Eugenio Espejo

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Espejo, el ilustrado

malicia y picardía para descubrir las alusiones procaces, los dobles sentidos, los ataques ocultos [y] las insinuaciones veladas [que contienen]”103.

criminales, y en la Madamita encontramos la fina creación de un personaje divertido, cándidamente torpe, desenfadado y moralmente perdido105.

En síntesis, las Cartas presentan la voz de una mujer tanto liberada como libertina —ambas cosas se han visto—104, de cuya correspondencia personal se puede reconstruir una historia de amoríos extramaritales y actos que rayan en lo picaresco. El amante no es otro que Ignacio Barreto, a quien ya conocemos. Amigo de este, el mismo Vallejo de la Defensa, es también cercano a la Madamita, tan cercano que se insinúa una relación también con él. Junto a ellos aparecen otras personalidades de la época a quienes se las incluye para bien o para mal en los escabrosos amoríos de los mencionados. Escritas a manera de asunto serio, las Cartas son una obra destacada de ironía y ambigüedad, sin que por eso pueda escapársenos su evidente intención libelista. De nuevo son Barreto y Vallejo —ahora junto con otros— reducidos a la categoría de hombres ignorantes, inmorales y

No se tiene noticia de que Barreto o Vallejo hayan respondido directamente a las sátiras de las Cartas, pero sí de la Madamita, que no era otra que doña María de Chiriboga, riobambeña de alta clase, a quien Espejo había aludido ya en su Defensa por sus supuestos romances ilícitos con Barreto (DCR, p. 47). Ella planteó un juicio a Espejo por difamación, el cual se prolongó indefinidamente durante años y provocó revuelo en Quito, Riobamba, e incluso la cabeza virreinal de Santa Fe. Los enemigos de Espejo utilizaron la misma táctica que había utilizado él —aquella que los romanos llamaban argumentum ad hominem— para obviar las circunstancias y hechos concretos y dedicarse a atacar su persona. Bien se ha dicho que “el juicio […] se redujo a quitarle a Espejo toda dignidad y decencia”, para lo que sus enemigos “no dudaron en apelar a lo que en

103 Ibíd., p. 49. 104 El mismo Freile hace ver que una buena dosis de “feminismo” puede rastrearse en las cartas, siendo la

“Madamita Chiriboga” una mujer en franco desacato de la moral masculina de la época. Sin embargo, a juzgar por el conjunto del pensamiento de Espejo, que en lo moral es conservador y católico a rajatabla, nos parece que la intención va más hacia la condena de esa actitud libertina y desordenada de la Madamita. En todo caso, el hecho de darle voz a una mujer, cosa poco común en la literatura de le época, sirve para plantear válidos caminos de reflexión sobre el estatus de la mujer en ese entonces y sobre los anuncios de su futura emancipación. 105 No cabe para nosotros hacer aquí un recuento detallado del contenido de las Cartas, si bien nos

interesan más sus efectos a nivel público. Síntesis notables de aquello son, además del ya citado libro de Freile, el de Rodríguez Castelo, “La figura mayor de la Ilustración quiteña…”, pp. 1.018-1027 y el de Philip Astuto, “Introducción a las obras sobre economía política”, en OC, II, pp. 32-34.


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