Fuerza Latina Revista Marzo - Abril 2020

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y en el cual se mantienen firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano. Porque ante todoles transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras”.

Una obra en tres días

Usted se dará cuenta enseguida de que el evangelio de la gracia de Dios está compuesto por dos partes: primero, Cristo murió por nuestros pecados; segundo, Cristo resucitó de los muertos. Si usted lee las epístolas de Pablo, verá que su mensaje está centrado en tres cosas: la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo. Esto está en total armonía con el resto del Nuevo Testamento, ya que debemos recordar que Cristo no vino principalmente a predicar el evangelio (aunque proclamó libertad a los prisioneros), sino más bien, vino para que hubiera un evangelio que predicar. Este evangelio fue ganado y hecho realidad por la obra de Cristo en ese cruel madero. Él vino del cielo a la tierra con un extraño propósito. Era tan diferente del de todo otro ser humano, que se aferra a la vida y que pasa la vida empeñado en vivir. El Señor Jesús vino con el propósito de morir. Aunque la muerte no tenía derecho alguno sobre Él, nació para morir. Simón Pedro declaró: “Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios” (1 Pedro 3:18). Todos hemos quebrantado las leyes de Dios y hemos desobedecido abiertamente sus mandamientos, y por ello, todos estamos bajo sentencia de muerte. Pecar contra un Dios infinitamente santo es incurrir en una culpa infinita y exige un sacrificio infinito. Pero el infinito Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, murió; y al morir, satisfizo plenamente cualquier reclamo que hubiera en nuestra contra.

La diferencia vital

Si alguien, en nuestro país, fuera sentenciado a muerte por asesinato, y uno de sus amigos fuera ante el juez, diciendo que morirá gustosamente en lugar del condenado, el tribunal se vería obligado a sentenciar que, según nuestras leyes, un hombre no puede morir en lugar de otro. Pero Dios no está atado por las leyes de los hombres. “Pero el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir, y […] él ofreció su vida en expiación” (Isaías 53:10). Nosotros, los seres humanos, con nuestras limitaciones de tiempo y espacio, fechamos la muerte del Señor Jesús en el primer siglo de la presente era y la ubicamos en “la colina verde, allá lejos, fuera de los muros de la ciudad”. Pero, en lo que a Dios concierne,

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es un acontecimiento atemporal. En realidad, el Señor Jesús fue muerto, en la mente y en el plan de Dios, desde antes de la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8). Para el ojo de la fe, la muerte de Jesucristo está tan cerca de nosotros como lo estuvo para el ladrón que murió junto a Él. Pero Pablo no se limitó a declarar la obra de la cruz. El hecho de que el Señor Jesús murió para salvar es una mitad del evangelio; el hecho de que resucitó de los muertos para guardar es la otra mitad. Ambas partes son esenciales en el evangelio completo de la gracia de Dios. Jesús habría sido un Salvador insuficiente si hubiera permanecido muerto. El hecho de que murió y ahora vive en el cielo por nosotros demuestra que Él es un Salvador completamente suficiente. La diferencia vital entre nuestra fe sobrenatural y todas las religiones naturalistas del mundo es la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.

El mensaje que nunca falla

Este, pues, es el evangelio. Este es el mensaje que, cuando se lo cree, nunca deja de ser poder de Dios para salvación. No hay casos difíciles o irremediables. Para muchos que están pereciendo en sus pecados, es locura; pero para nosotros que somos salvos, es poder de Dios (1 Corintios 1:18). “Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras” (1 Corintios 15:3). Esta es la única base sobre la cual un Dios santo y recto puede perdonarle a usted sus pecados y recibirlo para sí. El que fue crucificado, ahora vive en la gloria, en el poder de la resurrección. El Dios todopoderoso lo ha declarado Príncipe y Salvador. No puedo instarlo lo suficiente a que acepte al Señor Jesús ahora mismo, en la quietud de su corazón; que se aparte de sus pecados y acuda a Él, y lo reciba como su Señor y Salvador. Recíbalo con sus ojos: “Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:22, RV60). Recíbalo con sus pies: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28). Recíbalo con sus manos: “El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (Apocalipsis 22:17). Recíbalo con sus labios: “Prueben y vean que el Señor es bueno” (Salmos 34:8). Recíbalo con sus oídos: “Escúchenme y vivirán” (Isaías 55:3). Recíbalo con su voluntad: “Elijan ust-

edes mismos a quiénes van a servir” (Josué 24:15). Recíbalo con su corazón: “Confía en el Señor de todo corazón” (Proverbios 3:5). Si usted lo recibe, Él lo recibirá a usted, y descubrirá que este evangelio, que habla de la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo por usted, es poder de Dios para salvación eterna. De no indicarse algo diferente, las citas bíblicas incluidas en este artículo son tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) Copyright © 1999 Biblica. Las citas bíblicas marcadas como RV60 fueron tomadas de la Santa Biblia, Versión ReinaValera 1960, Copyright © 1960 American Bible Society.

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