Leer para comprender

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Ortega y Gasset afirmaba que «la metáfora es el álgebra superior de la poesía», con lo cual dejaba contentos a matemáticos y a escritores. Alberti habló de «el ángel de los números» y Galileo, en un plano metafísico, sentenció que «las matemáticas son el alfabeto con el que Dios ha escrito el universo». Con lo cual para leerlo y expresarlo se echará mano de las matemáticas y de la poesía. Una frase que contrasta con la que San Agustín, uno de los Padres de la iglesia, afirmaba hacia el año 420: «Un buen cristiano debe evitar tener contacto con las matemáticas y con los impíos adivinadores». Tomamos nota. Hay quien sospecha que las matemáticas se han dejado querer por la poesía, pero no por los profesores de matemáticas, quienes han hecho todos los posibles para presentarlos como dos entidades, no sólo alejadas, sino enfrentadas entre sí. Una oposición o lejanía que no era, desde luego, la situación que se vivía en siglos anteriores. Aunque sea irse muy lejos, bueno será recordar cómo en el siglo XII el indio Bhaskaracarya vestía de aritmética sus sensuales versos: «Un quinto de un enjambre de abejas se posa sobre una flor de Kadamba; un tercio sobre una flor de Silindha; tres veces la diferencia entre los dos números voló a las flores de Kutaya, y se quedó una sola abeja que se alzó por el aire, igualmente atraída por el grato perfume de un jazmín y un pandamus...» Como no podía ser de otro modo, las matemáticas también han invadido el orden geométrico del arte. Recordemos entre otros monumentos: el uso armonioso de la línea recta en el Partenón; la perspectiva en toda la obra del pintor renacentista Rafael; un cuadrado mágico en La melancolía, de A. Durero; el famoso Cristo cúbico de Dalí; el cubismo descomponiendo la realidad en figuras geométricas; etcétera. Decía Cantor, en contraposición de lo que afirmaba San Agustín, que «la esencia de las matemáticas es su libertad». Si es así, habría que preguntarse cómo se asumen sus implicaciones en las aulas? ¿Qué posibilidades creativas y divergentes se potencian en las clases. Es decir, ¿en qué medida se emplean técnicas y materiales matemáticos propiciadores de la imaginación y del desarrollo creativo? Lo preguntamos, porque estamos convencidos de que insistir en la fase manipulativa y transformadora del aprendizaje de las matemáticas puede potenciar el desarrollo de la escritura y, por consiguiente, de la lectura comprensiva. Pero volviendo a la poesía, digamos que en el siglo pasado, Vicente Huidobro, con un poco de mala leche, es verdad, anotó que «los puntos cardinales son 3: norte y sur». Y Miguel Labordeta llegará hasta introducir ecuaciones o funciones matemáticas en alguno de sus poemas como el que sigue, si es que lo consideramos un poema:

... e = v + t de donde t = e/t ; caso de inmovilidad t = e; tendencia al infinito, ¿Eternidad?

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