El embarazo de Picardías

Page 1

TROVOS PARA LA HISTORIA POEMA: “El embarazo de picardías”

Pedro Pérez Ros “Cantares”


El embarazo de “Picardías” Cartas escritas por el trovero Pedro Pérez Ros “Cantares”, para Enrique García, empresario del Salón de Actos de San Cayetano (Murcia), con motivo de una “Velada de Trovos” que iban a celebrar entre el propio “Cantares” y José Mateo “Picardías”, y que hubo de ser suspendida por ausencia de “Picardías” (año 1957-1958).


PRIMERA CARTA Tuve el gusto el otro día de unas quintillas leer las cuales a mi poder remitió Enrique García. Como en ellas se aludía a “Picardías” y “Cantares”, yo, que por todos lugares voy sembrando seriedad, pretendo de la verdad aclarar ciertos lunares. Es cierto que requerido con urgencia reiterada para dar una velada en San Cayetano he sido. En ella comprometido quedé como trovador, siendo para mí un honor que en la poética lid fuera Gregorio Madrid mi ilustre competidor.


Pero sabe el mundo entero que en todas mis correrías me acompaña “Picardías” que es un émulo de Homero. Y este célebre coplero hace ya cerca de un año que un padecimiento extraño le tiene en cama metido sin la ciencia haber podido poner remedio a su daño. Se ignora si es el pulmón lo que tiene estropeado o si estará averiado del hígado o del riñón, si será que el corazón no le funciona normal, si es la tensión arterial o el órgano digestivo, pues ningún facultativo le ha localizado el mal.


Pero hará unos quince días que un eminente doctor llegado de Nueva York reconoció a “Picardías”: Le hizo un par de sangrías, le analizó los esputos, luego con paños enjutos le frotó bien la barriga ¡Eso es para que se diga que los médicos son brutos! Llamó al doctor la atención ciertos ligeros mareos y algunos raros deseos de nuestro enfermo en cuestión. Le notó cierta hinchazón en el vientre ¡cosa rara!; le vio manchas en la cara, muy marcadas la ojeras, mustio el labio y con boceras ¡la cosa ya estaba clara!


Y este galeno afamado que es de la ciencia el confín ha diagnosticado al fin que Pepe está embarazado. La noticia ha circulado con velocidad de expreso y tan verídico es eso que hasta en Valencia del Cid y en la prensa de Madrid se comenta este suceso. Hasta en el confín del mapa saben ya, sin duda alguna, que si no pare esta luna de la que viene no escapa. Si es niña será tan guapa como guapo es “Picardías”, y si es niño a los dos días por fandangos cantará y en vez de teta querrá “Domecq” o “González Byas”.


Por lo cual, a instancias mías, debe quedar aplazada nuevamente esa velada, pues el pobre “Picardías” está desde hace unos días más blando que una macoca, ahora descansar le toca y redoblar sus cuidados que en trances tan apurados toda precaución es poca. Supóngase usted, compadre, que estando en el escenario dan a mi ilustre contrario ganas de sentirse madre. Suponga, además, que cuadre que está ausente la partera, suponga que se nos muera por no tener en el parto y luego en el sobreparto comadrón que lo asistiera.


¡Qué dolor!, los vinateros con pena lo llorarían y de luto vestirían los barmans y taberneros. ¡Vaya entierro, caballeros! de pensarlo me emociono, allí, sin mostrar encono, más de un fulano diría: cinco duros me debía pero yo se los perdono. La tierra entonces sería de dulce paz un remanso, vaya paz, vaya descanso que a todos nos quedaría. Él en cambio ganaría, porque mudando los trastos cierta supresión de gastos beneficiarle podría, pues en el infierno hoy día no hay delegación de abastos.


Así pues, amigo Enrique, suspenda usted la velada y no consienta por nada que Gregorio me critique. Difunda, avise y explique que dentro de breves días oirán nuestras poesías si del trance en hora buena y ya de la cuarentena ha salido “Picardías”. (FIN PRIMERA CARTA)


SEGUNDA CARTA Amigo Enrique García: No insista, pues la velada en su salón proyectada no es posible todavía. No se canse, no hay tutía, no puede ser, buen amigo, cuente usted sólo conmigo, porque mi ilustre colega está el pobre que le llega hasta la barba el ombligo.


Quiero decir que está inflado como un sapo en un ejido, ¿dónde, porra, habrá cogido ese indecente preñado? Tal vez haya pernoctado con impura mancebía y algún sátiro, alma impía, en ella manchó el honor del famoso trovador lumbrera de la poesía. Por el tiempo transcurrido desde aquellas letras mías usted pensó: “Picardías”, ya del trance habrá salido. Pues, no señor, no ha parido, está entero todavía lo mismo que el primer día, y usted pensará ¡qué extraño! pues, no señor, no le engaño, amigo Enrique García.


Está gordo, apochinchado, está el pobre que no alea, no puede usted darse idea de su lamentable estado. Si no ponemos cuidado hasta encima se nos jiña, con más ascos que una niña cuando un purgante le dan, ¡A éste ya le sobra el pan... no hay esperanza, la diña! Sí señor, amigo Enrique, ya se acabó “Picardías”, le están contados los días, no doy por él ni un penique. El pobre se nos va a pique, ya no tiene apelación: aquel gallo valentón, tan famoso en la pelea, ya sin plumas cacarea como el gallo de Morón.


Hecho una vieja llorona se pasa enteros los días, está el pobre “Picardías” más chingado que una mona. Pero es tan mala persona que a declarar se negó y no dice este gachó, aunque a palos se le monde, en qué forma, cuándo y dónde el percance le ocurrió. No se sabe en qué fontana habrá su sed mitigado ni en qué huerto habrá probado la fatídica manzana. En qué mes, ni en qué semana, si fue a pelo o con montura, y, aunque la madre es segura cual no podemos dudar, aún nos falta averiguar el padre de la criatura.


Aún en la oscura penumbra sigue envuelto este suceso, de su origen y proceso la verdad no se vislumbra. Él, que a rondar se acostumbra lo mismo que un mozalbete, que va y viene, y que se mete donde no está permitido, sabrá donde ha recogido ese indecente paquete. El asunto está dudoso, pero lo grave del caso es el extraño retraso de este parto incestuoso. Según dictamen valioso de un tocólogo eminente puede ser que solamente exista inercia menstrual, si no es un caso anormal de embarazo permanente.


Lo cierto es que “Picardías” -si la cuenta no perdiólas nueve faltas cumplió hace un mes y veinte días. Y, según mis profecías, aún falta otro buen pedazo, pues repecto al embarazo el gran Recasén opina que en la preñez masculina no hay limitación de plazo. En tanto, su cotidiana carrera el tiempo prosigue y Pepe engordando sigue a diez kilos por semana. Ayer le eché la romana y tuve que horrorizarme, llegó romana a faltarme y me sobró “Picardías”, estoy viendo que las lía si engorda más de un adarme.


Y figúrense el profundo disgusto que me va a dar al ver a Pepe sacar billete para el otro mundo. A mí al verle moribundo no me va a causar fatiga: que muere ¡Dios le bendiga!, a la zanja lo echaremos y luego le plantaremos un sarmiento en la barriga. Si tal desgracia sucede nos hará un grande favor porque ¿qué será mejor, que se marche o que se quede? Yo lo siento, pero puede que se alegre algún vecino, si es que opina cual yo opino, que si Pepe la diñara no es extraño que bajara alguna peseta el vino.


FIN


Pedro Pérez Ros “Cantares”

© Joaquín Sánchez “Palmesano”


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.