LEYENDAS DEL PLAYGROUND

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numerosos autores. Tal vez avistaba la cercanía de la muerte y antes de que ésta llegara pretendía dejar en vida lo que hasta entonces no pudo. Su único propósito era ayudar. Fundó varias ligas para jóvenes y tras años de batalla con autoridades del distrito, consiguió sacar adelante un proyecto subvencionado, el 'Supportive Children's Advocacy Network', que protegía a la infancia más desfavorecida. Sus logros redoblaban su fuerza para seguir adelante. Incluso entrados los años noventa logró hacerse con un puesto en el banquillo de la Wadleigh High School con excelente resultado (“a divine unofficial coach”, firmaba el Augusta Chronicle). Brian Lindstrom, autor de un documental sobre su vida, resumía así aquel período de luz: “Earl used his status as playground basketball legend to reach Harlem youth with his pro-education and antidrug message”. Inesperadabamente el dinero llamó a su puerta en 1991, cuando recibe unos diez mil dólares en concepto de derechos, en propiedad de una productora, la HBO, que pretendía llevar al cine su vida. El guión corre a cargo de Alan Sawyer y llevará por título 'Harlem's Angel'. Pero no será hasta 1996 cuando un incipiente director, Eriq La Salle, le rinda tributo en una película inicialmente diseñada para televisión: 'REBOUND: The Legend of Earl Manigault', protagonizada por Don Cheadle y un par de pesos pesados de la comunidad afroamericana comoJames Earl Jones y Forest Whitaker. Aquel mes de noviembre del 96 Earl Manigault sería el principal invitado al estreno de una película, la de su propia vida. Era la primera vez que acudía a una sala de cine. Al término de la sesión y en compañía de miembros de la productora, acertó a pronunciar unas emocionadas palabras que por encima de todo desnudaban un corazón pobre de vida pero lleno de humana intención: “Lo siento. Defraudé a miles de personas pero no soy nada falso. Hubo un tiempo en que di a la gente lo que quería que les diera. La película está ahí para que las generaciones de jóvenes no tengan que pasar nunca por el calvario que ha sido mi vida”. La vida, por fin, parecía sonreírle. Pero la sonrisa duró poco. Ni año y medio después todo se truncaba. Un sábado de mayo, en torno al mediodía, el corazón de Manigault dejaba de latir. Tenía 53 - 86 -


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