HOLLYWOOD DIGITAL (CASTELLANO)

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Marzo 2012 Aparecido en el Cultura/s de La Vanguardia HOLLYWOOD Y LA REVOLUCIÓN DIGITAL Ingrid Guardiola Con Hollywood en la era digital, Esteve Riambau establece un juego de sombras paralelas entre las películas producidas en Hollywood los últimos veinte años y aquellas que las influenciaron y precedieron, ya sea desde la figura del remake, ya sea narrativa o estilísticamente. Una idea sobrevuela a lo largo de todo el libro, el hecho de que a pesar de la mejora en la precisión técnica (CGI, animación 3D, alta definición, hasta llegar a la “tercera dimensión” de Avatar), las historias siguen bebiendo de un charco imaginativo común anclado en los géneros y en los mitos, a pesar de que cambie tanto el lenguaje con el que se explican o su apariencia estética; un lenguaje que Riambau caracteriza por la imagen-exceso multiforme (Lipovetsky), la hibridación (Redacted) el multipantalla (Timecode) y su aproximación al “cine de atracciones” (Minority Report) descrito por Tom Gunning a partir del abuso de la categoría que Deleuze llamó imagenacción. Según Riambau, “el mundo que muestran las pantallas es cada vez más etéreo y fantasmagórico, poblado por personajes alejados de lo corpóreo e invadido por nuevas tecnologías en constante evolución y límites insospechados”. Hay quienes han intentado una memorabilia de las “viejas” tecnologías, Bruce Sterling lo hizo con su The Dead Media Project, y en el 1995, 41 directores rescataron la cámara de los Hermanos Lumière para celebrar los 100 años del cine; pero estos resquicios son peldaños de nostalgia, quizás demasiado anticipada. Ya en 1991 Francis Ford Coppola decía que el futuro del cine era una chica gorda de Ohio autofilmándose. Quedaban ocho años para que llegara El Proyecto de la Bruja de Blair y la certificación de que, con una inteligente estrategia de marketing online, una buena idea, el equipo mínimo y poco dinero se podía hacer cine y conseguir ingresos; aunque por aquel entonces la indústria se concentró en la creación de los grandes conglomerados multimediáticos (las nuevas majors con negocios en todos los sectores culturales) que invertían sumas astronómicas para hacer sus productos-monoforma (que diría Watkins) y que conseguían sacar renta gracias a su oligopolio. Si las nuevas tecnologías han permitido que cohabiten mundos tan alejados como imposibles (en Forrest Gump Tom Hanks se encontraba con J. F. Kennedy), la Ciberesfera con su “realidad virtual” ha activado los viejos mitos platónicos, el psicoanálisis, las aventuras de Alicia, el existencialismo de Hamlet y Segismundo, y ha dado como fruto obras que tratan el macrotema de los mundos paralelos como eXistenZ, Cómo ser John Malkovich, The Matrix, Origen o Inland Empire. El libro empieza con una cita de Spielberg en donde éste dice que nunca perderemos la necesidad de contar historias, pero que llegará el día en que toda la película transcurrirá en el interior de la mente. No cabe duda de que, en el momento en que ya hace cinco años que existen videojuegos controlados por la mente (Neurosky) o prácticas de curación psíquica basadas en la simulación (ver Farocki), el hecho que la película acabe desarrollándose en la cabeza de uno no es tan desorbitado, sobretodo teniendo en cuenta que vivimos a diario un desdoblamiento perpétuo entre nuestra vida personal y nuestra delegada vida político-económica, muy cercana a las historias de terror postapocalíptico de Hollywood de las que también nos habla Riambau en el libro.


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