capItui O XIX.
Una
pareja do lialconos que so
airo
anidaba sin duda en estas rocas, donde
ya
los
Kl
vimos
el
pero
el
el hielo se
paso por el
paso expedito
el
hasta la inmediación de los cabos Hayos y Napoleón. So hace la señal A los huques y
nos apresuramos á volver en
Después de dar
mos A un das
ú.
vuelta
la
la
nos sirvieron de refugio
los
Napomismos quo
el
19
de agosto
del año último.
el esto
cho en
región donde es<os
la
al
sudoes-
forma un canal bastante anúltinu)S días
no podíamos recorrer más que una milla ó
ignoramos
dos por etajia;
más
me
pesar de la completa falta de viento
en ciertas
que
do
fases
bierta no
la
marea: diría-
la
aquí todo. Des-
la casualidad lo rige
de nuestra marcha de
había de
hemos podido encontrar
orientada hacia
te
marcha dol
es imposi])lo esplicarme la
hielo se
prolonga
se
si
cabo Hayos.
allá díd
A
llega-
gruiH) do moles do hielo encalla-
probablemente
por
te;
canoa.
al Iloe,
dos millas del esto del caho
león: son
do evitar
l¡n
Kl hielo so conserva compacto el
dilataba hacia
promontorio, dejándonos
207
pane entro los dos buques A quo choquen.
año pasado.
nos cerraba siempre
Iloo
el oeste,
comían on
el
la
Descu-
la corrien-
sur que nos llamó la )
La oscuridad
es ahora bastante densa á
media noche para quo en
el
se necesiten
hugias
primer puente.
Las corrientes de agua comienzan á murmurar bajo la influencia de una temperatura más elevada ( 1 7;t)l Por la tarde la bruma nos impido observar los movimientos dol hielo. lio visto
prendía
una
carpadura de
al
la cresta
do una
menos ochocientos
me
elevación, lo cnal esas aves anidan
¡'i
gran altura. El capitán
cas,
que
un
se dejan caer al
silbido estraño
mar desdo
las
las ro-
que nos preocupa-
ba cuando costeábamos; la rapidez de su caída es inconcebible, creer
pero se
que ese rumor, semejante
me al
resiste
susurro
un cuerpo tan abundan al rededor de
— Nievo
7^.
marca
En
cero, el el
y bruma;
cabo Alejandra
Por
y no
se
el
banco de hielo
—
la
Pandora debió
abre
en la no tarda en retenernos prisioneros. Hasta el día siguiente el llujo y trar
flujo
nos balancearon en
pricho;
mas
el
el 2S), el hielo
el
re-
golfo A su ca-
continua
la
mar-
cha y el íloo sale do la bahía, arrastrando en su movimiento giratorio á la Dcscucual abandona á unos cien
tros del cabo Hilgard,
que bordean
la
el hielo con el floe, conseguimos penebahía de Dobbin, donde el pack
la tardo
hicrl'i, la
charcas
tormóraotro
sin arriesgarnos
pequeño. Las urias
más allá del golfo de Maury. 20. Tiempo nebuloso: bajamos
el
tiempo está sereno.
del viento, se produzca por
las
si
sufrir los chubascos del sudoeste.
pies de
induce A creer quo
Feilden había atribuido largo tiempo á urias
es-
año último:
el
timos días.
om-
uria negra que
vuelo desde
el
no hubiésemos conocido su existencia, seguramente no la habríamos sospechado tampoco por los singulares movimientos del hielo estos úlatención
en un
no hay ninguna montaña de do por
lo
tanto
el
buque
ser
sitio
medonde
hielo, pudien-
arrojado á la
red á
costa al primer capricho del pack; durante
profundidad de cincuenta brazas y sa-
algunos momentos experimentamos una
la
cárnosla cargada de peces de diversas espe-
viva inquietud.
equinodermos, esponjas y moluscos. A las ocho de la noche conseguimos avanzar tres kilómetros, mas luego es pre-
deja por fin libres
Un
cies,
ciso detenerse cerca
de una pequeña
taña de hielo; se amarra en
mon-
un gran tém-
en de
y
un un
segundo impulso de la marea nos y podemos refugiarnos paraje rel-ativamenle seguro, cerca floe
encastado entro la tierra firme
la isla del
Príncipe Imperial: nos damos
'