El vuelo fractal de la mosca

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El vuelo fractal de la mosca

El Vuelo fractal de la mosca

El vuelo fractal de la mosca

Juan Martins

1ª edición: ©Ediciones Estival 2020

Colección El espolio de Pessoa

Depósito legal: AR2020000041

ISBN: 978-980-18-1074-2

Diseño: Ediciones Estival & Asociados

Ediciones Estival

©Centro de Língua Portuguesa. UPEL Maracay. ©Camões Instituto da Cooperação e da Língua. Portugal.

Diseño de la cubierta: Karwin Poleo

En la portada: Chica preocupada de Ryan McGuire en Pixabay

Dirección electrónica: edicionesestival@hotmail.com

El autor desea agradecer al Centro de Língua Portuguesa

UPEL Maracay y al Camões, Instituto da Cooperação e da Língua de Portugal, así como al Ministério Dos Negócios Estrangeiros por el generoso apoyo durante la producción de este libro en su formato digital.

Impreso en Venezuela

Printed in Venezuela

El vuelo fractal de la mosca

Juan Martins

Adenda de Eduardo Casanova

A Gonçalo M. Tavares, por su motivación, su alfabeto.

Fui mosca cuando me comparé con la mosca. Me sentí mosca cuando supuse que me lo sentí. Y me sentí un alma a la mosca, me dormí mosca, me sentí rematadamente mosca. Y el horror mayor es que al mismo tiempo me sentí yo…

Fernando Pessoa (Bernardo Soares). Libro del desasosiego.

¡Vaya por Dios!», me dije.«Por qué no dejan de pasarme cosas raras? ¿Qué he hecho yo? Soy un calculador independiente, un tipo práctico y realista. …

Haruki MurakaMi (El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas)

El vuelo fractal de la mosca

Al final entre la vida de una mosca y la de un humano no hay tanta diferencia, aunque creamos lo contrario.

Tengo ojos de mosca cuando te veo en el espejo. El ojo, es quien establece su juicio, pero es la presencia del hombre con la que nos encontramos, este que «mira» en la división del objeto: el animal por su parte ve lo que se dispersa en otra realidad. Toda esta mirada sobre el espejo quiere hacer pensar sobre aquella «cosa» que se ajusta por medio de los pensamientos. Así que la frase acaso es un sentimiento de la realidad, donde las dudas se forjan para separarnos de la estupidez, hasta que el corazón domine el estado oscuro de la razón. A partir de aquí, el lugar de las emociones no son sino una medida mayor de esa posible racionalidad, pero ahora al revés: una implosión de fragmentos, los cuales se describen por la praxis de aquella mirada: el detalle se hace sentimiento, una artesanía de lo lúdico y de magia invertida cuando logramos comprender que tal juego conduce a un modelo de mi subjetividad. Por ejemplo aquello que «miro» es una mosca bañada por la lluvia y es también la segmentación de mi vista, una noción fractal en recreación con la realidad. Al sitiar la duda, instalamos la composición del objeto: de cómo aquella mosca tiene la forma del pensamiento. Para otros, como es natural, no es más que una mosca bañada por la lluvia y vista por detrás de la ventana. Es, si se quiere, la ciudad sobre la aleta de la mosca. Y es cuando en ese contexto más humano, logramos otra visión de la realidad diferenciada de su monotonía. Por eso es una representación de las emociones y su

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abstracto o hecho de palabras. No, sus recuerdos estaban hecho de otras cosas físicas que, lo son, porque están contenidos de olores, palomas o mucha mierda de palomas. Palomas que abrazaría. Ya sabía pues que las abrazaba, por esa misma razón quería hacer posible esta regresión. Y a esto lo llamaría realismo, en tanto quiere César Aira que el tiempo sea dueño de esta regresión. Él, el protagonista de este relato, se haría dueño de su tiempo, puesto que, por lo que había vivido, sería dueño de esa evocación. César Aira sigue allí en la voz antigua del audio. Ahora él —y no Aira— continuaba en su forma de cuerpo de niña, sustituyendo sus alas por unas pequeñas manitos. Y lo que quedaba del palomo brotaba en su habitación con olor a pollo mojado y rancio por la mierda. Todavía plumas y palomas del pasado, vertido, hasta ahora, en esa habitación donde antes sólo estaría la voz de César Aira entrevistado —no sabría él por quién— diciendo que se puede ser una niña, él mismo sería, ahora lo sabe, un «producto» imaginario. ¡No sería así! Todo aquello era creíble porque él (o ella) oía con claridad la voz de César Aira (su cabeza se reventaba repitiendo su nombre), diciendo que la imaginación es real. Y si así es, él (nuestro personaje indeterminado) sería un producto imaginario toda vez que, justo en ese momento, lo imaginaría a él aquella niña que abrazaba a un palomo: Aira existe porque aquella niña lo imaginó, al momento que se encuentra oyendo en aquel audio un argumento de, éste, Aira sobre su probable —pero real— novela, como una ensoñación de él mismo: el reflejo invariable de su pronombre. La niña, en el patio de su casa, abraza a su pequeño palomo con amor e imagina que ella sería él oyendo a César Aira en su futura habitación. Abstracta e ininteligible para el lector.

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adEnda: Después de leer El vuelo fractal de la mosca.

Después de leer El vuelo fractal de la mosca al lector le queda dos claras sensaciones: la primera es la satisfacción, el placer de haber recorrido un camino luminoso, interesante, lleno de elementos positivos; y la segunda es de curiosidad, interés por discernir el género literario de lo que acaba de leer. Son 28 partes, pero no se trata de 28 capítulos ni de 28 escritos distintos entre sí. Para entenderlo hay que recorrer morosamente los 28 espacios y detenerse a meditar en cada uno de ellos. Si nos atenemos al primero («El vuelo fractal de la mosca», p. 9), yo tendería a creer que se trata de poesía en prosa, inspirada quizás en el venezolano José Antonio Ramos Sucre o en el argentino Jorge Luis Borges (aunque Borges haya utilizado elementos formales de poesía). Además de que es evidente, no sólo en este fragmento sino en buena parte del libro, la magnífica presencia de Fernando Pessoa, a quien el autor menciona ocho veces, siete de ellas en el excelente texto «Pessoa evade mi fracaso de imitarlo» (p. 66). El solo título, «El vuelo fractal de la mosca», que le da su nombre al libro, ya incita buscar por los lados de la poesía: «Fractal» es una palabra muy nueva, el término fue propuesto por el matemático polaco Benoît Mandelbrot (1924-2010) en 1975, a partir del latín «fractus», quebrado, fracturado, para diferenciar muchas estructuras naturales que hoy se considera fractal; es la propiedad matemática clave de un objeto genuinamente fractal es que su dimensión métrica fractal es un número racional no entero. Es, pues, un objeto geométrico cuya estructura básica, fragmentada o aparentemente irregular, se repite una y otra vez a diferentes escalas, especialmente si

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en cada nuevo paso se ha reducido, por ejemplo, a la mitad o a un tercio. Por tanto, es evidente que el vuelo de una mosca no puede ser fractal, como tampoco lo puede ser, por ejemplo, el ojo de una mosca. Y en ese caso, lo «fractal» no es otra cosa que una metáfora, y la metáfora es lo más importante en un buen poema. «El vuelo fractal…» empieza así: «Tengo ojos de mosca cuando te veo en el espejo. El ojo, es quien establece su juicio, pero es la presencia del hombre con la que nos encontramos, este que 'mira' en la división del objeto: el animal por su parte ve lo que se dispersa en otra realidad…» No se está narrando nada: se divaga, se especula, pero no se cuenta en propiedad nada específico. No es, pues, un cuento propiamente dicho. Un cuento es la narración de una situación en donde los personajes no son lo más importantes, y en este caso no podemos hablar de personajes, sino de abstracciones. ¿Es un ensayo? Puede ser. Un ensayo sobre el idioma. Pero tampoco tiene características de ensayo. Pero hay una frase clave: «Por ejemplo aquello que 'miro' es una mosca bañada por la lluvia y es también la segmentación de mi vista, una noción fractal en recreación con la realidad», que por estar escrita en presente («miro») y en primera persona, también me hace suponer que el espacio que he recorrido no es ensayo, no trata de demostrar nada, sino de dar al lector un rato de muy buena lectura. Entonces es poesía, y buena poesía, lo que acabo de leer. Porque Juan Martins, a pesar de definirse como hombre de teatro, es poeta, y buen poeta, y su trabajo se basa en lo que los griegos llamaban poiesis, creación. El segundo fragmento («Caída de la incertidumbre», p. 12) se inscribe mucho más dentro del concepto de narrativa. «'Tú no eres quien cae', pienso. Y tal es la caída del cuerpo: una sustancia de la palabra en busca de algo menos elocuente. Así, la retórica es un

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modelo del discurso para identificarme con mis recaídas, con la tristeza de un cuerpo que no me funciona. Acaso lo que está pensando este indigente que veo caer al suelo y con su cuerpo muestra el latido de su color de piel, como si la tez le viniera de afuera. Me mira resignado a mi curiosidad y sigo de pie. Aún en medio de su caída tiene suficiente fuerzas para asaltarme desde la calle. 'Dame una moneda', me dice, como si la moneda fuese entonces la palabra que necesito para definir el dolor. No es la moneda, sino la piel de su mano sucia de carbón y el clamor falso con que la pide. Pero yo sigo insistiendo en que el gesto intelectual sobrevendrá a mi dolor. El viejo, ignorándome, continúa ahora con su mano extendida hacia mí. Soy su cuerpo y él el mío. No sé.» Es, sin la más mínima duda, una narración, y una muy buena narración, llena de descripciones, de acción, y también de buena poesía.

Tal como la tercera («Breve historia bizarra de Marilyn Monroe», p. 14), en la que hay elementos periodísticos mezclados con algo de gramática, a pesar de su brevedad, que también le confiere algo de poema en prosa.

El siguiente, «Morder el vino» (p. 16), podría ser la raíz de una novela, pues los personajes se destacan, muerden al lector, se hacen interesantes. El autor interactúa con ellos y con el lector, que necesariamente deja de ser pasivo para convertirse en lector-cómplice. Es una narración con todas las de la ley.

Mientras que «La hendidura me sonríe» (p. 26) puede ser clasificada sin ninguna duda como cuento repentista, por su brevedad y su unidad.

Y así podemos recorrer los 28 fragmentos del libro (no hablemos, pues, de capítulos, ni de cuentos ni de poemas, puesto que nos es tan difícil definir el género literario, como dijimos), desde el primero,

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el que empieza con la referencia a los ojos de mosca cuando te veo en el espejo hasta el último, dedicado a César Aira, el escritor argentino autor de numerosos libros, especialmente novelas cortas que él mismo califica de juguetes literarios para adultos o cuentos de hadas dadaístas, que bien podría ser otra de las definiciones apropiadas para los 28 fragmentos de El vuelo fractal de la mosca. Y al terminar el recorrido llegar, por fin, a la clara conclusión de que se descubre en cada uno de ellos algo excelente, por lo que es evidente que la segunda de las sensaciones que quedan después de leer El vuelo … no tiene ninguna importancia. Lo realmente significativo es la primera: después de leer a éste se siente que se ha recorrido un espacio muy valioso, un trecho excelente de muy buena literatura, que hay que atesorar para, pasado algún tiempo, releer, no una vez, sino varias. Sea poesía pura, o sea narrativa, o sea ensayo, es un pequeño mundo que ofrece lo que todo buen libro ofrece: el placer de leer, el gusto de haber leído, y la esperanza de volverlo a leer.

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Mérida, Venezuela, enero de 2020.

El vuElo fractal dE la mosca

El vuelo fractal de la mosca, 9 • Caída de la incertidumbre, 12 • Breve historia bizarra de Marilyn Monroe, 14 • Morder el vino, 16 • La cucaracha de Kafka es pulcra, 24 • La hendidura me sonríe, 26 • El perro de la rata, 27 • Peter Handke, mi único lector, 32 • El secreto de las moscas, 37 • La herida del cerezo, 41

• El beso de Truman, 42 • Raymond, 45 • El deseo de la sombra, 47 • La cabeza canosa y dura de Joan Brossa, 49 • No puedo casarme con un hombre rana, 54 • El alfabeto de la memoria, 57 • Bajo el sol de mi lengua, 61 • El amor está podrido en la respiración del mar, 65 • Pessoa evade mi fracaso de imitarlo, 66

• El vitral en su cuerpo, 71 • A 1.236 metros todas las máquinas de escribir son iguales, 73 • Progresión simétrica, 75 • Soledad 3:45, 78 • El armario de Juan José Millás, 80 • Grado cero de mi escritura, 89

• Collar de moscas, 91 • Tengo un amigo llamado Verlaine, 93 • El rinoceronte de Hemingway, 94 • El jardín de Kerouac, 99 • Él, 101.

adEnda: Después de leer El vuelo fractal de la mosca/ Por Eduardo Casanova, 105.

índicE

El vuelo fractal de la mosca de Juan Martins se terminó de imprimir durante el año de 2020. Se utilizó papel Bond y en su alzadura Tipos

Book Antiqua de 9 a 10 puntos, Garamond de 11 a 36 puntos y Sabon LT Std de 9 a 11 puntos. Edición de 500 ejemplares

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