La Historia de Hawayo Takata

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Continuó viviendo en la escuela primaria asistiendo a las clases de Japonés de seis a ocho de la mañana, y luego caminaba cuatro kilómetros hasta su trabajo en la tienda. Después de un tiempo el gerente le pidió que trabajara en la oficina y en los archivos durante el tiempo que le quedaba libre cuando no trabajaba en el bar. Así que con dos trabajos nunca había un momento de aburrimiento, y muy pocos para relajarse. Un día llegó a la tienda una señora muy elegante, la hija del dueño de una plantación muy grande, quien quedó muy contenta con el servicio que se le brindó y prestó atención en la chica; al poco tiempo le ofreció a Hawayo un trabajo, prometiéndole casa, comida, ropa y el doble de salario de lo que ganaba en la tienda. Como ya tenía un buen trabajo y esto significaba un traslado de envergadura, era una decisión difícil de tomar. Finalmente aceptó la invitación de la señora para visitarla durante las vacaciones. Nunca había visto un lugar semejante, una mansión hermosa, cinco cabañas, un gran establo, así como también otros edificios apartados que eran utilizados por la plantación. Le presentaron al cocinero quien la instó a quedarse ya que el trabajo no era duro, la paga era buena y la vestirían bellamente con kimono y obi. También sus padres estuvieron de acuerdo, porque no seguiría viviendo tan lejos en la escuela y podría visitarlos los fines de semana. Le pidió al gerente de la tienda que la dejara libre con una recomendación, de modo tal que si fracasaba en su nuevo trabajo, podría volver al anterior. Así comenzó su relación con esta señora, la cual continuaría durante veinticuatro años. De mucama fue ascendida a ama de llaves, y como tenía experiencia en contabilidad en la tienda, comenzó a manejar los pagos con cheques y también a supervisar a los veintiún empleados. Cuando comenzó a trabajar en la casa, el contador de la compañía de la plantación era Saichi Takata, un joven que le presentaron y con el que se casaría en su momento. Este fue un matrimonio con felicidad, aumentada por el nacimiento de dos hijas. Aunque estaba ocupado con su empleo y su familia, Saichi aún disponía de tiempo para trabajar en la Oficina de Bienestar del Distrito, siendo la primera persona de ascendencia oriental designada por el Gobernador Territorial para ocupar ese puesto, por lo que tomó esta designación con orgullo. Ayudó en actividades recreativas y deportivas, siendo él mismo un fanático del béisbol y además jugaba como lanzador. Su vida era plena y nadie se dio cuenta de lo corta que sería. Una mañana de octubre de 1930, aún sentados a la mesa del desayuno, le contó a Hawayo su postura frente a la vida y la muerte, comprendía que para todo lo que había nacido llegaba un momento de cambio que él llamaba transición: que todas las cosas pasan por este gran cambio, pero que en verdad no hay muerte; y que en la vida humana cuando este cambio llega nadie puede detenerlo. Le hizo comprender que ya que él pasaría por la transición antes que ella, que no se sintiera confundida o apenada, que en cambio, se alegrara y sonriera porque entonces él sabría que ella también había comprendido las leyes de la naturaleza. Le explicó cómo quería que fuese preparada su comida recordatoria, dejando una silla vacía porque él estaría allí. También le pidió que no lo enterrara en Hawai. No quería una tumba, porque ella se sentiría atada a ese lugar. Hawayo no deseaba aceptar lo que él le había dicho y le confesó que necesitaba que estuviera a su lado, ayudándola y guiándola, dándole coraje. Él le aseguró que sería posible en cualquier caso, ya que nada es imposible, y sabía que ella lo intentaría duramente aunque él no estuviera con ella. Era difícil de creer que esto sucedería, pero tres días después de esta conversación, Saichi hizo su transición repentinamente a la edad de treinta y cuatro años. Este fue un duro golpe y una gran pérdida no sólo para Hawayo y su familia sino también para la comunidad; y aunque todo se hizo de acuerdo a sus deseos, ella se sintió muy triste y lo extrañó enormemente. CAPÍTULO TRES Después de la muerte de su esposo mantuvo su palabra y trabajó muy duro para mantener a su familia y proveer sus necesidades. De 1930 a 1935 no tuvo prácticamente descanso, y finalmente sufrió un colapso nervioso por exceso de trabajo. Además tenía graves problemas físicos (una afección abdominal dolorosa que requería cirugía y problemas respiratorios que impedían el uso de la anestesia). El médico le informó que debía operarse para salvar su vida, pero como parecía que no podría sobrevivir a la Intervención, sentía que no podía tomar semejante responsabilidad. Estaba en una situación desesperada y sentía que estaba perdiendo seguridad, así que de noche, cuando ya había concluido sus tareas, se sentaba bajo un árbol de alcanfor, donde buscaba la paz para su mente en la meditación. Aún no tenía treinta y cinco años y se sentía como si tuviera sesenta, al no poder caminar erguida a causa del dolor en su abdomen. Por momentos tenía grandes dificultades para respirar, elevaba su mirada al cielo y rezaba por una guía, una señal, al no saber qué camino tomar. Una de esas noches cuando estaba muy oscuro, escuchó una voz claramente que desde arriba le decía que tendría todavía más problemas, y que lo primero que debía hacer era recuperar su salud, y que sólo entonces sería capaz de trabajar y ganarse la vida, y podría proveerse de seguridad y una larga vida. Bajó su cabeza en señal de agradecimiento y aceptó este mensaje, rogando que le fuese mostrado el camino para poder cumplir con todo. En tres semanas murió una de sus hermanas después de una enfermedad de cuatro días. Fue un momento muy penoso en la vida de Hawayo, ya que era su deber enviar esta triste noticia a sus padres, quienes 6


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