Guardagujas 39

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edmundo gutíerrez martínez

rodolfo jm sofía ramírez carlos bustos ricardo pohlenz alejandro espinoza cinco poetas del gabinete salvaje

guarda gujas noviembre 2011, n° 39

http://lja.mx/guardagujas


cinco

el cielo se cae

¿Qué es eso, Mamá, dime, qué eso en el cielo? No me digas que es Supermán otra vez que no te creo ¿Es un dinosaurio con alas que regresa del tiempo? ¿Es un helicóptero más en temporada? ¿Esos que caen, que caen, que caen en noviembre? ¿Esos que caen en temporada de yo no vi nada? Se cae, se cae, como el cielo se caerá sobre nuestras cabezas Corre, corre y busca cobijo, corre, corre sin hacer remilgos Corre, corre, sigue corriendo, no te quedes bajo el techo de lamina Corre, corre y no pares, mejor búscate un edificio Los helicópteros se olvidan de lo que son En medio del aire se preguntan ¿quién soy? Y no hay piloto que valga ni maldita sea, ni casualidad van al suelo con gravedad asumida son torzón abolido sin idea, sin la idea sostenida ese arriba arriba estáte ahí quietecito del autogiro Se cae se cae como del cielo caerán los meteoros prometidos del nuevo siglo Corre corre y busca cobijo, corre corre es el fin te lo digo Corre corre, sigue corriendo, no te rezagues que regresan las ánimas Corre corre y no pares, que se acercan los comicios. Elisa la hélice no es lisa no es cosa de risa Si se mueve no metas la mano ni el pie Un día será un siglo y luego siglo y medio y ese casi agarrado al f leco se desprenderá y caerá como caen las hojas de los árboles, los aviones secuestrados y los helicópteros en noviembre

imaginar el fin

E

s muy probable que todo vaya a terminar; y más probable que no suceda como lo imaginamos. No es una cuestión de que el espíritu se rinda ante los veredictos y predicciones del pasado, el que nos remite a una perspectiva de tiempos remotos, casi medieval, donde las cosas sucederán como en una pintura de El Bosco. O si queremos ser más funestos, Goya. Creo que es más cuestión de reconocer que las cosas van a terminar, pero no van a concluir. Que pasaremos a otro capítulo para el cual no teníamos prefigurada una historia. Creo que nuestra historia es la de una obsesión por el retorno, por vernos nuevamente en los mismos predicamentos. Y la reescritura de la historia es precisamente eso: escribir encima del suceso anterior. No podemos imaginar ese “más allá” que se encuentra después del desenlace. Once mil novelistas en ciernes –un poco abusados, debo admitirlo—entienden lo que quiero decir con esto. Al mismo tiempo, pienso que ese desenlace no será como lo pintan, o como lo han pintado (a veces literalmente) a lo largo de siglos de imaginarios colectivos sobre el fin del mundo. Nuestro único referente de peso es, pues, el Apocalipsis, o las Revelaciones, libro escrito por un desterrado, que en medio de enormes tribulaciones, decide convertir sus visiones en una compleja y enigmática serie de símbolos que hasta la fecha no han hecho más que convertirse en el fundamento para mantener las cosas divertidas. Para darle calor a la expectativa de que decidamos poner punto final al escrito de la imaginación humana. Sin embargo, esto: sospecho que nuestro final será desangelado; que el mundo se verá como una enorme fábrica abandonada, y que pasaremos el tiempo caminando y hablando sobre el clima, señalando éste y aquél árbol o montaña, y hablaremos muy poco. Recordaremos que en un momento fuimos algo (un relato, un propósito, un sentido) y que de repente ya no fuimos más que un inconsecuente evento más

en el mundo. Dejaremos de ver la necesidad de usar calzones, las paletas de sabores dejarán de hacernos sentir bien, y toda carga existencial que nos haya impulsado a lo sublime o al exceso dejará de pesar sobre nosotros. Viviremos ligeramente, y sonreiremos cada vez que veamos una bolsa de papitas. Y platicaremos con los muertos. No directamente, sino como un ejercicio simulado de reconocernos con nuestros pares fallecidos. Finalmente contaremos nuestras historias privadas, las que no conoce nadie más que nosotros. Susurraremos al oído de un desconocido y luego nos iremos un rato a jugar al parque. Volveremos a correr sin rumbo, cazadores y recolectores de nada en particular. Algunos decidirán morir de hambre, otros decidirán alimentarse frugalmente y platicar muy poco con los demás. En algún momento, recordaremos que podemos leer un buen libro. Será una experiencia inusitada, sobre todo con la literatura de ficción, porque ahora sí, el término ficción se reconocerá en todo su sentido. La ficción ya no será lo plausible, sino algo que jamás ocurrirá: imaginación pura. Será muy divertido leer a Kurt Vonnegut en ese contexto. O a muchos otros. Es muy probable que las cosas terminen como jamás lo hubiéramos imaginado. Y lo que imaginamos menos posible es que las cosas terminen con calma. Sin ceremonias, sin rituales ni señalamientos ni proclamas de las alturas. No habrá perseguidos en este fin, ni devastaciones mayores a las que hemos sufrido en los últimos diez años. Saludaremos al vecino de manera distinta, ya que ni tú ni él saben, con mayor certeza que antes, qué estamos haciendo aquí. Pero no importará, así como no importará el tipo de sonrisa que se dibuje en tu rostro. Sonreír no será cosa del pasado, pero tampoco será un ímpetu humano posterior al fin. “¿Para qué?” diría cualquiera en esas circunstancias. Y por supuesto, nadie sentirá tristeza. Habrá un reordenamiento de las emociones, cuerpo y mente se regodearán del grado cero emocional que nos invadirá. Seremos presas del absurdo, pero ya no nos molestará tanto. Creo que el mundo contemporáneo ya se siente finalizado. Las ciudades están llenas de espacios abandonados, hileras de casas sin venderse, tiendas cuyos letreros ya sólo tienen la estructura, el logo desvanecido, hay bancos huecos cuyas paredes están cubiertas de graffitti, tugurios con las puertas

Tania Espinosa de la Garza Días así lo que es hoy, agria hasta la mandarina no se atraviese nadie cuchillo filoso abre todo, hasta el corazón ¡hey, no te atrevas ni siquiera pasarte a mi carril! ¡tú, ni siquiera me veas, hijo de puta! ¡no sigas lloviendo! ni los muertos se asomen ¡cállense por ahora! no hay nada que ver conmigo fuera palabras ya no lluevan por ahora no sigas lloviendo no me lluevas más

Días así (2) creo que me estoy convirtiendo en una asesina en serie al menos en mi cabeza exterminadora al más puro estilo de Falling Down, con la sonrisa mosqueada –pero con una flor roja en la boca – (el glamour jamás lo voy a perder) asesino todo y todos me doy permiso mañana reconstruiré nuevamente mi mundo y a la gente y a las calles y a los colibríes hoy sólo ruinas disparo aquí y allá que nada quede sólo flores rojas en las tumbas señal de que he terminado

selladas con barrotes de madera, sillas de estéticas que poco a poco se van cubriendo de polvo. Asimismo, podemos ver cómo el sol carcome las cosas que se convierten paulatinamente en resto. Creo que las cosas ya terminaron hace tiempo. De manera que la imaginación del fin es sólo eso: imaginación, una de las tantas maneras que recurrimos a pensar en las posibilidades de lo desconocido. Porque es probable que, como nos ha enseñado la historia, la historia nunca es como se imagina. Por lo tanto, yo imagino que nuestro fin será igual de contundente que el lento desvanecimiento de gas en un globo que estaba amarrado a una silla de la cocina. Cuando menos te das cuenta, ya está en el suelo. Así sucederá, y qué bueno: vivimos rodeados de un hartazgo terrible, de una seriación de las experiencias intensas que ha adelgazado nuestra capacidad para sentir. No es depresivo sino inconsecuente. Como una escritura que no provoca, que no conmueve, que no dramatiza, vaya, el anhelo de existir. Porque ya no habrá necesidad de hacerlo.


poetas del gabinete salvaje Mónica González Vázquez Descendimiento

Empuño la espada que me ayuda a combatir y desciendo. Voy por las calles como por ríos vertiginosos. Atisbo tu brazo en alto. Me has guiado hasta ti. Mi huella en el asfalto, calza su descendimento. En el arroyo vehícular, naufragan las esquirlas de mis alas rotas. He venido a renacer un nuevo día. Ahora soy parte del vértigo, ese que todos los días te escupe en la cara: guerra, odio racial y cifras de dolor en la carne. Me duelen los pies de tanto correr. Me queda la voz para gritar fuerte, escúchame

en tus sueños. Mis cantos por tu presencia, son de esperanza. Vine a ofrecerte ríos de luz, a encontrarme en el cristalino de tus ojos, a caminar tus rumbos. Reconóceme, soy quién rapó sus crespos largos, aquel que habita por debajo de esta superficie fétida, donde tu mirada no alcanza. Soy más que una mano percudida que se extiende a tu paso. En la orfandad de la razón, he renunciado a paisajes inimaginables y al brillo del cielo raso. Sólo me queda la línea divisoria entre el cielo y un páramo de concreto en donde existe de todo: gente, coches, campanarios y el eterno vuelo de las palomas.

Carlos Wamba

Sara Moguer Tomar el presente

Narval

Tomar el presente, beberlo como si fuera agua,

Horizontal, ático animal de Mercurio. Atraviesa mares inclinados, hielos, extraños huertos lunares donde penden manzanas azules y bosques talados por el frío, o por el tiempo, blancos de tiempo, o del olvido.

Niágara

en la boca. Estimulad la revolución interna –Sánscrito en Benjamín luz del Alba Samsara– Hallad en el interior lo que acalla el viento –manuscrito carmesí– suscribiendo en la consciencia los pilares de la nueva tierra. –Michelángelo mezcló su brebaje en Tierra Santa– Libera la palabra de la libido externa y hazla fuente de todos sus gustos.

Una con la tierra El éxtasis está en un volcán luminario, en el susurro de la marmota. Lleva panales de azúcar, orquídeas sanseguntas por la matriz del polvo, pinares aceitunos leche, en polvo; polvo, de estrellas que se encuentran macerados, adintelados en el dosel de la vagina, polvo de resurrección –erudita composición de Ganímedes– que vibran al compás de la santa copa que lleva por Biblia la úkara y el címbalo. ¿Dónde se esconde el renacuajo? Vivito y coleando sale a la superficie esférica sin esfuerzo, con sólo el abrir de sus corvas, lanceando bramidos curvos y concéntricos, verbalizando palabras de amor. Prodigio imperfecto; en el pasaje, se hace preso. Pero el silencio le atrapa de nuevo y de nuevo se encarna al amor. Ya sufrió humillación, ya supo lo que era invierno y pasó la redención. Así comenzó la vida, así se hizo perfecto, a la luz de la media noche.

Vieja mascota de una casta extinguida, ¿cuánto tiempo hace que nadie acaricia tu vieja piel de neopreno? ¿Cuánto qué nadie te mira a los ojos?

Foto Allí en el contenedor, entre restos de restos de una casa en desahucio hay una foto, y en la foto dos niños. Van de la mano, de la mano de alguien y llevan caras que ya no se llevan, llevan ojos de un mirar espeso, de digestión lenta, de susto, de temor de todo, de pasado. Se les ve mirar la cámara mendigando. Mendigan una mirada, otra, y alguna atención, y vida, y futuro, un poco. Debió matarlos la guerra, son niños de la guerra, de cualquier guerra y se les ve, ya muertos, mirando la cámara como quien pide una mano, como quien grita ¡Mamá! Tendido en un campo de batalla. Una vieja máquina de retratar con su vientre de madera, con su ojo curvo, debió amortajarlos así, en un beso, a pupila parada, de un guiño. ¿Quién pudo quererlos así? Su madre debió destetarlos un día de lluvia, y algo como aguado, desleído, descremado, debió quedárseles allí, apenas contenido, entre los dientes ¿Quién puede? ¿Quién pudo quererlos así? Ahora están muertos. Lo estaban. Están muertos, y alguien, alguno, alguna, debió quererlos así.

Fernando Villen (sigilo) la presa ajena a nuestras sombras ningún pie ha de crujir el seco follaje una sola flecha silbe de contento el pecarí abatido ya conoce su destino por hoy ya es suficiente regresemos el sendero se abre con los ojos cerrados (cielo satinado aire puro la aldea en un claro junto al río las bananas maduran al Sol una mujer coa en mano avista nubes los niños corren a recibir la carne y la partida el relato oficia el ritual de la comida) iguana y tucán también descansan zumban los insectos se hace sentir el latido de la selva resta una eternidad lo que queda del día para acariciar el viento encerrado en una pluma o venerar la obsidiana colgada a tu cuello sepulcro de los muertos (la piedra tallada en cada atardecer la madre amamanta a su hijo el río enseña y chapotea lanzas y piernas de chiquillos la aguja teje un desnudo la canoa regresa de tratar con las islas al fin una joven pareja se perderá entre la maleza esta noche se celebrará una fiesta) hay miel para dorar un cordero recoged leña para la hoguera maceraremos la hierba de la montaña y los ancestros verán nuestras calaveras nosotros los dedos de la magia y el esqueleto de la vida al Espíritu (un hueso se moja de pintura los cuerpos se visten para danzar) durante el sueño las almas viajan nuestras entrañas dejan de ser extrañas oscuridad y fuego miedo y asombro jungla el chamán encuentra una voz en los recovecos del corazón y narra la ceremonia mañana todavía habrá amanecer (la Luna y la lluvia limpian un viejo día) la sangre es sagrada la herida el camino


L

a noche tiene todas las posibilidades. De noche suceden los acontecimientos importantes. Por la noche, los miedos recuperan fuerza y despiertan de su aletargamiento diurno; en la noche, las pasiones a rienda suelta y sin prejuicios. La oscuridad nos oculta y susurra “atrévete”, pero también se agazapa y nos sujeta del cuello. En la noche, la creatividad; en el día, el orden. Alguna vez escuché que es mejor depositar nuestra confianza en los sueños nocturnos que en aquellos que nos interrumpen el día. Como a muchos, me agrada la noche, y como a otros, me asusta. En fin, la noche es ama y señora de todas las posibilidades. I Para comprar un féretro, lo conveniente es ir de noche. No importa si el muerto dejó esta vida muy temprano por la mañana, lo que más tiene ahora es tiempo y sabrá esperar. Es importante que todo esté en calma y a oscuras –el brillo de las cajas metálicas y los relieves, nos guiarán-; caminar con sigilo, sobrios y en silencio. Prestar atención: la conversación entre los féretros nos indicará cuál es el perfecto para acompañar a nuestro muerto toda la eternidad. Debemos considerar: éste, la unión entre féretro y muerto, sí es un matrimonio real, pues es la muerte quien los une, y si estarán juntos tanto tiempo, por lo menos que ambos estén cómodos, sobre todo el féretro que apenas comienza a justificar su existencia. II “- Señorita: ¿quiere usted cenar conmigo?” pregunta aquel señor al que todas las mujeres le temen y lo evitan. Es de noche, por supuesto, y si alguna mujer tiene necesidad de caminar por las calles oscuras, debe tomar en cuenta que el loco deambula por la ciudad y podrá sorprenderla. Si corre con suerte, el loco sólo le preguntará por la dirección del cementerio: ahí encontrará alguien con quién cenar.

III Escribir, claro está, de noche. Es el momento ideal para que aparezcan todos los personajes habidos y por haber, ávidos de existencia. La noche convoca a nuestros demonios internos para que, frenéticamente, nos hagan escribir, dar vida a los objetos, devolverles la razón a los muertos y fuerza a las pasiones más sombrías. Escribir para crear un mundo atroz, fantasmal, letal. Cincuenta años, cincuenta libros. IV Todos lo saben: la noche le pertenece a los perros. V Es común perder los calcetines en el proceso de lavado: sencillamente desaparecen. Pero a veces sucede que un vestido, un pantalón y hasta el traje completo ya no están en su sitio, en el gancho, bajo la funda o el plástico. Es extraño y los buscamos en el armario, entre otros vestidos, trajes o pantalones, y nada. Y no hay explicación: nadie tiene acceso a la intimidad de nuestra ropa y duramos semanas cuestionándonos el destino de nuestras pertenencias, pero al final las olvidamos y las sustituimos por otras, arrinconadas o incluso nuevas. Pero la ropa no olvida, el traje completo quizá se buscó otro cuerpo y huyó. Probablemente regrese, de noche, a ver cómo llevamos su ausencia y no le parezca. VI La Dulce Muerte visita la noche y algunos se dejan llevar por su arrullo. Otros, prefieren el martirio, desangrar gota a gota su vida. Los demás no la esperan pero no pueden evitar recibirla. VII Francisco Tario nos heredó La noche, mejor aún, sus noches, y nosotros no sabemos dónde colocarlo, si ahora o ayer, si en cuentos o poemas, si en casa o en el exilio. Tario es el golpe nocturno que nos hace despertar y no sabemos si es hoy o ayer, si es vida o muerte, si son los amigos o los extraños, si es propio o ajeno. A Tario, simplemente debemos leerlo. VIII Y, finalmente, echarnos a dormir, un poco fatigados, un poco orgullosos.

Quién no ha soñado alguna vez con ser el mítico agente inglés con licencia para matar, hacer el amor o destruir un país tercermundista sin que nadie le obligue después a limpiar la hecatombe que ocasionó? En la época de mi padre, él sólo podía suspirar resignado, con una copa de Don Pedro en la mano en vez del vodka Martini shaken not stirred, abrazando a mi madre en vez de a una infartable Ursula Andress, compañera de Sean Connery en la primera aventura de Bond conocida como El satánico Dr. No. Pero los tiempos han cambiado. Ahora cualquiera puede emular las hazañas del espía con doble 00. Por ejemplo: cualquier mexicano con un sueldo modesto que le permita disponer de tarjetas de crédito, puede comprar (a plazos y sin intereses) el mismo celular que Bond usa en sus películas (da el caso que yo lo tengo). Y no sólo eso, puede adquirir el reloj Omega, los zapatos Ferragamo y la tablet Mac (de nuevo, a plazos) que aportan la combinación ganadora para ser un héroe. Ahora, si la persona en cuestión es un profesional promedio, puede conseguir, a precio accesible, un Peugot 206 descapotable que dé la talla en caso que no se tengan los recursos necesarios para comprar el Aston Martin que le otorga a James la posibilidad (casi siempre consumada) de sexo gratuito. Para el fin de semana, el mexicano interesado en acrecentar su vida social puede rentar un esmoquin y pasearse por los principales bares de la ciudad,

bebiendo Martinis agitados, haciéndose de mucho mundo y presentándose mareado ante mujeres cuarentonas como: “Raqueta, Julio Raqueta”. Al final, puede que esto le funcione y consiga levantar a alguna desesperada, que sólo quiere desahogarse sobre la vida gris que tiene como ama de casa. Lo que nadie parece tomar en cuenta es que James Bond es un fracasado monumental: A sus más de cuarenta años es viudo y está traumado: no puede comprometerse con nadie por miedo a sufrir de nuevo la pérdida del amor. Aparte de ser un nómada emocional, no tiene casa propia, o al menos ninguna que sepamos; siempre se hospeda en hotelazos de lujo que sus jefes le pagan o es acogido en las mansiones del villano en turno, él cual sí es próspero y triunfador. Bond no tiene auto propio, siempre despoja a Q del carro que terminará destruyendo a la mitad de la película. No sabemos si usa preservativos o está sidoso, o cuando menos tiene herpes; no tiene amigos, no tiene padres, no tiene hijos; destruye todo lo que toca; asesinan a todos los que tienen algún contacto con él: es un peligro, una maldición, un paranoico, una reliquia, una pesadilla y el hombre que todos quisiéramos ser alguna vez, una raro coctel de sofisticación, ternura y hombría en el momento preciso. Mi mujer, que lee sobre mi hombro mientras termino de escribir esto, suspira resignada. Cuando le pregunto no dice nada. Estoy seguro que la duda no me dejará dormir.

¿

buenas noches, tario

yo, james bond

http://lja.mx/guardagujas/ guardagujas@lajornadaaguascalientes.com.mx editores: edilberto aldán / joel grijalva


L

iteralmente, la censura es: la criminalización de ciertas acciones y la difusión de estas. En los Estados Unidos de Norteamérica, la Primera Enmienda de la Constitución dice: “se prohíbe que la legislatura… haga una ley que prohíba la libertad de culto, de expresión, de prensa, de reunión, o de petición”. Es decir: prohíbe la prohibición de cualquier expresión pública. En este contexto, la pornografía, entendida como sexo consensual entre adultos, parecería tener el camino libre para un desarrollo ilimitado, sin embargo en Los Ángeles California, casa de la industria pornográfica norteamericana, existe un lista de prohibiciones conocida por su acrónimo: CURBFHP, y que sin ser letra escrita sirve a la procuraduría adjunta de la Ciudad de Los Ángeles para regular la producción pornográfica. El significado de cada letra del acrónimo es el siguiente: • C: Children involved. • U: Urination or defecation in conjuction with sex acts. • R: Rape scenes. • B: Bestiality. • F: Fist or foot insertion. • H: Homicide and dismemberment in conjuction with sex acts. • P: Severe infliction of pain. “No perseguimos a la gente por tener sexo unas con otras, –dice la procuraduría-, incluso si se trata de una situación en la que está involucrada mucha gente. No importa si se trata de sexo vaginal o anal. No perseguimos lo extremo, perseguimos lo muy extremo”. Para algunos directores y productores, el mercado mismo se auto regula. Si filmas una película “muy” extrema, los distribuidores no la tomarán y entonces el negocio ya no será rentable. Sin embargo los distribuidores no representan el verdadero obstáculo ya que la venta se puede realizar desde la Internet, evitando intermediarios y llegando a los interesados de cualquier parte del mundo. Durante la administración de George W. Bush, que antes del 11S había iniciado una cruzada contra la pornografía, el abogado Paul Cambria, representante legal de gente como Larry Flint y Marilyn Manson, así como de muchos peces gordos de San Fernando Valley, elaboró una lista de actos que recomendaba evitar para mantenerse lejos de posibles problemas legales. Los actos enlistados incluían, además de los mencionados en la lista CURBFHP, las siguientes prácticas: Escenas en las que se muestre dolor o degradación; eyaculaciones en la cara; escupir de boca a boca; usar comida como objeto sexual; incluir ataúdes; dobles penetraciones; escenas homosexuales; escenas transexuales; escenas bisexuales; diálogos degradantes; menstruación; incesto; y sexo interracial. Para los productores y directores de San Fernando Valley, eliminar esas prácticas equivalía a desaparecer el entretenimiento para adultos tal como ellos lo entendían, sin embargo, temerosos de las posibles represalias del gobierno republicano, saludaron la Lista Cambria como una “guía sugerida” y declararon abiertamente su desagrado por dos personajes que no dejaban de provocar a la administración Bush: Max Hardcore y Rob Black. El verdadero nombre de Max Hardcore es Paul Little, productor, director y actor de películas protagonizadas por mujeres vestidas como niñas preadolescentes. Sus escenas solían ser de una rudeza notable e incorporaban actos de

Rodolfo JM. (Ciudad de México, 1973). Egresado del Instituto Politécnico Nacional) en Ingeniería Industrial. Cursó el Diplomado de literatura en la SOGEM. Ganó el premio Julio Torri 2008 por su libro de cuentos Todo esto sucede bajo el agua, editado por Tierra Adentro. En 2011 ganó el Premio Nacional de Cuento Fantastico y de Ciencia Ficcion. Ricardo Pohlenz. (Puebla, México, 1965). Escritor y poeta. Estudio Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana. Es la voz cantante de Los Ositos Arrítmicos de Lemuria. Es autor de la plaquete Oración para gato y dama en desgracia (1991) publicada en los Cuadernos de Malinalco y del volumen de relatos Lounge (2010) publicado por Magenta. Alejandro Espinoza. (Mexicali, Baja California, 1970). Narrador, ensayista, traductor. Entre sus obras se encuentran las colecciones de cuentos Las Visitas, La ciudad y sus silencios, la novela La Saga: una noveleta filosófica la colección de viñetas, ensayos y artículos apócrifos titulada “Las Biondas no tienen corazón” (CRUNCH editores, 2004). Profesor de Estética y Nuevas Tendencias por la Escuela de Artes de la UABC. Tania Espinosa De la Garza. (Ciudad de México, 1976.) Egresada de la carrera de Lengua y Literatura

vómito y orina, así como el uso de aparatos propios de un consultorio ginecológico. Rob Black, responsable de algunas de las colecciones más repugnantes y violentas del porno de la década pasada, decía que deseaba hacer una escena en la que un hombre irrumpiera en el cuarto de una mujer, tuviera sexo duro con ella y luego le disparase en la cabeza con un arma de fuego. La gota que derramó el vaso para Max Hardcore fue su película Max Extreme 4, en la que una de las actrices afirmaba, en pleno acto sexual, tener doce años. La película que provocó la caída de Rob Black y su esposa Lizzy Borden, fue Forced entry en la que una chica es raptada, forzada a tener sexo extremo contra su voluntad, humillada verbalmente, y al final acuchillada, todo filmado con una temblorosa cámara de mano, como si se tratara de un film snuff. Tanto Max, como Rob y su esposa, fueron procesados por obscenidad, encontrados culpables, y sentenciados a cumplir condena en la cárcel. Curiosamente la defensa en ambos juicios presentó el mismo argumento: los pornógrafos eran patriotas americanos que ejercían su derecho a la libertad de expresión, y que además eran víctimas de un gobierno que malgastaba recursos persiguiendo a sus propios ciudadanos en lugar de combatir al verdadero enemigo: el terrorismo islámico. Si bien los casos de Max Hardcore y Rob Black representan los mayores éxitos de la censura contra la industria pornográfica norteamericana, el nombre de Adam Glasser, mejor conocido como Seymore Butts, director especializado en sexo anal y responsable de la película Tampa Tushy Fest, en la que dos mujeres practican el fisting, representa su mayor fracaso. A diferencia de los abogados de Max y de Rob, los de Adam Glasser contraatacaron con toda una bibliografía sobre diversidad sexual con la que demostraron que el fisting es una práctica con alto arraigo en las comunidades LGBT, y que declararla obscena era una muestra de intolerancia hacia estos grupos. Glasser ganó el juicio, con los consiguientes beneficios en ventas producidos por el morbo de quienes deseaban ver la película. También obtuvo el reconocimiento de la industria por haber vencido públicamente al sistema. “Diariamente se filman escenas de fisting en varios países del mundo –dijo Adam Glasser en una entrevista posterior al juicio-; aquí en América se filman escenas en las que se introducen cuatro dedos, y hasta ocho; pero ningún pulgar porque entonces es considerado fisting, y eso está prohibido. No lo entiendo. Entiendo lo de la violación y el homicidio; entiendo lo de la bestialidad y la pornografía infantil. Pero cualquier acto consensuado entre dos adultos debe ser aceptado”. Lo irónico es que el triunfo de Glasser no sólo puso en entredicho la congruencia moral de la Procuraduría Adjunta de Los Ángeles, cuyo argumentó fue que su derrota se debió a que el jurado confundió el objetivo del caso, objetivo que según ellos no era demostrar si el fisting es algo aceptado y practicado en la intimidad por otras personas, sino la forma ofensiva en que este se presenta en la película Tampa Tushy Fest. El triunfo de Glasser puso en entredicho la congruencia moral de toda una sociedad que no tiene el menor reparo en promover y tolerar abiertamente el uso de armas de fuego así como su venta a grupos criminales y fundamentalistas de cualquier orientación, pero que se escandaliza ante las prácticas sexuales ajenas.

CURBFHP!

tripulación

Hispánica, UNAM. Becaria del Instituto de Filológicas. Mónica González Velázquez. (Ciudad de México, 1973) Egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, de la Licenciatura en Diseño Gráfico. A la par, cursó los talleres de creación literaria en la Escuela de la SOGEM. Ha publicado los poemarios: Tríptico de desamor, La luz y las sombras altas, Poesía Reunida, Las cosas últimas y Gran mal. Sara Moguer. Actriz, poeta y directora de escena. Es licenciada en Artes Escénicas por la ESAD de Sevilla. En Madrid ha estudiado teatro clásico con Vicente Fuentes de la Compañía Nacional; musical con Carmen Conesa, canto con Nacho Uribe y flamenco en la escuela “Amor de Dios”. Ha publicado en varias antologías y revistas literarias, ha llevado a escena sus propias perfopoesías con la Plataforma Chilango-Andaluz y el Gabinete Salvaje. Carlos Wamba. Sevilla. Profesor de filosofía de momento, y escritor y poeta desde siempre, ha sido cofundador de una extinta cooperativa editorial y codirector la revista literaria Rara Avis Revista de Literatura, también extinta. Tiene a punto de edición un libro de poemas: Bestiario Personal.

Fernando Villen. Granada, Andalucía, España, de 1980. Es poeta, narrador y filósofo. Ha participado como detective salvaje, gestor cultural y corrector en la editorial Alea Blanca. En una pluralidad de revistas y antologías. Ha trabajado en Onda Cero Radio. En cuanto a poesía —no trozos de papel, grafo, aerosol, byte, canción, vidrio, madera, lienzo, filosofías— cuenta con trescientas sesenta páginas durante trece años, y más, ya de escritura. Sofía Ramírez. (Aguascalientes, 1971). Estudió letras hispánicas en la Universidad Autónoma de Aguascalientes y una maestría en literatura mexicana. Actualmente es la directora de Casa Terán. Es autora de La sonrisa de un condenado a muerte y La casa callada. Su libro más reciente: La edad vulnerable, Ramón López Velarde en Aguascalientes. Carlos Bustos. (Guadalajara, Jalisco, 1968). Editor y antólogo. Ha publicado cuento y novela. Entre su obra destaca Ladrones del crepúsculo, El ilusionista y el ojo del unicornio. Con el libro Fantásmica obtuvo el Premio nacional de cuento Gilberto Owen. La foto de portada es de Edmundo Gutiérrez Martínez El dibujo de Francisco Tario es obra de Antonio Peláez. Tomado de Antonio Peláez, Pintor. Colección SEP/Setentas. México, 1975.


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