Eugenio Espejo

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SERIE ESTUDIOS

aprovechó este encargo para más fines que el estrictamente encomendado. La llamada Defensa de los curas de Riobamba le sirvió para escribir una amarga vendetta contra un antiguo conocido, José Miguel Vallejo, quien lo denunciara e hiciera coger preso por su fuga en 1783 —que ya comentamos—, y a quien Espejo adjudicaba el informe de Barreto. Así mismo, aparte de la violenta obra de impugnación y acusación, el escrito ahondaba en las preocupaciones de la situación económica de la Audiencia y la necesidad de reforma. Si bien aparte de la traición de Vallejo de 1783 no se conocen más datos concretos que motivaran la enemistad de Espejo con ese hombre, así como con el propio Barreto y todo su círculo, hay más que suficientes evidencias para constatar que el asunto fue intenso y difícil durante mucho tiempo. Parece que tanto Vallejo —abogado de fama y éxito en el ámbito de la Audiencia— como Barreto —personaje de muy activa vida política, vinculado a la nobleza riobambeña de la época— eran parte de lo que para Espejo representaba el problema de base para la decadencia y el atraso de Quito. Libertinos, corruptos, autoritarios y hasta inmorales —todo esto a ojos de Espejo—, Vallejo y Barreto eran claros representantes de la clase social que malgobernaba la provincia. Bien se ha dicho que su dilema con los curas se debía a acusaciones mutuas entre el

sector eclesiástico y los hacendados, ambos en parte responsables de la condición subyugada y preocupante del pueblo indígena, ambos en pugna por el control administrativo de la economía en ruinas100. Espejo, que en esto no se andaba con rodeos, apenas perdía tiempo para entrar en el asunto de la Defensa. Planteado el asunto en los primeros párrafos, se establece con total claridad que se pretende sin tapujos desacreditar a Barreto, para “que se le declare inepto para formar semejantes acusaciones e incapaz de que hagan fe en ningún tribunal sus informes” (DCR, p. 41). Los cinco primeros “motivos” de la Defensa — son seis en total— se dedican íntegramente a destruir toda posible autoridad en Barreto, para lo cual se denigraba su calidad humana y moral con base en una serie sistemática de acusaciones, en las que se lo llama “malversador de las rentas reales”, “impío” y hasta “hombre criminal” (DCR, pp. 41, 48 y 45). El ataque va más allá aún, pues Espejo se sirve de un mecanismo controversial para extender su diatriba: sin dejar de acusar a Barreto, atribuye la verdadera autoría del informe a Vallejo, con lo que pasa en seguida a hacer justicia sobre este en los mismos términos en que acusaba a aquel. Las razones que da para atribuir el texto a Vallejo no pueden considerarse definitivas,

100 Carlos Freile, “Feminismo furtivo en el siglo XVIII: Las Cartas riobambenses de Eugenio Espejo”, en Cartas

y lecturas…, p. 47. Copiosos datos biográficos y coyunturales sobre Vallejo, Barreto y otros personajes cercanos a ellos a partir de la página 64.

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