Nares, George S._ Viajes al Polo Norte por el Capitán Nares (1875-1876) y por el Doctor Nordenskio

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m cogerle,

Viajes aí POLO NORTfe.

y he dispuesto

de una libra

se le

de conserva de carne diaria, además de

lo

que obtenga de la caridad pública. Con este régimen comienza á engordar ahora demasiado, y por lo tanto le sometemos otra vez á la ración tasada. Sus compañeros le acogen ahora con buena voluntad porque han visto que le tratábamos con deferencia;

hoy es el rey del más serviciales.

tiro,

y uno de

los perros

!

I

)0

cuotidianos

y

visitar los dos observatorios

Kew

una, y

recien nacidos.

los

A

las

las

es de

chozas de nieve de

2°,

20";

18,

y

la

de

la del

11° más hoyo para el fuego continúa elevada que el aire exterior. Difícil es impedir que nuestras polainas

'I

los

y aunque por muchos conceptos se debe elogiar á Federico, nunca se le podría

tro bajo la superficie,

I

para trabajar;

para entregarse á sus ejercicios

oficiales

termina su trabajo diario. Los oficiales permanecen fuera hasta

de perder uno de el único

hembras que están á punto de parir (ahora tenemos dos, instaladas en barriles vacíos), no queremos conservar ningún perro á bordo; jairas duermen tan bien como al aire libre. La temperatura del suelo, á medio me-

I

esta hora todos salen del

que sobrevivía á otros cinco de la misma edad. Los esquimales no sirven para «oíír«-

excepción de

,

A

la tripulación

nuestros mejores perros jóvenes,

enseñar á cuidar de

i

es á las diez.

buque,

y de Greenwlch. Los marineros van á comer á la una y vuelven al hielo hasta las cuatro de la tarde, hora en que

Zds,

r

el hielo y se pasa revista. Los oficiaalmuerzan á las ocho y medía, y ya no tienen casi tiempo de emprender ningún trabajo antos de la llamada general, que

les

de

En cambio acabamos

I

primer puente, van á trabajar una hora sobre

el

la

tiempo que media desde su en-

trada hasta la comida, es decir hasta las dos

y

treinta minutos, trascurre con sor-

prendente rapidez. Después se fuma y reina el silencio á bordo; algunos duermen la siesta; pero el thé despierta

todo el

á

las siete

á

mundo.

Después se

asiste á la escuela,

hasta las nueve,

momento en que

mera vez, durante

el día,

que dura por pri-

podemos prose-

guir nuestros estudios en paz, seguros de no ser molestados. Las lámparas reglamentarias se

apagan á

once; pero ¿se extra-

las

ñaría ver bugías de contrabando iluminar

may"^ mismo

de lana se deslicen hasta los talones, y así es que los calcetines se gastan muy pron-

la

to.

Para caminar rápidamente, los oficiapueden llevar medias de telar y borceguíes, sin temor de que se enfríen los pies; pero los marineros que trabajan y deben estar largo tiempo derechos en el mismo sitio han de ponerse las botas con suelas de corcho, más sanas, aunque menos cómodas. Se cree que el tiempo debe parecer muy largo á bordo de los buques árticos, y hasta nostros pensábamos leer y escribir mucho; pero voy á decir cómo se pasaban

tan sabiamente, que no

les

za

el

para

amigos

se

parte de los camarotes,

y

hasta

salón? Estas veladas se utilizan

quejarme;

me

siento con fuer-

pero como

nuestros

acuestan tarde, no se levantan

temprano; y si todos deben presentarse á la revista de la 'uañana, algunos han de aplazar su almuerzo hasta la comida, como

no quieran reemplazarle por una cena á las once, lo cual es beneficioso para la despensa. Este arreglo se prestaría á la crítica con otros hombres que no fuesen nuestros oficiales, jóvenes,

cundos en recursos.

trabajadores

y fe-

Sin duda no tendré

nuestros días.

que hacer ninguna modificación en todo

Los marineros almuerzan á las siete y media, y después se ocupan en limpiar el

invierno.

el

Se come temprano para economizar el


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