—
capItulo XV.
de mi
l:t
afectaron Dl.-'ilianie
is
(•
la vela,
dejarán las cosas como estaban.
acampar pronto. «De repente divisamos un trineo di
el
m pa-
o
<(S.'i.
•lición
del
quien
iin,
nuestras,
e^re
emo-
do Malley
sus lá-
enfer-
conductor
amenté su sería
peli-
les
haí^o
)racticarAn ie la regla
nosotros,
Veo con
).
válidos r
so
te-
capitán Foiiden nos dan la
comida está
singularmente
en-
nuestos
á
más
las
y
el
Ayles ha tirado del trineo hasta el fin, y David Mitchell ha podido mantenerse á su
Recorremos, no obs-
r-/;).
en
la
sucede
couaanzana y i^ente
la nieve pastosa y en las charcas que se forman por todas partes. Self y sus perros han de trabajar mucho; el último convoy de los enfermos no llega á la tienda hasta
de
mucho después que nosotros. El sargento está cada vez más débil, y en cuanto á los no experimentan mejoría en su esAyles sufre menos que ayer, pero no cabe duda que está atacado del escor-
otros,
me
ve parece firme, pero
ara
de
la
•
iii
lejos
de sostenernos
un poco nos hundimos hasta
el
agua que
cubre. El termómetro marca T'/s-
Domingo 25.
— Se almuerza
hía del Barranco
kilómetros fin la
gran
las
y á
las tres
la
ba-
la tarde
tiendas preparadas.
Once
más de camino, y tendremos
al
satisfacción de pasar á bordo
punto extremo que compañero ha podido alcanzar. Ahora se sabe que al norte y al oeste no hay ninguna tierra accesible para los trineos, por muy ligera que su carga fuese.
Se ha reconocido además que cabo José línrique
que
hielo que se forma
el
medio
del verano.
i
muerte:
prendemos
i
pretesto
e
del equi-
con dificultad; y como mucho miedo al agua,
r
la cruz su pobre
la
los
perros
sólo
tienen
son ya para
un estorbo. La fuerte brisa que comienza á soplar oblíganos á servirnos de nosotros
pasos no
su consecuencia, su-
la el
este pro-
montorio no podría esperar más paso que alguna grieta fortuita en la 'nuralla de
ron proporciona una buena comida á los en-
profunda cuando emmarcha; los trineos avanzan
En
buque que consiguiese franquear
hom-
es
los
los
pack,
en cuando, que el pack se desprenda de orilla bajo la inñuencia del viento sud,
para recibirle.
La nieve
en
el
cual ocurre sin duda de vez
lo
hielo:
fermos.
al oeste del
entrada de todos
tendría salida hacia la alta mar, ni aun en
del buque. Se descansa tres horas: el resto
para
la
puertos se halla tan obstruida por
de los víveres que nuestros amigos traje-
ilidos
el litoral
ensenada
nuestro
sobre el
itroj!
en
partir de la
Floebergs, las orillas so dirigen ha-
los
poniendo,
en
de
A
cia el oeste hasta el
tado.
llegamos á netros so-
tos setenta kilómetros de costas
del océano Polar.
en
más bien
vacilante, sostenido
correa.»
de enfangamos por espacio de cuatro horas
cias desfavorables: á la simple vista la nie-
combati-
aunque
la
El teniente Aldrich ha trazado trescien-
extremidad
Simmonds, después
y media
jra
lado,
por
tante, doce kilómetros más.
— Almorzamos
y de
cieno
viscoso nos llegan á las rodillas.
«Temperatura
felicitaciones
las
do nuestros compañeros. Adaní
los vivas
buto. Se recorre la etapa con circunstan-
ice la reac-
capitán Nares y ol comandante Markham. Todos nos rodean, nos llevan en brazos; y precisamente á media noche pasamos á
es de
sin em])argo,
lentas; la nieve blanda
lonta-
nanza; varios oliciales y marineros adelántanse á nuestro encuentro conducidos por el
bordo en medio de
«La peregrinación,
de peso á
ve
!
ol
fermos.
«S'í.
i
ol
septentrional de la isla
lainutos, los
y
bienvenida en su tienda;
reanimar
obres ami;r
cabo Richardson,
el
preparada; nos dan liebre y oca, sazonada con buen vino de Porto, lo cual parece
ha su-
al»
— En
niente Parr la
ne deje dos
II
pero evidentemente será preciso
compañero. Después de pasar nosotros so
de
ningún
fiordo ni
ensenada se abriría
El teniente Beaumont, cuya exploración la costa septentrional de Groenlandia se
resumirá en
un
el capítulo
todo de la
siguiente, opina en
misma manera
respecto á las
que ha podido estudiar entre los cabos Bryant y Bretaña. La descripción de la meseta de formación riberas
i