De la comunicación visual para las manifestaciones de la cultura

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Diseño gráfico/opinión

por Marcela González y Roberto García Balza. El Estudio de diseño García Balza desarrolla trabajos interdisciplinarios centrados en la concepción de programas integrales de diseño y comunicación.

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De la comunicación visual para las manifestaciones de la cultura El paisaje visual de nuestra ciudad, así como el de la gran mancha urbana que extiende su periferia es, en gran parte, producto y responsabilidad del trabajo cotidiano de los profesionales de la comunicación visual. fotos Daniela Mac Adden

El diseño gráfico dedicado a la difusión de las manifestaciones de la cultura, si bien no ocupa un lugar cuantitativamente importante en el conjunto de espacios y soportes de comunicación que conforman ese paisaje visual urbano, tiene reservado, para los diseñadores y comunicadores visuales que alguna vez trabajamos en esta área, un rol fundamental en lo que respecta al compromiso con la calidad de las piezas, tanto a nivel formal como conceptual.

En la Ciudad de Buenos Aires, durante el transcurso de estos últimos años, fue y es posible encontrar interesantes ejemplos de programas y elementos de comunicación visual para instituciones culturales que, desde diferentes enfoques y objetivos, ponen en relieve no sólo un nuevo tipo de relación entre los distintos protagonistas de la economía cultural de la ciudad y los profesionales del diseño, sino también un proceso de búsqueda en la generación de proyectos que


del diseño como herramienta capaz de posibilitar el desarrollo de estrategias integrales requiere de profesionales atentos a diferentes aspectos de la comunicación institucional que van más allá de las elecciones formales, cromáticas y tipográficas. Por otra parte, esta temática plantea el desafío de pensar el diseño como un proceso interactivo –como en el proceso artístico– que no requiere sólo de una actitud contemplativa sino de una confrontación activa con el concepto y la forma, donde el nivel de comunicación visual se adecue al producto «arte» y, a la vez, a la función mediática requerida por el comitente. El desarrollo de esta área, sin duda, puede potenciar la calidad gráfica urbana. Queda como interrogante para diseñadores, comunicadores visuales y gestores culturales pensar si los primeros pasos en este proceso deben partir de la homologación local –con los estándares y el internacionalismo de los programas de comunicación visual que ofrece la numerosa oferta museística y cultural en el mundo– o como alternativa, tal vez se pueda pensar en la singularidad que sólo surge de un análisis minucioso de las propias exigencias y de las particularidades socioculturales de cada institución.

Comunicación para la cultura | De la comunicación visual...

dependientes de los vaivenes políticos, el desarrollo de proyectos de comunicación cultural con objetivos a largo plazo resulta muy complejo. Como contrapartida, algunas instituciones culturales de carácter privado iniciaron en los últimos años un interesante proceso en el que la comunicación visual se convirtió en una importante e irremplazable herramienta para las políticas de gestión cultural. El Malba, la Fundación Proa y el CCEBA, con metodologías y abordajes diferentes, pueden ser tomados como ejemplos que ponen en relieve el espacio ganado por el diseño en la comunicación de las políticas culturales. Aun a pesar de los escasos recursos económicos destinados al sector cultural en nuestro país, es posible pensar en la optimización de sus políticas de comunicación, trabajando en la construcción de programas simples que permitan la difusión de un discurso homogéneo mediante diferentes medios y soportes. Para una institución cultural que dispone de recursos económicos acotados es importante que desde el área de diseño se planteen estrategias que permitan, por ejemplo, optimizar el presupuesto anual asignado a la comunicación visual. Esta concepción

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puedan responder a los nuevos requeremientos de los espacios culturales. El acercamiento del público a museos e instituciones de carácter cultural ha cambiado completamente en el transcurso de las últimas décadas. El patrimonio histórico o el valor artístico de una colección que garantizaron por años la afluencia de visitantes a diferentes entidades culturales, hoy no resultan suficientes para atraer a un nuevo público. Acostumbrados a signos de un lenguaje globalizado difundido a través de los medios, se requiere entretenimiento e internacionalización. Por otra parte, este público demanda un discurso coherente a nivel de la imagen que facilite la asociación clara de una institución con un conjunto de manifestaciones y políticas culturales para lograr la participación del público. Frente a los cambios en la conducta del público y a la necesidad de posicionarse singularmente dentro del circuito de ofertas culturales, los gerentes y directivos de instituciones vieron la necesidad de otorgar a la comunicación visual un espacio cada vez más importante. Por otra parte y desde nuestro campo de trabajo, los diseñadores y comunicadores visuales que trabajamos en esta área llevamos a cabo, paciente y minuciosamente, la tarea –muchas veces difícil– de llamar la atención de los funcionarios y directivos acerca de la importancia de una política institucional de comunicación homogénea y global. Esta tarea que podríamos considerar también un work in progress intenta explicar que, si bien la inversión de recursos económicos puede ser destinada a la promoción de eventos puntuales, es en el conjunto de métodos de intervención cultural, comunicados a través de un programa coherente y homogéneo en el tiempo, donde la identidad puede y debe gestarse. Como lamentablemente en nuestro país, la no continuidad política es sinónimo de la no continuidad a todo nivel, en algunas instituciones culturales de carácter estatal pendientes y


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