Leer para comprender

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Un día el alcalde fue al médico del pueblo a quejarse de un mal extraño: todas las tardes desde las ocho hasta las nueve le zumbaban los oídos, un zumbido fuerte como la sirena de los bomberos que le perturbaba gravemente, le ponía muy nervioso y le producía además atroces dolores de cabeza. – Será la tensión demasiado baja –dijo el médico, y le recetó un jarabe. Después de una semana, el alcalde volvió al médico y dijo que el zumbido continuaba, siempre a la misma hora. – Será la tensión demasiado alta –dijo el médico, y le recetó otras medicinas. El alcalde tomó muchas píldoras, se puso inyecciones, se prestó a fumigaciones y masajes, pero los oídos le seguían zumbando de ocho a nueve. Cuando los tenderos se enteraron, comprendieron inmediatamente que aquel zumbido era el efecto de sus maldiciones. Probaron a hablar mal del alcalde también a mediodía y el alcalde notó que le zumbaban los oídos también a mediodía. Si se reunían diez el zumbido era muy fuerte, si se reunían dos o tres el zumbido era más débil. Esto lo supieron por el médico, que era su amigo. Ahora los tenderos habían comprendido que podían fastidiar al alcalde como y cuando quisieran. Así que se reunían unas veces a las seis de la mañana y otras a las cinco para echarle sus maldiciones. El alcalde se despertaba, se tapaba los oídos con las manos y se ponía un pañuelo húmedo en la frente, pero el zumbido continuaba y le dolía la cabeza como si alguien se la golpease con un martillo. Cuando descubrió la razón de su mal, el alcalde reunió a los tenderos e intentó amenazarles, pero no hubo nada que hacer. Intentó ofrecerles dinero, pero se echaron a reír en sus narices. Querían volver con sus tiendas a la plaza del pueblo. El alcalde creía que se iba a volver loco. El zumbido en los oídos no le dejaba en paz, llegaba de improviso a todas horas del día y de la noche. Antes que acabar en el manicomio, obligó a su hermano a encontrar un lugar para todos los tenderos en el enorme palacio construido en la plaza. Entonces, después de tantas peleas fingidas, los dos hermanos pelearon en serio y se liaron a puñetazos, patadas y bofetadas con gran diversión de toda la gente del pueblo. Después del regreso de los tenderos a la plaza, el médico estudió el zumbido desde el punto de vista científico y cuando hubo comprendido cómo funcionaba, puso su descubrimiento a disposición de los ciudadanos de todas las ciudades y de todos los pueblos que quisieran defenderse de alcaldes malintencionados. Incluso aportó algún perfeccionamiento. Por ejemplo, explicó que el zumbido es todavía más eficaz, es decir produce dolores de cabeza mucho más fuertes, si se acompaña de alguna que otra pedrada en la cabeza del alcalde al que se quiere castigar.

LEER PARA COMPRENDER 1. Actividades previas a la lectura comprensiva

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