Fuerza Latina #80

Page 49

EL SALMO DE LOS BOMBARDEOS Por Alberto Mottesi

L

o llamaron el “Salmo de los Bombardeos”. Fue el salmo favorito en los días aciagos de la Segunda Guerra Mundial. Cuando los raids nocturnos, en que oleadas de aviones dejaban caer cientos de toneladas de bombas sobre las ciudades inermes y la gente se guarecía en los refugios antiaéreos, el Salmo 91 comenzaba a ser leído en alta voz y sus palabras eternas irradiaban paz a las almas y tranquilidad a los corazones. Fuese sobre Inglaterra o fuese sobre Alemania que los bombarderos dejaban caer su fatídica lluvia de explosivos y la gente despavorida corría a las casamatas subterráneas, el Salmo 91 traía serenidad y confianza. No eran más que débiles hojas de papel de gastadas Biblias, movidas por dedos trémulos; pero las palabras estampadas allí, palabras emanadas de Dios mismo, impartían una paz misteriosa. Tres partes bien definidas se destacan en este estupendo Salmo 91: Primero, la declaración de fe del predicador de Dios. “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente”. Es toda una promesa de protección eterna en bien condensadas palabras: “El que se ampara, por fe, bajo el abrigo de Dios, morará bajo la sombra segura del que es Omnipotente.” En segundo lugar, viene lo que puede llamarse la declaración de fe del alma creyente que acepta la promesa divina. “Diré yo al Señor: esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré”. Y en los versículos siguientes, prosigue el predicador dando una serie de promesas: “Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora... No temerás del terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; más a ti no llegará...”. Sobretodo, este último versículo ayudaba a los refugiados a tener paz y seguridad en medio del bombardeo. Afuera sonaban las terribles bombas lanzando al aire penachos de fuego y destruyendo casas y templos. Adentro, el salmo derramaba bálsamo a los corazones acongojados. En tercer lugar, ya al final del Salmo, aparecen las palabras del Señor. Habla como si estuviera expidiendo un decreto real: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré... Me invocará, y yo le responderé; con él (con ella) estaré yo en la angustia... Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación”.

Y el mismo Dios del salmista y de la gente que fue bombardeada durante esa guerra, es el Señor Jesucristo de hoy, que ahora, en este mismo momento, está al lado tuyo, presto a recibir tu clamor y tu llamado.

ALBERTO MOTTESI EVANGELISTIC ASSOCIATION E-mail: noticias@albertomottesi.org

• www.albertomottesi.org •


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.