos pasan, paradójicamente, a cuidar y producir alimentos para otros. Con su trabajo sostienen las cadenas globales agrícolas, pero también, las cadenas globales de cuidados. Las cadenas globales de la desigualdad.


18 de julio de 2015

14 España

JORNALEROS INMIGRANTES EN EL CAMPO MURCIANO Elena Gadea, Carlos de Castro y Andrés Pedreño Universidad de Murcia, España un empleo. Para los ecuatorianos, y para los inmigrantes en general,

FOTO: Antonio Ramírez

“vienes aquí y el trabajo no es un derecho, el trabajo es una obligación porque tienes que cotizar unos meses, porque si no cotizas esos meses a ti no se te renueva la tarjeta de trabajo, con lo cual, o estás trabajando o estás trabajando” (trabajador ecuatoriano).

Manifestación de jornaleros del campo, Murcia, España

L

a región de Murcia, en el sureste español, lleva décadas especializándose en la producción de frutas y hortalizas frescas para abastecer a los mercados del centro y norte de Europa. En este empeño no sólo ha debido garantizar la calidad de sus productos, sino también la de los cuerpos encargados de producirlos, peones de un ejército de reserva que la agroindustria precisa tener en sus campos, pero a los que sólo ofrece un salario precario e incierto.

La mayoría de inmigrantes que llegaban a la zona, en situación de indocumentación, se ocupaban en las pequeñas explotaciones agrícolas,

en la economía sumergida y con unas condiciones laborales marcadas por la precariedad y la extrema flexibilidad. Muchos permanecían en estas explotaciones hasta que conseguían los papeles, momento en que las abandonaban para acceder a mejores empleos. Este proceso de “fuga” ha constituido el itinerario laboral tipo de muchos trabajadores inmigrantes, pero también ha funcionado como mecanismo de sostenimiento de la economía sumergida y de reproducción de un ejército de reserva altamente funcional a los intereses empresariales. La legislación española de extranjería ha jugado un papel fundamental en estos procesos, ya que coloca a los trabajadores inmigrantes en una situación de vulnerabilidad, pues su estabilidad jurídica depende de la obtención y mantenimiento de

Los empresarios son conscientes de que la vulnerabilidad de los trabajadores inmigrantes es mayor en los primeros momentos del proceso migratorio, cuando muchos de estos trabajadores se encuentran en una situación legal precaria y las presiones del proyecto migratorio son mayores. En estas condiciones, es más fácil que los jornaleros acepten el trabajo en la economía sumergida, el salario por debajo de lo que marca el convenio, la cotización de menos horas de las realmente trabajadas, los destajos o el mantenimiento en situaciones de temporalidad más allá de lo que permite la legislación. El recurso a estas prácticas es un modo de contener los costes salariales, a

“Ya que no pueden estar cambiando nacionalidades como hacían al principio, ahora lo que hacen es rotar a los trabajadores, o sea, no hacerlos fijos, fijos-discontinuos, sino eventuales [...] porque cuanto más estables estén, más derechos te van a exigir y más te van a discutir las órdenes esas que das de mala forma” (responsable sindical, español). En la agroindustria murciana, como en muchas otras, las desigualdades de género, etnia y ciudadanía han posibilitado la creación y recreación diferenciada y constante, en el tiempo, de un ejército de mano de obra en la reserva para disciplinar la relación salarial y para adaptar la organización social del trabajo a las discontinuidades temporales de la producción y los ritmos de la distribución. Los jornaleros inmigrantes han engrosado, durante las dos décadas recientes, las cuadrillas en los campos; sin embargo, en la actual situación de crisis económica estamos asistiendo a un cierto retorno de los españoles al trabajo agrícola, en un contexto de ausencia de prestaciones y falta de alternativas. De este modo, gracias a la crisis económica, la agricultura salarial cuenta de nuevo con un ejército de mano de obra disponible, vulnerable y altamente disciplinado.

FOTO: Antonio Ramírez

La producción de esta fuerza de trabajo vulnerable, muy beneficiosa a las estrategias de los empresarios para abaratar los costes laborales, es un elemento fundamental en la competitividad de la agroindustria murciana.

Desde hace dos décadas, esta fuerza de trabajo es fundamentalmente extranjera. Con la entrada de España en la Unión Europea, a mediados de los años 80’s, el país experimentó un crecimiento económico que vació los campos de jornaleros autóctonos y llenó las fábricas y almacenes agrícolas de reivindicaciones laborales. Justo en un momento en que la agroindustria murciana necesitaba, más que nunca, mano de obra barata y flexible. La llegada de trabajadores inmigrantes suministró a la agroindustria nuevos cuerpos jornaleros y acabó con las luchas sindicales para mejorar las condiciones laborales y salariales.

También las estrategias empresariales de gestión de la mano de obra han ido alimentando ese ejército de reserva mediante la sustitución étnica: marroquíes, ecuatorianos, subsaharianos, bolivianos… Estos procesos se han legitimado en factores culturales, aunque es evidente que la lógica que les subyace es la búsqueda constante de empleados “sumisos”.

la vez que mantienen al trabajador en unas condiciones laborales que permiten a los empresarios disponer y prescindir de ellos libremente.

Manifestación de jornaleros del campo, Murcia, España


18 de julio de 2015

15

Marruecos

FEMINIZACIÓN DEL TRABAJO JORNALERO Y PRECARIEDAD EN EL SECTOR FRESERO Juana Moreno Nieto

E

l sector de producción y exportación de fresas y otras berries cuenta apenas con 25 años de historia en Marruecos y, desde sus inicios, ha estado íntimamente vinculado al capital extranjero. A principios de los años 90’s, algunas empresas agrícolas provenientes del sur de España deslocalizaron parte de su producción hacia la costa noroccidental de Marruecos con la intención de aprovechar una mano de obra siete veces más barata que en el Estado español, así como una producción más temprana. Además de la inversión de capital, estas empresas exportaron también el know how de una agricultura intensiva, basada en una elevada tecnificación, con el recurso a variedades mejoradas, producción bajo plástico y numerosos agroquímicos, y en la utilización de una gran cantidad de mano de obra. En estas dos décadas, los orígenes del capital presente en el sector se han diversificado. Numerosos agricultores marroquíes se han incorporado a la producción agrícola, si bien las empresas empacadoras, congeladoras y exportadoras, que concentran la mayor parte de los beneficios del sector, están en manos principalmente extranjeras. Junto a un surtido número de empresas españolas, y algunas de capital marroquí, en los años recientes se han instalado compañías americanas y europeas pertenecientes a grandes grupos trasnacionales (Danone o Driscoll’s, entre otras) que encuentran en el país norteafricano una plataforma

Jornaleras cosehando fresas en macrotúnel

idónea para exportar fresa de contra-estación hacia Europa. Debido a los lustrosos beneficios que genera para las empresas y los ingresos de divisas que supone para el país, el sector ha sido erigido como succes story en el marco de la actual política agraria marroquí. Sin embargo, se trata de una modelo de agricultura “extractiva” basada en el agotamiento de los recursos naturales del territorio y la explotación laboral de algo más de 20 mil jornaleras.

La fuerza de trabajo del sector está compuesta en más de 90 por ciento por mujeres que trabajan en condiciones de ultra precariedad en campos y empacadoras. Los empresarios no quieren contratar hombres, salvo para labores puntuales. Los consideran conflictivos, menos trabajadores y menos hábiles para el trato de las delicadas berries. Lo cierto es que, mediante el empleo de mujeres, en su mayoría chicas solteras muy jóvenes, han configurado una fuerza de trabajo dispuesta a acep-

tar los bajos salarios y las malas condiciones que se ofrecen. Estás mujeres trabajan en los campos agrícolas entre ocho y diez horas diarias por jornales que oscilan entre los 40 y 66 dírhams marroquíes (un dírham equivale a 1.62 pesos mexicanos). La afiliación a la seguridad social es prácticamente inexistente. En las empacadoras existe una mayor regulación laboral. La tasa de cobertura social es más alta y el salario mínimo está establecido en 12.3 dírhams la hora, si bien en muchos casos las trabajadoras reciben apenas la mitad del mismo. Por supuesto, las horas extraordinarias no son contabilizadas en unas jornadas que llegan a prolongarse hasta 16 horas en los picos de la temporada. A las jornadas señaladas, deben añadirse los desplazamientos de hasta tres horas que las jornaleras realizan cada día, hacinadas en camiones o furgonetas, entre sus hogares y los campos o empacadoras. Samira trabaja en una empacadora de fresas a unos 30 kilómetros de su pueblo. El trayecto hasta allí lo hacen en camión, todas de pie, sin asideros. Comenta bromeando que como ella es muy bajita le falta el aire. Tardan casi tres horas en llegar pues van recogiendo mujeres por distintos pueblos en el camino. Así, en un día normal salen de casa como a las 7:00 am para empezar a trabajar a las 10:00 am y a la noche acaban como a las 10:00 pm pero llega a casa entre las 12 y la una de la mañana.

Detalle de invernaderos de fresa en la zona de Moulay Bousselham, Marruecos

Asimismo, en ambos espacios de trabajo las mujeres se ven expuestas a constantes hostigamientos verbales y al acoso sexual de capataces y patronos. Estas agresiones son raramente denunciadas, tanto por las reticencias de la judicatura para condenarlas como por la posición vulnerable de estas obreras a las que acompaña una cierta “mala fama” por el hecho de trabajar en el exterior de sus comunidades y que temen verse estigmatizadas al hacer públicas estas agresiones. Todo ello ocurre en un contexto marcado de connivencia entre la patronal y las autoridades públicas, por un lado, y la ausencia de organización sindical, por otro. En efecto, la impunidad de la que gozan productores y empresarios para incumplir la legislación y represaliar las voces discordantes, junto a la inestabilidad y la falta de legitimidad social de los empleos de estas jornaleras o su reducida edad, son algunos factores que dificultan la organización de las trabajadoras en el sector. En definitiva, el caso del sector exportador de fresas marroquí constituye un ejemplo paradigmático de cómo el capital transnacional aprovecha, al tiempo que refuerza, las desigualdades territoriales y de género para maximizar sus beneficios y de cómo los distintos ejes de desigualdad marcan las experiencias de explotación de las mujeres.


18 de julio de 2015

16 Estados Unidos

¡LECHE JUSTA A MÍ ME GUSTA! TRABAJADORES MIGRANTES CONSTRUYEN EL CAMINO A LA LECHE CON DIGNIDAD Aaron Lackowski Posgrado en estudios Latinoamericanos-UNAM ciudades a lo largo del país, pero con la noticia de que Ben & Jerry’s acabó de ceder ante la presión del movimiento, el día se convirtió en una demostración de la solidaridad y convicción que posibilitaron este paso histórico en la industria lechera.

FOTO: Jonathan Leavitt

Jessica Ramírez, miembro del comité coordinador de Justicia Migrante, manifestó: “Somos un equipo fuerte. ¡Hemos visto que tenemos mucho poder! Organizándonos y definiendo lo que queremos, logramos este gran paso adelante como trabajadores”. La mayoría de las granjas implicadas se ubican en el estado de Vermont, que comparte una frontera con Canadá. La región tiene una historia de producción de leche en operaciones pequeñas –las llamadas family farms- pero a partir de los años 90’s la caída de los precios de la leche motivó a muchos productores a buscar una fuerza laboral más flexible.

Trabajadores lecheros marchan hacia una tienda de Ben & Jerry’s en Burlington, Vermont, el 20 de junio de 2015

E

l 20 de junio se celebró el primer paso a una victoria histórica para los trabajadores migrantes en Estados Unidos. La noche anterior, la compañía

de helados Ben & Jerry’s, marca que pertenece a la multinacional Unilever, acordó negociar un acuerdo laboral con los líderes de base de la organización Justicia Migrante.

Así fue que la región fronteriza del noreste se abrió a trabajadores migrantes, principalmente de México y Guatemala. Ya que el trabajo en lecherías no es temporal, queda excluido de los programas de visado agrícola. ¿La consecuencia?

El acuerdo, que abarcaría diversos derechos laborales además de proveer bonos para granjeros y trabajadores, tendría vigencia en las granjas donde la empresa compra leche. Se había planeado una protesta en 17

Una industria cuyos trabajadores extranjeros se ven obligados a trabajar sin papeles migratorios, normalmente entre 60 y 80 horas por semana y a veces sin un solo día de descanso en todo el año. En la frontera norte de Estados Unidos, igual que en la frontera sur, la patrulla fronteriza discrimina a trabajadores agrícolas latinos para alcanzar cuotas de detenciones. Una visita al supermercado o a la clínica puede conllevar la deportación. No son pocos los miembros de Justicia Migrante que han sido detenidos en la labor de organizar a su comunidad. Además, el trabajo en las granjas lecheras es peligroso. En 2009, José Obeth Santiz Cruz, un joven de 20 años originario de Chiapas, fue estrangulado por una máquina que quita los desechos de la granja. Su muerte encendió la organización de un movimiento social que sigue el liderazgo de un comité coordinador compuesto por trabajadores migrantes. Ese movimiento ya cuenta con logros impresionantes. Encabezó la campaña por una ley estatal que prohíbe la discriminación policial respecto al estatus migrato-

Canadá

TRABAJADORAS AGRÍCOLAS MEXICANAS EN TERRITORIO CANADIENSE Ofelia Becerril Quintana Académica de El Colegio de Michoacán

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an transcurrido más de dos décadas desde que las primeras jornaleras agrícolas de México empezaron a ser contratadas en Canadá en el marco del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT).

El incumplimiento del contrato de trabajo y la poca atención a la salud. Cuentan las mujeres que su trabajo por varios años en Canadá les ha ocasionado problemas en

su salud física y emocional: “Soy madre soltera, tengo 16 años trabajando en Canadá. Yo me amolé en la fresa. Me mandaron cuatro años en la fresa. El trabajo es de

FOTO: Arthur Hynes

Aunque hoy las mujeres representan apenas 3.7 por ciento del total de trabajadores agrícolas del Programa (19 mil 829), el número de trabajadoras aumentó de 37 en 1989 a 741 en 2014. Ellas son originarias principalmente del Estado de México, Tlaxcala, Puebla, Guanajuato, Michoacán, Morelos, Oaxaca y Veracruz. Se emplean en Ontario, Columbia Británica, Alberta, Quebec, Saskatchewan y Nueva Escocia. A pesar de que las migrantes son empleadas en una variedad de procesos productivos de alimentos, tienen largas trayectorias laborales y cumplen contratos de trabajo por varios años con un mismo empleador, no ha habido cambios en sus precarias condiciones de trabajo ni en su situación de vulnerabilidad. Trabajadores lecheros exigen “leche con dignidad” el 1 de mayo de 2015 en el capitolio de Vermont, en Montpelier

andar de rodillas, agachada. En México hace un año me operaron de una rodilla y pensé que no me recuperaba pero véame ya estoy trabajando”.

ción. Luego nos tuvo un mes sin trabajar. Han sido las lágrimas más amargas que yo he tirado, no tenía yo para darles a mis hijos y tampoco yo tenía para comer”.

Después de 40 años del PTAT prevalecen inadecuadas condiciones de vivienda. Las trabajadoras agrícolas con hijos, jefas de familia y sin vínculo conyugal representan el 85 por ciento de todas las trabajadoras. La comunicación a distancia con sus hijos que se quedan en México mientras ellas trabajan en Canadá es algo que les preocupa pero no siempre tienen condiciones adecuadas para hacerlo. “En una farma de Ontario, nos quedaba muy lejos el teléfono, eran las 11 de las noche y llegábamos de trabajar [desde las seis de la mañana], a esas horas yo iba a hablar por teléfono con mis hijos. Nosotros vivimos en un sótano, la mayoría dormían arriba y cuatro dormíamos abajo. ¿Se imagina estar comiendo y todo lo del caño ahí?, horrible, una peste. Para calentarnos, que hacía mucho frío en noviembre, no había calefac-

Reclamando sus derechos laborales y humanos. Otras trabajadoras han reclamado sus derechos y solicitado cambio de empleador: “Al principio, yo trabajaba de ocho de la noche a ocho de la mañana. Me llegaba a dar diez minutos para comer. El año pasado el patrón ya se pasó, me gritaba mucho. Me quemé mis pies, porque ahí se envasa a 200 grados, se me cayó el tomate hirviendo, me corté las manos. Yo dije ya no quiero más con este patrón. Una cosa es que nos den trabajo y otra es que se pasen. Saben que nosotros no sabemos inglés, no podemos traducir lo que nos duele. Nos descuentan demasiado, tenemos derecho de que nos atiendan bien cuando nos enfermamos. Hay doctores que también son racistas”. Madres y jefas de familia sin pareja. La migración de


18 de julio de 2015 rio; ganó miles de dólares en salarios impagos; impulsó la aprobación de una ley que permite a los residentes de Vermont sacar una licencia de manejo sin importar su estatus migratorio, y ha liberado, mediante campañas públicas, a compañeros detenidos. La actual campaña exige “leche con dignidad”. Basándose en el modelo innovador de la Coalición de Trabajadores de Immokalee, la base de Justicia Migrante exigió -y Ben & Jerry’s acordó- negociar cinco puntos esenciales: -Un “código de conducta” que establece derechos humanos y laborales en los ranchos, definidos por trabajadores lecheros. -Educación en los ranchos sobre los derechos protegidos por el código. -Monitoreo de la implementación del código por un tercero. -Bonos económicos directos a productores y trabajadores. -Que el acuerdo sea jurídicamente vinculante. Ben & Jerry’s se construyó sobre un modelo de responsabilidad social. Sin embargo, desde que fue vendida en 2000 a Unilever –que en México podemos asociar con la marca Holanda- es más difícil distinguir entre los compromisos sociales de la empresa y su mercadotecnia. Como los trabajadores lecheros se-

17 ñalaron en sus primeras reuniones, la empresa vende sus helados con imágenes de granjeros y vacas felices, mientras que los trabajadores migrantes quedan invisibles. Al principio, la empresa se rehusó a negociar. Sólo con la presión de un movimiento y la amenaza de una campaña pública, fue que la empresa cedió para proteger su imagen muy cultivada de responsabilidad social. Norman Moreno, trabajador lechero que participó en la primera reunión en 2011, ubica esta campaña en un contexto más amplio: “Hemos conseguido licencias de manejo. Hemos luchado para que la policía no actúe como migración. Y ahora estamos luchando contra las corporaciones más grandes como Ben and Jerry’s que compran la leche para hacer helados y venderlos en casi todo el mundo. Nosotros sabemos que ellos se benefician de todo el trabajo duro que hace la mano migrante aquí”. Justicia Migrante quiere asegurar que Ben & Jerry’s cumple con la buena voluntad que por fin ha mostrado, y posteriormente quiere llevar el modelo de la leche con dignidad a toda la industria lechera de la región. No será fácil reestructurar la industria para el beneficio de todos, pero los trabajadores migrantes de Vermont ya están construyendo el camino. Para conocer más e involucrarse, visite www.migrantjustice.net

madres trabajadoras ha originado múltiples y profundos cambios en las dinámicas de sus familias. Las responsabilidades sobre otras mujeres que se quedan a cargo de los hijos y los costos emocionales para las mujeres migrantes han sido algunas de las implicaciones. “Yo soy dejada, tengo un hijo. Hace nueve años que yo salí a trabajar a Canadá, mi hijo tenía tres años. Él apenas empezaba a caminar. Es un poco difícil para la mamá pues lo deja uno estando chiquito. Mi cuñada tenía sus hijos y no es lo mismo, sí se hace responsable, pero no es el mismo cariño de la mamá. Yo me vine, con el corazón en la mano porque es difícil dejarlo. Ahora mi hijo ya está grande pero es difícil porque sufren los hijos y también una como madre”.

las personas, no porque somos mujeres nos tienen que humillar”. También es cotidiano el acoso sexual de parte de los trabajadores mexicanos. “En la farma en que estaba antes duré cinco temporadas, yo sufrí muchísimo porque éramos sólo tres mujeres y había nueve hombres que nos hicieron la vida imposible. Hay hombres que se quieren pasar de listos y hasta la quieren a una violar, la humillan, nada más por ser mujer. Éramos tres y a las tres nos hostigaban todo el tiempo”. Frente a la acusación de malas madres que abandonan a sus hijos y de prostitutas durante el sermón de un sacerdote de la iglesia católica de St. Michael, de Leamington en Ontario, la respuesta de las trabajadoras ha sido la inasistencia a la Iglesia.

El acoso sexual hacia las mujeres mexicanas en Canadá. Es común el acoso sexual que sufren las mujeres migrantes dentro de las granjas. “La peor de mis experiencias fue en Kingsville [Ontario]. Ese señor nos trataba muy mal porque de prostitutas no nos bajaba. A una de las compañeras vio que le salieron fuegos y el patrón decía ´anoche fue a mamar´ Un patrón debe tener respeto para

Dos décadas no han sido suficientes para que la contribución de estas trabajadoras agrícolas a las economías locales de Canadá donde ellas laboran y a las economías de sus familias de origen pudiera ser considerada tanto por las autoridades canadienses como por las mexicanas, a fin de garantizar un trato digno y humanitario, así como mejores condiciones laborales y de vida.

Estados Unidos

SINDICALISMO ENTRE JORNALEROS AGRÍCOLAS EN EU: LECCIONES PARA MÉXICO Rick Mines Investigador Visitante, Departamento de Sociología, UC Davis

A

lo largo de la historia ha quedado claro que en una disputa laboral en el campo los jornaleros tienen pocas herramientas de lucha para conseguir concesiones de parte de los empleadores. La única ventaja que tienen es que el producto muchas veces es muy perecedero, y si los jornaleros paran las cosechas en un momento muy inoportuno para el patrón, logran afectarlo. Sin embargo, las ventajas de los patrones agrícolas son múltiples. Los empleadores pueden crear una sobreoferta de mano de obra al utilizar contratistas, y tienen íntimos vínculos con los políticos y la policía, lo que permite restringir las acciones de huelga. Además, hay un problema para la organización de los jornaleros: la falta de recursos y de escolaridad. Por consiguiente, si bien las acciones laborales de los jornaleros han podido derivar en aumentos de sueldo en una cosecha determinada, son muy raras las acciones que han dado lugar a contratos duraderos. La historia de los jornaleros, desde antes de la Primera Guerra Mundial y durante el periodo de la Bracereada (1942-1964) atestiguó repetidos brotes de huelgas contra los granjeros en California que, por desgracia, sólo resultaron en aumentos temporales de sueldos y no en contratos. Pero hubo un caso excepcional, el de la United Farm Workers (UFW), encabezada por Cesar Chávez. Hijo de un pequeño productor quien perdió su predio en la década de 1930, pasó años siguiendo las cosechas de los cultivos y experimentó pobreza y humillaciones al ser un jornalero en Estados Unidos. Después de ser un organizador comunitario, comenzó una organización entre jornaleros en el valle central de California, que junto con el Agricultural Workers Organizing Commitee de trabajadores filipinos, lanzó una huelga contra los productores de uva de mesa en el área de Delano. Los granjeros pudieron conseguir muchos rompehuelgas y lograron terminar la temporada de cosecha sin muchas pérdidas. Pero Chávez decidió lanzar un boicoteo contra ciertos productores, contando con el apoyo de las facciones políticas liberales que promovían los movimientos anti-guerra y de derechos civiles de los afroamericanos, así como de estudiantes, sindicatos, y grupos religiosos.

Más tarde, la UFW probó el boicoteo en la lechuga en los valles de Salinas e Imperial. Pero los granjeros recurrieron a otro sindicato, predominantemente de traileros, llamado los Teamsters, dando un gran golpe al creciente éxito de la UFW. En 1973, los granjeros abandonaron sus contratos en la uva y firmaron con los Teamsters. En 1975, la UFW consiguió una nueva ley que establece el Consejo Agrícola de Relaciones Laborales (ALRB, por sus siglas en inglés), gracias al apoyo que Chávez dio a ciertos candidatos políticos, usando una parte de las cuotas y otros fondos de la Unión. Al comienzo, cuando comenzó el ALRB, los contratos eran dominados por los Teamsters. En 1975, el ALRB comenzó a celebrar elecciones en muchos campos de California y la UFW puso 600 organizadores en el campo y ganó la mayoría de las elecciones. En 1979 hubo una gran victoria para la base de la Unión. Pese a la oposición de Cesar Chávez, quien prefería el boicoteo, en Salinas, los líderes de los jornaleros en las verduras decidieron irse a huelga. Los lechugueros de Salinas ya no querían ir a las ciudades a pedir ayuda de la gente liberal urbana. Estaban orgullosos de sus capacidades en el corte de hortalizas y no consideraban ser unos pobres indefensos. Querían huelga y no tenían fe en el boicoteo, asaltaron los campos para correr a los esquiroles, fueron a los campamentos donde hospedaban a los rompehuelgas y bloquearon los camiones. Así, ganaron muchos contratos con los hortaliceros en Salinas, pero los líderes de la base que habían chocado con Cesar Chávez fueron despedidos de la Unión después de la victoria de la huelga. Varios de los jefes de comités de rancho fueron corridos y esto causó una ruptura fuerte en el sindicato. En la década de 1980, la Unión comenzó a perder contratos y su habilidad de organizar a los jornaleros, lo que nunca pudo recuperar. Hay que preguntarse por qué esta oportunidad de sustentar contratos de larga duración se perdió. ¿Cuáles fueron los errores de la UFW? 1.- La preferencia excesiva por el boicoteo, que funciona cuando el producto de la fir-

ma boicoteada es muy reconocible, cuando hay mucho respaldo en las ciudades y cuando el consumidor está dispuesto a prescindir el producto. Si estas condiciones no existen, es posible que el boicoteo pueda ser contraproducente. 2.- La falta de democracia. Los líderes locales en los comités de rancho no fueron electos, sino designados por el liderazgo de la Unión. 3.- La insistencia de que los jornaleros pagaran sus cuotas al sindicato antes de ser despachados a trabajar. Muchos jornaleros se enojaron y se volvieron rompehuelgas. 4.- Finalmente, la UFW lanzó una campaña contra los indocumentados en colaboración con la patrulla fronteriza estadounidense. Dado que muy pronto la mayoría de los jornaleros en Estados Unidos iban a ser indocumentados, la Unión enajenó su base. Pero, aparte de los errores de la UFW, los republicanos ganaron la elección de 1982, lo que debilitó al ALRB. Como resultado, los granjeros pudieron postergar las decisiones, de tal forma que elecciones ganadas por la UFW no resultaron en contratos. Otra estrategia muy exitosa de los granjeros fue su poder de cambiar su forma jurídica. Cuando tenían que firmar contratos debido al boicoteo o a la huelga, simplemente cambiaban el nombre del dueño de la granja para evitar la puesta en práctica de los contratos. En 1980, la UFW tenía quizá 60 mil miembros que pagaban cuotas sindicales, en 1990 cayeron a seis mil. ¿Qué le pasó a la UFW? ¿Y cuál es la mejor estrategia para un sindicato jornalero: el boicoteo, la huelga o una combinación de ambos? Pese a las dificultades, hay otros casos históricos de éxito de los jornaleros, como el del Farm Labor Organizing Committee (el FLOC), de Ohio, y de la Coalición de Trabajadores de Imokalee (la CIW), de Florida, que nos hacen recordar que la huelga pone el poder en las manos del jornalero mismo. El poder de negar su mano de obra y prevenir que los rompehuelgas entren en los campos a trabajar, le permite establecer las condiciones de empleo día por día; puede mirar a la cara al mayordomo y decirle que él tiene el poder de parar el trabajo.


18 de julio de 2015

18 Argentina

NIÑEZ MIGRANTE EN LA PRODUCCIÓN HORTÍCOLA Silvina Gorsky Posgrado de Estudios Latinoamericanos-UNAM “Nací en Bolivia, desde los 8 años he venido. Yo tomo mate y después me voy a trabajar. Hacemos acelga, puerro y remolacha. Lo tienes que arrancar con la azada, lo pelas y después lo dejas… los yuyos que tienen amarillo, esos los cortas con cuchillo. A mí me gusta el puerro, porque ese se hace fácil”*

E

l Cinturón Verde Bonaerense empieza a conformarse a mediados de 1940 con la llegada de migrantes europeos, definiendo un espacio periurbano en torno a una trama de quintas o huertas familiares. Según indica el Instituto Na-

cional de Tecnología Agropecuaria, la zona constituye la principal área productiva y comercial de la horticultura nacional, y su producción abastece de verduras y hortalizas a la región metropolitana de Buenos Aires. En la actualidad, la presencia migrante se mantiene, sólo que desde hace ya unas décadas son los migrantes bolivianos y sus familias quienes trabajan estas tierras. Como en otros cinturones verdes del país, la corriente migratoria proveniente de Bolivia cuasi hegemoniza la oferta de mano de obra en la producción hortícola, tanto es así que se ha extendido entre los especialistas el concepto acuñado por Benencia de “bolivianización de la horticultura”.

De igual manera que otros mercados de trabajo secundarios –donde los migrantes recientes se insertan como mano de obra no calificada-, este mercado se caracteriza por los malos salarios y malas condiciones de trabajo y de vida. La segmentación étnica da espacio a visiones estereotipadas y xenófobas sobre las personas nacidas en Bolivia, que “legitiman” su ocupación en actividades no calificadas y la precarización de su trabajo. La estructuración de este sector hortícola, en las décadas recientes, se ha dado sobre la expansión de la figura de la mediería como organizador del proceso laboral, pero el derecho de los medieros mu-

Uruguay

EL TRABAJO ASALARIADO RURAL Y SU RÉGIMEN JURÍDICO: ¿DESPERTAR DE UN LETARGO? Mauricio Tubío Universidad de la República, Uruguay

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y con ello ponga en peligro la vida, la salud o la integridad física del trabajador. Esta ley, válida para todos los sectores económicos del país (incluido el agrícola), hace hincapié en la en la prevención vía la sanción al empleador que no cumpla con los dispositivos de seguridad.

umerosos autores coinciden en que la evolución de la legislación laboral rural en el Uruguay muestra un cierto rezago respecto de los trabajadores urbanos. Ello se debe a factores relacionados con la estructura del poder y el predominio de las entidades gremiales empresariales rurales, siendo estas últimas las que con su accionar han invisibilizado, en cierta medida, a los trabajadores asalariados rurales.

Esta ley, considerada como un hito en el derecho uruguayo, se combina con una serie de medidas tomadas con antelación, por ejemplo las leyes que regulan la descentralización empresarial, donde se establece un régimen por el cual todo patrono o empresario que utilice subcontratistas, intermediarios o suministradores de mano de obra responderá subsidiariamente (o solidariamente, si no se cumplen ciertos requisitos fijados por la ley) de las obligaciones laborales generadas, de los aportes a la seguridad social y de las primas por accidente de trabajo y enfermedades profesionales. Para el medio rural, estas normas han sido muy importantes en su contribución a la reducción de la precarización laboral y el trabajo informal.

Un primer indicio existente es que desde los inicios de la vida constituyente, nuestro país ha establecido una legislación propia para el trabajo en el medio rural. Así, se buscó abarcar las especificidades de las tareas rurales, estableciendo distinciones del resto de las actividades económicas. Fruto de ello es el Estatuto Para el Trabajador Rural, promulgado en 1946, que reglamenta el trabajo asalariado en el campo (principalmente el relacionado con la ganadería y la agricultura). Después de ese año, al estatuto se le incorporó una serie de leyes que tendieron a incorporar a los trabajadores rurales a un régimen general, a saber, sin distinciones entre urbanos y rurales.

Dicha orientación de carácter general despliega una activa política en materia laboral, y para ello cuenta con el brazo legislativo como una de las aristas más sobresalientes. En términos generales, desde 2005 el Poder Legislativo ha aprobado más de medio centenar de leyes de carácter laboral y previsional que han modificado cabalmente el ordenamiento jurídico referido a la materia. Es claro que no todos los cambios introducidos se refieren al derecho de los trabajadores rurales, sino que se acompasan con la idea de crear condiciones generales igualitarias para todos los trabajadores y leyes tendientes a corregir aspectos específicos no contemplados por el anterior ordenamiento jurídico.

FOTO: Gustavo Rivera

En los diez años recientes, el Estado uruguayo, autodefinido “progresista”, establece una visión social con reformas estructurales que pretenden quebrar la visión de la década de los 90’s, de que el mercado resolvía las políticas sociales y el acceso a los servicios, teniendo al Estado como un ente focalizado sobre aquellos que quedaban excluidos del sistema. Una primera medida, ejemplo de ello, es que apenas comenzó sus funciones el primer gobierno del Frente Amplio, estableció los “Consejos de Salarios”, que tienden a la fijación salarial negociada en todas las ramas de la actividad privada, e incorporan sistema a aquellos sectores tradicionalmente excluidos como el rural y el servicio doméstico. Otros ejemplos de este proceso pueden darse a partir de leyes sancionadas. El 25 de marzo de 2014, nuestro país aprobó la llamada Ley de Responsabilidad Penal Empresarial, que hace responsable a nivel penal al empleador que no adopte y tome recaudos en materia de seguridad laboral

Específicamente relacionada con los trabajadores asalariados rurales uruguayos, la ley emblemática de este periodo es la denominada Ley de Limitación Legal de la Jornada Laboral y Régimen de Descansos en el Sector Rural, promulgada en 2008. Es una norma que salda una vieja deuda del país con los trabajadores del campo. A diferencia de los urbanos, que desde 1915 tenían legislada una jornada laboral máxima de ocho horas, la duración máxima de la jornada de trabajo de los asalariados rurales quedaba supeditada a la voluntad del patrón. Finalmente, otro ejemplo que consolida la tendencia a legislar sobre aspectos específicos relacionados con el trabajo rural es el Convenio Internacional del Trabajo 184, que desde 2009 reglamenta la seguridad y salud de los trabajadores en la agricultura. En términos generales, se entiende que las leyes y acciones estatales descritas corrigen nominalmente los rezagos planteados; ahora bien, es materia del Estado y de las distintas entidades gremiales controlar que estos derechos y obligaciones, generados en el nuevo marco jurídico, tengan cumplimiento, y así corregir la distancia entre lo “escrito en el papel” y el fruto de la realidad.


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EL TRABAJO EN LA CAÑA NO ES DULCE COMO EL AZÚCAR Maria Aparecida de Moraes Silva Profesora visitante senior CAPES del Posgrado en Sociología de la Universidad Federal de San Carlos; investigadora del CNPQ

chas veces no supera 30 por ciento de lo producido, y su figura esconde la de un asalariado no registrado, permitiendo al productor eludir el cumplimiento de la normativa laboral, previsional y de riesgo de trabajo. La persistencia de este tipo de arreglo contractual está relacionada con la flexibilidad que otorga a la organización del proceso productivo, para lo que aprovecha principios organizativos propios del grupo doméstico, lo que incluye el trabajo de niños, niñas y adolescentes miembros de las familias bolivianas. En este contexto, la condición de migrante o la pertenencia a una familia migrante es una variable importante que afecta a la niñez y adolescencia. Frente a los obstáculos que encuentran las personas adultas para acceder a un trabajo digno, se despliegan estrategias de supervivencia de las familias, donde los niños y las niñas son involucrados en trabajos precarios junto a sus padres y madres, lo que profundiza las condiciones de desigualdad y pobreza, además de exponer a los pequeños a la desprotección y explotación. Estas familias viven en el mismo predio productivo, en viviendas muy precarias y separadas sólo unos metros de las áreas productivas. Los niños y adolescentes trabajan en las quintas y/o en tareas domésticas antes y después del horario escolar, así como los fines de semana. Esto supone un esfuerzo físico inadecuado para su edad y la exposición a riesgos como picaduras de animales, lastimaduras con herramientas, intoxicación por el uso o exposición a los agroquímicos, entre otros. “Yo tengo que regar, sacar el yuyo, plantar las plantitas. Yo trabajo a la mañana porque a las 12

ya me vengo para acá (la escuela). Cuando vuelvo de la escuela… como a las 7, me voy a cerrar los nylon…”

El pasado 12 de junio, Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, la Organización Internacional del Trabajo centró su atención en la importancia de la educación como factor clave en la lucha contra el trabajo infantil, y el lema propuesto fue “No al trabajo infantil, sí a una educación de calidad”. En Argentina, la más reciente medición realizada a principios de esta década indicaba que el seis por ciento de los niños y las niñas de cinco a 13 años y el 31 por ciento de los adolescentes de 16 y 17 años trabajaban, lo que impone importantes desafíos: las políticas públicas del país deberán adecuarse a la complejidad del fenómeno, tener una mirada integral que atienda todos los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes y sus familias. Es clave evitar las medidas culpabilizadoras de las familias, así como aquellas lecturas que naturalizan y habilitan la explotación. Corresponde profundizar la lucha contra el trabajo informal y precario de los adultos; fortalecer las políticas habitacionales; incorporar las políticas de cuidado en el sistema de protección social, y promover proyectos de desarrollo local con el objetivo de generar condiciones de mayor bienestar, equidad, sustentabilidad y participación. Los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes sólo pueden ser ejercidos plenamente si los derechos de los adultos trabajadores son garantizados. *“Estudio cualitativo sobre la dinámica del trabajo infantil en el sector hortiflorícola de Florencio Varela”, Comisión Provincial de Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (Copreti)-Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires-UNICEF.

Los trabajadores son migrantes que viven de los estados del noreste del país. Muchos son campesinos que tienen una pequeña parcela de tierra; otros ya están proletarizados. Son negros en su mayoría, y solamente participan hombres en la cosecha manual, dejando atrás a sus familias. Las mujeres que trabajan allí realizan tareas muy duras, como: recoger piedras y restos de caña, distribuir herbicidas y quitar las yerbas que se entremezclan en las hileras de caña; cobran salarios más bajos. Son contratados por las empresas en sus localidades de origen, por medio de contratistas, y después son llevados a los campamentos, ubicados en los cañaverales, o a casas alquiladas por las empresas, en las ciudades cercanas a los campos. Es un mercado de trabajo regulado por las propias empresas.

ses parten en dirección a los cañaverales, en un viaje que puede durar más de una hora. Al llegar al eito (lugar de trabajo; eito es una palabra de la época de la esclavitud de los negros que aún es utilizada), las tareas se distribuyen así: cada trabajador recibe las instrucciones para cortar cinco calles (hileras) que le corresponden. La caña debe ser abrazada y cortada a nivel del suelo para facilitar el rebrote. Esta actividad exige una total curvatura del cuerpo. Después del corte, se lanza la caña y se forman pilas o montes. Antes, las puntas de la caña deben ser apartadas, pues el contenido de sacarosa en ellas es pequeño y no compensa el transporte hacia la molienda. Las condiciones de trabajo son marcadas por la altísima intensidad que se exige a los trabajadores, la cual ha ido aumentado año con año. En la década de 1980, la media (de productividad) era de cinco a ocho toneladas de caña cortada al día; en 1990 pasó a ocho o nueve; en 2000 aumentó a diez y en 2014 había ascendido a 12 o15 toneladas.

ciplina, cuyo control se centra en el tiempo de trabajo, en los movimientos del cuerpo y en el grado de competencia que se establece entre ellos. Cuanto más competitivos, más rápidos serán los golpes del cortador, capaz de obtener el título de “cortador de oro”. Los ganadores de este premio tendrán ahorrado, al final de la cosecha, lo suficiente para comprarse una moto, un eletrodoméstico, celulares o algún otro aparato.

La intensidad de las jornadas hace que los trabajadores sufran de calambres, vómitos, mareos, heridas en el cuerpo causadas por el sudor mezclado con el hollín –la caña es quemada antes del corte-, dolores de cabeza, etcétera. Es un trabajo muy duro y agotador, pues requiere un gasto de fuerza y energía que muchas veces los trabajadoers no tienen por falta de alimentos, además de estar sometidos a una estricta dis-

Así como se muele la caña, lo mismo ocurre a los trabajadores, cuyo tiempo productivo en la caña es alrededor de 15 años, inferior al que tuvieron los esclavos (20 años). Esta es la otra cara de la riqueza de la agricultura y del crecimiento económico brasileño. Desafortunadamente, factores relacionados con la salud, la pobreza, el sexo, la edad, así como algunos criterios morales y políticos, impiden a estos trabajadores realizar protestas.

Algunos trabajan hasta 18 horas diarias, sobre todo en actividades que se realizan durante el cambio de turnos, como es el enganche de los tractores con las máquinas cuyas “jaulas” son enseguida unidas a los camiones, que llevan la caña a los ingenios para la molienda. La imposición de la media de 12 toneladas de caña cosechadas por día es una forma de seleccionarlos, pues los que no alcanzan a cortar un mínimo de diez toneladas son despedidos. De 2002 a 2009, 23 trabajadores murieron en los campos de São Paulo por el esfuerzo excesivo.

El tiempo de la cosecha dura diez meses al año. No pueden volver antes del término del contrato de trabajo por dos razones: las largas distancias (hasta tres mil kilómetros) y la imposición del sistema de trabajo 5x1, es decir, que trabajan cinco días y descasan uno. Los salarios son a destajo, pero la empresa retiene una fracción del mismo. El no cumplimiento de las normas (faltas, huelgas, baja producitividad, etcétera) hace que esa fracción retenida no sea pagada. El sistema de control está garantizado por fiscales y contratistas. La jornada inicia por la madrugada, cuando empiezan a preparar su comida, pues solamente hay una estufa para muchas marmitas (recipientes en que se transporta la propia comida hacia el lugar de trabajo). Alrededor de las 6 de la mañana los autobu-

FOTO: Inter Press Service

FOTO: Copreti

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a producción agrícola Brasil es considerada una de las más grandes del mundo. En 2014, en millones de toneladas, la producción sumó 85 de soya, 53.2 de maíz, 2.8 de café, 716.8 de caña de azúcar y 39.2 de frutas. Sin embargo, esta producción de commodities esconde una gran explotación y miseria de miles de trabajadores y trabajadoras. Además de la precarización del trabajo y de la migración, muchos de ellos son esclavizados. ¿Cuál es la realidad del trabajo en los cañaverales del estado de Sao Paulo, el mayor productor de azúcar para etanol del país, con seis millones de hectáreas?


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CRÓNICAS DE CORASON, EN DEFENSA DE LA HUASTECA Y EL TOTONACAPAN Coordinadora Regional de Acción Solidaria por la

Esta región es testigo de los estragos que genera la extracción petrolera. Esta comunidad en particular padece la presencia de turbinas de compresión y pozos de venteo que mantienen una columna permanente de fuego que en más de una ocasión alcanza decenas de metros de altura, anulando la noche, ensordeciendo las palabras. En Papantla, desde 2003 han sido

perforados 172 de los 349 pozos registrados en todo el estado que han utilizado fractura hidráulica, técnica mundialmente rechazada por sus nocivos efectos a la salud humana, al agua, aire y al medio ambiente en general. Esta zona, parte de lo que se reconoce como el Totonacapan, está considerada dentro del plan energético orquestado por grandes corporaciones nacionales y extranjeras, en complicidad con el Estado, que devastará la vida al priorizar la extracción de gas shale con discursos de “progreso”, “desarrollo”, “crecimiento”, anulando el futuro de sus legítimos poseedores. En náhuatl, teenek, totonaco y español, los diferentes pueblos expresaron su rechazo a todo proyecto de muerte, sean hidroeléctricos, trasvases de cuenca, gasoductos, mineras, forestales, de fracking o introducción de semillas transgénicas. Pero también, y al mismo tiempo, la otra cara de la moneda aparecía, pues junto a ello se explicitaba la solidaridad con todos los frentes de lucha en el país. La organización es el instrumento de lucha de los de abajo, de nosotros, hermanados en la adversidad.

Los resolutivos del encuentro son precisos: - Cancelación definitiva por parte de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y de Petróleos Mexicanos (Pemex), de la turbina y quemador que se encuentran en el ejido Emiliano Zapata. - Detener la persecución y criminalización de las y los cuidadores de la madre tierra; en específico de los compañeros Gumercindo González y Felipe Gutiérrez. - Que el gobierno de Javier Duarte levante la campaña de terror

y persecución que ha desatado contra los compañeros Guillermo Rodríguez Curiel y Julián Ramírez, activistas ambientales hoy señalados por los instrumentos de la represión policiaco-paramilitar del estado de Veracruz. - Liberación de todos los presos políticos y aparición de todas las víctimas de desaparición forzada, comenzando por los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Hay un consenso: impedir el despojo y los abusos de un sistema económico depredador e inhumano encarnado en la región por los trabajos extractivos de empresas

y gobiernos homicidas. Ello se impone como un imperativo que emana de que “Somos el agua que bebemos, el aire que respiramos, la milpa que nos nutre, la lengua que hablamos, los rostros en que nos reflejamos; somos todos los elementos desde los cuales construimos nuestra identidad y transcribimos la profunda riqueza de nuestra experiencia de lo humano”. Sembrando solidaridad, esperanza y dignidad, con el corazón en la mano, con todo CORASON, reiteramos que “¡Este es nuestro territorio y no pasarán! ¡Niemastau telajpaj chiwis! ¡Amo kitlapanas tetl! ¡Ibá ka poko an tújub! ¡No a la fractura hidráulica! ¡No a los proyectos de muerte!”

FOTO: Lindsey Cordero

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a mañana del 20 de junio, en el ejido Emiliano Zapata, municipio de Papantla, Veracruz, la gente se ocupaba en tener todo listo para recibir invitados en la comunidad. En la galera ya sonaban las bocinas anunciando un evento, uno planeado con meses de anticipación, alegre y sobrio a la vez, como tantos y tantos encuentros campesinos. Recibidos con atole y tamales, autoridades y pobladores de diferentes comunidades de la región, miembros de organizaciones civiles y sociales, activistas e investigadores provenientes de 11 estados del país se dieron cita en el Encuentro Regional NorteGolfo en Defensa del Agua y el Territorio Frente a los Proyectos de Muerte.

FOTO: "La poesía no se vende"

Defensa del Territorio


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