La ribera de Oka.

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CUENTO 6潞B DIA DE LA PAZ 30-1-11

EN LA RIBERA DEL OKA Autor: Le贸n Tolstoi


Le贸n Tolstoi Novelista ruso (1828-1910), profundo pensador social y moral, y uno de los mas grandes autores de los realismos de todos los tiempos.


En la ribera del Oka vivĂ­an felices numerosos campesinos; la tierra no era fĂŠrtil pero producĂ­a lo necesario para vivir con holgura y guardar algo de reserva.


Iván,uno de los labradores, compró en la feria de Tula una hermosísima pareja de perros para cuidar las tierras y sus casas. No tardaron en hacer correrías y destrozos. Nicolai, vecino de Iván decidió ir a la feria de Tula para comprarse de sabuesos para que defendieran su casa de Iván.


Pero, al tiempo que cada campesino (para estar defendido) Aumentando el número de

perros éstos se hacían más exigentes. Ya no se contentaban con los huesos y demás sobras de la casa, sino que había que reservarles los mejores trozos de las matanzas y hubo que construirles recintos cubiertos y dedicar más tiempo a su cuidado.


Al principio, los nuevos sabuesos no se llevaban bien con los otros dos, pero al poco tiempo destrozaban el campo juntos. Los otros vecinos, para protegerse y proteger sus campos al final, cada persona del pueblo tenĂ­a 10 o 15 perros. Por la noche, al mas leve ruido, todos ladraban y no dejaban dormir a la gente.


La miseria se había asentado en la aldea; Los niños estaban cubiertos de harapos, padecían de frío y hambre, y los hombres, por más que trabajaban no conseguían arrancar del suelo el sustento necesario para su familia.


Un día, se quejaban de su suerte delante del hombre mas viejo y sabio del lugar, y como culpaban al cielo, el anciano les dijo que : -La culpa la tenéis vosotros : os lamentáis de que vuestro hijos, que languidecen delgados y descoloridos, y veo que todos manteneis docenas de perros gordos y lustrosos. -Sson los defensores de nuestros hogares (esclamaron los labradores) -¿Los defensores? ¿ De quién os defienden? --


-Señor si no fueran por ellos, los perros extraños acabarian con nuestros ganados y hasta con nosotros mismos. -¡Ciegos, ciegos! (contesto el anciano) ¿ No comprendeis que los perros os defienden a cada uno de vosotros de los perros de los demás, y que si nadie tuviera perros no necesitarian defensores que se coman ytodo el pan


Y siguiendo el consejo del anciano, se deshicieron de sus defensores y un aĂąo mĂĄs tarde sus graneros y despensas no bastaban para contener las provisiones. Y en el rostro de sus hijos sonreĂ­an la salud y la prosperidad


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