¿ROMPER MOLDES? EL PRESENTE DE LA CULTURA

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(versió castellana) 17 de mayo Aparecido en el Cultura/s de La vanguàrdia (ésta es una versión ampliada)

¿ROMPER MODELOS? EL PRESENTE DE LA CULTURA Ingrid Guardiola Decía Hannah Arendt en La crisis de la cultura que una crisis nos obliga a volver a las preguntas, pero sobretodo, a recaer en los juicios directos. Según Arendt el problema es que estas respuestas o “juicios directos” los buscamos en un “nuevo orden” con cierta continuidad histórica y más basados en la ilusión de un mundo posible que en el mundo en sí mismo. ¿Cuáles son los juicios directos que podemos hacer sobre nuestra realidad cultural? 1) Juicio 1: La construcción de un modelo cultural basado en la supervàlua de la individualidad, viva o muerta. Es conocida la historia de cómo el gobierno de los Estados Unidos en los años 60’s inyectó fondos a la Fundación Rockefeller para que comprara la obra de Jackson Pollock con sumas astronómicas y así poner “una aura de valor” a la obra del artista “menos conflictivo” y situar Nueva York como centro cultural, con el MoMA como cabecilla. Estas políticas elitistas y a golpe de dólar fueron atacadas por el Art Workers Coalition que pidió al MoMA nuevas políticas culturales basadas en una apertura de los comisariados, la entrada gratuïta, el alquiler de las obras expuestas, la presencia de artistas de todas las clases, géneros o países, etc. Propuestas que en parte fueron aprobadas por la dirección del museo. En 2008 la ex ministra de Cultura Sinde clamaba ante los ministros de cultura europeos que hoy en día Gaudí o Picasso siguen generando más empleos que muchos de los artistas vivos. De alguna forma, se pasó de fabricar el “artista ideal” a fabricar “el artista muerto más rentable”, bailando sobre las tumbas, el arte encontró su fórmula de negocio y acabó convirtiendo los centros culturales y los museos en lo que Hito Steyerl llama “el museo como fábrica social” donde el espectador pasa a ser el trabajador ideal. Este síndroma del “frankenstein” sigue vigente: los ministerios de cultura siguen confiando en sus cuatro “apóstoles” representativos de la cultura (algunas enarboladas por la válua que da el paso del tiempo, otras mero producto de la publicidad y el marketing) a los que pasean sin mácula por ferias, muestras y homenajes. Si hace más de un siglo el museo institucional podía acoger su particular “Salon des refusés”, hoy en día el mundo se ha convertido en un “salon de los rehuídos” generalizado y los museos (esas Cuatro Constalaciones basadas principalmente en la revitalización de las colecciones y el patrimonio que ha creado Mascarell) han vuelto a su andamiaje versaillesco. 2) Juicio 2: La emancipación del trabajo cultural respecto al corpus social: la Cultura, encerrada en sus corsés burocráticos y las Políticas Culturales de turno, ha desatendido dos factores determinantes: la educación y la comunidad. Sin ellas, hablar de cultura es como hablar de ladrillos, y mucho se ha hablado de ladrillos en este país. 3) Juicio 3: La transferencia de un modelo económico opaco y de rendimiento immediato aplicado las Industrias Culturales y Creativas: ya en los años 60’s, Adorno y Horkheimer nos alertaban del modelo cultural que propiciaba lo que ellos empezaron a llamar “industrias culturales”[esto es del 47, creo]. Según los de 1


Frankfurt, la civilización de masas ha dado lugar a una cultura que ya no tiene que hacerse pasar por arte, es más, una cultura que se produce del mismo modo en el que se producen las salsichas, primando el efecto sobre el consumidor, la indistinción entre la esfera pública y la privada, la eterna repetición de lo mismo, la vida cotidiana como paraíso, la espiritualización de la distracción y la diversión como telón de fondo; eso que por aquella época también Edgar Morin llamaba la “colonización vertical”, la “industrialización del espíritu”. Cincuenta años después toda una serie de críticos y artistas vuelven a repensar el modelo de “industrias culturales” que desde el 2001 ha imperado en todo el mundo occidental (recuerden las políticas culturales de Blair donde animaba a cada individuo a ser creativo y a potenciar el copyright – esto es, el paso natural de una sociedad de consumo de masas a una de ninchos de mercado donde esto ninchos los crean los propios consumidores, ahora microtargets). De las Industrias Culturales se ha pasado a las Industrias Culturales y Creativas, intentando hacer de esta “creatividad” un elemento distintivo de cada individiduo, una creatividad basada en la autoexpresión y el libre consumo; de la construcción del “artista ideal”, pasando por la “reconstrucción del muerto ideal”, ahora llegamos a que cada ciudadano invierte en sí mismo para construir su “Yo ideal” (prácticas post-individuales lo llaman) y, como dice Arendt, cuando la libertad individual se impone totalmente, la libertad está amenazada. Angela McRobbie ya cuestionó ese modelo en Everyone is creative. Artists as pioneers of the new economy?, Gerald Raunig (entre otros) en Critique of Creativity: Precarity, Subjectivity and Resistance in the ‘Creative Industries y Matteo Pasquinelli dentro de MyCreativity Reader: A Critique of Creative Industries editado por el Institute of Network Cultures hace una genealogía y crítica del “capitalismo cognitivo” inherente a las ICC con su transformación de los asalariados (ahora cognitariado) en precariado, con su aniquilación del valor de la dimensión social, colectiva y política de las obras y alertando sobre fenómenos como el best sellers The Rise of the Creative Class de Richard Florida donde todo el peso cultural recae en las estadísticas (las mismas que encabezan la mayoría de informes que resumen las actividades culturales de las administraciones públicas, estadísticas que empiezan siempre por el número de visitantes/ espectadores/ compradores de las obras). 4) Juicio 4: La transferencia de valores sociales basados en la participación y la libertad de expresión para crear un marco de opinión pública masivo que sea a su vez de consumo público masivo y, cuando no, delegar en la masa la producción de una obra o evento a través del crowdsourcing o el crowdfunding (micro-mecenazgo). Y hablando de micro, volvamos a Alemania, puesto que hemos empezado allí, y veremos cómo el modelo de Merkel de los micro-empleos en la cultura acaba por generar micro-profesionales para micro-almas con micro-depresiones. Ante esta generalización, ¿qué devenir le espera a la Cultura? El Libro Blanco de la Generalitat del 2001 pedía infraestructuras, equipamientos (y se pasaron); el Libro Verde del 2007 abogaba por una interrelación más estrecha entre educación, innovación y nuevas tecnologías, creatividad, experimentación, transversalidad, redes de centros, el ámbito local y el internacional (y no llegaron a tanto). Cada cuatro años la cultura, como el trigo, es vapuleada y ahora peor, la educación, esa herramienta básica para que exista la Cultura que reclamaba Arendt, está siendo ahogada, y no podemos dar crédito de tanto crédito que se da en las arcas donde se produce el fraude. ¿Cuál sería el juicio directo para una situación óptima para la cultura? Aquella en la que exista una educación para todos y de calidad, el vínculo de

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la cultura con el tejido social no desde una perspectiva reproductiva y de consumo masivo sino productiva (integrando nuevos modelos de negocio sostenibles) y colectiva (integrando la dimensión social), el aúnamiento de la alfabetización digital con las prácticas humanísticas, la inversión en los profesionales de la cultura que hay entre el “genio construido” y el “artista amateur”, el pensar las redes entre agentes y equipamientos culturales no sólo en relación a la multiplicación de los beneficios sino con relación a la sostenibilidad de los recursos, infraestructuras y capitales invertidos, esto es, generar un banco común de servicios y profesionales. Si en el corazón del nuevo proyecto cultural de la Generalitat está en la Agencia Catalana del Patrimonio Cutural, ¿dónde queda el sueño tan hallado en numerosos formularios de exportar e internacionalizar la Cultura Catalana, de crear tejido cultural? Las ruinas no se pueden exportar, sólo nos representan ante los ojos extraviados de los turistas. Un “modelo ideal de cultura” para un futuro sin presente de poco sirve.

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