guardagujas55

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julio 2012, n° 55

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leche y otros textos

U Leche

na mujer dibuja un gato en una hoja de leche que cayó sobre la mesa; dibuja también un lobo que le muerde las manos, un automóvil verde, una guitarra, la historia de una niña torturada, un pastizal i un arcoíris de la buena suerte. Después viene la lluvia i la mujer desaparece, sólo queda su silueta de luz en el espejo i un gato bebiéndose la leche.

C …

la palabra implume que se quita el cascarón a dentelladas. Luis Cortés Bargalló

osa de aguardar la mirada de un ocelo de oro en el ala de un pájaro nocturno & en la de una mariposa ciega las palabras llegarán a ocupar su lugar en el concierto una vez que rompan su duro cascarón de olvido mientras tanto reza el sacristán por si las balas & digo para qué si en el

Tártaro no crecen los asfódelos & para escribir un poema sólo hay que subir al metro en horas pico cosa de apilar las oraciones una sobre otra como un castillo de naipes en desorden Este poema es una Torre de Babel & una plaga de termitas lo corroe la perra ladra porque la sombra es una presencia esquiva & un buen interlocutor de soledades & después escolopendra moscas blancas luciérnagas azules & el avance fatal de la carcoma consumiré treinta segundos más en redactar una oración con la palabra cutre & probablemente viviré para contarlo

norberto de la torre

jacaranda. Un pozo, un semáforo, un mercado, el reflejo azul de una mirada en el poso del vaso, la flamígera luz de la sequía. A pesar de todo esta sensación de caminar sobre la cuerda floja, como si un gato encerrado en una caja y un quark de plano esquizofrénico.

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la palabra domingo una línea trazada por torcazas tal vez el nombre de alguna diosa griega el recuerdo de una torta de frijol en el recreo los giros de una pera el sabor doloroso del olvido esparto astrágalo fiordo almendra higa sindéresis el mea Ángel Ortuño fítico aroma de una rosa negra sin duda … un par de luciérnagas azules La lista interminable onstruimos esta ciudad a soledades incluye alcantarillas faroles sillares ojos de buey y le llamamos Babel para ocultar su el incendio fatal de las falenas el adoquín más nombre verdadero, el que habita en viejo de la Plaza de Armas media docena de molas voces del oráculo. Siempre a la nedas en el aire un par de dados y el guiño rojinemitad de los caminos justo entre la gro de la mística ruleta un cisne negro a la mitad noche y la llama de un cerillo efímero. El sabor a del foro En fin el diablo del azar y el nacimiento ceniza del beso entre los labios. Un fuego en cada improbable de dos o tres poemas

C

omar delgado & sofía ramírez & erika mergruen & cecilia eudave fotografia gerardo gonzález


editores: edilberto aldán / joel grijalva

L

os hechos históricos son, por lo general, percibidos como mitos fundacionales que explican la identidad y destino del grupo humano que los genera; es decir, como eucaristías. Algunos de estos episodios marcan el momento de la creación de la identidad nacional, el in illo tempore, la línea que marca la frontera entre el mundo anterior –antiguo, bárbaro, impensable–, y el presente, teóricamente mucho más justo y civilizado. Por ello, las colectividades tienden a organizar su propia historia en episodios que poseen el formato propio de la narrativa oral, o dicho de otra manera, en relatos autoconclusivos –independientes de otros–, que poseen una estructura dramática –planteamiento, nudo y desenlace–, y que son protagonizados por personajes tipo –protagonistas, antagonistas y secundarios–. En otras palabras, como afirma el antropólogo rumano Mircea Eliade: “[…] El recuerdo de un acontecimiento histórico o de un personaje auténtico no subsiste más de dos o tres siglos en la memoria popular. Esto se debe al hecho de que la memoria popular retiene difícilmente acontecimientos individuales y figuras auténticas. Funciona por medio de estructuras diferentes; categorías en lugar de acontecimientos, arquetipos en vez de personajes históricos. El personaje histórico es asimilado a su modelo míticos (héroe, etc.), mientras que el acontecimiento se incluye en la categoría de las acciones míticas (Lucha contra el monstruo, hermanos enemigos, etcétera) […]” (1)

águilas que caen

la idealización del vencido en la historia de méxico

omar delgado

“[…] Era hijo del rey Ahuízotl y de una princesa heredera del señorío de Tlatelolco. Tenía 20 a 23 años; era gallardo y bien proporcionado; sus ojos negros y rasgados denotaban a la vez una dulce melancolía, una fuerza y una energía indomables Tenían algo de la belleza del ojo del ciervo y del orgullo y resolución de la mirada del águila. Su tez era aterciopelada y más blanca que morena; su cabellera, negra como el ébano, que le caía hasta los hombros, engastaba aquella fisonomía juvenil y guerrera, que era el tipo perfecto y acabado de la raza noble del nuevo mundo […]” (2) En un principio, cuando es capturado, los españoles lo tratan con respeto y deferencia. Sin embargo, movidos por la ambición, acaban torturándolo para que revele el paradero del tesoro de su predecesor Moctezuma. Payno retrata de manera estremecedora el suplicio del monarca tenochca: “[…] Cuauhtemoc vio aquel aparato aterrador, comprendió de lo que se trataba. Sonrió tristemente y no contestó ni una sílaba a las interpretaciones de Alderete, el cual, furioso con ese desprecio, ultrajó con palabras soeces al monarca. Los soldados se apoderaron de los reyes, los ataron fuertemente a los maderos, y el barbero comenzó a bañarles los pies con aquella resina hirviente, mientras otro les acercaba unas teas encendidas. —Señor ¿No ves como sufro? –gritó retorciéndose el rey de Tacuba — ¿Estoy acaso en un lecho de rosas? –contestó con firmeza el emperador azteca […]” (3)

En la idealización que confiere el mito, el personaje histórico se reviste de hipérbole, se transmuta en alegoría, se despoja de sus características humanas individuales para ser investido de nuevas cualidades colectivas; es decir, se transforma en arquetipo. El santoral patrio guarda un lugar muy especial para aquellos personajes que, aunque lucharon con valor y gallardía, al final fueron derrotados por fuerzas más mucho más poderosas que ellos. Esta figura, a la cual hemos denominado Héroe Caído, comparte muchas características que las religiones atribuyen a los mártires. Sin embargo, los también llamados Héroes Vencidos no se inmolan por un corpus de valores místico, sino por uno cívico, convirtiéndose así en la encarnación del espíritu Con el mismo dramatismo, se narra su muerte, nacional en su estado más puro. En la historia de ordenada por Hernán Cortés, en 1525, durante México hay tres figuras que se ajustan a este pa- una expedición a las Hibueras. trón, las cuales analizaremos a continuación. […] Cuando Cuauhtemoc fue sacado de la Cuauhtémoc cabaña por los soldados que Cortés había La conquista de México fue el punto culminante de llamado para la ejecución, se volvió con lo que diversos historiadores han definido como “la una firmeza increíble y le dirigió la palabra colisión de dos mundos”. La Europa renacentista, “Bien sabía, Malinche, lo que valían tus prohambrienta de riquezas y gloria, se topó con una mesas. Y tenía por seguro que recibiría la América rebosante de riquezas y misticismo. muerte de tus manos. Dios te pedirá cuenta Hernán Cortés, un bachiller en derecho venido de mi muerte. de Extremadura, al mando de un puñado de homLos verdugos pusieron una cuerda al cuebres, supo aprovechar con maestría las divisiones llo del rey, y lo mismo hicieron con los de existentes entre los pueblos autóctonos para, en Tacuba y Texcoco, y los colgaron en unas menos de dos años, conquistar al Imperio de altas ceibas. Eran las tres de la mañana del la Triple Alianza, el más grande y poderoso de segundo día de carnaval del año de 1525 Mesoamérica. El hispano formalizó su hazaña al […]” (4) capturar al último de sus gobernantes, el Tlatoani Cuauhtemoc, el 23 de Agosto de 1521. Cuauhtemoc queda así como el prototipo del Quizá fueron los escritores decimonónicos Ma- indio viril y estoico que combate al invasor. Sin nuel Payno y Vicente Riva Palacio quienes forjaron embargo, la mitificación de la historia del Águila la imagen moderna del joven monarca. En su obra que cae sirve para cubrir otros hechos menos El Libro Rojo, publicada en 1870, le atribuyen la gloriosos. Por ejemplo, que sin la ayuda de los defensa final de Tenochtitlan, retratándolo como mismos indígenas –tlaxcaltecas, totonacas y texun eficiente estratega militar, vencido más por la cocanos–, Cortés nunca hubiera podido derrotar escasez y la epidemia que por falta de valor. Incluso a la Triple Alianza. En otras palabras, que no fueregalan a la posteridad su media filiación: ron los españoles, sino los propios indios, los que se destruyeron a si mismos. Este ocultamiento de

verdades incómodas también está presente con los otros ejemplos del Héroe Caído. Los Niños Héroes La historia de México consigna con orgullo la suerte de Niños Héroes, como se le llama popularmente a seis de los defensores del Castillo de Chapultepec que murieron durante la escaramuza acontecida el 13 de Septiembre de 1847. Juan Escutia, Juan de la Barrera, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Agustín Melgar y Vicente Suárez fueron los alumnos del Colegio Militar que cayeron combatiendo a los mucho mejor pertrechados y más experimentados soldados del ejército estadounidense. Evidentemente, hay mucho de idealización en la resistencia que opusieron los cadetes del Castillo de Chapultepec, operación que, debido a la ventajosa posición de la fortaleza, fue considerada tanto por uno y otro bando “[…] La operación más brillante de toda la guerra”(5). La mañana del 13 de septiembre Winfield Scott, general en jefe del ejercito norteamericano, decidió atacar al Castillo por dos frentes: el general Pillow atacó la el lado oeste de la fortificación en tanto que los hombres del general Quitman comenzaron el ascenso por el estrecho camino frontal. La estratagema pronto dio resultado, pues la mayoría de los hombres que defendían la plaza iniciaron la retirada. El teniente Daniel Harvey Hill, uno de los atacantes, escribió en su diario personal que: “[…] El desorden reinaba entre los mexicanos, era terrible. Atrapados entre dos fuegos, no les quedó sino una salida, en la que se dirigieron como una manada de borregos. Vi a docenas colgarse de las paredes o arrastrándose por los huecos del desagüe; se les disparaba sin que opusieran la menor resistencia. Nuestros hombres pedían que no se diera cuartel a los “malvados traidores”, y hasta donde pude constatar, ningún mexicano pidió clemencia […]” (6) Muy distinto relato hace de los hechos Ramón Alcaraz en sus Apuntes para la guerra, en el que escribe acerca de la toma de Chapultepec que: “[…] Los enemigos avanzaron por el segundo tramo de la calzada con bandera desplegada, cayendo esta última algunas veces por la muerte del que la llevaba, y retrocediendo algunos pasos las columnas; pero tomando otro la bandera, y continuando el avance hasta el terraplén, donde nuestros pocos defensores, aturdidos por el bombardeo, fatigados, desvelados y hambrientos, fueron arrojados a la bayoneta sobre las rocas o hechos prisioneros, subiendo una compañía del regimiento de Nueva York a lo alto del edificio, desde donde algunos alumnos hacían fuego, y eran los últimos defensores del pabellón mexicano, que pronto fue reemplazado por el americano…” (7) Es indiscutible que los cadetes del Colegio Militar tuvieron que hacer frente al invasor tan desesperada como valientemente. Sin embargo,


los Niños Héroes, con nombre y apellido, no aparecieron sino hasta 1871, durante el gobierno de Benito Juárez, cuando por primera vez se recordó oficialmente la gloriosa derrota de 1847. Al igual que ocurrió con Cuauhtemoc, los liberales forjaron el mito de los defensores del castillo como ejemplo de patriotismo y entrega. En la historia oficial, quedaron consignadas con fidelidad las muertes de Melgar, Suárez y Montes de Oca, y con cierto grado de fantasía las de De la Barrera, Márquez y Escutia. La gesta de los Niños Héroes, sin embargo, oculta muchos detalles incómodos. Por ejemplo, que Antonio López de Santa Anna cometió tal cantidad de pifias y errores en la defensa del país que más de un historiador ha sospechado su colusión con la potencia invasora, o que las clases altas mexicanas y el clero nacional trabajaron abiertamente a favor de la invasión con el levantamiento de los Polkos (1846) y durante la ocupación (1847-48). Una vez más, serían los propios mexicanos sus más eficaces verdugos. Esta naturaleza caníbal del pueblo de México la verificaría una vez más, sesenta años después, el llamado Apóstol de la Democracia.

Hostigado por todos los frentes, Madero buscó la protección de Victoriano Huerta, un antiguo general porfirista que pronto se granjeó todas sus confianzas. Lo que no sabía el político coahuilense es que el militar preparaba un golpe de estado junto con el embajador de los Estados Unidos y partidarios del antiguo régimen tales como Manuel Mondragón, Bernardo Reyes y Félix Díaz. En Febrero de 1913 los conspiradores iniciaron la revuelta conocida como La Decena Trágica, que tuvo como resultado final el arresto y ejecución del Presidente Madero y su vicepresidente, José María Pino Suárez, el día 22 del mismo mes. El asesinato de estos últimos, a quienes se les acribilló a traición en las afueras de la prisión de Lecumberri, dio paso a la presidencia de Victoriano Huerta y a la fase más sangrienta de la revolución mexicana. El vía crucis de Francisco I. Madero se convirtió posteriormente en uno de los mitos fundacionales de los herederos políticos de la revolución (carrancistas, obregonistas y miembros del Partido Revolucionario Institucional). La figura del político coahuilense fue idealizada con el fin de que sirviera como elemento legitimador del régimen. Sin embargo, en su momento, el asesinato de Francisco I. Madero Madero y Pino Suárez fue aplaudido por tirios y Tanto Cuauhtemoc como los Niños Héroes com- troyanos. Se cuenta que ese 23 de Febrero: parten una característica: la juventud, misma que subraya la pureza y heroicidad de su sacrificio. En “[…] La ciudad se levantó con la noticia cambio, a Francisco I. Madero (1880-1913), ini“ya mataron a Madero”, y aunque la primera ciador de la revolución mexicana, lo que le otorga reacción fue de indignación, la mayoría de esa aura redentora propia del Héroe Caído son sus los habitantes de la ciudad se alegraron del cualidades personales, casi de santón laico. Enricese de las hostilidades, se lanzaron jubiloque Krauze las expresa de la siguiente manera: sos a las calles, adornaron las fachadas de sus casas y, en unión de la prensa, ensal“[…] No es un maestro de la verdad o de zaron a los vencedores y condenaron a los la revelación, porque no tiene ni busca caídos […]” (9) discípulos. Tampoco es un sacerdote laico, porque no ofrece sedentaria profesionalmente su credo. Menos aún es un profeta, Conclusiones porque no anuncia el futuro ni levanta su En la figura del Héroe Caído se encuentra un voz para anatemizar el orden presente. Es elemento claramente redentor: Esta figura es la un «predicador»: un médium de espirituaencarnación misma del valor, de la entrega o del lidad política que encarna y lleva un menhumanismo. Su naturaleza de cordero de sacrificio saje de cambio a todos los lugares a través hace que sus verdugos se conviertan por contraste de la palabra […](8) en la personificación de las fuerzas de la oscuridad. Así, los hechos históricos de los que forman Vegetariano, pacifista, místico, practicante de la parte se alejan de la simple anécdota y adquieren abstinencia sexual. Resulta casi increíble que un las dimensiones de un relato cosmogónico. hombre como él hubiera sido capaz de encabezar La historia real, sin embargo, es mucho más una revolución armada… Y sin embargo, así fue. compleja. Con un análisis a profundidad pronto Luego de mil peripecias inscritas en la historia saltan los detalles que ensucian los mitos patrios: Francisco I. Madero logra derrocar al dictador el papel central que los propios pueblos indios Porfirio Díaz y tomar la presidencia de México el tuvieron en la conquista y destrucción de Te6 de noviembre de 1911 en medio de grandes ex- nochtitlan; el apoyo que muchos mexicanos de pectativas de cambio social. Sin embargo, su natu- todos los estratos sociales prestaron al invasor raleza conciliadora, inapropiada para el momento norteamericano o la complicidad de las clases alhistórico, ocasionó que muchos de los caudillos tas y la milicia en el derrocamiento y asesinato de que lo apoyaron, como Emiliano Zapata y Pas- Madero y Pino Suárez. En todo caso, el ensalzacual Orozco, se volvieran contra él. Además, los miento de este tipo de figuras es también un mea simpatizantes antiguo régimen, a quienes ofreció culpa colectivo, un reconocimiento inconsciente amnistía, lo percibieron como un presidente débil de que nuestras grandes derrotas como nación y sin voluntad, por lo que procedieron a atacarlo han sido causadas –o por lo menos, facilitadas–, de manera inmisericorde. por nuestra desunión congénita. (1) ELIADE, Mircea. El mito del eterno retorno. Madrid, 2002, Alianza Editorial. p. 50 (2) PAYNO, Manuel y RIVA PALACIO, Manuel. El Libro Rojo. México, 2006, CONACULTA, Colección Cien de México, p.44. (3) Ibídem. p.54 (4) Ibídem. p.56 (5) LIBURA, MORALES, y VELASCO (Recopiladores). Ecos de la Guerra entre México y Estados Unidos, México, 2004, CONACULTA-FONCA, p. 291 (6) Ídem. (7) LIBURA, MORALES, y VELASCO (Recopiladores), Op. Cit. p, 143. (8) KRAUZE, Enrique, Biografías del poder, 2002, México,Tusquets Editores, pp. 32 (9) GARFIAS MAGAÑA, Luis, El Ejército Mexicano de 1913 a 1938, en Historia del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, Tomo II, SEDENA, México, 1979, pp. 357.

zoom sofía ramírez

la imaginación perdida

E

n abril, dentro de los eventos de la feria, pude asistir a la presentación de una obra de teatro de títeres llamada “Miró, el pintor poeta”. Está de más decir que fue una grata experiencia: una dramaturgia que se sostiene por sí sola, personajes bien definidos, excelentes títeres, hermosa producción, titiriteros - actores muy convincentes. Y está de más porque, más allá de que el conjunto me gustara, la trama me conmovió y aún ahora me revolotea por la cabeza. Y es que, unas semanas después, cayó en mis manos un libro que aborda la misma temática, aunque con referencias más sólidas, “El último refugio”, de Roberto Innocenti y J. Patrick Lewis, editado por Fondo de Cultura Económica. La historia: la ausencia de imaginación y creatividad, el abandono de la inspiración. Ambos personajes, pintores; ambos en busca de “eso” que les hace transformar la realidad a través de los colores y los trazos, decorar la vida con brillo y sombras. A Miró, en la puesta en escena, “aquello” se le revela gracias a los colores del mar, del baile, del miedo, del cielo, del amor. Aquí, por obvias razones, todo sucede más rápido y Miró consigue regresar a su taller con la avidez de quien necesita compartir lo descubierto y se dispone a crear sin tregua ese universo de Ubú que muchos conocemos y nos fascina. En “El último refugio” el personaje –un pintor, ilustrador, dibujante, el propio Innocenti- decide alejarse de su casa y aventurarse a donde el destino lo conduzca: un hotel al lado del mar. Ahí las respuestas danzan como signos de interrogación para que usted pueda encontrar la cura. Y en este peculiar hotel lo mismo se registra un marinero con pata de palo, un señor tan gris que responde al nombre de Gris Grisáceo, una delicada y enfermiza joven envuelta en blancos holanes y un aviador. Todos los huéspedes, según el loro recepcionista, van tras un extraño encantamiento y el protagonista, asumiendo que la imaginación, a la que llama Señora Caprichosa, se le ha fugado, no tiene respuesta, pues siente que se ha vuelto soso como un tarro de pegamento. En el transcurso del cuento van apareciendo otros personajes, tan enigmáticos como los anteriores, que dejan todo atrás para encontrar lo que han perdido: parte de su alma. Y aquí me detengo. No pretendo contar toda la historia y a ciencia cierta no tengo muy claro hacia dónde se dirigen mis palabras, pero de algo sí estoy segura: todos nos hemos sentido más de una vez tarros de pegamento. Por eso, todos, más de una vez, hemos procurado un viaje para reencontrarnos con una parte de nuestra alma, para reconciliarnos con la imaginación. Y no me refiero sólo al viaje como movimiento, sino también al que realizamos al leer un buen libro o al contemplar una pintura. Considero que los dos viajes nos permiten crecer desde adentro, del espíritu hacia afuera. Entonces, sólo así, nos recuperamos. Y como la Literatura es lo que a mí me concierne, sé que, como en “El último refugio”, al entrecruzar nuestra historia con la de Long John Silver, Huckleberry Finn o Don Quijote, encontramos las respuestas a nuestras propias interrogantes, tanto como si Antoine de Saint-Exupéry, Emily Dickinson o Herman Melville nos hablaran. Leyendo, es cierto señor Innocenti, vamos adonde la gente recibe los milagros con un guiño, un asentir de cabeza y un secreto apretón de manos.


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L

o admito, me resultó incómodo escribir sobre un método de adivinación en un 1 de julio de elecciones. Tal vez porque me hubiera gustado saber el resultado de antemano y decirles que soy una gran adivina; o bien, sólo para ahorrarme todo el revuelo de las últimas semanas. Pero se debe ya guardar silencio y esperar a que mañana, 2 de julio, conozcamos el nuevo color de este país. También admito que a ratos me gustaría regresar a ciertos pasajes de mi infancia, en que las cosas me maravillaban y me daban la oportunidad de ejercer mi obstinación de una forma más bondadosa. Así me ocurrió con la papiroflexia, conocida también como origami. En cierta enciclopedia para niños, en cada tomo, se encontraba un apartado sobre este arte. Se mostraba el dibujo del animal terminado y las indicaciones para hacerlo. En esos días mis inquietudes se limitaban a tratar de comprender el orden de los pliegues, cuál era el lado A o el lado B, y qué era arriba y abajo. Al final, todo era cuestión de seguir al pie de la letra el instructivo, una vez descifrado, tener la paciencia de un santo y repetirse una y otra vez: puedo hacerlo. Una de las desventajas de la papiroflexia era la de no encontrar el papel adecuado para ejercerla. No debe ser muy grueso, pero sí resistente y maleable. Más tarde descubrí que para ciertas figuras era vital el papel de dos caras. Mas recuerdo que una vez tuve la suerte de tener un paquete de papel especial para origami. Les hablo de mi infancia pues hoy ya se pueden encontrar kits especiales. Hay papeles de colores, de dos caras, texturizados, metálicos o impresos con patrones varios. Además ahora los instructivos son más claros y permiten realizar figuras de todos los reinos y todas las especies, del más acá y del más allá. Se pueden encontrar por cientos en la red. Son otros tiempos. Buscar el papel ideal, realizar el pliegue preciso, sacar un doblez para obtener el pico de un ave o la aleta de un pez. Eso, en resumen, es la papiroflexia. Las figuras no tienen una utilidad, sólo son objetos de contemplación para los adultos o juguetes para los niños. Me gusta creer que dichas figuras son provocadores de la maravilla y de cómo la simpleza del papel puede guardar

métodos de adivinación

erika mergruen la papiromancia

formas complejas, un poco como ocurre con la escritura: sí, antes se escribía en un cuaderno, antes los libros sólo estaban impresos en papel. Eran otros tiempos. Me parece que ya lo he dicho antes: las mancias son muchas, y pueden ser más. Basta con tener ese impulso de conocer el futuro, ese deseo intrínseco de poseer certezas. Hace mucho que no practico la papiroflexia, pero se me antojaría darle un giro: crear la papiromancia. Así, le daría a escoger al consultante una abanico de papeles de colores. Aquí realizaría un diágnóstico según la simbología del color elegido. Luego le facilitaría al consultante las intrucciones para crear un ave. Del tiempo que emplee para finalizar la tarea y de su reacción (gestos, maldiciones, resoplidos, risas) sacaría otras conclusiones. Por último, lo acercaría a una ventana y lo invitaría a echar su ave al vuelo. La respuesta positiva o negativa dependería del tiempo que la papirola se sostenga en el aire. Habrá puntos medios, pero si se fuera a pique, la desgracia sería inminente, y si se perdiera en el horizonte señalaríamos al consultante como alguien con mucha estrella. Creo que a partir de mañana, 2 de julio, diseñaré el Manual de la Papiromancia, para que en el futuro las elecciones se lleven a cabo bajo su auspicio: elegiremos papeles del color de los partidos aspirantes, realizaremos pliegues y dobleces para hacer aves, saldremos a las calles y las echaremos a volar. Entonces fijaremos la mirada para descubrir qué aves planean el tiempo suficiente para llegar a un destino imaginado por todos. Serán otros tiempos.

qué sabe nadie

el centro del laberinto, siempre está a la izquierda

E

l libro Manuscrito encontrado en Zaragoza, del conde Jan Potocki, ha desquiciado vidas, interrumpido otras, obsesionado a muchos, fascinado a tantos como al anticuario francés Serge Plantureux quien lo conceptualizó como el fin de una búsqueda de lo absoluto, hasta llegar ha convertirse, por tantos desvíos y transformaciones, en el libro que pudo no haber existido. Sin embargo, esta fascinante obra existe y se sitúa en el centro de un laberinto. Mauro Armiño, en su prólogo a la traducción española de la novela, propone que el laberinto por donde se desliza la narración se construye con base en el azar. Para mí, este libro más que ser un laberinto en sí, se sitúa en el centro mismo de uno; aquel que se ha construido y sobrevivido por la mediación temporal: mutilaciones, incendios, olvidos, descuidos, intersecciones, reconstrucciones, traducciones. Pero nuestra búsqueda, después de posicionarlo en el tejido temporal, no termina ahí. ¿Cómo develar su misterio? ¿Cómo acceder hasta él? Confiemos, para contestar a las interrogativas que se nos plantean, en la experiencia de uno de los grandes viajeros de lo fantástico, Jorge Luis Borges, quien nos dice cómo se ha de transitar por un laberinto: “siempre doblar a la izquierda y nunca te perderás”. Así, los viajeros ansiosos por localizar la ruta perdida de este valioso volumen tendrán, por fin, acceso a estas historias góticas, donde se encierra la belleza de un siglo en decadencia. Donde se muestra la destreza de un

narrador que toca los límites de la realidad y los aborda con la seguridad del conocimiento científico y sobrenatural. Estas dos focalizaciones sobre el mundo se mezclan y hacen del Manuscrito encontrado en Zaragoza una lectura cuya riqueza opera en diversos niveles. Un ejemplo de esto es la fascinante convocatoria codificada de textos esotéricos, alquímicos o metafísicos que no hace sino recuperar las inquietudes de su tiempo y vincular al lector con ellas. El mismo Jan Potocki emula su texto –se suma a su leyenda– al darse un tiro con una bala de plata, la cual, según dicen, bendijo un sacerdote. Recurrencia fantástica que lo asocia con los seres nocturnos, seres que comparten el conocimiento de otros mundos. Y ese conocimiento lo tenemos ahora ente nosotros en los seis decamerones que conforman la obra. Entre los más conocidos destacan: Avadoro, historia española y Diez jornadas de la vida de Alfonso Van Worden. El título de la novela se relaciona con el sitio militar que sufre la ciudad de Zaragoza, donde un oficial napoleónico encuentra el preciado manuscrito. En él se cuentan historias macabras con finales sorprendentes, cargadas de sensualidad y erotismo, con un toque de perversidad y crueldad que al mismo tiempo sacuden y seducen: es una puesta en abismo de lectores e historias dentro de otras historias con una intrincada trama que nunca se extravía de ruta y mantiene su coherencia, claro si se es un lector que gusta de laberintos y sabe transitar por ellos.

cecilia eudave

Estas narraciones son la exposición literaria de las investigaciones del conde Potocki, las cuales llevó acabo en la España del los años 1779 –1791. El conde no sólo encontró fascinante el mundo de hechicería y ocultismo en el país Ibérico, sino que además fue deslumbrado por la cultura andaluza y la presencia, casi sobrenatural, de los gitanos en esas tierras. El derroche de imaginación impreso en el texto le ha ganado el título de libro de culto para los amantes del género y se ha constituido en un pilar de conocimiento para numerosos analistas, no sólo del tema; los estudiosos de los fenómenos sociales también recurren a este texto para reafirmar la validez de lo fantástico como una muestra invaluable de la representación de los conflictos sociales y de pensamiento en una sociedad. Viajar por este territorio cargado de fantasmas, de embrujos y locura, nos muestra los límites a los cuales nos enfrentamos todos los días: nuestra escasa capacidad de imaginación y nuestra terrible vocación de transformar nuestra cotidianeidad en horror inmediato. Si bien, quizá no tenga el mismo efecto que tuvo en su tiempo, uno se recupera en estas historias a través de este libro lleno de gloriosa salud imaginativa; goza de la sabiduría de un tiempo que lo ha vuelto laberinto y de una eternidad que le ha ganado la posteridad de ese centro. Entremos, sin más, en esta misteriosa lectura y siempre doblemos la página hacia la izquierda. Así, no podremos perdernos ni volver atrás.

Casa Terán. Rivero y Gutierrez No. 110 Col. Centro. Aguascalientes

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