LEYENDAS DEL PLAYGROUND

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entonces mánager general del equipo. Cuando Feinberg realizó en 1995 aquel monográfico para la SLAM no fue fácil hacer hablar a DeJardin, un tanto molesto por un incómodo asunto sepultado en el olvido. ¿Pasé mucho tiempo al teléfono con su padre, muchas explicaciones, un posible acuerdo y' tampoco. Otra vez a empezar. Lo único que querían era un mejor contrato para Ray'. Sin querer tratar directamente con el arriesgado atrevimiento del joven, los directivos sixers recurrieron al viejo Lewis para hacer entrar en razón a Raymond pero fue casi peor: 'Eh, oigan, si mi hijo pide un nuevo contrato sus razones tiene. Ustedes no saben lo bueno que es'. 'Pero qué hacían astutos oficinistas de ciudad hablando por teléfono con un veterano hombre del guetto tan sólo diestro en la supervivencia de su familia en la jungla? Eso fue lo que debieron pensar los cuellos blancos de Philadelphia porque verdaderamente estaban alucinados. En esa delicada situación dejaron correr los días hasta que dio comienzo el 'Sixer Rookie Camp'de verano. También elegidos, McGuinnis y Caldwell Jones continuaron en la ABA pero un variopinto grueso formado por Collins, Bristow, Minniefield, Royals, Freeman, Catchings, Wright y un largo etcétera fue el primer entorno profesional que rodeó a Raymond Lewis. Y como era de esperar Raymond literalmente se salió en aquellos primeros choques. El viejo Lewis tenía razón: nadie sabía lo increíblemente bueno que era su hijo y tampoco nadie pudo imaginar que enseguida aquel campus se convertiría en una especie de lucha fratricida entre Doug Collins y él. Lo que estaba ocurriendo con el número 1 del draft era de algún modo humillante. Y esta situación empezó a molestar a Collins. Después de endosar Lewis nada menos que 52 puntos al equipo rookie de los Lakers en una demostración de lo que era capaz rescatamos oportunamente una brevísima reseña de la Sports Illustrated de entonces que rezaba así: 'Collins wasn't as impressive than Raymond Lewis, on the other hand... was in a class by himself'. Sin embargo, la aparente conformidad del nuevo entrenador Gene Shue (llegado tras el despido de Rubin y Loughery por el desastre del año anterior) con su discípulo Collins no corría paralela con la de Lewis, con quien parecía mostrarse muy prudente, como receloso. Y la intensidad del duelo entre ambos llegó a ser tan escandalosa que el propio Shue hubo de detener en más de una ocasión algún entrenamiento. Raymond era tan visceral que asumió aquellas sesiones como una 'vendetta' personal que - 41 -


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