Pífano 15

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Quince


Nº 15 HISTORIA OCULTA DEL ENTIERRO DEL SEÑOR DE ORGAZ (JP Martínez) ♦ CARTA ABIERTA A DRÁCULA (Garven) ♦ SEBASTIAN, EL MUÑECO SUICIDA (Manuel Santamaría Barrios) ♦ EL PUTO SOL SE OCULTA… (miranda) ♦ Y ADEMÁS ME GUSTA PINTAR (Garven) ♦ SERVILLETAS DE PAPEL (Carlos Montero & Garven) ♦ ORGULLO DE MADRE (Manuel Santamaría Barrios) ♦ UNIR A LA FAMILIA (miranda) ♦ ENTREVISTA A MIRANDA ♦ JETPAC (Garven) ♦ UN BUEN TRATO (Candela Robles Avalos) ♦ PULGARCITA (Garven & Avo) ♦EL MARIDO DE LA EDETANA (Garven) ♦ AVO‐GARVEN ♦ RESURRECCIÓN (miranda) ♦ OTORRINIA (Garven) ♦ NUBES PASAJERAS (miranda) ♦ EN EL CULO DEL MUNDO (Garven) ♦ SENTADO ANTE MI CUADERNO… (miranda) ♦ CIEN TOPICAZOS PARA MI NOVIA (Garven) ♦ ALTERNATIVAS ♦ EDICIONES PIFIANO ♦ OTROS LUGARES.

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LA HISTORIA OCULTA DE “EL ENTIERRO DEL SEÑOR DE ORGAZ” (JP Martínez)

Y

en esto que las vueltas que da la vida. Tal día como hoy estaba yo con esas cosas, esas que hago yo solo, que cayó en mis manos un panfleto que enunciaba Lux Greco 2013, una flipada de imágenes, sonidos y fanfarrias, digna de presenciar por los frikis de los espectáculos de los sentidos. Y he aquí que mi cerebro gritó… Eureka!!! Así llamo yo a mi time machine. Sí, sí, habéis leído bien, “time machine” que traducido a la cervantina moderna significa máquina del tiempo o temporal, no del de las nubes y chubascos sino del de un día para otro o lo que se tercie; en este momento no voy a explicar cómo la inventé, fue hace tiempo, sería muy complicado para la mente en general y eso… Total que dije para mis adentros ¡joder! El año que viene es el uno, dos, tres, cuatro… cientos años de la muerte de El Greco, de cuando vivió y eso. Y dije, pues podríamos hacer algo los del PÍFANO… ¿Y si nos vamos allí para que nos pinte en un cuadro? Así que dicho y hecho. Cogimos a Eureka y, previas excusas a las familias, para allá que nos fuimos, a la época del Greco… Casualidades de la vida que, sin haber pensado siquiera en ello, le pillamos pintando el entierro de un conde con armadura que resultó ser de Orgaz, un pequeño pueblo cercano a Toledo. Apareciendo así de la nada, el susto que se llevó fue morrocotudo, tanto que le hizo una espada clavada en el ojo del que parecía ser un monaguillo cogiendo al difunto señor.

⎯¡¡ ME CAGO EN EL CONDE DE…!! Su sorpresa nos recorrió de arriba a abajo y de izquierda a derecha. ⎯Me habéis dado un susto de muerte… ¿Quiénes sois? Todas las miradas, como podéis suponer, se centraron en el instigador de esta aventura, o sea, yo mismo que, con mi avidez mental (de verdad que no lo había preparado) respondí por todos de forma coherente con las circunstancias… ⎯Somos emisarios de Roma, traemos un encargo de la Santa Sede para con nuestra congregación… Debes retratarnos en ésta magnífica obra por deseo expreso de Susa… de su Santidad. Por supuesto que nuestro nuevo amigo nos volvió a mirar, esta vez más detenidamente, de arriba abajo, centrándose en esas extrañas lentes que se apoyaban en las napias de la mayoría de nosotros (de los ocho emisarios papales, cinco éramos gafosos).

⎯¿Su Santidad conoce mi trabajo…? ⎯Por supuesto, su habilidad con el pincel ha llegado a oídos del Papa y de nuestra congregación, La Sagrada Orden de… la Lente Inquisitorial.


⎯¿Son de la Inquisición de Roma…? ⎯Sí, nuestra Orden ha sido fundada recientemente por Su Santidad. Con estas lentes, consagradas por el mismo Papa, podemos distinguir a los verdaderos cristianos de los herejes… por la Gracia de Dios.

⎯Bueno… si es deseo de Su Santidad, yo, como ferviente cristiano, os retrataré en esta obra… aunque antes debéis cambiaros los ropajes de vuestra congregación y, si es menester, podéis reposar las lentes en esta mesa… aquí somos todos verdaderos cristianos, jejeje. Y así fue como durante cuatro días y cuatro noches anduvimos entre pose y pose, haciendo amistades y visitas turísticas (que en otro momento contaré) por la Imperial City del Greco, por otra parte, no muy distinta a la que ahora conocemos… Y en esto que todo transcurrió como se esperaba, hasta que en la última sentada delante del magistral pintor, y reunidos todos, para retocar en detalles nuestras efigies, aparece el cura, por aquel entonces párroco Núñez (esto lo supe posteriormente), acompañado de cuatro oficiales lanceros con las espadas en alto. El cura nos plantó una mirada de las que no matan, pero sí que hacen mucho daño y escuecen un montón. Este cuchicheó algo al oído del pintor que se le quedó la cara hecha un cuadro… Por lo visto, El Greco, no fiándose mucho de sus nuevos visitantes, mandó al cura que enviase un emisario a la Santa Sede para corroborar la identidad de nuestra congregación…

⎯¡¡¡ ME CAGO EN LAS LENTES DE LA CONGREGACIÓN DE SU PUT… !!! Lanzó improperios de todas clases y ninguno aceptado en esa época por la Iglesia. Mientras se le ponían los ojos como platos hizo ademán a los soldados para que nos apresaran sin ningún tipo de delicadeza, pero… no tuvieron tiempo. A mi grito de EUREKA !!!, nos agarramos todos de la mano (así funciona mi time machine, en armonía) y les dejamos a los soldados, cura y pintor entre chispas, aureola y humaredas. Eso sí, uno de nosotros tuvo tiempo de hacer una foto al cuadro en el que nos inmortalizó Dominico Theotocópuli más conocido como El Greco, allá por 1588… Y he aquí del por qué de la portada de este número de PÍFANO FANZINE, esta es la historia oculta, que ya no lo es, sobre El Entierro del Señor de Orgaz. Y es de verdad, de verdad de la buena… Y a quien no se lo crea y eso, espero que con las vueltas que da la vida, si se encuentra unas gafas oxidadas y con pegotes de pintura, se acuerde de esta historia que es tan real como la vida misma.


CARTA ABIERTA A DRÁCULA (Garven)

DRÁCULA, a mí no me la das. Esos ojos pitarrosos de sangre, mono de púber y adulterio, abstinencia de buena salud, la salud rosa de la mujer que ya menstrua. Vicioso, guarro, gorrino muerto o vivo, muerto viviente, vampiro. Eso de vampiro tiene nombre de oficio, de dedicación absoluta con título sellado por el ministerio y firmado por el rey. Qué cachondo eres, goloso de escotes y venas azules, un mapa femenino en el cuello lavado y el suavizante en una abultada melena rizada y pelirroja. Lo tuyo no tiene remedio, nos ha jodio, ni lo mío tampoco. Conde apócrifo, dandy de chalina, chaleco y capa romántica, la dentina afilada de plásticos y esmalte sintético, nocturno de bares y borracho de orujo. El mordisco. El mordisco es que tiene lo suyo; dominación de conde-macho, hambre de garganta roja y prematura y grito de corza herida pero cachonda. Embaucador de lascivia contenida al principio y fruición de abrazo después. Qué bruto te pones, bruto de noche gótica, de rayo, de amor primero de primer beso. Qué bestia entre los tirabuzones donde hundes la cara felina, entre el sobaco de una dama, sudado y reciente. La respiración acelerada (la tuya y la del escote inflado), un corazón vivo en el tambor del escote que es la raja del culo en el pecho. El vestido victoriano hiede a imperio británico. Yo no me explico cómo lo haces en este siglo diecinueve, cómo sabes que la tienes a huevo, que a la chica le ronda el desmayo y el grito. A ver cómo haces eso sin llevarte una hostia. Nada de coito minimalista, aquí hay porno subliminal, cosa de sicología, y yo qué sé. Luego, ellas también son vampiras, putas de la muerte, hermanas de tu sangre, les va el cachondeo, la pizza y el baile medio en pelotas. Ninguna tiene novio fijo porque todos se les mueren de viejos. Cuando hay hambre o sed y no hay chicas, te vale un maromo. Que también te va la pluma, julandrón. Pero con los tíos es otra cosa, es pan y cebolla, una cosa rápida en una esquina oscura, cosa de veinte segundos o así. Un tentempié de sangre aséptica, nada que ver. Me da a mí que tienes vitro y microondas en el féretro y botellero con licores añejos en la tumba de piedra. Cuidas la figura, tu aspecto de conde-macho, altura de Christopher Lee (casi dos metros) ese tipo de Londres. Ya te lo sabes: verdura, fruta, orujo y sangre. El murciélago que compraste en la pet shop, un capricho gótico, un truco, Drácula-mago, porque los magos con capa van de dráculas por los cabarets. La cruz, no arrugues la cara, hombre. Recurso último por el cordero perseguido. Cómo es eso de que dos perpendiculares, de que un palo cruzado te haga retrotraer las actuaciones, te la ponga fofa. La cruz. Que no vale cualquier intersección. Tiene que ser una cruz bien hecha y proporcionada, la de Jesús en el Gólgota y no la de los dos ladrones. Que yo probé con eso de cruzar los dedos índices, o pillar unos palos de por ahí y casi me coges porque no valía. Menos mal que te gané en la carrera y el salto. Tampoco vale un San Pancracio o un Sagrado Corazón, tiene que ser un Cristo crucificado,


dandy torturado, Cristo hippie treintañero, melena y barba descuidada en utopía joven, Jim Morrison, riders on the storm. Eso es lo que te abruma, el dandismo cristiano del joven nazareno, el torso flagelado del súper-varón, más guapo y con menos ropa, el Cristo-macho que casi te enamora un día. La competencia única, la cruz áurea, el número áureo, las proporciones de la cruz, las chicas y chicos de Cristo contra ti. El milagro y la bendición contra tu arrojo de miedo. Te escribo porque me aburro y para ver si me muerdes, sin mariconadas, para mi conversión al vampirismo o algo así. Otro más en la curia de los pálidos. A ver qué tal se me daría a mí esto de la nocturnidad, el misterio o el terror. Envidio la verbena de la luna, la resurrección de los vivos, el mordisco en la mortadela de alguna feminista. Creo que me va a quedar bien el traje negro de vampiro, además me voy a añadir un bastón con una garra de bronce en la empuñadura, lo asiré sobre mi pecho durante el sueño de día, elegante dentro del sarcófago; búscame uno por el imperio Austro-Húngaro. Si te parece quiero sugerirte lo del relevo. Sabes que te he calado, que te huele ya el ojete. Los muertos mueren y tú eres un viejo bohemio del mal. Te lo dije una noche, harto e inofensivo estabas por el orujo. Te lo dije un día y te echaste a llorar.



(miranda) EL PUTO SOL SE OCULTA como un vendedor de coches averiados, se esconde como un político que siempre está timando, como el trilero que antes de engañarte te enseña la salida que no existe, la solución que ni ganaste ni perdiste, el alfiler en el pajar. Se oculta a todos tus odios atados con fuerza a todos tus males, que sujetas como a una jauría de fieros animales, con ganas de que encuentren su presa para poder soltarles, para destrozar lo que no entiendes, en mil pedazos tus ideales, todos los males. No responde la cordura, me comí mi propia cura con un poco de jamón, lo envolví entre deseos sin esperanza y vacíos llenos de locura, masticando a fondo los trozos de la vida más cruda, cagándome en todo mientras todo esto dura. Me siento en el trono de porcelana barata, aprieto mi odio como si nada más me hiciera falta, rompo una tira de papel de tres capas, lo restriego por mis rollizas y oscuras nalgas, y lo lanzo al olvido del que siempre escapa, por más que tire de la cadena, el olor de lo muerto… nunca tiene la delicadeza de decir adiós sin decir que se marcha, nunca se va y siempre deja su huella marrón en la pared blanca. Siempre se escapa al decir adiós una lágrima, una mirada furtiva que queda atrapada, entre el te olvido y nunca serás olvidada. Siempre es difícil olvidar lo vivido, y si lo consigues, sientes que te quedas vacío, que te falta algo al olvidar, porque aunque lo consigas, para recordártelo, siempre te quedará ese vacío.



Y ADEMÁS ME GUSTA PINTAR (Garven) LA PINTURA. Ay, la pintura. Esa cosa de restregar colores, de cubrir espacios, de nadar en marinas inventadas. Yo soy muy de nadar, de chapotear en el vaso de lo acrílico. El agua, los tubos, los pinceles, los trapos, las tablas y las telas, la droga del aguarrás; todo como ingredientes de una caldereta a servir en el plato liso y blanco, limpio o gris del restaurante misántropo de la pintura. A pesar de lavarme las manos queda la mancha en los dedos como estigma de un oficio (ojalá fuera el mío), una segunda piel sucia de colores quebrados como vitíligo postizo. Y me pongo muy fardón con esto de la mano manchada de fingida bohemia. ⎯Señora, si quiere la pinto a usted desnuda. ⎯Me da vergüenza. ⎯No tiene usted porqué, que yo esto lo hago con rigor artístico. ⎯Ah, claro. El estuchito de crayones de un niño; ya lo quisiera yo para mí. La habilidad del crío/creador; esa cosa de restregar colores. Primero está el dibujo, dijo aquel. A lo mejor primero está el dibujo decimos nosotros, y yo qué sé. No manchan; se pueden mezclar; se pueden sacar punta; no se rompen; se pueden borrar; no son tóxicos. Los niños también teníamos el tacto en la boca. Eso de morder plastidecores, el sentido del gusto como añadido al potencial de la criatura creadora. La cera en la boca como el hueso en la del perro, materia entre colmillos de aguja. La verdad creadora del niño. Luego todo será mentira, puede ser que el adulto busque el producto interior bruto de un bodegón, el euríbor de los cipreses, la elegancia en el cielo apócrifo, petit souvenirs. El niño ingenioso/ingenuo/genio del frotar colores en los folios de mamá. ⎯Éste va a ser pintor de mayor. ⎯No mamá, ya lo soy. ⎯Pues entonces dejarás de ser pintor de mayor. ⎯Eso sí, lo más seguro. Ay, la pintura, borrachera de churretes a 16º Vol. Esa cosa troglodita de crear fantasmas que es la urgencia de los ojos. No puede uno pintar con los ojos; es decir: no va uno a arrancarse los ojos para espachurrarlos en el bloc o en la tela, frotis de sangre y fluidos para cubrir blancos, ¡qué dolor! Para evitar eso se inventaron los pigmentos, que son ojos postizos preparados para espachurrar y mezclar. Dan mucho juego. ⎯Señora, está usted borracha de negro zafiro, por eso vomita. ⎯¿Y qué hago entonces? ⎯Aplíquese usted blanco marfil. ⎯Bueno. “No solo hay que ser pintor, sino parecerlo” dijo aquel. Así que yo voy de pintor por la vida sin serlo. Un día se lo dije al Greco.


⎯Maestro ¿tiene usted un momento? Mire, yo también pinto, soy artista. ⎯Menudo artista estás tú hecho. Las salidas, eso de salir con otros que pintan. La camaradería de los pinceles de otros. Pintar a lo Barbizon, el campo, la calle o un abismo cósmico. Esto no es una programación de bike ni aquagim para los domingos; esto es liturgia, el sacerdocio de la pintura en la fiesta de guardar, extrema unción, palabra de nadie. Monaguillos de ceremonia en el altar de la pintura. Cuando quedamos todos para pintar se escucha el viento si es que hay viento, la rodera del tráfico y un tren de lejanías cada hora y cuarto. Sobre todo el rítmico frotar la cuadratura límpida con el pincel mojado en mierda. Esto es así, todo paisaje o figura tiene un aparato excretor repleto de mierda, señora. En breve le pongo una piel rosa y le visto con flores y un mantón de Manila y usted no notará nada; pero sepa que mi cuadro caga, como usted y yo, y lo hará cualquier día de éstos, en su casa, quizá mientras usted lo observe desde el umbral de la cocina. ⎯Qué cosas tiene, señor pintor. ⎯Y qué se le va a hacer. La cajita de colores, o los tubos o los botes o las ceras. Los colores. Como ojos postizos, creo que ya lo dije antes; azul Paul Neuman, negro Audrey Hepburn, rojo sangre Christopher Lee, amarillo azufre niña del exorcista, verde claro Sara Carbonero, magenta oscuro Cristo nazareno. La pintura, arquetipo pintado; la mano adiestrada; el pintar doméstico. El estudio del arte, las metáforas de aquellos pintores, la descodificación de la clave escondida. De lo espiritual en el arte, dijo aquel. La formación, las escuelas y el taller. Los ejercicios, los bocetos desechables como cosa preparatoria y no válida, hermanos bastardos del hermano auténtico, ario y militar. ⎯Si a mí siempre me ha gustao estudiar, lo que pasa es que he sio mu perro. Luego me enrollé con una y ná. ⎯Ah, pájaro. Pintar la vida, dijo uno. Pero puede ser que sea cosa de muertos aunque el vivo pinte amaneceres con rosa chicle y azul caramelo mentol. Al muerto que pintó todo eso de la vida se le han craquelado los colores a pesar de la mortaja de la restauración. Uno a lo mejor pinta algo, luego se muere y queda eso como recuerdo de familia del/para el muerto. El cuadro ha trascendido algo más que el muerto. Queda el caligrama seco del tono restregado, el rastro/rastrojo del muerto. María tiene en casa tres cuadros de su abuelo que era aduanero como Rousseau.


⎯Mi abuelo hizo inmortales a unos pimientos verdes en una naturaleza muerta que tiene mi padre en el salón de casa. Dónde estarán ya los pimientos sobre ese mantel rojo pálido del cuadro. ⎯Y dónde estará ya el abuelo. Luego me hice novio de María. María tiene algo de chica Romero de Torres que yo quisiera pintar. María tiene un desnudo de chica Manara, pero no me salían los dibujos de Milo. María deseaba la urgencia de la pintura de su novio, ver en mí la melena marginal de Modiglianni. Pero yo no sabía pintar la carne velazqueña de mi novia. ⎯María, no se te parece. ⎯Es que lo tienes que dejar secar. Con el tiempo vi en María una chica Van Gogh, que yo a Vincent le tenía bien calado. Y me quedó una mujer bruñida de colores muy parecida a María por dentro y por fuera. Estaba ya un poco harta. Me lo dijo un día en el merendero junto al río, mientras yo le decía que Picasso no era para tanto. ⎯Se te pasará, conocerás a otras chicas y tú yo seguiremos siendo muy buenos amigos. ⎯Pero ya no podré pintarte desnuda, María. ⎯Pintarás a otra chica, a otra novia. A lo mejor la madre de tus hijos. ⎯Contigo he tenido todas las novias, María. Me di la vuelta para llorar. AHORA me ha dado por la música. Pero eso es ya otro cuento.


⎯SEÑORITA, que pierde usté el tren. ⎯De eso nada, señor; que sale a las diez. La Charo ya está en el tren de las diez sentada a contramarcha. El codo en la ventana, la mano en la mejilla, la mirada en el cielo y la lágrima en la ojera. La Charo tiene algo de Britney Spears, chica de Manara y Ana Bolena. Una vieja situada enfrente no le quitaba mal de ojo y parecía ver las tribulaciones de la muchacha, como si la cabeza de la Charo fuese diáfana. En esto que el tren ya iba por el umbral de los ochenta kilómetros hora. ⎯Anda mocita vuelve, que a ese novio que dejas le matas, porque es muy bueno y tontorrón, y a lo mejor un buen partido. ⎯Ay, señora desconocida; lo que sabe usted sólo con mirarme. Pero ¿Qué hago? No me voy a tirar del tren en marcha. La que ahora aconsejaba a la Charo desde lo oscuro del vagón, fue erguida hembra antes que chepuda; y joven golfa antes que taimada bruja. ⎯Calla, boba, que te hago un hechizo y sales por la chimenea. Así que la vieja cruzó los dedos y la Charo se deshizo en humarada negra y rizada, guapísima y lenta en el aire dejado por el tren. Camino de vuelta.


“En mi cuadro El Café de noche, he querido expresar el oscuro poder de una taberna (…) lugar donde uno se puede buscar la ruina, volverse loco o cometer crímenes". Vincent Van Gogh ⎯Pero Vincent, eso será en Arles, porque aquí ya ves lo panchos que están éstos. ⎯Eso es la apariencia, yo podría descubrir con mi paleta colorida y mi pincelada vibrante el instinto asesino de esos tipos. ⎯Vamos a ver Vincent, ahí está Pascual el de la Angelines. Toda la vida bebiendo mosto y no toca la tapa porque “engorda”. También está Medrano, el protésico-dental, del taller a casa, al fútbol los sábados, los domingos con la play y un ratito aquí en la cafetería para un descafeinado y ver el horóscopo del periódico. Luego está ese tipo de ahí que dibuja y te va a hacer la competencia. También estoy yo, que a lo mejor me han puesto los cuernos y no me pienso enfadar. La ruina la va a encontrar Ataúlfo porque no le consume nadie una mierda en la cafetería. ⎯No sabes nada del ser humano. ⎯¿Quieres otro tercio? ⎯Vale. Si eso que te ponga unas almendras, anda. Van Gogh también estuvo en España, después de lo de la oreja, un par de meses, pintaba cosas y charlaba a ratos conmigo en el bar cafetería de Ataúlfo. Pero esto nadie lo sabe hasta ahora que lo cuento yo aquí.


ORGULLO DE MADRE (Manuel Santamaría Barrios) SEBASTIÁN resoplaba mientras subía lentamente la escalera de emergencia del Edificio América en Madrid. No le resultaba fácil recorrer los veinte pisos con sus 150 kilos de sobrepeso, Un solo pensamiento le empujaba como un mantra: “Hacia la cima del mundo, mamá, hacia la cima del mundo. Hoy estarás orgullosa de mí. Por la tarde tu hijo será famoso” Como quien acaricia a un cachorro, acunaba la carga que tantos meses de esfuerzo le había supuesto. Su vida no había sido un camino de rosas: una madre soltera que se quedó embarazada de un directivo de un banco, que no estaba dispuesto a renunciar a un matrimonio de toda la vida por una cana al aire, su carrera en la sucursal fue radicalmente cortada por orden del “donante de semen”. Nunca fue agraciado físicamente: gordo, con acné, calvo a los veinticinco años, gafas de culo botella y una madre que siempre le echó en cara sus defectos, tanto por resentimiento de haberlo tenido, como para minar su autoestima y retenerlo a su lado. ⎯ “Eres un zoquete, ninguna chica va a salir contigo ¿Qué haces vestido con esos trapos no te da vergüenza? No salgas con esos frikis, los juegos de rol no traen nada bueno… Cuanto he sacrificado por ti, mal hijo, ingrato” Pero hoy todo cambiará madre, me espera la cima del mundo. Todos hablarán de mí. Seré el rey de la colina. Tras dos sudando como tejado. Se dejó hora, y varios aventura.

horas, de subidas, paradas en los descansillos, bufando y un cerdo. Con sus escasos pelos pegados al cráneo llegó al caer pesadamente en el suelo, hasta recuperar el aliento. Media paquetes de Kit-Kat, después ya estaba listo para su gran

⎯ Aquí estoy en la cima del mundo, madre, que orgullosa estarás de mi. Siempre diciéndome que no soy nada, siempre echándome en cara que el hijo de Pepita la del cuarto D era "tronista" en “Mujeres y Hombres”, el sobrino de Paco el verdulero había concursado en Pasapalabra, que Cristóbal le pidió matrimonio a su novio en un programa de telecinco… Pero hoy, es mi día, mi momento de gloria ha llegado… ¡En la cima del mundo, madre, aquí estoy, en la cima! Abrió la bolsa deportiva, que tanto mimaba, y sacó una hermosa replica de un M40 de los marines. Es increíble lo que se puede lograr pieza a pieza, con mucha paciencia y constancia por internet. Introdujo la mira de precisión con calma ritual, se apoyó en el murete del mirador y le voló la cabeza al anteriormente mencionado vendedor de verduras. La escena resultó hermosa a través de la mira, el sonido de la bala al salir del cañón, la gracilidad del cuerpo


cayendo mientras una mariposa de sangre se escapa de la cárcel craneal que la retenía. Lo que antes era un humano, bastante molesto en verdad, ahora simplemente era un trozo de carne, escoltado por un siete plañideras chillando…tuvo tiempo de abatir a cuatro de ellas, si hubiera podido practicar más ocho almas estarían liberadas. Sentía pena, no por los energúmenos a los que había abatido, si no por la facilidad que tenían ahora las personas para ocultarse del peligro, en cinco minutos la barriada estaba desierta… a lo lejos las sirenas, como subnormales aullantes, cobraban fuerza. ⎯ ¡Venid aquí, cabrones, nada teme, el que os mira desde la montaña del poder! ¡En la cima del mundo Madre, aquí estoy, en la cima del mundo! Las fuerzas de seguridad se agolpaban la calle, pero él lo había planeado demasiado bien, al escoger el edificio más alto de la barriada, a los Geo le sería imposible adquirir una posición de disparo, si lo querían capturar tendrían que subir a por él. ⎯ ¡A ver el de la azotea! Le habla el inspector Pérez, ¡entréguese y todo saldrá bien! No ponga las cosas más complicadas, yo le comprendo y estoy aquí para ayudarle. Un tópico tras otro. No podía haber tenido suerte y haberle tocado un policía con un aire al comisario Gordon, que va, este más bien tenía un parecido con Torrente, moreno, bajito y algo triponcete, todo un macho ibérico. Si no estuviera parapetado detrás de la furgoneta le mostraría el escaso contenido de su cráneo a la plebe… Pero un sonido, esperado y deseado llamó su atención. No podía contener las lágrimas de la alegría, helicópteros de la prensa, estaban todos: Antena 3, Tele 5, TVE…. ⎯ ¡La tele madre, tu adorada televisión!, hoy el nombre de tu hijo será pronunciado por Piquero, Prats, Campos… ¡qué orgullosa te sentirás! ¡En la cima del mundo madre, en la cima del mundo…! Una carga explotó volando la entrada a la azotea, un grupo de intervención con sus chalecos antibala, sus cascos impersonales y pistolas irrumpió violentamente para capturarlo. Alzó el arma y abatió a tres agentes antes de caer inerte, su rostro mostraba una sonrisa beatífica mientras un hilillo de rojo brotaba de la comisura de sus labios… ⎯ En la cima del mundo ma…

****** En el asilo de las Hermanas de la Caridad Perpetua un grupo de ancianos miraban horrorizados las noticias.


“Sebastián Gil, vecino de la barriada Madrileña de Cuatro Puentes ha sido abatido por las fuerzas de seguridad del estado, tras asesinar a ocho personas, tres de ellas miembros de las fuerzas de intervención…” Carmen Gil que llevaba tres años sin moverse en su silla de ruedas, alzó la mirada, una luz de orgullo iluminó su rostro. ‐

¡Mi pequeño, que feliz soy… por fin sales en la tele!

Pidió un zumo, para asombro de sus celadores, que nunca habían escuchado su voz. No quería perderse detalle, ahora empezaban a entrevistar a un puñado de sus antiguos vecinos de barrio que no comprendían como había podido suceder la matanza, “Era muy buen chaval, la culpa es de la sociedad”, ”Yo lo veía venir, siempre tan callado”, “Ver tantas películas no es bueno, al final pasa lo de siempre”…

Cuanto se equivocaban, lo había realizado todo para hacer dichosa a su adorada madre.




ENTREVISTA A MIRANDA ⎯Garven, si no te importa yo firmo como “miranda” así, miranda, en minúscula; es que me has puesto con mayúscula. ⎯Ahora mismo te lo cambio, Fer.

Les tengo dicho a los de la editorial que no me importa coger mi coche, que yo voy más o menos donde sea, además no está tan lejos. Que esto no es trabajo, es camaradería. Cuando se trata de entrevistar a miranda pongo rueda, motor y sangre y paso de los emails. Él me dijo que iba a estar, estuvo y estará sobre la hora que dijimos. Miranda vive en el nido abandonado de aquella ave mitológica, en lo más alto de una cima del desierto. Cuando el pájaro se fue, miranda se mudó a esa alcoba de plumas y ramones, sintonizó la tdt y cogía trece canales al menos. Aquí el coche sube en absoluta verticalidad por la metáfora del camino hacia miranda, no se cae, porque aquí la gravedad es un encantamiento. El nido es confortable, se ve que la bestia alada era grandísima. Me advierte de que si un día el monstruo volviera (que puede pasar hoy mismo) nos devoraría con criminal fruición. Y con este miedo vive miranda siempre. Por eso escribe, implora y prepara el libro de los muertos por si ese enorme bicho micénico viene y le da por leer antes de matar.

Saca dos latas de birra muy frías, coloca un cedé en el equipo y suena leve una música rockabilly (Fito, Blue cats, Meteors, y yo qué sé)


P: miranda, cultivas el género de lo breve, verso en prosa, así como formato de canción y algún que otro relato o cuento. ¿Qué te lleva a escribir? ¿Desde cuándo escribes? ¿Es afición, necesidad, realmente es un gozo el arte de escribir?

P: ¿Bebes de alguna fuente, reconoces algún tipo de influencia en tus textos? (sonríe, tose y saca del interior de su chaleco un cigarro, busca el mechero en los bolsillos del pantalón)

m: Debo decir que siempre que m: Empecé como todos empiezan, de escribo escucho música, ahora mismo jovenzuelo (la palabra mozalbete me lo estamos haciendo durante la suena mal), me creí que lo que entrevista, quizás sea eso de que la contaba era importante y pensé que música amansa a las fieras. Amo la habría alguien a quien le podría buena música clásica porque es como interesar. dormir al odiador que llevo en mi Escribir es una forma de darte a interior y hacerlo reflexionar, y me entender, todos queremos ser aprovecho de su estado para aceptados, necesitamos ser aceptados sonsacarle algo bonito del interior como somos. Yo sé que no soy fácil, jajaja, no debería hablarte así, pero mi frío optimismo contrasta con mi me he fumado un portador de sueños apasionada manera de aferrarme al efímeros y blandas intenciones antes catastrofismo. No es un placer de tu esperada visita para no estar escribir porque normalmente cuando demasiado tenso. Lo siento. Debo escribo, lo que hago es un acto de decir que nunca contrición, intento leo poesía aparte aceptarme a mí MI FRÍO OPTIMISMO CONTRASTA CON MI APASIONADA MANERA DE de la mía, mismo y siempre AFERRARME AL CATASTROFISMO. entiendo que es llego a la conclusión contradictorio de que soy pero la verdad es que como bien dices inaceptable. Aunque por poco, aun la música especialmente los me soporto. cantautores de habla hispana son mi inspiración. Aute, Sabina, Perales… P: Por lo general el tema predominante dicen todo de forma tan simple, que en tus textos es una especie de me dan envidia de pura admiración. autocrítica muy peculiar, donde lo gris, P: miranda, Rajoy afirma que “ahora el derrumbamiento o el lamento toca bajar los impuestos y favorecer a desquiciado tal vez. ¿Qué dices al las familias y el ahorro”… respecto? (enciende el cigarro, una calada, y habla entre humarada de tabaco rubio) m: J.P. siempre me dice que soy blanco o negro, bueno o malo, que soy m: ¿¿Rajoy?? Con la política hemos radical esencialmente, y sin embargo, el gris como acertadamente has topado mi buen GarVen, solo te diré mencionado, es mi color favorito, que la política es como la magia, debe ser algo premonitorio o mientras te cuentan algo bonito con simplemente significativo, no sé. una mano, con la otra te quitan la ilusión del ilusionista.


P: miranda, ¿Te consideras un tipo romántico? m: ¿¿Romántico?? jajaja siento volver a responder con una pregunta jajaja… perdón, el portador de sueños debo haberlo cargado en exceso. Si le preguntaras a quien me conoce nadie diría eso de mí, sin embargo, creo que soy la cara B del romanticismo y eso me hace romántico por ende.

que mi culo. Aunque yo se que te gusta mi culo plano bribonzuelo.

P: miranda, el otro día escuché “Aragón, la más famosa” jota cantada por Plácido Domingo con no sé qué coro y orquesta nacional. Te confieso que se me pusieron los pelos como escarpias y me sentí aragonés siendo castellano. ¿Qué te parecen los nacionalismos? (Tarareé « Es de España y sus regiones, Aragón la más famosa » cierto es que esta canción es brillantemente regionalista más que nacionalista.)

P: Esta pregunta quizá sea un tópico, a lo mejor nos la hacemos todos muchas veces o pocas veces o con una vez basta ¿En qué cambiarías la estructura social actual, la organización política o Siempre me he sentido y en este desorganización política? ¿La cosa va orden. Toledano, Español y Terrícola. mal o a lo mejor no va tan mal? Nunca me pegaría con nadie por lo (Echa un trago largo, mira mi cerveza contrario. Los nacionalismos son el «se te va a alimento de los osos y calentar» me los leones, que se SIN SABERLO, SÉ QUE SABES QUE SOY CONTEMPLATIVO, ME dice, bebo yo creen que por marcar ENCANTA Y ME MATA VER también) su territorio meando AMANECER Y ANOCHECER. en las esquinas son mas dueños de algo m: Como bien que nunca los ha pertenecido, la sabes, escribí una especie de ensayo tierra es de todos, al menos en mi sobre la utopía, que como todos imaginario utópico. entendemos, es un estado idealizado del mundo perfecto. Pero el mundo P: Yo creo a Bárcenas ¿Y tú? perfecto no puede existir, siempre habrá un matemático sobresaliente, un inventor ingenioso… un futbolista m: Lo del tipo de los sobres creo que hábil, un vendedor de humo como se responde a si mismo, los osos y los diría mi amigo Bartolo “magnifico”… dinosaurios marcan su mundo yo no puedo aspirar a vivir con los mientras los demás intentamos vivir lujos de Bill Gates, Messi o Rafael en él esquivándolos, soñando tal vez Nadal, no sería lógico y menos aun que algún día pagarán “en la otra sensato. Si a todo el mundo le tocara vida” sus delitos y sus abusos, porque el mismo sueldo por barrer un suelo en esta vida no lo harán. que por… por ejemplo escribir un P: Un libro Best Seller como “El código Da Vinci”… creo que nadie se esforzaría y nuestra vida y la existencia del m: Pregunta cojonera… ¿un libro?... homo sapiens se volvería mas plana uno de mis escritores favoritos es Stephen King “Los ojos del dragón”


y “Cementerio de animales”, me gusta mucho Pérez Galdós “Los episodios nacionales” Delibes “Los santos inocentes”… me es más fácil decirte que Cela no lo soporto y nunca he leído a García Márquez. P: Una música m: La música clásica, la buena, porque hay cada truño entre ella que es difícil hasta de escuchar. Como dije antes la música de habla hispana, aparte de los dichos anteriormente, quiero hacer un aparte con Mercedes Sosa, me encanta y se lo recomiendo a cualquiera que tenga sangre en el corazón. Fito es un genio encerrado en un idioma, si cantara en inglés los Beatles serían una anécdota graciosa que contar a la historia. P: Una obra de arte m: Las obras pictóricas o de esculturas se escapan a mi entendimiento. Giorgio Vasari (1511-1573), empieza Le vite de' più eccellenti pittori, scultori e architettori con un prólogo técnico que habla de arquitectura, escultura y pintura, unas disciplinas agrupadas bajo la denominación de «artes del diseño». La obra es un tratado informativo y valioso sobre las técnicas artísticas empleadas en la época. En referencia a la escultura comienza así: ... el escultor saca todo lo superfluo y reduce el material a la forma que existe dentro de la mente del artista. En este sentido creo que cualquier arte siempre que transmita algo es valioso, pero por algún motivo

siempre he admirado a Miguel Ángel, que quizás no era tan profundo como Da Vinci, no lo sé, pero era un pedazo de genio esculpiendo el mármol o pintando frescos. Tú, J.P. y Avo también valéis un potosí. El David de Miguel Ángel y Mujer asomada a la ventana de Dalí sin duda por escoger uno de cada. Este último no tiene nada especial, pero me traslada a algo que creo haber vivido en otra vida anterior o algo parecido. P: Una película m: No podría elegir solo una, así que te digo una pequeña ristra de ellas: Mejor historia de amor (Los inmortales) Mejor drama (American Beauty) Mejor ficción (Origen y Matrix) ¿Has venido a matarme?... ¿Vivimos conectados? P: Una mujer m: La madre Teresa de Calcuta es mi ídolo, cuando la ofrecieron abandonar la India e ir a la O.N.U para representar a los pobres del mundo dijo: ¿Quién cuidará de ellos mientras yo no esté?: Una máquina de amar era esa SEÑORA. (No aceptó el cargo y cargó con su trabajo en silencio) P: Un hombre. m: No se me ocurre ningún hombre más digno que otro de mención. Quizás Martin Luther King, Freddy Mercury, todos los que lucharon sin


armas contra la tiranía de la mayoría opresora y retrograda. P: ¿Te consideras un tipo de paseo deportivo para quemar calorías o de paseo contemplativo? m: Sin saberlo, sé que sabes que soy contemplativo, me encanta y me mata ver amanecer y anochecer, cada día uno más y uno menos en el mismo lote. Estamos tan acostumbrados a ver amanecer… en fin.

P: Por último, miranda, ¿Qué te parece este tipo de iniciativas como estos fanzines pseudo libres, quizás independientes? Llevas escribiendo en Pífano desde el primer número, aquí se te considera uno de los principales muros de carga ¿Debería evolucionar Pífano a algo más? (Bebe casi toda la cerveza y arroja el cigarro consumido por la boquilla de la lata) m: Sin la evolución este planeta seria un mar de lava o de hielo, o una roca

simplemente suspendida en el espacio o ni siquiera eso. No nos haríamos estas preguntas porque no estaríamos para hacerlas. La evolución es un sistema de supervivencia en sí mismo, caer en la decadencia del aburrimiento o la vulgaridad es la extinción de cualquier cosa, viva o muerta. P: ¿Tienes algún nuevo proyecto en mente? m: No sé si seré, de alguna vieja escuela de la que oí hablar alguna vez, que escriben lo que sienten cuando lo sienten, y cuando no sienten nada más que ganas de escribir lamen sus heridas. Mi cabeza siempre va más aprisa que mis torpes dedos, he escrito tantas cosas en el aire que me tengo que frenar para que no caigan en mi propio olvido, sin temer que tras escribirlas caigan en mi recuerdo. Nada en concreto.

***

AHORA, en la marcha, camino de vuelta, toca bajar al abismo por la metáfora de su nido ocupado, por el camino de la cima hacia el desierto. Es difícil bajar de esta ensoñación, es peligroso, el coche se me puede caer abajo como una manzana madura a punto; yo tiro de frenos pero nada. Bueno sí, algo hacemos. Ya en carretera, con miranda pegado aún en los oídos y en la retina, miro por el retrovisor y le veo otra vez a él casi en la retirada lejanía de su imaginario. Y lo comprendo todo; ese pájaro atroz no va a venir nunca porque es él mismo, el águila de la leyenda, huidizo del tiempo que le persigue, devorador del hígado que luego vuelve a crecer y así una y otra vez. Miedo de sí mismo, de sus cosas de solitaria ave rapaz. Un mandado de Zeus. Miranda. O a lo mejor es un viejo lobo de mar. Pero otra vez el tiempo; otra vez miranda en el sonido fúnebre de un tono breve en un breve mensaje en el móvil. No hace mucho que terminamos aquella tertulia amiga y vuelve miranda en una urgencia de píxeles negros hasta el bolsillo de mi blue jeans; en tono y vibración de aviso, como si estuviera él mismo aquí golpeándome levemente para despertarme del letargo frío de esta tarde:


He de decirte que hace unos días, tras tu visita… “MI NIÑA LIS” murió el 17 de Marzo de 2014 al despuntar el alba, y eso me llena de rabia, y de incontenida soledad y pena. Tras un luto mental que me duró unos días (demasiado pocos), me atreví a escribir esto para romper a llorar y descargar todo mi amor envuelto en amorosa rabia. Quiero que incluyas mi “hasta luego LIS”. Fue su último deseo, quedar para siempre viva en el cyber espacio, viva mientras hubiera alguien leyendo este poema, para recordarla.

Para mi niña Lis miranda & bayto No quiero que me veas llorar porque eso nunca arregla nada, que a esta hora se tuerce la noche y no trae luz esta mañana. No mires cómo me ahogo en esta pena, triste de faltas sin esperas, y deja que me hunda un poco más en mi miseria. Quiero vaciar mis ojos de lo que los llena, dulce niña ahora de mis penas. Quiero que sepas, cuánto amor contigo te llevas. 17-18 y 19 de Marzo 2014

Sé que sabes cuánto amor te llevas, que lo sabes porque en mi mente vivirás hasta que yo muera, compartiendo cada cosa mala y las pocas que sin ti sean buenas. Al escribirte esto solo intentaba plasmar con letras lo que no sé rabiar ante ninguna presencia, porque sabes de sobra que mi pequeño corazón poco alberga, y aunque haya un hueco vacante sabes y sé, que después de ti no dejaré que nadie usurpe tu huella. El amor verdadero es la entrega incondicional y ciega, no abras los ojos, yo tampoco lo haré. 27 de Marzo 2014

Me gustaría arrancar de mi vida este sufrimiento y lo intento, pero no consigo hacerlo. Antes muero que olvidarte a ti, mi centro, mi clavo ardiendo, la excusa para seguir viviendo que ya no tengo, y lo intento, pero no puedo. 1 de abril de 2014



(Garven)

Pues sí. Me enrolé en eso del viaje a la Luna. Turismo espacial, plazas limitadas. El anuncio aquel de una franquicia de la Nasa o algo así. Te llevan y te traen por medio millón, pensión completa o un todo incluido por poco más; cien mil de señal y en Houston a las seis. Entre la droga, la familia engañada y un asunto de oro robado conseguí casi todo pero tuve que rematar con algo de Cofidís. Así que a las ocho, creo que de una madrugada de sábado, ya estaba yo dentro del cohete, ataviado con una escafandra plata con la bandera USA en la pechera y un casco de cristal con cosas y tubos, junto a ocho tipos y un par de matrimonios, gente bien de cualquier parte del mundo que se entendían en inglés. Yo, por supuesto, ni sabía inglés ni lo sigo sabiendo. Que les den. Eso subía a todo trapo y los pilotos, unos tipos arios que parecían gemelos de Bill Clinton, trabajaban los mandos con una naturalidad americana muy tranquilizante. Pronto vino la gravedad cero o casi. Entendí que debí haber leído el manual pre-viaje pues mientras los demás flotaban en un orden estudiado y simétrico, yo botaba sin control por las paredes de ese antro científico, hasta que otro pasajero, un tipo moreno y risueño, apretó no sé qué botón en mi cintura y me estabilizó enseguida. Le dí las gracias con un gesto de la mano y él reía tras el diáfano cristal de su casco. Me sentía mal, las vísceras nadaban por mi cuerpo como un protector de pantalla, di algunas arcadas y escupí bilis. Por los ventanucos se veía la Tierra ya lejana, grande, esférica y azul. Y al otro extremo una pelota pequeña y sucia de futbolín sobre fondo negro que era la Luna. Una azafata vino levitando con la merienda que yo no quise, me até al asiento y me dormí. Cuando desperté, la nave ya aterrizaba en el pantanal seco y blanco de la Luna. La gente bien manoteaba de felicidad y hacían cola en la puerta para salir al


satélite. A mí me ignoraban ante mi displicencia a ese inglés que yo no entendía. Con una gravedad casi cero que ya se ha dicho y como todo a cámara lenta, bajamos al suelo feo de la Luna. Aquello era un coñazo de polvo y cráteres, de piedras y cielo quemado, un desierto gris muy grande donde no muy lejos había un palo con una vieja y rígida bandera USA, por lo que pensé que quizás aquello del año 69 fue verdad. La gente bien bailaba el corro de la patata y yo me di una vuelta por allí. Demasiado cerca estaba la Tierra como otra gran Luna llena de azules y nubes. Un quebradero de cabeza enorme, iluminado. Una manualidad como de cartón pintado de azul y barnizado con alquil. El sol, que estaba detrás, era la bola enfadada y cegadora de siempre. Estuvimos un par de días o así. Un rato muy largo aguantándoles. Yo había venido aquí para quedarme y no regresar. Los pilotos urgían a la gente bien y organizaban ya el viaje de vuelta. Todos hacían cola para entrar en el trasto estelar. Yo no fui, me senté a lo moro junto a un cráter. Vino la azafata y me habló más o menos en castellano. ⎯Siñior, nos vamos ya, interestelar salida hasia la Tierra; de regreso, siñior. ⎯Yo no me voy, yo me quedo. ⎯No puede ser, siñior. ⎯Sí puede ser, yo he pagado, soy adulto y es mi responsabilidad. ⎯Vendrán comandantes tripulasión y llevado a la fuersa al siñior.

⎯Qué vengan (cogí una piedra lunar con el guante) y les reviento la pecera, una muerte horrible como en Desafío Total. La chica echó una carrerita espacial. Informó a los pilotos y éstos me miraron levantando los hombros. Se dijeron algo. La chica volvió en saltitos ágiles de Luna. ⎯Siñior, usted va a morir aquí si no regresa ahora. ⎯A eso he venido. ⎯Informaremos a la National Aeronautics, siñior. ⎯Informen ustedes, pero yo me quedo. Despegaron sin ruido, apenas una leve deflagración rosa en los propulsores o lo que fuesen aquellos grandes tubos metálicos. Y se fueron sin mí, persuadidos por mi empeño. Pensé en cuánto duraría el oxígeno y el avituallamiento químico y automático de la escafandra. Veía lucecitas y cifras en rojo a un lado del casco, a ras de la oreja izquierda que solo podrían ser adornos para mi corto entendimiento. Me di una vuelta por allí, pegué una patada a la bandera USA del


69 y quedó tendida en el suelo blando y polvoriento. Me dirigía hacia el famoso lado oscuro, presumiblemente otro coñazo pero con menos luz. Yo caminaba a blinquitos lentos, todo muy de astronauta que a mí no me divertía nada. Tras un rato andando por la plana grisalla de la Luna vi el fulgor de otra escafandra que se me acercaba. Yo, que creía estar solo para mucho aquí, vi cómo otra persona con un parecido uniforme de astronauta venía en carrera lenta y blanda hacia mí. Hacía aspavientos con el brazo izquierdo. Me paré para esperar. Era una mujer. Era ella. Era Gunila. Gunilla von Bismarck. ⎯Tú eres Gunila, la de la jet de Marbella. ⎯Sí, soy yo. Y tú eres español, por el acento. ⎯Sí, del centro concretamente, me llamo Garven. Nos dimos la mano guanteada con buen material aeronáutico. Gunila aún traía el turquesa del verano en los ojos y la tez morena, roja y vieja de la Marbella de los setenta. ⎯¿Qué haces aquí, Gunila? No te pierdes una, chica. ⎯Me aburría, Garven. Quiero morir en la Luna. Gunila hablaba como un mariscal alemán venido a menos que habla español, pero con un timbre blanco y roto de una mujer como Gunila. ⎯Yo también, Gunila; voy a morir cuando se gaste esto de la escafandra. Y me señalé en el pecho como si supiera que ahí estaba el corazón falso e informático del traje. ⎯Se va a gastar pronto, Garven. Yo sí me leí el manual del viaje, no te voy a decir cuándo pero tenemos que estar preparados; obviamente la mía durará menos. ⎯¿Cuándo has venido, Gunila? ⎯Vine con unos rusos, no hace mucho. Efectivamente, el traje de Gunila tenía otra bandera distinta en la pechera. Nos caímos bien, muy bien y descubrí en Gunila mi último amor exprés. Me senté a lo moro otra vez y Gunila recostó su cabeza en la almohada de mi pierna derecha. Yo tamborileaba con los dedos en el cristal del casco de Gunila. Mirábamos el mundo. ⎯Míralo, Gunila, qué cerca está. Creo que si me llamara mi madre desde el balcón, la oiría. ⎯Yo creo ver mi Marbella desde aquí, la espuma en el mar y en el vaso; y me da como un poco de pena.


La rubia Gunila era ya mayor pero aún estaba muy bien. ⎯Fíjate, Gunila, qué engrudo de agua, sangre, orujo, árboles, roca, telediarios, tiburones, coches, fútbol, yogures, democracias, muertos, esperanza, loterías, lágrimas, coños, festivales, serpientes, cristos, estados, hamburguesas, banderas, tetas, sida, teléfonos, hospitales, ruinas, libros, lefa, académicos, academias, saliva, nabos, caries, traición y mierda que es la Tierra. ⎯El mundo no era para nosotros, Garven. ⎯Ni la Luna tampoco, Gunila. ⎯Recuerdo mi infancia en Lauenburg y el bachillerato en Estocolmo. ⎯Y yo la mía en la luz de la Antequeruela, que era mi barrio. ⎯Gunila, ¿Qué hay en el lado oscuro de la Luna? ⎯Lo mismo que en éste, Garven. Sonó un pitido leve y prolongado, una alarma de muerte en la escafandra de Gunila. El carmín de su boca era ahora púrpura y funerario. Y sus ojos, abiertos y quietos, se hundían en un verde sucio de piscina dejada en invierno. Me puse a llorar como un niño. ⎯Me emociona ser tu último hombre, Gunila. Yo no sé cuánta batería le quedaba al corazón electrónico de mi traje, ni cómo corría el reloj en la Luna. Lo cierto es que hubiera deseado una perfecta sincronización suicida con Gunila. No soportaba velar la estela de su cuerpo inerte y astronauta, caído en la arena sin mar de la Luna. Envidiaba su viaje prematuro y verdadero. Así que busqué el astil metálico de la bandera USA en el suelo, miré con rabia la gran esfera añil de la Tierra y me golpeé varias veces en la careta de vidrio de mi casco. Rajó enseguida, y estalló en pequeños trocitos que volaban como pompas de jabón. Fue mi muerte una cosa con horribles estertores. Como en Desafío Total.


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UN BUEN TRATO (Candela Robles Abalos) EN la ventana del coche había tatuada la figura de una mano roja. El ambiente olía a orina, humo de cigarrillos y piel quemada. Pedazos de carne sanguinolenta yacían esparcidos en medio del freno y la aceleración. La palanca de cambio ¿hace falta decirlo? estaba empapada en sangre. Un par de dientes encima del compartimiento, debajo del cristal agrietado donde alguien tuvo aplastada su cabeza. Y eso sólo en la zona del conductor. Detrás el espejo mostraba una pierna cercenada. La cadenita de oro que sólo una adolescente muy frívola usaría. ⎯¿Y bien? –le preguntó el vendedor. Él encendió el motor. Sonó a la perfección al primer arranque. ⎯Me lo llevo.


PULGARCITA (cuento inspirado a partir de esta ilustración de AVO)

(Garven)

«Las cosas son así y ya está» Eso decía mi abuelo, creo. Así que el lector no se extrañe de que al rescatar yo de la papelera y desplegar (en un arrepentimiento de dos minutos) el borrador de un relato que escribí con lápiz en un folio, descubriera entre los pliegues a Pulgarcita, en bolas y tan pancha. Pulgarcita estaba allí, que si me descuido se me cae al suelo, desnuda y pequeñísima, recostada en la cuna de mi mano. ⎯Tú eres Pulgarcita, la del cuento. ⎯Sí señor, qué listo. Irónica y cachonda, Pulgarcita era una tía buena en escala 1:40, un exceso mínimo de belleza, sexo, senos de caída natural, un dedo de culo y un par de milímetros de coño. Todo dentro de esa aproximación de escala y medida que ya se ha dicho. Pulgarcita tenía algo de pornoestar en pantalla de smartphone o de un cromo de Beyoncé al desnudo o de Briggite Bardot en un llavero. Pulgarcita, mujer inédita ahora en mi pulgar, me contó que huía de ratas, arraclanes y pájaros. Así siempre, de florero a papelera y de teja a cenicero. Pulgarcita me dijo que tenía treinta años y buscaba un novio de seis centímetros, a lo mejor Garbancito. Pulgarcita hablaba mucho, lo hablaba todo y su voz era algo así como un politono agudo a bajo volumen. ⎯Si quieres puedo ser tu amiga, me llevas en el bolsillo de la pechera de tu camisa y te voy dirigiendo. ⎯A mí no hace falta que me dirijas, Pulgarcita.


Pulgarcita comía trocitos muy pequeños de mi vianda, bebía en un tapón, dormía al arrullo del ventilador de la cpu y cagaba, orinaba y menstruaba en trocitos de periódico. Pulgarcita se bañaba en un vasito de agua tibia que me pedía para la ocasión. Pulgarcita me ponía cachondo con todo esto de la convivencia por el lago azul de mi casa, y digo yo si no será esto pederastia pensar en el juguete erótico que podría serme Pulgarcita, esa mujer en pelotas de seis centímetros atusándose el pelo en el cristal de mi reloj de pulsera. Pulgarcita tenía un punto de genio y figura. ⎯Pulgarcita, voy a una manifestación en pro de la república para España. ⎯Qué bien, eso es de justicia poética pero en justicia social me temo que seguiríais como ahora. ⎯No seas literaria, Pulgarcita. Cuando acercaba una gran lupa al cuerpo de Pulgarcita, éste se aparecía ante mí con dimensiones casi reales, falsamente amatorio y penetrable por el truco de la lupa. ⎯Pulgarcita, vamos a tomar el Congreso. ⎯Fantástico, ponte tú al mando del nuevo gobierno revolucionario, lo vas a hacer muy bien. ⎯Qué cosas tienes, Pulgarcita. Cierto día Pulgarcita me tenía ya un poco harto. ⎯Pulgarcita, te voy a echar a las ratas. ⎯No tienes cojones. ⎯Pulgarcita, te tienes que ir. ⎯Eso ya lo sé. Ágil y como una amazona coleccionable, se me fue por la ventana entreabierta hacia el verano de la calle. A lo mejor a casa de otro. La eché de menos, arrugué y arrojé otra vez aquel papel primero donde la descubrí un día. En tres segundos la urgencia de recogerlo y desplegarlo con la esperanza del milagro de Pulgarcita. Pero nada más que el boceto gris de un cuento malo y mío. Me di la vuelta y me puse a llorar.


EL MARIDO DE LA EDETANA (Garven)

Verás: Cuando yo era un niño aún de parvulario, alguna vez me llevaba mi padre al Museo Arqueológico Nacional; es decir, la cárcel donde aun está presa mi mujer. Él, inconsciente de que a quien señalaba con su dedo diletante era a su nuera, me leía la falsa historia de mi amada escrita en los folletines explicativos de la exposición. Después de un rato, en el que papá miraba la piedra y yo a mi mujer, tiraba de mi bracito con un delicado forcejeo para continuar la visita y sacarme de mi abstracción, de mi arrobo, del dolor de verla en una vitrina. Después me guiaba hacia otras piezas de la historia, que a mí me daban igual y me lo siguen dando. Pasados los años y libre ya de mis tutores, decidí volar desde Aluche, la casa de mis padres, hasta Serrano, donde alquilé un cuchitril para vivir solo junto al presidio donde mi mujer lleva ya mucho o poco tiempo, al lado de mi obsesión calcárea donde todas las noches me deshago en terrones de lágrima preguntándome por qué dos esposos no pueden vivir juntos; qué argucia pudiera yo elaborar para habitar en la pertinacia de su recinto museístico. Pero he de conformarme con la cuota anual de un bono-visita al museo y el fulgor de verla todos los días en un horario efímero donde la sonrío, la recito, la adoro, hasta que en la hora implacable se apagan las luces y soy barrido por las escaleras hacia la calle gris. Así queda mi amada, sola e indeleble en la penumbra blanca de las luminarias de emergencia cuando cierran las galerías.


Mi vida, sé que abres lo ojos en la roca y me buscas, porque la noche es un cáliz negro de enamorados donde nosotros no bebemos juntos, no nos dejan, nos lo prohíbe este siglo donde yo he nacido y tú ya estabas. Ayer te toqué de nuevo, libré la escolta con la experiencia de tantos días, y juraría que estabas maleable, blanda, elástica de carne dormida; porque mi llanto no resbala por tu piedra clara, me absorbes amor mío, es lluvia en tierra seca, es renacimiento en bosque abrasado. Qué saben esos de tus ornamentos e historia, te han frivolizado con carnavales de arqueología, tú estás vestida de novia, himeneo prometido, fidelidad de milenios, engalanada desde nuestra boda donde tú y yo éramos dioses amarillos. Insolentes ellos, ¿por qué no puedo llevármela? qué mal hay en el amor de piedra y carne, si es mi mujer, si yo también seré petrificado en el grueso de la muerte en la escultura de la vida ¿no vale con eso? La muerte fraguó el barro de Adán, fue ella y no dios quién creó al hombre y después a mi edetana desnuda. Hoy he rebasado los límites mundanos del museo, he venido arreglado, trajeado, de negro, de novio ¿recuerdas?, avío de boda. Deliberadamente he descuidado la guardia y ebrio de amor te he besado, me has besado en la boca que es tu boca, que es una sola cosa preciosísima, ¡ah! qué candor, fruta fresca, piedra caliente y sangre, nuestros jardines perfumados; noche hermosa de día ¿verdad que has cerrado los ojos, que se te ha escapado un gemido, una súplica, un abrazo sin brazos? Lo he sentido en tu barro duro, cocido en el Génesis, hoguera para tanto hielo, diosa mía. No puedo liberarte, sé que es tan difícil como la faena de un bombero en el infierno. Me han detenido, esposado (ojalá contigo), llevado a la burocracia, a los folios, a los formularios, a los pecés y las impresoras, a los telediarios y a los teléfonos. Fue demasiado lo del beso ¿por qué? Flaqueado por dos guardias que tenían algo de funerarios, de cortesanos, que me cristianizan en un delincuente al uso, un dandy sinvergüenza. Me vetan, mi vida, ya no podré verte, quizás nunca; quieren dinero, una multa, una cárcel lejos de la tuya, yo pagaré todo, a lo mejor no pagaré nada porque no tengo nada, pero no poder visitarte; no, por ahí no paso; maldigo sus sentencias cortas y largas, inmutables, sanciones publicadas en el BOE, embargos. Hundo mi barro en su barro movedizo como perro hundido en el barro; qué saben ellos de nuestra universalidad; les grito diciéndoles que eres mi esposa y me llaman loco. «¿Qué castigo vais a darme por querer a una mujer?» lloro arena, fango, siglos, lucho contra ellos pero aún no soy fuerte roca como tú, mi amor. Un último giro para verte, no es posible, cercado estoy por un muro de curiosos que prefieren husmear en mi sufrimiento a ver tu belleza cósmica, se avergüenzan de mis voces; Madrid dice «otro tonto más». Ahora se me ha despejado el limo de sus caras displicentes con un torrencial de agua fría, quizás tú me lo has insuflado, cariño, tormenta de aire e ideas para lo nuestro. Si no puedo verte me mato. Sí, ya está ¡vaya planazo!. Es mi fin y nuestro comienzo, la muerte como escultora de todas las piedras, también de la mía, que yo soy material fácil y manejable, o sea, nuestra solución y nuestra eternidad, dama mía. Entonces río, carcajeo, bebo el aguardiente fingido de la tranquilidad y la policía me lleva del museo al ataúd. Creo que ese será el camino. Tú no dices nada. No sé, a lo mejor te disgusta. Muerte, amiga, esculpe mi calavera con tu cincel de hueso. Si ella no es carne sea yo piedra para mi esposa. Dejad que un azadón descubra accidentalmente mi estatua de siglos, y llevadme con ella al museo.



RESURRECCIÓN (miranda)

M

uere la noche mordiendo los ojos y quemando la garganta, se pierde otra ocasión de cambiar lo que nunca cambia. Se traga el horizonte la oscuridad que el amanecer trae cada mañana, cada noche hace lo mismo y así mata las ganas, cada ciclo hace un ciclo y nada cambia. Rompe ilusiones que juegan a las cartas, que pierden hasta el último hueso envuelto en un deseo que nunca escarmienta y se pelea enfrentándose a todo aquello que no le interesa, haciendo cara a lo que importa y desea, sucumbiendo a la sombra que tras tragarlo todo te devuelve más viejo y con menos fuerza. Diente gastado que engrana una maquina tan antigua que ya ni lo recuerda, no entiende por qué sigue dando vueltas, girando y girando como si nunca hubiera final en el sin fin de esta rueda. Sentado al borde de la tumba que cada noche me entierra, quiero saber cosas que no tienen respuesta, mi mente quiere encontrar algo y no lo encuentra, y en ocasiones aunque no sé y no quiero saber, mi mente, esquivando la prohibición, reza. Me agarro al clavo que sé que ni ardiendo me sujeta, me arropo con mi lápida de tela hasta los ojos por si el coco viene y me lleva, y dejo que el mundo funcione sin este diente gastado hasta que amanezca, no quiero despertar hasta que el horizonte y las calles estén puestas, porque sé, que con esta nueva resurrección, solo daré, otra vuelta.


SIEMPRE he sido muy albondiguillero, como todo el mundo; pero yo más. Tengo el hábito de hurgarme la nariz. Pero desde hace poco o mucho tiempo me saco cosas; según vengan las noticias de los telediarios o la programación de la Sexta o de la otra; según. Ayer, por ejemplo, saqué de mi nariz un excelentísimo féretro y la camiseta sudada de Roger Federer. Por supuesto que todo sale en tamaño moco, una cosa muy pequeña. Me tapo la cara con las manos y procuro que nadie me vea la torre del oro colgando cuando se me cae la vela. Así que generalmente tengo los bolsillos ocupados con cositas de actualidad. Mi novia piensa que las compro por ahí sin ton ni son. Hoy se lo he contado al médico, con miedo y reticencia, por si lo mío fuera un asunto grave y urgente. Pero el doctor me ha sorprendido: ⎯Doctor, creo que mi nariz genera cosas, no sé, como si fuera un milagro. Mire (me hurgué con el índice y le mostré el Santiago Bernabeu pegado en el dedo) El doctor asentía levemente y me escuchaba sin mirarme a los ojos. Sentado en su consulta blanca

sonreía tranquilo, como si esto no fuera ya nada nuevo. Después sacó un pañuelo supongo que del bolsillo de su bata verde, me miró (ahora sí) y dijo: ⎯Observe. Y se sonó la nariz. Una ruidosa pedorreta, insistente y con ligero esfuerzo. Estaba cargado. Después me mostró el pañuelo arrugado que sostenía en sus las manos. Había bastantes muñequitos uniformados y algunos caían botando en la mesa de la consulta. ⎯¿Lo ve? El Orfeón Donostiarra. Yo estaba confundido y a la vez satisfecho de ver lo mío en otro. Le pregunté si esto era malo, si había remedio, si éramos muchos, que yo creía que era el único, etcétera. Me dijo que no. ⎯No, hombre, no. Esto es la otorrinia, una gilipollez como una catedral. Es muy saludable y divertido ¿no le parece?. Y comenzó a reír y a carcajear. Tales eran las risotadas que le vino una tos cazallera y con soflama. Carraspeaba y escupía pequeños pianos, camiones y urnitas con votos rosas para el Senado y blancos para el Congreso que se le venían a la boca, cosas que caían de la mesa al suelo. A veces se ahogaba y tosía para después reír de nuevo, moqueaba pequeños Justins Biebers que se quitaba con la manga de la bata. Ni siquiera podía decir –siguiente- pues tal era su cachondeo. Con la mano hizo un gesto de despedida cuando salí, sin receta, de la consulta. Tras el diagnóstico tranquilizante del doctor hoy se lo he dicho a mi chica. La he enseñado un cuadrito del Greco pegado en mi meñique, parece el expolio o algo así. Y en un estornudo, de esos fortuitos y urgentes que no dan tiempo a cubrirse, le he puesto perdida la blusa con la nueva o la anterior temporada de Walking Dead. Ella no da crédito, porque ella moquea el fluido verde que todos conocéis. (Garven)


NUBES PASAJERAS (miranda)

LAS NUBES SE ANARANJEABAN en fila india según las atraía el horizonte hacia su más allá, cansadas de flotar sobre nuestras cabezas se marchaban a dormir donde ellas duermen. Tras ellas el frío pegado a su estela y la oscuridad persiguiéndolas con la luna asomando por el final de la cabalgata con su traje de lentejuelas. Las seis y media de la tarde nada más, se hace de noche tan temprano en invierno, que a mi edad lo relaciono como de joven no lo hacía, con el paso del tiempo. Se mira todo con otros ojos con el paso del tiempo y el peso de la experiencia, y me di cuenta, que el ecuador de mi vida lo traspasé hace muchos años sin darme cuenta, que como en un reloj de arena, el montón de abajo era mucho más grande que el que de arriba, caía mientras se iba desgranando. Me vi a mí mismo como el cronómetro de una bomba en su frenética resta, sin cables verdes que cortar, sin pilas ni baterías, solo una incesante cuenta hacia atrás. En el montón de tiempo que quedaba debajo solía pasar la mayor parte de mi tiempo, rebuscando entre los recuerdos, con la intención de no amontonar más, al solo vivir de ellos, haciendo un bucle por si así podía despistar a la muerte que no sabría encontrarme allí escondido. Con tantos años a mi espalda tampoco tenía una vida más interesante que la que quedó atrás. Pasábamos el rato aquí tendidos al sol, todo el tiempo que éste tardaba en acostarse y no ocurrían grandes cosas. Este secadero de arrugas y caderas rotas de tanto haber caminado y sonreído y llorado. Mi hogar, el lugar


que nunca pude imaginar sería mi última morada. Recuerdo cuando vi mi primera película de Tarzán siendo adolescente, en aquella aventura del rey de la selva salía el llamado cementerio de elefantes, donde los paquidermos viajaban enfermos y casi arrastrándose para morir, desde entonces siempre viajó conmigo la duda de saber donde daría con los huesos, en qué curva, en qué hospital. No me quitaba el sueño aquella duda, pero estuvo conmigo todo el tiempo, incluso llevando en este cementerio de elefantes una buena temporada, tardé tres años en darme cuenta de que ya había viajado hacia aquel lugar, dormía posiblemente sobre mi lápida todo ese tiempo, sin duda ya conocía de memoria las manchas de lo último que vería si abría los ojos antes de expirar, las manchas de humedad del techo, el raquítico fluorescente tembloroso, el contorno renegrido en la pared justo enfrente, donde antes hubo una tele tan antigua como yo, que se fue después del último telediario, pero antes de que yo dejara de verla. Aquel era mi nicho y hacia él me dirigía tras la cena e ingerir un puñado de confeti con amargo sabor, la verde sube la tensión, la blanca la baja, la roja el hierro y la azul vitaminas, la rosa un protector y la negra un disolvente para que toda esa pasta no me matara al cagarla. Éramos ciber-viejos con goteros, respiradores, sondas y marcapasos; todo enganchado a anticuadas sillas de ruedas, yo por fortuna aun podía mantener el equilibrio y andar casi con dignidad, con lenta dignidad. El pasillo a esas horas era la arteria principal del hogar, no era muy ancho y solo podían cruzarse dos en silla de ruedas y tres a la vez con goteros con soportes de ruedas. Caminé pasando la mano por el lomo de la barandilla pegada a la pared, sin prisa, pues nadie nos esperaba, y con paciencia al final cada uno conseguía abrirse paso hasta su tumba, pero yo me acercaba al salón de la televisión, desde que mi amada Grundig me abandonó no tenía ganas de gastar dinero en un televisor que seguramente me sobreviviría y así evitar la imagen que me venía a la cabeza de alguien arrancando de mi fría mano el mando a distancia mientras enrollaba los cables y se la llevaba a su cueva de ladrones. Me senté casi a oscuras, solo me pedían que no molestase a los demás con la luz ni con el volumen demasiado alto. Era lunes, a estas horas ponen una reposición de la ruleta de la fortuna matutina, pero la cadena que le habían dejado los celadores estaba equivocada, no era esa. Me levanté a por el mando pero tampoco estaba en su sitio, mire a un lado y a


otro de la salita y vi a oscuras una mano iluminada por el piloto verde de la salida de emergencias. Allí había alguien sentado y se había apoderado de uno de los mejores momentos de la noche, me chafaría mi ratito de evasión en el que imaginaba que aun seguía sentado en mi casa como amo y señor de mi vida y mi destino. No lo podía consentir, aunque fuera solo por antigüedad, debía hacer valer mis derechos de pernada con aquel mando a distancia. Sin hacer ruido me acerque hasta la butaca con orejeras y tras una pequeña evaluación de riesgos, no fuera un enfermero irritable y me arrebatara la posibilidad de volver a saltarme las normas cada noche para ver la tele, me puse delante de él, pues comprobé que llevaba unas zapatilla de felpa, la prueba absoluta de que se trataba de algún nuevo inquilino en el cementerio de elefantes. Me pareció que dormía y con sigilo alargue la mano para quitárselo, pero retiro la mano rápidamente, cosa que me asustó y a mi edad aquello ya era suficiente emoción después de haber cenado. ⎯¿Qué quieres?. Dijo llevándose el deseado artefacto al pecho. ⎯¿Quién eres?. Y su voz me trasladó al menos a cincuenta años en el tiempo. Me quedé parado, anestesiado por la fugaz ráfaga de recuerdos que me asediaban. ¿Sería ella?

⎯¿Te vas a quedar en medio sin decir nada o te vas a quitar? ¿Eres mudo o sordo? ⎯¿Selenio?... ¿Eres tú?. Apenas sin despegar mis labios para hablar, temblando y nervioso. Ella quedó en silencio, el tiempo en ocasiones es caprichoso y parece que pasan varios minutos en tan solo unos segundos. No contestaba, estaba claro que no era Selenio, pero tampoco me había dicho que me apartara, se mantenía en la sombra en absoluto silencio y yo decidí dar media vuelta, no quería molestar. ⎯¿Humberto? ¿Eres tú de verdad?. Mi corazón dio un bote tan fuerte que me pareció que la pila del marcapasos me había soltado una descarga vaciando todos sus voltios y repartiéndolos por todo el cuerpo. ⎯Soy yo Selenio, tu caballero de brillante armadura y valor inigualable, el mismo que te juró amor eterno ante el altar, y que pese a todo, nunca te dejó de amar. ⎯Lo siento… de verdad que lo siento, nunca debí haber dejado que me embaucaran de aquella forma, éramos tan jóvenes… teníamos toda la vida por delante y eso me asustaba, quería probar cosas nuevas, creía que no había vivido lo suficiente y que moriría si no escapaba de tu lado, pensaba que tras casarnos la aventura de la vida terminaría como terminan las princesas y los


príncipes en los cuentos de hadas, que tras darse el sí quiero, allí mismo terminaba siempre el cuento. Fui cobarde y me fugué con la primera posibilidad que se me cruzó, sin mirar atrás. ⎯Éramos jóvenes cierto… pero ese día envejecí todo lo que hasta entonces me mantenía con la piel tersa, mis ojos se hundieron ocultos tras estas gafas que ya nunca dejé de llevar. Mis manos se arrugaron y mi sonrisa se torció hacia el lado contrario, poco tiempo después las canas se aferraron a mi cabeza y de tanto llorar se me hicieron profundos surcos en la comisura de los ojos y de los labios. Te habías fugado con mi corazón y por ese motivo nunca volví a amar a una mujer y nunca me casé ni tuve hijos como teníamos planeado. En algún lugar quedó mi vida aparcada y nunca la volví a encontrar, y peor aún, no la busqué. ⎯Entiendo que me odies por lo que te hice, pero no sabía que hubiera sido tanto el mal que te causé, de haberlo sabido habría regresado, aunque solo fuera para pedirte perdón, para devolverte aquella vida que te robé y darte el corazón que sin querer me llevé. No podría decirte más veces cuanto lo siento, la vida que esperaba nunca apareció, los hombres que pasaron por mis manos nunca eran suficientes, en ninguno hallaba lo que buscaba porque tardé demasiado tiempo en darme cuenta de que lo que buscaba lo había dejado atrás, junto a ti… tú. ⎯No es necesario que me pidas perdón Selenio, todo este tiempo nunca te fuiste de mi lado. Todos los días pensaba en ti, a todas horas te buscaba entre la gente que pasaba por la calle, te buscaba en la tele, en todas partes, y te encontraba todas las noches en las fotos que de ti tenía, allí presa de mis pupilas y mi memoria, escondida en movimiento pero con la llama bien viva. No lamentes haber querido seguir un camino lejos de mí, a fin de cuentas, el destino aunque tarde, nos ha reunido. Me giré en dirección a la puerta y con paso lento pero digno abandoné poco a poco la sala de televisión. Cuando había recorrido una cuarta parte del pasillo su voz me detuvo. ⎯¿Adónde vas? – Le miré a la cara, seguía tan guapa como siempre, su melena morena no había perdido fuerza con el paso del tiempo, aunque su rostro


delataba que ese mismo tiempo que no pasaba para su pelo, nos había cobrado factura a ambos. ⎯Voy a dormir, la ruleta de la fortuna… ya ha terminado. Seguí andando y su voz me detuvo de nuevo. ⎯¿Mañana nos veremos… verdad? Con lágrimas en los ojos que se secaba con la manga del batín de guatiné rosa que llevaba puesto. ⎯Por supuesto, no te preocupes, ahora sé que lo pasado, pasado está, y que lo mismo, todo esto ha merecido la pena. Pero ahora debo acostarme, aun estoy en shock, debo descansar y asimilar esto tranquilamente, mañana nos vemos. ⎯Nunca deje de quererte Humberto, solo quería que lo supieras. Ya con la voz menos rota, Selenio agitó su mano en despedida y sonrió, metiéndose de nuevo en la salita de la TV. Aquella noche apenas dormí nada, tratando de ordenar todas las noticias que de ella me llegaban a través de amigos y conocidos, hilándolas con los recuerdos que nunca se habían borrado de los dos juntos, intentando componer una historia en la que ella nunca se fue y rellenando con lo que nunca nos pasó los cincuenta años vacíos que arrastré mi cuerpo por el mundo. Me desperté antes de que la luna se quitara su vestido negro con lentejuelas y vi como amanecía de nuevo el sol, el frío de la mañana llenó mis pulmones de valor y salí al pasillo con paso lento pero digno en busca de Selenio, quería volver a tenerla en mis brazos y besar su frente primorosa con el amor que la estaba guardando desde hacia tanto. Aquella mañana había algo más de tráfico en el pasillo de lo habitual, casi a empujones logré abrirme paso entre el tumulto. Un enfermero estaba ocupando casi todo el pasillo con una camilla y eso era lo que tenía taponada la avenida del colesterol en hora punta. Pregunté al que tenía delante que a qué venía ese alboroto, quejándome de que tendrían mejores horas para hacer lo que estuvieran haciendo. ⎯Ha caído uno esta noche, se lo están llevando ahora mismo… además ¿qué prisas tienes?. Me dijo indignado mientras enarbolaba agitando como un metálico estandarte el gotero. Primero sus dulces pies y tras ellos su dulce cara sin tapar del todo, era Selenio a la que se llevaban. No sé cuánto tiempo me quedé allí parado, agarrado a la barandilla del pasillo, intentando entender qué estaba pasando. Se fue, me volvió a abandonar, y yo me quedé, rellenando el tiempo que ya nunca volveríamos a pasar juntos.



EN EL CULO DEL MUNDO (Garven)

E

L abrazo de la tía Rosario me ahoga como el nudo de una anaconda. Saluda zalamera y me arroja en la frente mi soltería, incrédula de que a mis cuarenta añazos aún no rellene el nido de lozanos críos con una buena mujer. Ella me pregunta por mis padres y hermanos y yo le cuestiono cómo navega por su lánguida soledad sin encallar en la rutina. La tía enviudó pronto; en los anales de un imperio apócrifo de antiguas formas y patrones. Sus hijos, que son mis primos, fueron de los que estudiaron. Marcharon lejos al ladrillo de la gran capital. Así que la tía quedó sola en este lugar donde aún parece que hay metralla oxidada en el músculo herido de los hombres. Para ver a la tía Rosario hay que acercarse al monte, un monte último de hueso fósil entre cabelleras de jaras y enebrales con alopecias de arena y pedrisco. El cariño parental me hace visitarla en preparados viajes trimestrales más o menos. Ella lo agradece con una afectación ya de abuela, en cuanto abre la puerta untada con un viejo barniz marino que he golpeado levemente tres veces con los nudillos. Se me ha hecho tarde; hoy la tía está palabrera. Al sol se lo ha tragado ya la montaña y quiero volver a casa con las felices albricias de la tía. Me despide con otro abrazo acaudillado en mi cuello. Volveré por la ruta alternativa del monte, por esa raya del pelo en la gran cabeza negra de la montaña, que aunque larga y tardía, me atiborra de recuerdos. Mi doscientoscinco, mi rocín metálico está cargado de gasoil y quiere entrenarse por la serranía, él también parece pedírmelo. La Montaña, mastodonte del Génesis nacido muerto. Conozco desde chico el trayecto de este único camino. La angosta calzada es de una rancia cuesta arriba y de viejo asfaltado con rodera. Es de noche; la noche espesa del monte como cieno pantanoso. Voy despacio, escudriñando con precisión en las curvas de este carreterín y aferrado al volante del Peugeot que alumbra cosas de monte con sus amarillos ojos abiertos. El reflejo de una pandemia noctámbula del campo: Lechuzas y mochuelos; ginetas y gatos como muñecos de Jim Henson que desaparecen en lo espeso de una novela fantástica. Esta activa nocturnidad del monte y de animales ciegos de día. También la luz apuntada del coche proyecta encrespadas encinas y robles añejos, semejan autómatas que les duele el


estómago y, retorcidos, se amontonan en los márgenes preguntando por el centro de salud más cercano. Conozco este trecho, el coche sube, debiera bajar pronto ya por la extensión de la otra cara y marchar hacia mi casa. Pero es extraño, son las dos de la madrugada, se me hace pesado y algo tétrico, estoy conduciendo entre un reflejo mortecino de una flora pálida e incesante… pero no me he perdido, conozco la ruta… Me viene al pensamiento la caricia fría del miedo en dosis de cada cuarto de hora. El reloj dice que son las cuatro de la madrugada y aún respiramos monte, altura. Me pica una levedad de impaciencia, un pequeño mosquito cojonero en la cabeza. Enciendo la radio; susurros de sintonías felices muy lejanas, casi inaudibles, ruido que se pierde en la canturrela de la interferencia. Recuerdo mi mal hábito de dejar el móvil en casa y hago propósito de enmienda para futuras salidas. La calzada se deshace ahora en una zahorra suelta, tengo que aminorar la marcha y siento el masticado de la grava bajo el continuo y leve avance… no, no me he perdido… Hay una oscuridad acuciante que los faros de mi doscientoscinco corta a machetazos. Voy a apagar la radio. Sólo escucho el resuello del automóvil en ralentí, apenas acaricio el acelerador; cesó el continuo serrar música de los grillos o las cigarras o lo que sean esos bichos. Parecía no haber más vida animada que nuestro cauto rodar por aquel paraje inhóspito. Las cinco y aún en la espesura de arbustos afilados; ramas como pólipos cancerosos; reflectantes. No me he perdido… yo sólo seguía la exclusividad del camino que bien conozco, sin bifurcaciones posibles ni trochas ambiguas. La ruta me llevaría al enlace único de mi casa. Pero lo cierto es que el reloj marcaba ya las siete de la mañana, y ni un halo de claridad crepuscular… ¿por qué no amanecía? El trapo negro de la noche seguía allí, pegado en el cielo. No me he perdido… no insistáis, no puedo asumirlo, confío en mi raciocinio, en el encuentro del otro lado de este lado de la línea. Podría resignarme y dar la vuelta… pero soy tenaz… no insistáis, ¿y el día? ¿Por qué no amanece? No me digáis que aquí no hay algo raro. El coche comienza a cojear como un Platero herido. La calzada es ahora un erial agrietado como de barro y piedras, estrecho, difícil para cuatro ruedas de un pequeño turismo. Las motrices patinan; ahora el vehículo se estanca en esta trocha encenagada. La angustia y yo maniobramos con embrague, acelerador y movimientos rápidos de volante. El coche resuella, late. Las ruedas se clavan en este extraño espesor. Apago el motor, voy a respirar hondo… contar hasta diez, contar hasta cien. No me he perdido… lo podría jurar. Las nueve de la mañana y la oscuridad es absoluta; ¿qué le había ocurrido al sol?... ¿qué mala alucinación podría estar yo padeciendo?... A lo mejor es mi reloj, una avería del tiempo, una confusión de horas. No, soy consciente de lo que llevo aquí. Estoy templado y sereno, sé que no estoy dormido. Las preguntas alimentan mi taquicardia. Arranco de nuevo el motor del automóvil, enciendo las luces largas y vislumbro un extraño paraje de gelatinas quebradas; todo como


anémonas, pólipos, pliegues y moco rosa. Brilla todo porque todo parece mojado. Decido bajarme y caminar, qué otro remedio. Mis botas pisan unas extrañas piedras blandas y grises; grumos, enorme emplasto resbaladizo; avanzo torpemente sobre un suelo acolchado y una tufarada a mierda y orines me hace arrugar la cara. Hay un aire cálido y espeso, el gas de un pedo irrespirable. Un regato de no sé qué líquido nauseabundo me ha mojado los calcetines; me agarro a lo que a la luz de los faros parecerían retamas y matojos, pero son hebras cartilaginosas y elásticas con un reflectante brillo dorado, están muy calientes y manchan. Podría continuar pero voy a volver al refugio de mi automóvil, la arcada me obliga, la asfixia me apremia, sudo por el calor. Mi coche como un niño enfermo; el arrullo de su motor (único sonido que desafía a este silencio gigante). Me acoplo en el asiento, cierro la puerta, apago las luces. A lo mejor debiera dormir un rato. El motor se ha calado y son las tres de la tarde. A estas horas saldría de la oficina camino de casa. Estoy seguro que ya ha llamado el señor Marcelo preguntando mi ausencia. Extrañados, mis padres no habrán dormido, quizás hablaron con la tía Rosario, ella les habrá dicho que me despidió a eso de las diez de la noche. A lo mejor han denunciado ya. Vuelvo a bajarme y me ratifico fatalmente en esta diarrea negra. Viene una fugaz áurea que zarandea el extraño sembrado de filamentos, seguida de un hedor vomitivo que me asfixia otra vez, un horrísono cuesco me deja sordo por segundos. De nuevo, exhausto, me refugio en el coche. Tengo muchísima sed, es algo insoportable que no me deja pensar; pero no tengo agua; el coche sí, eso es… podría probar con la contenida en la cubeta del limpiaparabrisas; me tapo la nariz, contengo el aire en los pulmones, abro el capó, desprendo con dificultad la abrazadera y me bebo el agua rancia y caliente. Este suelo cáustico cubre ya los neumáticos casi en su totalidad. Una vez más esa emanación fétida seguida de un fragor in crescendo como de pedo gamberro, me ahoga; me enfada… pero me río un rato, los peos siempre tienen mucha gracia incluso en esta siniestra situación. El suelo ha temblado, se ha movido por segundos. Se ha contraído o dilatado. Yo no me he perdido… no me jodáis… no me creo que esto sea un cuadro de Óscar Domínguez o una rareza de Miguel Noguera. He roto este silencio negro con el llanto, no he podido ni he querido contenerme. Es un gimoteo con sofoco de recién nacido, con babas y mocos y gritos de impaciencia. Las lágrimas me gotean por la barbilla y se me cae la vela. Ahora el coche y yo nos hundimos aún más en esta cloaca del demonio. No voy a salir de él, será mi ataúd. Tengo pegamento en los pulmones, dificultad para respirar. Al olor se acostumbra uno


pero me ahogo en esta noche de noches, noche de ojete sucio, nostalgia de monte de día. Sonreís… puedo sentiros… Me repetís, machacones, el título de este relato, pero no creo que exista un lugar así. Yo no me he perdido. Reís de nuevo… yo también quiero reír con vosotros… por favor, ayudadme… venid a por mí… no creo en esa invención surrealista, ni en esotéricos cuentos de chamanes. Decidme que esto será una anécdota para contar mañana. … Al menos denunciadlo… os lo pido por favor… los equipos de búsqueda conocen bien esta zona extensa representada en todos los mapas. Ellos dirán: “se ha perdido…” pero os juro que yo no me he perdido… Miradme… me hundo en una oscuridad totalitaria… en un tránsito negro. Es cierto; es un agujero redondo que nos mueve ya, mediante contracciones definitivas, a modo de supositorio, camino de una caprichosa asimilación en una hedionda alberca de heces y jugos gástricos. Menos mal que la asfixia me apremia en un sueño inmediato, en un desmayo, en una muerte. A lo mejor, de la disolución no me entero. Quizá sea yo un tratamiento vía rectal para el mundo.


(miranda) SENTADO ANTE MI CUADERNO observo el alma de mi bolígrafo que llega a su infierno, apenas le quedan unos poemas entre su tinta que se reseca con el paso del tiempo. Pocas hojas para pocos intentos, vacío mi cabeza e intento verterlos, todos mis pensamientos para manchar los vacíos en blanco con lamentos en negro. Todo queda mudo comiendo silencios, queda quieto en movimiento, relleno las cuadriculas con temores a los que ya no temo, aplasto la punta del bolígrafo intentando apuñalarlas, con ganas de rendirme clamando venganza. Cierro mi cuaderno y con él cierro, lo que no tiene fronteras de distancia ni de tiempo, oculto mi mente a todo lo que es perpetuo y pasajero, y sello lo que callo con silencio. No quiero ya la palmadita en la espalda, dejé atrás el dolor de ser un extraño rodeado de medias intenciones atadas a medias palabras, atrás dejé lo que no me hace falta, que sé que necesito para seguir hundiendo en pasividad mi destino, pues con ayuda saco la cabeza y eso me hace alargar sin quererlo lo que sin pedirlo pido, sin gritarlo a pulmón lleno grito, anudo mis neuronas y las hago un revoltijo, chupo el bolígrafo para que vuelva al mundo de los vivos, lo caliento con el mechero y lo resucito, le saco la última lágrima para que escriba mi último estropicio. Lo entierro entre las hojas de mi cuaderno, y cubro con ellas su cuerpo hueco. Amén hermano, seguro que existe un cielo de los bolígrafos buenos, y un infierno.


GARVEN




S

in dudarlo un momento, sacó su estilográfica e hizo palanca en el cuadro de botones intentando arrancarlo, se cortó con el borde de la chapa doblada, pero merecía la pena. Se hizo un torniquete con la corbata que ya no necesitaría si el ascensor cumplía su misión de depositarlo en la maldita planta 36, por fin abrió un resquicio por donde introducir sus ansiosos dedos y se volvió a cortar... no importaba, eso no sería lo que le detuviera, un par de cortes a cambio de un sueldo de ejecutivo con llaves del lavabo vip, dietas, limousine con chofer, tarjeta de empresa... su sueño se esfumaba a cada corte y a cada planta que consumía aquel monstruo de insensible metal. Saco fuerzas de su cuerpo orondo moldeado a base de una vida sedentaria estricta, y arrancó el cuadro de cuajo cayendo sobre sus blandas posaderas. Entre el humo y la sangre y el poco tiempo de que disponía volvió a sacar fuerzas de donde no debía haberlas, metió la mano sin miramientos entre los cables humeantes y descojonó el ascensor que se detuvo de inmediato. Un ruido estridente precedido a una caída libre de 30 pisos... lo había conseguido, ya no podrían despedirlo, misión cumplida.

MISIÓN CUMPLIDA (miranda)


S

e dedicó a pulsar desesperadamente todos los botones por debajo del 36, pero parecían no entender sus deseos... y cuando iba a darle un puñetazo al cuadro luminoso se dio cuenta que no estaba sólo en el ascensor... -...Discúlpeme, señora... es que llevo un día de perros...Era una mujer atractiva y madura, pero no recordaba haberla visto nunca en las oficinas... -...me hago cargo...Aquella sonrisa le hizo olvidar por un momento la situación desesperada en la que se encontraba... pero el ascensor no se percató de ese mágico momento y continuó subiendo piso tras piso... - Al final voy a llegar a tiempo... - Pensó en voz alta... - A mí también me pasa lo mismo... - Le sorprendió la mujer con otra sonrisa. - Oh, perdone... en realidad no quería llegar a tiempo... ni siquiera quería que llegara... - Se sinceró...- ... pero parece que el destino siempre encuentra la forma de "jorobarte".La mujer le miró con ojos tristes y resignados... - Yo, por desgracia, he esperado demasiado tiempo pero, como dicen, nunca es tarde si la dicha es buena... - Esta vez fue él quien sonrió y ella correspondió agradecida.... El luminoso marcaba el piso 35, ya sólo unos segundos le separaban de su destino... cuando el ascensor se paró de repente... Vaya, esto mejora por momentos... - Después de todo no llegaría a tiempo para su despido, aunque eso ya no le reconfortaba. Las luces se apagaron, respondiendo las de emergencia enseguida. - No se preocupe, se darán cuenta y nos sacarán enseguida

de aquí... - Dijo ella tranquilamente. Su serenidad le sorprendió gratamente. - Bueno... estamos entre dos plantas y hay otros dos ascensores... quizás tarden más de lo que esperamos... - Los dos se miraron de frente durante unos segundos... - Una amiga mía siempre dice que hay que aprovechar en el momento las oportunidades que se presentan... Sintió que su corazón se aceleraba mientras mantenían la mirada unos segundos más... tras los cuales sus labios chocaron y sus brazos se entrelazaron de forma convulsiva sintiendo la necesidad uno del otro.. Ambos sabían que cuando salieran de aquel ascensor sus vidas cambiarían radicalmente, aunque ninguno sabía de la desgracia del otro... sólo sintieron esa necesidad de entregarse e hicieron el amor como si fuera lo último que hicieran en sus vidas... Unos segundos después de volver las luces el ascensor se puso en marcha y volvió a pararse, esta vez suavemente, en la planta 36... el destino ya estaba escrito. Aquella mujer tan hermosa se convertiría ese mismo día en la exmujer del jefe de personal del que, tan gratamente, recibió la carta de despido... y quién iba a decir que tiempo después esa mujer se convertiría en su esposa y amante. El destino siempre está escrito... aunque antes deba de "jorobarte" un poco... DESTINO FINAL (JP Martínez)


15

, 16,17......NOOOOO¡¡¡¡ no me puede pasar a mí , otra vez no, sólo fue

un "accidente"...... --23, 24, 25....... Además, había de sobra , nadie pudo notarlo , por un par de ellos... pero estaban allí, llamándome..... ---34, 35,36...37,38..... ¿¿???¿¿?? Algo no anda bien, no puede ser , arriba sólo está ...ÉL . Pero, pero, por un par de ellos no puede ser qué... -- ding. PLANTA 50. Un hombre de rostro afable , barba blanca , edad indefinida.... ---Hola Martín, te esperaba ..... --Jefe , yo..... lo siento --Ya te lo dije una vez........!!! Los donuts blancos del café no se tocan¡¡¡¡¡ Un día después, planta -16 --Buenos días Martín, bienvenido a tu nuevo puesto. Notarás algo más de calorcito que arriba , pero tampoco es tan diferente....buen horario (aunque se hace algo eterno a veces) , pero bueno...Y por cierto , allí tienes la máquina del café, la de bocadillos , y esos donuts..... bueno....no le toques el tridente a tu jefe nuevo..... PLANTA CINCUENTA Luis Omar


L

as posibles conjeturas para huir se amontonaban en su cabeza como los papeles en la mesa del interventor adjunto; podría encaramarse al cerco de la puerta metálica cuando ésta se abriese y esperar a que se cerraran de nuevo; pero era evidente que alguien llamó desde el 36 para desplazarse por los departamentos de la torre norte, descubriéndole en aquel momento. Decidió al fin rendirse. El amplio elevador le subía con un traqueteo liviano, como el que coge un pajarillo herido del suelo y se lo lleva hasta el pecho. Ya más tranquilo, se decía: “el trabajo no lo es todo… es mucho sí; pero no lo es todo… es más: no es nada”… y memorizaba su vida laboral pasada por los desguaces del sueño americano; un pasado insulso como las bebidas light; hasta que por fin parecía ser alguien en el World Trade Center. Pero ahora todo acabaría una vez más.

de la Central… desde hace tiempo se realizan reajustes y nuevos objetivos… los datos no son muy esclarecedores.. y los resultados no convencen a…

Como era de esperar el ascensor se detuvo en la treinta y seis. Soltó el aire contenido por la nariz posicionándose frente a las puertas metálicas como un reo al que van a fusilar. Éstas se abrieron despacio, y allí estaba plantado uno de los ejecutivos sorprendido con el encuentro -«¡García!... precisamente le buscábamos…¿le comentó algo la señora Dutrot?... Barry quiere verle ahora mismo, le espera en su despacho» No dijo nada. Se acercó con desgana hacia el despacho de John Barry. Desgarbado y resignándose abrió la puerta. Efectivamente, el cincuentón encargado de los recursos humanos le miraba por encima de sus gafitas de cerca. García, envalentonándose, golpeó primero: -«Aquí me tiene Sr. Barry. Me cesan ustedes en septiembre, como las vacaciones de los niños». Barry, con un gesto cordial y sin mirarle, pretendía excusarse:

-«Debería usted haberlo advertido… la indemnización será generosa sr. García…

-«Bueno chico, verás, esto no es decisión de esta oficina… todo viene

Las palabras adormecidas de Barry le sonaban como chicharras en verano; esa retahíla inocua y sin sentido sobraba sin duda. García depositaba la vista en el gran ventanal de vidrio que el directivo tenía a la espalda. La visión de la Gran Manzana era sobrecogedora. El magnífico Empire State que invitaba a la adoración; asomaba también la torre sur (colosal torre hermana) -«Cierto es también que rendimiento ha sido nimio… formación ya se hace escasa…

su su

Vislumbró una mancha alargada y volante entre los grandes rascacielos… un albatros; no; demasiado estático…

Aquello se acercaba… era un avión, sin duda alguna… un precioso avión de vuelo regular. -«García ¿me está escuchando? ¿García?...

usted

Venía veloz, majestuoso, ya muy cerca… un Boeing enorme como un gran tiburón blanco hambriento. -«García, sin rodeos: ESTÁ USTED DESPEDIDO. Le miró a los ojos, impávido… y sentenció: -«…NO. …Lo estamos todos, Sr. Barry. HERO (Garven)



“En el año 2069, la tierra se quedaba sin agua y sin recursos, la superpoblación tenia al planeta al límite de la regeneración, y en pocos años, la humanidad llegaría a la conclusión definitiva. La guerra era imprescindible para su propia supervivencia, unos dones tan admirados como la consciencia y la conciencia, luchaban a brazo partido con la lógica. Para sobrevivir, había que matar, y matar mucho.”


OTROS LUGARES

JP MartĂ­nez

REVISTA MINATURA http://minaturasoterrania-monelle.blogspot.com/


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