LUISA GONZALEZ DE SAENZ: UNA MIRADA RISUENA A LO TERRIBLE

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Entre los pintores de la generación de 1930, vinculados de un modo u otro a Teodorico Quirós, la pintora Luisa González de Sáenz constituye un caso de excepción. A pesar de que frecuentó temas costumbristas, tales como las casas y los pobladores rurales, su temperamento es radicalmente opuesto al espíritu de celebración con que Quirós, Pacheco y otros abordaron su tarea de artistas. La suya es más bien una poética de lo sombrío. Sus obras transmiten emociones más cercanas al terror o la tristeza que al placer o la alegría. Desde su “Cabeza de india” de 1917, muy influida todavía por la tradición académica (se trata de una pintura hecha cuando la artista tenía apenas 18 años de edad) se advierte ya una serie de rasgos estilísticos que definen y enmarcan toda la obra de González de Sáenz: la tensión en el diseño y el dibujo, la predilección por colores y tonos vigorosos pero opacos, un tanto sombríos; por el gusto por la verticalidad. Estas características están ya mucho más acentuadas en “Cabeza de mujer” de 1933 en donde además desaparece ya todo carácter ornamental: se inclina por la representación de las esencias.

El alma de este cuadro está en el gesto y en el reflejo del paisaje que debe, ineludiblemente, circundar el cuerpo, la actitud y el gesto de esta mujer… enjuta, cetrina, erguida, noble, austera. José Marín Cañas - La Hora - octubre 1933.


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