Gorriones de la noche

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Gorriones de la¡ noche Jorge curilnao





GORRIONES DE LA NOCHE

JORGE CURINAO


Curinao, Jorge Gorriones de la noche / Jorge Curinao. - 1a ed. - Trelew : Remitente Patagonia, 2020. 52 p. ; 21 x 15 cm. ISBN 978-987-4919-71-7 1. Poesía Argentina. I. Título. CDD A861

Tirada: 300 ejemplares Autor Jorge Curinao Edición Pablo Lo Presti Diseño de tapa Pablo Lo Presti Fotografía de portada y contratapa Jorge Curinao (Palos chicos, Club Los Indios, Río Gallegos) Diseño interior Julio C. Zani Para contactarse con el autor: Correo electrónico Sitio web

jorgecurinao06@yahoo.com.ar www.jorgecurinao.blogspot.com.ar

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JORGE CURINAO

GORRIONES DE LA NOCHE



a Lunita



El que escribe amaina los vientos

¿Dónde habita la noche para el poeta Jorge Curinao? ¿Qué nido construyó dentro de la poesía, para que podamos, los lectores, ser gorrión y álamo? Dice el poeta: El viento abre una herida en la noche. Ahí los pájaros hacen sus nidos. La palabra nido viene del latín nidus, y refiere al refugio que conforman las aves con ramas y plumas para resguardarse o para criar. ¿Cuán oscura debe ser, entonces, esa herida para contener, como decía Hesíodo, todas las cosas (el Caos)? Ahora que todos se fueron a dormir, voy a contarte la historia del sol. Promete el día, pero todavía no sucede. Sin embargo, El viento es nuestro amor eterno: existe para que los álamos no se olviden de cantar. ¿Qué ritual hace el viento como forma de alabanza? ¿A qué velocidad golpea los álamos para que, en medio de la noche, forma de esperanza del día, decidan cantar? Pero la caída de la nieve es inminente. Dice Curinao: la caída de la nieve sobre lo que se creía perdido. He aquí la luz para iluminar lo perdido. No la luz del día, sino la luz que emerge de la nieve, para redondear, con sus copos, la belleza de lo ausente en contraposición al cielo. Decía el poeta Juan Calzadilla, hacia el final de su poema La jaula: Que cante como pájaro si quiere sentirse libre. Es decir, como gorrión que va forjando, en la noche, los hierros de la luz. ¿Sobre 9


qué hebra de luz construyó Jorge Curinao su nido para resistir los vientos de su propia poesía? El que escribe amaina los vientos, señala el poeta. Aquí hacemos silencio, una reverencia. Para salvaguardar un gorrión alcanza con este libro.*

Noelia Palma, Morón, en el agobiante calor de febrero 2020.

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Bibliografía consultada: “Poetas venezolanos”. Colección a cargo de José Ángel Leyva, La Otra, 1ra ed.- 2013. Diccionario de símbolos, Juan-Eduardo Cirlot, Editorial Labor, 2da ed.- 1992 10


A veces me toco el corazรณn para saber que soy yo y no los otros.

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Cuando ya no hay dolor en la memoria, el cuerpo se vuelve mano.

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Quien mira el cielo sabe que los lĂ­mites son de agua.

13


Mi tristeza viene de los puentes, no de la noche.

14


De tanto mirarla, esa flor se ha vuelto mi sombra.

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De mi corazรณn huyen pรกjaros que se estrellan contra su ventana.

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Abrir un libro y leer, en la primera pรกgina, que todos los pรกjaros se han ido.

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Me esfuerzo en silencio para que el llanto no pese.

18


Renuncio a un lenguaje que no sea comprendido por los perros.

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De noche, el viento se detiene. Un perro que ladra inventa el desierto.

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Hace frĂ­o y parece que los muertos quisieran cambiar de nombre.

21


El rezo ante las tumbas, dialecto de hojas secas sobreviviendo a la tarde.

22


El viento abre una herida en la noche. AhĂ­ los pĂĄjaros hacen sus nidos.

23


QuiĂŠn pudiera, bajo la noche que arrastra sĂĄbanas, reconocer otras manos y pasar desapercibido.

24


Su pelo se pierde en el viento como cielo al borde de una hoja.

25


Caminaba descalza y la noche copiaba sus sueĂąos.

26


QuiĂŠn dejarĂĄ de huir con un nudo en la garganta.

27


El mar es imitaciĂłn del sueĂąo que regresa.

28


El viento es nuestro amor eterno: existe para que los รกlamos no se olviden de cantar.

29


Sentir el cansancio en esas maĂąanas de otoĂąo, en las que pienso que lo verdaderamente importante sucede en los ĂĄrboles.

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Como una hoja caĂ­da, de esas que nadie pisa por temor a lastimarse.

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Se trata de la misma soledad: las hojas golpeando en la pared, la caĂ­da de la nieve sobre lo que se creĂ­a perdido.

32


Es un llorar adentro. La distancia que me separa del paisaje es lo que me ata al mundo.

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Cambiar de lugar las palabras y el silencio. Arroparse con los sueĂąos de una lĂĄmpara reciĂŠn encendida. El que escribe amaina los vientos.

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No se puede escribir una carta con las puertas abiertas: todos entran y salen como si de eso se tratara la vida.

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No sĂŠ si alma o cuerpo, pero algo duele. Los gorriones, que juegan en el techo de mi casa, saben que la muerte viene y desordena todo.

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Cansado de las preguntas del padre que nunca tuvo, prefiere quedarse en su casa, jugando a que lo encuentren. Esos รกrboles tienen la edad del silencio.

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Afuera llueve y yo me voy por las ramas hasta poder encontrarte.

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De pronto se detiene el tiempo y paseamos por nuestra bahĂ­a. AĂşn no le hemos puesto nombre, pero sabemos que es nuestra. Eso dice la noche.

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Ahora que todos se fueron a dormir, voy a contarte la historia del sol.

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Un hombre entra en la panadería y dice Qué vientito, eh, como queriendo decir Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

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No se puede entrar, no con este frĂ­o que quiebra los espejos. Lo curioso ante una puerta cerrada es aquello que se aleja o que vuelve.

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¿Para qué seguirte? – dice. Mejor la paso perdiéndome en el campo. Allí, entre los gorriones de la noche, los muertos suelen ser felices.

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Te hablo como el niĂąo al muerto, sin saber por quĂŠ la vida insiste en llevarme al rocĂ­o de las ausencias.

44


Algunos instantes se quedaron conmigo toda la vida. Porque la eternidad no es mรกs que un vicio, luz que se enciende de a ratos.

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Me detengo en medio del desierto y miro el cielo a través de la lluvia. Aunque me vaya, esas nubes seguirán ahí.

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Nadie sabe del dolor entre mis manos y, sin embargo, aĂşn espero que valga la pena soĂąar con un sol al descampado.

47


Casi no he conocido a mi padre, pero siempre lo he extraĂąado. Su ausencia es un niĂąo sin alas: dibuja un pĂĄjaro.

48


Es necesario cruzar el desierto. AllĂ­ donde las formas fracasan y un rayo de sol nos desafĂ­a.

49


Algún día han de florecer las palabras que planté una mañana de abril. La sombra del álamo es tan fuerte como el mismo álamo.

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Esta primera ediciรณn de Gorriones de la noche se terminรณ de imprimir en el mes de febrero de 2020 por Remitente Patagonia www.remitentepatagonia.com.ar remitentepatagonia@gmail.com


La brevedad es un símbolo de la época. Se achican las dis­ tancias, se acortan los tiempos; se resumen las ideas, se concentran los sentimientos. La Literatura no puede per­ manecer ajena a tal paradigma; y es así que aparece el micro relato, el micro cuento y también el micro poema; el poema de un solo verso. De la mano de Jorge Curinao, el género luce en cada una de las páginas de este libro. Están aquí las poesías en prosa del bardo sintetizadas en su mínima expresión; el párrafo poético reducido a su esencia - la oración - sin perder la calidad artística. Las creaciones reunidas en el volumen, innominadas porque su título está contenido en sí mismas, reflejan todos los fantasmas que acechan al autor: la noche, la muerte, la soledad; pero también los pájaros, la vida, la esperanza. Y están los perros, y los puentes; el viento y los árboles. Cada una de estas palabras tiene, en el mundo del poeta, un significado que supera con creces su mera definición. Es así es que toma de su interior los motivos de sus desve­ los y, para transmitirlos al lector de la manera más directa y cruda posible, antes de volcarlos al papel los tornea, los pule, los desbasta... es decir, los abrevia. Pero "breve" no es sinónimo de "efímero". La cualidad de efímero, otra de las características de la actualidad, no cabe a la presente obra; porque, sin duda, estos "Gorrio­ nes de la noche" están destinados a perdurar y a convertir­ se en referentes ineludibles de la Literatura Patagónica. Jorge Vives

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