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MOVIMIENTO MISIONERO MUNDIAL América • Europa • Oceanía • África • Asia

Los libros (X) apócrifos

En la siguiente entrega, los autores analizan a profundidad las posturas de las personas que defienden los libros apócrifos. En buena cuenta, descubren las intenciones de aquellos que pretenden tergiversar la Palabra. Rev. Domingo Fernández Dr. César Vidal Manzanares

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os criterios seguidos por Westcott y Hort podían ser erróneos y, ciertamente, su fruto resulta lamentable. Sin embargo, el resultado no fue casual. La labor arrancó de unas posturas teológicas claramente establecidas cuya victoria se deseaba imponer por cualquier medio. I. Wescott y Hort defendían una teología antibíblica. La teología de Westcott y Hort encajaba a la perfección en el molde de lo que podríamos denominar teología liberal. En armonía con ella, ambos autores negaban la inspiración e inerrancia de las Escrituras y 20 Impacto evangelístico

asimismo las doctrinas más importantes de la Escritura como la de la divinidad de Cristo o la de su sacrificio expiatorio. a) Negaron la inspiración de la Escritura. Las referencias de Westcott y Hort en contra de la creencia en la inerrancia e inspiración de la Biblia no resultan escasas en sus escritos. En 1851, Hort señalaba cuál era a su juicio la “herejía ortodoxa común: la inspiración”. Siete años después indicaba como lo que le separaba fundamentalmente de los evangélicos era la creencia de éstos en la autoridad de la Biblia: “Los evangélicos me parecen pervertidos... Me temo que las diferencias más serias que existen entre nosotros (giran) sobre el tema de la autoridad, especialmente la autoridad de la Biblia”. Este punto de vista quedó reflejado en sus obras de exégesis bíblica al negar, por ejemplo, que las palabras de los profetas estuvieran inspiradas (“ellos (los profetas) eran Sus mensajeros, inspirados por Su Espíritu, no en sus palabras sino sólo como hombres...”)

O al insistir en que si era importante creer en Cristo no lo era el creer algo concreto sobre Él (“‘la fe es ‘en Cristo’ y no en ninguna afirmación acerca de Cristo”). En 1860, Westcott y Hort reconocían en su correspondencia que no aceptaban la infalibilidad de las Escrituras. Si el primero afirmaba: “rechazo la palabra infalibilidad de las Santas Escri-


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