LEYENDAS DEL PLAYGROUND

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ojos. Por eso no le escandaliza. Y la marihuana será el primer motivo de su expulsión de la escuela. Sin embargo consigue el diploma de estudios en el instituto Laurindburg de Carolina del Norte, donde a los 17 años continúa siendo una mezcla de jugador, feriante y amigo de la droga blanda. Pese a todo, su fama como gran jugador (allí promedia en un año los 31 puntos y 13 rebotes) se extiende como la pólvora y representantes de hasta un centenar de universidades le cortejan ofreciéndole becas un total de 75 para su ingreso como estudiantes. Indiana, Duke y North Carolina estaban entre ellas. Pero Manigault, en toda su humana ingenuidad, intuyendo que el peso de lo académico le superaba, elige la minúscula Johnson C. University por acoger únicamente a estudiantes de raza negra. Allí descubre por primera vez la rudeza de un entrenador,Bill McCullough, con quien cruzará una relación imposible que dura tan sólo seis meses. Transcurrido ese período escapa para regresar definitivamente a Harlem, al 'guetto', su líquido elemento. En adelante y sin estudios toda su existencia girará en torno al baloncesto, allá donde entiende que su indigencia podía ser combatida, como la única forma de ganarse la vida. Para ello disputaba todos los partidos posibles, incansablemente, llegando a apurar jornadas de hasta 20 horas sin descanso. Cientos, miles de partidos anónimos que hacían de innumerables rincones en Harlem y el Upper West un carnaval interminable de aros que nunca se deshacen. Es allí, a finales de los años sesenta, donde la fama de Manigault alcanza su máximo esplendor. Sus acciones no tenían parangón y es seguido por multitudes para verle jugar. En uno de aquellos partidos un jovencito de Roosevelt llamado Julius Erving le abordó de pura admiración para decirle: “Dios, es verdad todo lo que había oído sobre ti”.

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Nada esclarece mejor el legado de Manigault que su constante voluntad y tremendo poder para despegarse del suelo como, tal vez, ningún otro jugador jamás. El natural uso de las piernas y una asombrosa ligereza actuaban de resortes vigorosos para dispararse - 80 -


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