Eugenio Espejo

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Espejo, el ilustrado

e incluso crecimiento relativo que se afianzaba conforme transcurría el siglo, destaca el cambio estructural en relación a su partición social, especialmente en lo que se refiere al crecimiento de la estratificación intermedia, la mestiza, que en algunas regiones de América —Nueva Granada, Chile— llegó a ser ya la más amplia en términos porcentuales. Para la Real Audiencia de Quito se ha calculado un total cercano al medio millón de habitantes hacia el término del siglo, siendo la zona más poblada, por mucho, el centro-norte de la región andina, en cuya cabeza se ubicaba la ciudad de Quito y su área de influencia próxima —desde Riobamba y Alausí por el sur hasta Tulcán y Pasto por el norte—. Si bien parece no haber un acuerdo del todo establecido con respecto a los porcentajes de la población en términos sociorraciales, parece claro que las “castas” se acercaban ya a competir por un espacio considerable en relación a los considerados blancos —entre los que seguramente se incluían muchos mestizos “blanqueados”—, mientras que los indígenas mantenían una clara preponderancia con un porcentaje superior al 60%. Más aún: en Guayaquil —región de

creciente protagonismo en el escenario de la Audiencia—, para los años en que el presidente José de Villalengua realizó su famoso censo (1778-1781), las castas representaban ya casi la mitad de la población, seguidos por los indígenas, que solamente suponían la tercera parte14. Aunque en la ciudad de Quito y el resto de la región andina estos números eran de hecho bastante diferentes, es evidente que la antigua división entre las “repúblicas” separadas de blancos y de indios que había sido el planteamiento inicial de la política colonial era definitivamente cosa del pasado. Así mismo, se ha probado con extensos estudios que las barreras creadas por las sensibilidades raciales no eran ya tan tajantes como para impedir una permeabilidad en aumento entre los diversos estamentos. Los procedimientos de “limpieza de sangre” —mediante los cuales pretendidos mestizos podían probar su ascendencia europea y así acceder a un espacio entre la sociedad blanca establecida— eran cosa no poco común, al tiempo que las llamadas “declaraciones de mestizo” —utilizadas para demostrar ante las autoridades la no pertenencia a la categoría indígena, con la consecuente

14 Guillermo Bustos Lozano, “Tercer período: redefinición del orden colonial”, en Enrique Ayala Mora,

ed., Manual de historia del Ecuador. Tomo I: épocas aborigen y colonial, Independencia, Serie Manuales Educativos, n.º 5, Quito, Corporación Editora Nacional/Universidad Andina Simón Bolívar, p. 80. El autor aclara que los datos del censo de Villalengua han sido tomados de Kenneth J. Andrien, The Kingdom of Quito 1690-1830, Cambridge University Press, 1995. Es digno de notar que la región más poblada coincide con aquella que más sufrió los embates de la decadencia económica.


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