Eugenio Espejo

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SERIE ESTUDIOS

Este carácter misional de la postura de Espejo requiere un esfuerzo definido, pues ha quedado claro que “las reglas de la buena retórica […] piden un género de principio modesto, natural, y aun en cierto modo, humilde para captar la atención y benevolencia del auditorio” (NL, p. 209). Es de vital importancia que el orador se proponga “una verdad útil para manifestarla al pueblo” (NL, p. 211), ya que en ello radica la utilidad de su accionar y la garantía de que el futuro del país sea promisorio. Nada de ello encuentra Espejo en el discurso de Sancho de Escobar, a quien le reprende en términos duros: “Éste [sic], amigo mío, ni fue sermón ni fue nada, sino una runfla de desatinos, y una burla que se hizo al auditorio quiteño, porque era suponerle tan bárbaro, que con esta jerigonza espiritual le bastaba” (NL, p. 234). El asunto central vuelve a revelarse, estableciendo, sin espacio para dudas, el proyecto que Espejo como ilustrado se plantea para consumar la necesaria reforma: “El deseo de promover la pureza y santidad de la elocuencia, y el celo de la salvación de las almas han dado impulso a mi mano” (NL, p. 229). Vale la pena cerrar este recorrido por el Nuevo Luciano con una declaración extensa que hace Murillo, no sin algo de comicidad y finalmente convencido de la postura de

Mera, hacia la mitad del último diálogo del texto:

Todo el que no ha cogido siquiera un compendillo de retórica; todo el que no ha saludado ni por el forro la santa Biblia; todo el que no ha leído ni un Santo Padre ni un expositor entero; todo el que remienda y zurce de aquí para allí andrajos, o de Guerra o de Vieira o de Señeri o de todo el mundo74; todo el que es amigo de estilito peinado y boquirrubio; todo el que es arrogante en las ideas, hasta proferir herejías; todo el que en los sermones, unas veces quiere parecer matemático, otras filósofo cartesiano o gasendista o copernicano, otras pintor, otras arquitecto, otras médico, otras militar, otras jurista, otras Petrus in cunctis75, sin saber la Doctrina Cristiana; todo el que repite y encaja en menos de un año más de cien veces un solo sermón; finalmente, todo el que temerariamente, sin saber predicar ni pretender estudiar la oratoria monta al púlpito, como si montara sobre un gran macho, venga acá, comparezca sobre el tablado, agache la cabeza, extienda el pescuezo, caiga el cuchillo sobre él, muera. Amén (NL, p. 227).

74 Manuel de Guerra y Ribera (1638-1692), António Vieira (1608-1697), Paolo Segneri (1624-1694). Todos

religiosos europeos, destacados en su momento como grandes y elocuentes oradores. Ver Carlos Freile, “Eugenio Espejo lector. Contribución al estudio de las lecturas en el Reino de Quito en el siglo XVIII”, en Cartas y lecturas…, pp. 391, 488-489 y 467. 75 Petrus in cunctis: literalmente, “Pedro en todo”.

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