Cuentos del Mundo

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CUENTOS DEL MUNDO テ:RICA

El collar perdido



AMÉRICA La nona (abuela) de Bianca colabora con un cuento en el que se refleja la añoranza del emigrante por su tierra natal. Bianca es argentina y vive desde hace algunos meses en España. Su abuela es italiana y vivía en Argentina. El sueño de la nona Había una vez una nena. Ella tenía una abuela a la que adoraba porque desde chiquita se pasaba el día en casa de ella. Todas las noches pensaba: -¿Qué haría sin mi abuela? Ella me lo dice todo siempre. - Tengo que premiarla con algo. Una tarde le preguntó: -Abu, ¿qué es lo que te gustaría? Y ella respondió: -Volver a las tierras donde nací. -Y, ¿dónde naciste? -Yo nací en Italia, en Calabria. Y así conversaron hasta que llegó la noche y la nena volvió a su casa. Cuando se acostaba, pensó cómo podía conseguir la plata para pagar un viaje de ida y vuelta. Entonces, para su cumpleaños pidió dinero y juntó 100$, pero igual no alcanzaba. Entonces para el día del niño pidió otro tanto de dinero y juntó 100$ más. Era imposible juntar tanta plata; entonces muy triste pensó que no podría cumplir el sueño de su abuela. Un día, su papá, que le gustaba jugar a la quiniela le preguntó seis numeros, y ella respondió: -Jugá al 22, al 43, al 65, al 40, al 86 y al 67. Todos eran números normales, menos el último que era la edad de su abuela. Rápidamente, su padre jugó los números, y a la noche, cuando vieron si ganaron por la tele, se dieron cuenta que acertaron todos los números, y ella respondió:


- Quiero llevar a la abuela a Italia. Su padre sorprendido dijo: -Si eso es lo que deseas, así se hará. Una mañana fue a la casa de su abuela y le dijo: -Mi papá sacó los pasajes para Italia. En tres semanas viajamos. Ella, sorprendida, habló con su hijo y este le contó todo lo de la quiniela y la decisión de la nena y así cumplieron el sueño de la "nona". Laura Nedo

El cuento siguiente también trata de los sueños de los emigrantes. Lo ha escrito Alesson, alumno nacido en Brasil. Un sueño hecho realidad Érase una vez una familia muy pobre que vivía en una chabola. Era una madre, un padre, y una hija. Todos los días los padres iban a trabajar en el campo y la niña se quedaba en la calle jugando con sus amigos. Los padres volvían a las 10 de la noche para cenar todos los días por la noche. Aquella familia comía una sopa aguada pero al padre le daba mucha lástima ver su familia comer esa sopa. Al día siguiente el padre y la madre fueron a trabajar. La niña tenía los ojos azules y le brillaban mucho. A la noche comieron otra vez aquella sopa. Cuando el padre fue a dormir pensó en trabajar en otra ciudad. A la mañana siguiente el padre salió muy temprano para ir a trabajar en otra ciudad. Cuando la niña se despertó vió que su padre no estaba en su casa. La niña le preguntó a su madre: - Mamá, ¿dónde está papá? Y la madre le contestó: - Fue a trabajar a Europa.


La niña empezó a llorar. Ese día la niña no fue al colegio y la madre la estuvo consolando todo el día y desde ese día la vida se fue complicando. A los seis meses el padre regresó, tocó la puerta y fueron la madre y la hija corriendo a abrazarlo. El padre dijo: - Tengo que deciros algo, vengo para vivir con vosotras en una casa delante de la playa con un jardín y una habitación para la niña. Desde ese día volvieron a brillarle los ojos a la niña y fueron felices para siempre y colorín colorado este cuento se ha acabado. Alesson

Nico de 2º de E. Primaria ha recogido dos leyendas de Venezuela. Así nació el Orinoco Al principio del mundo y de los hombres, sólo habia un río de agua dulce en la Tierra: Kashishiwari. Wanadi, el Creador, lo quizo así. Las fuentes de Kashishiwari están en la montaña divina del Marawaca. Allí fue donde nació todo: el agua, las plantas y los animales. Wanadi creó a los hombres, los creó Yekwana en el Alto Padamo. No había otros hombres en la Tierra... Pero los Yekwana recién creados se morían de sed. No existía agua, el Orinoco no existía todavía. No había mas que el Kashishiwari. Los Yekwanas enviaron a Kashishi, la Hormiga Divina del Cielo, a buscar agua en la tierra seca. En el cielo, Kashishi tenía mucha agua. Kashishi dijo que habia traído agua a la Tierra; pero estaba muy lejos. Kashishi viajó una luna, dos lunas... Los Yekwana, esperando, morían. A la tercera luna Kashishi llegó a su agua. Era un río grande como el mar, sonaba como el mar, había olas como en el mar. Kashishi indicó a los Yekwana el camino de Kashishiwari.


Los Yekwana dejaron de morir de sed. Pero el agua de la vida estaba lejos. Mahamona, el gran brujo, oró a Wanadi. Wanadi, compasivo, trazó con dos dedos de su mano derecha, un gran surco de este a oeste. Cortando en su cabecera al Kashishiwari que bajaba de arriba (norte) abajo (sur), formó al hijo Orinoco y sus afluentes. El agua única del único Kashishiwari comenzó a correr en ese surco divino: Así nacieron el Orinoco y los demás ríos. Todo nació del Kashishiwari. Desde entonces, los Yekwana no tuvieron sed. El Orinoco es un surco del dedo de Wanadi.

El dueño de la luz. En un principio, la gente vivía en la oscuridad y sólo se alumbraba con la candela de los maderos. No existía el día ni la noche. Había un hombre warao con sus dos hijas que se enteró de la existencia de un joven dueño de la luz. Así, llamó a su hija mayor y le ordenó ir hasta donde estaba el dueño de la luz para que se la trajera. Ella tomó su mapire (canasto) y partió. Pero eran muchos los caminos y el que eligió la llevó a la casa del venado. Lo conoció y se entretuvo jugando con él. Cuando regresó a casa de su padre, no traía la luz; entonces el padre resolvió enviar a la hija menor. La muchacha tomó el buen camino y tras mucho caminar llegó a la casa del dueño de la luz. Le dijo al joven que ella venía a conocerlo, a estar con él y a obtener la luz para su padre. El dueño de la luz le contestó que le esperaba y ahora que había llegado, vivirían juntos. Con mucho cuidado abrió su torotoro (caja) y la luz iluminó sus brazos y sus dientes blancos y el pelo y los ojos negros de la muchacha. Así, ella descubrió la luz y su dueño, después de mostrársela, la guardó.


Todos los días el dueño de la luz la sacaba de su caja para jugar con la muchacha. Pero ella recordó que debía llevarle la luz a su padre y entonces su amigo se la regaló. Le llevó el torotoro al padre, quien lo guindó (ató) en uno de los troncos del palafito. Los brillantes rayos iluminaron las aguas, las plantas y el paisaje. Cuando se supo entre los pueblos del delta del Orinoco que una familia tenía la luz, los warao comenzaron a venir en sus curiaras a conocerla. Tantas y tantas curiaras con más y más gente llegaron, que el palafito ya no podía soportar el peso de tanta gente maravillada con la luz; nadie se marchaba porque la vida era más agradable en la claridad. Y fue que el padre no pudo soportar tanta gente dentro y fuera de su casa que de un fuerte manotazo rompió la caja y la lanzó al cielo. El cuerpo de la luz voló hacia el Este y el torotoro hacia el Oeste. De la luz se hizo el sol y de la caja que la guardaba surgió la luna. De un lado quedó el sol y del otro la luna, pero marchaban muy rápido porque todavía llevaban el impulso que los había lanzado al cielo, los días y las noches eran muy cortos. Entonces el padre le pidió a su hija menor un morrocoy (tortuga) pequeño y cuando el sol estuvo sobre su cabeza se lo lanzó diciéndole que era un regalo y que lo esperara. Desde ese momento, el sol se puso a esperar al morrocoy. Así, al amanecer, el sol iba poco a poco, al mismo paso del morrocoy.

Luciana aporta una leyenda y un cuento de Argentina.

La leyenda del viento zonda Había una vez en la provincia de San Juan en Argentina, hace muchísimos muchísimos años, una tribu de aborígenes llamados Huarpes donde vivía un joven llamado Gilhanco , que era muy malo y demostraba su valentía matando a todos los animales del bosque. Hasta que un día apareció muy enojada la Pacha-mama (madre tierra) y le dijo que era hora que se comportase bien, de forma contraria lo castigaría. Pero Gilhanco no le hizo caso, y siguió matando animales sin preocuparse por nada, y apareció nuevamente la Pacha-mama convirtiéndolo en un fuerte viento caliente y con mucho polvo.


Desde aquel entonces existe lo que se llama el Viento londa, que procede del océano pacifico, desde Chile, que al pasar por la Cordillera de los Andes se convierte en un aire caliente y seco. Siendo este muy molesto tanto para las personas como para los animales, sopla en el mes de agosto. Mariana A principios del siglo XVII vivía una india muy vieja llamada Mariana que vendía trozos rodados de oro, a la sombra de un añoso algarrobo, en el camino a Mendoza. Era una mujer alta, flaca, de rostro enjuto y huesudo, piel cobriza y largo cabello negro que caía, revuelto, en torno a su cuello. Fumaba cigarrillos cuando podía. Hablaba con los niños, que curiosos se le acercaban, a los que contaba fábulas y relatos que recordaba de su niñez y mocedad. A los mayores sólo les vendía su oro y les refería que esas pequeñas piedras de lustre dorado las obtenía de un "pocito" en la sierra vecina. Una noche varios hombres blancos planearon apoderarse de ella y obligarla a revelar, mediante tormentos, el paraje exacto donde éste se hallaba. Cuando llegaron hasta el algarrobo, su habitual refugio, orientados por el fulgor de su cigarro, sólo encontraron a su fiel y airado perro, cuya fauce de color rojo debió parecer la brasa del cigarro. A la luz de los hachones encendidos dio muestras de acometerlos iracundo, por lo que escaparon atemorizados. Al mismo tiempo escucharon una humillante carcajada proveniente del algarrobo. Esa noche un temblor castigó la región. La india Mariana desapareció al día siguiente. Nunca más volvieron a verla. Fue buscada con empeño y lo mismo su "pocito", pero infructuosamente. A esa región le quedó para siempre el nombre de "Pocito". Luciana 2º de E. Primaria


Su hermano Nicolás ha encontrado una leyenda . Huazimul Este relato corresponde al año 1632. "Huazimul" era el cacique de los huarpes del valle de Catalve (más tarde de Calingasta). Había sucedido a Huayquil a su muerte. Éste le había legado su vivienda en el cerro "El Alcázar". Otros núcleos huarpes se hallaban instalados en los valles de landa, Ullum, Tulum, Angualasto, Jáchal, Pie de Palo y Valle Fértil. Los huarpes de Catalve habían canalizado las exiguas aguas de los ríos Castaño, de los Patos y Catalve para el regadío. Los jefes de las tribus que habitaban Ullum, landa, Tulum y Angaco citaron un consejo general para tratar el grave problema ocasionado en Catalve, que los había despojado del agua tan indispensable para el riego y para la sed. Ese año la sequía secaba los sembrados y se pronosticaba una tremenda catástrofe. El consejo general aprobó una expedición, compartida por las tribus, que se dirigiera a Catalve para que se soltase el agua por las buenas o las malas si Huazimul no entendía razones. No hubo entendimiento. Se desató entonces una lucha dura y sangrienta. Los huarpes de Catalve fueron vencidos por el ejército integrado por la liga de tribus. Huazimul se defendió con un valor que produjo admiración y su sector quedó triunfante. Finalmente se firmó un acuerdo de paz para la destrucción de los diques y el regreso de los invasores. Los españoles se apoderaban de los indios para hacerlos trabajar en las mitas argentinas o chilenas y encomiendas. Sus mujeres y sus hijos quedaban desamparados. Huazimul luchó denodadamente contra esa inhumana y arbitraria medida. El cacique de Angaco que le tenía resentimiento por lo ocurrido anteriormente, indujo a las autoridades españolas residentes en la ciudad de San Juan de la Frontera, a reducir al valiente Huazimul. Así fue como el maestre de Campo, corregidor y alcalde Diego de Salinas, con ayuda de algunos indios de Angaco, se preparó para terminar con la desobediencia de Huazimul. El militar español al frente de su ejército penetró en el valle de Catalve incendiando las chozas y matando infinidad de indios. Huazimul disparó certeros


flechazos a Salinas pero resultaron infructuosos por la coraza del guerrero. Poco después, frente a frente, el jefe huarpe arrojó su arco y acometió con valor y furia sin igual, con su masa de algarrobo, a Salinas que se defendió con su espada. En este duelo homérico Huazimul despedazó la rodela del capitán hispano pero fue herido de muerte por la espada de su rival. La sangre esforzada del caudillo huarpe salpicó las peñas del cerro. En aquel combate por los derechos del ser humano se enfrentó con valor y denuedo. Los españoles tenían la ventaja de sus armas portátiles de fuego (arcabuces). Dispararon hasta que terminaron las cargas. El combate fue impetuoso y tuvo numerosos muertos y heridos. Huazimul se retiró con los hombres de su guardia hasta "El Alcázar", cerro majestuoso guarnecido de atalayas fantásticas y treparon por la ladera. Los españoles dirigidos por Salinas los imitaron pero los peñascos que les arrojaba Huazimul desde lo alto, terminaron con la vida de muchos atacantes.


ASIA

Hengfeng nos narra una leyenda china. La leyenda del dragón Hace muchísimo tiempo había un dragón en China. El dragón era del color del oro. Todo el mundo dice que es de mentira porque nosotros nunca lo hemos visto. En las montañas de la China encontraron un dragón hecho de piedra. Lo llevaron a la Ciudad para averiguar de qué siglo era. Encontraron en la boca del dragón unas letras muy antiguas, estuvieron buscando las letras durante cinco meses, hasta que por fin encontraron qué significaba. Lo que pone en la boca del dragón significa EL DRAGÓN EXISTE pero ¿por qué pone esas letras en el boca del dragón? Pues para decirnos que el dragón existe y que hay más dragones en otros lugares. Dicen que el dragón tiene un poder y se ha convertido en una persona para hacer feliz a otro. También dicen que el dragón es un rey de la Antigüedad, el Rey Dragón, y todo el mundo le llama el Rey Dragón, y es el mejor rey que ha habido. Y estas son leyendas del dragón de la China.

Hengfeng


CUENTOS EUROPEOS

La vendedora de cerillas Qué frío tan atroz! Caía la nieve y la noche estaba llegando. Era la noche de Navidad. En medio del frío y la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnudos. De hecho, cuando salió de casa tenía zapatos; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes que la niña las perdió al apresurarse a cruzar la calle para que no la atropellasen los carruajes que iban en direcciones opuestas. La niña caminaba, pues, descalza, y tenía los pies rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de cerillas y tenía a la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: Ningún comprador se había presentado y, por ello, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y un aspecto miserable. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se ponían sobre sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía relucir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se sentía por todos lados. Era el día de navidad y en esta festividad pensaba la infeliz niña. Se sentó en una plaza, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todas las cerillas y ni una sola moneda. Su madrastra la maltrataría y, además, en su casa también hacía mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las grietas más grandes habían sido tapadas con paja y paños viejos. Sus manecitas estaban casi muertas de frío. Ah! ¡Cuanto placer le causaría calentarse con una cerilla! Si se atreviese a sacar una sola de la caja, a rascarla contra la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. Ritx! Cómo iluminaba y cómo quemaba! Desprendía una llama clara y caliente como la de una vela cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan bonita! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. Quemaba el fuego de una forma tan bonita. ¡Calentaba tan bien!


Pero todo acaba en este mundo. La niña extendió sus pies para calentarlos también; pero la llama se apagó: Ya no le quedaba a la niña más que un trocito de cerilla. Rascó otro, que quemó y brilló como la primera vez; y allá donde la luz cayó sobre la pared se hizo tan transparente como una gasa. A la niña le pareció ver una habitación en la que la mesa estaba cubierta por un manto blanco con finas porcelanas, y sobre el que un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De repente tuvo la ilusión que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo pintiparado en el pecho, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó y no vio delante de ella más que la pared impenetrable y fría. Encendió otra cerilla. Entonces creyó verse sentada cerca de un magnífico pesebre: era más rico y más grande que todos los que había visto en aquellos días en los escaparates de los más ricos comercios. Mil luces brillaban en los árboles: los pastores parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, boquiabierta, levantó entonces las dos manos y la cerilla se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas dejó una estela de fuego al cielo. —Eso quiere decir que alguien ha muerto - pensó la niña: porque su abuela, que era el única que había sido buena con ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, se ve que una alma sube hasta el trono de Dios". Aún rozó la niña otra cerilla a la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la que estaba su abuela de pie y con un aspecto sublime y radiante. — ¡Abuela! —gritó la niña— Llévame contigo! Cuando se apagué la cerilla sé muy bien que ya no te veré más! Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el bonito nacimiento! Después se atrevió a rozar el resto de la caja, por que quería conservar la ilusión de que veía a su abuela, y las cerillas dejaron ir una claridad muy intensa. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan bonita. Cogió la niña por debajo del brazo y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un lugar tan elevado, que allá no hacía frío, ni se pasaba hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios. Cuando llegó el nuevo día seguía la niña sentada entre las dos casas, con las mejillas rojas y un sonrisa en los labios. Muerta,


muerta de frío en la noche de Navidad! El sol iluminó aquel tierno ser acurrucado allá con las cajas de cerillas, de los cuales una había quemado completamente. — Ha querido calentarse, pobrecita! — dijo alguien. Pero nadie pudo saber las bonitas cosas que había visto, ni en medio de que resplandor había entrado con su anciana abuela al reino de los cielos. Los músicos de Bremen Había una vez un granjero que tenía un viejo burro que de tanto trabajar estaba perdiendo su fuerza. Entonces dijo a su mujer: —Creo que deberé sacrificar al burro. Al menos me darán algo de dinero por su piel para comprar uno nuevo. Entonces el burro, oyendo esto pensó: —Hombre desagradecido. Me rompo el lomo trabajando como un burro para el y cuando llega el tiempo del retiro así me lo paga. Voy a huir ahora mismo hacia Bremen, a empezar la carrera que siempre quise como músico. Y así diciendo dejó la granja para siempre. Al poco tiempo, se encontró con un sabueso que aullaba al costado del el camino. —¿Qué te ocurre perro? —preguntó el burro. —Ahh, es que ya estoy viejo y débil y no puedo ir más a la cacería con mi amo, que por ese motivo me golpea. He decidido partir, pero ahora no sé como ganarme el pan. —Bueno —dijo el burro— yo estoy yendo a Bremen para convertirme en músico. Podrías venir conmigo y tocar el tambor. Y el perro aceptó encantado. No habían andado mucho cuando se toparon con una gata con la expresión mas triste del mundo. Entonces el burro le dijo:


—¿Qué te ocurre gatita, por qué estas tan melancólica? —Es que me estoy poniendo vieja y mis dientes están gastados. Prefiero sentarme junto al fuego que correr tras los ratones, por lo que mi ama intentó ahogarme, entonces huí, pero ahora no sé qué hacer. —Ven con nosotros a Bremen. ¿Tú sabes de música nocturna? La gata accedió y fue con ellos. Los tres vagabundos pronto llegaron a una granja donde, desde el techo del granero, un gallo cacareaba con todas sus fuerzas. El burro le dijo: —¿Por qué cacareas tan fuerte? —Es la forma de la que predigo el buen tiempo —dijo el gallo. —Sin embargo, el domingo vienen invitados a comer y la dueña de la casa me quiere hacer sopa de gallo. Entonces el burro le dijo: —¿Por qué no te vienes con nosotros? Vamos a Bremen. Y tú tienes buena voz. Podríamos hacer música juntos. Y el gallo aceptó. Caminaron hasta que comenzó a anochecer, y decidieron para a descansar en un bosquecillo. El asno y el perro se echaron bajo un gran árbol. La gata se encaramó en las ramas mas bajas y el gallo voló hasta la cima donde se sentía más seguro. Antes de dormirse, sin embargo, miró hacia los 4 puntos cardinales, y vio a lo lejos un destello. Entonces, avisó a sus compañeros que había una casa cerca. A lo que el burro propuso:

-Caminemos entonces un poco más. Porque aquí las pasturas son malas. El perro continuó: — ¡Sí, un par de huesos también serian aceptables! Así se fueron encaminando hacia la luz que se hacia cada vez más y más grande. El burro, que era el más grande, se acerco a la ventana y dijo a los demás:


—Veo una mesa con toda clase de mangar y bebidas suculentas, a la que están sentados los ladrones. Entonces, los animales se reunieron en consejo y urdieron un plan. El burro colocó sus patas delanteras en la ventana, el perro se subió a su lomo, la gata subió encima del perro y, finalmente, el gallo voló hasta la cabeza del gato. Cuando hubieron hecho esto, comenzó la música: el burro rebuznó, el perro ladró,la gata maulló y el gallo cacareó ; y fue tan estupendo el ruido que los cristales vibraron. Aterrorizados por estos ruidos espantosos, los ladrones se incorporaron y salieron corriendo, seguros de estar siendo atacados por espíritus. Entonces, los compañeros de viaje se sentaron a la mesa comenzaron a comer y beber todo lo que habían dejado, como si hubiesen estado ayunando 6 semanas. Tan pronto como hubieron terminado, apagaron las luces y se echaron a dormir. El asno sobre un montón de paja, el perro detrás de la puerta, la gata cerca de las cenizas del hogar y el gallo voló hasta una viga. A la medianoche, los ladrones vieron que ya no había luz en la cabaña y que todo parecía tranquilo. Entonces, el jefe llamó a uno de banda y lo envió a reconocer el terreno. Este ladrón, al encontrarlo todo en paz, entró en la cocina para encender una luz, y confundiendo los ojos del gato con dos carbones encendidos les acercó un fósforo. El gato se abalanzó sobre el malhechor rasguñándolo, lo que lo asustó terriblemente. Corrió hacia la puerta trasera pero el perro se incorporó y le mordió la pierna. Cojeando se aproximó al montón de paja que había en el rincón, pero el burro le dio una tremenda coz. Finalmente, el ruido despertó al gallo quien, batiendo sus alas, gritó:

-Qui-qui –ri-quí. El ladrón corrió lo más rápido que pudo de regreso con su jefe y le dijo: -Vive en la casa una horrible bruja que me rasguñó la cara con sus largas uñas. La puerta trasera está custodiada por un hombre armado con cuchillos que clavó en mi pierna, y en el patio yace un monstruo negro que me golpeó terriblemente. Después de esto, los


ladrones no se atrevieron a volver a la casa; y todo prosperó también para los cuatro músicos de Bremen, que aún allí se encuentran al día de hoy. Analina

Pulgarcito Érase una familia muy pobre, eran tan pobres que no tenían ni para comer. Pulgarcito era muy bajito; casi nunca le daban de comer. La madre decidió que uno de sus hijos debía ser expulsado de la familia. El elegido fue Pulgarcito pues, cuando el padre lo iba a abandonar, Pulgarcito fue echando migas de pan por el camino. Pulgarcito llegó a un castillo donde vivía un ogro, 6 niños y 7 niñas, pues Pulgarcito era el séptimo niño. Pues el ogro era muy malo con Pulgarcito, pero al final fueron todos amigos. Ana




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