Palabra de Vida

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ORACIÓN UNIVERSAL: Pidamos juntos al Señor que no nos falle nunca la confianza en él. 1.

Pidamos por la comunidad cristiana, simbolizada aquí en la barca que avanza en la noche del lago, para que ponga siempre su confianza en Dios y todos los creyentes puedan ayudarse y animarse en medio de la travesía. Oremos.

2.

Pidamos de un modo especial por todos los que se arriesgan, como Pedro, pero que luego tienen miedo de ahogarse en el mar de este mundo; ayúdales a reconocerte en medio de las dificultades de la vida. Oremos

3.

Pidamos de un modo especial por lo que se encuentran dominados por la angustia, pensando que nadie sale a su encuentro ni les ayuda en la necesidad. Oremos

4.

Pidamos por los orantes contemplativos, como Elías o Jesús, para que al subir a la montaña de su encuentro con Dios no se olviden de las necesidades de los pobres de la tierra. Oremos

5.

Oremos por cada uno de nosotros, para que sepamos escuchar el susurro de Dios más allá de los fuegos, terremotos y tormentas que la agotan. Oremos.

6.

Que desde la montaña de la oración sepamos descubrir las necesidades de todos los que se fatigan y sufren, y seamos brisa para ellos y no fuego o huracán. Oremos.

A ti, Dios Padre, que siempre nos escuchas, elevamos una vez más nuestras súplicas, desde la tormenta de este mundo, deseosos de consuelo. Acoge nuestra plegaria y el lamento de todos los que sufren, ayudándonos por medio de tu Hijo Jesucristo.

“Peregrino, Amigo y testigo del Señor”

Octavo centenario de la catedral de Santiago

ORACIÓN ACCIÓN DE GRACIAS Señor Dios, Padre nuestro que nos aceptas como somos, confesamos ante ti que múltiples temores y angustias nos invaden al sentir en la noche la fuerza del viento y el empuje del mar: miedo y desconfianza de nosotros mismos, miedo de la gente, miedo de la vida, miedo de la muerte, miedo de nuestro destino, miedo a decidirnos, miedo a equivocarnos, miedo a todo. Entonces oímos la voz cálida de Cristo que nos alienta: Ánimo, yo estoy con vosotros, no tengáis miedo, no dudéis. Gracias, Señor. Danos tu mano para seguir la aventura de la fe, avanzando más allá de nuestras mezquinas seguridades, sin más punto de apoyo que una absoluta confianza en ti. Amén

”Después se escuchó un susurro; Elías al oírlo se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva” (2lec.) “Ser brisa, no fuego ni huracán”. En el viento huracanado no estaba Dios; tampoco estaba en el terremoto; menos en el fuego... Sólo en la brisa “pasó el Señor”. Ni lo que agrieta, ni lo que arrasa, ni lo que pulveriza es vehículo de Dios. No genera confianza, sólo miedo. Miedo de nosotros hacia Dios, miedo de nosotros hacia nosotros mismos, miedo de los demás hacia nosotros. Sólo la brisa construye. Ser como Dios es ser brisa para los demás, no fuego, no huracán.

MONICIÓN DE ENTRADA Os ofrecemos, queridos hermanos, como signo de paz y de afecto, nuestro mejor deseo de bienvenida ahora que iniciamos la eucaristía. La liturgia de hoy nos va a mostrar el continuo llamamiento de Dios a todos nosotros. Y ante ello no debemos tener miedo. Dios llama con un susurro, suavemente. Lo suyo no es el ruido o el barullo. Jesús camina suavemente sobre las aguas… pero, Pedro tuvo miedo. La confianza en el Señor nos ayudará en nuestra vida y en el apoyo a los hermanos. Hoy esta Eucaristía se nos presenta como un apoyo total de Dios a sus hijos, aunque estén alejados y en dificultades.

. Acto penitencial:

Bien conoce Dios nuestra flaqueza que está mezclada con nuestros buenos deseos. De nuestras dudas y vacilaciones, de la falta de amor a quienes viven cerca, de todo lo que nos aparta del Amor, pedimos perdón: -Tú, Señor, que conoces nuestros miedos y nuestra falta de confianza. Señor, ten piedad. -Tú, Señor, que conoces las dificultades que estamos atravesando. Cristo, ten piedad. -Tú, Señor, que siempre nos acompañas con tu amor compasivo. Señor, ten piedad. Que la misericordia de Dios, nuestro Padre, perdone nuestros pecados y nos acompañe hasta la vida eterna.

XIX DOMINGO T. O. –A9+ 07 de agosto de 2011 LECTURAS: ¿Por qué dudáis? Después de la multiplicación de los panes, Mateo narra el episodio de la tempestad calmada. ¿Dónde se revela Dios? La liturgia de hoy responde a esta pregunta. El Señor no se revela en los acontecimientos extraordinarios, se manifiesta: en el susurro (1 lect.), en el silencio de la noche (Ev.). Dios se revela al pueblo de Israel y al nuevo pueblo, la Iglesia (2 lect.).

1ª Lectura: 1 Re 19, 9a. 11-13a En aquellos días, al llegar Elías al monte de Dios, al Horeb, se refugió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: -- Sal y aguarda el Señor en el monte que el Señor va a pasar Pasó antes del Señor un viento huracanado, que agrietaba los montes y rompía los peñascos; pero en el viento no estaba el Señor. Vino después un terremoto; pero y en el terremoto no estaba el Señor. Después vino un fuego; y en el Señor no estaba en el fuego. Después se escuchó un susurro; Elías al oírlo se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva.


Salmo responsorial: 84 R.- Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. Romanos 9, 1-5 Hermanos: Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según lo humano, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén. EVANGELIO Mateo 14, 22-33

Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la

gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: -- ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: -- Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua. Él le dijo: -- Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -- Señor, sálvame. En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: -- ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: -- Realmente eres Hijo de Dios.

MIEDO A JESÚS- J. A. Pagola

Mateo ha recogido el recuerdo de una tempestad vivida por los discípulos en el mar de Galilea para invitar a sus lectores a escuchar, en medio de las crisis y conflictos que se viven en las comunidades cristianas, la llamada apremiante de Jesús a confiar en él. El relato describe de manera gráfica la situación. La barca está literalmente «atormentada por las olas», en medio de una noche cerrada y muy lejos de tierra. Lo peor es ese «viento contrario» que les impide avanzar. Hay algo, sin embargo, más grave: los discípulos están solos; no está Jesús en la barca. Cuando se les acerca caminando sobre las aguas, los

discípulos no lo reconocen y, aterrados, comienzan a gritar llenos de miedo. El evangelista tiene buen cuidado en señalar que su miedo no está provocado por la tempestad, sino por su incapacidad para descubrir la presencia de Jesús en medio de aquella noche horrible. La Iglesia puede atravesar situaciones muy críticas y oscuras a lo largo de la historia, pero su verdadero drama comienza cuando su corazón es incapaz de reconocer la presencia salvadora de Jesús en medio de la crisis, y de escuchar su grito: «iAnimo, soy yo, no tengáis miedo!». La reacción de Pedro es admirable: «Si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua». La crisis es el momento privilegiado para hacer la experiencia de la fuerza salvadora de Jesús. El tiempo privilegiado para sustentar la fe no sobre tradiciones humanas, apoyos sociales o devociones piadosas, sino sobre la adhesión vital a Jesús, el Hijo de Dios. El narrador resume la respuesta de Jesús en una sola palabra: «Ven». No se habla aquí de la llamada a ser discípulos de Jesús. Es una llamada diferente y original, que hemos de escuchar todos en tiempos de tempestad: el sucesor de Pedro y los que estamos en la barca, zarandeados por las olas. La llamada a «caminar hacia Jesús», sin asustarnos por «el viento contrario», sino dejándonos guiar por su Espíritu favorable. El verdadero problema de la Iglesia no es la secularización progresiva de la sociedad moderna, ni el final de la "sociedad de cristiandad" en la que se ha sustentado durante siglos, sino nuestro miedo secreto a fundamentar la fe sólo en la verdad de Jesucristo. No nos atrevemos a escuchar l os signos de estos tiempos a la luz del Evangelio, pues no estamos dispuestos a escuchar ninguna llamada a renovar nuestra

manera de entender y de vivir nuestro seguimiento a Jesús. Sin embargo, también hoy es él nuestra única esperanza. Donde comienza el miedo a Jesús termina nuestra fe.

TENGO MIEDO, SEÑOR A que tu barca, la barca de tu Iglesia, me lleva a horizontes desconocidos A que, tu Palabra, veraz y nítida deje al descubierto el “pedro” que habita en mis entrañas. TENGO MIEDO, SEÑOR De caminar sobre las aguas de la fe De nadar contracorriente De mirarte y estremecerme De hundirme en mis miserias y en mis tribulaciones en mi falta de confianza y…de mis exigencias contigo. TENGO MIEDO, SEÑOR De que me vean avanzando en medio de las olas del mundo con las velas desplegadas de la fe Que me divisen, de cerca o de lejos, navegando en dirección hacia Ti TENGO MIEDO, SEÑOR De que, en las dificultades, no respondas como yo quisiera Que, en las tormentas, no me rescates a tiempo Que, en la lluvia torrencial, no acudas en mi socorro. Por eso, porque tengo miedo, Señor, mírame de frente, de costado y de lado para que, en mis temores, Tú seas el Señor El Señor que venga en mi rescate. Amén


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