Conferencia sobre la fraternidad

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Buenos Aires, 12 de abril 2012 EL CARISMA DE LA UNIDAD EN DIALOGO CON LA CULTURA CONTEMPORÁNEA María Emmaus Voce El título de mi conversación nos pone frente a una cuestión de fondo: el carisma de la unidad, que Dios le donó a Chiara Lubich, ¿tiene algo para aportar a la cultura contemporánea? Desde los comienzos de su aventura espiritual y humana, Chiara intuía que el carisma que Dios le estaba donando tenía una envergadura universal. Universal en dos sentidos: que comprendía a toda la familia humana situada en los más variados puntos geográficos y culturales y que, además de tener una espiritualidad para vivir, estaría en grado de influir sobre los diferentes saberes, como en las realidades sociales, políticas, económicas. Intuición que con el tiempo se reveló como una realidad histórica. Para poder entender cuánto este carisma aporta a la cultura actual sirve puntualizar su contexto más auténtico e innovador. La palabra que Dios, a través de Chiara, quiso reenfocar para la humanidad de hoy está encerrada en el Testamento de Jesús: “todos sean uno” ( Jn 17,21). El relato de Chiara posee un sabor simple y al mismo tiempo solemne, fundacional: “Estamos en guerra. Algunas jóvenes y yo nos encontramos en un lugar oscuro, tal vez un sótano. A la luz de una vela leemos el Testamento de Jesús. Lo leemos todo. Esas palabras difíciles parece que se iluminan, una por una. Tenemos la impresión de comprenderlas. Sobre todo, advertimos que esa es la “carta magna” de la nueva vida y de todo lo que está por nacer a nuestro alrededor”.1 Más tarde, mucho más tarde, Chiara nos explica: “La unidad es nuestra vocación específica… La unidad, que para nosotros contiene toda realidad sobrenatural, cualquier práctica o mandamiento, toda actitud religiosa”.2 1

C. Lubich. La Unidad y Jesús Abandonado. Cittá Nuova. Roma 1984, pp 27-­‐28

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Ib pp26-­‐27. El padre Jesús Castellano, carmelita descalzo, conocido especialista de espiritualidad y mística, consultor de varias congregaciones de la Santa Sede y miembro de la Escuela Abbá escribía en la Introducción del libro de Chiara anteriormente citado:” No hay dudas de que una sabiduría sobrenatural, un carisma del Espíritu Santo fue la base de un descubrimiento tan nuevo y tan alto, diría inédito hasta ahora en la Iglesia, si bien fue intuido y predicado en la espiritualidad cristiana. Podemos afirmar que nos encontramos frente a un carisma, nacido de una página del Evangelio, que esta vez no es la página de la pobreza, de la oración o de las obras de misericordia, sino la que revela el misterio de la unidad, el objetivo de la venida de Jesús entre los hombres, de su muerte y de su resurrección(…) Se trata de una espiritualidad que encumbra la espiritualidad comunitaria y eclesial a espiritualidad trinitaria, una espiritualidad de la unidad en la que el amor y las exigencias de este amor, poseen una medida trinitaria: ´como tú en mí y yo en ti´


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El carisma de la unidad, por lo tanto, produjo una espiritualidad que es “comunitaria” “…en la cual amar llama a ser amado y donar llama a recibir (…)3 De la espiritualidad de la unidad nace una corriente de vida y de pensamiento que encontrará seguidores y admiradores en los cinco continentes, en diferentes culturas, en muchas religiones y en todas las manifestaciones de la vida social y personal, donde se manifiestan las necesidades de la humanidad. Corriente de pensamiento, portadora de una doctrina y de una cultura que está penetrando y echando raíces, ya sea en los diferentes ámbitos del saber como en las disciplinas más variadas, en una relación constructiva y de diálogo, para la construcción de un mundo más humano y más unido. La unidad puede ser vivida por todos, realmente por todos, con la condición de que sea fruto y expresión del amor, de ese amor que late en el fondo de cada corazón humano. Que para los seguidores de Cristo puede consistir en el ágape, que es participación del mismo amor que vive en Dios: un amor fuerte, un amor capaz de amar a quien no lo corresponde, sino que ataca, como el enemigo, un amor capaz de perdonar”4. Amor que para los seguidores de muchas religiones se expresa en la regla de oro: Haz a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti. No les hagas a los demás lo que no quisieras que te hagan a ti. Amor que para los que no poseen un credo religioso se manifiesta como solidaridad, benevolencia, no violencia. El amor de Dios y el amor del prójimo son la chispa que se va afinando cada vez más hasta el descubrimiento del mandamiento nuevo de Jesús: “Este es mi mandamiento que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn. 15,12) Retomemos la pregunta inicial: ¿el carisma de la unidad tiene una palabra para decir a la cultura contemporánea? Creo que es por todos conocidos, en el contexto de la crisis económica que sufre occidente en particular, la existencia de una crisis más profunda: la de la cultura europea. Las reflexiones y las investigaciones de los especialistas sociales revelan el ocaso de una cultura, en la cual, después de haberse alcanzado metas importantes, desaparecieron sea la luz de la razón, relegada en la debilidad o incapacidad de vislumbrar la realidad, como la luz, sabiduría de Dios, en grado de iluminar y sostener la búsqueda de la verdad. Pero en este momento mi atención se vuelca a este continente latinoamericano, el llamado continente de la esperanza que está viviendo un momento tan extraordinario de su historia. En el contexto de los festejos del bicentenario de la independencia de América Latina, el Osservatore Romano publicó recientemente este título, que me pareció muy significativo: “América Latina ya no es más el continente de las oportunidades perdidas”. 5 3

C. Lubich, Lectio magistralis con motivo de la entrega del título doctor honoris causa de la Universidad de Trnava ( Castelgandolfo 23. O6. 2003) pp. 40-­‐42 4 C. Lubich, Discurso en el Simposio Hacia la unidad de las Naciones y la unidad de los pueblos, organizado por la Conferencia Mundial de las religiones por la paz en la sede de la ONU, New York 1997, en Nuova Umanitá ,XX, enero-­‐ febrero 1998/1, p.58 5 “l´Osservatore Romano” 8.3.1012. p.4


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Hay para este continente un kairós, un momento oportuno, en el cual la conjunción virtuosa de varios elementos lo está conduciendo a un florecimiento pleno, sin duda esperado, pero no previsto como tan inminente. Por primera vez la entera región está construyendo una voz propia, con una identidad intercultural que enriquece todavía más sus diferentes raíces- la de los pueblos originarios, la de los conquistadores españoles y portugueses, de los inmigrantes provenientes de todo el mundo hacia fines del siglo XIX – pero que al mismo tiempo emerge como algo nuevo. Los signos, bastante evidentes, que alimentan esta esperanza son: la relativa estabilidad política alcanzada por los diferentes sistemas democráticos; el crecimiento de la economía y de las políticas sociales que sin duda mejoraron la calidad de vida de millones de personas; un sistema de producción propio que busca también el desarrollo integral de las personas; finalmente, pero no último, la fuerte tendencia a la integración regional, a la unidad del continente. “Una y plural, América Latina cuenta, como ninguna otra región del mundo, con potentes raíces de unidad, ya sea por sus orígenes comunes, acontecimientos y destino histórico, que por la lengua dominante, y por la tradición católica, lo que alimenta un sentimiento compartido de solidaridad en esta fraternidad ampliada. Lo que en Bolívar fue realmente utopía (…) hoy empieza a tomar cuerpo decididamente y a crecer al interno de los procesos de integración de los últimos 50 años, los que hicieron un salto de calidad con el MERCOSUR, que no obstante las actuales dificultades, rompió con el tradicional aislamiento de Brasil con las naciones hispano americanas, y florece hoy en la UNASUR y en la Comunidad de Estados de América Latina y Caribe.”6 En estos mismos signos de esperanza están encerrados los desafíos que esperan al continente: la desigualdad social que persiste y que desemboca en una “cohesión social” deficitaria; las diferencias más o menos profundas entre la ciudad y su alto índice de escolaridad, cultura universitaria, investigación y servicios y vastas regiones periféricas de escaso desarrollo integral; la persistente corrupción a nivel público y privado. El empuje para superar y resolver positivamente estos desafíos lo encontramos en los valores mismos de la cultura latinoamericana. Decíamos una cultura auténtica y plural, que tiene los elementos para forjar las estructuras de integración correspondientes. En 1998 Chiara estuvo durante un mes en Argentina, encontrándose también con su gente proveniente de Perú, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay. Fue un mes memorable, caracterizado por eventos y encuentros públicos y privados: el Doctorado honoris causa de la UBA; la ciudadanía ilustre del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; el encuentro con la Conferencia Episcopal Argentina; la visita a la ciudadela de O´Higgins. Hacia el final del mes se encontró con los miembros del Movimiento (8000 personas). En esa ocasión, haciendo un balance de su encuentro con estas tierras, subrayó un mensaje específico, no sólo para seguir adelante, sino para incidir más profundamente en el tejido social y cultural, en las estructuras políticas y productivas.

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Carriquiry Lecour, “l´Osservatore Romano” 8.3.2012, p.4


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Era casi una inspiración que iba madurando en ella al contacto vivo con estos pueblos, con sus sufrimientos y sus esperanzas, que Chiara explicó de esta manera: “Aquí nació algo absolutamente nuevo. Lo vimos allí, en la Universidad, donde estaban presentes personas de diferentes convicciones, incluso musulmanes, judíos, cristianos, todos unidos. Y me dije: pero este carisma no sólo genera el pueblo cristiano, sino la familia universal porque involucra a todos. Por eso yo aconsejo para aquí, un diálogo a 360°, o sea amar a todos…”7 Esta puntualización de Chiara del amor, desembocará más tarde, siguiendo su viaje a Brasil, en una llamada dirigida a todo el Movimiento en el mundo, para elaborar a partir del carisma de la unidad, una doctrina que en los diversos campos del saber diese dignidad científica al amor en el diálogo con la cultura y las culturas. En los años sucesivos, este diálogo adquiere un concepto – la fraternidad- ya presente en los años de Trento8, pero que ahora desciende en los diferentes ámbitos de la vida y del saber como una verdadera y propia categoría científica, tal vez un nuevo paradigma, capaz de dirigir nuestras convivencias y nuestras actitudes hacia la unidad. Es Chiara misma que en varios eventos y ocasiones lo profundizará, ahondando su aplicación no sólo en política y economía, sino en los ámbitos del saber: en las variadas expresiones artísticas, en los medios de comunicación, la salud y la ecología, etc., porque la fraternidad es indispensable para alcanzar el bien común de las comunidades y de la familia humana universal. En un mensaje a políticos y administradores latino americanos, Chiara dice: “Las fuertes contradicciones que marcan nuestra época, necesitan un punto de orientación, igualmente penetrante e incisivo, categorías de pensamiento y de acción capaces de involucrar a cada persona como a los pueblos, con sus ordenamientos económicos, sociales y políticos. Existe una idea universal, que ya es experiencia en acción, y que se está revelando en grado de sostener el peso de este desafío epocal: la fraternidad universal”9. En un fecundo diálogo con un gran político norteamericano, fundador de las “Jornadas de interdependencia” Chiara escribe en un mensaje enviado a la de Filadelfia: “Sin fraternidad, ningún hombre y ningún pueblo son de verdad y profundamente libres e iguales. Igualdad y libertad serán siempre incompletas y precarias, hasta que la fraternidad no sea parte integrante de los programas y los procesos políticos de cada región del mundo. 7

A los miembros del Movimiento de Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Bolivia y Perú. Buenos Aires, 12 de abril de 1998. 8 “El alma, por encima de cualquier otra cosa, tiene que dirigir la mirada al único Padre de muchos hijos. Después mirar a todas las criaturas como hijas del único Padre. Superar siempre con el pensamiento y el afecto del corazón, cualquier límite que imponga la vida ( simplemente) humana y aspirar constantemente y por hábito a la fraternidad universal en un solo Padre: Dios” ( C Lubich, la doctrina espiritual, Ciudad Nueva , Buenos Aires 2005, .51) Y más adelante: “Que tu corazón esté siempre abierto sobre toda la humanidad, enseñando a todas las criaturas a actuar así; que Jesús no haya pasado en vano para ti sobre esta tierra, predicando la familia universal”. 9 C. Lubich Ciudades por la unidad, mensaje al Congreso Ciudades por la unidad, Rosario ( Argentina) 1.6.2005 ( texto inédito)


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Es la fraternidad que puede dar hoy contenidos nuevos a la realidad de la interdependencia. Es la fraternidad que puede hacer florecer proyectos y acciones en el complejo tejido político, económico, cultural y social de nuestro mundo. Es la fraternidad que hace salir del aislamiento y abre la puerta del desarrollo a los pueblos todavía excluidos. Es la fraternidad que nos indica cómo resolver pacíficamente las discrepancias y que relega la guerra a los libros de historia. Es por la fraternidad vivida, que podemos soñar e incluso esperar una cierta comunión de bienes entre los países ricos y los pobres (…) La profunda necesidad de paz que la humanidad reclama dice que la fraternidad no es sólo un valor, o solamente un método, sino un paradigma global de desarrollo político. Es por eso que un mundo cada vez más interdependiente necesita políticos, empresarios, intelectuales, y artistas que pongan la fraternidad – instrumento de unidad- en el centro de sus acciones y pensamientos”.10 En otra ocasión, Chiara agregó: “(…) interdependencia significa relación de conexión recíproca entre dos realidades que se condicionan recíprocamente. Relación que no se podrá realizar a la perfección, entre las personas y entre los estados, si no tendrá como característica el respeto recíproco, la comprensión recíproca, sabiendo dar lugar los unos y los otros a las dificultades, los problemas y las realidades de los demás, dando cabida a los respectivos dones. En fin, por el amor mutuo, como se vive entre hermanos. La interdependencia comporta la elección del diálogo en lugar de la hegemonía, la vía de compartir en lugar de la concentración de recursos y saberes en una sola área del mundo” (…) “Revitalizada por la fraternidad, la interdependencia pasará de ser un simple hecho o instrumento para convertirse en motor de procesos positivos”.11 Regresando a Roma de su viaje por América Latina de 1998, Chiara encamina decididamente el “Diálogo con la cultura” dando vida a un Centro para las diferentes áreas del saber, en un diálogo con especialistas y académicos de diversos ámbitos culturales y también de convicciones no religiosas. La propuesta de la fraternidad está empezando a tener espesor científico. A través de seminarios, congresos, grupos de estudio, publicaciones científicas, el carisma de la unidad se viste de cultura para desentrañarla desde adentro, en un diálogo creativo. Esta propuesta cultural es una y plural. Una en su origen y fuente: el carisma de la unidad. Plural en la dinámica de recibir y ser recibida en los contextos más variados, en múltiples valores, en las diferentes aplicaciones existenciales, sociales. Vivimos tiempos no sólo difíciles sino particularmente complejos. La humanidad en su trayectoria de crecimiento conoce un momento delicado: puede hacer un paso cualitativo de notable envergadura o puede conocer un momento de freno o peor aún de involución. El empuje hacia lo alto y hacia adelante puede venir de cualquier dirección. La herencia de Chiara, lo que le deja a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, es el redescubrimiento del Evangelio como una verdadera fuerza de tracción de la historia, de la pequeña y preciosa historia de cada uno, como de la gran y también preciosa historia de los pueblos y de la humanidad toda. 10

C. Lubich. Texto inédito.

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C. Lubich La dottrina spirituale pags 368-­‐369,372


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Sin embargo, creo que no puedo ocultarles la llave que hace posible la herencia de Chiara, diría el secreto del logro de toda unidad. Chiara misma, no hablaba de ello con frecuencia, pero tampoco lo callaba. En su discurso de 1997 en la ONU, después de haber ilustrado su espiritualidad como vía e instrumento para la paz, ella agrega: “No se logra nada bueno, útil ni fecundo en el mundo, sin conocer, sin saber aceptar, la fatiga, el sufrimiento, en una palabra, sin la cruz”.12 La cruz, no es un conjunto de leños entrecruzados, sino el leño que lleva Jesús, el hombre Dios. Jesús crucificado y abandonado cubre y asume todo el sufrimiento del mundo y particularmente el sufrimiento que deriva del amor, de la unidad. “Para amar bien –dice Chiara- no hay que ver en las dificultades y deformaciones del mundo sólo males sociales para remediar, sino vislumbrar en ellos el rostro de Cristo, que no menosprecia esconderse detrás de cada miseria humana”.13 Pero también en Él, está el “lugar” de la revelación plena hacia nosotros del amor de Dios para con la humanidad y la mediación para recomponer nuestra unidad con Dios y entre nosotros. “(…) Todo dolor moral o espiritual es una sombra de su inmenso dolor.” (…) “Jesús abandonado es la figura de quien está perplejo, duda, del que pregunta ¿por qué? Jesús abandonado es la figura del mudo: ya no sabe hablar.” “Jesús abandonado es de alguna manera la figura del ciego: no ve; del sordo: no escucha: Es el cansado que se lamenta. Parece rayar en la desesperación. Es el hambriento…de unión con Dios. Es la figura del iluso, del temeroso, del desorientado, parece fracasado. Jesús abandonado es la imagen de las tiniebla, de la melancolía, del contraste: figura de todo lo que es indefinible, extraño, porque es un Dios que grita ayuda. Es el no sentido.”14 Era evidente que ese inmenso dolor tenía que ver con el misterio de la unidad. Y no sólo, sino que Él que no se quedó en el abismo de ese sufrimiento infinito y con un esfuerzo desmesurado e inimaginable se volvió a abandonar en el Padre- “Padre en tus manos entrego mi espíritu- (Lc. 23,46)- nos enseñaba el modo de comportarnos en las des unidades, en las separaciones, en los abandonos, o sea la manera de superarlos.”15 Por lo tanto, un dialogo a 360º con la cultura contemporánea. Pensando en el gran proyecto de integración en acción en vuestro continente, el carisma de la unidad se ofrece para contribuir en la construcción de una cultura que tenga en la fraternidad su paradigma. 12

C. Lubich Discurso al Simposio Hacia la unidad de las Naciones y la unidad de los pueblos, p.58.

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C. Lubich Por una civilización de la unidad. Discurso al Congreso “ Una cultura de paz para la unidad de los pueblos” Castel Gandolfo (Roma) 11-­‐12 junio 1988. 14 C. Lubich La unidad y Jesús Crucificado y Abandonado fundamento para una espiritualidad de comunión. Discurso al Consejo ecuménico de las Iglesias , Ginebra 28.10.2002 en Nuova Umanitá XXV enero-­‐ febrero 2003/1, pag. 26-­‐27. 15 C. Lubich Jesús crucificado y abandonado punto focal para una espiritualidad de comunión. Discurso a los obispos de Baviera, 23.4.2003


En el marco de la conferencia: El carisma de la unidad en dialogo con la cultura contemporánea, de María Emmaus Voce Facultad de Cs. Económicas (UBA) – Buenos Aires, 12 de abril de 2012.

COMENTARIOS A LA CONFERENCIA MAGISTRAL Cristián Cox Universidad Católica de Chile 1. Hablo y reacciono a esta presentación elocuente e inspiradora del carisma de la unidad, desde la educación; desde la cultura escolar y su papel y potencial en la construcción de la cultura y nuestra convivencia. 2. La promesa de la educación -en la construcción de una cultura que tenga en la fraternidad su paradigma-. La función esencial de la educación y los educadores es el crecimiento humano. La educación como institución social clave de la sociedad contemporánea, es sociológicamente, el fruto de un gigantesco acto de re-flexión; de vuelta sobre nuestros pasos y respuesta a las preguntas, ¿qué queremos comunicar a la generación que viene? ¿qué seleccionaremos del pasado? ¿para qué futuro que queremos construir los prepararemos? LA educación en contexto democrático, es fruto de la política; es decir de la capacidad de acción con lo que encontramos dado; es así, profundamente, un fruto de la libertad. Podemos, debemos, elegir cómo educar; dar forma a los nuevos; la vida que se inicia cada vez, con cada generación. 3. El amor y la justicia como competencias (Luc Boltanski). Fraternidad como competencia; como resultado educativo; como fruto de un cultivo, una labranza. 4. ¿Qué enseña a amar la educación de Latinoamérica hoy respecto a la vida juntos? Implícitamente a través de sus arreglos institucionales? Explícitamente, a través de sus contenidos, de su currículum? 4.1. Contextos. - Organización institucional de un sistema educativo que permite o no, la experiencia de encuentro con los ‘otros’ (distintos) desde temprano. 1


Desde la primera condición o base se establece la más elemental de las condiciones para la amistad: el conocimiento mutuo; interacción en un espacio común, primera condición de la ‘amistad cívica’ aristotélica. Este puede ser entre iguales, socialmente hablando, y lo que se obtiene es la confianza, y los lazos con los cercanos : ‘capital social vínculo’, dice Robert Putnam. O puede ser con la pluralidad, con muchos otros diferentes, y lo que se obtiene es una base experiencial para la confianza generalizada; los lazos del ‘capital social puente’. (según el mismo Putnam). ¿Cómo es la situación de los sistemas educacionales de la región latinoamericana respecto a esta base institucional de la cohesión? Entre 70 países que participaron en PISA 2009, comparados respecto a si mezclan o segmentan socio-económicamente sus instituciones escolares –integran o separan a los grupos en su experiencia escolar-, la ubicación de los 5 países latinoamericanos que participaron no deja lugar a dudas de que este es un problema serio de nuestras naciones y sus arreglos educativos: Brasil es el que, comparativamente más mezcla a sus alumnos de 15 años (grupo de edad medido en PISA); Chile es el que más segmenta socio-económicamente, ubicándose en el penúltimo lugar. Todos los latinoamericanos están en el tercio inferior del ranking (Ver Cuadro PISA, al final): Brasil: 44 México: 50 Argentina: 57 Colombia: 60 Chile: 69

4.2. La base de contenidos culturales (conocimientos, valores, disposiciones) comunicados en la experiencia escolar: -

Conocimiento y adquisición de ideas, valores y actitudes (disposiciones), pro- confianza y sociabilidad con los otros –cercanos y distantes-

¿Qué enseña a amar la escuela latinoamericana? Ex cursus sociológico.

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Cohesión intra-grupos y entre grupos: tipos de capital social Robert Putnam (2000) distingue entre dos formas de capital social: aquel basado en relaciones de confianza intra-grupo o comunidad (capital vinculante)–, y el que se funda en, o resulta de, relaciones de confianza entre grupos, inter-comunidades – (capital puente), y lo operacionaliza en cinco dimensiones que dan una idea del alcance del concepto: vida organizacional comunitaria, involucramiento en asuntos públicos (votación en elecciones presidenciales), voluntariado comunitario, sociabilidad informal y confianza social1. Si se asume la cohesión social en un sentido societal, no solo grupal, el que importa básicamente es el capital puente, ya que altos niveles de asociatividad (capital vinculante) pueden darse junto con altos niveles de desconfianza y fragmentación social (Fukuyama 1995). Esto mismo ha sido conceptualizado en términos de la diferencia entre cohesión social y cohesión societal: la primera está relacionada con la cohesión al nivel de una comunidad, mientras la última se refiere a redes, relaciones de confianza y patrones de reciprocidad que facilitan la acción colectiva y vinculan a los miembros de comunidades particulares con terceros. Países que son ricos en capital social a nivel de comunidades no son necesariamente cohesivos a nivel societal; también, algunos tipos de asociación pueden ser beneficiosos para la más amplia confianza y armonía societal, en cambio otros hacen pensar en el ‘lado oscuro’ de la cohesión (Green et al. 2003). Un sistema escolar nacional es una institución crucial para la cohesión en sociedades complejas y desiguales, en tanto permite la construcción de las bases culturales del capital social puente, sustento de la cohesión societal. También, por cierto, es fundamental en la construcción de las competencias fundantes del capital social vinculante, pero este se establece asimismo sobre otro pilar, el de la socialización familiar y las formas de asociatividad informales intra-grupo. En la construcción de las capacidades de relación con los distintos, la educación formal es el ámbito institucional decisivo. Y son las capacidades de confianza entre grupos, entre comunidades, a nivel societal, las que permiten procesar conflictos por medios políticos, bajar los llamados costos de transacción en la economía y producir las capacidades de cooperación de un orden cohesivo.

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Se ha traducido bonding capital como capital vinculante; bridging capital, como capital puente. Cabe observar que esta misma distinción de Putnam es trabajada en la literatura en términos de la diferencia entre confianza generalizada o confianza social respecto de personas o instituciones desconocidas, y la confianza particularizada o interpersonal. (Granovetter, 1973).

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De nuevo, ¿Qué enseña a amar la escuela latinoamericana respecto a la vida juntos? Lo más citado en el currículum de educ. ciudadana de 6 países Colombia

Chile

Guatemala

México

Paraguay

República Dominicana

Derechos Humanos Inclusión Diversidad LO menos citado: Bien Común Solidaridad Cohesión Social a) Históricamente, la patria, la nación. Hoy: DD.HH, y grupos de referencia sub-nacionales (étnicos, territoriales, género). DD.HH, sin embargo, sin centro en la fraternidad que subraya el artículo 1 de la Declaración Universal del año 1948, sino más bien en las libertades y derechos civiles y políticos –directa respuesta a las dictaduras y las situaciones de violencia sistemática (Guatemala), de los años Setenta y Ochenta. b) Históricamente: énfasis en la constitución y las instituciones del sistema político. Hoy, mucho más la sociedad y su cultura. Pero con estos énfasis, ¿cómo se educa en el capital social puente de Putnam; o lo que politólogos y economistas llaman la confianza generalizada? En los lazos con los distantes? ¿En la actitud de empatía, preocupación o solidaridad entre ciudadanos? Así,….. Desde la pregunta por la cohesión social (o, más fuerte, por la fraternidad y sus bases culturales), la primera constatación es que tres valores que dicen directa relación con ésta –Bien Común, Solidaridad y Cohesión Social-, no son priorizados en las definiciones curriculares de ninguno de los países. Esto se matiza si se incluye el valor Inclusión -que está entre los valores más mencionados-, que tiene un directo significado para la cohesión, pero que yo argumentaría tiene un sentido menos pro-activo respecto a cooperación y confianza con

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los distantes; confianza generalizada, que la triada bien común/ solidaridad/ cohesión social. . El análisis comparado de los currículos, permite hacerse la pregunta de si se está priorizando lo suficiente en éstos el educar para la vida en común y querer los asuntos de la ciudad (la política) en su conjunto, por énfasis en la diversidad y los valores del grupo o comunidad inmediata, más que las dimensiones que unifican (cohesionan) a los grupos en sus interrelaciones. Esto hace interrogarse sobre su funcionalidad para la cohesión social y la fortaleza de la base cultural del funcionamiento del sistema político democrático de nivel nacional. En contextos de marcada desigualdad social y debilidades institucionales de la política democrática, que caracterizan a muchos contextos nacionales de la región, el contrarrestar desde la educación las profundas tendencias anti-políticas de la cultura de mercado y la aceleración de los procesos de individuación sin contrapesos que la acompañan, parece de alta importancia. Total de citas referidas a trece valores en currículos vigentes en 2009 de educación primaria y secundaria de seis países de Latinoamérica. I. Valores cívicos en currículos de primaria y secundaria (2009).

Colombia Chile GuatemalaMéxico ParaguayRepública TOTA Dominican L a

Derechos Humanos Inclusión

5

9

23

8

12

7

64

16

4

20

10

6

6

62

Diversidad Democracia

4 6

15 8

16 8

6 13

13 5

5 7

59 47

Justicia Social

6

10

15

7

2

0

40

Tolerancia

7

11

13

2

4

3

40

Igualdad Equidad

1 1

11 8

11 13

10 3

5 1

1 5

39 31

Libertad

2

5

3

10

3

1

24

Bien Común

4

4

7

1

2

4

22

Solidaridad

7

3

5

1

0

4

20

Pluralismo

9

2

1

0

3

2

17

5


Cohesión Social

0

0

0

1

2

0

3

TOTAL 68 90 135 72 58 45 468 Fuente: Cox, Bascopé , en base a Cox (2010), Oportunidades de aprendizaje de la ciudadanía en los currículos de educación primaria y secundaria de seis países latinoamericanos: matriz para su comparación. SREDECC: Bogotá.

5. Patria, fraternidad y educación ciudadana. La definición de la comunidad respecto a la cual niños y jóvenes son educados para que la sientan como propia, y a la cual deben su adherencia y lealtad, sin duda que es una de las tareas centrales y clásicas de la escuela. Históricamente, el referente crucial para esta construcción escolar de identidad ha sido la nación2. Los currículos vigentes en los países examinados –con diferencias importantes respecto a esto entre ellos, que no se han abordado- se ubican claramente en otra perspectiva respecto a la nación y el patriotismo. Lo que ha sustituido a la nación como referente del imaginario común en los currículos escolares apunta, simultáneamente, hacia más abajo y más arriba: “más abajo”, en el sentido de grupos sociales, de base local o étnica; y “más arriba”, en el sentido de que la Declaración de los Derechos Humanos, en su universalidad y precedencia sobre las definiciones de Estados particulares, redefine el locus de la regulación moral de la política, subordinando la nación a la humanidad. Las políticas curriculares de nuestros países debieran considerar con cautela cuáles son las consecuencias probables para la cohesión social y la política democrática de la erosión en la experiencia escolar de los componentes simbólicos fuertes de lo común. Así como discernir cuáles pueden ser estos en las especiales condiciones que adquiere la modernidad reflexiva en Latinoamérica. ¿Cómo articular unos referentes nuevos, fuertes, de lo común, en la experiencia escolar contemporánea? ¿en qué pueden basarse?. Si la experiencia escolar prepara explícitamente para la vida en común, tanto con otros inmediatos (capital social vinculante) como lejanos (capital social puente). El currículo prescrito de un sistema escolar nacional, como definición oficial de los objetivos y contenidos formativos de tal experiencia, corresponde a la visión de la sociedad sobre sí 2

“La nación es un arco de solidaridades, una construcción política e ideacional que postula la existencia de un ‘nosotros’ que entraña un reclamo de lealtad por encima y más allá de otras identidades e intereses y que, si ya no la tiene, frecuentemente busca asentarse o definirse en un territorio delimitado por el Estado.” (O’Donnell 2004: 165).

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misma que se procura transmitir a la nueva generación, y por tanto acerca de tal vida en común y sus nociones y valores constitutivos. ¿No es acaso el valor de la Fraternidad, tal cuál lo plantea el carisma de la Unidad, - y lo releva el primer artículo de la Declaración Universal de los DD.HH- lo que debe reemplazar a la nación como referente simbólico fuerte de lo común en la experiencia escolar contemporánea?

6. El principio de fraternidad, el menos politizado del tríptico de la Revolución Francesa. fraternidad como hermana pobre… “Del tríptico de la Revolución Francesa, la libertad y la igualdad se transformaron en principios constitucionales, así como se convirtieron en ideas guías de movimientos políticos; sin embargo, el mismo derrotero ha sido esquivo para la fraternidad”. (R.Mardones, Hacia una precisión conceptual de la fraternidad política). Chou En Lai en 1989 en Francia, y su respuesta a la pregunta por el legado de la Revolución Francesa: demasiado pronto para saberlo…... Tal vez es demasiado pronto para resignarse a que la fraternidad ocupe el tercer lugar, en la tríada fundante de nuestro imaginario político, como en las jerarquías valóricas de nuestros currículos escolares. La visión como la invitación que inspiran el carisma de la Unidad, tan elocuentemente presentados en la conferencia de María Emmaus Voce, hacen interrogarnos de modo profundo a los educadores, y descubrir que la fraternidad –tal como se ha tematizado aquí esta tarde- debiera tal vez ocupar un lugar equivalente al que la referencia a la nación, tuvo en la educación ciudadana Latinoamericana a lo largo del siglo XX.

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En el marco de la conferencia: El carisma de la unidad en diálogo con la cultura contemporánea a cargo de Maria Emmaus Voce Facultad de Cs. Económicas (UBA) – 12 de abril de 2012

“DIALOGO FE – CULTURA DESDE LA PERSPECTIVA TEOLÓGICA” Rafael Velasco sj Universidad Católica de Córdoba Quisiera reflexionar desde la teología acerca de tres categorías expuestas en la ponencia de la Dra. María Emmaus Voce; estas son: Diálogo Fe – Cultura; Unidad y Fraternidad. 1. Introducción En Occidente, el complejo matrimonio Fe- Cultura –llamado Cristiandad- funcionó durante toda la edad media. La modernidad puso definitivamente en crisis el modelo de “cristiandad”. La Iglesia se resistió y a fuerza de condenas al “modernismo”, excomuniones y encerramiento se anquilosó y se aisló. La Iglesia se sintió amenazada en sus prerrogativas y en el monopolio del discurso respecto de la verdad. De ahí se explica la reacción contra algunos avances de las ciencias (caso Galileo, entre otros). Es verdad que hubo papas que financiaron científicos, en el 1600 se crea lo que después fue la academia pontificia de Ciencias, sin embargo la relación con la modernidad, cultural, científica y política no fue para nada pacífica. En ese contexto debe comprenderse también el concilio Vaticano I en el que se define la infalibilidad papal. Este dogma debe comprenderse en el contexto de una Iglesia que se siente acorralada políticamente (de hecho el Concilio se suspende por problemas políticos), y culturalmente. Las ciencias ponen en cuestión las enseñanzas de la Institución. La Iglesia se reserva la infalibilidad para sancionar la verdad, ante un mundo que pone en tela de juicio las verdades proclamadas por la Iglesia. Le ha costado a la Iglesia institucional superar este trauma provocado por sus des encuentros con la modernidad. Tarde, por ejemplo (en el Vat. II), la Iglesia ha reconocido el valor de la democracia como sistema de gobierno y de vida. No es practicada hacia adentro de la Institución, pero al menos después de mucho tiempo se la defiende como un valor. Tarde la Iglesia se ha ido reconciliando con la secularización, con la separación de Iglesia y Estado, con las autonomías de los saberes. Bien dijo K. Rahner: “La historia de la Iglesia nos enseña que (la Iglesia) ha defendido muchas veces posiciones que intentaba mantener a toda costa y con perjuicio de su misión última e ineludible, protestando contra los poderes que pretendían expulsarle de esas posiciones, y que sólo cuando se las habían quitado por la fuerza se daba cuenta y admitía que no tenía por qué defenderlas necesariamente e incluso que esa defensa anacrónica sólo le había traído perjuicio a ella y su auténtica misión.”1 Recién en el Vat II se intenta reconciliar a la Iglesia con la modernidad: La Iglesia se comprende como “Sacaramento en la Historia”, en dialogo con el mundo (LG) y la 1

RAHNER, Karl; “Cambio estructural de la Iglesia”, Madrid 1974, 59

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Iglesia en el mundo (GS) Es un nuevo paradigma signado por el diálogo. La iglesia vuelve a reconocer al mundo como un Areópago. 2. La Imagen del Areópago, nos aporta un buen paradigma de lo que significa la Iglesia en el mundo. Este discurso de Pablo es el primer intento de predicación ilustrada de la Buena Noticia Cristiana. En el lugar de las ideas (el Areópago), donde se daban los debates entre los intelectuales a las que asistía el pueblo, allí Pablo hace este discurso en el que toma a filósofos y poetas griegos y los usa en su argumentación para anunciar al “Dios desconocido” en medio de un panteón de dioses de todo tipo. El discurso da para mucho; a la luz del mismo sólo ofrezco algunas reflexiones que me parecen significativas El mundo universitario –en particular- sería comparable al Areópago. Es el mundo del conocimiento, de la búsqueda del saber, donde se da el cruce de discusiones, métodos, disciplinas diversas… Aquí –en la universidad- se da la pluralidad de saberes y de ideas; también la pluralidad de dioses. Quiero decir que hay pluralidad de creencias y hasta de increencias. Así como hay pluralidad de confesiones religiosas también hay quienes no se plantean el tema de Dios; hay quienes no se sienten llamados a creer, o personas que honestamente no entienden o no pueden aceptar la idea de un Dios personal amoroso, hay también quienes ha decidido que Dios no existe, y quienes han declarado la muerte de Dios pero no saben cómo deshacerse de su cadáver y entonces están todo el tiempo atacándolo tratando de dejar en claro que está muerto. Las creencias y las increencias son de múltiple catadura. Pablo sugiere que en el fondo del corazón hay una búsqueda de algo más –que llamamos Dios- esa búsqueda, esa sed, habita en todos los corazones. Todos la sentimos. Es la que nos impulsa a amar a querer perdurar de algún modo, nos mueve a hacer cosas grandes, a actos de generosidad, de nobleza... Esa sed, a veces, se objetiva en una representación religiosa (Dios) y otras permanece allí innominada, pero real. Hay un Dios que permanece aún desconocido para la cultura contemporánea, porque no pocas veces los mismos creyentes hemos desfigurado su rostro. Muchos hoy no creen en la imagen deformada que las religiones hemos mostrado a lo largo de siglos. Las realizaciones institucionales de ese Dios son pobres, contradictorias y distorsivas; lo cual habla de los límites institucionales más que de Dios mismo. En este contexto -el Areópago universitario- intentamos anunciar al Dios desconocido. Más allá de la pluralidad y el respeto incondicional a todas las personas y sus creencias no es posible negar nuestra identidad cristiana. Es más, para ser de verdad plurales debemos afirmarla. Debemos afirmar nuestra fe en Jesús de Nazareth, hombre y Dios, que anunció la llegada del reino de Dios, un reino de justicia y fraternidad y que por ese anuncio entregó su vida y fue rescatado por el Padre de la muerte, como testimonio de que el Amor vence a la muerte. A Él anunciamos. Lo hacemos implícita y explícitamente: Lo hacemos –tácitamente- siendo fieles a nuestras conciencias para formar gente fiel a sus conciencias; lo hacemos buscando la verdad, sabiendo que no somos su poseedores,

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sino sus servidores; lo hacemos cuando trabajamos para que el conocimiento de verdad haga libres a los que lo poseen para que trabajen por la liberación de tantos hermanos y hermanas que sufren la discriminación, la marginación y el irrespeto de sus derechos humanos básicos. También estamos invitados a anunciar a Jesús explícitamente en la universidad. Lo hacemos como ofrenda y no como imposición, como anuncio y no como propaganda, lo hacemos con respeto porque sabemos que Él habita los corazones de todos y que “en Él vivimos nos movemos y existimos”. Dice Chiara Lubich: “En estas décadas de diálogo se ha reforzado una convicción: lo que las personas de otras religiones se esperan de nosotros, cristianos, es sobre todo un testimonio concreto del amor arraigado en el Evangelio, que todos desean y acogen, como si fuera la respuesta a la vocación connatural al amor propia de todo ser humano. No es casualidad que sea común a toda religión la «regla de oro»: «Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti». En el clima de amor recíproco que suscita la aplicación de la «regla de oro», se puede establecer el diálogo con nuestros interlocutores, diálogo en el que uno trata de «hacerse nada», «hacerse uno» con los demás para «entrar» en cierto sentido en ellos. Aquí está el secreto de ese diálogo que puede generar la fraternidad. En ocasiones es un arte fatigoso, pero siempre vital y fecundo. Tiene un efecto doble: nos ayuda a inculturarnos, conociendo así la religión, el lenguaje del otro, y predispone a los demás a escucharnos”.2 El resultado de ese diálogo es modesto. El final del discurso de Pablo es bastante descorazonador. Dice que todo iba bien hasta que al oír hablar de resurrección de los muertos “unos se burlaban y otros decían: de eso te escucharemos en otro momento”… “Sin embargo algunos pocos abrazaron la fe”. Al respecto de esta reacción de los “areopagitas”, Miguel de Unamuno dice –refiriéndose a la fe en la resurrección de los muertos- “Hasta aquí llega la paciencia de los intelectuales”. El mensaje que intentamos transmitir también sufre la misma suerte. Los que de verdad comprenden y creen no son demasiados. Pero hay quienes de verdad lo comprenden, lo desean y se comprometen. 3. Hoy el desafío es anunciarla Fe en Jesucristo, trabajando por la Justicia en diálogo con las culturas y las otras confesiones religiosas. Dice Chiara: “Hemos constatado, de hecho, que el interlocutor es tocado y pide explicaciones. Podemos pasar así al «anuncio respetuoso», en el que, por lealtad ante Dios, ante nosotros mismos, y también por sinceridad ante el prójimo, afirmamos lo que dice nuestra fe sobre el argumento del que hablamos; sin que por ello impongamos nada al otro, sin rastros de proselitismo, sino con amor. En ese momento para nosotros, los cristianos, el diálogo vierte en el anuncio del Evangelio.”3 Ese espíritu de diálogo significa abandonar el sueño de no pocos grupos en la Iglesia de volver a la cristiandad al sueño (ilusión) de una nueva cultura cristiana, y a las pretensiones de ser –la Iglesia- una suerte de agencia de moralidad internacional. 2 3

Entrevista, 8 de abril 2004 Entrevista “al terrorismo respondemos con el hallazgo de Jesús, Pascua perenne”; 8 de abril 2004

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Algo más: La Unidad y Fraternidad que anunciamos como Don para el mundo, deben ser significados en nuestro modo histórico de ser Iglesia, para ser de verdad Signos del reino en la Historia. Esto implicará cambios institucionales profundos. Por eso es oportuno advertir, como lo hace Karl Gabriel, que si la transformación cultural depende hoy más que antes de las Instituciones (dado que ya no hay una homogeneidad cultural), es imprescindible –para el éxito de ese proceso- un alto grado de apertura institucional, sensibilidad para las aspiraciones de autonomía individual y reflexividad. Hemos repetido muchas veces –con el Concilio Vaticano II- que la Iglesia debe leer los signos de los tiempos para anunciar el Evangelio a su tiempo. Nada más cierto. Pero no es menos cierto también que la Iglesia debe aprender a escuchar lo que Dios le dice desde el mundo. No es posible seguir con un esquema mental y teológico que nos sitúa como interlocutores unilaterales. La Iglesia hablándole al mundo. Es imprescindible para la Iglesia ser capaz de escuchar al mundo; no para darle el gusto a lo mundano, sino para escuchar y obedecer la voz de Dios que habla también desde fuera de los estrechos límites de la iglesia institucional. Tal vez uno de los problemas de la Iglesia institucional hoy sea su creciente sordera y necesite que Jesús, siempre extranjero, siempre viniendo desde los márgenes le diga con fuerza y cariño: “¡Ábrete!”. 4. El testimonio que finalmente convencerá –más allá del anuncio razonable de la Buena Noticia- es el de la fraternidad solidaria, representada en la cercanía con los pobres. Como era en el principio, como nos lo han recordado muchos santos, numerosos teólogos y no pocos mártires. Una de las consecuencias de nuestra fe en la Encarnación está referida al lugar desde dónde se hace la teología. Si Dios se encarnó, nada de lo humano nos es ajeno. Y si Dios se encarnó entre los pobres viviendo en los márgenes, la acción de la iglesia y la teología no pueden ser neutrales. No se es neutral ante la injusticia. Si Dios se hizo carne en los márgenes de la historia, desde ese lugar se debe leer la historia. Dios no ve desde arriba a la humanidad sino desde los márgenes; desde los que sufren la exclusión, los que muchas veces no participan de las liturgias oficiales, los que se sienten pecadores y necesitados, los que no acceden a los poderes centrales. Desde ahí se lee diferente el Evangelio. La pregunta teológica (quién es Dios) es inseparable de la pregunta ética: ¿Qué hacer? (“¿Qué has hecho con tu Hermano?”) Y si la respuesta a la primera pregunta nos remite al Dios anunciado por Jesús de Nazareth que es Padre de todos, el Dios de la Vida que instaura en Jesús un Reino de Justicia en el que los pobres son los primeros; la respuesta por “qué hacer” tiene sus consecuencias. Una teología que intente asumir como central la categoría de Fraternidad debe poner en el centro a los hermanos más pobres y vulnerables. Desde la fe en la Encarnación, entonces, no es posible pensar la teología descontextualizada; es necesario pensarla y hacerla en contexto, encarnada históricamente desde la realidad. Y la realidad de América Latina es una realidad fuertemente marcada aún por la exclusión y la pobreza. Hacer teología desde esta realidad implica adoptar una perspectiva: hacerla desde la

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perspectiva de los pobres. Desde la vida de los pobres. Comprometida y en diálogo con otros saberes. En Latinoamérica –nuestro contexto- la vida se da amenazada por la exclusión, la violencia, la pobreza. Esto significa falta de acceso a la salud, a la vivienda digna, a la justicia, al agua potable, a derechos humanos fundamentales para millones de personas. La teología desde Latinoamérica implicaría, entonces, pensar la vida desde esas realidades que padecen los pobres. Significará hacer teología desde el reverso de la historia: desde los vencidos; los que no pueden acceder a educación de calidad, los que ven su espacio verde transformado en basural –porque son pobres y no cuentan más que para las elecciones- reflexionar desde aquellos que no son los protagonistas, por lo tanto no son los que imponen los titulares de los medios. Significará también hacer teología desde la periferia de la sociedad: donde viven las víctimas, aquellos cuyos rostros revelan “los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor”, como dice el documento de Puebla. Significa, entonces, hacer teología desde las mayorías sufrientes: la mayor parte de la población de Latinoamérica es pobre y sufre. El amor de Dios aquí y ahora se llama liberación, compromiso con la transformación de la realidad, reino de Dios -que es Gracia- y comienza históricamente cuando se parte el pan desde la provisoriedad. Esta teología de la Fraternidad encarnada debería tener un carácter profético, por llamarlo de algún modo, ya que debería inquietar, desinstalar hacer las preguntas incómodas y buscar las respuestas necesarias. Y comprometerse con esas respuestas. Una teología que vaya más allá de las elaboraciones dogmáticas y nocionales que supere la pregunta “¿cómo ser buenos en esta sociedad?” para preguntarse ¿cómo ser buenos haciendo buena –es decir transformando- esta sociedad? Una teología que nos ayude a vivir más humanamente en este mundo; que nos anime a luchar por hacer más humano este mundo. Una Teología que aspire a ser algo más que un código de buena conducta; ha de ser de algún modo una sabiduría espiritual articulada racionalmente. Una sabiduría que ayude a vivir con sabor y con sentido. Una sabiduría que está vinculada con la propia vida. Como bien dice Simone Weil: “Lo que me permite saber si alguien “sabe” verdaderamente de Dios, no es cómo habla de Dios, sino cómo habla de los hombres”. Una teología que surja desde el mandamiento nuevo que nos dejó el Señor. Ese mandamiento del que dice bellamente Chiara: “Cuando es vivido con radicalidad, genera la unidad y lleva consigo una consecuencia extraordinaria: el mismo Jesús, el Resucitado, se hace presente entre nosotros.”4 Lic. Rafael Velasco, sj Rector Universidad Católica de Córdoba 4

Op. Cit.

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