R/N. Revista de narrativa. Número 1, 2016. Relatos con ánimo de terror

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Revista de narrativa Relatos con ĂĄnimo de terror

NĂşm. 1 / 2016 1 ISSN 2605-3608


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R/N. Revista de narrativa Número 1 / 2016

ISSN 2605-3608 Relatos con ánimo de terror

Edición y prólogo José Eduardo Morales Moreno

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R/N. Revista de narrativa. Número 1. ISSN 2605-3608 Relatos con ánimo de terror Diciembre, 2016

Colegio San José Espinardo (Murcia) Edición, diseño y maquetación: José Eduardo Morales Moreno

Licencia Creative Commons Reconocimiento — No comercial — Sin obra derivada Usted es libre de: copiar, distribuir y comunicar públicamente esta obra o cualquiera de sus partes bajo las condiciones siguientes: Reconocimiento. Debe reconocer la autoría de los textos o de las ilustraciones y su procedencia. No comercial. No puede utilizar esta obra para fines comerciales. Sin obras derivadas. No se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta obra.

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ÍNDICE

Prólogo ....................................................................................... 9 Noctem, por Cayetano Bayona Pacheco ................................... 13 Los cinco nombres, por Javier Alarcón Guerrero..................... 19 La última noche, por Andrea Abellán Cartagena ..................... 27 Pesadilla…, por Beatriz Gallego Gutiérrez .............................. 31 Historia de un amor fantástico, por Nuria Durante Martínez .. 35 Angélica, por María Elena Fernández Pelluz ........................... 41 La máscara, por Salma Maestre Aitnaceur .............................. 47 Un viaje en Halloween, por Mireia Fuentes Quereda .............. 51 ¡No entréis ahí!, por Julia Hernández Egea ............................. 55 El día que deje de verte, por Gema Sánchez Hernández .......... 59

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Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan de noche. Edgar Allan Poe

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Prólogo

Para festejar de una forma adecuada el día de Halloween en las clases de Lengua y Literatura, en el Colegio San José animamos a los alumnos de Educación Secundaria a que escribiesen relatos de terror. De todos los que se presentaron en 3º y 4º de ESO, se ofrecen aquí diez que fueron publicados en el blog del colegio [http://colegiosanjose-espinardo.com/blog/] y que ahora se reúnen, en el mismo orden que se siguió entonces, para formar este libro bajo el título Relatos con ánimo de terror. El primer cuento, de Cayetano Bayona Pacheco, de 3º de ESO, bajo el título Noctem, se adentra en la atormentada vida de un niño que poco a poco va descubriendo el giro hacia las sombras que toma su existencia. El segundo lleva por título Los cinco nombres, y ha sido escrito por Javier Alarcón Guerrero, de 4º de ESO. Adentra al lector en la historia de un cazador de vampiros llamado Malroux Vados, en cuya aventura aparecen personajes como Voltaire, Karl Marx, Hitler, Genghis Khan y Napoleón. La última noche, de Andrea Abellán Cartagena, de 4º de ESO, nos arrastra al interior de una casa abandonada

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donde unos chicos entran para celebrar un cumpleaños jugando a la ouija, pero el juego se les va de las manos… El cuarto relato, de Beatriz Gallego Gutiérrez, de 3º de ESO, titulado Pesadilla…, nos sumerge en un mundo de delirios y de extrañas apariencias en el que algunos humanos intentan sobrevivir en medio de unas duras y difíciles circunstancias y acosados por unas terribles criaturas…, o eso parece, pero quién sabe… Historia de un amor fantástico, de Nuria Durante Martínez, de 4º de ESO, es el quinto cuento, y su protagonista, Pablo, es capaz de ver las cosas y los seres que le rodean desde una perspectiva muy distinta a la cotidiana. El sexto es un fantástico relato escrito por Elena Fernández Pelluz, de 3º de ESO, titulado Angélica: una niña, un diario, un pasado familiar un tanto inquietante y… un desenlace que hará que el lector abra los ojos más de lo habitual. A continuación, La máscara, de Salma Maestre Aitnaceur, de 4º de ESO, un magnífico relato acerca de Marcos, un chico que, quizá como castigo a una mala acción, quizá por mero azar, quizá atraído por alguna extraña fuerza, sufre una experiencia que erizará la piel del lector. La octava es una narración de Mireia Fuentes Quereda, de 3º de ESO, titulada Un viaje en Halloween, en la que asistimos al periplo de una chica que visita a su primo en Sevilla, sale con él y sus amigos la noche de Halloween y acaba comprobando que las apariencias engañan… ¿O no? El noveno relato, escrito por Julia Hernández Egea, de 3º de ESO, se titula ¡No entréis ahí!, y en él la narrado-

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ra cuenta, en primera persona, un suceso escalofriante que le ocurrió en una casa sin habitantes vivos. El día que deje de verte es el título del último relato, una narración de Gema Sánchez Hernández, de 4º de ESO, en la que asistimos a las terribles consecuencias de una fatídica maldición… El lector ya puede pasar la página y empezar a disfrutar de un rato cruelmente horroroso y angustiosamente pavoroso leyendo estos cuentos escritos con ánimo de terror… José Eduardo Morales Moreno Profesor de Lengua y Literatura

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Noctem CAYETANO BAYONA PACHECO

DÍA 1 Otra vez volvía a casa después de la academia de inglés un martes y otra vez notaba como si algo o alguien me estuviera persiguiendo, pero no lo podía ver; al llegar al coche donde mi madre me estaba esperando todo volvía a ser normal y no notaba nada. DÍA 2 Hoy lo he vuelto a notar pero después de las clases de baloncesto, es la primera vez que noto esto después de baloncesto. Me he dado más prisa en llegar al coche y al llegar, como los otros días, todo volvía a ser normal. DÍA 3 Esta vez lo he notado viniendo del colegio sobre las tres menos cuarto cuando iba andando a casa con mis amigos Tom y Michael, no se me ha ocurrido preguntarles porque pensarían que estoy loco. Al llegar a casa, todo normal.

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DÍA 4 Estoy empezando a tener un poco de miedo, después de llegar a casa lo he seguido notando hasta que me he ido a dormir. Pero en mi casa solo estamos mis padres y yo, nadie más (aparte de mi perro, Spyke). Se lo he dicho a mis padres pero me han dicho que seguramente sería mi imaginación…, pero yo lo noto. DÍA 5 Hoy ha sido en el colegio, en plena clase de teatro, como si algo me estuviera mirando desde el fondo. Se lo he vuelto a decir a mis padres y me van a llevar a un psicólogo. DÍA 6 Vamos al psicólogo por la tarde; no sé qué decirle ni si me creerá. Seguramente diga que sufro esquizofrenia o algo así. —Muy bien, Arnold, ¿no? Yo soy la sicóloga Andy pero me puedes llamar And. Muy bien, aquí dice que piensas que alguien te persigue. Vale, dime cómo te sientes cuando te pasa eso. —Me empiezo a asustar y a tener miedo, cuando vuelvo a casa ya no me pasa nada. Es algo muy raro. Después la sicóloga se quedó hablando con mis padres. No lo pude oír muy bien pero creo que dijo que necesitaba dormir y era normal en niños de mi edad. También oí que iban a llamar al colegio para que no fuera du-

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rante una semana. Esto último me gustaba, pero sé que lo que sentía no era por el cansancio. DÍA 7 Hoy es lunes y no voy a ir al colegio por lo de la sicóloga. He decidido que voy a sacar a Spyke a pasear y así me despejaré. Spyke estaba tan feliz como siempre cuando lo saco a pasear, estábamos haciendo la misma ruta de todos los días. Todo normal. Pero, de repente, todo el cielo se nubló y me encontré solo en la calle. Spyke había desparecido y no sabía dónde estaba, como en una pesadilla. Al final del camino pude divisar una sombra humana y le iba a pedir ayuda cuando se nubló del todo y no pude ver nada más. Me desperté en el hospital; estaba en una camilla, mis padres a mi lado y un montón de gente pasando para un lado y para otro con otros pacientes. —Te encontramos en el suelo cuando paseabas a Spyke. Te habías desmayado— me dijo mi padre. El médico de urgencias dijo que aún no me podía ir a casa, tendría que pasar la noche en el hospital y mis padres se podrían quedar a hacerme compañía también. Ya era de noche y mis padres dormían en un sofá que había al lado de mi cama. Todo el hospital estaba en silencio y solo yo estaba despierto. Oí unos ruidos y pensé que era alguna enfermera, a los cinco minutos me volví a dormir. Me desperté otra vez más tarde y nada más abrir los ojos vi una sombra gigante a la que solo se le podían distinguir unos ojos blancos como perlas que me miraban fijamente desde el final del pasillo. Me entró el pánico

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pero no dije nada por miedo, entonces encendí la luz y ya no había nada. Todos seguían durmiendo y al cabo de pocos minutos me dormí otra vez. A la mañana siguiente ya me estaban dando el alta para volver a casa a la hora de comer. Al llegar a casa Spyke me recibió con los brazos abiertos y con la correa en la boca, pero no fui yo el que lo sacó a pasear; fue mi padre, por si me pasaba lo mismo otra vez. A lo largo de lo que quedaba de semana todo era normal, sin sombras ni nada, y pensamos que al próximo lunes ya podría ir al colegio. El lunes fui al colegio y no pasó nada, solo que se produjo un pequeño cambio en mi vida. Decidí dejar mi diario; era muy pesado tener que estar escribiendo ahí cada día. Pero eso no indica que no lo tirara. Esa misma tarde, después de hacer todos los deberes saqué a pasear a Spyke y conocí a más gente de la urbanización que no sabía ni que vivía aquí. Incluso pasé por una tienda que había por la zona y me compré un atrapasueños. Se estaba haciendo de noche, volví a casa, cené y me fui a la cama. Puse el atrapasueños encima de la mesilla de noche y me fui a dormir. Otra vez me desperté a mitad de la noche y vi la misma sombra del hospital pero a pocos pasos de mi cama. Estaba mirándome con esos ojos blancos sin vida, parecía que no podía acercarse a mí a más de dos metros por el atrapasueños. Cogí el atrapasueños con todas mis fuerzas y no se me ocurrió otra cosa que preguntarle: —¿Quién eres y qué quieres de mí? —…

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No dijo nada y desapareció. Después de eso no pude dormir en toda la noche. Al día siguiente cuando iba por el pasillo para decírselo a mis padres algo me puso la zancadilla y me caí. Miré para atrás pero no había nada, volví a mirar para adelante y encontré una nota en el suelo. En ella se distinguía: SHHHHHHHHH… Pasé de eso y entré en la habitación principal pero no había nadie, busqué por toda la casa pero seguía sin haber nadie. Pensé que se habrían ido a trabajar y a correr, en esos momentos no me sentía bien en casa y decidí sacar a Spyke para relajarme, pero esta vez lo llevé por una ruta distinta. A mitad de camino noté que me estaba volviendo a marear y todo se ponía nubloso y caí al suelo; antes de perder el conocimiento del todo vi una sombra con una capucha negra, un papel y una especie de palo largo, me miró y después se fue corriendo. Me desperté en una habitación negra con un pasillo y una puerta al final, me dirigí hacia la puerta, la abrí y todo estaba vacío y negro. Entonces apareció la sombra que me había estado acosando todos esos días detrás de mí. Me empujó al vacío y cuando estaba cayendo todos mis recuerdos pasaban por delante de mí. Al caer del todo perdí el conocimiento y me desperté delante de esa sombra, mirándome otra vez. De repente abrió su enorme boca y una sombra salió de ella y se metió en mí, condenándome a ser yo una sombra y a hacer su trabajo para que ella fuera libre. Desde ese momento sigo a la gente por la calle como si fuera su sombra pero sin que me vean, o los miro cómo duermen desde encima, en el techo de la habitación. Porque los monstruos de la noche no se esconden debajo de la

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cama; no, a ellos les gusta que los veas bien, asĂ­ que te miran desde la puerta o estĂĄn encima de ti.

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Los cinco nombres JAVIER ALARCÓN GUERRERO

Érase una vez hacia el año 1789, en una pequeña villa devastada por la funesta sangría de la Revolución Francesa, una mujer de aspecto lúgubre paseaba cuidadosamente camino del centro médico ubicado en el suroeste de la ciudad cuando de repente aparecieron de la nada un conjunto de hombres cubiertos de sangre dispuestos a atacar a la dama, pero ocurrió algo inesperado: desde un callejón oscuro dominado por las tinieblas salió un hombre uniformado, el cual despellejó tras unas décimas de segundo a los malhechores. La mujer presa del pánico y la agonía decidió huir apresurada pensando que quería asesinarla como hizo anteriormente con ellos, pero la presunta bestia (hombre) se lanzó hacia ella exacerbado por la sed de sangre, y le mordió en el cuello (concretamente en la carótida), la mujer quedó desangrada y el hombre huyó. Minutos más tarde, la mujer con agonía y sufrimiento padeció un fuerte dolor en su interior, dio a luz un pequeño y anoréxico varón cuyo rostro infame y tenue envolvía el lugar en un aura de terror y sufrimiento eterno. Ella no pudo resistir el inmenso dolor y falleció posteriormente, aunque el médico que atendió a la mujer días después para examinar su metabolismo y llegar a una conclusión —ya que esa muerte resultó ser un poco ilógica

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puesto que dio a luz cuando el varón llevaba en su vientre seis meses— encontró que sus incisivos y colmillos resultaban estar un tanto “desarrollados”. Pero lo dejó pasar y arrojaron el cuerpo a una fosa común. Tras varias semanas, los occisos, como era de esperar, estaban descompuestos, excepto el de la mujer, que permanecía pálido y frívolo. Pocos años antes un bebé desolado fue recogido por una familia de campesinos numerosa, en la que creció y se alimentó. Poco a poco, la familia se dio cuenta de que el niño crecía a una velocidad descomunal (un año era como tres para él), además de la fuerza que poseía y su agilidad. Pasaron los años, y a la edad de ocho era capaz de escalar ágilmente y de partir un trozo de madera como un juguete un niño común de su edad. Un día, le entró sed de sangre y decidió sin piedad aniquilar y mutilar a toda su familia, con la que había convivido hasta entonces, pero no pudo saciarla aun así, por lo que vagó por los oscuros callejones y rondaba de noche calmando su sed y convirtiendo a un alto porcentaje de sus víctimas en bestias parecidas a él. Así fue como se inició la llamada hermandad vampírica causante del inicio de la Revolución Francesa. Una de sus víctimas fue esa mujer. Se proclamó líder de dicha hermandad, la cual era cada vez más numerosa y por lo tanto más peligrosa. El niño de seis meses murió a causa de su nacimiento prematuro minutos después. Pero ahí no terminó, su cuerpo quedó en estado similar al de la madre, y no se descompuso, sino que resurgió con dieciocho años debido a una extraña anomalía patógena adquirida que le dejó una marca notable en el rostro.

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Desde entonces, este niño convertido en hombre y con una fuerza y agilidad descomunal, se dedicó a dar caza a los de su propia especie, se convirtió en el séptimo cazador de vampiros, por detrás de Napoleón Bonaparte, Alejandro Magno y otros generales que llevaron una segunda vida. Su nombre fue Malraux Vados, apodado “El Malvado”. Pero antes de eso, a la edad de veinte años comenzó su formación autodidacta como cazador: además de sus dones naturales, adquirió una maestría con cualquier arma blanca, no fue tan solo una formación física sino intelectual también, ya que debía conocer los puntos débiles de sus adversarios. Al finalizar su formación se dedicó a rastrear y exterminar a cualquier vampiro. Su lista de bajas era incontable, pero le faltaban cinco nombres que tachar, si no esa lista sería inepta e incompleta, pues estos eran los más importantes. Al iniciarse el imperio de Napoleón, este dejó de lado su caza y, por lo tanto, su vínculo con la hermandad de cazadores. La hermandad no fue la única que se dio cuenta de tal desacato, los vampiros aprovecharon la debilidad de Napoleón tras la batalla con Rusia para atacarlo y así convertirlo en uno de ellos. Y tras la transfiguración se convirtió en el nuevo líder de los “chupasangre”. El Malvado no lo pasó por alto, puesto que este era el primer nombre de sus cinco restantes. Acaecía el crepúsculo en las sombrías calles de París, Napoleón como cada noche salía de cinegética para saciar su sed y ampliar su número de adeptos. Pero mientras se preparaba para tal sangría, no se percató de que su óbito llegaría desde su habitación. Tras una sangrienta lucha en su habitación, el Malvado le segó la cabeza y

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mutiló su cuerpo, posteriormente lo colgó en la parte central de la mansión como señal para los demás vampiros. Con ello finalizó el imperio sangriento y funesto de Napoleón Bonaparte. El siguiente objetivo fue el general Genghis Khan, que apareció tras un inmenso periodo de soterramiento transfigurado en uno de los más temibles vampiros. Las causas de su transformación se desconocen, unos decían que desde su última batalla no volvió a ser el mismo, otros que presa del pánico huyó, pero lo que sí fue innegable es que su sed de sangre era voraz e increíblemente insaciable. Hacia 1832, el Malvado halló el lugar de cacería frecuente de Genghis ubicado en el actual El Cairo, pero darle caza fue un error. Tras la emboscada, Genghis se libró y le atacó con una violencia impregnada de odio, la batalla finalizó en lo alto de una esfinge con el Malvado herido y Genghis exterminado, lo único que encontraron de él (si es que alguien le buscó), fueron dos dedos. Tras las inminentes muertes y separación de la hermandad vampírica, los vampiros redujeron su radio de acción y quedaron sometidos al poder filosófico de la época y la reducción de sus miembros, lo que los mantuvo alejados durante bastante tiempo. Su época de apogeo llegó hacia 1896, impulsado por su líder Karl Max, convertido tras la conferencia filosófica de 1879. El Malévolo cayó enfermo y se debilitó debido a la prolongada ausencia accionaria de los vampiros. Con la edad de 700 años, repudió los nombres restantes y su hijo, llamado Voltaire, fue el encargado de proseguir con la lista incompleta. A la edad de nueve años comenzó su adiestramiento fomentado e impartido por su

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padre. Lo acabó cuatro años después, consiguió superar a su padre en cuanto a habilidad, y su maestría era celestial. Compatibilizó su vida de cazador con los estudios filosóficos. A principios del siglo XX, Voltaire comenzó su caza contra Karl; durante los años de juventud de Voltaire, la hermandad de cazadores fue adquiriendo nuevos seguidores para dar caza a Karl, pero ninguno consiguió detenerlo, incluso se mencionó que este había adornado su estancia con las cabezas de los cazadores. Karl siguió transformando a pueblos enteros junto con sus adeptos, y la hermandad vampírica se hizo tan numerosa que no quedó desapercibida para el resto de la sociedad. Muchos lo encubrieron mencionando que sería la segunda propagación de la peste bubónica, pero no. Sobre 1914, Voltaire emprendió la caza contra Karl, este escogió como lugar estratégico la antigua Prusia, en la que acaeció una de las batallas más importantes y desapercibidas de la historia, la llamada Guerra Filosófica. Esta contienda enfrentó a la hermandad de cazadores, acaudillada bajo el mando de Voltaire, y a la hermandad vampírica, liderada por el autoproclamado rey de Prusia, Karl Max. La victoria le correspondió a Voltaire, que exterminó a todo el ejército vampiro y a Karl con él. Solo unos poco consiguieron huir, por lo que la hermandad vampírica resistió. Después de la batalla, la sociedad volvió a la normalidad, y Voltaire dejó a un lado la lista, se consagró a fomentar la creación de parlamentos que limitaban a los reyes. Pero aún resoplaba el sufragio con aires aciagos procedentes de la hermandad para inmolar a los dos nombres restantes. Hacia 1938, en plena cúspide y expansión

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territorial de Alemania, destacó sobre los demás Adolf Hitler. Tras el auge alemán, Hitler se resguardó en un búnker presa del pánico, ya que últimamente oteaba a gente extraña merodeando por los alrededores, y cada noche desaparecía gran parte de la guarnición. La noche traía consigo óbito y lobreguez. Los vampiros consiguieron entra en el búnker y masacraron a Hitler, años después resurgió con el sobrenombre de Vlad. La hermandad encomendó a Voltaire que acabara con él, y así fue. Vlad se escudó en un lugar estratégico en la frontera de Francia. Pero Voltaire lo localizó y lo exterminó vorazmente sin que tuviera tiempo de reaccionar. Mas con ello no se daba por zanjada la lista, todavía quedaba un nombre, pero cuál sería… La hermandad se había reducido a un número ínfimo de miembros. Con el paso del tiempo los vampiros se dieron por extinguidos, pero aún quedaba una sociedad reducida difícil de percibir. A finales del siglo XX, concretamente en 1989, en Bruselas, Bélgica, toda la hermandad junto con Voltaire y el Malvado perseguían al último vampiro llamado Sophiane, este fue el causante del deceso de la madre del Malvado y del destino de sus vidas. Estos lo persiguieron hasta la azotea del edificio ETREUM, y Sophiane, acorralado, pidió clemencia, acto seguido Voltaire segó el cuello de su padre, quedando expulsado de la hermandad y sentenciado a muerte. Voltaire se unió a Sophiane y juntos derrocaron la hermandad de cazadores. Todos los votos y juramentos que realizó se desecharon entre la historia mundial adver-

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sa, todo quedó en el olvido. Un impulso bastó para sentenciar a una hermandad anacrónica. ¿Qué pasó con el futuro de la humanidad? ¿Y con la descendencia vampírica? CONTINUARÁ…

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La última noche ANDREA ABELLÁN CARTAGENA

Esta es la típica historia que mis nietos contarán a sus nietos, y así sucesivamente. Todo comenzó en mi decimoséptimo cumpleaños, el cual me gustaría olvidar. Mi grupo de amigos, formado por Sara, Ana, Pablo y Pedro, decidió celebrar mi cumpleaños en una mansión abandonada a las afueras de mi pueblo, a pesar de estar abandonada estaba en muy buenas condiciones, cerca del bosque, un sitio donde a nadie en su sano juicio se le ocurriría ir. Y no solo íbamos a ir a una mansión solitaria a pasar la noche, sino que además íbamos a jugar a ese juego tan famoso en el que hablas con espíritus, sí, estoy hablando de la ouija. Lo que nosotros no sabíamos es que en esa casa había habido una masacre y que los espíritus atormentados iban a tomar su venganza contra nosotros a pesar de no ser culpables de sus muertes. Decidimos dividirnos en grupos para investigar la casa: Sara y Pablo irían explorando la planta baja, Ana y Pedro la planta superior y, por último, Marcos, es decir, yo, iría a examinar el desván, que según Sara, la chica amante de las historias de miedo, sería el mejor sitio para llevar nuestro “juego” a cabo.

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Cuando llegué al desván e intenté abrir la puerta me di cuenta de que necesitaba una llave, que posiblemente sería la que estaba en la lámpara del techo colgada, pero era imposible cogerla. Avisé a mis amigos y les dije que no podíamos entrar así que decidimos empezar el juego en el comedor. Sacamos el tablero, colocamos nuestros dedos sobre el tablero y debíamos preguntar: “¿Hay alguien ahí?”. Al instante se apagaron las luces de la sala y a los pocos segundos se volvieron a encender, sentía como si hubiese alguien esperando al acecho para que me girase, verle una sonrisa en el rostro y matarme sin pensárselo dos veces. Cuando se encendieron las luces nuestros dedos estaban en el SÍ del tablero, efectivamente había algo ahí. Algo dispuesto a que pasásemos un increíble rato. Mi amiga Sara preguntó qué nos haría y el tablero se movió hasta deletrear la palabra m-o-r-i-r, todos nos asustamos, excepto Pablo, que se levantó del suelo y empezó a gritar que todo esto era una broma y se fue a la entrada dispuesto a abrir la puerta, cuando un ente lo agarró de la cabeza y se la estampó contra el techo, viendo nosotros así cómo se le abría la cabeza, dejando ver a simple vista sus sesos, como si estuviésemos viendo el cuerpo de un muerto, pero en cambio este muerto era nuestro amigo. Mis amigos comenzaron a llorar mientras yo me quedé sin saber muy bien qué hacer con los sentimientos que estaba viviendo por primera vez en mi vida. “No seáis como vuestro amigo, aunque aun así os torturaré hasta la muerte”, dijo el espíritu.

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Mi amiga Ana estaba muy enfadada, así que le preguntó al espíritu si había alguna forma de salir de la mansión con vida, a lo que este respondió: “Saldréis si en el desván conseguís evitar las trampas que causarán vuestra futura muerte, es un juego, un juego que jugaréis en la última noche de vuestras vidas”. En el momento en el que dejó de hablar apareció la llave en el tablero, la llave del desván, la que nos llevaría a nuestro destino final. Llegamos a donde estaba el desván y al entrar a la habitación vimos que todo estaba cubierto de sangre, una sangre reciente. La sala estaba iluminada con unas luces rojas y había cuatro pruebas, una para cada uno de nosotros, en cada una de las pruebas ponía nuestros nombres y una pregunta, y si no la acertábamos moriríamos. El fin de estas preguntas, según un cartel que había en frente, era que hacernos ver si de verdad nuestra amistad era como creíamos, sacando a la luz lo que pensábamos acerca de cada uno para odiarnos en el lecho de nuestra muerte. La primera pregunta fue para Ana. “¿Ana, por qué le contabas los secretos de Sara a todos los del instituto?”. Sara no dejaba de mirar a Ana sorprendida, no se esperaba esto; Ana, mientras, lo negaba todo, hasta que de repente apareció un cuchillo de la nada y se le clavó a Ana en su corazón. “Esto te pasa por engañar a tu mejor amiga. Siguiente”. Me di cuenta de que solo quería que nos enfadáramos para no darnos cuenta de la situación y así…

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Le tocó el turno a Pedro, el cual se negó a contestar a todas las preguntas y apareció un hacha de la nada y le cortó la cabeza. Solo quedábamos Sara y yo, por muy raro que parezca yo no estaba llorando, no sabía ni cómo me sentía, mientras que Sara no dejaba de llorar. “Muy bien, solo quedáis vosotros. Sara, ¿por qué decidiste inventarte todo eso de que Pablo era gay para no aceptar que él te había rechazado?”. Sara no respondió y solo seguía llorando, por lo que el espíritu le susurró en el oído si estaba lista, y al minuto desapareció. Solo quedaba yo, todos mis amigos estaban muertos, estaba solo, salí del desván corriendo y al llegar a la entrada apareció una foto de todos mis amigos conmigo, y una nota. En ella ponía: “Gracias por jugar, sé feliz”. Y se abrió la puerta ante mis narices. Después de eso, estuve yendo a un psiquiátrico porque todo el mundo decía que estaba loco, aquel día lo recuerdo y siempre lo recordaré como la última noche de mi vida antes de desmoronarse.

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Pesadilla… BEATRIZ GALLEGO GUTIÉRREZ

—Mamá te pido perdón, sabes que soy muy impulsiva y no me he controlado. —Aira, no puedes vivir de perdones y losientos. Con 16 años eres suficientemente mayor para asumir tus errores… Mientras mi madre me da una charla sobre el autocontrol, me siento en el sofá, porque sé que va para largo, y me quedo durmiendo.  —Aira, corre, no te puedes quedar ahí parada. ¡Están llegando! —No sé qué hacer, me he bloqueado, la pistola no tiene balas. Tengo que recargarla, Jane. Rápidamente me tira un cartucho de balas. Cojo la pistola y la recargo. Tengo que ser rápida, porque ellos no tienen piedad. Sí, ellos. Esas personas que se criaron en el bosque desde hace más de cinco generaciones. Tienen poderes sobrenaturales, pueden controlar el aire, el agua, la luna y a las personas. Conocen con la palma de su mano todos los ríos, lagos, montañas y escondites desde esta tierra hasta el horizonte. Ellos se hacen llamar Humus Nocturnus. Nombre que significa suelo nocturno, un jue-

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go de palabras, dueños de todo lo que tiene que ver con la Tierra y con la Noche. Nosotros sin embargo no tenemos poderes, solo somos un pequeño grupo de humanos que intentamos sobrevivir en una tierra extraña, una tierra a la que fuimos enviados para ver si la especie humana podía conseguir poderes y adaptarse a este hábitat. Un hábitat en el que nada es lo que parece, no todo lo bueno es bueno, ni todo lo malo, malo. Puedes ver una flor o una mariposa sin saber que solo con rozarla enfermarás o, lo que es mucho peor, morirás. Todo es vegetación, agua y nieve. En este lugar solo puedes fiarte de tus instintos, de tus compañeros y de tus armas. Y es que aquí uno no tiene valores ni principios, todo se basa en querer seguir vivo o no. Cada año vienen dos personas nuevas, un chico y una chica. Los traen con lo último que llevan cuando se acuestan. Por mi experiencia después de tres años, puedo asegurar que al principio no sabes distinguir lo que es real de lo que no; pero al pasar los meses te das cuenta de que debes espabilar y aprender a vivir aquí.  Me quedo mirando una mariquita blanca, pura y limpia que se acerca a mí. Solo las puedes ver una vez al año, cuando llegan los transportadores para dejar a los nuevos supervivientes. Como recompensa por haber aguantado un año más, nos dan comida, agua y unas cuantas armas. Para saber si nos merecemos estos “regalos”, nos hacen pasar por unas pruebas. Tienen que ver si hemos aprendido algo en un año. Hay cuatro pruebas, si no supe-

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ras una, mueres. No hay más rodeos. Hemos perdido a varios compañeros. Actualmente somos trescientas cincuenta y ocho personas, cada año mueren cincuenta. No todos son jóvenes, también hay adultos y viejos. La primera prueba es intelectual, te preguntan cuántas plantas, animales y Humus Nocturnus has visto, y cómo luchar contra ellos. Todo el mundo pasa la primera prueba. La segunda es de caza. Tienes que cazar el máximo número de animales, pero de noche. Cuando no sabes si lo que pisas es humano o no, no sabes a qué te enfrentas, si es más fuerte que tú… Vas a ciegas. Aunque esta prueba da mucho miedo, la peor es la tercera. La tercera prueba consta del dolor emocional que puedes soportar. Contemplas a tu familia (a la que no has vuelto a ver nunca) en las peores condiciones que existen. Los ves llorando de miedo, de tristeza, los ves gritar. Nuestros “jefes”, las personas que nos mandan, se meten en sus cabezas y los vuelven locos durante dos días. Tienen el derecho de hacer lo que quieran con ellos. En la cuarta prueba tienes que matar a un familiar tuyo.  —¡Aira! ¡Aira! ¿Qué haces? —Me grita Jane. No me he dado cuenta pero me he quedado mirando cómo la mariquita blanca subía por mi bota. De repente Jane me pega un manotazo para matarla. —Aira, ¿se te ha olvidado que esas mariquitas son mortales? Tienes que centrarte, dentro de unas horas son las pruebas y tenemos que estar preparadas.

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—Sí, sí… No se me olvida que hoy son las pruebas. Solo he recordado por qué vinimos, quiénes nos atacan, lo que es real y lo que no, las pruebas… Cada vez que lo pienso tiene menos sentido. —Ya, ya lo sé, por eso recomiendan no pensar en esto. Venga, vamos, nos están esperando.  Después de una hora y media, llego a la cuarta prueba. La de matar a un familiar. Solo de imaginarme a quién me puede tocar me dan escalofríos. Este año es mi prima, Ika, tiene tres años, es un bebé. Me quedo corta cuando digo que estas personas o seres no tienen piedad. Me dejan en la sala de combate, en frente de una niña indefensa, dulce e inocente. Así que en vez de esperarme a que me den un arma, la cojo yo y me disparo a mí misma.  —Mamá, mientras que me dabas la charla, he tenido una pesadilla. Era muy extraña…Estaba en un mundo donde no había humanos, solo seres extraños que querían matarme… Y en el último momento yo tenía que matar a Ika… Ha sido la pesadilla más larga y horrible que he tenido. —Aira, quién te dice que es una pesadilla y no es la realidad… —dice mi madre mientras me enseña sus dientes afilados.

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Historia de un amor fantástico NURIA DURANTE MARTÍNEZ

Hola, me llamo Pablo, tengo quince años, soy un niño muy fantasioso, creativo y, no es por presumir, pero también soy muy inteligente, no como los niños de hoy en día que solo juegan a videojuegos y están pegados al móvil, yo soy ingenioso y soñador. Tengo el pelo castaño, ojos marrones, nada que destaque dentro de lo que cabe, soy alto y de complexión delgada. No hay mucho más que decir sobre mí, en general soy un niño normal, voy a un instituto como otro cualquiera y allí, en los recreos, me junto con mi mejor amiga, Cami, nos conocemos desde que éramos muy pequeños y es muy buena chica. Hoy os contaré una pequeña historia que ocurrió hace unos años, bueno, ¡allá voy! Era una bonita tarde de verano, ya se acercaban las vacaciones, tiempo para jugar y no preocuparse más por los trabajos que mandaban aquellos odiosos dragones. Yo estaba como de costumbre, sentado, esperando ansioso a que tocara el timbre para ir a almorzar al comedor. Tras cinco largos minutos tocó ese timbre que tanto esperaba oír, seguidamente, todos los caballeros salimos de la mazmorra, y nos dirigimos al comedor supervisados por aquellos detestables dragones. Vigilados constantemente, fuimos al comedor pasando antes por la zona de descanso para los caballeros, otras mazmorras y, por último, la fuente de lava. Al fin llegamos al comedor, todos los caballe-

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ros nos sentábamos, preparados para almorzar esa comida tan vomitiva que nos preparaban las dragonas cocineras. Tras sentarnos, nos acercaron dicha comida, no teníamos escapatoria, hasta que no nos comiéramos al menos la mitad del plato, no podíamos salir del comedor, si no era así, seríamos castigados por los terribles dragones. Una vez comiendo, entró de repente uno de mis mejores amigos, Alberto, traído a la fuerza por un terrible dragón. Este se sentó a mi lado y seguidamente me contó que la bella Princesa Camila estaba castigada, vigilada por el dragón más temible de todo el castillo. En ese momento, sin pensarlo un instante más, supe que tenía que ir a rescatarla de aquel dragón; pero no podía ir solo, no podría enfrentarme a todos los peligros que se encontrarían allí fuera, por lo que le dije a mi mejor amigo Alberto si me querría acompañar en esta aventura para poder rescatar a la bella princesa Camila. Este accedió, observándome con una mirada clara y convincente. No iba a ser una misión fácil, pero lo lograríamos. Lo primero que había que pensar era cómo salir de aquel espeluznante comedor, sin ser vistos por los gigantescos dragones. Removiendo el puré de patata alrededor del plato para que pareciera que había cada vez menos, se me ocurrió una gran idea, pero necesitaríamos a una persona más. Esta persona nos ayudaría a distraer al dragón que vigilaba la puerta: mientras que este se distraía, nosotros saldríamos rápidamente por la puerta sin ser vistos. Mi amiga Laura accedió a distraer al dragón, mientras nosotros escapábamos. Comenzaba el plan, Alberto y yo nos levantamos a beber agua a la fuente que había a unos metros de la puerta de salida; desde allí, le hice una señal a Laura para que comenzara a distraer al dragón de la puerta. Mi amiga, tan astuta como siempre, fingió que se atra-

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gantaba con un trozo de carne, y el dragón acudió corriendo a socorrerla. Era nuestro momento para escapar, y así lo hicimos: cuando el dragón prestaba toda su atención a Laura, salimos corriendo en busca de la princesa Camila. Una vez fuera, corrimos todo lo que pudimos hasta refugiarnos debajo de unas escaleras que conducían a una mazmorra diferente a la nuestra. Allí nos escondimos de los dragones, que, al ver que no estábamos, salieron en nuestra búsqueda. Estos estuvieron una media hora buscándonos, pero no nos lograron encontrar. Después de que los dragones volvieran a sus respectivas mazmorras con los caballeros, salimos a buscar a la Princesa Camila, no sabíamos exactamente dónde estaba, pero nos imaginábamos que aquel dragón se la llevaría a la mazmorra donde van todos los castigados; así, salimos decididos a rescatarla. Una vez fuera de aquellas sucias escaleras, empezamos a andar hacia la mazmorra donde se encontraban todos lo castigados. Primero había que atravesar la fuente de lava, rodeada de lava y repleta de numerosos peligros. Para atravesar esta fuente, teníamos que pasar por un puente, que solo se nos permitía pasar con supervisión de un dragón, pero decidimos cruzarlo nosotros solos. Así lo hicimos, comenzamos a cruzar el puente de lava. Al principio, fue bastante fácil y relajado, nadie nos molestó ni se interpuso en nuestro camino y el puente no fue complicado de cruzar, hasta que de repente, sin esperarlo, vino el único dragón con alas de todo el castillo, no contábamos con eso, se nos olvidó pensar en qué haríamos si veíamos al dragón con alas. En ese momento mantuvimos la calma, y este nos preguntó qué hacíamos aquí solos, nosotros respondimos de forma inteligente que nos habían dejado ir

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al baño, así conseguimos que el dragón con alas no se enfadase y pudimos continuar con nuestro camino. Logramos llegar sanos y salvos a la zona de descanso de los caballeros, allí decidimos continuar con nuestro camino sin descanso alguno. Entramos a la zona de descanso de los caballeros, y tampoco contábamos con que iba a ser la hora de descanso de los caballeros más mayores, en ese momento nos paramos en seco, y nos quedamos mirándonos atentos unos segundos, y segundos después miramos a la zona de descanso, repleta de caballeros mayores que nosotros. En ese momento nos armamos de valentía, y decidimos seguir un poco atemorizados, entramos a la zona de descanso y comenzamos a andar sin parar, aunque algunos caballeros mayores que nosotros nos miraban bastante raro. De repente, se interpusieron en nuestro camino dos caballeros con armadura negra, bastante más mayores y altos que nosotros; estos nos preguntaron qué hacíamos allí y si queríamos problemas, nos paramos muy asustados y nos miramos, preguntándonos el uno al otro con la mirada qué debíamos hacer. Nos dimos la vuelta y le dije en voz baja que debíamos distraerles y rápidamente salir corriendo, así lo hicimos. Les distraíamos con la astuta mentira de que había una princesa preciosa detrás, y seguidamente salimos corriendo. Estos nos persiguieron por toda la zona de descanso, nosotros huimos fácilmente, teníamos la ventaja de ser más pequeños que ellos, por lo tanto, éramos más bajitos y esquivábamos más fácilmente a los otros caballeros, así acabamos perdiéndolos de vista y librándonos de otro problema. El viaje se nos complicaba por momentos, pero la meta estaba cada vez más cerca. Al fin, logramos cruzar la zona de descanso donde se encontraban, por desgracia, todos los mayores, y sin

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darnos cuenta, estábamos ya en frente de la puerta de la mazmorra de los castigados. Allí decidimos pararnos algunos minutos y pensar qué hacer. No podíamos entrar y llevarnos a la princesa Camila porque nos apeteciera: si queríamos rescatarla habría que idear un plan. Los dos nos paramos y pensamos unos minutos. Mirando a las piedras del suelo se me ocurrió una idea un tanto peligrosa que podría funcionar, se me ocurrió hacer algo con estas piedras: Alberto podría coger unas cuantas y empezar a tirarlas a la puerta de atrás, así llamar la atención del dragón más temible del castillo, mientras este se distrae yo me infiltraría en la mazmorra, y me escondería debajo de alguna mesa que había al entrar a la mazmorra, así hasta llegar a la princesa y huir por la puerta de atrás, después de rescatarla los dos huiríamos hacia la zona de descanso, donde nos encontraríamos de nuevo. Así lo hicimos, y gracias a Alberto pude salvar a la princesa Camila sin ser castigado, y a Alberto por suerte tampoco lo castigaron gracias a que corrió rápido después de tirar las piedras. ¡La princesa fue rescatada sana y salva! Aquí finaliza mi historia. Ahora, Cami y yo nos llevamos fenomenal y Alberto y yo recordamos esta historia muchas veces, riéndonos de lo renacuajos que éramos, llamando dragones a los profesores y a las clases, mazmorras. Ahora puede que sea un niño imaginativo, ¡pero… de pequeño muchísimo más!

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Angélica MARA ELENA FERNÁNDEZ PELLUZ

Mary subió con la misma ilusión que el primer día que descubrió el desván de su abuela. Cuando llegó a lo alto de la escalera y giró el pomo dorado de la puerta, una enorme sonrisa le iluminó la cara al ver que todo estaba igual a como ella recordaba. A un lado de la habitación había un viejo maniquí junto a un gran espejo con decoraciones barrocas; al otro lado destacaba un enorme arcón con unas cajas apoyadas en él y, por último, un tragaluz coronaba este acogedor desván. Ella, recordando su infancia, abrió el arcón y empezó a sacar unos preciosos vestidos intactos al paso del tiempo. Cuando los sacó todos, vio un antiquísimo libro con una tapa de cuero. Una pequeña foto con la fecha de 1880 cayó del libro y aunque Mery cogió la foto no le dio mucha importancia. Abrió la primera página y en ella ponía: Diario de Angélica. Al ver estas letras escritas a tinta le entró una gran curiosidad y comenzó a leer: 8 de enero, 1880 Hola, me llamo Angélica. Hoy mi padre ha vuelto de su viaje a África y me ha regalado este diario para que escriba todas mis inquietudes y anécdotas. Dice que él también tiene uno que lleva a todos sus viajes, que no son

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pocos, ya que se pasa todo el tiempo viajando. Edgard y yo siempre lo echamos de menos pero mamá dice que es su trabajo y no puede dejarlo… Mery volvió a mirar la foto que en un principio le era indiferente. En ella se observaba a un hombre alto con un frondoso bigote que llevaba un elegante traje y en su mano izquierda un bastón; a su lado, una mujer joven con un vestido negro abotonado hasta el cuello y un joven esquelético de cara pálida, casi enfermiza. Por último, una pequeña niña de unos trece años con el cabello rubio y una hermosa sonrisa. Con la esperanza de encontrar algo más, pasó las páginas rápido y encontró una pluma amarilla. Motivada por este hallazgo, empezó a leer esta página: 6 de febrero, 1880 Estoy tan triste. El pájaro que nos regaló la tía Catalina ha muerto y no lo entiendo, yo siempre le daba de comer y lo cuidaba bien, pero un día me desperté y ya no se movía. Mamá dijo que ya era muy mayor y lo único que podíamos hacer era enterrarlo para que su alma descansara en paz. Tras leer el capítulo se percató de que conforme avanzaba el libro las letras se amontonaban y eran más irregulares y gruesas. Siguió buscando algo más que le llamase la atención y efectivamente lo encontró, era un pétalo rojo, o al menos lo que quedaba. Al igual que con la pluma, inició la lectura: 24 de abril, 1880 No es justo, por qué a mí, por qué mi mamá tiene que morir, por qué los médicos no la salvaron, por qué

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tengo que ir a su funeral, no quiero, no es verdad. Mi padre no ha venido y mi hermano es como si no estuviera, se pasa el día frente al espejo y cada vez está más pálido y extraño. A pesar de que mi tía vino a vivir con nosotros, la única a quien realmente le importo es a Margaret, la criada que se mudó con ella. En el diario se podían apreciar los borrones de tinta, como si hubiese llorado al escribirlo. Pasó la página y vio que había tres de ellas en blanco, también las dejó atrás, aunque le llamasen la atención, y halló un nuevo capítulo: 27 de abril, 1880 Hoy es mi cumpleaños, el día más extraño de mi vida, porque tengo miedo. Durante varias noches Edgard ha estado observándome. Se lo dije a Margaret, y al igual que mi madre, me intentó tranquilizar diciéndome que era sonámbulo. Echo de menos a mi madre, sin ella todo es diferente, toda la casa está más oscura. Ella, expectante, pasó a la siguiente hoja: Mamá ha venido a verme esta noche, al principio me asusté mucho porque era como un leve susurro que pronunciaba mi nombre. Sentí una sensación de alegría que se colapsaba por el miedo. En ese momento, Mery dio un respingo porque dijeron su nombre: —¡Mery, a cenar! Antes de bajar quiso terminar de leer lo que pasó con Angélica y continuó leyendo:

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Me levanté corriendo para decirle a mi hermano que mama me había llamado. Al abrir la puerta él estaba frente al espejo pero su imagen no era la que estaba reflejada. Era un extraño ser que al abrir la puerta lanzó un grito que me empujó hacia atrás y cerró la puerta. Me quedé sentada en el suelo pensando que mi corazón se salía el pecho. Edgard abrió la puerta y me dijo con una voz gutural: Ven con nos. Yo grité tan fuerte que sentí cómo se me desgarraba la garganta y solo pude dejar de gritar cuando apareció Margaret con un candil en la mano. La abracé envuelta en lágrimas y, al levantar la mirada por encima del hombro, vi cómo mi hermano retrocedía lentamente a su habitación y me lanzaba una sonrisa que me heló la sangre. Con un grito más fuerte llamaron a Mery y ella, a regañadientes y con el diario bajo el brazo para poder seguir la lectura después de bajar, se sentó junto a su abuela e, intentando averiguar más sobre Angélica, le enseñó a su abuela la foto que había encontrado al principio del libro, y esta le contestó: —Madre mía, ¿de dónde has sacado esta foto? —Estaba en el desván, dentro del arcón. —Madre mía… —repite–. Pero si esta era tu bisabuela Angélica, bueno, en realidad no tienes nada que ver con ella porque murió el día de su cumpleaños. En ese instante, un frío le recorrió todo el cuerpo. —¿Co… co… cómo?, no puedo creérmelo –dijo Mery temblado. Su abuela le siguió explicando:

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—Los dos primeros hijos de tu tatarabuelo, Edgard y Angélica, fallecieron muy jóvenes y por eso se volvió a casar y tuvo una hija llamada Elisabeth, mi madre. La abuela le preguntó si le pasaba algo, ya que estaba muy pálida. Ella le dijo que no se encontraba bien y se fue corriendo al baño. En cuanto entró, cerró la puerta con pestillo y abrió el diario por donde se había quedado: Margaret me dijo que me llevaría a mi habitación y me traería un vaso de leche con galletas. Mi tía apareció pidiéndome explicaciones y Margaret se lo explicó todo, pero aun así me mandó a mi habitación y por eso estoy escribiendo esto en el día más aterrador de mi vida. Estoy intentando recordar si lo que he visto es real o me lo he imaginado, no quiero que me encierren por loca porque ni yo sé explicar lo que ha sucedido. Me llaman a la puerta, me imagino que será Margaret con mi vaso de leche con galletas. Mary pasó la hoja y vio que no había nada más escrito. En ese momento la abuela llamó a la puerta: —¿Cómo te encuentras? —¡Bien, déjame en paz! —Gritó crispada. De pronto llamaron tres veces a la puerta: Pum…Pum…Pum… —¡Ya te he dicho que me dejes en paz! —Volvió a gritar. Entonces una voz le respondió… —Aquí tienes tu vaso de leche con galletas.

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La máscara SALMA MAESTRE AITNACEUR

Tenía un aspecto más que convincente, a simple vista parecía hecha con piel humana, su apariencia era blanda y rugosa y estaba completamente seguro de que aquellos agujeros para los ojos le añadirían un realismo aterrador una vez puesta, aquella nariz larga y deforme tenía un aspecto grotesco, el pelo que colgaba por la frente también parecía auténtico, la boca sonriente con aquellos dientes amarillentos y puntiagudos estaba permanentemente curvada en una mueca de burla macabra. A Marcos le pareció el objeto más original de todos cuantos había visto en mucho tiempo y, señalando el rostro siniestro que colgaba de la pared, preguntó: —¿Cuánto cuesta? El dependiente, un hombre de pelo blanco y aspecto fatigado, respondió: — No está en venta… — Dígame un precio; se la compro —insistió Marcos. —Te he dicho que no está en venta —repitió el viejo volviéndose hacia él con brusquedad—. ¿Qué haces tú aquí, no deberías estar en la escuela? Vamos, vete. Al caer la noche, volvió a hurtadillas a la tienda de antigüedades, rompió el frágil cristal de la puerta y entró

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sin apenas dificultad. Cuando, temblando de expectación y curiosidad, movió la luz de su linterna para alumbrar el rincón de pared donde colgaba la máscara, la luz brilló sobre objetos a los que nunca hasta ese momento habría prestado la menor atención mientras que un destello de color mate proyectaba sus sombras desfiguradas sobre las paredes donde la horrible máscara se presentaba ante su vista observándole desde lo alto, muda y amenazante. Descolgó de la pared aquel objeto que entre sus manos tenía un tacto flexible, lo envolvió en una bolsa que había traído para tal ocasión y salió corriendo calle abajo con su preciado trofeo bajo el brazo. Al día siguiente oscureció muy temprano y, cuando el sol ya declinaba, Marcos se probó la máscara sin encender la luz de su cuarto: en la oscuridad, el propio tejido de la máscara parecía su propia piel, y se ajustaba a su cara produciendo la sensación de que otro ser le observaba con ojos malignos desde el otro lado del espejo. Luego, tuvo una idea: sacó la linterna del cajón de su cómoda, echó las cortinas para que no entrara nada de luz y cuando el cuarto estaba completamente a oscuras, sujetó la linterna debajo de su barbilla y la encendió. La imagen era ahora tan aterradora que casi le hizo gritar del sobresalto, se pasó la mano a través de la máscara y, por un momento, creyó estar tocando su propio rostro. Bajó las escaleras corriendo cuando escuchó el ruido del cerrojo y el sonido de la puerta principal abriéndose, y saltó el último tramo de escaleras con los brazos levantados, y emitiendo un grito prolongado.

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—¡Joder! —Exclamó su madre, soltando la cesta de la compra, cuyo contenido quedó desparramado por el suelo—. ¡Qué susto me has dado! Marcos se quitó la máscara del rostro, satisfecho, cuando vio que su madre retrocedía, aún más aterrorizada y respirando entre espasmos nerviosos. —¿Quién eres? —Jadeó—. ¿Qué le has hecho a mi hijo? —Pero si soy yo, mamá —respondió Marcos, señalando su cara con un gesto de manos. —¡No te acerques! —Chilló su madre mientras retrocedía aterrorizada—. ¡Aléjate de mí! —¡Soy yo, mamá! ¿No me reconoces? —Contestó Marcos, cada vez más confuso—. Ya no llevo la máscara, mírala, me la he quitado, la llevo en la mano…

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Un viaje en Halloween MIREIA FUENTES QUEREDA

Estaba muy entusiasmada, por fin iba a ver a mi primo después de tres meses. Desde pequeños estamos muy unidos, pero decidió irse a Sevilla para estudiar en la universidad. Cuando me dijo mi madre que nos íbamos no me lo creía; ya que tenía vacaciones por ser Halloween, decidió que fuéramos a visitarlo. Salimos al día siguiente, me hice la maleta rápidamente y solo eché lo necesario. Mi madre reservó una habitación de hotel porque el piso donde vivía mi primo era muy pequeño y, además, lo compartía con dos estudiantes. Partimos desde Murcia hacia Sevilla a las nueve de la mañana y llegamos sobre las dos del mediodía, tuvimos que poner el navegador porque no sabíamos llegar al hotel y nos perdimos unas tres veces. Cuando llegamos a recepción para pedir la llave de la habitación, nos comunicó una chica que nuestra reserva no se encontraba en el ordenador, estuvimos por lo menos dos horas esperando a ver qué había pasado, hasta que llegó el encargado y al minuto nos dio la llave, se disculpó y nos explicó que la recepcionista era nueva y todavía tenía que aprender a manejar el ordenador. El día no estaba yendo muy bien, así que decidí darme una ducha y después llamé a mi primo para decirle que ya estábamos en Sevilla.

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Esa misma noche era Halloween y mi plan era quedarme en la habitación viendo películas de miedo o salir a tomar algo con mi madre, pero mi primo me invitó a salir con él y con su grupo de amigos y, claramente, acepté, ese plan era muchísimo mejor que el mío. Tenía una hora para pintarme, vestirme y decidir lo que me iba a poner, no tenía pensado disfrazarme, con lo que no me eché en la maleta ningún disfraz, así que rompí unos pantalones negros y una camiseta negra, me puse unos botines y me pinté los ojos muy negros con una base blanca, quedó mejor de lo que pensaba. Mi primo pasó a recogerme en su coche e iban montados dos amigos suyos, uno me miró de arriba abajo y ni me saludó, llevaba puesta una máscara con lo cual no pude verle la cara, era muy escalofriante y realmente daba miedo. El otro iba vestido de vampiro con una capa larga y con un maquillaje espeluznante, parecía como si se le hubiera desprendido la piel de media cara. Mi primo me presentó a los dos amigos, el “vampiro” se llamaba Jake y el “enmascarado” se llamaba Darwin, tenía un nombre interesante pero también muy extraño, como su aspecto. Se me hizo eterno el camino, hasta que llegamos a un parque donde había muchísimas personas disfrazadas y el ambiente estaba raro, algo me decía que no iba a ir bien la noche… Decidí no beber por lo que pudiera pasar, se me acercaron tres chicos del grupo de mi primo e intentaron cogerme y acercarse más de la cuenta, iban ebrios y empezaron a decirme cosas y a tocarme. En ese momento comencé a buscar a mi primo con la mirada y no lo encontré, estaba muy agobiada y grité hasta que lo vi riéndose de la situación, fui directa hacia él, le pegué un guantazo y em-

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pezamos a discutir, de repente se fue del parque y me dejó tirada sabiendo que yo no podía regresar al hotel y ni siquiera sabía dónde me encontraba. Me vi sola, rodeada de gente disfrazada, no conocía a nadie e intenté recordar cómo volver. Miré mi teléfono y llamé a mi madre, justo cuando dio un tono se me apagó y no lo pude encender otra vez, en ese momento sentí muchísimo miedo, estaba muy agobiada y solo tenía ganas de llorar y de gritar, estaba deseando que se acabara la noche. Todavía tenía la esperanza de que volviese mi primo para llevarme de vuelta al hotel. De repente, me cogió alguien por detrás y mi corazón se puso a mil, pegué un grito y me giré, hasta que me di cuenta de que era Darwin, el chico del coche, de cerca era más horripilante aún y un poco intimidante al llevar la máscara. Darwin se ofreció a llevarme de vuelta al hotel, al principio le contesté que no porque era un desconocido pero, ¿qué otra opción me quedaba? Finalmente acepté y me monté en su coche. Le pregunté por qué no se quitaba la máscara, ya que la noche de Halloween había terminado, y no me contestó. Hablé durante el trayecto dos veces con él y seguía insistiendo en que no se quería quitar la máscara, cada vez estaba más incómoda e inquieta y su voz no era nada tranquilizante, era muy grave y siempre que hablaba se producía un eco. Llevábamos diez minutos montados en el coche y no me sonaba nada el camino, hasta que nos metimos por un descampado muy oscuro en el que no se veía nada. La noche no podría ir peor.

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Inesperadamente se paró el coche y vi en frente un cementerio abandonado, con las paredes derruidas, una puerta gigante con los barrotes doblados y las cruces de las lapidas del revés. En ese momento me quedé quieta y no quería moverme, hasta que mis propios nervios hablaron por mí y le pregunté por qué estábamos en ese sitio. Cuando le hice la pregunta, le salió una carcajada y observé que tenía los dientes muy afilados. Se quitó la máscara y tenía la cara quemada, los ojos se le volvieron blancos y no tenía nariz, entonces me dijo con una sonrisa y con su voz escalofriante: «BIENVENIDA A MI CASA». En ese momento me cogió de los brazos… Escuché a mi madre decir mi nombre, me desperté sudada y en la habitación del hotel. Todo fue un desagradable y molesto sueño.

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¡No entréis ahí! JULIA HERNÁNDEZ EGEA

Hola, me llamo Ángela, tengo 15 años, soy una niña muy miedosa y tímida, antes era una chica muy aventurera y no tenía miedo a nada; pero desde que me pasó aquello no he vuelto a ser la misma. ¿No sabéis de lo que hablo? Pues mirad, os voy a contar mi historia… Todo comenzó como un día cualquiera, pero no lo era, era el día de Halloween. Yo aquel día me levanté con una supersonrisa, ya que Halloween es mi fiesta favorita del año. Quedé con mi mejor amiga Claudia por la mañana para terminar de preparar los disfraces. Una vez terminados los disfraces, los cogimos porque teníamos que dejarlos en su casa, ya que nos íbamos a preparar para la noche allí, y salimos de casa; de camino a la suya decidimos parar a tomar un chocolate caliente en la cafetería; mientras que nos tomábamos el chocolate una anciana de aspecto raro se nos acercó y nos preguntó por los disfraces. —Buenos días, bonitas, ¿para qué son esos disfraces? —Nos preguntó la anciana. —Buenos días, señora, pues mire, hoy es Halloween y nuestros amigos y nosotras hemos quedado para ir a pedir caramelos por las casas, y los disfraces son para ir acorde con el ambiente del día.

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—Ohhh, ¡¡qué bien, qué bien!! Espero que vuestros amigos y vosotras os lo paséis bien, pero llevad cuidado con la casa que hay abandonada en la calle número 56. Llegó la noche y Claudia y yo salimos en busca de nuestros amigos para ir a pedir caramelos. Nuestros amigos y nosotras íbamos por la calle 55; ya llevábamos unas tres horas pidiendo caramelos por las casas, y mis amigos querían regresar ya a casa para que viésemos todos juntos una película de miedo, pero… los planes se torcieron… Los convencí para ir a una casa más, pero ellos no sabían que los iba a llevar a aquella casa que mencionó la anciana esa mañana. Llegamos a la puerta de la casa, ellos me miraron raro, excepto Claudia, que sabía de qué casa se trataba y me miró con los ojos como platos. Nunca se me olvidará el aspecto de aquella casa: era muy grande, oscura, se notaba que estaba abandonada porque el jardín que la rodeaba estaba lleno de hojas secas y de plantas muertas; lo que más me llamó la atención del jardín fue un árbol centenario que había justo en el lateral izquierdo de la casa, aquel árbol tenía una especie de cara dibujada, por un momento sentí que me hablaba y que me decía que entrase a la casa si era lo suficientemente valiente; se me erizó el cuerpo y noté un escalofrío que recorrió mi espalda. Claudia me miró raro, ella notaba que me pasaba algo. Yo la miré con una mirada tranquilizadora, entonces noté cómo el cuerpo se le relajó. Miré a mis amigos y les dije de entrar, ellos me miraron con una cara como diciendo: ¿Tú estás loca o qué? Yo para convencerlos les dije: “Venga, chicos, esto no es nada, es simplemente una casa vieja con unas cuantas hojas tiradas por el suelo, no dejéis que el aspecto os asuste,

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además nosotros somos supervalientes, ¿qué nos podría pasar?”. Al final los convencí y entramos a la casa. Justo cuando entré por la puerta me arrepentí de haberlo hecho, sentí que algo malo nos iba a pasar; y así fue…, justo cuando íbamos a salir por la puerta, se cerró de un portazo; pero no solo la puerta sino también todas las ventanas de la casa. Ahí fue cuando nos entró el pánico. De repente escuché una voz que me llamaba: “Ángela… Ángela… Te estaba esperando… je, je, je, si tus amiguitos y tú queréis salir vivos de esta casa, cosa que es muy complicada, solo tenéis que encontrar un mapa que indica cómo salir sin sufrir ningún daño… Y ya de paso un cofre con monedas de oro, y dejarlo encima de la mesita de noche del dormitorio; si conseguís eso saldréis vivos de aquí, si no lo conseguís ya sabéis lo que os pasará…”. Todo me parecía absurdo, les conté a mis amigos lo que teníamos que hacer, al principio me tomaron por loca, pero después nos pusimos manos a la obra. Nos dividimos en dos grupos, un grupo tenía que buscar el mapa y otro, el cofre. Estuvimos durante horas buscando, en algún que otro momento me sentía vigilada y también sentía que alguien nos estaba persiguiendo todo el rato, pero por más que miraba para atrás no había nadie. No encontrábamos las cosas y yo empecé a perder la esperanza, estaba todo en silencio y de repente se oyó un grito, me asusté, pero reconocí la voz enseguida, era Claudia, sabía que algo había pasado, así que fui en su busca, cuando la encontré estaba llorando con los ojos tapados, le pregunté qué le pasaba y ella no me contestaba, hasta que

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se apartó las manos de los ojos y me quedé en shock, tenía las pupilas borrosas… ¡Se había quedado ciega! No me lo creí…, no me cuadraba nada, hasta que caí en que a lo mejor teníamos tiempo para encontrar las cosas y ya se estaba acabando. Dejamos a Claudia sentada en el sofá, yo me quedé haciéndole compañía y tranquilizándola, cuando de repente se escuchó en la planta de arriba: “¡Por fin lo hemos encontrado todo!”. Dejamos el cofre en la mesilla y salimos corriendo hacia la puerta y la abrimos con la llave que encontramos, salimos corriendo de aquella casa y antes de irnos miré hacia el árbol, que me dijo: “La próxima vez no lo conseguiréis…, jua, jua, jua”. Bueno, pues esta ha sido mi historia y el motivo por el que ahora soy una persona muy fría. P.D.: Nunca entréis en sitios abandonados y de los que se cuentan historias terroríficas, tal vez sean verdad…

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El día que deje de verte GEMA SÁNCHEZ HERNÁNDEZ

Solía verle todos los días, la mayoría de veces en el espejo o detrás de la puerta cuando esta se encontraba cerrada, o sentada en la silla de mi escritorio, incluso al lado de la lavadora. Ahora sí, sé que no sabéis de lo que os hablo, yo tampoco. Me llamo Aday, tengo 20 años aunque no los he vivido todos, esto ni si quiera es vivir, nací prematuro pero qué va, eso ahora no importa, suelo irme por las ramas siempre, vivo o vivía, no lo sé ciertamente, en primera línea de playa, nunca me ha faltado de nada. Pensarás que te estoy hablando de esto porque no tengo nada de qué hablar, pero la verdad es que sí. Cuando yo tenía 12 años, mis padres querían mudarse de mi antigua casa porque decían que era un pueblo triste, sin gente y en el que siempre pasaban cosas raras. Una tarde mis amigos y yo decidimos ir a una nave abandonada que había a las afueras de la ciudad, allí siempre nos reuníamos y hablábamos de nuestras cosas porque nadie podía molestarnos, aunque días antes habían anunciado la muerte de una mujer, la más anciana del pueblo, tenía 99 años, ni uno más ni uno menos, todo el mundo la conocía aunque nadie hablaba de ella, ni si quiera querían acercarse a ella, como he dicho antes estaba muerta pero, sin embargo, no encontraban su cuerpo, era el quinto día

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de la investigación pero nada, ni si quiera un rastro de ella, decidimos salir a buscarla también, no teníamos ni idea de las repercusiones que esto tendría. Así que apunté en un papel: “mujer cadáver: pelo negro, ropa blanca (casi siempre falda), gafas, pañuelo sobre los hombros y camisola también blanca”. Ya podíamos emprender nuestra investigación, después de la larga caminata hacia allí, por fin llegamos a la nave, era enorme, la recordaba tal y como era, y eso que hacía tiempo que no iba por allí, mis padres al enterarse me lo prohibieron completamente, y sin andarme con rodeos, efectivamente, como esperábamos, allí estaba el cuerpo, pero por si encontrarnos cinco amigos un cadáver no era suficiente…, imagínate de la forma en la que nos lo encontramos, decirlo puede resultar muy fácil pero…, solo puedo hablar de esto ahora que estoy medio curado, sí, y ahora te cuento eso de “medio curado”; la señora Matilde estaba ahorcada en la puerta de atrás de la nave, y junto a ella había una nota que decía: “No confundáis la muerte con el suicidio, estoy perfectamente pero hay algo que no me deja vivir en paz, quien encuentre mi cuerpo quedará maldito toda la vida”. La verdad es que yo fui el primero en leer esa nota y con más razón me pesa tanto haberle hecho caso a mis amigos aquel día, sentí que mi cuerpo estaba paralizado y mi mente también, que el que estaba muerto era yo, aunque eso no era así, vomité un par de veces pero también yo creo que fue del tremendo asco que me dio ver el cuerpo ensangrentado. Matilde debía de haberse autolesionado antes de atarse de esa soga y dejarse caer, así que sin articular palabra me fui a casa, estaba atemorizado, en serio, nunca había tenido tantísimo miedo. Mis padres también

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estaban muy asustados al verme blanco como la pared, me acosté a dormir pero no pude, notaba una presencia a mi lado toda la noche, pero al abrir los ojos no veía a nadie. Empecé a encontrarme mal, a la noche siguiente igual, pero al abrir los ojos en la puerta veía a una persona de blanco; no soy capaz de describir su rostro, estaba aterrorizado. La veía todos los días durante dos semanas, hasta que me decidí por decírselo, empecé a aislarme, no quería ir al colegio, ni siquiera salir por las tardes a jugar con mis amigos, su presencia me acompañaba siempre, y hasta podía escucharla hablarme, no sé qué me estaba pasando y tenía muchísimo miedo, mis padres me llevaron al psicólogo. Después de diez sesiones sin mejoría el médico decidió derivarme al psiquiatra, no daban con mi enfermedad, y mientras tanto yo la seguía viendo cada vez en más partes, siempre estaba detrás de mí. Por fin, después de un largo periodo de tiempo, de viajes, de tratamientos, de ver caras desconocidas día sí y día también, dieron con mi enfermedad: tenía esquizofrenia, y ocho años después aquí sigo, en una cama, atado de pies y manos.

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Colegio San JosĂŠ Espinardo (Murcia) Curso 2016/2017 64


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