Hedonismo, codicia y egoismo

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HEDONISMO, CODICIA Y EGOISMO Una inquietud que se necesita responder: si ponen imágenes de muerte en paquetes de cigarrillos para que dejen de fumar... ¿Por qué no ponen fotos de niños hambrientos en envases de McDonald’s? ¿Por qué no ponen fotos de animales torturados en productos de cosméticos? ¿Por qué no poner fotos de victimas de conductores ebrios, en botellas de cerveza, vino, ron, etc.? ¿Por qué las grandes joyerías no ponen a los pueblos masacrados de áfrica? ¿Por qué no poner fotos de políticos sinvergüenzas, deshonestos y ladrones, disfrutando de nuestro dinero, en declaraciones de impuestos? Alberto C. -------------------Con relación a la justa protesta de Alberto, creo que hay una razón poderosa para que esto ocurra y es la naturaleza imperfecta humana que se traduce en una tríada fatal: hedonismo, codicia y


egoísmo. Un ejemplo, el cigarrillo, ese fétido alcaloide que produce tanto dolor y muerte pero genera dependencia acompañada de placer personal, a pesar de los enormes peligros comprobados por su vinculación directa con el cáncer y otras enfermedades letales como el enfisema pulmonar. En mi país hay una ley que obliga a colocar la advertencia impresa en las cajas de los cigarrillos que indica que el fumar mata. A la mayoría de fumadores eso no les importa, (hedonismo) aunque parece ser que esa estrategia nacida del Ministerio del ramo algún resultado ha logrado en la disminución de su consumo. Talvez sea buena idea hacer lo propio con esa otra droga socialmente aceptada y de demenciales consecuencias en contra de la sociedad que es el alcohol, aunque los réditos fiscales que generan seguramente serán razones más poderosas para no tomar dicha medida (codicia). Los demás “por qués” que muy bien Alberto se interroga y reclama, estimados amigos, tristemente no interesan al gran conglomerado humano , porque no compete directamente ni involucra o afecta al ciudadano contemporáneo, aparentemente, a ese ente social tan ensimismado en sobrevivir y buscar su propio bienestar y riqueza de cualquier forma y muchas veces a costa de cualquier desliz (egoísmo). Solamente cuando el infortunio toca su puerta, cuando las enfermedades, producto de sus propios errores ronda su entorno, cuando el desempleo y el hambre le trastornan, cuando comienza a perder su comodidad y sus privilegios, alza los ojos implorantes en busca de ayuda superior. Por tanto, cuando las contradicciones se han agudizado y sus “derechos” se han conculcado, se generan las protestas contra los gobiernos de turno, represores, corruptos, deshonestos, etc., y la “toma de conciencia” popular se gesta espontáneamente ante las calamidades las que, irónicamente, se estaban configurando como lo hace el colesterol en las arterias, silenciosamente y como producto de los excesos; las crisis se avizoran desde mucho antes de su eclosión y el mismo pueblo es bastante culpable de ellas, pues la sociedad es el pueblo. Me pregunto, ¿no hubiera sido más inteligente buscar la mejora propia continua y permanente en ese océano de experiencias que es nuestra vida, y mirar de vez en cuando si la barca del vecino se está atascando en algún risco y si no precisa de algún empuje para que salga de su rémora? Así hubiéramos evitado o hubiéramos percibido a tiempo los abusos del poder y voracidad de las grandes


corporaciones financieras o industriales, cuya gravedad y radiación mefítica solo se entiende y duele si nos hurga en desmedro del bolsillo propio. De esa manera, mediante el ejercicio de la autocrítica diaria y del auxilio permanente al tejido social desde nuestras mismas vivencias, desde nuestro propio entorno como el familiar por ejemplo, desde la pequeña o gran tarea, se evitaría la agudización de los problemas y no imprecaríamos únicamente a los líderes a los que nosotros mismos hemos elegido, de nuestros infortunios tanto individuales y como pueblos. Nietzsche sintetizaba esta realidad lacerante al referirse a nuestra lastimosa condición y calificarnos mordazmente de “humanos, demasiado humanos”. Quiera la Historia y las voluntades de los hombres, que nuestra visión y conciencia se dilaten y entendamos que la única manera de cambiar este mundo es produciendo el cambio propio y luchando por el mejoramiento de los otros, tarea ardua y permanente pero inevitable si queremos ser dignos de mejores metas, pues la humanización personal depende del nivel de humanización colectiva. Nuestro es el destino que queramos vivir. Entendamos que la única manera de cambiar este mundo es produciendo el cambio propio y luchando por el de los otros, tarea ardua y permanente, pero inevitable si queremos ser dignos de mejores metas, pues la humanización personal depende del nivel de humanización colectiva. Nuestro es el destino que queramos vivir José Mejía R. Enero, 2013


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