Eugenio Espejo

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SERIE ESTUDIOS

una ruptura evidente con las pretensiones de objetividad y claridad del racionalismo ilustrado, y una de las fuentes de debate más profundas que ha suscitado su postura intelectual65. Lo más plausible es pensar que Espejo recurrió a este sistema por el simple hecho de que no le convenía publicitar su nombre a través de escritos en los que se ejercía dura crítica a diversos aspectos intelectuales y morales de la época —a menudo nombrando abiertamente a personas específicas y bien identificadas—, siendo prueba de ello las furibundas enemistades que le valieron sus ataques una vez que su autoría quedó manifiesta. Sin embargo, el recurso del anónimo y el juego enrevesado de pseudónimos implica una mayor complejidad que, según se vea, nos dice mucho de la mentalidad profunda de Espejo y, a través de él, de su época en general. Si bien hemos puesto tanto énfasis en el cariz ilustrado que motivó a Espejo para la creación y difusión de su “proyecto educativo”, es evidente que no podemos exigirle que manifieste en ello otras concepciones que las que su heredad cultural le aportaba, las cuales por necesidad tenían que abarcar

asuntos tan quisquillosos como la relación entre las categorías de sujeto, fenómeno y razón. Para el pensamiento Moderno, del que la Ilustración fue muestra destacada y momento de apogeo, existe una continuidad directa entre la mente individual —el sujeto racional— y su manifestación explícita a través del uso público de la razón —en este caso, el hecho lingüístico del enunciado iluminista—. Dicha continuidad es la confirmación de que la racionalidad —entendida como uso consciente de las facultades mentales— supone la instancia natural e idónea para interactuar con el mundo. A tal concepto se adscribía Espejo cuando, como vimos someramente, hablaba del hombre como “héroe en la conquista de los conocimientos”, afirmando con ello la idea de que “la feliz progresión de [esos] conocimientos”, basada en “el ejercicio” de su innata “capacidad de observación”, conducía necesariamente “a la conservación de la vida, al cultivo de la sociedad y a la observancia de la piedad”, es decir, al ideal humano perseguido por la racionalidad y las “luces”66.

65 Claves para la comprensión de este aspecto tan difícil en Espejo son los trabajos de Roig y sus

seguidores. Destacamos, aparte del ya citado El humanismo…, pp. 110-122, un interesante estudio reciente de Fernando Albán, “Entre la máscara y el rostro”, en La cuadratura del círculo. Cuatro ensayos sobre la cultura ecuatoriana, Quito, Corporación Cultural Orogenia, 2006, pp. 17-58, en el que se contrasta la visión racionalista-pública del Espejo ilustrado con la faceta oculta y ambigua del Espejo barroco. Albán sigue de cerca las reflexiones sobre el barroco que hace Bolívar Echeverría en su libro conjunto con Horst Kurnitzky Conversaciones sobre lo barroco, México, Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, 1993, 87 pp. 66 Todo esto de la misma “Instrucción previa…” ya citada. OC, III, p. 99 ss.

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