Crónica de una barbarie impune - Los últimos inocentes del planeta

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Autor: Esteban Michelena Fotografía: Fernando Torres

Foto de portada: Juan Diego Pérez

Diseño e impresión: El Telégrafo EP

ISBN: 978-9942-20-909-2 Primera edición 2015 2.500 ejemplares Impreso en Ecuador Todos los derechos reservados


CRÓNICA DE UNA BARBARIE IMPUNE Los últimos inocentes del planeta



Contenido Capítulo I AL PRINCIPIO FUERON LA SELVA, EL CIELO Y EL RÍO Capítulo II EL PASADO TRISTE DE LA AMAZONÍA Capítulo III ¿QUÉ MISMO PASÓ AQUÍ? ¿AH?

Capítulo IV 1993: DE LA AMAZONÍA DEVASTADA A LAS CORTES DE NUEVA YORK Capítulo V LAS IDAS Y VUELTAS DE CHEVRON-TEXACO EN ECUADOR Capítulo VI ¿QUIÉN ES EL TESTIGO ESTRELLA DE CHEVRON? Capítulo VII TODOS MIS MUERTOS. TODOS. Capítulo VIII SANANDO LA PACHA MAMA

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ANEXOS 109



Capítulo I AL PRINCIPIO FUERON LA SELVA, EL CIELO Y EL RÍO Partieron de Quilanga, Loja. Un día de 1968, tras un largo viaje que duró cuatro días, los esposos Rojas Castillo amanecieron en un mundo nuevo y extraño.


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Quilanga, verano de 1968. Para esos años, en Quilanga (Loja) el empleo era precario. Erasmo, un hábil carpintero, no tenía opción alguna. Entonces, hasta ese pequeño poblado de la sureña provincia ecuatoriana llegaron buenas nuevas: muy lejos, en el “Oriente”, hay tierras fértiles y trabajo. En efecto, ya en 1967, el gobierno interino de Clemente Yerovi había confirmado el hallazgo del primer yacimiento petrolífero, en la lejana provincia de Napo. En Loja, la única opción era migrar. Los esposos Rojas Castillo evaluaron la compleja decisión y tras organizarse con otros paisanos en El Carmen (Manabí) emprendieron las primeras excursiones, lideradas por Erasmo Rojas y Jorge Añasco, un primo de Eufemia.

Para la expedición final, el grupo de 25 aventureros lojanos mostró organización. Así, lograron el apoyo del Presidente Velasco Ibarra, quien gobernaba por quinta ocasión. El gobernante les facilitó un vuelo de un carguero militar. “Fuimos como animalitos, atrás, con nuestras pocas cositas, los hijos… Llegamos hasta Santa Cecilia. Para nuestra buena suerte, un paisano de Cariamanga, el Coronel Cueva, era el jefe del destacamento”, cuenta la señora.

Un día del verano de 1968, ellos amanecieron en un mundo nuevo y desconocido. Veintiún hombres y cuatro mujeres quedaron deslumbrados ante el frondoso paisaje. En principio, se instalaron a orillas del Aguarico, levantaron chocitas de madera y los hombres empezaron la construcción de una gran canoa. “Comíamos tortuga, guanta, venado y guineo orito que sembramos y se daba lindo, pero en las noches se oía roncar al tigre y teníamos miedo. Imagínese, los niños…”. Eufemia tenía cinco: la mayor, de 12 años; el último, de brazos aún. Luego los expedicionarios completaron la travesía hasta Lago Agrio. “Cuando llegamos eran la selva, el río y el cielo”, recuerda Eufemia. El siguiente objetivo fue levantar un hotelito, de caña y maderas. “Es el año de 1972 y ya salían los primeros barriles de petróleo. Hicimos unas quince piecitas, iban llegando gentes de a poco, hasta que la Texaco abrió una carretera para la exploración del petróleo. Empezaron a entrar los buses de la cooperativa Amazonas y los de la Pastaza. Ahí se abrió todo y se expandió como espumita”.

Un día, uno de los técnicos norteamericanos logró hacerse entender y puso nombre y apellido gringos al que, con el paso de los años, se consolidó como el primer hotel de Lago Agrio: el “Black Gold Hotel”, propiedad de los esposos Rojas Castillo.

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Eufemia aceptó la sugerencia del extranjero y así fue nombrado este pionero cuartel de invierno que, a inicios de la década del 70, en plena selva ecuatoriana, hospedó, entre otros, a los técnicos y empleados de Texaco.


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Lejos de todo, en la mitad de la nada, en el Oriente ecuatoriano, la fiebre del “oro negro” estaba en marcha. Y Ecuador, ese pequeño país agrario, pobre y convulsionado, (tal cual lo vivieron los jóvenes esposos al aventurarse en tierras hostiles y desconocidas) comparecía deslumbrado, pero ignorante y desprotegido, a una aventura prometedora e impredecible que, bajo la promesa del “Black Gold”, tomaba franco impulso en esos años. Así empezó esto: en la selva virgen, en el rostro y esperanza de compatriotas como Erasmo Rojas, Jorge Añasco y Eufemia Castillo, protagonistas de las primeras corrientes migratorias locales hacia la Amazonía, impulsadas por esa ilusión de trabajo y prosperidad. Los migrantes llegaban a un naciente caserío que hacia el año de 1972 tuvo un nombre norteamericano: “Source Lake” que significa “Lago Manantial” y que, en realidad, nombró a la primera plataforma de extracción petrolera levantada por Texaco.1

Luego esta plataforma pasó a llamarse “Sour Lake” que es “Lago Agrio” (o Nueva Loja) y también sirvió para designar al naciente caserío, cuya fecha de cantonización data de un 20 de junio de 1972. Al respecto, hay dos fechas que refieren por qué la duplicidad de nombre para la misma localidad: en 1969, se creó la Cooperativa Nueva Loja y un 5 de mayo de 1971, en el mismo territorio, se fundó la ciudad de Nueva Loja.2 Ciertamente, los pioneros locales en la Amazonía fueron, en su gran mayoría, lojanos. UN DÍA DE 1964, UNA JUNTA MILITAR DE GOBIERNO…

Todo empezaría a concretarse a 259 km. del naciente poblado amazónico, un remoto viernes 21 de febrero de 1964, en el Palacio de Carondelet, con la publicación en el Registro Oficial del Decreto Supremo 205 A. Este fue suscrito por el Presidente de la Junta Militar de Gobierno, Contralmirante Ramón Castro Jijón; el General de División, Luis Cabrera Sevilla; el General de División, Marcos Gándara Enríquez; el Coronel de Estado y Mayor de la Aviación, Guillermo Freire Posso; el Ministro de Fomento y Minas, José Cárdenas y el Ministro Interino de Finanzas, Jaime Porras Paredes. Este decreto, cuya copia certifica y también suscribe el Capitán de Navío Wilfrido Freire Dueñas, en su condición de subsecretario de Industrias, Minas y Recursos Energéticos de la Junta Militar de Gobierno, dice en su sumario:

“Autorizase al señor Ministro de Fomento para que a nombre y representación del Gobierno del Ecuador, otorgue a la Texas Petroleum Company una concesión hidrocarburífera y autorice 1  Asociación de Municipalidades del Ecuador, Breve reseña histórica, Lago Agrio, 2012, en <www.ame.gob.ec>. 2  Asociación de Municipalidades del Ecuador, Breve reseña histórica, Lago Agrio, 2012, en <www.ame.gob.ec>.

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la transferencia de tal concesión a la Compañía Texaco de Petróleo del Ecuador C.A. y a la Gulf Ecuatoriana de Petróleo S. A”.

Este decreto, que en 19 hojas caracterizó la relación entre el Estado ecuatoriano y la empresa norteamericana, marcaría la historia del desarrollo nacional como país productor de petróleo. La Junta Militar de Gobierno fue la encargada de manejar la suerte de más de cinco millones de ecuatorianos, sorprendidos y optimistas ante la expectativa de un futuro digno del flamante país petrolero. Transcurren los primeros años de la década del 60 y son tiempos de tempestuosa inestabilidad e incertidumbre política. Las elecciones de 1960 dejaron a José María Velasco Ibarra ejerciendo su cuarto gobierno, tras una avasalladora victoria en las urnas. Sin embargo, aquello no blindó la estabilidad del mandatario, quien un año más tarde, mandó a prisión a su Vicepresidente, Carlos Julio Arosemena. Este, por decisión del Congreso, ese mismo año, asumió la presidencia y, luego de arduas disputas y cercado por presiones de la derecha y la izquierda, se vio asediado y vulnerable. Su caída fue cuestión de tiempo. “En julio de 1963, con apoyo de la Embajada estadounidense, los militares derrocaron al Presidente y establecieron una Junta Militar de Gobierno”. Un año más tarde, “en 1964 el presidente francés Charles de Gaulle visitó Ecuador. La política internacional del gobierno, sin embargo, estuvo subordinada a los intereses estadounidenses, a los cuales hizo concesiones violatorias de la soberanía nacional”.3

Y es esta la Junta que suscribió una de esas violatorias concesiones, mediante el fatídico Decreto Supremo 205 A. La suerte estaba echada. En virtud de la concesión otorgada a la Texas Petroleum Company (TEXACO), en 1964, la empresa recibió cerca de 1 600 000 hectáreas, que dos años después quedaron en 1 431 450 hectáreas, pertenecientes al subsuelo amazónico y destinadas a la explotación petrolera, localizadas en las actuales provincias de Sucumbíos y Orellana.

En este territorio, la empresa impuso su criterio y sus procedimientos. Allí, desde 1965, operaron 7 campos: Cuyabeno, Sansahuarí, Bermejo, Lago Agrio, Sacha, Shushufindi y Armadillo, en la parte sur de Orellana. Dos años más tarde, un 29 de marzo de 1967, Texaco (en las cercanías de la ciudad de Lago Agrio) abrió su primer pozo, el Lago Agrio 1.4 Y mientras la empresa iniciaba la explotación del recurso bajo un acuerdo para la repartición de ganancias de un 65% para el Estado y un 35% para la petrolera, empezó también una larga his-

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3  Enrique Ayala Mora, Segundo Moreno y otros, “Capítulo 24: De la crisis al auge”, en Nuestra Patria. Historia Nacional, Quito, Corporación Editora Nacional, 2005, p. 254. 4  Asociación de Municipalidades del Ecuador, Breve reseña histórica, Lago Agrio, 2012, en <www.ame.gob.ec>.


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toria de atentados ambientales, abusos, engaños y dolorosas consecuencias para los habitantes de la zona, para los pueblos originarios y para los miles de ecuatorianos que llegaron en busca de trabajo y que, 40 años más tarde, aún padecen las consecuencias de la fiebre del “oro negro”.

El Decreto 205 A consagra el inicio de las relaciones entre el Estado y la Texaco. En los considerandos previos a la concesión, uno de ellos refiere la confianza otorgada por el Estado: “Que la compañía solicitante cuenta con los medios técnicos y económicos suficientes para llevar a cabo una explotación hidrocarburífera eficaz”. Pero Texaco, más allá del bien, del mal y de la ley, prescindió siempre de cualquier señal de pulcritud, ética o responsabilidad empresarial ante la confianza de una nación que puso en sus manos la explotación del valioso recurso. El desempeño de la empresa se ha mostrado, décadas más tarde, letal para los intereses nacionales, representados entonces por un gobierno que tras consolidarse –luego de, con respaldo estadounidense, interrumpir la vida democrática nacional- permaneció subyugado a los intereses norteamericanos. Ante Texaco actuó en consecuencia: desde la misma suscripción del contrato, la Junta de Gobierno fue débil para controlar a la multinacional. El estudio “Aguas de formación y derrames de petróleo, la dimensión política en la problemática socio ambiental petrolera”, del experto Iván Narváez, informa que entre 1982 y 1990 Texaco fue la compañía más multada debido a su “comportamiento ambiental irresponsable”.5

Aquí, el informe del Ministerio del Ambiente: “Daños ambientales provocados por Texaco en la Amazonía ecuatoriana” aporta cifras de terror. “Se vertieron al ambiente 379 246 100 barriles de agua de formación. Texaco habría derramado 403 200 barriles de crudo a causa de los accidentes más grandes ocurridos en el SOTE y 456 000 barriles de crudo en los campos petroleros del Distrito Amazónico”.6

Con semejante desempeño, Texaco envenenaba un territorio prístino, al que le diezmó la vida, sus hombres, mujeres y niños; sus colores, su paisaje, sus ríos y sus tardes. Lo que ocurriría durante 25 años de operación no sería más que la crónica anunciada de un desastre ambiental.

Veamos el Literal a) de la Cláusula Sexta del Contrato, sobre la Posesión de la zona otorgada: “El Gobierno, dejando a salvo derechos de terceros, mantendrá a la concesionaria en tranquila y pacífica 5  Iván Narváez, “Aguas de formación y derrames de petróleo, la dimensión política de la problemática socio ambiental petrolera”, en Orlando Pérez y Nelson Silva Torres, Caso Chevron. La verdad no contamina. Informe urgente, Quito, El Telégrafo, 2014, p. 12. 6  Ministerio del Ambiente, “Programa de Reparación Ambiental y Social - PRAS. Daños ambientales provocados por Texaco en la Amazonía ecuatoriana” , informe No. 047 - MS - MC - AH -MM - LA -SINPAS-2014, Quito, Ministerio del Ambiente, 2014, p. 4.

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posesión de los terrenos que, siendo bienes nacionales, estuvieren comprendidos en esta concesión, así como de los depósitos hidrocarburíferos que existan en toda el área materia de la concesión, y la defenderá contra todo reclamo de terceras personas que pretendan derechos en la superficie de los mismos terrenos que fueren bienes nacionales”. Y el Literal b) de la misma Cláusula Sexta precisa que esa protección se extiende a los “depósitos petrolíferos que existan en el área de la concesión, inclusive de los que se encuentren sumergidos bajo los ríos, lagos y lagunas”. En todo este escenario, se enfatizan las condiciones y ventajas de la empresa. Al respecto, la Cláusula Octava consagra el Principal derecho de la Concesionaria que “adquiere, en virtud de este contrato, el derecho exclusivo de examinar, catear, perforar, etc., los terrenos y las áreas sumergidas materia de la concesión y extraer de ellos el petróleo, gas natural y demás sustancias hidrocarburíferas…”. El segundo párrafo de la cláusula citada, es contundente: “Por lo tanto, la concesionaria podrá hacer toda clase de excavaciones, perforaciones y taladros en los terrenos y en las áreas sumergidas de su concesión, sin más limitación que la establecida en el inciso segundo del Art. 16 de la Ley del Petróleo”. Esa ley es del año 1937 y prohibía la perforación cerca de terrenos privados.

En la página 6 del decreto, el Estado establece protección de sus intereses, derechos, territorios y habitantes. Veamos la Cláusula Décima que, según las evidencias, jamás fue observada por la empresa: “La concesionaria tiene derecho, para los efectos de este contrato, de usar los terrenos que se encuentren en las áreas materia de las cláusulas primera y segunda, así como las aguas, maderas y otros materiales de construcción que allí estuvieren para destinarlos a la exploración, explotación y desenvolvimiento de su concesión, sin privar a los pueblos del caudal de aguas que fuere indispensable para sus menesteres domésticos y regadíos, ni dificultar en lo mínimo la navegación ni quitar a las aguas sus cualidades de potabilidad y pureza, ni obstar la pesca”. Información especializada del Ministerio del Ambiente del Ecuador revela que por cada uno de los pozos abiertos, se abría una plataforma de hasta 3 hectáreas y el camino respectivo. Expertos de esta cartera afirman que la operación de Texaco afectó a cerca de 2 millones de hectáreas, nada menos.

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Y lo que calla la letra muerta de la ley, la realidad lo grita. Un habitante de una de esas devastadas hectáreas da su testimonio. Vilmo Moreta vive en el área más de 18 años: “Aquí está todo contaminado, empezando por las gentes”, sentencia. Y argumenta: “Yo llegué sano, pero al momento de beber, cocinar, lavar y bañarme en el río, resulta que me afectó y me cayó una enfermedad que me tiene todo el cuerpo lleno de llagas”.


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Al respecto, Ricardo Tipán, un funcionario de Petroamazonas EP que ha investigado el lugar de los hechos, concluye que “la afectación al agua y al suelo es pavorosa”. Para él, el impacto en el agua es peor aún, en tanto las sustancias contaminantes se desplazan con ella. “Tantos años que la gente bebió de estas fuentes hídricas, adquiriendo de manera aguda y crónica enfermedades relacionadas con estos componentes”. Vilmo Moreta es la gente. Él, gastando en pasajes, hospedaje y recetas, ha enfrentado su problema. En Quito fue al hospital de SOLCA (Sociedad de Lucha contra el Cáncer), al Hospital Vozandes y al dermatológico Gonzalo González. Le han tratado hasta por leishmaniasis, pero nadie da con el mal y menos con la cura. “Para mí es un cáncer”, advierte. “Se me hacen unos como “nacidos”, como bolsas que luego quedan como piedras y se abren”. Y muestra sus piernas, resecas y cuarteadas.

El testimonio es impactante: “Luego se parten, como la tierra seca”. Vilmo vive indignado: “Si camina de la Estación Norte para adentro, va a ver el petróleo. Cuando hubo la audiencia con los abogados de Chevron, ellos salían embarrados de petróleo. Sin embargo, dicen que no hay contaminación”, afirma Vilmo, refiriéndose a la multinacional que en el año 2001 compró Texaco.

La Cláusula Trigésima Tercera, precisa los principales derechos del Gobierno que, a la luz de la historia, Texaco no cumplió y el Estado no hizo respetar. El literal a) establece que tiene derecho: “A supervigilar la eficiencia de la exploración y explotación y a exigir el empleo de maquinarias adecuadas para dicho fin”. Y según el literal e) “A supervigilar, en la forma que estimare conveniente, las operaciones de la concesionaria y a obligarle a cumplir con todas las obligaciones de la presente concesión”.

Aquello no ocurrió. El Pozo Aguarico 4, que Texaco explotó entre 1974 y 1986 con un promedio productivo de 207 barriles diarios, es una fotografía de esa oscura realidad que implantó Texaco. “Una vez abierto el pozo, jamás cerraron las piscinas. Existían aguas de formación que Texaco no las reinyectaba, sino que junto al crudo, las botaba al río, sin ningún tipo de tratamiento”, precisa José Díaz, Director de Investigación del PRAS, un programa del Ministerio del Ambiente especializado en la reparación de las zonas afectadas por pasivos ambientales generados por distintas actividades económicas. Esto se evidencia en las piscinas que, como las del Pozo Aguarico 4, se hallan visibles en la zona, 40 años más tarde. “Hay presencia notable de hidrocarburo, en estado de aceite, gelatinoso, también en emulsión o sólido, formando una suerte de brea, consistente, dura”, enfatiza Díaz.

En este primer capítulo se han referido los procedimientos suscritos entre aquella Junta Militar de Gobierno y Texaco. Los testimonios de José Díaz transcurren mientras un sol de justicia cae sobre

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la piscina de crudo, de la que escapa un olor a aceite quemado, parecido al que liberan los tanques de desechos de una lubricadora. El biólogo recomienda respirar solo por la boca, pues las emanaciones del residuo también son tóxicas y si se respiran directamente pueden provocar náuseas y dolor de cabeza. Y así han permanecido, envenenando todo el entorno.

Adicionalmente, los técnicos de Texaco usaron en las piscinas el llamado “cuello de ganso”, que era un tubo de punta doblada hacia la superficie y que fue instalado en los contornos de las mismas para que funcione como desagüe y poder descargar el exceso de agua altamente contaminada, con residuos tóxicos y metales. Todos esos desechos eran arrojados en los esteros, arroyos y riachuelos cercanos. Los años y la capacidad de adaptación de ciertas especies de pastos y matorrales han cubierto las piscinas que fueron excavadas sin ninguna norma técnica. Texaco cavó huecos de diversas capacidades y arrojó allí el crudo, aguas de formación, lodos de perforación y otros residuos tóxicos. Cuando hundo mi diestra en el charco de Texaco, puedo sentir esa textura gelatinosa.

“Esto es como una brea, es crudo interperizado que también fue arrojado sobre las vías, para asentar el polvo que levantaba el paso del equipo pesado y caminero de Texaco. Para entonces, los vecinos y los mismos trabajadores de la empresa no contaban con protección e, inclusive descalzos, circularon por esas vías, bañadas en crudo”, añade José.

Unas vías que, con las lluvias, permeaban sus capas de crudo a acequias, riachuelos y arroyos. El daño era a tiempo completo: un “24-7”, para decirlo en términos laborales. De esta manera, las enfermedades de la piel y otras gastrointestinales se multiplicaron, aunque quizá no tanto como el cinismo con que la empresa actuaba. “Nos dijeron que untarse petróleo era bueno para el reumatismo, que muchos se curaron de las llagas. Una vez me apliqué todito y se me hinchó todo. Le decían a uno. Y uno inocentemente, lo hacía”, aún se irrita Vilmo Moreta.

Estos párrafos alcanzan para unos pocos trazos de esa realidad depredada por la empresa, pero cuando apenas se ensaya un cálculo sobre el daño provocado, la indignación tampoco alcanza. “En vez de piscinas cementadas o colocar geomembranas, omitieron cualquier tipo de protección. Cavaban hasta 12 metros de profundidad, en un área de hasta 100 x 50 metros, en algunos casos”, precisa Díaz.

“Aquí, en estas piscinas, se depositaban aguas de formación, desechos tóxicos y cantidades de crudo que servían para conocer cuánto y de qué calidad era el petróleo que se iba a extraer. Los productos de todas esas pruebas se depositaban aquí; el resto era arrojado al río o incendiado durante semanas o incluso meses”, dice Díaz. La autoridad ambiental estima que se quemaron 165 pozos. 14


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La contaminación fue por aire, agua y tierra. La información del MAE establece que se afectaron 13 tipos de ecosistemas amazónicos y cerca de 2 mil especies de fauna, de vertebrados acuáticos y terrestres, además de habitantes originarios y colonos de una superficie cercana a 2 millones de hectáreas que, en forma directa o indirecta, recibieron el impacto.

La suerte está echada. A lo largo del libro que tiene en sus manos, conoceremos más sobre el caso y compareceremos al dolor y angustia que aún asola a modestos compatriotas que se jugaron sus vidas y las malograron, tras caer seducidos por esa fiebre que, décadas antes, diera nombre al primer hotel que se levantó en la zona: “Black Gold”.

Así consume, así abrasa aquella febril explotación del “oro negro”; con todos sus silencios, sus muertos, su legado de desolación y abandono; con esos daños que, cometidos hace décadas, malhirieron para siempre la prístina naturaleza de la Amazonía y que aún trazan una mueca de angustia en centenas de ecuatorianos dolientes y enfermos que sufren y se preguntan miles de veces, ¿por qué? Martín Bustamante, que cursa su maestría socio ambiental en FLACSO, es enfático en el tema: “Hay una afectación muy fuerte a las culturas, el cercenamiento de territorios a nacionalidades enteras”, entre ellas los cofanes, waoranis, kichwas, secoyas y sionas. Luis Jaramillo, experto de la Escuela Politécnica Nacional, coincide: “Los pueblos originarios han ido desapareciendo o mermándose; los impactos tardarán decenas de años, hasta cien años”. Y el agua, peor: “Río abajo, es muy difícil bio-remediar esto”. En este escenario sobreviven los pueblos y nacionalidades amazónicas cuyas vidas fueron partidas en dos, literalmente; en un antes y en un después de los destellos y de la destructiva explotación del “oro negro”. Ellos se van quedando en la mitad de un viaje que, de repente, los expulsó de sus tierras y de sus mundos y los quiere instalar en otros que desconocen y en donde no los reconocen.

Bustamante es especialmente crítico con los efectos que esta explotación tuvo en las personas: “Hay quien recibió el impacto ese rato, directamente y hay otra gente que lo está recibiendo ahora. El agua viaja a otros lugares y hay daños que se continúan pagando”.

Al respecto, recuerdo parte de mi conversación con Silvio Chapal, un líder cofán que daba cuenta de la relación entre los relatos y visiones de Taita Guillermo, un chamán, con los sucesos que ahora alteran la realidad de los cofanes de Dureno. “Él sí dijo”. Y así ha pasado. Se trata de los pueblos originarios y ese sencillo vivir de sus días largos y cada vez más distantes de su mundo original. 15


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En uno de los conversatorios realizados para la redacción de este libro, Cristina Hernández, bióloga del Ministerio del Ambiente, contó que en alguna de sus jornadas de campo, un chamán le dijo que desaparecidos los tigres, ellos no tienen a quién habitar, en qué transformarse. “Los jaguares necesitan de áreas de 100 km. cuadrados de bosque prístino y su espacio fue cercenado. Ellos huyen hacia adentro, les asusta el ruido, las carreteras”. Es decir, ahora, cuando un chamán muera, será para siempre y su espíritu errará por los bosques heridos y enfermos, como un alma en pena o como un ser, antaño poderoso, que ahora apenas merodea por su reino devastado, con la timidez y el miedo que asiste el interminable peregrinaje de los parias. Y todo esto ocurre aquí, desde hace cuarenta años, donde, al principio, solo fueron la selva, el cielo y el río.

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Capítulo II EL PASADO TRISTE DE LA AMAZONÍA En un plasma, pasan un partido de la liga inglesa. Y en la cabaña de al lado, se deja ver una máquina de coser, de esas que funcionaban a pedal.


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DON SILVIO CHAPAL Y LAS VISIONES DE TAITA GUILLERMO En la comunidad de Dureno, uno de sus líderes cuenta cómo le sorprendió el arribo, violento y sin aviso, de Texaco. Una mañana de visita entre los cofanes de esta comunidad, a pocos minutos de Lago Agrio, a orillas del río Aguarico. Silvio Chapal fue, desde su juventud, profesor bilingüe de la comunidad Cofán de Dureno, ubicada a orillas del río Aguarico. Aparece en el balconcito de su casa de madera y, antes de saludar con la mano, mira su reloj. Silvio aparece tranquilo y, rodeado de algunos de sus vecinos, nos conduce a una salita de uso múltiple, que también hace de comedor, cuando hay turistas en el hotelito comunitario del lugar. El lugar es fresco y sencillo: el techo de bijao y tablitas, el piso de tierra, un par de mesas, unas sillitas de plástico. Sentado en una de esas, y usando su vestimenta tradicional, Silvio se dispone a contar la historia de su pequeña comunidad y los cambios que provocó la actuación de Texaco. “Yo me recuerdo todo. Aquí antes había solamente los cofanes. En ese tiempo toda la selva era virgen y acá se cazaba y pescaba todo el tiempo”, cuenta Silvio. Y enumera una serie de peces y animalitos que, hoy mismo, es rarísimo hallar. Los días de Silvio y los suyos acontecían, en ese entonces, con una plena convivencia de su vida cotidiana que transcurría con cercana referencia a sus historias y a la tradición oral. La misma aldea termina surgiendo de una diferencia entre un chamán bueno y otro malo.

“En ese tiempo había como ocho familias de cofanes que habían venido de más arriba, de Santa Cecilia. Ahí aparecieron dos hermanos y ellos fueron los chamanes. El uno bueno y el otro malo. El bueno se vino río abajo, para buscar una parte que sea buena para vivir. El malo se quedó allá y hasta ahora también viven unas 7 familias”.

Según el relato de Silvio, aquí había abundante cacería y, al poco tiempo, muchos se pasaron a este lado. Los cofanes andaban río abajo o río arriba, de cacería, para regresar con monos, venados, guantas, pescados, entre otros animales que conformaban la dieta de ese entonces.

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“No había ni enfermedades y si alguien enfermaba, el curandero le limpiaba y al siguiente día ya estaba sano. La gente tenía costumbre de tomar agua del Aguarico o de los esteros. Cuando llegó la Texaco, ellos pensaron que no había contaminación y seguían tomando el agua. Luego tenían dolor de cabeza o de estómago, sarna en la piel y muchas enfermedades que el chamán no lograba curar”.


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Esta fue una de las primeras novedades en la vida de estos ecuatorianos. De pronto, las enfermedades eran desconocidas y contra sus síntomas y efectos, ni siquiera el chamán podía hallar solución. Los lugareños bebían agua del río, la fuente de toda la vida. Nunca supieron que ahora, el agua tenía grandes cantidades de tóxicos. El chamán y los nativos quedaron desconcertados. ¿Qué estaba pasando con su río, con sus vidas? Promovieron una reunión. Y el curandero pronunció una sentencia: -Esta enfermedad no es de aquí. Esta enfermedad es de la compañía - advirtió Taita Guillermo Quenama.

Su comunidad compareció a la noticia con esa súbita debilidad que acompaña la incertidumbre, el miedo y la distancia a lo desconocido. Y es que no era para menos. Chapal así lo recuerda.

“Esto empieza en el año 73”. Y comenta que antes, los males eran curados con yerbas, bejucos, infusiones y limpias. El arribo de la petrolera dio al traste con todo. “Cuando llegó la Texaco las personas botaban diarrea con sangre. Les dábamos medicina, no se curaban, ya no servía, y la gente seguía muriendo. Así murieron cinco ancianos”.

De pronto, sin los recursos indispensables, la comunidad debió enfrentar toda una emergencia sanitaria: enfermedades desconocidas estaban asolando la aldea. Los efectos de la violenta contaminación, que actuaba en un ambiente con seres humanos tan desprovistos e indefensos, tomaron por sorpresa a todos. “Las mujeres embarazadas se bañaban en el río y sin ser tiempo de dar a luz lo hacían y abortaban. Los niños nacían sin oídos, sin nariz o sin brazos. Luego, hubo un gran derrame, el del 85, pasó un grosor de unos 30 centímetros en el agua y los niños ahí se bañaban y tomaban el agua y a la final se enfermaban y se morían”.

Chapal, que ahora tiene 64 trajinados años, miró escenas de dolor y asistió a entierros de seres queridos y conocidos, de compañeros de la comunidad. “La gente llegaba con daño de estómago, luego rasquiñas en el brazo, más tarde en todo el cuerpo, la fiebre, la tos y la diarrea. Los niños, a veces nacían muertos, muchos otros murieron a la semana o dos”. Sorpresas propias de una comunidad invadida, súbitamente. Ninguno de los sucesos que empezaron a dañar sus vidas, tenía antecedente. Nadie les dijo nada. Todo fue nuevo, sin aviso, de repente. Y devastador. Texaco jamás advirtió nada. “Cuando ellos entran, no nos hacen saber que van a trabajar en nuestra comunidad. Sin permiso entraron y cuando estaba la máquina instalada, la gente se fue al monte y escuchó ese ruido. Lle-

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garon con la novedad: allá ha entrado una máquina. Nadie sabía por dónde, cómo entró. Eso fue por Guanta 8. El presidente, Ramón Jumbo, tuvo que hacer una reunión y llevar como 30 familias para hacer el paro a la compañía”, dice Silvio Chapal. Chapal no ha olvidado las tres peticiones que no fueron aceptadas por Texaco: “Ampliar nuestras 9571 hectáreas, para adentro; unas aulas y un centro médico”. Es decir, ayuda para enfrentar las nuevas calamidades que, consecuencia de la operación petrolera, empezaron a debilitar y diezmar a la pequeña población.

La vida de los Cofanes de Dureno sufrió cambios notables y repentinos. Los recuerdos son memorables, por traumáticos. “Cuando construyeron el pueblo de Lago Agrio, botaban mucha basura al río Aguarico: perros muertos, caballos muertos, ganado muerto. La gente como no sabía, seguía tomando agua podrida. Y así sufríamos nosotros, como ser unos animalitos”.

De esta comunidad, contados hombres terminaron reclutados por la petrolera. La experiencia fue nefasta y puso en escena otro problema que, de un día para el otro, tuvieron que enfrentar estos compatriotas: de pronto, había un salario. El valor del dinero irrumpió en sus vidas, en medio de un total desconocimiento. “No sabían nada del billete. Decían: me dieron unas monedas. No sabían”. Con el tiempo, aprendieron a manejar el dinero, pero eso alteró las relaciones entre ellos. “Antes, alguien traía un venado y lo compartía. Si yo tengo diez hijos, cada uno debe recibir una o dos libritas, mi papá, mi mamá, así comemos todos. Ahora lo venden por dos dólares la libra”.

Hubo jóvenes que entraron a la compañía. Uno trabajaba de puntero de un bote, otros fueron a las trochas. “Mi tío, Santiago Criollo, contaba que le maltrataban porque no podía hablar ni entender el castellano; le trataban como a mono. Había una trocha desde Dureno hasta el río San Miguel y a unos 4 cofanes les cogieron de cargadores, como caballos, para que cada uno lleve un quintal de arroz, hasta llegar al río San Miguel”.

El entorno de vida de los cofanes experimentó cambios que ellos no lograron procesar, menos adaptarse. Silvio, cuando habla de los animales afectados, lo hace con una cercanía sorprendente. Se refiere a estos, como si fueran personas: “Texaco dejaba unas piscinas cerca del pozo y las llenaban de crudo. El animal, pensando que eso era río, se lanzaba y moría. Moría el capibara, la danta”.

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Los árboles y la flora tampoco salieron airosos. “Antes de la contaminación se sacaba una madera larga y ancha, con la que se hacían canoas. Laureles, guayacanes, chunchos, se fueron secando, desde la mata. El plátano interrumpía su crecimiento y dejaba de cargar y moría, se secaba. Lo mismo la yuca: iba a verle y ya estaba seca”.


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Como los animales y las plantas, también fue impactada su cosmovisión. Ahora, Silvio comenta sobre lo que fueron los viajes con el “yagué” o ayahuasca y los efectos de que la bebida ritual fuera bien o mal elaborada; la importancia de que la compañía en el viaje fuera la correcta.

“Si está bien hecho el “yagué” verá papagayos y aves saliendo de los árboles. Si le va mal, se aparece el tigre, la boa”. Hoy son contados los sabios que conocen de esos territorios fantásticos. “Por acá hay una o dos personitas que saben preparar y curar. Pero no como el Taita Guillermo. Él sabía atraer los zainos, las dantas. Yo lo vi. Sabía decir: por allá trepó una mujer gorda. Y era la danta que tocaba ir a cazar”.

Años más tarde, hay dantas, pero contadas: “adentro, a unos tres días” y Taita Guillermo no está más. “Ahora tenemos otro chamán, pero antes pregunta si tienes cien dólares. Entonces no se puede aprender; los jóvenes no tienen enseñanza y esto también se va perdiendo”.

Se va perdiendo. Como desde esos años, en forma inexorable, los cofanes han ido perdiendo también su bosque, al que Silvio le llama farmacia, pues ahí tenían todo para la salud de los compañeros. También extraña cómo ellos andaban buscando un sitio para la vida, de un lado para otro, pues adicional a los efectos de la contaminación, fueron cercados por los campos, los colonos o por madereros. En ese escenario son vulnerables las creencias ancestrales, toda una filosofía que permitía conservar el bosque y perpetuar sus beneficios. Silvio habla de los ceibos gigantes que eran apreciados como sagrados y no podían depredarse, salvo el riesgo de recibir castigos. “Ahora mismo, si usted tumba ese árbol, le van a salir demonios, le van a matar los niños. Nadie tumba ese árbol”. Si es que lo encuentra, será… Es inevitable pensar en la pérdida de estos conocimientos, en los servicios que presta el bosque a sus habitantes. Por eso, Silvio hablaba, con razón, de la farmacia viva que cuidaban entre los árboles. Como insiste el entrevistado, estos compatriotas no solo perdieron a los defensores de su salud, los bosques; también perdieron su cosmovisión y sus mitos. Por eso, cerrando la entrevista, Silvio cuenta sobre una penosa profecía que, poco antes del arribo de Texaco, en uno de sus viajes de “yagué”, un día de 1965, divisó el Taita Guillermo. Fue la última. Al poco tiempo, el taita murió.

“Antes sí dijeron que iba a pasar eso. No sé cómo sabía el chamán. Antes no había nada de compañía ni trocha ni Lago Agrio. Estaba tomando una vez y dijo que para el futuro no vamos a tener selva, no vamos a tener animales, no vamos a tener frutas ni pescados, que va a terminar todo”.

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Silvio no lo creyó, la comunidad tampoco. “Recién nomás nos dimos cuenta de que el Taita Guillermo había contado lo cierto, que iba a pasar esto. Entonces, estaban haciendo el pueblito de Lago Agrio y los trabajadores andaban por el río Eno. El chamán también estaba en el río, pasó por la comunidad y pidió a su hija que le diera una olla de chicha”. Pero resulta que en lugar de la chicha, le dieron aguardiente puro. Él no sabía cómo eso emborrachaba y se tomó como agua. “A la noche dicen que estaba bien malito, vomitando”. Al otro día, el chamán, ya no amaneció. Silvio se deja fotografiar. Recorre unos pocos metros. Y desde el balconcito de su casa, otra vez, deja correr su mirada al río. UNA MAÑANA EN LA ALDEA DE LOS COFANES DE DURENO

En el puertito donde embarcaremos a Dureno, saluda un militar, vigilante del lugar. En la embarcación, espera uno de los hijos de Silvio Chapal, que aprendió el oficio de motorista. Pocos minutos de navegación tranquila sobre las aguas color chocolate de un tranquilo Aguarico. En el entorno, árboles de carrizo, balsa, matorrales de chilcas, guarumos.

Desembarcamos en esta aldea de cofanes. Decenas de mariposas amarillas sobrevuelan el arribo. Las casitas de madera, sin trazo y desordenadas, unas pocas muestran unas pálidas lucecitas navideñas. Una de ellas luce un afiche del Presidente Correa, en campaña. Muchas tienen techos de hojas de bijao y algunas de herrumbrosas hojalatas. En una cabañita se puede ver una vieja máquina de coser, de aquellas que funcionaban a pedal.

Una que otra bicicleta aparece al pie de las graditas. Destaca una moto, que luce nueva. La ropa, humilde y descolorida, en los tendederos baila con el viento. En una de las casitas, en su interior, gana la vista una televisión de plasma, es grande y deja ver un partido de fútbol de la liga inglesa. El suelo arenoso, secándose de la lluvia matinal. Por ahí picotean gallinas, brinca alguna rana, cruza rauda una lagartija color madera y, adormilados, siguen echados unos perritos haraganes. No se ven ancianos y los niños están en la escuela. Estarán atendiendo a clases: no se les escucha para nada. Camino observando el sencillo caserío. Se oyen pájaros, se miran esos nidos de oropéndolas que parecen funditas colgando de los árboles, por donde también se cruzan azulejos y garrapateros. Tengo esa extraña sensación de que aquí el tiempo transcurre bastante más despacio. Por eso, camino como en puntillas, en una aldea sobreviviente al desastre.

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Llego a la escuelita. El aula única se muestra bien dotada: los pupitres son nuevos y un color azul pinta su diseño ergonómico. El aula es en forma de rombo, tiene siete mesitas y el pizarrón es de tiza líquida; a un costado, una bandera tricolor; además, el anaquel de la maestra y un escritorio adicional.


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En el exterior, un punto ecológico para separar los diversos tipos de basura. El pasillito de acceso está barrido, el ambiente es abrigado. Metros más adelante, la típica canchita de uso múltiple, con unos aros de baloncesto que tienen un aire de abandono. Los niños son hermosos y visten con decencia un uniforme de pantaloneta negra y pañuelito rojo. Tienen piel canela; ojitos chinos, color pechiche; cabellos lacios; van descalzos o en sandalias. A ellos, el Estado les asegura un desayuno adecuado para que aprovechen las clases. Y por lo visto, a la salida, todavía les queda energía para brincar y correr por todo lado.

La escuelita tiene su Sección Inicial, para peladitos de entre 3 y 4 años que tienen clases de 7h30 a 12h30. Nancy Chapal es la maestra y también se desempeña como profesora bilingüe en el colegio La Paz. Cuenta que entrada la tarde, golpe de 15h30, invierte parte de su tiempo en la planificación del siguiente día de clases. También informa que su alumnado es sano y dedicado a sus tareas.

El paseo por la pequeña aldea va llegando a su fin. De alguna de las casas, escapan vallenatos y corridos mexicanos, de esos que narran las vidas de pistoleros y habitantes del mundo narco. Hay un letrerito en uno de los postes, por donde les llega la luz eléctrica: “Limpio mi comunidad”, se lee. Ensimismado, hago mi camino de regreso. El reloj marca las 14h00. Una familia del lugar ha preparado el almuerzo. Comeremos con vista al Aguarico. A manera de mantelitos personales, los anfitriones han puesto sendas hojas de bijao, que lucen verdes y recién lavaditas. La modestia preside la mesita. Unas sillas son de plástico, otras de madera. La sal, el café, el azúcar y algún otro condimento ocupan frascos y vasitos reusados. El menú es tentador: un caldito de gallina, de primer plato. Para el segundo, un arroz (que acá revienta como en la Costa, grande y sabroso) con presita de gallina o algo de carne de armadillo, según el gusto. El refresco llega en otro vasito de vidrio, en el que se ha servido, hasta el borde, un delicioso postre elaborado con plátano maduro: la chucula. ¡Buen provecho! EL SILENCIO DE LA ALEGRÍA

Los invitados citaron especies de flora y fauna que, si antes habitaron escondites del paraíso, un día empezaron a marcharse. Ellos aún los extrañan y lo lamentan. Pero se quiebran cuando, entre esas partidas, irremediablemente, hablan de los suyos. En uno de los viajes en panga realizados durante la escritura de este libro, uno de los motoristas se refería a los animales que vio, como unas criaturas que si bien atemorizaban o resultaban misteriosas, también portaban lo insólito y la alegría de la selva. Fue por ellos que estos territorios fueron únicos.

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En mis tiempos de escolar, yo había visto estos parajes, pero en unas láminas coloridas sobre el paraíso, parecidas a esas con que en las escuelas católicas enseñan la Creación, con esos colores, con esos seres hermosos, con esa armonía. “Cuando llegamos, eran la selva, el río y el cielo”, sentenció doña Eufemia Castillo. Envenenado su entorno y destruido su hogar, muchos de esos animales se ocultaron o desaparecieron. Aún habitan en la memoria de nuestros informantes.

Uno de ellos es don Benigno Martínez, quien lleva 38 años viviendo en la zona. Él recuerda que, en esos primeros días, escuchaba hablar a los guacamayos “como gringos” y que eran grandes como un brazo de un hombre alto. Los bosques hospedaban árboles de guayacán, paujil, cedros; y en sus copas vivían decenas de pájaros, monos, hormigas, serpientes…

Martínez no ha olvidado el temor que ejercía sobre él saber que le rondaba un puma o una imponente pantera. Comenta que a poco de entrado al bosque, se cruzaba con algunos de ellos: con los capibaras, las guantas, los loros y pericos; tantos, que bien podían pintar el cielo con sus plumajes de verde y rojo. Benigno asegura que la vida en los ríos y esteros fue abundante. Atrapó tantos peces, que algunos se podían sacar por quintales. Aun conserva esa emoción inédita de ver, hace 25 años, correr decenas de zainos, con sus colmillos intimidantes y esa bufanda blanca de pelos erizados en torno al cuello robusto, como el de un toro. Todavía escucha las pezuñas percutiendo en ese suelo acolchonado de humus y capas de hojas, vegetales, troncos y humedades. Él los vio trepado de un árbol y cuenta que, mientras pasaban los animales, era como que si alguien sacudiera el piso. “Se movía, ondulaba”. Silvio Chapal, líder de la comunidad Cofán de Dureno, afirma que corresponde preguntarse, además, sobre otros silencios: ¿cómo los pueblos ancestrales, fueron perdiendo, poco a poco, sus referentes de identidad? Desde el vestido, pinturas y rituales, hasta la lengua natal. Ahí es cuando el dirigente, resignado, afirma que los más jóvenes ya no quieren hablar su lengua. “Vergüenza parece que tienen”. Desde el inicio de la era petrolera, los pueblos nativos comparecen a una nueva confrontación: la asimilación de un mundo que ahora miran en las calles y en los medios de comunicación, omnipresentes. En “Cofanes de Dureno” había referido la antena de un servicio de cable, la correspondiente plasma y ese partido de fútbol, de la liga inglesa.

No se trata de que estos compatriotas queden aislados y más pobres, petrificados en la historia. Cito el tema por lo evidente: los impactos culturales de esa violenta irrupción de una cultura sobre 24


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otra, de un mundo sobre otro, desprovisto e inocente, tienen consecuencias que son difíciles de medir, pero que están a la vista.

En efecto, los jóvenes tienen vergüenza de hablar con sus abuelos en la lengua que aprendieron desde su infancia. Eso, apunta Chapal, es una gran pérdida. También lo es que los más chicos no reconocen varios de los animales que asoman en dibujos realizados para su educación. “A veces, llega algún compañero con una pava ronca y el niño pregunta si es una gallina. No reconocen ciertos animales porque nunca los vieron: confunden la danta con un toro y preguntan por los cachos”, dice Silvio. La anécdota es tremenda: ciertos animales, presentes en la memoria, en la cosmovisión y en la vida cotidiana de estos pueblos, desaparecieron. Y así, muchos desconocen y se alejan del mundo que los abriga. Lo hacen, entre otras, por una razón contundente: ese mundo, no está más. Y sus habitantes dudan de quiénes son.

Alegría Norris, bióloga del MAE, tiene una acotación: “Aquel joven que está perdiendo la memoria, no la pierde del todo. Siempre habrá algo que le ate a su mundo”. Y con esa poca y desvalida memoria, acceden al otro. Sí, los nativos van a dos aguas. Es tremendo. Mientras tanto, la gente se muere, la gente sufre, se confunde. O se borra, poco a poco. Réquiem por ello.

La gente. Su alegría de ser de un sitio, de vivir con salud y con decencia; lo realmente importante de todos estos temas importantes. Al ser parte del mundo impactado, muchos enfermaron y murieron o conviven con enfermedades que les demandan al máximo su capacidad de lucha, de solidaridad, de ternura y esperanza. SI LA MUERTE ES DE NOSOTROS, TENEMOS QUE MORIR

Lejos de la realidad rural de Chapal, en los barrios de Lago Agrio, vive la gente. Ellos lo han visto todo: desde animales y flora borrados del mapa, hasta retratos de dolor cotidiano que les han secuestrado la alegría. Es el caso de María Garófalo, beneficiaria de uno de los programas de reubicación del PRAS - MAE para quienes que vivieron en zonas impactadas. Cuando ella habla del mal de su hija, Silvia, toca ser fuerte para escucharla.

“A mi hija le mandan a hacer un examen para el hígado, que por la quimioterapia y la radioterapia, lo tiene muy reducido. No sabemos dónde están las arterias cancerígenas y si nos descuidamos, enseguida le va brotando”. María se refiere a un cáncer, nada menos. A la más temida enfermedad de los hombres y con la cual, ellas conviven de una forma que estremece. 25


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María hace un esfuerzo para seguir en la entrevista. No es fácil develar un alma que sufre. Sin embargo, ella no ha perdido el bálsamo de la solidaridad. “En el barrio 12 de Febrero vive doña Marisol Burbano, con su hijita que ya le han desahuciado los médicos, que le han dicho que el cáncer ya se le apoderó y que no hay remedio… Una criaturita, flaquita; por ahí anda como borrachita. Su mamá fue a la Sociedad de Lucha contra el Cáncer y también le dijeron eso, que no hay remedio”.

Que nada. Que no hay remedio, que todo está acabando. Doña Marisol se levanta, cada día, con ese fuego incendiándole el alma. ¿Cómo será mirar al hijo amado, en la devastadora espera de la muerte? Aquel hijo en el que los padres proyectan sueños, acunan esperanzas de días mejores; de pronto, en un rincón de la casa humilde. Como aguardando la hora fatal. La señora Garófalo cuenta que con Marisol, juntas se impulsan, se consuelan. El dolor y el desamparo, tomados de la mano. “No se tiene aliento, decir: bueno, me voy a reunir con una familia, con un amigo. No. Porque todo eso una tiene en la cabeza, todo el tiempo. Se va el hambre, se va el sueño. Yo sigo mi tratamiento, que ya va para los 20 años”. Veinte años, una vida. Cuadros, estos de María Garófalo y Marisol Burbano, que habitan y caminan por la ciudad de Lago Agrio. Y ellas, compañeras, se conversan, cuenta María. “Si es de morirse, ya qué se puede hacer. Si ha sido la muerte de nosotros, tenemos que morir”. TODO ERA NUEVO, NO SABÍAMOS NADA

En su vida de lucha y confrontaciones con técnicos y empleados de Texaco, Marcos Ajila no ha olvidado esa tarde en la que un tractor de la empresa le derribó su plantación de cacao. Indignado, comenta que otro infeliz momento se dio cuando una delegación de la petrolera llegó hasta los solares de su cooperativa, para levantar una línea de alta tensión. “Yo les dije: pónganse un momento en mis zapatos y miren cuánto he sufrido por tener esta casa, este plantío”.

Igual, los enviados citaban que esas eran propiedades estatales y que harían lo que tengan que hacer, sin lugar a reclamo alguno. “Todo era nuevo, no sabíamos nada. Se hablaba con el Gobernador, mandaba un delegado, pero no podía hacer nada: todo estaba subyugado a la compañía”. Todo: la fauna, el paisaje, el cielo; la vida de inocentes, incluso. Don Ajila no tiene dificultades para ubicar las zonas de mayor y más grave impacto. Y las conoce, como a su gente: de cerca. “En San Carlos se han muerto bastante, en Culebra, Dureno, Eno, Sacha, Guanta, Yulebra”. Se fueron los tigres, huyó el venado, se silenciaron las aves. Se mermó la vida. 26


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Según el estudio “Culturas bañadas en petróleo, diagnóstico de salud realizado por promotores”, patrocinado por la Unión de Promotores Populares de Salud de la Amazonía Ecuatoriana, de una muestra de 1465 individuos, se estudiaron dos grupos: los que vivieron cerca de instalaciones petroleras y quienes habitaban alejados de ellas. Resulta que las mujeres que toman agua a menos de 200 metros de estructuras petroleras suman un 147% más de abortos que las otras. Los índices de mortalidad se duplican en las comunidades vecinas a sitios de extracción.7 Por Dureno y estos lares asolan enfermedades trágicas y devastadoras, como el cáncer y otros males citados por los entrevistados y que son el pan de cada día entre los afectados: rasquiñas y enfermedades degenerativas de la piel, pérdida del cabello, vómitos y diarreas prolongadas, dolencias en el sistema digestivo y respiratorio. Y para las mujeres, más y peor: cáncer al útero, dolores e infecciones de las vías urinarias, partos anticipados, abortos. Para los habitantes de estas zonas impactadas, sufrir una enfermedad o tener miedo a contraer una es, increíblemente, parte de la vida cotidiana, de las conversaciones de familia, de los amigos o vecinos, quienes se pasan las novedades de boca en boca. Y que vuelan, cuando se trata de enfermedades letales.

Acá se convive con el pesado aliento de la desdicha. De acá la alegría también se ha ido. Y muchos han aprendido a aceptar ese cuadro cotidiano. Don Ajila, por ejemplo, dice que mejor se volvió su propio médico. “Cuando yo tuve mis 33, allá por 1985, tuve un problema intestinal que me tenía con una pata en el cementerio. Los médicos decían que era por contaminación petrolera. Estuve internado en Quito tres meses. Gracias a mi Dios, con monte de aquí, de la selva, descubrí la medicina y me curé”. VILMO YA NO ESCUCHA AL “DIOSTEDÉ” Y DON ESTEBAN… TAMPOCO

Vilmo Moreta mejor se ríe cuando, bromeando, le pido que imite al “Diostedé”, un pájaro de la zona. Que ya ni se acuerda, dice. “Años que no se le oye. Serán unos 15”. Aunque sí recuerda el caudal, estrepitoso y abundante de los ríos. “Pasaban trayendo árboles enteros”, apunta.

Que ya no se ven animales que antes “asomaban a cada rato”, añade Vilmo. “Serpientes gigantes, el rastro del tigre, la pantera, la boa negra, las varias clases de piraña”. El compatriota explica que ellos se fueron para adentro, que para mirar animales como la danta, las nutrias, entre otros, es 7  Orlando Pérez y Nelson Silva Torres, “Texaco-Chevron. El antecedente de una poderosa transnacional”, en Caso Chevron. La verdad no contamina. Informe urgente, Quito, El Telégrafo, 2014, p. 18.

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necesario emprender viajes largos. “Unos tres días de carro y caminata”. También se han ido los sonidos y hasta los cantos. “De los viejos ya no se escucha ni la música. Ya no hacen”.

Rigoberto Amay trabaja en la zona desde ese lejano 1975, en que llegó. Y esto era distinto. Dice que, de pronto, el celeste cielo presentaba manchones de colores. Eran tucanes y papagayos, decenas de loros y periquitos viajando en una selva generosa y bella. De los recuerdos de ese paraíso, hay uno que le emociona especialmente. “La carrera de los saínos, son muy fuertes, pasan arrasando todo”. Transcurrieron no más de 40 años. Hoy, de estas historias, solo se puede hablar en pasado.

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Capítulo III ¿QUÉ MISMO PASÓ AQUÍ? ¿AH? Ese compañero lo perdió todo, en una noche. Al otro día, entristecido, cogió el camino y se fue para no volver. La petrolera lo largó, de su propia tierra.


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DON ESTEBAN Y LAS VAQUITAS QUE CAMBIABAN DE COLORES Esteban Amay vive 39 años en Lago Agrio. Recuerda manchas de peces en los ríos y de tucanes en los cielos. Estos sucesos daban vida a lo que él aún llama “paraíso”. Desde La Primavera, que reúne 50 finqueros, cuenta cómo las cosas fueron cambiando y, de entre sus colegas, ya empieza a contar los muertos… A don Rigoberto Amay le cambiaron de nombre. Y no sabe por qué, pero le dicen Esteban. A este personaje la leyenda del “oro negro” no le pudo sorprender en mejor momento. Era un veinteañero aventurero cuando, estando en El Chaco, trabajando para una empresa americana proveedora de Texaco, le llegaron las novedades de Lago Agrio. “Que allá había grandes y lindas tierras para la producción, trabajo. Y como no tenía nada, me vine”.

Para el año de 1975, emprender viaje terrestre hasta Lago Agrio era una travesía de riesgo que, iniciada en el desaparecido terminal quiteño de Cumandá, los buses la cumplían hasta en tres días. “Había mucho derrumbe, tocaba dormir en los carros”. Pero más, muchísimo más, podía la posibilidad de explorar una tierra fértil y paradisíaca. “La ilusión era trabajar en el campo, sembrando”. Cuando Esteban pisó por vez primera las polvorientas calles de Lago Agrio, el calendario marcó un 5 de abril de 1975. Los recuerdos que, 40 años más tarde conserva, animan su espíritu y le provocan sonreír. Al rememorarlos, su rostro es el de la ilusión. “Llegamos como ocho familias, todo era montaña, había cacería, papagayos por manchas”.

Esteban, quien levantó su casa en Pozo 3, también pudo conocer la gracia y la luz del bosque primario. “Teníamos laurel, cedro, guayacán, bálsamo, caoba”. Y para la vida diaria, esa tierra fértil les permitió sembrar café, que era muy rentable. “Con un saco de café verde, se compraba uno de arroz, uno de azúcar y sobraba plata. Ahí la gente empezó a hacer líneas para adentro, para trabajar”.

Inocencia. Esa fue una característica de ecuatorianos como don Esteban. “Llegar acá era alegría, que la Texaco saque una plataforma era bueno, porque hacía una guardarraya. No sabíamos nada de contaminación. Faltó conocimiento, experiencia. Ahí llegó el rumor de que el crudo era bueno para el reumatismo. Hasta de afuera venían a untarse. Pedían una poma de crudo y se ponían en las rodillas. Y ese crudo no salía. Los mismos de la Texaco nos daban. Para sacarse, se usaba diésel, limón. ¡Ese crudo seco!”, traza una mueca el entrevistado.

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Con la ignorancia y buena fe de la gente, la multinacional hizo de todo para explotar el recurso, con el menor contratiempo posible. “Así como vino la ilusión, llegó la desilusión, las penas.


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Poco a poco, empezaron a perforar más, a hacer más plataformas. Antes no había técnica. Aquí hacen un pozo y al ladito, la piscina y ahí le mandaban el crudo. Y eso, cuando llovía, pasaba a los sembríos, a los esteros”. De pronto, Esteban se lleva las manos al rostro, riendo. Gesticula, como diciendo cómo es que, finalmente, pasó todo esto. Incluso, ríe de sí mismo. Y es que la anécdota se presta: “Hice un préstamo para unas vaquitas, iba con el ganado a dar vueltas, pero yo tenía unas vacas blancas y, de pronto, las vacas blancas nada: se iban para las piscinas y se caían y salían negras. Luego muchas enfermaban, se pelaban y morían”. Esteban añade un gesto de no aceptar esas increíbles situaciones. Para un agricultor, perder o que se enferme una vaca, es perder un frente de negocio y de trabajo. Esteban se estaba jugando la vida, los pocos ahorros, su sudor y las vacas caían en piscinas de crudo, que devinieron en trampas mortales para sus animalitos y toda la biodiversidad que recibió el impacto.

Es que caída la vaca en el jodido hueco de crudo, a veces sobrevivía, pero empezaba a bajar su producción. “Los chivos se pelaban, se morían de repente y la gente vivía al lado de las piscinas. Ahí se les caían gallinas, chanchos, perritos; se hallaban lagartos, ranas. Todo muerto, un desastre. Uno caminaba un poco y ya venía con el petróleo en los pies y así entraba a la casa, a manchar todo. Así empezó el descontento”.

¿Cómo se pudo permitir este atentado? Las vidas de estos humildes compatriotas fueron subestimadas como tales. “Cuando llegamos, los pescados pasaban el río por manchas que usted veía: ¡manchas! Una vez, volviendo de cacería con los compañeros, nos asustamos cuando lo que vimos fue una mancha negra, ahí flotando. En Pozo Aguarico 4 hubo un derrame y desde que bajó el petróleo, se terminó el pescado”. El contrato de la tristemente memorable Junta de Gobierno decía que las aguas de la zona entregada debían conservar sus condiciones de potabilidad, de pesca. Eso jamás se cumplió y la inacción del Estado más la hiperactividad depredadora de Texaco, afectaron a gente buena, de carne y hueso, como Esteban. Ahora, él se reacomoda en su silla de madera y negando, moviendo su cabeza de diestra a siniestra, dice unas frases que golpean como fuete.

“Yo llegué aquí de 21 años, soy uno de los pocos de todos los que llegamos. Ya la mayoría ha muerto. Gracias a Dios he sido fuerte. El petróleo trajo después el salpullido, enfermedades respiratorias; la mayoría de gente que ha muerto aquí falleció con cáncer. Al comienzo se enfermaban, era un problema tener que ir al hospital en Quito, pero se morían, hasta ser atendidos, se morían”.

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La muerte, el adiós, las misas, los llantos, la incertidumbre. Eso fue quedando, eso movilizó a estas comunidades y a sus familias. La de Esteban, originaria de Malacatos, en Loja, más bien se caracteriza por tener unos abuelos fuertes y longevos. “Mi mamá, Francisca Chambo, vino acá y murió a los 80 años. Tengo tíos que están por los 100 años y duros todavía”.

Entre familias y grupos de campesinos como el de Esteban, las malas noticias empezaron y se volvieron una seguidilla. “Aquí, cerquita, recién murió un vecino con cáncer. Es que, más que la pobreza, es el desconocimiento. Se tratan con el monte, con agüitas, pero ¿qué pasa cuando ya se empeora la enfermedad? Se sale donde el médico, cuando ya es tarde”. Don Esteban se considera un privilegiado y es un hombre muy seguro de su fortaleza. Pero, últimamente, eso también está cambiando. “Ando con una rasquiña, una comezón. Me he tomado pastillas, a veces me han inyectado y parece que mejora, pero vuelve…”. BENIGNO, EL DÍA EN QUE LLOVIÓ PETRÓLEO Y LA PISCINA DONDE CORRIÓ ANTONIO VALENCIA

Benigno Martínez tiene 38 años viviendo en Guanta 8. Cuenta del día en que llovió petróleo y la tarde en la que, en una piscina que él transformó en cancha, correteó Antonio Valencia, el amazónico del Manchester United. “Mi nombre es Benigno Martínez. Llegamos, primero mi vecino y luego mi persona. Antes no había carretero ni pozos perforados, aquí era muy bonito. Había cualquier madera, cedro, guayacán, paujil. También tigres, panteras, capibaras, guanta, loros, guacamayos. Usted iba al estero y cogía un bagre de 2 quintales, cientos de libras de otros pescados. Era muy rico, no teníamos carretero, vivíamos felices, sin contaminación”. De frente y claro. Don Benigno, milagreño, es el típico hombre de campo. Delgado, fuerte, cobrizo. Tiene, pese a sus 60 años, el andar ágil y la palabra elocuente. Botas de caucho, pantalón recortado a pescador, camiseta cualquiera, machete al cinto. Es uno de los primeros habitantes de Guanta 8 y, de sus recuerdos, quiere contar uno insólito: “Un día, acá, llovió petróleo. ¿Sí sabe?”, advierte. Y, antes de recibir la pregunta de cajón, insiste. “Ya había el pozo, había estado malo un taladro. De pronto… ¡boom!, que vuela el pozo. El petróleo se dispersó hacia el cielo y caía, como llovido”. Más tarde, otra escena apocalíptica: “Luego de unos meses, se incendió, por días”.

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Benigno y sus vecinos huyeron, caminando casi dos días, al otro lado del río, es decir, donde ahora estamos parados, a pocos metros de la casa que le entregó el MAE, en sus programas de reubicación a los afectados por la contaminación.


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“Esto se empieza a dañar a raíz de las perforaciones, por los malos trabajos. Aquí, donde estamos parados, como esto es plano, yo tenía un cultivo de café, la mata de limones. Y ahora, aquí, está la piscina. Ese bracito era un estero cristalino que pasaba por aquí”, relata Benigno.

Con unas barbas viejas y blancas, que cultiva desde hace años, Benigno tiene un gracioso parecido con el memorable “Señor Miyagi”, el instructor de “Karate Kid”. Con gestos precisos, el pionero no alcanza a explicar cómo esto, cambió tanto. En su memoria reciente, siguen vivos los recuerdos de ese paraíso que se perdió.

“Serán, bajito, unos 25 años, que por aquí pasaban los saínos. Siquiera unos 400 metros de ancho dejaban rompiendo todo a su paso: nadie quedaba bueno. Se oye un ruido raro, de lejos. Yo me les topé una vez. Pasaban corriendo, un viento, un estruendo. Esto era un paraíso para ellos, porque jugaban por allá, correteaban por acá”.

“Miyagi” asistió a la revelación de un mundo desconocido, de unos ciclos de vida que mantenían la entonces primorosa vida del entorno. “Una vez, solito, yo por estos pagos, veo algo como cuatro burros, grandotes, comiendo una hierbita, mansitos. Yo le digo al vecino: ¿quién entró con unos 4 burros? Y me contesta: no conocerá pendejo, son capibaras. Me tocaba llegar de noche, veía las pisadas de tigres y como que algo me quería coger, pero gracias a Dios nunca pasó nada”. Pero llegó la Texaco y ahí sí pasó todo: el cambio fue radical. “Un buen día llegaron para perforar. Les dije: señores, perforen un poco más allá. Respondieron: aquí se perfora y punto”. Los comentarios de “Miyagi” remiten al fatal contrato que amparaba estas incursiones. El Estado resguardaba todas las actividades de la petrolera, a las que garantizaba protección y una permanencia pacífica. Así, para un ecuatoriano, sus propiedades y derechos no valían un dólar partido por la mitad.

Don “Miyagi” lo sufrió, en carne propia. “Aquí había unos cedros grandísimos. En esos años, un superintendente me dice: te van a pagar. Me pagaron los árboles, nada más, no me pagaron absolutamente más nada. A la final, armaron la piscina, pusieron unos plásticos y desde allá hasta ahí llenaron. Eso se rebotó al estero. Un día estaba el sol fuerte y se prendió eso y la vía, es decir, había gas. De repente… ¡booommm! se quemó todito eso. Imagínese, después de 10 años, eso seguía haciendo combustible, la fuerza que tenía eso. Si era un poquito antes, volábamos todos”, se persigna “Miyagi”. Los testimonios del pionero dan cuenta de un desastre ambiental: piscinas desbordadas y el crudo al río Pisilli; explosiones e incendios de proporciones; daños que fueron cometidos hace décadas y de los cuales quedan, hasta la fecha, crudos y lodosos testigos. “Ese estero como usted ve, en el verano es como pantano y más allá se convierte en riachuelo”. Con todo y crudo, claro.

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“Miyagi” trabajó para Texaco. Así, entre otros, participó de trabajos de desbroce para hacer una estación. Esa vez acudió con su motosierra, pero casi no llega al lugar, que ya estaba cercado de pantanos. “Así se han ido extendiendo esas fosas de la Texaco”.

El colono recuerda cómo se tapaban esas piscinas. “A mí me pagaron para que corte árboles. Venía el tractor halando y ahí ponía palos, encima del crudo. Solamente iban tapando, después echaban lastre y tierra; primero árboles, después tierra y luego lastre”. Y así, las piscinas de Texaco. Benigno recuerda cómo funcionaban las fosas. “Usted veía que estaba abierta la piscina y lo que traían el petróleo. Ponían una manguera directo, se pasaba el crudo para acá con una bomba, se llenaba la piscina. Con eso ellos tienen idea de lo que van a recibir, de la calidad del crudo que hallaron”.

Líder comunitario nato, este amable personaje decidió que sus contados vecinos deberían tener una cancha de fútbol. Por lo plano del terreno, no quedó otra que hacerla sobre la vieja piscina, de esas que dejó Texaco, a medio camuflar. “Sí, esto es piscina. Hay más crudo que en el pozo, ponga una lavacara y saca”.

La canchita ahora luce tomada de matorrales y maleza; los arcos parecen reglamentarios y, hechos con tubos de acero, libran su propia batalla contra el óxido, las lluvias y esos soles amazónicos que calientan estas tierras y que, gracias al petróleo del ambiente, hasta las incendiaron. La piscina, según la memoria del entrevistado, sería mucho más grande que la misma cancha, que ahí alcanza y sobra. Es más, el crudo (ni que jugada de contra golpe) ahora mismo se ha tomado el área grande del arco norte. “Toda la cancha es piscina”, enfatiza el dirigente deportivo. “Les voy a enseñar lo que corre el crudo todavía”, advierte. Para eso, caminamos la cancha hacia el arco sur. Y sí: hay crudo. Regresamos por todo el campo de juego y las botas se hunden en unos lodos pegajosos y prietos, color crudo. “Esto es lo que taparon, miren… llueve y todito esto represa el agua y nunca hicieron nada. Ya se lavó porque anoche llovió duro; pero cuando no llueve unos dos días, es como agua con aceite que va saliendo, agua aceitosa”, señala. De vuelta al arco norte, desde lo que serían las 18 yardas, la cancha está anegada de lodo y de petróleo. Incluso, tras del arco, hay una suerte de acequia, desde donde se mira el negruzco y aceitoso lomo del crudo al ambiente. “Tuve que hacer una zanja para evitar que la contaminación se venga más acá”.

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Eso es ahora, cuando “Miyagi”, en lugar de desbordar por las puntas, cuenta de un pase al vacío. “Un día tuve 800 gallinas, les dimos agua sin saber que más adentro había un pozo. Se murieron


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600”. Pero en sus años gloriosos, la cancha llegó a recibir a famosos clubes amateurs de todo Lago Agrio, que disputaban hasta 8 juegos por día, todo un fin de semana.

Cuando habla de sus torneos y equipos, de los trofeos que traía de Quito, de cómo la canchita servía para fraternizar entre los dispersos habitantes de la zona, don “Miyagi” sonríe a cada instante. La mejor de sus alegrías, también la cuenta: “Aquí, señores, jugó Antonio Valencia”, sorprende.

Claro, de inmediato precisa que aquello fue cuando el “crack” era un muchachito, pero que sí, esas piernas que hoy valen oro corretearon por esta canchita que yace sobre el denso legado del “oro negro”. “Venía con el equipo del Nico Haro y con su papacito, un señor muy cortés, educado”. Este dirigente organizaba las barras, hacía la comida, recibía los invitados. El “todólogo” de la jungla gusta recordar las grandes jornadas deportivas que se dieron en este contaminado solar. Dice que ni el olor que salía desanimaba a los briosos deportistas. No olvida los equipos. “Los Herreras, los Martínez, los Quenamas, el Club Colegio del Pacífico, Empresa Eléctrica, Kilómetro 5 Fútbol Club, equipos de Lago Agrio”. Una tarde gris se descuelga sobre Guanta 8. Décadas más tarde, después de que la fiebre del “oro negro” cayera sobre ecuatorianos sencillos como él, Benigno Martínez dice que no es complicado hacer un balance final.

“A mí el petróleo me dejó el carretero y mi señora enferma. Ella tiene operaciones por la contaminación del agua, le operaron de los cálculos y luego de infecciones al estómago. Eso tenía que ver con el agua: yo le digo que si toma esa agua, se enferma. Es que usted ve el agua del estero, así, sebosa. A mí mismo me ha dado nausea, arcadas”. Tras la larga conversación y vueltas por la canchita, el estero y el riachuelo, el Sr. “Miyagi” da por terminada la entrevista. Lo hace plantándose firme y cruzando los brazos sobre su pecho apretado. Y si el resumen de su historia se resuelve en las dos frases que dijo, también calza en la letra y música de un viejo y clásico pasillo, creación de José Barros Palomino. Si a don Benigno algo le dejó el “oro negro”, no fueron sino “Pesares”. VILMO MORETA AQUÍ TODO ERA COMO QUE VUELTO A NACER

Hombre de trabajo desde muchachito, Moreta vivió en San Miguel, provincia de Bolívar. Desde ahí se movilizaba a donde hubiera empleo, en especial, como jornalero en las cosechas de la Costa. La necesidad le llevó al Oriente. 35


Crónica de una barbarie impune

Vilmo solo tenía 16 años cumplidos y arribó a Lago Agrio. Tiene una imagen que le resultó inexplicable y se le quedó grabada. “Todas las carreteras estaban regadas de petróleo, a propósito. Decían para que no haga polvo, pero a lo que uno caminaba, eso se pegaba en los zapatos, manchaba la ropa y daba malos olores”.

La de usar petróleo para asentar el polvo de las vías es una de las mentiras más repetidas del anecdotario local. Moreta se la creyó. “Había mucho petróleo, en los pozos y en las vías. Todos pensamos que era normal, a pesar de los malos olores, luego nos dimos cuenta de que ha sido una terrible contaminación, de la que había mucho; desde Cascales para acá”.

La imagen de la selva, atravesada por pegajosas y negras culebras de crudo sobre las cuales pasaban camiones y equipos, contrasta con la memoria que preserva este vivaz campesino, de esos mismos paisajes. ¿Qué fue lo que pasó aquí, don Vilmo?

A lo largo de la entrevista, Moreta irá aportando testimonios que revelan los cambios que, él, con sus ojos, vio y relata. Empieza por el clima: “Aquí era bastante lluvioso; ocho días no dejaba de llover en el día y en la noche había las descargas eléctricas muy seguidas. Había más humedad y menos calor, no como ahora”. Por lo visto, la selva todavía no recibía grandes impactos y era aún el hogar de etnias y biodiversidad de la zona. “Era algo llamativo el canto de las aves: los diostedé, guacamayos, los tucanes. Y se escuchaba a los monos aulladores a cada momento, a cada instante, cerquita”.

Vilmo no tiene recelo alguno de mostrar la emoción con la que recuerda lo prístino y fantástico de esos parajes, aún a salvo del impacto petrolero. “Era algo inexplicable, una vegetación única. Para mí, aquí todo era como que vuelto a nacer. Uno caminaba y había animales de cacería, animales que jamás he visto”. Con su memoria deslumbrada, teme Vilmo: “Eso fue algo que ya no se lo volverá a ver. La explotación petrolera, la colonización que trajo, entre otros factores, han ido cambiando el bosque, el paisaje, el clima y el hábitat de los animales, de las aves”. Moreta habla con sentimiento y con molestia y contrariedad. Lamenta que pese a lo nuevo que era todo lo relacionado con el petróleo, no se educó a la gente; que más bien se le motivó creencias perversas (como que el petróleo era mejor que el Mentol Chino) y prácticas depredadoras como tumbar el bosque para hacer pertenencia de una finca.

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Entonces, según el compatriota, el efecto mismo de la explotación petrolera y aquellos que vinieron como consecuencia de esa actividad, alteraron el paisaje, sus nichos y criaturas habitantes. “El lugar


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quedó convertido en una área deforestada donde hoy no se aguanta el calor. Hay horas entre las nueve y dos de la tarde en que el sol es insoportable; parece uno estar en un brosterizador”, cuenta Vilmo.

Las lluvias fueron menos frecuentes y copiosas, se disparó el calor, los animales huyeron por el ruido y la invasión de sus nichos, los esteros fueron sofocados por crudo. Ahora, recuerda cómo él pescó una enfermedad de la piel y, al mismo tiempo, da una idea de la magnitud del impacto.

“A ocho horas del Coca en canoa, se arrastraba todo lo que es la contaminación de Sacha y San Carlos. Uno tomaba y se bañaba, cocinaba con el agua directamente del río, sin tratamiento. Producto de todo eso tengo esta enfermedad que usted ya me la vio: tengo cubierto todo mi cuerpo de llagas”. Vilmo enseña las huellas de sus brazos. “Aquí tenemos el agua entubada, pero a unos cuatrocientos metros, teníamos una piscina que quedó al aire libre. Ahí encontraba lagartos, ranas, lagartijas; entre otros que flotaban muertos. A esa piscina no le dieron tratamiento, toda esa agua se ahonda hacia el subsuelo. Entonces nosotros estamos bebiendo esa agua contaminada, porque toda el área está contaminada”. El entrevistado señala el horizonte. “Desde que operó Texaco había más de veinte pozos en ese tiempo. En toda la vía se regó petróleo. Si la vía que es el principal medio de comunicación está contaminada, ¿qué esperamos del suelo, del subsuelo? Porque el petróleo está ahí, inclusive ahí debajo del pavimento”.

Para ese compatriota, es tanta y tan visible la contaminación, que resulta imposible negarla. Y cómo Texaco, pese al daño provocado, defiende su desempeño, le es intolerable. Vilmo, buscando más argumentos, confronta con su experiencia personal, reitera y se ofrece como prueba: su enfermedad le destruye la piel y nadie ha logrado establecer su mal aún, pese a su viacrucis por varias casas de salud de Quito. En su lucha por sanarse, ha recibido diferentes diagnósticos, ninguno efectivo hasta el momento. Por eso, luego de 18 años, a veces le asalta el temor de que sea un cáncer. Al momento, enfrenta sus síntomas cada día y asegura que la enfermedad no ha prosperado porque se mantiene en estricto tratamiento.

Vilmo es uno de los sobrevivientes de las afectaciones ambientales provocadas por la operación de Texaco y, como para otros numerosos compatriotas, enfrentar la enfermedad es una inversión de dinero, tiempo, energía y paciencia. Además de lidiar con bolsas purulentas e intensos dolores en las axilas e ingles, Vilmo enfrenta la falta de claridad por parte de los médicos. “No dan con el daño”.

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El efecto provocado pervive y amarga la vida de centenas de ecuatorianos, desde hace décadas; sin embargo, quienes sufren de esas afectaciones carecen del apoyo que le correspondería solventar a quien las provocó. Texaco les destruyó sus vidas. “Como tratamiento para sobrevivir, me tomo dos pastillas semanales para el cáncer, pero están por salir del mercado y ya no las puedo encontrar; también un producto de corticoide que ya no lo encuentro en las farmacias y tengo que viajar a Colombia. Eso, más otra crema que me preparo yo mismo. Así me mantengo”.

El testimonio es vasto y revelador. Igual que otros compatriotas con dolorosas enfermedades de la piel, Vilmo también busca la forma de salir adelante, pero al tratar este tema es inevitable que, una y otra vez, se refiera a quienes le provocaron el daño. “Yo en mi tierra era bueno y sano y al migrar para acá, a los ocho o nueve meses que estuve trabajando, ya me enfermé”. Desde el momento en que una persona sufre estas dolencias de la piel, la vida se transforma en una agotadora tensión entre la esperanza de sanar, la resignación de vivir enfermos y la omnipresente sospecha de que el daño, como acontece, sea un cáncer.

“A veces me olvido de que estoy enfermo y me comprometo a portarme fuerte. A veces me amargo, tengo miedo que me caiga gangrena. Sin embargo, ahí toca darle: no hay ni a dónde acudir porque todo está agotado y a donde me he ido, me han dicho que no hay cura. He buscado chamanes, doctores.Y así…”. El carácter de Vilmo no da para que se victimice e intente provocar lástima. Valora la solidaridad y compresión de sus vecinos y que no lo han discriminado por tener esa enfermedad. “Nos llevamos, me conocen. También conviven”, explica. Y es que, en Lago Agrio, de casos como el de Vilmo, el que menos sabe de uno, todos tienen un enfermo conocido.

Así de dura es la vida de estos ecuatorianos afectados por la actuación de la petrolera. Mientras tanto, el mundo que fascinó a don Vilmo es uno que, cuarenta años más tarde, solo vive en sus recuerdos y que ya no está más. Ahora se refiere a cómo encontró a los pueblos y etnias que, en esos años, habitaron esta zona. “Cuando llegué, ya estaban los kichwas, los cofanes, los secoya, los sionas. Se los miraba en Lago Agrio, por San Pedro y por Proyecto, que caminaban cargados unas ollitas de barro con chontaduro y yuca. Eso también se fue. Se han alejado, han tenido que refugiarse a más distancia y donde hay selva, porque ellos viven de la caza y de la pesca, de los frutos”. 38


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Moreta procura una explicación respecto a la forma en que, despojados de sus parajes ancestrales, estos pueblos originarios se fueron internando selva adentro o habitando territorios delimitados. “Aquí tenemos los cofanes, aquí dentro los sionas y los secoyas, que quedan por San Pablo, pero ya muy lejos. Los kichwas y los shuaras, por Pompeya. Ahí están delimitados, no a campo abierto como antes. En un poco tiempo a lo mejor ya desaparecerán, se harán más a la gente occidental y sus hábitos ancestrales desaparecerán”.

Y así también irá desapareciendo ese extraño y primigenio universo que, veinte y tantos años hace, sedujo a un joven, sano e ilusionado, Vilmo Moreta. MARCOS AJILA, EL HARTAZGO DE UN PIONERO

Luego de tres años de regar, podar y cultivar con sus propias manos y bajo el sol amazónico su pequeña plantación de café, una mala tarde las cuchillas de un tractor de Texaco le derribaron la cuadra. Marcos enfrentó a la multinacional. Para los primeros años de la década del 70 y, según los cálculos de don Marcos Ajila, en el 75, la operación de Texaco tuvo un impulso importante. El petróleo ya estaba disponible desde 1972. La novedad fue cómo la multinacional ingresaba el equipo pesado y caminero necesario para sus objetivos de explotación y la apertura de carreteras. Todo era por aire y el cielo azul de Lago Agrio se vio, de pronto, sobrevolado por gigantescos y ruidosos pájaros de aluminio que portaban nada menos que tractores y el mismo taladro. Dureno, según cuenta nuestro entrevistado, se origina de juntar el nombre (Dure) y apellido (Eno) de un habitante cofán. Entonces, poblaciones aledañas como esta, eran aún más pequeñas que Lago Agrio.

Texaco estaba en un momento de plena expansión de sus actividades y actuaba con agresividad y urgencia. La gran multinacional norteamericana pronto halló pequeños focos de tenaz resistencia. Uno de ellos fue liderado por Marcos Ajila, un pionero orense que, a sus 20 años, ya había trabajado para Caimán del Ecuador, una proveedora de Texaco.

Lo hizo como apoyo en la construcción de puentes, para la carretera entre Aguarico y Lago Agrio. Por eso, don Marcos se radicó en Dureno, cuando en el lugar apenas vivían dos familias: la de Pedro Grefa y la de Matías Andy, dos kichwas que contribuyeron con información indispensable para la apertura de la trocha, actividad previa al trazado para unir este poblado con Lago Agrio, mediante una carretera.

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En ese momento también empezaron las primeras disputas. “La empresa lo que trataba era de avanzar en su trabajo. El resto no importaba. Se reclamaba: cómo van a botar los residuos de petróleo al río. En ese entonces era totalmente negro, sus aguas eran negras”. Con esos cambios radicales en el entorno, surgieron las primeras reflexiones sobre el daño ambiental que provocaba esa operación. “Cuando yo llegué al río Dureno, a hacer el puente, había manchas de peces. Cuando comenzaron a botar los residuos de petróleo al río, desapareció todo el pescado. Desde entonces denuncié al primer presidente del municipio de Lago Agrio, el señor Jorge González y al gobernador, don Segundo Moreno; pero contra un monstruo quién podía pelear”. En ese mismo lapso, se fue consolidando el poblado de Dureno, gracias a la obtención de 10 hectáreas para la construcción del respectivo centro poblado. Eso se concretó hacia el año de 1978. “En el año 80 fui presidente de la Junta Pro Mejoras y logré nos faciliten el equipo topográfico, la maquinaria, para abrir calles y comenzar a radicar a la gente legalmente”.

Este líder, hasta la fecha, no acepta la forma en que Texaco se relacionó con ellos. Es decir, mandó a otros ecuatorianos a interactuar con quienes, en justo derecho, reclamaban responsabilidad de la empresa. “Eran tan agresivos. No respetaban propiedad de nadie. En ese tiempo nadie tenía escrituras, todo era posesionario. Y la Texaco, si tocaba tumbar la casa, las plantas, las tumbaba”. Ajila no cuenta lo que le contaron ni lo que supo les ocurrió a otros compañeros. Sus historias son personales. Un día, los de Texaco fueron a poner una línea de alta tensión. “Yo tenía unas 7 hectáreas de cacao, plantas de 3 años, comenzando a cargar. Pues mandaron un tractor y me derrumbaron 500 metros de largo por 60 metros de ancho… Me derrumbaron el cacao, cuando mi mujer se dio cuenta…”. Ya fue tarde.

Marcos para la entrevista. Le provoco un conflicto cuando le pido más detalles. Él fue humillado y sometido, en su propia tierra, por una empresa estadounidense que, sin más, llegó y le pasó el tractor a tres años de sudor, de trabajo esmerado y arduo. Su mujer no olvida el destello de las palas del tractor, derribándolo todo. Marcos oyó los gritos desesperados. Llegó corriendo y se dio contra una imagen desoladora: el piso temblando y el destello de las imponentes palas pasando y repasando sobre tres años de sacrificio.

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Texaco arrasó con su plantación sin considerar cuánto sufrió el compatriota hasta tenerla paradita y sana. “Cuando comenzamos a reclamar el derecho de cada colono, porque eso no era solo conmigo, sino a lo largo y ancho de todo los terrenos, la gente se quedaba fría”. Es que la respuesta de la empresa, no era para menos. “Decían que esto es del Estado: ustedes no tienen por qué reclamar”.


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Los emisarios de la Texaco tenían entrenamiento para cumplir su cometido. De parte de los ecuatorianos, el desconocimiento conspiró en su contra. Así las cosas, les planteaban que la tubería era del Estado, que la línea de transmisión era del Estado y el crudo también. Los nuestros, los de a pie, no tenían claro de qué manera argumentar nada. Y no les quedaba sino, con los ojos llenos de lágrimas, mirar la chacra devastada. “Cuando abrieron esa trocha hicieron daño a mucha gente. Todo era nuevo. Ahora ya tenemos 40 años de vida petrolera. Ya es difícil que una petrolera haga lo que le dé la gana, como hizo la Texaco”. La última frase de don Marcos es contundente. Ahora, comparte lo que miró en el proceso de perforación y explotación: “Entonces en Dureno el agua ya era contaminada, no había como tomar, había que hacer el petróleo a un lado para poder sacar agua y bañarse; era terrible. La Texaco, a medida que perforaba un pozo, hacía unas piscinas donde todos los desechos, de lo que perforaban, depositaban ahí. Finalmente, terminaban de perforar el pozo, de limpiar y arreglar y taponaban todas las piscinas de crudo. Le echaban tierra, basura, palos, madera. Y encima tierra, como que no hubiera pasado nada. Tenemos piscinas de 6 metros de profundidad ya taponadas. Pero esos residuos de agua, permanentemente siguen saliendo. Es el agua que sigue tomando el colono y los resultados son totalmente amargos, tanta gente enferma”.

Ajila tiene su memoria habitada por este tipo de momentos. Entre otros, el ver partir a un viejo compañero de sueños, derribado por tanta indolencia. Este fue un señor que se dedicó al ganado. Cuando logró tener 60 cabezas, se vio obligado a alternar los pastos, para evitar su erosión. “Justo el hombre saca el ganado a la orilla del río. En la tercera noche que el ganado estaba ahí, se derrumbó una piscina y se llenó de crudo todito. El ganado entra al río a tomar agua y se toma petróleo. Ese señor dejó regalando la finca y se fue hasta el día de hoy; no volvió más, se despechó. Se terminó, en una noche, la platita de toda una vida”. Aceptar que una vida de esfuerzo y entrega se termine en una noche, a causa de una explotación irresponsable y desvergonzada de un recurso que dejaba grandes réditos a una empresa extranjera, debe ser un trago amargo y largo de procesar. Tal como lo lee: ese compatriota lo perdió todo, en una noche. Al otro día, agobiado, cogió el camino y se fue, para no volver. La petrolera lo largó, de su propia tierra.

Don Marcos Ajila se despide. Él dejó ya gran parte de su vida en estas selvas. Al principio, motivados por la sana ilusión de trabajo, sacrificio y prosperidad; más tarde, tratando de salir airosos del entorno oscuro que dejó un negocio sobre el cual nada sabían. Y ahora, lidiando con enfermedades de la piel y rogando que ese mal no se llame cáncer. Son años de años. De lo mismo y lo mismo. 41



Capítulo IV 1993: DE LA AMAZONÍA DEVASTADA A LAS CORTES DE NUEVA YORK La selva proveía comida, madera para las casitas, calmaba la sed, curaba los males. Era el centro vivo de esa propia y única manera de entender la vida.


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MARIA AGUINDA: UNA DEMANDA HISTÓRICA Cuando hacia el año de 1964 Texaco obtuvo 1 431 450 hectáreas para la exploración y explotación de petróleo en la Amazonía ecuatoriana, María Aguinda era una joven kichwa que tenía solo 15 años de edad. Como sus antepasados, ella pescaba, cocinaba, se bañaba y peinaba con agua del río. Para entonces, su mundo era generoso: la selva proveía comida, madera para las casitas sencillas, calmaba la sed, curaba las enfermedades y era parte de esa propia y única manera de entender la vida, que los suyos ejercían en plena armonía con el entorno y celebraban con creencias y ritos ancestrales.

La vida de María Aguinda es similar a la de sus vecinos de los pueblos originarios y a la de contados colonos que llegaron al Oriente, como se llamaba entonces. Todo esto cambiaría, de forma radical, sistemática y violenta, con la llegada de Texaco. Ecuador comparece a una paradoja cruel: mientras, supuestamente, arribaba a una era de bonanza gracias a los servicios de Texaco, también se iniciaba un sistemático proceso de destrucción del hogar de Aguinda y de otros 30 000 afectados que, más tarde, en 1993, lograron exponer su situación ante una corte de Nueva York.

La “Demanda de Aguinda” caracteriza el daño inconmensurable provocado por Texaco, empresa que tuvo los medios y siempre supo qué y cómo hacer, pero omitió usar mejores métodos y tecnologías ya disponibles y optó por prácticas y procesos obsoletos no aplicables en otros países, mucho menos en EEUU. La demanda refiere argumentos irrefutables: la petrolera, para abrir un solo pozo, talaba hasta 3 hectáreas. Para sus pruebas de calidad y cantidad del crudo, cavaba piscinas donde, sin protección alguna, se depositaban los primeros hallazgos. La información especializada del Ministerio de Ambiente del Ecuador precisa que se contaminaron cerca de 2 millones de hectáreas, incluyendo suelo, vegetación y cuerpos de agua. La misma fuente indica que, en la fase de perforación, se habrían generado 4165 metros cúbicos de lodos de perforación por cada pozo y que el vertimiento de aguas de formación se realizó durante los 25 años de operaciones. Los números son escalofriantes y la remediación insuficiente: según reportes del Plan de Acción para la Remediación se identificaron 1000 piscinas. De estas, Texaco asumió reparar 250, pero 44


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dejó sin intervenir 81. Y, en sus piscinas, la empresa depositó cerca de “650 mil barriles de petróleo y unos 15 834 millones de galones de aguas de formación”.8 Las cifras son impactantes y los efectos, devastadores. Es el caso de la propia María, que en plena euforia de explotación, enterró a dos de sus hijas que murieron cuando eran niñas apenas y de manera penosa e inexplicable. La explotación de petróleo se encargaría de sumar no solo la muerte del entorno, sino también el fallecimiento de los seres amados. De pronto, pueblos que vivieron ancestralmente de la generosidad de la selva, vieron casos inéditos: los árboles de frutas que ya no cargaban, los peces se habían ido y el venado había huido.

A la par que moría la selva, sus milenarios custodios también partían de este mundo. Y los que no, sobrevivían entre las carencias, el hambre, las enfermedades, la discriminación, la prepotencia y la impotencia de ver, cada día, la extinción de ese mundo que preservaron desde siempre.

Este es el entorno, las razones y el derecho por lo que, tras varios fracasos, María Aguinda y sus vecinos, un 3 de noviembre de 1993, interponen ante una corte de Nueva York una demanda colectiva contra Texaco que, un año antes había salido del país y que, entre 1995 y 1998, firmó las actas de liberación de responsabilidades de una supuesta remediación. Para ese entonces, los afectados exigen una compensación que no superaba los 2 mil millones de dólares.

Estos tienen que ver con destrozos que, en ese entonces y hasta la fecha, saltan a la vista del más desprevenido: la omisión de tecnologías y métodos para una explotación que mitigue sus efectos; el olvido de cualquier tipo de procedimiento que vele por la seguridad ambiental; la excavación de piscinas en el suelo vivo; el haber transformado los cuerpos de agua en botaderos de crudos y aguas de formación; la quema de gas en los mismos botaderos o en mecheros ubicados a la vuelta de hogares, aldeas y fincas, entre otros. La tragedia ecuatoriana es incluso, con 6 millones de barriles adicionales, más grave que el emblemático derrame del buque Exxon Valdez. Este oscuro desmérito le tocó al Ecuador por la negligencia de la empresa. La autoridad ambiental ecuatoriana estima que Texaco habría derramado 403 000 barriles de crudo por los desperfectos y accidentes del SOTE y otros 456 000 barriles en los campos del Distrito Amazónico. Otros tubos secundarios y los letales “cuellos de ganso” instalados en las piscinas, igual arrojaban crudo a la montaña, a la selva, a los arroyos y a los riachuelos que también se pudrieron por la 8  Nicole Fourtané, “Las poblaciones indígenas y campesinas de la Amazonía frente a la petrolera Chevron-Texaco: un juicio histórico”, en Revista de la Asociación de Funcionarios del Servicio Exterior, Quito, (s.f), en <www.afese.com/img/revistas/ revista59/poblaind>.

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costumbre de regar crudo en la polvorienta y precaria vialidad de entonces o, simplemente, dejar abiertos pozos con arsénico, mercurio, plomo, entre otros metales pesados.

Texaco jamás informó a los habitantes de su zona de influencia y desgracia. Les ocultó las pruebas de toxicidad y no ensayó con los químicos utilizados en sus procedimientos. En fatal cóctel de arrogancia y maldad, forjó creencias de que el crudo sanaba los reumas y los dolores de huesos. Por eso, más de uno pescó enfermedades en su piel, luego de sobarse con el “milagroso” veneno negro. A estos daños, la demanda añade las consecuencias en la salud emocional de los habitantes: su estrés, la caída de su autoestima, la angustia por el desconocimiento total de los violentos sucesos, por la desaparición del alimento, del agua, de los ríos, etc. Todo esto como consecuencias de una actuación maliciosa que buscó maximizar los millonarios ingresos y minimizar cualquier egreso en favor del entorno. Ahorros de la muerte, estos últimos, que para ser parte de la siniestra realidad, la demanda apela a la conspiración civil: en Texaco, los distintos estamentos de su organización, sus líderes locales y los de su sede, sabían del daño y, a pesar de eso, lo hicieron.

La demanda de Aguinda sacudió el mundo mediático. Y así, la historia de María animó a otros ecuatorianos a unirse para enfrentar la situación, generando importantes muestras de solidaridad internacional. Un año más tarde de este suceso, Pablo Fajardo, un joven jurista, hijo de colonos, creó el Frente de Defensa de la Amazonía, que no ha bajado los brazos desde entonces. La demanda, por su parte, tiene la reacción de Texaco, alegando que la misma debe procesarse en Ecuador y no en el país sede de la empresa. Surgen nuevos personajes, entre ellos, el juez Rakoff, quien da paso a la posición de la petrolera y remite la causa a Ecuador, donde se procede, desde la Corte Superior de Sucumbíos, desde mayo de 2003.

Luego, el curso de la demanda de Sucumbíos es protagonista de una larga y dura batalla jurídica. Solo ocho años más tarde, desde la Corte de Sucumbíos, el juez Nicolás Zambrano Lozada sentencia a la petrolera a la reparación de los daños. La condena impone el pago de 9,5 mil millones de dólares. Y obviamente, Chevron la considera inaplicable e ilegítima, fruto de una asociación criminal entre abogados y jueces corruptos.

Finalmente, hacia noviembre de 2013, la Corte Nacional de Justicia con sede en Quito, ratifica la condena. Y un día antes de la Noche Buena del mismo año, Chevron contraataca: impone un recurso de protección ante la Corte Constitucional que hasta la fecha no ha realizado pronunciamiento alguno. 46


Capítulo V LAS IDAS Y VUELTAS DE CHEVRON-TEXACO EN ECUADOR Chevron manipuló los sitios y procesos de inspección, para los cuales buscó muestras de suelos que, llegado el momento, dieran un resultado de no contaminado…


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ECUADOR INSISTE, CHEVRON RESISTE Tras la demanda de Aguinda, impuesta en 1993 ante una corte federal de Nueva York por los abogados de 30 000 afectados por las actividades de Texaco, la multinacional fortaleció su gestión para no ser juzgada ante la justicia norteamericana y comparecer ante la ecuatoriana, a la que, hacia 2002, le reconoció los atributos éticos y profesionales necesarios para el proceso. Esto ocurre a partir de que el 16 de agosto de 2002, el Juez Segundo del Circuito de Nueva York desestima la demanda ecuatoriana, invocando el principio de “forum non conveniens” (foro no conveniente) y declarando que Ecuador era un lugar más apropiado para el litigio de las partes.

Según documentos públicos, en el literal D del “Sumario legal de Texaco Inc. en apoyo de sus nuevas mociones para declaración a lugar basado en Forum Non Conveniens y Cortesía Internacional” dirigido al Tribunal de Distrito de Estados Unidos, de enero 11 de 1999; la empresa indica que “aceptaría ser notificada en Ecuador” y que “satisfará las sentencias que se pudieran emitir en favor de los demandantes”. En el literal E del mismo sumario, la petrolera expresa que “el sistema judicial ecuatoriano dispone de una instancia justa y adecuada, como declaró el Dr. Enrique Ponce y Carbo, ex juez de la Corte Suprema del Ecuador y ex profesor de Derecho de la Universidad Católica del Ecuador”.

Texaco trabajó intensamente para que esto ocurra. Para este objetivo contaron, incluso, con el embajador ecuatoriano ante los EEUU, Edgar Terán Terán. Este, con argumentos diplomáticos, legales y comerciales y en defensa de la imagen nacional ante el empresariado e instituciones norteamericanas, redactó un documento enviado por nuestra embajada, al Departamento de Estado en Washington. En este, Terán Terán aboga para que el juicio a la multinacional se ventile en Ecuador. Pero ¡oh, sorpresa! el documento que el Embajador remite es muy similar a otro que fue elaborado nada menos que junto a Mike Kostins, funcionario de Asuntos de Gobierno Federal de Texaco.

En efecto, en el apartado de “Comentarios” de la hoja de transmisión del fax remitido desde la División de Comunicaciones Empresariales y Asuntos de Gobierno Federal, en Washington DC, Kostins escribe de puño y letra y es categórico: “Trabajé con el Emb. Terán (Ecuador) el viernes pasado. Él presentará al Departamento de Estado hoy. MK”.

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Ese “hoy” es un 6 de diciembre de 1993. Pero, no olvidemos: días antes (“el viernes pasado”) nuestro “representante” ante los EEUU trabajó codo a codo con Kostins, pero para impulsar el objetivo de Texaco que era sacar el juicio de las cortes estadounidenses y llevárselo para Ecuador.


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A continuación, se publican los documentos tal cual, para evidenciar las similitudes entre el trabajado entre Terán Terán y Kostins y el que el embajador ecuatoriano remitió al Departamento de Estado de los EEUU. El documento que sigue es el que, el 6 de diciembre de 1993, Kostins, desde la oficina de Texaco, en Washington, dio a conocer a sus colegas llamados Ricardo Veiga y Mike Trentino. DIC 06 ’93 08:45 AM ENVIADO POR TEXACO WASHINGTON NOTA DIPLOMATICA, SEGUNDO BORRADOR 3 de diciembre de 1993

La Embajada del Ecuador saluda al Departamento de Estado y aprovecha la oportunidad para presentar al Departamento un asunto público que ha llegado a nuestro conocimiento a través de los noticieros en Estados Unidos. En este sentido, quisiéramos explicar al Departamento por qué este asunto podría perjudicar gravemente al Ecuador.

Personas que declaran ser ciudadanos del Ecuador han presentado demandas ante la Corte del Distrito Sur en el Estado de New York contra Texaco Inc. Y ante la Corte del Distrito Sur, División de Houston, en el Estado de Texas, contra esa compañía y otras compañías petroleras que han operado en el Ecuador o son propietarios de negocios petroleros en la República del Ecuador. Esas personas han solicitado pagos como compensación por los daños al medio ambiente y a su salud personal.

Independientemente de los hechos del caso, las demandas de los demandantes o la respuesta de los acusados, las acciones y omisiones de las compañías antes mencionadas en este caso están sujetas a la jurisdicción de las autoridades ecuatorianas. El tema que concierne a la República del Ecuador es que las cortes de los Estados Unidos podrían aceptar la jurisdicción para atender demandas por daños que ocurrieron en la República del Ecuador, bajo las leyes ecuatorianas, a ciudadanos de la República del Ecuador y sobre daños atribuidos a compañías que se sujetaron y siguen sujetas a las leyes ecuatorianas. El hecho es que solo las autoridades ecuatorianas tienen competencia para juzgar en dichos casos.

La aceptación de la jurisdicción en este caso por parte de las cortes de EUA violaría el sistema procesal internacional según el cual las cortes de EUA no estarían autorizadas a considerar pruebas o ejecutar actos procesales en el territorio de otro país, en donde no tienen la facultad y conocimientos necesarios para considerar y juzgar asuntos concernientes a leyes extranjeras y su aplicación. 49


Crónica de una barbarie impune

Otro asunto preocupante es el hecho de que esta demanda, de ser juzgada en las cortes de EUA podría tener efectos colaterales en la economía ecuatoriana. Si las cortes de EUA [ilegible] el derecho de juzgar a compañías de EUA en casos domiciliados [ilegible] sujetas a la jurisdicción ecuatoriana, los resultados serían [ilegible] arbitrarios como resultado de la falta de familiaridad que las [ilegible] leyes aplicables. Por lo tanto, el ejercicio inapropiado de jurisdicción [ilegible] se convertiría en un serio desincentivo para las compañías EUA que tienen. [ilegible]

Dicho desincentivo tendría lugar justo cuando el Ecuador está intentando atraer inversionistas de los Estados Unidos al extender todas las garantías posibles a aquellos que realizan dichas inversiones en el Ecuador. Estos esfuerzos se reflejan en el hecho de que el Ecuador es el primer país en el hemisferio que ha firmado acuerdos con Estados Unidos, incluyendo un Tratado de inversiones y un Convenio sobre propiedad intelectual. En reconocimiento de estas acciones, el Ecuador ha recibido los beneficios de la Ley de preferencias arancelarias andina, que están dirigidos a estimular la economía de los países andinos que adoptaron políticas para eliminar el narcotráfico. Estos beneficios se verían seriamente erosionados por los desincentivos implícitos en la aceptación de jurisdicción por las cortes de EUA. Por todas las anteriores consideraciones, la Embajada de la República del Ecuador solicita que el Departamento de Estado presente al Departamento de Justicia y a las cortes en donde se han presentado estas demandas una declaración con el fin de que, de acuerdo con el Derecho internacional público los principios de derecho universalmente aceptados, la jurisdicción en este caso pertenece exclusivamente a los tribunales ecuatorianos, en donde se podrá dictar sentencia de acuerdo con la legislación ecuatoriana. Más aún, la Embajada solicita que esta petición incluya un segundo punto. Los demandantes han sugerido a las cortes de EUA que no pueden esperar un juicio justo en los tribunales ecuatorianos. Dicho alegato es falso y difamatorio. La aceptación de este argumento por parte de las cortes de EUA sería altamente ofensivo. La Embajada, por lo tanto, solicita que la presentación ante el Departamento de Justicia y cortes de USA desmientan tal alegato haciendo referencia al reconocimiento internacional que la República del Ecuador tiene por su rigurosa protección al medio ambiente, ejemplo de lo cual son las regulaciones que protegen a las Islas Galápagos, reservas y parques naturales; que se refiera a la tradición que tiene el Ecuador en el respeto a los derechos humanos en general y al cuidado especial que ha provisto para la protección de las minorías y pueblos indígenas; y que el Ecuador ha tomado la acción decisiva de eliminar todo cultivo de coca y ha enjuiciado severamente a toda persona involucrada en el narcotráfico. La Embajada del Ecuador aprovecha la oportunidad ETC. 50


Los últimos inocentes del planeta

Y ahora veamos cómo Terán Terán, inspirado en el primer documento, en su condición de Embajador de la República del Ecuador, le hace el “mandadito” a Texaco y remite el suyo al Departamento de Estado de EEUU. ENVIADO POR: OGS&H NY 44 NORTH; 9-93; 12:46; CGS&H NY NORTH EMBAJADA DEL ECUADOR WASHINGTON, D.C. TRADUCCIÓN NO OFICIAL No.-1-2-138/93 La Embajada del Ecuador saluda al Departamento de Estado y hace referencia a un asunto público que ha llegado a nuestro conocimiento a través de los noticieros en Estados Unidos. En este sentido, la Embajada quisiera explicar al Departamento por qué este asunto podría perjudicar gravemente al Ecuador.

Personas que declaran ser ciudadanos del Ecuador han presentado demandas ante la Corte del Distrito Sur en el Estado de New York contra Texaco Inc. Y ante la Corte del Distrito Sur, División de Houston, en el Estado de Texas, contra esa compañía y otras compañías petroleras que han operado en el Ecuador o son propietarios de negocios petroleros en la República del Ecuador. Esas personas han solicitado pagos como compensación por los daños al medio ambiente y a su salud personal. Independientemente de los hechos del caso o la respuesta de los acusados, las acciones y omisiones de las compañías antes mencionadas en este caso están sujetas a la jurisdicción de las autoridades ecuatorianas. El tema que concierne a la República del Ecuador es que las cortes de los Estados Unidos podrían aceptar la jurisdicción para atender demandas por daños que ocurrieron en la República del Ecuador, bajo las leyes ecuatorianas, a ciudadanos de la República del Ecuador y sobre daños atribuidos a compañías que se sujetaron y siguen sujetas a las leyes ecuatorianas. El hecho es que solo las autoridades ecuatorianas tienen competencia para juzgar en dichos casos.

La aceptación de la jurisdicción en este caso por parte de las cortes de EUA violaría el sistema procesal internacional según el cual las cortes de EUA no estarían autorizadas a considerar pruebas o ejecutar actos procesales en el territorio de otro país, en donde no tienen la facultad y conocimientos necesarios para considerar y juzgar asuntos concernientes a leyes extranjeras y su aplicación. 51


Crónica de una barbarie impune

(Para el Departamento de Estado/ Washington, D.C.)

Otro asunto preocupante es el hecho de que esta demanda, de ser juzgada en las cortes de EUA podría tener efectos colaterales en la economía ecuatoriana. Si las cortes de EUA se arrogasen el derecho de juzgar a compañías de EUA en casos domiciliados en el Ecuador o que estuviesen sujetos a la jurisdicción ecuatoriana, los resultados serían caprichosos y arbitrarios como consecuencia de la falta de familiaridad que la corte tendría con las leyes aplicables. Por lo tanto, el ejercicio inapropiado de jurisdicción en este caso se convertiría en un serio desincentivo para las compañías de EUA que tienen invertido en el Ecuador.

Dicho desincentivo tendría lugar justo cuando el Ecuador está intentando atraer inversionistas de los Estados Unidos al extender todas las garantías posibles a aquellos que inviertan en el Ecuador. Estos esfuerzos se reflejan en el hecho de que el Ecuador es el primer país en el hemisferio que ha firmado acuerdos con Estados Unidos, incluyendo un Tratado de inversiones y un Convenio sobre propiedad intelectual. Más aún, el Ecuador ha recibido los beneficios de la Ley de preferencias arancelarias andina, que están dirigidos a estimular la economía del Ecuador. Estos beneficios se verían seriamente erosionados por los desincentivos implícitos en la aceptación de jurisdicción por las cortes de EUA. Por todas las anteriores consideraciones, la Embajada de la República del Ecuador solicita que el Departamento de Estado presente al Departamento de Justicia y a las cortes en donde se han presentado estas demandas una declaración con el fin de que, de acuerdo con el Derecho internacional público los principios de derecho universalmente aceptados, la jurisdicción en este caso pertenece exclusivamente a los tribunales ecuatorianos, en donde se podrá dictar sentencia de acuerdo con la legislación ecuatoriana.

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Más aún, la Embajada solicita que esta petición incluya un segundo punto. Los demandantes han sugerido a las cortes de EUA que no pueden esperar un juicio justo en los tribunales ecuatorianos. Dicho alegato es falso y difamatorio. La aceptación de este argumento por parte de las cortes de EUA sería altamente ofensivo. La Embajada, por lo tanto, solicita que la presentación ante el Departamento de Justicia y cortes de USA desmientan tal alegato haciendo referencia al reconocimiento internacional que la República del Ecuador tiene por su rigurosa protección al medio ambiente, ejemplo de lo cual son las regulaciones que protegen a las Islas Galápagos, reservas y parques naturales; que se refiera a la tradición que tiene el Ecuador en el respeto a los derechos humanos en general y al cuidado especial que ha provisto para la protección de las minorías y pueblos indígenas; y que el Ecuador ha tomado la acción decisiva de eliminar todo cultivo de coca y ha enjuiciado severamente a toda persona involucrada en el narcotráfico.


Los últimos inocentes del planeta

Finalmente, la Embajada del Ecuador desea hacer énfasis en que la explotación de los recursos naturales ecuatorianos es el derecho soberano de la República del Ecuador. La Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1992, que fue suscrita por Estados Unidos, reconoce el derecho soberano de los Estados a gozar de sus recursos naturales de acuerdo con su responsabilidad de asegurar que las actividades que se realicen dentro de sus territorios no perjudiquen el medio ambiente de terceros países. Embajada del Ecuador aprovecha la oportunidad para renovar al Departamento de Estado las muestras de especial consideración. Washington, diciembre 3, 1993 (Sello de la Embajada del Ecuador en Washington. Rúbricas).

Con semejante comunicado, Texaco fue por más. Y sumó el concurso de distinguidos juristas ecuatorianos quienes, ante la corte de Nueva York, brindaron testimonios respecto a la probidad e imparcialidad de la justicia ecuatoriana, considerada, en ese momento, competente para el proceso. De estos, tomamos una muestra: Rodrigo Pérez Pallares, quien en vida fue abogado representante legal de Texaco, suscribió que: “El juez Rakoff no debería preocuparse acerca de la habilidad de las cortes del Ecuador de despachar justicia independiente e imparcial, si los demandantes de los casos Aguinda y Jota persiguen sus demandas en Ecuador”.

El profesional añade, entre otros criterios, que “el sistema judicial de Ecuador no es ni corrupto ni injusto”. “Las apariciones de Texpet ante las cortes ecuatorianas, como demandado en acciones planteadas por ciudadanos del Ecuador demuestra la fe del pueblo ecuatoriano en su sistema judicial y que Texpet es consciente de su obligación de referirse a dichas pretensiones”. Pérez Pallares ensaya una conclusión: “Creo fuertemente que cualquier intento de Texaco Inc., Texpet o cualquier otra persona o entidad de ejercer influencia sobre el sistema judicial ecuatoriano, sería un fracaso”. Su colega, Ricardo Vaca Andrade, un ex miembro del Consejo Nacional de la Judicatura, afirmó que en su experiencia “las cortes de Ecuador, en la compleja y delicada tarea de administrar justicia, tratan a todas las personas que acuden a ellas, con igualdad y de manera justa”.

Los profesionales locales brindaron testimonios que fortalecieron el sistema judicial ecuatoriano que, una vez desestimado el caso en Nueva York, se preparaba para recibir y dar trámite a la demanda de Lago Agrio, uno de los casos históricos y emblemáticos que se dirimió en la Corte de Sucumbíos.

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Crónica de una barbarie impune

Igual de convencido de estos y otros atributos de la justicia ecuatoriana, el Abg. Adolfo Callejas Ribadeneira, actual abogado de Chevron en el juicio de Sucumbíos, afirma que “mientras que el sistema judicial de Ecuador no es perfecto, no es corrupto ni injusto”. Y añade: “la existencia de estos juicios (en contra de Texaco) demuestra que los ciudadanos ecuatorianos y los oficiales locales tienen fe en que el sistema judicial de Ecuador provea compensación por alegaciones de mala práctica concerniente a actividades petroleras en Ecuador. En tal forma, es mi opinión que las cortes ecuatorianas proveen un foro adecuado para pretensiones como las presentadas por los demandantes de la acción María Aguinda”.

A criterio de estos prestigiosos abogados, la justicia ecuatoriana configuró un idóneo escenario legal para la acción planteada por los perjudicados de Texaco. “Anteriormente presenté una declaración juramentada en la que opinaba que basado en mi conocimiento y experiencia, las cortes ecuatorianas proveen un foro totalmente adecuado para que los demandantes de María Aguinda y Texaco Inc., persigan sus pretensiones de manera justa. Presento esta declaración juramentada para reafirmar mi declaración anterior”, suscribe el Abg. Alejandro Ponce Martínez y concluye el testimonio reiterando que las cortes de nuestro país “aun representan un foro totalmente adecuado en el cual los demandantes de Aguinda pueden presentar las pretensiones que han intentado traer a cortes de los Estados Unidos”.

Con estos preliminares y con un ambiente favorable para que las demandas y reclamos se diriman en la justicia ecuatoriana, Chevron acepta el juicio en nuestro país. Este acontecería al siguiente año, un 7 de mayo de 2003, cuando, a las 11h30 de ese día, la Corte Superior de Justicia de Sucumbíos sella el “recibido” de la demanda que originó el que en los medios empezó a ser llamado “el Juicio del Siglo”. LA DEMANDA DE LAGO AGRIO Y “EL JUICIO DEL SIGLO”

Fue el Dr. Alberto Wray quien, en calidad de Procurador Judicial de Ángel Justino Piaguage Lucitante y representando a 75 afectados, quienes a su vez representan a los otros perjudicados, presenta la demanda. Esta se organiza en apartados para Antecedentes, donde se señalan diversas responsabilidades. Entre ellas, las que señalan a Texaco de Petróleos del Ecuador TEXPET, como final responsable de todo el proceso de operación en la zona.

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La demanda indica que las prácticas de TEXPET, con métodos y tecnologías desechados en otros países, eran, al menos, conocidas por Texaco Inc. y que, incluso, fueron reproducidas por CEPE, causando daños ambientales que en 1994 fueron objeto de la suscripción de un Memorando de Entendimiento (con Petroecuador y el Ministerio de Energía) sobre los trabajos de remediación ambiental.


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Veamos el ítem (10) de la demanda: “El 30 de septiembre de 1998, Texpet suscribió con Petroecuador y el Ministerio de Energía un documento denominado Acta final del cumplimiento del contrato para la ejecución de trabajos de reparación ambiental y liberación de obligaciones , responsabilidades y demandas, en el cual se afirma que con la última de las actas parciales de ejecución de trabajos celebrada en octubre de 1997, TEXPET cumplió con todas las actividades de reparación ambiental establecidas en el documento de marzo de 1995”.

La demanda continúa en su Antecedente 11): “Los trabajos de reparación medioambiental ejecutados por TEXPET o fueron insuficientes, o no se ejecutaron adecuadamente. Lo cierto es que todavía existen a la fecha elementos contaminantes vertidos al ambiente como resultado de las prácticas inadecuadas y dañinas empleadas por TEXACO, que continúan produciendo daños ecológicos, ambientales, patrimoniales y personales y que ni dicha empresa ni su subsidiaria han reparado”. La demanda establece una prolija caracterización de los métodos contaminantes aplicados por Texaco y los resume en 8 puntos; además, los daños provocados a la población afectada, también están descritos en 8 párrafos. Luego, se refiere a la responsabilidad de Texaco Inc. y establece los fundamentos de derecho; también señala cómo las prácticas de la empresa quebrantaron expresas obligaciones impuestas por la legislación ecuatoriana, mediante normas que fueron expedidas a lo largo del tiempo en que la empresa desarrolló sus operaciones. El documento cita la Ley de Hidrocarburos de 1971, la Ley para Preservación y Control de Contaminación Ambiental de 1976, el Artículo 2260 del Código Civil y el Artículo 41 de la Ley de Gestión Ambiental de 1999. Con este fundamento, la demanda da cuenta de su pretensión: • • •

La remoción y el adecuado tratamiento y disposición de los desechos y materiales contaminantes todavía existentes en las piscinas o fosos abiertos por TEXACO y que han sido simplemente taponadas, cubiertas o inadecuadamente tratadas.

El saneamiento de los ríos, esteros, lagos, pantanos y cursos naturales y artificiales de agua y la adecuada disposición de todos los materiales de desecho.

La remoción de todos los elementos de estructura y maquinaria que sobresalen del suelo en los pozos, estaciones y subestaciones cerrados, clausurados o abandonados, así como de los ductos, tuberías, tomas y otros elementos semejantes relacionados con tales pozos y la limpieza de los terrenos, plantaciones, cultivos, calles, caminos y edificaciones en los cuales todavía existan residuos contaminantes producidos o generados a consecuencia de las operaciones dirigidas por TEXACO, inclusive los depósitos para desechos contaminantes construidos como parte de las mal ejecutadas tareas de limpieza ambiental.

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Crónica de una barbarie impune

La demanda exige la reparación de los daños ambientales causados, conforme lo dispuesto por el artículo 43 de la Ley de Gestión Ambiental. En consecuencia, en sentencia deberá ordenarse: • • • •

La ejecución en las piscinas abiertas por TEXACO de los trabajos necesarios para recuperar las características y condiciones naturales que el suelo y el medio circundante tuvieron antes de sufrir los daños. La contratación a costa de la demandada de personas o instituciones especializadas para que diseñen y pongan en marcha un plan de recuperación de la fauna y flora nativas, en donde fuere posible.

La contratación a costa de la demandada de personas o instituciones especializadas para que diseñen y pongan en marcha un plan para la regeneración de la vida acuática.

La contratación a costa de la demandada de personas o instituciones especializadas para que diseñen y pongan en marcha un plan de mejoramiento y monitoreo de la salud de los habitantes de las poblaciones afectadas por la contaminación.

Los recursos necesarios para cubrir el costo de las actividades cuya ejecución se demanda, en la cuantía que se determine pericialmente conforme lo previsto por el penúltimo inciso del artículo 43 de la Ley de Gestión Ambiental, deberán ser entregados al Frente de Defensa de la Amazonía para que, con el concurso y asesoramiento de instituciones internacionales especializadas, los aplique exclusivamente a los fines determinados en la sentencia.

El pago del diez por ciento del valor que represente el monto de las reparaciones, al que se refiere el inciso segundo del artículo 43 de la Ley de Gestión Ambiental; así como el pago de los costos de la acción y lo que valgan el tiempo y diligencia empleados en ella, según lo previsto por el artículo 2261 del Código Civil. Lo que por estos conceptos se ordene pagar, deberá también entregarse, por expreso pedido de los demandantes, al Frente de Defensa de la Amazonía. Respecto a la Competencia, cuantía y procedimiento, la demanda especifica: •

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El inciso segundo del artículo 42 de la Ley de Gestión Ambiental, otorga competencia para el conocimiento de las acciones civiles provenientes de afectaciones ambientales, al Presidente de la Corte Superior del lugar en el que tal afectación se produzca. Si están comprometidas varias jurisdicciones territoriales, la competencia se asigna al Presidente de cualquiera de las correspondientes Cortes Superiores.


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El inciso final del artículo 43 de la Ley de Gestión Ambiental, manda que las controversias civiles por daños y perjuicios originadas en afectaciones al ambiente, se tramiten por la vía verbal sumaria.

La cuantía, por la naturaleza de la reclamación, es al momento indeterminada. El documento legal termina con el apartado de Citación y notificaciones.

“Al representante legal de CHEVRON TEXACO CORPORATION, señor DAVID O’REILLY, deberá citársele en las oficinas principales de la Compañía, ubicadas en 6001 Bollinger Canyon Road, San Ramón, California, en los Estados Unidos de América, mediante exhorto que a través del Ministerio de Relaciones Exteriores y los canales diplomáticos correspondientes, deberá hacerse llegar a las autoridades judiciales de dicho Estado”. Por su parte, los demandantes recibirán notificaciones en la Casilla Judicial número 78. Finalmente, como procurador judicial de Ángel Justino Piaguage Lucitante, según consta del poder que se adjunta y ofreciendo ratificación de los demás, suscribe el Dr. Alberto Wray. Reg 1105, Quito. DE CÓMO CHEVRON REVENTÓ A NUESTRA AMAZONÍA: SUS INFORMES REVELAN DETALLES

Chevron, con ciencia y maña, tomó muestras no del lugar afectado, sino de más a un ladito de aquellos que años antes, dejó botando. Cuando faltaron argumentos, apeló a un bolero. Y lo negó todo. ¡Qué va! El 7 de mayo de 2003, se inició el Juicio de Lago Agrio que durante ocho años se ventilaría en la Corte de Sucumbíos. Para esa instancia, los expertos de la petrolera forjaron las pruebas que mostrarían en las futuras inspecciones judiciales. Según la empresa, usó sus propias preinspecciones para mostrar sitios específicos que sumen a su causa. Les fue pésimo. Esto se desprende de la información pública contenida en el procedimiento arbitral iniciado por Chevron contra el Estado. LAGO AGRIO 2

Chevron identificó 4 pozos y confirmó que existían hidrocarburos no remediados en al menos uno de ellos. Se trata del 3, que fue abierto antes de 1976 y cerrado en 1990, por Texaco. Su inspección también confirmó que los hidrocarburos existentes habían migrado por los costados del pozo y contaminado un riachuelo cercano, con las obvias consecuencias hacia los cuerpos de agua aledaños. Sin embargo, Texaco no se refirió a este pozo en el acuerdo de liberación de obligaciones: Texaco argumentó que lo había cerrado previamente y que, por eso, no había nada que remediar.

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Crónica de una barbarie impune

GUANTA 6 Este es un pozo de quemado. A la vista, aparece como un pantano de petróleo. Cuando Chevron realizó la preinspección encontró contaminación en los sedimentos. Los documentos acreditan que la contaminación se había regado 800 metros bajo la corriente de agua de donde los habitantes locales extraen la misma. Para evitar problemas, Chevron tomó muestras aguas arriba del punto de contaminación; y no aguas abajo, donde realmente había contaminación. SHUSHUFINDI 25

Texaco comenzó operaciones en este pozo en 1973. Durante el transcurso de esa actividad, perforó 4 piscinas en el sitio, tres de las cuales fueron remediadas, conforme se desprende el acuerdo de finiquito firmado en 1995. Los expertos de Chevron encontraron una amplia contaminación en el sitio, durante las investigaciones previas al juicio. Análisis realizados en enero de 2004 documentaron la presencia de una alta contaminación petrolera, bajo el suelo aparentemente limpio. Texaco había cubierto los pozos durante el proceso de remediación con desperdicios de crudo. Texaco confirmó que la contaminación había llegado a aguas subterráneas. AGUARICO 2

Este pozo nunca fue operado por CEPE. Fue uno de los últimos en cerrar, en 1990, y fue incluido en el plan de remediación en el gobierno de Sixto Durán Ballén. Sin embargo, la remediación fue inadecuada. Durante las preinspecciones al pozo, los expertos de Chevron hallaron contaminación que, según las propias muestras, era 9 veces el límite permitido por las regulaciones internacionales. El petróleo, claro, había drenado a un riachuelo cercano. YUCA 2

En 2004 y 2006, expertos de Chevron confirmaron que un derrame ocurrido a mediados de los 80, todavía afecta a pastizales al norte de este pozo. Esta contaminación fue comprobada en el proceso, con un nivel 10 veces superior al permitido por la norma internacional. Chevron dijo que el derrame había sido inmediatamente antes de la inspección judicial.

En pocas palabras, Chevron tomó nada menos que 1500 muestras y buscó, entre todas, aquellas que permitieran que, llegado el momento de las inspecciones, estas dieran un resultado de “no contaminado”. Sin embargo, 162 de las muestras obtenidas de sedimentos exceden los estándares internacionales y de las 264 muestras tomadas del suelo amazónico, todas exceden dichos parámetros. 58


Los últimos inocentes del planeta

Así, con ciencia y maña, Chevron intervino permanentemente para desconocer las letales consecuencias de su actuación en nuestra Amazonía. Si algo remedió, lo hizo así no más. Del resto, no me acuerdo, “no sabe-no contesta”. La firma debería invertir en procesos certeros de remediación de su conciencia. SAN VALENTÍN AMARGO: UN CRUDO 14 DE FEBRERO DE 2011, LA CORTE PROVINCIAL DE JUSTICIA DE SUCUMBÍOS SENTENCIA A CHEVRON

“El Juicio del Siglo” duró ocho años y, para dilatar su sentencia, Chevron realizó todo tipo de jugarretas jurídicas que recordaremos en las siguientes líneas. Esto, ante la sentencia que, un lunes 14 de febrero de 2011, la Sala Única de la Corte Provincial de Sucumbíos, mediante el juez ponente, Abg. Nicolás Zambrano Lozada, impuso a la multinacional. El proceso de Lago Agrio llegó a esta fase culminante con Chevron sentenciado a pagar por el desastre ambiental que provocó. La sentencia condenó el pago de 9,5 mil millones de dólares, más un 100% adicional, de no pedir disculpas públicas. Esto último finalmente fue desechado por falta de normatividad al respecto. Según la sentencia, Chevron Corporation deberá atender cada uno de los puntos descritos en la demanda.

Como dice la calle: que Chevron deje arreglando lo que dejó dañando. Y eso, de cara al futuro de los hijos de los caídos, de los dolientes, de los empobrecidos, de aquellos que sobreviven cerca y agobiados por las infelices consecuencias de este asesinato ambiental. De cara a futuro… Porque el pasado ya es cadáver. Y en el presente, la vida de centenas de compatriotas enfermos se ha visto perturbada a niveles que sacuden al corazón más duro. Al de ellos, para nada. FUERA DEL PILCHE

Chevron ha planteado varias acciones para dilatar el pago de la sentencia de Sucumbíos. La primera: el Juicio RICO, ante las cortes de Nueva York, por supuesto fraude cometido en Ecuador y en su sistema judicial, el mismo que en 2003 alabaron y al que, una década más tarde, descalifican.

Este famoso juicio RICO se presentó en febrero de 2011, contra los abogados de los afectados de Lago Agrio y algunos de sus líderes. Chevron utilizó la “Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act” (RICO), que se aplica contra la asociación criminal.

En esta, Chevron acusa a los afectados de Lago Agrio y sus representantes de que fueron ellos y sus líderes los verdaderos autores de la sentencia de Lago Agrio, suscrita por el juez Zambrano. 59


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La petrolera acusa de fraude a la Corte de Sucumbíos, pues el Juez Zambrano, supuestamente, recibiría, de parte de estos empobrecidos y enfermos ecuatorianos organizados bajo el Frente de Defensa de la Amazonía, nada menos que 500 000 dólares, una vez ejecutada la sentencia. Este dato entra en el proceso por declaración del Juez Alberto Guerra, quien ahora vive gratis en los EUA, pagado por Chevron. En estas, de entre las cortes de Nueva York aparece otro personaje polémico: el Juez Lewis Kaplan, un norteamericano que acepta estas acusaciones, tendientes a desprestigiar al sistema de justicia que sentenció a Chevron.

Pero Kaplan concibe otra perla mayor, cultivada a punta de conjeturas nada piadosas: concluye con que el Presidente de la República interfiere en el sistema de justicia ecuatoriano, respaldándose en dos “argumentos”: el primero, es falso: que Correa fue, cuando estudiante, compañero de cuarto del ex Fiscal General de la Nación, Washington Pesántez. El segundo, se respalda en una afirmación realizada por un periodista que trabaja con el Frente de Defensa de la Amazonía: «En otra nota, el agente de los medios de comunicación de los demandantes de Lago Agrio escribió que el Presidente Correa “nos dio un gran apoyo. Incluso dijo que iba a llamar al juez”», cita Kaplan.

El juez norteamericano resultó un tigre para una conjetura y completó así su acusación, en la que, además de fraude y corrupción, figuran violaciones al debido proceso, colusión, conductas discriminatorias, entre otras. Y emitió su sentencia. ANTE UN TRIBUNAL CON SEDE EN LA HAYA, CHEVRON DEMANDA EL INCUMPLIMIENTO DE UN TRATADO QUE… ¡NO ESTABA VIGENTE! Chevron insiste con ofensivas jurídicas para evitar la sentencia de Lago Agrio. La siguiente, es aún más sorprendente: logra que un tribunal con sede en La Haya disponga que Ecuador impida que se ejecute la sentencia de Lago Agrio.

El Tribunal se basa en el Tratado Bilateral de Protección de Inversiones entre Ecuador y los EEUU. Sin embargo, el artículo XII del tratado indica: “El presente Tratado entrará en vigor treinta días después de la fecha de canje de los instrumentos de ratificación (…)”.

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La fecha que corresponde al citado artículo es del 11 de mayo de 1997. Ocurre que Texaco se fue del país en 1992, es decir, 5 años antes de que el tratado entrara en vigencia. Sin embargo, Chevron reclama falta de protección a sus inversiones. El Tratado está publicado en la página 2 del Registro Oficial 49, del martes 22 de abril de 1997, durante la presidencia interina de Fabián Alarcón Rivera.


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Veamos más “idas y vueltas” de Chevron. En 2009, ante el citado Tribunal con sede en La Haya, la petrolera demanda al Ecuador, argumentando el referido Tratado. Hacia enero de 2012, mientras se discute la competencia de dicho Tribunal respecto al caso, este mediante los Laudos I y II, se indica que la orden es que el Estado haga todo lo posible por impedir la sentencia de Sucumbíos, nada menos. ¡Tillos! Días después, el Procurador General del Estado advierte que el Tribunal está desconociendo la independencia de poderes del Estado ecuatoriano y el Presidente Correa advierte que es imposible acatar la disposición del Tribunal. Luego, la Procuraduría General del Estado indica que, sin embargo, la orden del Tribunal será puesta en consideración de la Corte Provincial de Sucumbíos. Esta, el 17 de febrero, reconoce que la sentencia está ejecutoriada. Y la ratifica.

Mientras tanto, para febrero de 2012, el Tribunal ya indica, con el Laudo III, que sí puede conocer la demanda de la petrolera por el Tratado Bilateral de Protección de Inversiones. A la fecha, las partes discuten si se dio o no la violación del Tratado y de los Acuerdos de Liberación de Responsabilidades suscritos entre Chevron y Ecuador en los años de 1995, con el gobierno de Sixto Durán, y en 1998, con el de Jamil Mahuad.

En noviembre de 2013 la Corte Nacional de Justicia ratificó la sentencia. Acto seguido, en diciembre 23, Chevron impuso un recurso de protección, ante la Corte Constitucional, que no se ha pronunciado. GRIGERA NAÓN, VAUGHAN LOWE Y V.V. VEEDER: LOS ÁRBITROS EN SU CANCHA

Un tribunal arbitral como el que aceptó conocer la demanda de Chevron, se conforma de la manera que sigue: Chevron designó a Horacio Grigera y Ecuador a Alan Vaughan Lowe. Los dos designaron al tercero, V. V. Veeder. Y las partes establecieron la sede de este Tribunal, en La Haya, Países Bajos. Ahora, conozcamos algo de los “pitos”:

Horacio Grigera Naón es argentino; abogado, máster y doctor en leyes; exhibe un amplio y diverso currículo académico en reconocidas universidades internacionales, en donde se desarrolló como un experto en derecho internacional privado, comercio internacional y derecho comercial. Domina el inglés, francés y español y ha logrado una gran cantidad de credenciales que lo distinguen como un profesional experto en el arbitraje y mediación internacional y conflictos de leyes. Con esos méritos se ha desempeñado como árbitro designado por empresas como Encana, City Oriente, Murphy Exploration and Production Company y Chevron. V. V. Veeder es inglés; experto abogado en derecho comercial y comercio internacional, arbitraje internacional, comercio, petróleo y gas y ha ejercido en varias ciudades del mundo como abogado

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o árbitro. Su carrera profesional se ha enfocado en el arbitraje y derecho internacional y se ha desempeñado como Consejero de la Reina. Además, ostenta un notable récord en su vida académica, tiene numerosas publicaciones especializadas. Alan Vaughan Lowe es un jurista inglés dueño de una distinguida trayectoria académica, profesional y gremial en el campo del derecho internacional, con énfasis en arbitraje, especialidad con la que ha actuado en conflictos entre empresas y estados alrededor del mundo. También destaca su participación como abogado de estados en conflicto.

Vistas las hojas de vida, resulta aún más sorprendente su actuación ante la demanda de Chevron, donde estos expertos hallaron la forma de conocer un caso sobre violaciones a un tratado no vigente. Las cerezas del extraño pastel fueron las disposiciones para que Ecuador viole sus propias leyes y detenga la sentencia Sucumbíos. Lo cierto es que, a la larga, el juicio se alarga y alarga. Y que Chevron no “se cae” con un dólar partido por la mitad. Mire el cuadro lector y saque usted sus propias conclusiones.

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Capítulo VI ¿QUIÉN ES EL TESTIGO ESTRELLA DE CHEVRON? El Juez Alberto Guerra vive en EEUU pagado por Chevron. En la acusación por supuesto fraude cometido en la Corte de Sucumbíos, su declaración fue clave.


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UN TESTIMONIO CLAVE Para acusar a los demandantes de Lago Agrio por una supuesta asociación criminal organizada para extorsionar a Chevron, la multinacional contó con un testimonio ofrecido por quién, meses antes, suscribió un acuerdo con la firma. Como vimos en el capítulo anterior, ante las cortes de Nueva York, Chevron usó la “Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act” (RICO), en contra de los abogados de los demandantes. La acción RICO se aplica contra la asociación criminal. En este caso, fue para acusar a los abogados de los afectados de Lago Agrio y a algunos de sus representantes, organizados en el Frente de Defensa de la Amazonía.

Con esta acción, Chevron realizó dos acusaciones contra los demandantes de Lago Agrio: la primera, como supuestos autores del informe del perito Richard Cabrera y, la segunda, que el mismo grupo escribió la sentencia de Lago Agrio, suscrita por el juez Nicolás Zambrano Lozada y que obliga a la multinacional al pago de los costos de las medidas de reparación de los daños. Esta sentencia condenó a Chevron al pago de 9,5 mil millones de dólares. Con estos señalamientos, la petrolera acusa de fraude cometido en la Corte de Sucumbíos. Adicionalmente, indican que el juez Zambrano debía recibir, una vez ejecutada la sentencia, de parte del Frente de Defensa de la Amazonía, nada menos que 500 000 dólares. Lo escandaloso es que esta denuncia entró en el proceso por testimonio del juez Alberto Guerra, testigo de Chevron.

Guerra vive gratis en los EUA, acogido y pagado por la multinacional. En su momento, hizo algunas asombrosas declaraciones, como que interactuó con Zambrano para pedir dinero a la misma Chevron, a cambio de una sentencia favorable, la misma que escribiría para la firma de Zambrano. O que antes ya había recibido pagos de otras empresas, a cambio de similares prestaciones y que siempre supo que, esas actuaciones, estaban en contra de la ley ecuatoriana.

Sin embargo, el 4 de marzo de 2014 se conoce la sentencia de la acción RICO, según la cual los defensores del Frente de Defensa de la Amazonía son integrantes de una asociación criminal, cuyo negocio es extorsionar a la empresa. Chevron logró su objetivo. En este episodio, el rol del Juez Alberto Guerra, el testigo estrella de la petrolera, fue dirimente. Y su historia, es de película. Ocurre que, casi un año antes de su testimonio, en julio de 2013, el juez Alberto Guerra y Chevron firman un “Acuerdo Suplementario N.1”, cuyos sorprendentes alcances y contenido siguen a continuación. El documento, traducido del inglés, dice: 64


Los últimos inocentes del planeta

ACUERDO COMPLEMENTARIO NÚMERO 1 Alberto Guerra Bastidas (“Guerra”), como individuo; y Chevron Corporation (“Chevron”) suscriben el presente ACUERDO COMPLEMENTARIO NÚMERO 1 (“Suplemento #1”), el [ilegible] de julio de 2013. I. DISPOSICIONES:

A. Entrega de pruebas físicas adicionales de Guerra a Chevron 1. Guerra y Chevron suscribieron un acuerdo el 27 de enero de 2013. Los términos definidos en el Acuerdo tendrán los mismos significados en este Complemento #1. 2. En el Acuerdo, Guerra acordó, entre otras cosas, estar disponible para prestar testimonio (a solicitud de Chevron) o para ser entrevistado (a solicitud de cualquier autoridad gubernamental estatal de investigación), bajo juramento, en el caso de Chevron SDNY, en cualquier proceso judicial o de arbitraje nacional o extranjero relacionado con o sobre el Litigio de Lago Agrio o sobre cualquier asunto de investigación gubernamental relacionado con o sobre el Litigio de Lago Agrio. 3. En el Acuerdo, Chevron acordó ciertas provisiones para Guerra, la esposa de Guerra y la familia del hijo de Guerra, incluyendo las sumas establecidas para gastos de subsistencia, una pensión para vivienda, seguro de salud, un vehículo alquilado, honorarios para un abogado y el pago de los costos para el traslado de Ecuador a Estados Unidos. 4. Guerra fue citado en el caso de Chevron SDNY por los acusados Hugo Gerardo Camacho Naranjo y Javier Piaguaje Payaguaje para prestar testimonio y presentar ciertos documentos. Como resultado de las investigaciones realizadas, de acuerdo con la citación, Guerra ubicó la “Ayuda Memoria” que había recibido de Pablo Fajardo, copia que ha sido entregada al abogado de la defensa en el caso Chevron SDNY. 5. Desde la fecha del Acuerdo, Guerra ha ayudado a Chevron y a sus representantes a obtener registros adicionales, incluyendo registros bancarios, copias de los cuales han sido entregadas al abogado de la defensa en el caso Chevron SDNY. Los documentos físicos que Guerra presentó a Chevron desde el 27 de enero de 2013 constan en el Anexo C, Suplemento 1. 6. Desde la fecha del Acuerdo, Guerra se reunió con Chevron para ayudar a revisar y analizar documentos, incluyendo la Ayuda Memoria, registros bancarios y de viaje y demás documentos examinados para fines de responder a la citación. 7. Después de las negociaciones mantenidas entre el abogado de Chevron y Guerra, Chevron ha acordado pagar a Guerra $10. 000 por el tiempo y esfuerzos dedicados en conexión con la asistencia que prestó Guerra para obtener, examinar y analizar las pruebas físicas y registros adicionales. Por medio de su carta del 1 de mayo de 2013, Chevron informó de este acuerdo al abogado de la defensa en el caso Chevron SDNY.

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Crónica de una barbarie impune

B. Provisión de automóvil 8. La Sección II(B)(1)(d) establecía que Chevron proveería a Guerra “un automóvil alquilado comparable con el vehículo que Guerra posee en Ecuador”.

9. A pesar de los esfuerzos sustanciales realizados, no se puede alquilar un vehículo para Guerra en Estados Unidos, debido al estado actual de inmigración de Guerra. Como resultado de ello, Chevron adquirió un vehículo usado para el uso de Guerra en Estados Unidos. C. Demanda penal de Fajardo en contra de Guerra en Ecuador

10. En alrededor de febrero de 2013, luego de que Guerra y Chevron suscribieran el Acuerdo, Pablo Fajardo Mendoza elaboró una demanda penal que se presentaría en contra de Guerra ante la Fiscalía Provincial de Sucumbíos. Dicha demanda penal acusa a Guerra de varios crímenes relacionados con la declaración juramentada en Chicago, Illinois, el 17 de noviembre de 2012. 11. En abril de 2013, como resultado de la demanda presentada por Fajardo, la Fiscalía General Provincial de Sucumbíos abrió formalmente una investigación preliminar acerca de Guerra por el supuesto crimen de incitar o promover el separatismo. II. Términos:

A. Ayuda para obtener, examinar y analizar las pruebas físicas 1. A modo de compensación razonable por el tiempo y esfuerzos invertidos en relación a la ayuda de Guerra para obtener, examinar y analizar pruebas y registros adicionales, Chevron acordó entregarle $10. 000. 2. Se reconoce expresamente que Chevron no tuvo, ni tiene, control ni ha colocado ningún límite sobre el contenido del testimonio de Guerra. El pago se hace como una compensación razonable por el tiempo y esfuerzos de Guerra y no depende del contenido de las declaraciones o testimonio de Guerra ni del resultado de ningún asunto en el que Guerra testificara o hubiera testificado, ni del resultado de ninguna investigación en la que él prestara declaración o testimonio. B. Vehículo

1. La Sección II(B)(1)(d) del Acuerdo se reemplaza por las siguientes párrafos:

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a. Chevron ha adquirido un Honda CR-V usado de 2011 para el uso de Guerra en Estados Unidos (el “Honda de 2011”), por la suma de $22. 838,65.


Los últimos inocentes del planeta

b. Chevron ha adquirido una póliza de seguro por responsabilidad civil del vehículo, según lo requiere la ley estatal, relacionada con el uso de Guerra del Honda 2011. c. Guerra usará el Honda 2011 durante la vigencia del Acuerdo. d. Chevron pagará las primas de seguro del automóvil para el Honda 2011 durante la vigencia del Acuerdo. e. Terminada la vigencia del Acuerdo, el título y posesión del Honda 2011 se transferirán de Guerra a Chevron. C. Abogado ecuatoriano

1. Chevron acuerda pagar para que el abogado independiente en Ecuador represente a Guerra en relación con cualquier demanda (incluyendo la demanda entablada por Fajardo) e investigaciones formales iniciadas como resultado de las mismas, así como en cualquier investigación o proceso relacionado concerniente o que surgiera de cualquier declaración hecha bajo pena de perjurio acerca del Litigo de Lago Agrio, o declaración juramentada en cualquier proceso judicial o arbitral nacional o extranjero respecto al Litigio de Lago Agrio. D. Varios

1. Se incorporan al presente las disposiciones de la Sección I del Suplemento #1. 2. Guerra y Chevron reconocen expresamente que todos los términos del Acuerdo que no hubieran sido modificados por el Suplemento #1 siguen en plena vigencia y efecto. 3. En caso de que cualquier parte de este suplemento #1 se tornase o fuese declarado inválido o inaplicable por un tribunal de jurisdicción competente, dicha parte se considerará eliminada e inválida. Dicha invalidación o inaplicabilidad no invalidará las porciones restantes del contenido del Suplemento #1, que permanecerán en plena vigencia y efecto. Chevron y Guerra acuerdan que en caso de que cualquier parte de este Suplemento #1 se tornase o se declarase inválido o inaplicable, negociarán de buena fe un acuerdo sobre la parte substituta que refleje su intención original. 4. El Acuerdo y Suplemento #1 están regulados por las leyes del Estado de New York, sin referencia a los principios de New York acerca de conflictos entre legislaciones. 5. Cada una de las partes del presente acuerda que cualquier acción, demanda, reclamo, contra demanda o demanda de un tercero de cualquier tipo o descripción, ya sea en derecho o equidad, ya sea contractual o extracontractual u otro, que se relacionara o hubiera surgido de cualquier manera con el presente Suplemento #1, o su ejecución, podrá ser presentado exclusivamente ante la Corte Suprema del Estado de New York, condado de New York, o, de establecerse la jurisdicción del mismo, en la Corte Distrital de Estados Unidos para el Distrito Sur de New York.

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6. Guerra reconoce que se la he entregado una traducción al español del Suplemento #1 y que ha tenido la oportunidad de consultar con un abogado acerca del Suplemento #1. Guerra reconoce que, sin perjuicio de cualquier traducción del Suplemento #1 al español, la versión en inglés del Suplemento #1 es la versión oficial y prevalecerá en la interpretación de todos los términos del Suplemento #1. En testimonio de lo cual, las partes suscriben este Suplemento #1 en la fecha arriba indicada. ALBERTO GUERRA BASTIDAS [firma ilegible] CHEVRON CORPORATION Por: [firma ilegible] (Nombre:) Kari H. Endres(?) (Cargo:) Subsecretaria

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CapĂ­tulo VII TODOS MIS MUERTOS. TODOS. Sonia Montero narra el dolor que le provoca su enfermedad de la piel. En San Carlos, Rosa Moreno, una devota enfermera, cuenta de su lucha indeclinable.


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SONIA Y XAVIER, UN AMOR A PRUEBA DE CRUDO Xavier García vive, desde hace 35 años, a la orilla del río Dureno, en Lago Agrio. Llegó allí de la mano de su padre, quien migró desde Santo Domingo de los Tsáchilas. En principio, el río era su fuente de vida Sonia, con solo 37 años, sufre de una serie de irritaciones y laceraciones en toda su piel, lo que le provoca vergüenza y lo que va, cada día, carcomiendo su autoestima y sembrando sus dudas. ¿Hasta cuándo Xavier la aceptará así? Esta pregunta no me hago yo, como escritor. Se la hace Sonia, cada día, porque su enfermedad le come la cabeza, su corazón y su vanidad de mujer, su ilusión de sentirse guapa, de gustar a su esposo. Mirar su piel lacerada, cubierta de llagas, picados, grietas; provoca una mezcla de rabia y solidaridad, porque luego de eso, inevitablemente, se llega a los ojos de Sonia, a su voz bajita, a sus gestos cautos y esa sensación de mirar a alguien que asiste a la vida en puntitas.

Cuando el efecto letal de la actuación de Texaco termina por entristecer la mirada de una mujer que debería ostentar la plenitud de su gracia y su vida, cualquiera siente y se hace del dolor ajeno, de su indignación y tristeza. Nadie, nunca, debería tener el infame poder de perforarnos la ilusión, de volver nerviosas nuestras tardes. En la vida de Sonia, ocurrió.

Xavier García vive, desde hace 35 años, a la orilla del río Dureno, en Lago Agrio. Llegó allí de la mano de su padre, quien migró desde Santo Domingo de los Tsáchilas. Al poco tiempo el río, empezó a cambiar de color. “Fue cuando empezaron los pozos, las exploraciones. Por eso mucha gente aparece con cáncer, gente joven, de 40 años”, relata. Xavier habla con fastidio. El río que él conoció, fue otro. “Era claro y había todo pescado, tanto, que ni se le conocía. La contaminación desbordaba los tanques y caía al río. Cuando el caudal estaba alto, parecía que se limpiaba, que se llevaba el crudo, pero cuando estaba bajo, parecía la muerte, apestaba todo”. Este entorno enfermó a su esposa. Juntos, han luchado contra el mal inexplicable que ataca la tranquilidad de Sonia. “Mi señora ya no se puede curar”, sentencia Xavier. Y lo dice luego de que los dos se pasaron un mes en Quito. “Nos dijeron que es una alergia al sol”, es una de las explicaciones recibidas que les parecen excusas. “Antes no sabíamos nada, el crudo era como un juego, decían que era bueno para las reumas”.

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Xavier cuenta lo que vio: “Nadie canalizaba nada, si se derramaba, ahí quedaba, nadie limpiaba. Las plantas que crecían a la orilla se morían y si el río crecía, quemaba las plantas a las que topaba,


Los últimos inocentes del planeta

como botarles diésel. Con papá teníamos sembrado cerca del río y todo se murió; mejor se fue a trabajar para donde no le daba el río. Ahora parece que se está limpiando, hace algunos años que no veo esa contaminación. Ahora sube, pero ya no quema. Tiene agua, no petróleo”. Ya no mata.

Acá, la realidad se invirtió totalmente: se celebra que un río tenga agua y que no mate. “Justo el río crecía y se venía un derrame. Hubo temporadas en que la gente perdió mucho dinero, mucha gente mejor se fue, decepcionada. Otros tienen tierra, pero botada. Mejor trabajan en las compañías de por ahí, porque acá, en las fincas, la contaminación es grande”. Gente a la que le reventaron la posibilidad de mantener los emprendimientos que, con deuda, sudor y lágrimas, lograron empezar. Compatriotas que aún pagan créditos y no pueden dormir tranquilos, que tienen seres queridos enfermos, abrigando cada día la remota posibilidad de sanarse.

Es el caso de Sonia, su esposa. La historia de ellos es de amor, de paciencia y de entrega. “Yo tenía 22 y ella 15 y nos hicimos de compromiso. Nos tocaba trabajar a los dos, en una finca. Yo le decía que no, que era malo, pero ella se metía al río. No le tomamos en serio al crudo, nadie sabía nada, nadie nos informó”.

No haber tomado la más mínima acción para informar sobre el impacto de sus procedimientos irresponsables, fue un silencio perverso. Los técnicos de Texaco debieron trabajar en Ecuador tomando todas las precauciones, pero no fue así. Es más, según varios de los testimonios, dejaron que una “bola” letal se estableciera como creencia: el crudo, untado sobre la piel, sobado sobre las piernas y rodillas afectadas por reumas o lesiones, tenía efectos milagrosos.

Cuando nuestros compatriotas repasan esas mentiras, el coraje les acompaña. El otro cuento fue persuadir a las poblaciones sobre la efectividad del crudo para asentar el polvo que las vías lastradas emanaban al ambiente, por el paso frecuente de equipo caminero. “Cogían y echaban crudo para asentar por uno o dos meses. Luego, ese crudo, ¿a dónde se va? Al río. Todos los riachuelos, todos de crudo; por derrame o por lo que botaban en la carretera”. Xavier caminó por esas rutas bañadas en crudo. “Todo salpicaba, hasta que a los 8 días se ponía como brea, bonito se ponía y duraba unos 3 meses; luego, tocaba otra vez. Pero llovía y todo ese crudo se iba luego a las chacras”. Convencidos de que ese petróleo no era un peligro para su salud, la gente empezó a convivir con él, metido hasta en las salitas de sus casas. “Y la gente tranquila, hasta que a lo largo del tiempo se fue enfermando”.

Y así se enfermó su Sonia. “Cuando le conocí no tenía nada”. A sus veinte, mostró los primeros síntomas. “Le comenzaron a brotar granitos en las piernas, pensábamos que era de lo que

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Crónica de una barbarie impune

trabajaba en el monte, pero luego le subió al cuerpo, a los brazos, todo. Ahí ya se hizo muchos tratamientos, pero nada”.

Tal fue el desequilibrio emocional que la repentina enfermedad provocó en los esposos que, en silencio, ellos empezaron a prestar oídos a los rumores de la gente: Sonia, lo que padecía, era el efecto de un “trabajo”, de un maleficio provocado por la brujería. En esas, los chicos también cayeron en la tentación de visitar a uno de esos cuestionados curanderos. “Ya cuando la ciencia no funciona, uno vuelve a creer en los brujos. Y uno dice: esto es mentira. Igual fuimos”. Para nada.

Desde entonces, la vida de la joven pareja, cambió para mal. Más de una vez, la paciencia y el dinero para enfrentar el problema, escasearon. “Eso es algo duro vivir todos los días económicamente y sicológicamente. A veces ya molesta, no hay ni plata y toca comprar la crema o llevarle al doctor porque le brota. Son como unas 50 cremas que se ha aplicado alternativamente para que le alivie, para que no le dé la rasquiña. Y cuando le afecta bastante hasta le sangra”, lamenta Xavier.

Esto, todos los días, con unos peores que otros. Es tal la situación, que la armonía de la pareja está en riesgo. Xavier acepta que la desesperación arriba cargando malas ideas. “A veces uno piensa cosas que no debe pensar. Uno dice: le voy a ir botando, ahí queda. Pero no es el punto: uno tiene hijos”. Este, el doloroso presente, pero la memoria, no se queda atrás. “Mi mami se llamaba Tomasa, murió de cáncer. Ahora mi papá vive solo, trabajó toda su vida y no tiene nada”. Durante toda la entrevista con su esposo, Sonia ha permanecido en silencio. Apenas un gesto, una mueca, para corroborar el testimonio de Xavier. Poco después, al hablar, dejará notar su timidez. No debe ser grato revelar penas tan íntimas, esa angustia omnipresente. Es su piel, es su rostro, su espalda, su cuerpo, su gracia. Ese mismo rostro que, a sus quince años, enamoró locamente a Xavier, entonces con 22. SONIA: LA PACIENCIA, LA ANGUSTIA, LA FE.

¿Hasta dónde llegar? ¿Con qué derecho puedo remover sus penas? En estas líneas expreso mi admiración y respeto a esta pareja. Que la reciban en el rostro de Sonia y en su esperanza.

El problema data de hace unos 20 años, según sus cálculos. “Unos granitos me salían por aquí, me rascaba y se corrían. Ahorita últimamente tengo todito, solo por aquí no tengo, pero de ahí tengo todito, la espalda, todito”.

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Sonia llega a vivir a Dureno cuando se enamora de Xavier. Pocos años más tarde, empezó su drama. Entonces, no tenían pista alguna sobre el problema. Pero Sonia se bañaba en el río, ahí lavaba, con esa agua cocinaba.


Los últimos inocentes del planeta

-Es un tema delicado, Sonia. ¿Cómo le contó a su esposo?

- Xavier decía que por el monte ha de ser, por esa pelusa. Pero me salía más y más y yo le decía: eso, no es monte. -¿Y qué hicieron?

-Me llevó a ver con el médico, me dieron una crema, me pasó. Y luego me salió en otro lado. Se me hacían unas bombitas y se me reventaban y así, en otro lado. Me ardía, me dolía. Y me tenía asco yo misma. -¿Tuvo mucho miedo durante sus embarazos?

- Decían que es solo la piel, nada más, que no era por dentro. Que eso no es pasable, así decían. Y sí, los chicos y Xavier no tienen nada. -¿Qué ha hecho para curarse?

-Tantas y tantas cosas. Ya hasta decepcionada estoy de mí. He rezado bastante, me encomiendo a Dios. -¿Qué piensa ahora después de tantos años en los que el petróleo fue una promesa de riqueza? - No sé ya qué pensar.

-¿En qué edad está ahora? - 37

-Jovencita…

-Pero bien acabada.

-Este rato, ¿le duele señora?

-Recién me puse la crema. Eso me pica, me quema. Ahora me está brotando otra vez. -Usted dice, este momento, ¿le pica su cuerpo?

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Crónica de una barbarie impune

-Este rato, sí. Eso quema.

-¿Y no será que un clima frío le viene bien? ¿Quito?

-Por el temporal me alivia, pero de nuevo me brota. Es una enfermedad necia. -¿Alguna vez tuvo una ilusión de sanarse?

-Cuando me fui a Quito, dije: ¡me voy curar! Pero nada. Por medio del Seguro Campesino me mandaron a Quito, me sacaron un pedazo de piel, pero nunca me dieron el resultado de qué era. Después me dijeron que me cuide del sol, porque me puede dar cáncer a la piel. Me pica demasiado… -¿Quisiera decir algo más?

-Que se acuerden de uno también, así como regaron el petróleo, que se acuerden de uno… -¿Usted tiene resentimiento con la petrolera Texaco? -Claro… ¡Míreme!

En medio de la tensión de la entrevista, Sonia toma valor. Levanta su blusita y puedo mirar su piel envejecida, cruzada de llagas secas que se extienden como quemaduras. Luego, corriendo un poquito la licra, me indica sus piernas flaquitas. Más llagas, más señales. Siento un puñado de arena ahogar mi corazón. “Las familias se mueren por culpa de ellos. Y ellos fresco, ellos tienen plata, uno no. Ellos se enriquecieron y nos dejaron esta maldición”.

Es cierto, Sonia. En el libro Caso Chevron. La verdad no contamina, sus autores citan un estudio del experto Iván Narváez, “Aguas de formación y derrames de petróleo, la dimensión política de la problemática socio ambiental petrolera”.9 Las líneas argumentan los sentimientos de Sonia. “Se estima que la ganancia de Texaco en Ecuador superó los $ 6 mil millones, de los cuales ha ofrecido menos de $ 50 millones para la remediación ambiental y la compensación social”. -¿Cuántos hijos tiene, doña Sonia?

-Son cinco. Alejandra, Jefferson, Edwin, Luis y la niña Angeline, tuve un aborto también. La más chiquita tiene un 1 año y 7 meses y la mayor tiene 21 años. Todos son sanitos. 74

9  Iván Narváez, “Aguas de formación y derrames de petróleo, la dimensión política de la problemática socio ambiental petrolera”, en Orlando Pérez y Nelson Silva Torres, Caso Chevron. La verdad no contamina. Informe urgente, Quito, El Telégrafo, 2014, p.12.


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-¿Qué le da alivio?

-Cuando yo estoy así normal, contenta, parece que me va a pasar. Pero a los 8 días me vuelve, pero más. Una desesperación, porque esto pica, duele, no puedo ni dormir; por eso me he envejecido bastante, para mi edad no creo que sea tanto. -Pero sus hijos, la necesitan sana.

-Pero ahí está, cómo se va hacer con esta enfermedad. Ni trabajo le dan a uno. -¿Se siente relegada, inútil? -Sí.

-¿Y me dice que va a la iglesia, a rezar?

-Hasta Baños me he ido, con mi esposo, en bus nos fuimos. Llegué al templo. Dicen que ha hecho milagros ahí, pero a mí no me hace curar. Le puse flores a la virgencita. También le fui a agradecer que me dio una niñita, Angeline. Me dio mucha alegría: por ella yo estoy aquí, yo quería una niña, porque la primera ya se casó. Y cuando me quedé embarazada, supe que era una niña y me puse feliz. Por eso me fui a Baños, a agradecerle. -Cuando fue a verle a la virgencita de la Nube, ¿no tenía miedo que su hijita salga con el daño? -Sí me daba pena. Yo le rogaba a Diosito, a la Virgen, que no me salga con esa enfermedad.

Sonia viajó diez horas en bus, para llegar al pie de la Virgen de Agua Santa. Allí oró, lloró, alivió su corazón anegado de penas. Luego, cuenta que así le han pasado los años. Y ahí sigue, décadas más tarde, sufriendo por la forma en que, un recurso estratégico mal explotado, ha acabado con su vida. Xavier, su esposo, se desempeñaba como profesor. Los últimos tres años, presta servicios a una empresa de seguridad. La pareja sigue cultivando su amor, que se cobija en la responsabilidad y solidaridad de Xavier. En todas estas, ellos tienen un lugar para la alegría. Cuando eso ocurre, como en el último Día de la Madre, suenan las bachatas de Aventura que corea Sonia y los clásicos de Julio Jaramillo, que disfruta el esposo.

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Sentados en una fila de sillitas de plástico que Xavier dispuso para recibirnos, cae la tarde en Dureno, foco de brutal contaminación recibida durante años. El jefe de familia enfatiza que ese problema ha bajado en los últimos años y que el río ahora sí tiene y trae agua. La pareja, a ratos, cae en huecos de silencio. En uno de ellos, reparo que Sonia se ha pasado a una silla del extremo, donde llora en silencio, mirando el piso. Tenso y agotado por espiar el dolor de mis compatriotas, pido permiso y me retiro. La información tomada del informe “Daños ambientales provocados por Texaco en la Amazonía ecuatoriana”, indica: “Los análisis de agua y suelos presentados por Chevron en las inspecciones judiciales del caso de Lago Agrio, indican que los valores de hidrocarburos totales de petróleo (TPH) excedían los mil miligramos por kilogramo o partes por millón del estándar ecuatoriano, en el 91% de los sitios que habían sido muestreados hasta el año de 2007”.10

El dolor de Sonia yace en estos informes. Mastico bronca. Ha pasado la tarde. Al fondo, en el horizonte, unos trazos rojos perturban el celeste cielo. ROSA MORENO: UNA GUERRERA EN EL HOSPITAL DE SAN CARLOS

Tiene 30 años como enfermera. Rosa conoce de memoria el dolor de los habitantes de San Carlos, una de las comunidades donde Texaco empezó la explotación del “oro negro”. San Carlos es una de las parroquias donde más ha brotado el “Black Gold”. Operada por Texaco, es también una zona en donde más se registra y constata el daño provocado por esa explotación del recurso. Aquí, antes en un modesto y carente espacio, ahora en un moderno centro de salud, trabaja uno de los personajes más entrañables de la zona.

Se trata de Rosa Moreno una licenciada en Enfermería que, desde hace 30 años, se ha unido a la desesperada lucha de cientos de compatriotas que enfermaron en ese lapso y que, hasta la fecha, siguen llegando con diversos tipos de enfermedades, entre ellas, esa letal cuyo solo nombre, siembra pánico: el cáncer. Rosita es un libro abierto, escrito con tinta sangre. Entre las decenas de casos que ha acompañado, recuerda uno fulminante y violento. Ocurre que Anita Patiño, con sus 16 años recién cumplidos, llegó hasta su consultorio. La chica vivía cerca de los primeros pozos que perforó Texaco, aguas abajo, en las riveras del Napo. 10  Ministerio del Ambiente, “Programa de Reparación Ambiental y Social - PRAS. Daños ambientales provocados por Texaco en la Amazonía ecuatoriana”, informe No. 047 - MS - MC - AH -MM - LA -SINPAS-2014, Quito, Ministerio del Ambiente, 2014, p.5.

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Un día, en el colegio, de súbito, sufrió un desmayo. El examen aplicado en el laboratorio dio una pista nefasta: la joven, gordita y aparentemente saludable, apenas tenía hemoglobina en su sangre. De inmediato, la enviaron al Coca, para recibir infusiones de sangre. Y hasta ahí llegaron. Luego, salvando la responsabilidad, la enviaron a Quito.

“Y en cuatro días, Anita murió con leucemia”, completa la enfermera. La difunta era prima de su esposo y su deceso se sumó a otros cuantos que han marcado la vida de quienes les sobreviven. “En mi familia han muerto: mi padre, mi suegro, la tía de mi esposo, la prima. Los cuatro han muerto con cáncer. Mi padre murió hace 22 años, el papá de mi esposo hace 18 años, Anita hace unos 7 años y la tía hace unos 14 años”. En 2011, según información del MAE, “Sucumbíos y Orellana presentaron 13 casos de muertes por leucemia. Corresponden a personas residentes en las ciudades de Lago Agrio, Shushufindi y Francisco de Orellana”.11

Para Rosa, el legado del “oro negro” le remite a listones lilas, ataúdes, cruces de flores, los cirios quemándose, de a poquito. El rumor de los velorios, alguien sirviendo canelas a los que acompañan, los gritos para preguntar por qué, la irrupción atropellada de quienes viajaron de lejos para despedir al ser amado, el llanto que rasga la tarde, esas lágrimas que caen sobre el rostro pálido del cadáver de turno. Esas preguntas que nadie responde. Preguntas que Rosa se hizo, ni bien llegada, cuando, en otro testimonio frecuente de afectados y moradores, miraba pasar los tanqueros de la petrolera, arrojando crudo sobre el camino de tierra. Y con esa imagen, la profesional sigue su entrevista. “La falta de conocimiento. Yo pensaba que el petróleo que botaban en los carreteros pavimentaba la vía: movían todo el lastre y encima botaban el crudo, así como botar agua, le botaban en la vía”.

Más de una vez, la enfermera cuestionó al respecto. “Los ingenieros decían que eso sirve para aplastar la tierra y que se haga un concreto ahí y que no estemos a cada rato con maquinaria. Pasó de eso unos 10 años y la sorpresa fue que la gente se enfermaba. Venían niños con la piel llena de pus, con granos en la cabecita, que se les caía el pelito por lesiones a nivel del cuero cabelludo”. Rosa preguntaba a la gente por qué y la gente decía: no sé. “Lo único es que nos bañamos en el río, no tenemos otro lugar donde irnos a bañar. Las madres de familia sufrían muchísimo de problemas de vías urinarias porque igual iban al río, terminaban bebiendo el agua”.

11  Ministerio del Ambiente, “Programa de Reparación Ambiental y Social - PRAS. Daños ambientales provocados por Texaco en la Amazonía ecuatoriana”, informe No. 047 - MS - MC - AH -MM - LA -SINPAS-2014, Quito, Ministerio del Ambiente, 2014, p. 6.

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El cuadro, alarmó a los pocos interesados y conocedores del tema. “Entonces se hizo un estudio muy riguroso con el doctor Miguel San Sebastián. Por el año 92, viene el doctor y me dice: ¿qué pasa con San Carlos? ¿Por qué tenemos muchos pacientes que padecen de esta enfermedad mortal, como es el cáncer? Ya van tres, en un mes”, recuerda la profesional.

En efecto, un reportaje del diario El Comercio del domingo 26 de octubre de 2003 trata justamente sobre el Informe Yana Curi (Oro Negro) y otro que ratificó y amplió los contenidos del primero: “Cáncer en la Amazonía ecuatoriana 1985-1998”.12 En esa nota al Dr. San Sebastián, el diario informa que las poblaciones con mayor exposición a la contaminación tienen mayor riesgo de cáncer al estómago, recto, piel, tejido conectivo y riñón, en hombres y mujeres, y que estas sufren además de cáncer al cuello del útero y ganglios linfáticos. Los niños menores de 10 años tienen alto riesgo de contraer leucemia. Rosa apenas empezaba a conocer la real magnitud de un problema que también le resultaba nuevo y desde su condición de profesional, jamás se permitió especular. “Yo decía: doctor realmente no tengo conocimiento. La gente ya llega muy enferma, se la manda al Coca y no sé qué pasa”. Una situación compleja: la única certeza, era la misma pregunta. ¿Qué pasa aquí?

Y el doctor, alarmado, determinó hacer un estudio con 100 hombres y 100 mujeres. “Les hicimos un examen de sangre y de orina; el doctor trajo los equipos, utilizamos la iglesia. Uno de esos estudios se lo llevó a Suecia. Salieron muchas personas que estaban con alto riesgo de contraer cáncer. El médico les dijo que lo que les queda es pedir indemnización a la compañía para que les saquen de esta población, a otro lugar donde no haya mucha contaminación. Pero no se ha hecho nada, seguimos acá”. Y eso, pese a la evidencia que revela la estrecha relación entre los enfermos y su vida que transcurrió cerca de los pozos y sus piscinas. “Ellos tomaban el agua de cerca de los pozos, de una vertiente que va al río Negro”, precisa Rosa.

Desde el momento en que una persona se contaminaba, hasta la hora en la que recibía un informe concreto sobre su salud, infelizmente, pasaba demasiado tiempo. La capacidad de reacción para enfrentar los casos y, más aún, las emergencias, era nula. Y sus consecuencias, funestas. La gente, simplemente, moría. Rosa considera que la situación de los enfermos se agrava por la demora que transcurre entre los síntomas y la atención, rápida y especializada que estos requieren. “Aquí salen graves, se van 78

12  “Texaco rinde cuentas de su gestión en la selva del país”, en diario El Comercio, Quito, 26 de octubre de 2003, Especial de domingo, p. A6-A7.


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al Coca y ellos les mandan a Quito. Ahí les comienzan a hacer lentamente los estudios. Tiene un cáncer de 4 grados, no se puede hacer nada. Y ahí queda”.

La experta aboga por una más rápida investigación de los casos. Explica que llega un momento en que la familia, agotada, sin fuerzas, y ya sin dinero, no avanza en el propósito. También considera urgente tener una mayor certeza científica que argumente lo que, por su parte, sí arrojan las evidencias halladas. “De acuerdo con mi experiencia yo veo mucha contaminación. Son familias que acá han vivido muchos años, expuestas. Por ejemplo: de toda la gente que está al contorno de los 85 pozos petroleros que hay en la zona, el 80% es enferma. Y de las comunidades donde no hay pozos petroleros, tengo un 12% de pacientes que llegan enfermos”.

Las historias cotidianas son dramáticas. Rosita comenta otra: “Doña María B., madre de familia de 38 años, tuvo un cáncer al útero. Dejó 4 hijitos por criar. Se murió joven y sola. Cuando el esposo supo de su tumor maligno en el útero, se fue”. Y estos relatos pasan de boca en boca. También está el caso de don Ramírez, de la comunidad 24 de Noviembre. Él contaba que fue uno de los primeros que empezó a trabajar con Texaco y que estuvo en la apertura del Pozo 1, en Lago Agrio. “Decía que nunca le dieron prendas de protección, que ellos botaban en las piscinas el crudo que no les servía. Y a veces tenía que meterse ahí, sin protección, tomando ese olor por la nariz. Que lo único que les hacían poner eran cascos para el sol y unas botas que no les servían para nada porque todo se llenaba de petróleo. Don Ramírez murió con cáncer al estómago, que le dañó el corazón”, relata Sonia.

Historias de epílogos tristes que han sido cortados por los largos suspiros que irrumpen los relatos de Rosita, sentada en la sala de reuniones del impecable Centro de Salud de San Carlos. Otro punto recurrente entre los enfermos es su permanencia en esta zona contaminada. “Son personas que están llegando a una edad en que ya tienen sus 25 años viviendo aquí”, precisa.

El Ministerio del Ambiente del Ecuador, en el informe llamado “Daños ambientales provocados por Texaco en la Amazonía ecuatoriana”, reseña que “pobladores de las comunidades de Sucumbíos y Orellana, altamente expuestos a las fuentes de contaminación empezaron a padecer síntomas de enfermedades dermatológicas, estomacales, hepáticas, respiratorias, oculares, de fertilidad, abortos y varios tipos de cáncer”.13 13  Ministerio del Ambiente, “Programa de Reparación Ambiental y Social - PRAS. Daños ambientales provocados por Texaco en la Amazonía ecuatoriana”, informe No. 047 - MS - MC - AH -MM - LA -SINPAS-2014, Quito, Ministerio del Ambiente, 2014, p. 6.

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Estos son los compatriotas que llegan y preguntan por Rosita, por su capacidad de comprometerse y dolerse de sus pacientes, por insistir hasta que reciban atención, hasta que vayan al Coca, a Quito. Para eso, promueve colectas, maratones radiales, rifas, etc. Para ella, cada paciente es un reto, pues la demanda emocional que en los distintos entornos involucra su atención, es desgastante al máximo. “Moralmente, un paciente de estos, primero acaba con su madre, que es la que más se desespera. Luego llega una depresión a los familiares, que se han tenido que quedar en la calle tratando de salvarle. De pronto se ven en la más absoluta pobreza, inclusive han tenido que abandonar estos lugares porque acá no les ha sido posible sobrevivir. Muchas de las familias que yo conocía de años, ya se han ido”.

Y empieza a enumerarlos. A todos los conoció, alguna vez recibieron su ayuda y su aliento. “A ver. La familia Zapata se fue, la familia Morales, los Chávez, los Cevallos, los Rodríguez… se fue la familia Tipán”. Cuando Rosa pronuncia ese apellido, se quiebra. Me toma el brazo. Y sigue: “Los dos murieron con cáncer, padre y madre. Ellos eran líderes acá. Cuando fueron por Quito les encontraron un cáncer avanzado, dejaron 9 hijos. El primero tenía 19 años y le tocó quedarse de jefe de familia. Tuvieron que emigrar a Santo Domingo de los Tsáchilas. Jamás vendieron la propiedad del papá. Hasta ahora tienen la finca y a veces la vienen a trabajar”. Y la explotación del “oro negro”, que debió haber sido una formidable oportunidad de desarrollo, se degeneró en un largo e inagotable testamento que, desde esos lejanos días de Texaco, hoy sentencia a la población. Desolación, fincas olvidadas, casitas tomadas por el monte, familias partidas, niños a la deriva.

Los testimonios son impactantes. “Me dicen: ¿Rosita qué hago?, si no tengo ni para comer, peor para irme hasta Quito como me dicen los doctores. ¿A dónde me voy? ¿Pagar un hotel? Si mi hijo es de morirse, que se muera aquí”. Y ahí se mueren.

Aferrada a un espíritu solidario difícil de vulnerar, Sonia ha creado una pequeña red de amigos, de conocidos y colegas que alguna deferencia hacen cuando es ella quien lidera el manejo del paciente. Una cadena de favores, como la película.

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Y esa única instancia tan humana hace la diferencia. El campesino no es una persona de viajes y traslados. Muchas veces, prefiere no recibir atención que largar, a solas y lleno de dudas y timidez, a la gran ciudad. Ya sea por la ropa, ya sea por la pinta; ellos tienen esa humildad que los inmoviliza y confunde.


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Escucho escenas de inmensa calidad humana protagonizadas por esta enfermera ecuatoriana, que ha vuelto de su profesión una misión; un Mensaje a García que ella cumple con pasión y alegría. Estas son las razones de una enfermera que enfrenta una batalla desigual. Por su consultorio del Hospital San Carlos pasan un promedio de 35 pacientes diarios. Ella cree, por los síntomas, que un mínimo de 3 llegan para tratarse enfermedades relacionadas con la contaminación del ambiente.

Durante esta entrevista, Rosa ha enfatizado la importancia de contar con la certeza científica, ante la serie de cuadros y dramas que nos ha comentado durante más de una hora de conversación y que configuran datos duros para una hipótesis argumentada. Para ese propósito, hay variables: la cercanía a los focos de contaminación y el estado de esos entornos; el uso doméstico de aguas impactadas por derrames o por el crudo que bajaba de las carreteras, cubiertas del hidrocarburo; las edades y procedencia de los afectados; la frecuencia de algunas enfermedades en determinadas zonas expuestas.

Con 30 años de servicio en el sistema público de salud, de una carrera que inició a sus jóvenes 24 años, Rosa está por celebrar su cumpleaños 57. Es jovial y dueña de esa alegría contagiosa que se debe a la satisfacción del deber cumplido. Sonia cierra la entrevista con una sentencia que se le ocurre sobre la deplorable explotación del petróleo que Texaco cometió en la zona: “Aquí, solo nos dejó muchas familias en absoluta pobreza, sin seres queridos, agua contaminada”. -Y años más tarde, Texaco, ¿a qué le remite?

-Supuestamente fue una de las empresas más famosas. Acá no dejó nada, dejó familias y pueblos engañados, a los que les regalaba cositas. Es todo. MARÍA GARÓFALO Y SU HIJA SILVIA UNA SENTENCIA INEXORABLE

El advenimiento de un hijo, siempre será un espacio de luz. Para ellas fue un revés violento. María peleaba contra un cáncer y supo del embarazo de su hija, Silvia. El médico le hizo dos anuncios: que perdería a su chiquito y que también tenía cáncer. María Garófalo nos recibe en la amplia sala de su casa de cemento y ventanales lilas. La señora es beneficiaria de los programas de reubicación del PRAS-MAE, en favor de ecuatorianos que vivían fatalmente expuestos a los elevados niveles de contaminación. María dejó San Carlos y ahora reside en Joya de los Sachas, junto a su hija Silvia; su varón, Homero; y su nuera, una jovencita colegial aún.

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El rostro de María tiene una expresión dura, tensa. Debe ser por esa suma de angustias que le esculpieron el rostro. A golpes. Hay caras que llevan el dolor por delante. María va al grano. “Yo fui la primera afectada con el cáncer. Ya no quisiera acordarme. Fue algo bien difícil y duro para mí como madre afectada. Me siento mal con este tipo de entrevistas porque recuerdo todo el sufrimiento que viví”, dice. Y manda la mirada a un costado.

Es obvio, es natural, es entendible. A pesar de esto, doña María sigue en pie. “¿Y el problema de mi hija, Silvia Yánez? A los 18 años quedó embarazada y fue pretexto para darnos cuenta de que tenía cáncer. Porque si ella no salía embarazada, como dijeron los médicos en Guayaquil, nosotros no sabíamos ni con qué ella se moría. Con el embarazo le brotó un tumor canceroso en el hígado que le hinchó la barriga”. Entonces, empezó la penosa romería en busca de alivio. “El doctor Pazmiño dijo que son cosas que no se pueden esconder. Váyanse a Guayaquil porque ella tiene un cáncer bien avanzado. Y en Guayaquil nos dijeron lo mismo. Dando gracias a Dios y a toda la familia y las personas que nos apoyaron para continuar el tratamiento, hasta el momento la tengo todavía con vida”.

Hasta el momento. Porque madre e hija tienen claro que la gravísima situación es hasta el final. “Hasta el último día de la vida”. El mal de Silvia no tiene cura. “Se le mantiene con quimioterapia y después radioterapia. Ahora le mandaron a hacerse exámenes a Quito y otros que no hemos terminado, porque somos de recursos económicos bajos. Gracias a Dios todavía vive mi hija”. Para los habitantes de San Carlos, escuchar historias de compañeros agobiados o derribados por el cáncer es frecuente. María asegura que fue la primera, pero ella y los vecinos de San Carlos saben que no será la última. Lo que rezan, es que no le toque a uno de ellos; que los funerales no sean en las salitas de sus casas. María tiene claro cómo se fueron dando los sucesos que afectaron a sus vecinos de San Carlos y a ella, que tuvo que abandonar el poblado. “Lamentablemente, no nos dábamos cuenta de las enfermedades. Pensábamos que la contaminación no afectaba a la salud. Cuando vine a San Carlos, el pozo de agua estaba al lado de ese estero de la estación Sacha Sur”. Resulta que María y sus vecinos vivieron, largos años, con el enemigo cerca. Jamás recibieron advertencia alguna sobre los peligros de esa trágica vecindad. “Hacíamos de todo: lavábamos, cocinábamos y cuando ya yo salí con cáncer, entonces era del agua contaminada o del crudo que botaban en la carretera. Llovía y eso botaba un olor. Así fue la contaminación y la enfermedad para toda la gente y las personas que ya fallecieron”. 82


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Hay certezas crueles. María, cada vez, se reinventa para ayudar a cargar con la cruz de su hija. Pero, de repente, le mata la angustia de saber si, de estos mano a mano con el dolor, aún le quedan pendientes. “Se puede repetir en mis hijos porque yo viví muchos años en la Estación Sacha Sur y la contaminación era día y noche”.

Tras largos años de enfrentarlo, María Garófalo ya conoce a su letal enemigo. “No asoma de una, sino poco a poco; va brotando conforme la capacidad de la persona, si está bien alimentada. Yo no le puedo decir que el resto de mis hijos no tienen cáncer”. Son dudas, incertidumbres, sombras, especulaciones. Pero todas perturban, desarreglan, consumen. Cualquier síntoma que presente cualquiera en su familia, ya enciende las alarmas. “Mi hijo salió que tenía hasta hongos en el estómago. Ya es una preocupación como madre”. María, acontecida, mejor enlista a los hijos amados. “Iván, 30 años. Mariana tiene 28. Ángel, 23. Silvia tiene 26. Margot, 25. Y Homero, que está aquí y va a cumplir 20; él es el conchito”. Con ellos, con el afecto y eventual apoyo que pueden darle, María se faja la vida. “Cuando Silvia tiene que salir y no tiene dinero, le apoyamos. Y así mismo cuando tengo que salir, ella dice: mami yo tengo tanto, más que sea para que se haga el examen y ver cómo sigue. Nos acompañamos como sea y si no tenemos, fiamos”.

Y haciendo “vaca” entre ellos, fiando o recibiendo el apoyo de compatriotas caritativos, María se arma de coraje para defender su vida, gravemente lesionada por un cáncer de útero. Para su tratamiento, emprende viajes en bus de hasta 12 horas, hasta arribar a SOLCA de Guayaquil. En la larga ruta, en el viaje sofocante y pesado, María le da vueltas a toda su historia. “Cuando vinieron los de Texaco hicieron este trabajo sin importarles la humanidad, sino simplemente se preocuparon por ver el dinero para el bolsillo de ellos y llevárselo, nada más. Créame: lo que ellos hicieron no lo hace ni un puerco, porque en todas las piscinas botaron todo lo que era el crudo con químicos y ahí le hicieron un corredero de agua a los esteros”.

El citado informe del MAE es claro y confirmó la persistencia de contaminación. “Esta continúa dispersándose a través del suelo hacia las fuentes hídricas de personas que utilizan los ríos y riachuelos para satisfacer sus necesidades básicas diarias de consumo, aumentando los riesgos de contraer cáncer”.14 14  Ministerio del Ambiente, “Programa de Reparación Ambiental y Social - PRAS. Daños ambientales provocados por Texaco en la Amazonía ecuatoriana”, informe No. 047 - MS - MC - AH -MM - LA -SINPAS-2014, Quito, Ministerio del Ambiente, 2014, p. 5.

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La afectada estuvo donde Texaco actuó con irresponsabilidad fatal. Y cuenta lo que vivió. “Donde nosotros tenemos la finca, en el pozo 62, en la comunidad 12 de Febrero y también en Nueva Esperanza, si los de Texaco no podían botar el crudo a los esteros, hacían un hueco y botaban ahí todo eso con todos los químicos. Y para cuando las piscinas se llenaban, les ponían un tubo “cuello de ganso” y por ahí se iba el agua a los esteros. En las piscinas algo recogieron, pusieron tierra encima y esa es la limpieza que ellos hacen”, cuenta María.

La rebeldía de doña María y sus causas: “Yo vivo en carne propia el trabajo que hicieron. Nadie pensó que eso iba a hacer una contaminación grave, para ahora estar con esta consecuencia de los cánceres y las personas que ya se han muerto y siguen las personas enfermas. Nosotros pobres seguimos trabajando para poder vivir nada más, para medicamentos y nada más”.

Luchar para, dando gracias a Dios, lograr un día más de vida. ¡Salir del día! Y no mucho más, porque ellos nunca saben cuándo, agazapada en esas horas largas, la muerte pase por ellos. Así, con el tiempo, sus corazones se han endurecido, se han llenado de conflictos y de reacciones. De legítimas reacciones. María Garófalo habla de furia y dice que si, en las diligencias cumplidas por el caso, hubiera tenido el más mínimo chance, a los de Texaco era capaz de darles más que un bofetón. “Hubiera querido llevar un poco de crudo o de agua contaminada para que tomen y verles cómo sufren, como nosotros sufrimos. Porque ya le digo: si ellos son humanos, nosotros también, de carne y hueso”. María termina la entrevista. Está sentada en un modesto sofá. Su rostro tiene algo en común con los otros entrevistados: tiene un aire de ira, de angustia, de nervios y desolación. Ellos sufren. Para el retrato, acude Homero, su último hijo, y su nuera. Se arremolinan, se juntan y así salen en la toma, como en la vida: juntos, pegaditos, unidos. Es lo que queda. Y LOS MERIZALDE ABANDONARON SU FINCA

“Se siembra, pero las plantas no producen. Siembra yuca, sale delgadita. Siembra coco, se muere y los aguacates crecen hasta un punto y se caen, muertos. Así haga el esfuerzo, no es una vida fructífera”, Marco Merizalde. Marco Merizalde advierte que aquí, en la Plataforma del pozo Sacha 1, el petróleo asoma ni bien unas paladas. Con sus brazos fortalecidos por el trabajo, hunde la herramienta en la madre tierra. No habrá cavado ni 30 centímetros y aparece el crudo: negro y espeso.

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Aquí se hicieron dos piscinas que fueron ocultadas con el método letal que, para ese efecto, impuso Texaco: tirar escombros, palos, basuras y desechos, para sobre esa capa añadir otras de tierra,


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configurando un emparedado que, si al principio ocultó el crudo, años más tarde es un impactante testimonio de esta barbarie ambiental. El propietario de la finca afectada es Marco. “Esto tiene unos 30 años”. Al momento, la finca familiar está abandonada. Marco, acompañado de su esposa, va de vez en cuando, a rodear las pocas pertenencias y los animalitos que aún conserva. “Las plantitas se amarillan y dejan de crecer. El ganado muchas veces cayó a las piscinas y murió ahogado; cuando se logró rescatar, se pelaba y al poco tiempo, moría”. Las vaquitas bajaban su pequeña productividad lechera. “Mire ese cocotero: crece un poco y se muere ahí mismo”, lamenta Marco.

La muerte ronda los devastados solares de Sacha 1. A Marco, no solo le quitó su medio de subsistencia, también le arrebató los motivos de su vida. “Piedad, mi madre, murió con cáncer, hace unos 20 años. Fue cuando hubo un gran derrame en el estero; se derramó un tanque, mi madre caminó por ahí y se cayó a la piscina. Los médicos dijeron que fue un cáncer al útero que se le desarrolló. Duró cuatro años, con quimioterapia. Ya más luego, se murió”.

Con la partida de mamá, Marco y sus hermanos enfrentaron una situación extrema. Son seis hermanos y la última, entonces, quedó de un año. El jefe de familia, don Antonio, los reunió una tarde para jurar que no se dejarían derribar por la tragedia. “Ahora, aquí venimos de vez en cuando no más y enseguida da dolor de garganta. El olor es muy fuerte, cuando pega el sol y aumenta el calor, todo esto huele a aceite quemado, a lodo podrido bien fermentado”. El impacto de la contaminación en las pequeñas economías de sobrevivencia, es evidente. Muchas familias, como la de Marco, vieron perdida esa fuente de subsistencia y, pese a toda su voluntad, nada pudieron hacer. “Se siembra, pero las plantas no producen. Siembra yuca, sale delgadita. Siembra coco, se muere y los aguacates crecen hasta un punto y se caen, muertos. Así haga el esfuerzo, no es una vida fructífera”.

Se trata de una lucha cuerpo a cuerpo: humildes campesinos contra un rival inmenso que dejó disperso un enemigo letal y se marchó. En esas tierras en que los derrames quemaron como una bíblica maldición, nuestros compatriotas dirimen su sobrevivencia. “Tenemos chanchos, gallinas y venimos a cuidarles”.

Ecuatorianos, como usted, como su madre, sus compadres y sus amigos del barrio; obligados a situaciones como las que enfrentan Marco y sus hijos, todos los días de su vida. “De ahí, pasamos enfermos de gripe, con la garganta. Es por este oxígeno que tampoco está bien. Mi hijita pasa con las amígdalas inflamadas, ha de ser por este olor que se percibe todo el tiempo”.

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La familia de Marco también tiene ascendencia lojana. Él es cuencano, tiene 33 años y su esposa, 27. Jovencitos que con la ilusión de trabajar para alcanzar una vida decente, arribaron a estos pagos, que compraron ignorantes de su devastada realidad. Ahí comparecieron a su desgracia. “Qué pena haber invertido tanto, para dejar botado todo”. Aquí, botado.

Marco me queda viendo. Ese gesto triste, ese estar y no estar. “Ya ve, así es esto”. Viste de pantalón, una vieja camiseta de algodón, botas de caucho. Que se retira, dice, pidiendo permiso. Seguido de dos perritos que le hacen gracias, llega hasta la entradita de lo que debió haber sido su hogar y su refugio. Y ahí, mejor le pasa la escoba al abandono. DORALIS CAICEDO Y SU PEQUEÑO KEINER CUANDO EL CONSUELO ES COMO EL CIELO…

La joven madre, sentada en su cama de cobija rosada, empieza su relato. Y traga saliva. Pone su diestra en la frente. “Con el cáncer nunca se sabe”, dice. Y, recelosa, me mira con esos ojos negros bañaditos en llanto. Nada más hermoso que una madre y su hijo, hablando de sus sueños, del futuro, del entrañable “¿qué vas a ser de grande?”. Entonces, los niños y sus fantasías: seré bombero, seré futbolista, seré profesor, seré médico, seré mecánico, seré agricultor, seré karateca.

Doralis Caicedo tiene 27 años y dos hijos, de su esposo Jesús Antonio Burgos. El mayor cumplió 9 años, se llama Bryan. Y el chiquito, Keiner, tiene solo 6 años. La familia vive en el barrio Los Laureles, Lago Agrio. La suya es una casita sencilla, de un solo ambiente, limpia y acogedora. En este hogar jamás se ha jugado a las profesiones. Doralis tiene pánico de que se le vaya, ante su hijito menor, una pregunta de esas. “No le puedo preguntar de eso porque no sabemos si vivirá, tanto. Quién sabe. Mejor vivir el día, no más”. La joven madre, sentada en su cama de cobija rosada, empieza su relato. Y traga saliva. Pone su diestra en la frente. “Con el cáncer nunca se sabe”, dice. Y me mira recelosa, con esos ojos negros que resplandecen de llanto.

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Keiner sufre de un cáncer a la sangre que le provoca súbitos decaimientos y dolores de huesos que la mayoría de veces terminan con el niño derribado en cama. Sus padres se ven obligados a detener cualquier actividad y viajar a Quito. “Le damos su medicina, la más fuerte, que le alivie unas dos, tres horas. Si no se calma, toca viajar de inmediato”.


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Para eso, mamá se queda en casa y casi siempre viaja solo el padre del niño, Jesús Antonio. Él trabaja como ayudante de construcción y, a ratos, es complicado que le otorguen el permiso para ir a la capital. Pero lo hace. Entonces, corren hasta la Cooperativa Baños y, padre e hijo, viajan hasta ocho horas al terminal y luego una hora más, hasta llegar al Hospital Pediátrico Baca Ortiz, donde le atiende la Dra. Lorena Freire, pediatra.

Los viajes son largos y tensos, desgastantes al máximo. José cuenta que el hijito viaja en brazos y se queja, que entonces solo le queda acudir a Dios, a quien invoca todo el camino. Y sobar la cabecita del niño, que va perdiendo su cabello. En Quito, el chico recibe su terapia y los dos vuelven a Lago Agrio. Y así, pasan los días. Doralis dice que todo esto es muy duro, que cuando su pequeño está ausente, le extraña una barbaridad. “Vivo temiendo lo peor. Por eso, una vez, le pregunté a mi Dios. ¿Por qué tanto dolor, tan inmenso sufrimiento en un ser tan chiquito? ¿Por qué él y no yo?”.

Con el tratamiento, que la madre provee al pequeño con precisión de reloj, Keiner se anima, va a la escuela, hace los deberes y juega toda la tarde, con su hermano Bryan, con unos muñequitos de los “Transformers” y con un carrito de lata. “Ya se cansan de eso y juegan a los pistoleros y a las carreras”. Ese último entretenimiento no es el mejor, según mamá. “Preferimos que no se agite”. Viven con ese temor paradójico, de que tras un momento de alegría, a Keiner le sobrevenga una crisis; hace poco, la familia enfrentó un pequeño problema. Llegaron los juegos deportivos de la escuela y al muchachito se le ocurrió que quería y podía jugar fútbol.

“Mi esposo hizo el esfuerzo, le compramos el uniforme, los zapatos. Mi niño va entendiendo que no es bueno que se agote, que se canse y aunque le gusta andar con su uniforme, no juega. Es que los huesitos le molestan, le duelen”. Keiner, a sus 6 años, también soporta una osteoporosis, por eso permanece sentadito, en la banca de suplentes. En plena edad del juego, el niño debe abstenerse de correr tras una pelota: podría ser fatal para su frágil salud.

Por fortuna, Keiner recibe el cariño y compresión de Bryan, el mayor, quien, tras la correspondiente rabieta de celos debido a la excesiva atención al pequeño, es fundamental para el bienestar del hermano. “Le acompaña, le hace jugar, se quieren mucho”. Ya va aprendiendo, a sus nueve años solamente, que su hermano no es igual a él.

Keiner no puede tener regularidad para asistir a su escuela, a sus clases del primer grado. De repente, amanece cansado y se vuelve a dormir, hasta el mediodía. Cuando despierta, comprueba que mamá esté a su lado. “Si no estoy yo, mi niño no se duerme. Se me pega en la cama y ahí sí, nuevamente duerme”.

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Y cuando Keiner despierta, mamá lo lleva a la escuela, a la hora que sea. “Ahí me toca quedarme en el patio, no puedo irme a la casa. Mi hijo me necesita”. A la hora de comer, los dos hermanos son gran diente. “Regresan con un apetito inmenso y a mí me gusta hacer la sopita que tanto disfruta Keiner”. Un delicioso caldo de hueso con fideos y, entre el día, mucha soya con chochos, para que el organismo sume calcio. Durante las tardes, los dos hermanos y su mamá hacen las tareas y luego los niños quedan libres para sus juegos. Keiner disfruta mucho bailando bachatas o reguetón. “Es una gracia verlo bailar, tiene su ritmo”, se ríe Doralis. Así, con pequeñas treguas a la vida, la familia prefiere vivir el día y enfrentar el tratamiento, los viajes, las medicinas: todo suma un dinero que, para su bendición, proviene del bono gubernamental establecido para casos como este. Doralis y Jesús Antonio están unidos en la durísima tarea de criar a su hijo, afectado por ese cáncer a la sangre. La mamá no logra deshacerse de las imágenes primeras, cuando de repente el niño amaneció con todos sus ganglios hinchados: la garganta, las ingles. Luego, pálido como un hueso, se desplomaba y parecía morirse.

Más de una vez, la señora ha pensado que una recaída más pueda ser la última. Y así vive. Entonces, dice, queda la fe, el amor de pareja, la devoción de ser padres en tan duras condiciones. Jesús es cristiano y disfruta escuchando música de alabanza que consolida su fe para sumar la compañía y el aliento del Señor. Su esposa también reza y, armada de dulzura y de paciencia, cuida la vida impredecible de su pequeño. Los últimos meses han sido muy alentadores. Keiner ha pasado con éxito la fase de identificación y eliminación de las células cancerígenas y ahora comparece a la etapa de mantenimiento, para la cual, además de la prolijidad debida en la medicación en casa, debe viajar una vez al mes a Quito. “Está mejor, ha reaccionado excelente”. Dejo la casita de la pareja. Para cuando terminé la entrevista, Keiner ya estaba bien puesto su pijama y, entre las docenas de pastillas que mostraba su madre regadas sobre la cama, se fue acomodando para estar cerca de ella. “Ya me siente y se duerme”.

Antes, Doralis, seguramente haga una oración, pida que sus plegarias sean escuchadas con ternura. Me alejo. Todo esto es brutalmente injusto. Me revelo por la magnitud y omnipresencia del daño provocado en criaturas como Keiner, quien podría partir de este mundo sin jamás haber jugado al fútbol. El dolor es grande, como el verde horizonte amazónico. Y el consuelo, a veces, como el cielo: parece estar muy lejos. 88


Capítulo VIII SANANDO LA PACHA MAMA Hay una luz de esperanza entre quienes el trabajo dignifica y alegra la vida. Es la mirada de Rosita, la esperanza de Pastora, el ñeque de don Julio.


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UNA OPORTUNIDAD APROVECHADA El daño está hecho. Y el Gobierno nacional suma esfuerzos para recuperar el territorio afectado por contaminación. Para eso está el proyecto “Manejo Integrado a Escala de Paisaje en Pacayacu” que se ejecuta en la cuenca de esta parroquia de Lago Agrio, Sucumbíos. Según José Díaz, Director de Investigación del Programa de Reparación Ambiental y Social PRAS del MAE, el objetivo es la restauración a escala del paisaje a través de la implantación de sistemas agroforestales, mitigación del cambio climático y recuperación del suelo.

Es una experiencia piloto que beneficia a 150 finqueros, a corto y mediano plazo. En sus propiedades se ha realizado un diagnóstico y una evaluación de los componentes socioambientales de Pacayacu. El proyecto tiene una ejecución del 15% en nueve fincas piloto para fortalecer las capacidades de los productores, cuenta con ocho parcelas de validación y ocho parcelas testigo y siete cercas con paneles solares para sistemas silvopastoriles. Los finqueros reciben kits de insumos, semillas, material vegetativo y rotulación de las fincas; además de 5500 plántulas forestales y frutales para iniciar los procesos de recuperación de cobertura vegetal.

Los finqueros demuestran una formidable actitud ante tan calificada oportunidad para mejorar su productividad. En realidad, hay satisfacción por la presencia benéfica, solidaria, técnica y competente del Estado, en favor de la vida de los ecuatorianos más sencillos. Los resultados están a la vista. DON JULIO MOREIRA… ¡CACHAMA CONTIGO!

Don Julio Moreira es un manaba de los certeros. “Rancho Bonito” tiene 25 hectáreas y en su comedor nos recibe lleno de prestancia, pecho adelante; ese lenguaje de caras y gestos precisos que subrayan la voz sonora. “Este es un proyecto bien puesto”, advierte. Y argumenta que recibe capacitación y apoyo no solo de MAE, sino de otras instituciones.

El proyecto que tiene feliz a Moreira se ejecuta bajo el liderazgo del PRAS - MAE y con la activa participación de cinco instituciones especializadas: el CATIE (Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza), el Gobierno Autónomo Descentralizado Rural de Pacayacu (GADRP), el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIAP), el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (MAGAP) y el Centro de Investigaciones y Servicios Agropecuarios de Sucumbíos (CISAS).

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Don Julio es un hombre de campo y sabe que la oportunidad es invalorable. “Un proyecto fortalecido legalmente y con actores que trabajan cogidos de la mano”. Volver eficaz y prolija


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la cooperación interinstitucional es un desafío que muchas veces sufre la falta de coordinación y el exceso de vueltas burocráticas. Pues acá, esto funciona. Por eso a Julio le fue posible montar un banco de forraje que le permite superar la carencia de pasto en invierno y que lo reemplaza con otras variedades y leguminosas que, cortadas y picadas en una máquina, se trasladan a los comederos. Ahí ya entra el talento y la experiencia de cada finquero. Julio dice que sus vacas se sirven cinco comidas diarias y están atentas a sus mimos. “Hay que tenerlas tranquilas, cero estrés; hablarles al oído, jamás gritarles”, dice el ganadero, mientras indica el menú correspondiente que cuelga de una pared de un mini establo y es ampliamente degustado por sus consentidas. Moreira es feliz aprendiendo. Dice que para podar el cacao cuenta con una máquina del proyecto y que del Ministerio de Agricultura recibió el apoyo para la construcción de tres piscinas, donde a la fecha cría 2000 cachamas (pez omnívoro originario de la Amazonía). “¡Cachama contigo!”, se ríe Julio. “Tengo bastante apoyo, será porque me dedico a trabajar; cuando pido algo la gente no se niega, ninguna institución me ha cortado nada”, explica. Esos, los hechos. Díaz aporta la filosofía y los propósitos institucionales. “Se trata de la predisposición para aceptar un nuevo enfoque en la reparación integral de este territorio. Lo que importa es la calidad de vida de las personas y la salud ambiental de estas tierras que fueron afectadas por una actividad económica que se sigue desarrollando, pero con el máximo de precauciones y una adecuada capacidad de reacción ante cualquier emergencia”.

Y emergencias las hay. Moreira recuerda que hubo un derrame que afectó un riachuelo del que bebe su ganado. De inmediato, insistió hasta comunicar la novedad, pero no se quedó cruzado de brazos. “Con un ayudante hicimos una barrera con cañas y maleza, para evitar que el crudo pase al río Chiritza y luego contamine el Aguarico. Hasta eso ya llegó la gente de la empresa y empezó a trabajar como se debe”.

La colaboración entre los dos actores terminó beneficiando a centenas de compatriotas que pudieron ser perjudicados. “Esta zona fue presionada por empresas como Texaco y por otras que siguieron su mal ejemplo, incluso nuestra estatal. Hoy se han implementado nuevas tecnologías y hay un proceso de cambio con una infraestructura altamente costosa”, precisa Díaz. La citada es la experiencia de Julio Moreira, quien se benefició de tecnologías que justamente permiten minimizar el riesgo de operación. Ahora, disfruta de la estrecha y eficaz colaboración interinstitucional para el lento, pero totalmente satisfactorio proceso de recuperación integral de su “Rancho Bonito”.

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“Esa visión integral es la que se trata de implementar en este territorio para conseguir que la tierra vuelva a ser productiva bajo estrategias que nos brinda la ciencia y que ha permitido integrar varios tipos de cultivos y actividades productivas para que el paisaje se recupere”, indica el experto del MAE. Atento a la charla, Moreira cuenta que está ahorrando dinero, que el trabajo duro empieza a pagar y que de acá no lo mueven. Julio se deja ver en paz y alegre de sus días, entusiasta porque salga el sol amazónico. Y acompañado de Lucerito, Bumer y El Torcido, sus perrotes, va a rodear el sueño que, un manaba, lo forja lejos de casa, en estas tierras amazónicas. UNA GUERRERA LLAMADA PASTORITA

Diversidad en los territorios recuperados, es uno de los objetivos institucionales. Y eso es justamente lo que tiene saltando de mata en mata a doña Pastorita Espinoza, una viuda que, con 75 años, conserva las 68 hectáreas de su finca “Bella Vista”, tal como su nombre lo indica: da gusto mirar el trabajo tesonero y amoroso que Pastora entrega cada día.

Ella también valora la cooperación interinstitucional. “Estamos unidos toditos” dice. Y, sobre uno de los atributos del proyecto, recita. “Tengo hierba para mi ganadito, que no es mucho, pero está bonito. Mi cacao está perfecto, floreciendo y con los potreros estoy bien. Un poquito de café, un poquito de coco, yuca, plátano. Ciclo corto como es el maíz, maní, arroz sembrado, igual el tomate, pimiento, la naranja también. Tengo calidad y no cantidad”.

Las palabras emocionadas de la finquera, tienen el concepto de un experto. Díaz precisa que “son varios tipos de cultivos que van conformando el paisaje. Se va diversificando la producción y se evita la presión de monocultivos que termina erosionando el terreno”.

Y el esfuerzo del finquero termina más seguro. Pastorita dice que la cantidad no la puede proteger y que, si algo pasa con ese cultivo único, todo se pierde. Por ello apuesta a la diversidad. “Nosotros teníamos 24 hectáreas de café, se terminó el café y se terminó todo. Teníamos unas seis hectáreas de cacao a la orilla del río, hicieron un dique y se llevaron una parte del frente, se terminó todo eso”.

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Díaz resume que para salir airosos de esta apuesta se cuenta con esa valiosa colaboración interinstitucional, que prepara al finquero para enfrentar con éxito esta innovación. “La asesoría técnica del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca (MAGAP), Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIAP), Ministerio del Ambiente del Ecuador (MAE); la entrega de semillas e insumos y la preparación integral para construir una finca como estas, diversifica el paisaje y asegura varios frentes de trabajo y de ingreso”.


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Pastora es una protagonista de ese prolijo libreto. “Con calidad vamos poco a poco, pero haciendo bien las cosas. Ahora, si se acaba un producto me queda el otro; tengo pollito, tengo chanchito”. Y de esta manera, esta abuelita guerrera se asegura su sustento. “Para mantener la estabilidad de mi casa y la finca produciendo. Estoy sola y me mantengo, tengo mi estabilidad”.

Díaz razona desde su experiencia profesional. “Se trata de cultivos de varios tipos de vegetación domesticada que pueda ser similar a un bosque de varias especies, que recupera un territorio, mientras permite el sustento del finquero, la llegada de aves y el retorno de una fauna que llega a convivir con este ecosistema productivo”.

¡Bingo! El escenario para el proyecto no puede ser mejor. Sucumbíos es una de las zonas más afectadas por la actividad hidrocarburífera y el Campo Libertador es uno de los más antiguos y, sin duda, uno de los más importantes, desde el punto de vista económico, para el Estado ecuatoriano. Lograr equilibrar necesidades nacionales y calidad de vida de los compatriotas de la zona de influencia de la industria, es un imperativo. Los efectos saludables de esta innovación en la gestión de tierras afectadas acontecen en la microcuenca del río Pacayacu, una zona altamente impactada por la actividad petrolera y considerada prioritaria para revertir la contaminación.

Aquí se identificaron 472 fuentes de contaminación: 126 piscinas, 147 derrames y 199 fosas. El PRAS nació en 2008, como un proyecto que lidera y viabiliza el proceso de aplicación de la política pública de reparación integral de pasivos ambientales y sociales generados por las actividades productivas. ROSALÍA PRADO: UNA ALUMNA BIEN CUMPLIDA

Doña Rosalía Prado, quien cumplió 67 años de haber nacido en Tulcán y 25 de vivir en estos lares, es uno de los felices rostros ecuatorianos donde se expresan los esfuerzos y resultados que va obteniendo el proyecto.

Con sus botas de caucho, pantalón corto y camisita, doña Rosalía es muy consciente de que la oportunidad es calificada y es preciso aprovecharla. “Gracias a las autoridades hemos seguido adelante, porque antes no había ayuda, no sabíamos nada”. Esta trabajadora valora que sean varias las instituciones comprometidas con ella y con su esfuerzo. Cita a cada una de ellas y cree que es esa la manera de salir adelante, con un Estado que se hace presente y mejora el día a día de ella y de los suyos.

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“Hemos aprendido a sembrar, pero bien, el cafecito, maíz, yuca, verde y el cacaíto; los potreros y vamos sacando más de todo y también ganado”. Enseguida, ella refiere el solidario alcance del programa. “Antes no había de qué vivir, nosotros cuidamos y sacamos el producto para vender, de eso mantenemos la finca y a los nuestros”.

Frágil como un carricito y animosa como una quinceañera, Rosalía es una aprovechada alumna de las capacitaciones que le cambiaron la vida hacia una existencia digna y cargada de esperanza: ella vive de su propio esfuerzo. “Vienen aquí, nos indican cómo vamos a sembrar, a fumigar y así. Y yo atenta, cumplidita”.

La agricultora nos invita a conocer uno de los sembríos, a los que se refiere con cariño de madre. “Vea, esas matas de cacao estaban negreándose y ahora ya están mejor. Es que vino el ingeniero y aprendimos. Así es mi finca, tengo de todo, sanito. Siempre hay de donde sacar producto”.

Rosalía habla con contagiosa emoción. Comenta que antes solo contaba con su fe y las bendiciones del Creador y que así esperaba unos resultados que jamás llegaron. Ahora, incluso sabe de precios y con esa referencia comercializa sus productos. “Así sea un dolarito más que entre”, sonríe.

Finquera por cuarto de siglo, Rosalía es una ecuatoriana sencilla y ejemplar. Ha entendido que devastar más los bosques no le traerá sino problemas a la larga y, ahora mismo, unos ciertos ingresos temporales. Ella explota ese servicio del bosque. “Pero con plan de manejo”, aclara oportuna. “El Ministerio del Medio Ambiente nos enseña eso. Revisan la madera y si está bien cortada pintan un palo, pintan otro entre 20 metros y tiene que dejar un árbol en la mitad sin pintar. Entonces tiene que sacar solo lo que está pintado”, explica cómo ella entendió las clases.

Rosalía ha crecido. Asume su compromiso con una autoridad ambiental que le está creando oportunidades de mejorar su vida. “Ahora ya se acabó una fase y no hay por qué sacar más árboles. Se podrá hacerlo en dos años y solo en los pintados de blanco que pertenecen al bosque y que está dentro de mi finca”. La agricultora ha aceptado las reglas del juego. El programa del MAE ha logrado un resultado adicional. Rosalía, mujer de campo, de manos callosas y brazos enseñados al trabajo de la chacra, acostumbrada a reparar cercas, a mantener el gallinero, a limpiar los canalitos para el riego; ahora, ha recuperado su autoestima.

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La dueña de la finca “La Rosita” mira sus cultivos y eleva su diestra. “Yo lo estoy haciendo, con la ayuda de ustedes”. Luego se despide amable y reta al equipo a asomarse en tiempos de cosecha,


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para meterle manos y ñeque a esta ilusión. Y ya, adentro de una chacrita impecable, va por la última. ¡Vendrán nomás! ARREGLANDO LA DESGRACIA: LA BATALLA EMPIEZA EN EL LABORATORIO

Los cadáveres ambientales quedaron desperdigados. Los expertos del MAE y Petroamazonas EP devienen en forenses que no solo averiguan cómo fue la defunción. Ellos también tienen que resucitar al muerto. La remediación de suelos contaminados es un proceso que apasiona a David Aguayo, Superintendente de Remediación de Pasivos Ambientales de la Zona Sur Petroamazonas EP, en el Campamento Sacha. Su responsabilidad es parte de una política de Estado, liderada por el Ministerio del Ambiente y donde el trabajo se enfoca en eliminar las fuentes de contaminación ambiental provenientes de operaciones pasadas.

“Tras la denuncia de un propietario –que es una de las posibilidades- el MAE genera el caso y aquí, a través de muestras tomadas y analizadas en el laboratorio, se efectúa la caracterización físico química de la fuente contaminante, a fin de disponer de una línea de base. Seguimos con un levantamiento topográfico, el cual genera un plano, con el que se establecen los niveles de contaminación y la geo referenciación correspondiente”, explica David, en su oficina del Campamento Sacha, centro de operaciones en la Zona Sur de la Gerencia de Amazonía Viva de Petroamazonas EP. En el caso de fuentes de contaminación registradas se realiza una priorización, según variables sociales, ambientales, operativas y judiciales, con las cuales se establece el Plan Operativo Anual de esta gerencia.

Como parte del proceso se ejecuta la gestión de medios físicos contaminados, que incluye la remediación del suelo afectado. “Analizamos el nivel de contaminante y sus características aplicando, entre otros, análisis de macronutrientes, a fin de determinar la necesidad de efectuar procesos de bioestimulación y adición de enmiendas orgánicas. Durante la remediación se determina la población microbiana y la necesidad de incrementarla a través de inóculos de consorcios bacterianos compatibles con el tipo de contaminante presente en el suelo a intervenir, que no afecten al ser humano y que sean eficientes en la degradación de hidrocarburos”.

Estos microorganismos que se utilizan en este momento del proceso de biorremediación se producen en el Centro de Investigaciones de Amazonía Viva localizado en Sacha, donde un equipo investigador produce un inóculo con bacterias concentradas que son transportadas al campo y aplicadas por aspersión sobre el suelo afectado, para acelerar los procesos de degradación de hidrocarburo.

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Acudimos al lugar de los hechos. Al frente, una excavación digna de los cimientos de una gran construcción. “Es –según su código- la piscina 5402 de 10 metros de profundidad y donde se desplaza y trabaja una volqueta, lo que permite visualizar su tamaño. Se trata de unos 26 mil metros cúbicos de suelo”, precisa David. Hoy, la piscina está siendo revegetada y tras un año de remediación, el trabajo de esa fase habrá concluido.

Cuando eso ocurre, para seguir el procedimiento oficial, finalizados los trabajos de remoción del contaminante, se toman muestras del suelo del área limpia y, si cumple con la normativa ambiental vigente, el MAE autoriza su taponamiento y reconformación. Luego continúa la revegetación y un control de las siembras que se realizan, con la capacitación del propietario. Finalmente, se documenta el caso y se declara terminado el ciclo.

Parece sencillo, pero revivir un territorio tan degenerado, y hacerlo con pleno conocimiento de causa y de la historia, implica ir mucho más allá de las experticias de un científico. Cuando se mira la dimensión del putrefacto legado, este trabajo duele. Y demanda la movilización y el compromiso de la Gerencia de Amazonía Viva de Petroamazonas EP, Planta de Tratamiento de Crudo, Centro de Investigaciones, de Tecnologías Ambientales, de mantenimiento, movimiento de pasivos, construcciones, logística, entre otros. La Texaco dejó sus despojos ambientales desperdigados por todo lado. El listado de casos como el descrito, suma aproximadamente 1200 fuentes de contaminación, 20 de ellas realmente lacerantes. Todas están enlistadas y caracterizadas, además de georreferenciadas. Aguayo cita Shushufindi 6, 44 y 41; Aguarico 1 y el famoso Aguarico 4; Sacha 1, 99, 56 y 85; entre otras.

El Estado ecuatoriano realiza trabajos de remediación desde 2005, en primera instancia a través de EP Petroecuador, ahora a cargo de Petroamazonas EP en los diferentes campos operados por Texaco. Uno de ellos, el área de Sacha, donde las aterradoras piscinas visibles, con el crudo al aire y apestando, han sido en su mayoría eliminadas; otras permanecen abiertas, pero sin crudo y algunas más fueron taponadas con el crudo adentro. Aguayo sigue comentando los daños que ellos reparan. Una tarea compleja, si se toma en cuenta lo que hizo Texaco para ocultar las fuentes de contaminación y la ilusoria remediación que realizó entre 1995 y 1998.

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En esta diversidad de territorios impactados se hallan suelos aparentemente sanos, donde al cavar no más de 50 centímetros, el crudo aflora. Por ello, se hacen pruebas mediante excavaciones que pueden alcanzar hasta los dos metros, con un procedimiento que permite una primera caracterización del daño y proyectar su tratamiento.


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Los funcionarios y expertos de Amazonía Viva, Petroamazonas EP y el MAE, devienen en una suerte de forenses de este espectacular desastre. Aunque con una durísima responsabilidad adicional: ellos no solo averiguan cómo fue la defunción, también tienen que resucitar al muerto. Para ello, deben permanecer concentrados en el laboratorio o pasar largas horas del día en el campo, de frente a un sol poderoso y trabajando con desechos tóxicos. Armando Ruiz, es el Superintendente de Remediación de Pasivos Ambientales de la Zona Norte. El comenta cómo, al remediar, se constata la migración del crudo a los espacios aledaños. “Al principio se identifican evidencias de hidrocarburos. Entonces seguimos la pluma de contaminación, por donde está expandida”.

Entonces las dimensiones iniciales crecen. “Se empieza por un lugar muy específico donde hay evidencia, pero conforme vamos limpiando, encontramos las piscinas abiertas o también taponadas con tierra e incluso, ya con vegetación encima”, precisa Ruiz.

Y se viene lo duro. “Lo primero es desbrozar para tener la evidencia por donde está la figura de la piscina o la fosa. Luego toca retirar todos los desechos, los hidrocarburos o los fluidos. Entra la maquinaria pesada y luego, un lavado con desengrasantes orgánicos con mediana o alta presión para remover del fondo los lodos y el hidrocarburo que está precipitado”.

El trabajo es meticuloso. “Lavamos y relavamos hasta cuando ya no exista evidencia de hidrocarburos. Ahí, nuevamente con maquinaria pesada, se pasa a retirar los lodos que están en el fondo y las paredes, hasta que quede limpio”. Esto, si no hay derivaciones con más crudo oculto.

Ahora, cuando el fluido con hidrocarburo es abundante, se utilizan barreras para confinar y luego se succiona con bombas hasta los tanques de armado rápido. Luego, el camión cisterna se lleva el fluido hasta el depósito. Una muestra pasa al laboratorio, donde con la secuencia descrita se emprende el proceso, que culmina con la verificación y certificación del MAE y las recomendaciones sobre el uso adecuado del territorio recuperado. Armando da cuenta de un trabajo especializado. “El proceso por intervención va de 6 a 8 meses. Por cada frente de trabajo, somos unas diez personas”. Claro, el tiempo, personal y recursos varían, según el caso y la correspondiente evaluación previa a la intervención.

Aquí entra en juego un factor externo: el clima y si hay mucha lluvia, los trabajos se retrasan. Otro nivel de dificultad proviene del lugar y sus características. “Cuando trabajamos cerca de cuerpos hídricos ponemos barreras de protección, absorbentes; en una acción preventiva”. 97


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El trabajo se realiza con gente de las mismas comunidades que derivan en veedores del proceso. “Aplicamos todas las técnicas que hemos desarrollado a través de 10 años de trabajo e investigación y así cumplimos también con la Ley de Responsabilidad Ambiental”, explica Ruiz. En efecto, los especialistas ecuatorianos han desarrollado un “know-how” que se ha evidenciado eficaz y que es único en Latinoamérica. David Aguayo, igual que su colega Armando Ruiz, siente un grande y sano orgullo. Se trata de jóvenes profesionales con una sólida formación académica y largas y fructíferas horas de vuelo en el territorio. Ruiz es biólogo con especialización en diseño de proyectos, tiene 19 años de experiencia en conservación, manejo de recursos naturales y remediación ambiental. Aguayo dice que el retorno de su esfuerzo es saber que se está luchando, a brazo partido, para devolver la calidad de vida a esas personas afectadas. “Ya no temer que un niño nuestro caiga y muera en una piscina de crudo podrido”, se indigna y emociona.

Expertos como Aguayo y Ruiz son amantes de su trabajo. “En la empresa pública somos pioneros en el tema de fuentes de contaminación ambiental, trabajamos con mucha tecnología nueva, tenemos el centro de investigaciones. Hacemos mucha investigación con microorganismos para acelerar los procesos de degradación y eso siempre nos mantiene en un constante aprendizaje con técnicas de remediación ambiental”, añade Aguayo.

Con esas credenciales, estos compatriotas logran certificaciones ambientales bajo la normativa ambiental vigente para el país. “Son estándares muy buenos, estrictos; en concentraciones menores a 1000 partes por millón. Con eso estamos asegurando matrices para que la calidad de agua o de suelo recuperados puedan sustentar la vida”, apuesta Aguayo. Es la vida. Trabajar para la vida. Terminada la jornada de trabajo, reparo en el aliento de nobleza y generosidad que implica el desempeño de estos profesionales. Los funcionarios responsables de estas tareas deben dejar sus hogares y entregar, sin horarios ni limitaciones, su contingente al objetivo.

Los dos coinciden en que, además de las grandes satisfacciones que les brinda su trabajo, hay una agregada. Y es volver a casa, al afecto y abrigo de los suyos. Armando, para abrazarse con su esposa Elizabeth e ir al cine con sus dos chicos: Andrés de 13 años y Camila de 8. Aguayo, a sus 32 años, tiene su ingeniería en Gestión Ambiental, por la Universidad Técnica de Quevedo. Y una alegría extra le ronda sus días cuando se aproxima el momento de volver a casa. 98


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Entonces, valora aún más desayunar con sus padres y pasear con sus sobrinos. También vuela a comer cangrejos y no se niega a una parranda. Aunque, cuando le tocan reguetón, David mejor va por un refresco y pregunta cómo mismo anda su Barcelona. PAÑACOCHA, PRODUCIR SIN DESTRUIR

La Estación de Facilidades Petroleras (EFP) es una planta que está a 20 km. de Pañacocha sobre el río Napo y procesa el crudo producido en los campos cercanos, que recibe gracias al bombeo de un sistema multifásico, integrado por tres bombas alemanas de tipo tornillo. Aquí, al crudo hay que separarlo: el agua se reinyecta y el gas se aprovecha para generar energía. La EFP procesa 45 mil barriles diarios provenientes de los campos Edén y Pañacocha y utiliza 4 millones de pies cúbicos de gas asociado para generar 45 MW. Estos, mediante una línea de transmisión de 34 Kv, abastecen de electricidad a los 6 campos aledaños, según sus demandas. Este último es el proyecto de Optimización de Generación Eléctrica y Eficiencia Energética (OGEE) que, además de la citada generación eléctrica con gas asociado de petróleo, contribuye con la disminución de cerca de 139 452 toneladas de CO2 al año y genera un ahorro de 88,4 millones de dólares, antes destinados a la compra de diésel para generación de electricidad.

El campo Pañacocha recibe, desde la EPF, electricidad y fibra óptica, mediante tubería enterrada. El ruido en el lugar se ha reducido a un mínimo apenas perceptible. Esto contribuye a que la fauna retorne y permanezca en el área y, que en el mismo campamento, sea posible admirar tucanes o descubrir monos trepar por postes, mallas y alambrados. Otro atributo de esta operación ambientalmente responsable es el Sistema de Detección de Fugas, un paquete informático que, ubicado a lo largo de la línea de fluido, detecta cualquier variación de presión, alertando sobre una posible fuga y propiciando la inmediata reacción, mediante el sistema de válvulas de corte, ubicadas a lo largo de todo el trayecto.

En este campo laboran 200 compatriotas, entre funcionarios, técnicos y miembros de las comunidades aledañas, que son responsables de la operación de un conjunto de 6 pozos que ocupan 3 hectáreas y producen 12 mil barriles de crudo, extraídos mediante dos tuberías y una sola perforación. En Pañacocha, Carlos Pérez es el supervisor de Calidad Ambiental. De su gestión cita primero los puentes de dosel naturales y otros cinco artificiales. Estos juntan las copas de los árboles, evitando su separación por los 4 metros de ancho que tienen los 6 km. de la sinuosa vía de acceso,

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dotada de áreas de espera cada 300 metros. Estas se usan cuando, pese a la coordinación del uso de la vía, dos vehículos se encuentran frente a frente. Con los puentes de dosel, el follaje de los árboles se enlaza entre sí y facilita el tránsito de animales, evitándose el llamado “efecto de borde”. Estas salvaguardas de ingeniería ambiental se implantan entre viejos árboles de hasta 30 metros de altura y garantizan el flujo de monos, ardillas y otras especies arborícolas. El objetivo también se alcanza mediante pasos deprimidos que van bajo tierra y cruzan la vía de lado a lado, facilitando la circulación de dantas, venados, capibaras, anfibios, felinos, entre otros.

En este escenario, las comunidades de la zona de influencia son permanentemente informadas respecto de qué, dónde y cómo se hace. Estas han accedido a viviendas y participan de la operación a la que prestan servicios como mano de obra, apoyo, provisión de transporte fluvial y terrestre, etc. Tania Real es la Relacionadora Comunitaria y pertenece al departamento de Responsabilidad Social y Relaciones Comunitarias en el campo Pañacocha que actúa en 5 ejes: derechos humanos, proyectos productivos, salud, educación e infraestructura. El equipo incluye un médico, un constructor y un técnico agropecuario. En el frente de salud, Tania destaca la sistemática realización de campañas y la decidida colaboración con las comunidades, especialmente en el transporte del paciente hacia Lago Agrio, cuando el caso lo amerita.

La comunicación entre actores se realiza de forma directa con los presidentes de las asambleas comunitarias, quienes participan de la planificación de obras y acciones de compensación que se acuerdan en estos foros participativos. Un ejemplo: los huertos escolares y las granjas comunitarias que se benefician del apoyo de instituciones como el MAGAP, mediante la capacitación personalizada a propietarios para el cultivo de maíz, cacao y otros de ciclo corto; además les han brindado ayuda para desarrollar la piscicultura por medio de la entrega de alevines. Adicionalmente, las relaciones comunitarias son un frente prioritario para la búsqueda de la erradicación del trabajo infantil en las comunidades de la rivera, a las que también arriban delegaciones del SRI y del SECAP para ejecutar módulos de capacitación. Por su parte, el programa Constructor Comunitario responde a la misma dinámica. A la fecha, mediante licitaciones, se ejecutan, entre otras, obras en Santa Elena y Pucapeña.

Manuel Venegas es el Supervisor de Relaciones Comunitarias y Responsabilidad Social en Pañacocha, un campo que tiene su historia desde la época de Texaco, entre 1978 y 1992. De ese lapso, cuen100


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ta Manuel, lo que quedó entre las comunidades fue resentimiento y frustración, además de la total pérdida de credibilidad que, hacia 2007, cuando Petroamazonas EP ingresa, dificultó su trabajo.

“La gente estaba molesta, tenía mucho resentimiento por incumplimientos de parte de la empresa”, afirma Manuel. La restauración de la confianza es un tema complicado. Manuel comenta que ellos lo lograron de a poco, mediante el involucramiento de organismos provinciales y nacionales y la evidencia cotidiana de valores que esos compatriotas jamás conocieron: participación y transparencia.

Bajo esos principios se proponen y ejecutan obras de beneficio comunitario como la creación y el acceso a proyectos como el de Optimización de Generación de Energía, con el que, actualmente, se dota de energía a las comunidades del milenio de Playas de Cuyabeno y Pañacocha. LA VIDA NUEVA DE PLAYAS DE CUYABENO

Cofanes, quichuas, sionas y colonos comparten esta estructura privilegiada que cambió el entorno y la vida de 180 familias que pasaron de destartaladas casitas a la comodidad de las villas ecológicas del lugar La lancha rápida se detiene y, sobre el caudal del Aguarico, una estela de ondulaciones pasa de largo. Hemos llegado al puerto de Playas de Cuyabeno, una explanada pulcra y limpia, donde se ordenan las confortables villas, construidas sobre el piso, al estilo del campo y donde hoy viven ecuatorianos de varias etnias amazónicas. El conjunto aparece tranquilo: unos pocos niños corretean por las calles adoquinadas de trazos simétricos, mientras sus padres, a las 15h00 de la tarde, aún no han vuelto de sus ocupaciones en el campo. En la parda ramada de un árbol de guaba, decenas de loritos ponen música y colorido.

Jesús Grefa es el Teniente Político. En esta Comunidad del Milenio habitan unas 180 familias y un total de 650 compatriotas, aproximadamente. “La mayoría son kichwas, también hay sionas y cofanes. Disfrutamos de una buena relación entre las diferentes culturas, incluso han contraído matrimonio entre ellos”, presenta Jesús a la comunidad.

La comunidad cuenta con 82 casas ecológicas, de 96 metros cuadrados y tres habitaciones, que fueron entregadas, equipadas y que demandaron una inversión de 20,2 millones de dólares. Los fondos son parte de las regalías excedentarias del campo Pañacocha y cambiaron para bien la calidad de vida de sus vecinos. 101


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Cuyabeno cuenta con alcantarillado, colegio, energía, agua potable, coliseo, centro de salud, puerto, helipuerto y vías internas, por donde los lugareños se mueven a pie o en bicicletas que se miran al pie de cada villa. Grefa dice que el mantenimiento es indispensable y que esa tarea la comparten con el GAD local. La comunidad está organizada en 9 barrios como el Central, 3 de octubre, 12 de Enero, 1 de Mayo, entre otros. Los habitantes están a gusto. “Tienen sus pequeños negocios, la electricidad y el agua. Viven de sus fincas: hacen el trabajo de día y de tarde regresan para acá, otros se quedan los cinco días en la finca y los fines de semana pasan aquí”. Esos son minoría, pues los niños van a la unidad educativa todos los días. Varias de las familias han optado por la agricultura, sembrando café, maíz o cacao que, a través del programa de relaciones comunitarias de Petroamazonas EP, se está implantando en el área.

Grefa cuenta que el otro frente de trabajo es el turismo comunitario, pues la zona tiene una notable demanda de viajeros. “Por el río Cuyabeno tenemos unas cabañas que son propias de la comunidad, construidas con nuestro esfuerzo. Estamos trabajando con una agencia que nos manda los visitantes de todo el mundo”.

Según la autoridad, la gente ha recibido muy bien el ser beneficiarios de una inversión social, financiada con los fondos que provienen de un recurso que sale de su suelo. “La gente es más sociable, comparte entre sí. Antes era cada uno en su finca. Hoy veo que ha mejorado la comunicación, saben quién y cómo hizo la obra y hay satisfacción por eso”. Caminando por la comunidad, Grefa señala la UPC que brinda seguridad a todos los habitantes, que también disponen de una planta de tratamiento de agua potable, la oficina del GAD parroquial, donde también funciona la tenencia política, el área del mercado y la Unidad Educativa del Milenio, con sus aulas equipadas, material didáctico, computadoras, infocus.

La planificación previa no descuidó detalle alguno para que estos ecuatorianos den un salto cualitativo en su calidad de vida. Grefa comenta que, para quienes lo requieren, hay un internado para varones y mujeres y que los profesores tienen su vivienda.

A pesar de todas estas innovaciones, según el entrevistado, no se han perdido las tradiciones comunitarias. “Seguimos haciendo mingas y nos mantenemos en nuestros rituales. La unidad educativa mantiene las vestimentas tradicionales de cada uno y así, con sus vestidos, llegan a sus aulas”. 102


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Grefa ha revelado un detalle importante. El nuevo estándar de vida no ha desterrado ni desplazado las señas de identidad propias de cada integrante de una nacionalidad. “Las lenguas se mantienen, por ejemplo. Cada uno con la suya”.

La vida es amable, la vida es sana. Incluso el deporte nacional cuenta con una cancha de envidia. Ahí juegan los integrantes del “15 de Abril”, un club fundado en honor a la fecha de creación de la comunidad Playas del Cuyabeno. El deporte está contribuyendo al mutuo conocimiento de los habitantes y su práctica es habitual los fines de semana. “Luego de que la gente ha trabajado, ha vendido su pescado, el verde, las frutas y también comida típica como el maito de pescado”. Diagonal a nuestra caminata, aparece la Unidad Educativa del Milenio Víctor Dávalos, en honor a un combatiente caído en la guerra del 41, con el vecino peruano. Hoy, la guerra a la exclusión la dan 275 muchachos que están estudiando desde el inicial hasta el segundo de bachillerato y que tienen oportunidades diferenciadas de prepararse para el futuro. Al mirar esas instalaciones, es inevitable recordar el pasado de la escuelita unidocente, cayéndose a pedazos. Grefa muestra la satisfacción que debe ser un sentimiento general. Cuando son cerca de las 16h00, se puede apreciar a la gente retornando a sus hogares. Algunos cargan herramientas, sacos con productos agrícolas, peces. Y, de calle a calle, se saludan amables.

El teniente es originario de esta misma comunidad de Playas del Cuyabeno. Comenta que estas villas y nuevas condiciones de vida, le dan una certeza de justicia. Y sí, agradece al Presidente Correa y al coraje que ha mostrado para promover estos grandes cambios, entre comunidades sencillas y pequeñas. “Ojalá y le pido al Presidente que no pare, que siga con más comunidades de la Amazonía, que les de la misma oportunidad que nos ha dado ya a nosotros”, finaliza. LIMONCOCHA, UNA FRAGIL PRUEBA DE VIDA

El espejo de agua empieza a reflejar el contorno habitado de enormes y robustos árboles y el cielo generoso de la Amazonía juguetea con tonos rojos y tomates, que pintan las nubes o se desparraman en el horizonte. Una de las importantes reservas biológicas del Ecuador es vecina del Bloque 15, operado por Petroamazonas EP. Días antes de visitar esta postal amazónica, técnicos y funcionarios de la estatal habían explicado los esfuerzos y resultados que van alcanzado en sus diversas tareas ejecutadas a favor de una explotación ambientalmente responsable y de la recuperación y preservación ambiental. 103


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Había conocido la laguna en un memorable paseo colegial. Han pasado cerca de 30 años y la inminente visita había despertado mi ansiedad y emoción. ¿Cómo estará esa locación, de privilegiada belleza y superlativo valor biológico y científico? Tras un paseo de más de una hora, respiré aliviado. Salvo un cierto ruido que se percibe al pasar por donde, justamente, no hay esa frondosa vegetación que cerca el lago, el resto está ahí. Me lo comenta José Díaz. Yo, lo miro. Tuve la fortuna inmensa de, ni bien iniciado el recorrido, poder admirar al jefe del lugar: un imponente caimán negro que asomó de entre la vegetación aledaña a las orillas. Su cabezota, las fauces, los ojos inmensos estuvieron a pocos metros de la lancha y Fernando, el fotógrafo, logró las fotos de evidencia. El agua de Limoncocha hospeda una importante variedad de peces y especies acuáticas y, su estado saludable, permite que en el bosque contiguo se eleven los cedros. Y que en sus ramas brinquen los tucanes. Los datos que provee el experto alimentan mi esperanza de que el sitio se haya salvado de derrames y contaminación agresiva. Lo otro es contemplar el escenario e incluso, escucharlo. Así, es posible oír la bella y trepidante música de la selva, a cargo de instrumentistas incansables: ranas, aves, insectos y hasta monos, ejecutan la partitura de la vida.

El biólogo del MAE afirma que la presencia de estas y otras especies de árboles, musgos, hongos, orquídeas, entre otros, es el mejor indicador de la salud del conjunto. Una forma de monitorear definitivamente emocionante. Ese rato, el guía de la lancha, con voz prudente, pasó las coordenadas. “Atento, a las 12:15”, dijo, en el curioso método donde la proa de la embarcación es el referente. Para alegría de todos, el dato fue certero. Y pudimos observar a tres monitos aulladores, brincando y haciendo malabares en la cobriza copa de uno de los viejos árboles del lugar. Así seguimos la aventura de comparecer a este valioso rincón amazónico que no mide más de 2.5 kilómetros cuadrados, con tres metros de misteriosa profundidad y que también es la casa de indígenas kichwas que se han integrado como guías locales.

Más tarde, y gracias al teleobjetivo de la cámara, pude disfrutar un acercamiento de un hoatzin, con su plumaje hirsuto y rojizo, digno de un baterista de rock. Por lo visto, los loros y periquitos son de las aves más populares de la escena: es fácil distinguirlos cantando animados y encaramados a los árboles. Y cuando algo los asusta o deben movilizarse, obsequian una imagen de gran belleza: una manta verde y roja irrumpe de súbito.

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Tras mirar esa fugaz pincelada viva en el lienzo celeste del cielo amazónico, otra vez un obsequio. Esta vez, se trata de una docena de garzas gigantes blancas, ya posicionadas en un árbol cercano y


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preparándose para dormir. Ya estamos pasadas las 17h30 y, mientras se ocultan animales y aves, los músicos de la selva deciden elevar el volumen de sus intervenciones.

Entonces, esa fascinante y envolvente mezcla de sonidos se escucha para el frenesí del espíritu que fluye agradecido ante tanta belleza. El espejo de agua empieza a reflejar el contorno habitado de enormes y robustos árboles y el cielo generoso de la Amazonía juguetea con tonos rojos y tomates, que pintan las nubes o se desparraman en el horizonte. Al final, nostálgico, siento una tranquilidad inmensa. Limoncocha no cambió. Y es una frágil y hermosa prueba de vida.

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Crónica de una barbarie impune

POSTFACIO Esteban Michelena En mi trayectoria como cronista, he visto cómo, en cuestión de segundos, el pequeño mundo de una persona vuela en mil pedazos. He sentido el dolor de un boxeador, cuando un “knockout” acaba con su mentón y derriba sus sueños de sacarle una finta a la pobreza. He visto a futbolistas soportar, tragando saliva y mordiéndose los labios, el dictamen de un médico cuando sentencia que esa lesión en su rodilla, obliga a abandonar el campo de batalla, para siempre. He visto cómo el espanto, de súbito, se toma y debilita el espíritu más fuerte. Yo he visto esos ojos. Y he llorado los míos, en su nombre. Cuando entrevisté a los dolientes de la masacre ambiental provocada por Texaco en nuestras selvas, asistí a una devastadora dimensión omnipresente del dolor humano. A veces, los sentenciados deben seguir en pie. Y en el camino aprenden a convivir con la angustia, a pasear sus penas, a dormir con la duda bajo la almohada. Y al otro día se levantan para seguir rebuscándose la alegría, los motivos para vivir, el pan nuestro de cada día. Entre las imágenes que no olvidaré jamás, cito dos fotografías de Fernando Torres. La una, sobre la cama de Doralis Caicedo, la madre del pequeño Keiner. Se ve el camioncito de juguete, con que el niño alegra sus tardes y ahí mismo, las numerosas pastillas con que, a sus 7 años, junto a los suyos, Keiner enfrenta su cáncer a la sangre. La otra, un medio plano de Sonia Montero. Miro la tensión y la angustia que alteran el rostro de la joven señora y vuelvo a escuchar su voz apagada, a mirar sus gestos cautos. En Lago Agrio, Dureno y San Carlos, entre otros poblados impactados por la despiadada actuación de Texaco, son comunes las historias de un ser querido derribado o diezmado por la brutal contaminación provocada por la empresa norteamericana.

Me quedan zumbando las palabras de Silvio Chapal, dirigente cofán de Dureno, contando cómo, décadas atrás, su pueblo compareció a las consecuencias de la violenta irrupción y presencia de la petrolera, del fatídico legado de su explotación desaforada. No son más de 40 años. Aquí, señores, donde aniquilaron la vida, hubo un mundo que funcionaba en una ancestral armonía con la madre tierra. Ningún imperio en el mundo se ha levantado sin barbarie, sin la aniquilación del más débil y del inocente. Y por lo que he visto en mi país, el de Chevron, tampoco. Mientras mis compatriotas 106


Los últimos inocentes del planeta

madrugan a clamar al cielo, a pedir piedad y aliento al Buen Señor, aquí, en la tierra, el sistema internacional de justicia sigue evitando dar la cara y sancionar esta masacre impune. Mientras, deben saber, los señores, los unos y los otros, que acá les sobreviven jovencitos desolados, tristes flores lilas, funerales humildes, mujeres de nervios desechos, niños que nunca jugarán al fútbol y que agotarán sus días, en la banca de los suplentes de la vida. Acá, señores, quedan todos sus muertos. ¡Todos! Yo he visto la mirada de estos desesperados de mi patria. Y he llorado mis ojos en su nombre. EPÍLOGO

VILMO MORETA Afirma que la vida es bonita y que quiere vivir. Pide conciencia porque no son cuatro personas las que demandan, sino miles, con enfermedades que sufren a diario. Le dice al Presidente que ponga los mejores hospitales y centros de investigación porque aquí están las enfermedades. Y aquí también es donde nace el recurso. MARIA GARÓFALO

Tras veinte años de enfrentar un cáncer y de apoyar a su hija en la misma lucha, María dice vivir mejor en su villita, donde la reubicó el programa especializado del MAE. Siente el alivio de la gratitud y está más contenta, lejos de la contaminación. Eso le da fuerzas para seguir adelante con el tratamiento de su hija y el suyo. MARCOS AJILA

Sigue casado con Blanca Mendoza, dama manabita. Tiene cinco hijas mujeres y no olvida a su varón, fallecido. Fundador y líder, aún vive a la entrada de Dureno y se dedica al comercio. Refrenda sus convicciones de acompañar el largo camino para lograr justicia. Cuando se le pregunta por la vida, responde, satisfecho: “Hice lo que pude”. ROSA MORENO

Con 30 años de indeclinable vocación, a sus 53 cumplidos, Rosa está por jubilarse de enfermera. Reside en San Carlos y trabaja en el flamante hospital que atiende a más de tres mil lugareños. 107


Crónica de una barbarie impune

Sigue tratando afectados por la contaminación, a quienes quiere investigar científicamente. Vive con su esposo Alfonso y sus tres hijos. ROSA PRADO

Rosita tiene una vida plena en su finca “Bella Vista”. Lo mejor que le ha ocurrido es ser incluida en procesos de aprendizaje y capacitaciones; el “Plan de Reparación Integral en la cuenca de Pacayacu” ha hecho mejorar su productividad y autoestima. Que sí se puede, dice. Y ella lo está logrando. Al momento, una gran ilusión: cosechar su cacaíto. PASTORITA ESPINOSA

Cuando Pastora enviudó, todo se le vino abajo. Acudió donde su hijo, en Quito, pero se sintió desocupada. Y tomó la decisión: sin dinero, viajó a su finca y ahora goza de días largos y fructíferos. Es parte del “Plan de Reparación Integral en la cuenca de Pacayacu” y madruga todos los días a mimar su tierra. Que va saliendo adelante, dice. Y que no bajará los brazos, promete. JULIO MOREIRA

Llueva o escampe, truene o relampaguee, Julio Moreira luchará por su “Rancho Bonito”. Oficio y actitud le sobran, es un peleador paciente. Su esposa, Zoraida, le celebró su cumpleaños 47, con festivo sequito de gallina criolla, criada en casa. Educan a Yuliana que estudia turismo en Chile. Mientras, Julio mima a Kimberline, la niña de sus ojos, que pasa en brazos de su madre. DORALIS CAICEDO

La última vez que hablamos por teléfono, Doralis estaba dichosa ante las mejoras que, en el tratamiento y recuperación de su leucemia, experimenta su consentido Keiner. Dice que está de buen color y en los últimos meses subió de peso: de 17 kg a 21 kg, lo que ha estimulado su carácter inquieto y juguetón;, aunque aún le está prohibido jugar al fútbol.

108


ANEXOS

Fundado en los primeros años 70, el hotel Oro Negro fue el primero de Lago Agrio.

Vilmo Moreta, uno de los afectados.

Eufemia Castillo, pionera en la migración a la Amazonía. 109


Vista de Lago Agrio, hacia los a単os 80.

Vista de Lago Agrio, en noviembre del a単o pasado. 110


Silvio Chapal, líder de la comunidad Cofán de Dureno.

Marcos Ajila, enfrentó a la multinacional petrolera. 111


Apuntes en la pared de la escuela de Dureno.

Pueblos originarios, cada vez mรกs solos. 112


Un Ă­cono presente en el imaginario de la industria petrolera.

Benigno Martínez, en el arco norte de la cancha – piscina.

Rigoberto Amay, en el portal de su finca. 113


María Aguinda, un referente en la defensa de la Amazonía.

www.eluniverso.com

114

www.youtube.com

El juez Nicolás Zambrano.


Lou Dematteis / pรกgina web - www.larepublica.ec

www.impactony.com

Yana Paskova de Getty Images / pรกgina web - www.huffingtonpost.com

El juez Jedd Rakoff.

El juez Lewis Kaplan.

El juez Alberto Guerra. 115


Junto a los juguetes, las medicinas.

Doralis Caicedo: ยกviva la esperanza! 116

Keiner y sus padres, en la casa familiar.


El viejo centro de salud.

Los Merizalde, en la finca abandonada. 117


María Garófalo, con sus hijos.

Rosa Moreno y el flamante centro de salud de San Carlos. 118

Sonia o la angustia de cada día.


Cabeza de un letal “cuello de ganso”.

Aguarico 4 es la foto de la contaminación de la zona. 119


El obscuro legado de Texaco presente en fincas y tierras de la AmazonĂ­a.

Julio Moreira, un manaba que triunfa. 120


Pastora Espinosa, se siente realizada en su finca.

Rosal铆a Prado, la mejor alumna del Programa de Recuperaci贸n Ambiental y Social. 121


Vista de una finca en pleno proceso de recuperaci贸n del paisaje.

David Aguayo, un apasionado de su trabajo en favor del ambiente. 122


Optimizaci贸n de generaci贸n el茅ctrica.

Los puentes de dosel promueven la circulaci贸n de las especies nativas. 123


Trabajos de remediaci贸n: n贸tese las dimensiones del 谩rea intervenida.

Recuperar un suelo contaminado es un proceso cient铆fico. 124


El caimĂĄn negro, un rey en la laguna de Limoncocha.

Antes de las cinco y media de la tarde, las garzas ya buscan el sueĂąo. 125


Un hoatzin merodea las orillas de Limoncocha.

Navegantes de Limoncocha. 126


Limoncocha: se va el sol, pintando el cielo.

La madre tierra, retratada en un espejo de agua. 127


CHEVRON TEXACO, LA HISTORIA 1964

Se firmó el acuerdo de concesión entre consorcio Gulf-Texaco y la Junta Militar gobernante, para la exploración en la zona norte de la Amazonía, con 1 431 450 millones de hectáreas en concesión.

1967

La operadora anuncio la presencia de grandes reservas petroleras en Napo. Son similares a la del crudo de Santa Elena (30° API) explotados en décadas anteriores (Ramos, 2013).

1972

Un nuevo acuerdo firmado por el gobierno y el consorcio otorgó el 25% de la participación a la Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana (CEPE) a un precio de 65 millones de dólares.

1976

CEPE es el principal accionista del consorcio Gulf-Texaco, con un 62,5% de participación. Texaco continuó siendo la operadora y el consorcio, Texpet, actuó por 20 años más. Texpet operó 22 estaciones de producción, 15 campos petroleros y 356 pozos; construyó 632 piscinas (CGE, 2002). Resultaron afectadas miles de personas en la Amazonía y 5 nacionalidades indígenas: Siona, Secoya, Cofán, Waorani y Kichwa (Andes, 2013).

1993

Con el liderazgo de María Aguinda, treinta mil afectados presentaron una demanda colectiva contra Texaco en la Corte del Distrito Sur de Nueva York. El juez Vincent Broderick, dispuso una indagación para la indemnización y años más tarde se dio la noticia de su defunción. El caso fue asignado al juez Jed Rackoff.

1995

El gobierno de Rodrigo Borja Cevallos ejecutó una auditoría ambiental a la actuación de la petrolera. Los resultados obtenidos en el gobierno de Sixto Durán Ballén, no fueron publicados. El Congreso Nacional extrajo una copia del informe, que padecía de algunos defectos de procedimiento (Andes, 2013).

1997

Los gobiernos de Bucaram y Alarcón rehusaron involucrarse en el caso.

1998

Se firma un acta final, en la que se libera a Texaco de sus obligaciones en Ecuador, luego de ejecutar un programa de remediación aceptado por el gobierno ecuatoriano; este fue limitado y falto de transparencia (Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, 2012). Un año más tarde, la empresa afirma que aceptará ser notificada en Ecuador y que satisfará las sentencias que se pudieran emitir en favor de los demandantes.

2001

Texaco fue adquirida por Chevron.

2002

El 16 de agosto, el juez Rackoff decidió enviar el caso a las cortes ecuatorianas, lo cual fue confirmado por la Corte de Apelación de Nueva York.

2003

El 7 de mayo, a las 11h30, la Corte Superior de Nueva Loja aceptó la demanda.

2009

Ante un Tribunal de Arbitraje con sede en La Haya, Chevron demanda al Ecuador, argumentando un Tratado Bilateral de Protección de Inversiones, vigente desde 1997. Texaco había dejado el país en 1992, cinco años antes.

2011

En febrero 14, en la Corte Superior de Sucumbíos, el juez Nicolás Zambrano sentencia a la petrolera al pago de los daños provocados. La suma es de 9,5 mil millones de dólares. Ese mismo mes Chevron impone una Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act (RICO) por supuesto fraude cometido en la corte de Sucumbíos.

2012

Mientras se discute la competencia del Tribunal para el caso, mediante laudos, este dispone que el Estado haga lo posible por impedir la ejecución de la sentencia de Sucumbíos. Ecuador, mediante su Procurador General del Estado advierte que el Tribunal está desconociendo la independencia de poderes en Ecuador. Ecuador reitera que esa petición es imposible cumplirla. En febrero, La Haya informa que sí puede conocer la demanda de la petrolera por el Tratado Bilateral de Protección de Inversiones.

2013

En noviembre, la Corte Nacional de Justicia, con sede en Quito, ratifica la sentencia contra Chevron. El 23 de diciembre Chevron impone un Recurso de Protección ante la Corte Constitucional, que aún no se pronuncia. Desde entonces las partes discuten si se dio o no la violación del Tratado y de los Acuerdos de Liberación de Responsabilidades suscritos entre la empresa y Ecuador en 1995 (Sixto Durán) y 1998 (J. Mahuad).

2015

Al respecto, el 12 de marzo, el Tribunal de La Haya acepta la legalidad del proceso y demanda de los ecuatorianos afectados. Chevron planteaba un supuesto impedimento a ser demandados por terceros en tanto le protegía el Acuerdo de Liberación de Responsabilidades, suscrito en 1995. Chevron ha desconocido el fallo que dictó la Corte Superior de Sucumbíos en su contra. A la fecha, la multinacional no paga un centavo.

Tabla 1. Fuente: PRAS - MAE.

128


UBICACIÓN GEOGRÁFICA GESTIÓN PRAS ORD.

PARROQUIA

Superficie (km)

1

DURENO

39 928

2

GENERAL FARFAN

5977

3

PACAYACU

169 444

CANTÓN

PROVINCIA

PROYECTO

LAGO AGRIO

SUCUMBIOS

Pacayacu

Superficie_ZIA (km) 23 567

Tabla 2. Fuente: PRAS - MAE.

DAÑOS AMBIENTALES Texaco patentó y utilizó tecnologías de extracción limpia en los Estados Unidos (como la tecnología de reinyección de aguas de producción), que nunca aplicó en el Ecuador.

Durante la operación de un pozo, Texaco realizaba la apertura de piscinas de varias dimensiones, las cuales funcionaban como depositarios de crudo y desechos tóxicos. La empresa omitió: Uso de geomembranas que evitarán las filtraciones hacia los acuíferos y aguas subterráneas. Diques para prevenir desbordamientos de las piscinas -en lugar de los “cuellos de ganso”- que los descargaban directamente hacia los cuerpos de agua. Gestión adecuada de los derrames para evitar expansión de la pluma de contaminación, en lugar de la excavación de fosas para ocultar el suelo y vegetación contaminados. Construcción de cercos de seguridad alrededor de las piscinas para evitar la caída de animales silvestres y de granja.

Además Texaco realizó una gestión inadecuada, antitécnica e irresponsable de otros impactos: El uso de teas de quema de gas al aire libre. Manejo inadecuado de las líneas de flujo y tuberías de transporte en el proceso upstream o de aguas arriba. Colocación de crudo de los derrames sobre las vías de tierra a modo de pavimento. Se contaminaron aldrededor de 2 000 000 ha de territorio amazónico (suelo, vegetación y cuerpos de agua). Se emitieron 80 000 toneladas métricas de residuos tóxicos. Se deforestaron 4 429,6 km2 de bosques húmedos tropicales amazónicos, se degradaron alrededor de 13 tipos de ecosistemas en cerca de 20 000 km2 y se afectaron, directa e indirectamente, más de 2000 especies de vertebrados de ecosistemas terrestres y acuáticos. Tabla 3. Fuente: PRAS - MAE.

129


DAÑOS A LA SALUD Los análisis de agua y suelos presentados por Chevron en las inspecciones judiciales del caso de Lago Agrio, los valores de hidrocarburos totales de petróleo (TPH) excedían los mil miligramos por kilogramo o partes por millón de estándar ecuatoriano, en el 91% de los sitios que habían sido muestreados hasta el año 2007. Los análisis demostraban que los valores de HPAs (hidrocarburos aromáticos policíclicos) con un alto potencial cancerígeno -tales como los benzopirenos, benzoantracenos y pirenos, excedían los estándares de la norma ecuatoriana en una gran parte de los sitios. Nuevos muestreos realizados en fuentes de contaminación de Texaco, evidenciaron que la piscina no remediada del pozo Lago Agrio 2, había provocado la contaminación de un riachuelo cercano. En el pozo Aguarico 2, las muestras tomadas por Chevron habían revelado la existencia de TPHs y moléculas de diésel de 9300 mg/kg (un valor nueve veces mayor al permitido por las normas ecuatorianas). En 2013, se confirmó la persistencia de la contaminación. Esta continúa dispersándose a través del suelo hacia las fuentes hídricas de personas que utilizan los ríos y riachuelos para satisfacer sus necesidades básicas diarias de consumo, aumentando los riesgos de desarrollar cáncer. Pobladores de comunidades de Sucumbíos y Orellana, altamente expuestos a las fuentes de contminación empezaron a padecer síntomas de enfermedades dermatológicas, estomacales, hepáticas, respiratorias, oculares, de fertilidad, abortos y varios tipos de cáncer. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), en 2011, en las provincias de la región Amazónica se presentaron tasas de entre 14 y 40 muertes por cada 100 mil habitantes, debido a esta causa. En 2011, Sucumbíos y Orellana presentaron 13 casos de muertes por leucemia. Corresponden a personas residentes de las ciudades de Lago Agrio, Shushufindi y Francisco de Orellana. Lago Agrio es, después de Shushufindi, el cantón con el mayor porcentaje de piscinas mencionadas por el RAP de Texaco. En el caso de Orellana son los cantones de Joya de los Sachas y Francisco de Orellana. El estudio realizado por el Dr. San Sebastián (2000) en una comunidad de 1000 habitantes del recinto San Carlos (ubicado a unos 12 km de La Joya de los Sachas, en el cantón Sacha) identificó 18 personas con cáncer hasta 1998; 6 habían fallecido. El estudio estimaba una antigüedad de residencia de la población afectada de entre 7 y 30 años. De diez casos identificados por San Sebastián, tres correspondían a cáncer de estómago, uno a cáncer de laringe, uno a cáncer de hígado, uno a leucemia, uno a linfoma, uno a cáncer de cérvix, uno a melanoma y uno a cáncer de Ampullavater (otros y no específicos del tracto biliar) (San Sebastián, 2000: 39). Tabla 4. Fuente: PRAS - MAE.

130


Provincia

Orellana

POZOS OPERADOS POR TEXACO EN ORELLANA Campo Número de pozos atribuidos a texaco Sacha 114 Coca 1 Auca 26 Yuca 12 Yulebra-culebra 5 Puma 1 Cononaco 11 Rumiyacu 1 Yuralpa 1 Condor 1 Palo rojo 1 Zorro 1 Pucuna 1 Total 176

Tabla 5. Fuente: PRAS - MAE

PORCENTAJES DE MUERTES POR TUMORES MALIGNOS, POBLACIÓN Y PISCINAS DEL RAP, CANTONES DE SUCUMBÍOS -2011. 90% 80% 70% 60% 50% 90% 40% 80% 30% 70% 20% 60% 10% 50% 0% 40% Lago Agrio Gonzalo Putumayo 30% Pizarro 20% 10% Porcentaje muertes por tumores malignos 0%

Agrio PRAS Gonzalo Tabla 7.Lago Fuente: - MAE

Putumayo

Shushufindi

Sucumbíos

Porcentaje de población

Shushufindi

Sucumbíos

Cascales

Cuyabeno

Porcentaje de piscinas

Cascales

Cuyabeno

Pizarro

Porcentaje muertes por tumores malignos

Porcentaje de población

Porcentaje de piscinas

100,00%

PORCENTAJES DE MUERTES POR TUMORES MALIGNOS, POBLACIÓN Y PISCINAS DEL RAP, CANTONES DE ORELLANA -2011

80,00% 60,00%

POZOS OPERADOS POR TEXACO EN SUCUMBIOS Provincia

Campo Lago agrio

38

Atacapi

9

Guanta-dureno

10

Parahuaco

5

Aguarico-shushufindi Sucumbíos

Número de pozos atribuidos a texaco

107

Bermejo

4

Cofanes

1

Charapa

1

Eno-ron

2

Sansahuari-cuyabeno

1

Vista

1

Farfan este

1

San francisco Total

40,00% 100,00% 20,00% 80,00% 0,00% 60,00%

40,00%

Orellana

Aguarico

La Joya de los Sachas

Loreto

20,00% 0,00% muertes por tumores Porcentaje Orellana

Porcentaje de población Aguarico La Joya de los Sachas

Porcentaje muertes por tumores

Porcentaje de población

Porcentaje piscinas Loreto

Porcentaje piscinas

Tabla 8. Fuente: PRAS - MAE

1 181

Tabla 6. Fuente: PRAS - MAE

131


Sumaco

SAN JOSE DE PAYAMINO

Fuente: PRAS - MAE.

Ahuano

AHUANO

PUERTO MISAHUALLI

Avila

900000

YURALPA

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Chontapunta

SAN JOSE DE DAHUANO

San Vicente de Huaticocha

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NUEVA LOJA

GENERAL FARFAN

= )

CHARAPA

FRONTERA

TETETE OCANO

CHANANGUE TAPI PEÑA BLANCA

990000

OSO

CURARAY

930000

MONO

LA BELLEZA JAGUAR

PASTAZA

CHONTAPUNTA

Puerto Murialdo

= )

CONDOR

= )

= )

YUCA SUR

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Pompeya POMPEYA

= )

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PALANDA

ARMADILLO

INES ARANGO

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960000

CONONACO

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RUMIYACU

PUMA

AUCA ESTE

YAMPUNA

SHIRIPUNO

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VHR

1050000

Palma Roja

PUERTO EL CARMEN DEL PUTUMAYO

SANTA ELENA

VHR-SINGUE-ALAMA

1020000

CAPIRON

ALEJANDRO LABAKA

990000

DICARON

CAPIRON SUR

= )

1020000

TIVACUNO

SAN FRANCISCO

ORELLANA

EL DORADO TARACOA (CAB. EN NUEVA ESPERANZA: YUCA)

ANACONDA

=) ) = =) = )) =

El Dorado CULEBRA-YULEBRA

GARCIA MORENO

Centro San Luis de Armenia

PAYAMINO-JABALI-GACELA

PUERTO FRANCISCO DE ORELLANA (COCA)

SUCUMBIOS

San José del Payamino

CAJA

TEMBLON

Gral. Farfán

960000

AMO-DAIMI-GINTA-IRO

CONONACO

EL EDEN

Pañacocha

1050000

ZAPARO

JATUN

JATUN NORTE

CAP. AUGUSTO RIVADENEYRA

YUTURI

El Edén

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LORETO PUERTO MURIALDO AVILA (CAB EN HUIRUNO) COTUNDOSAN VICENTE DE HUATICOCHA

SUMACO

LINARES

SAN PABLO DE USHPAYACU

870000

Gonzalo Pizarro

BERMEJO

GONZALO PIZARRO

NAPO

JAMBELI

SANTA ROSA DE SUCUMBIOS = DORADO DE CASCALES ) EL

) = = )

930000

POZOS OPERADOS POR TEXACO EN EL DISTRITO AMAZÓNICO

BERMEJO

= )

GONZALO DIAZ DE PINEDA(EL BOMBON)

SANTA ROSA

BERMEJO

900000

LUMBAQUI

Puerto Libre

PUERTO LIBRE

ROSA FLORIDA

EL REVENTADOR

LA SOFIA

870000

10020000 9990000 9960000 9930000 9900000

10020000 9990000 9960000 9930000 9900000

132 0

5

#

= )

SIMBOLOGÍA

10

20

40 Km

ORELLANA

SUCUMBIOS

UBICACIÓN GEOGRÁFICA A NIVEL NACIONAL

30

ESCALA GRÁFICA: 1:620246

DIVISIÓN PARROQUIAL

DIVISIÓN PROVINCIAL

CABECERAS_PARROQUIALES

CAMPOS EPPE

VIAS

POZOS




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