Revista Nuestra Iglesia : Diciembre 2010

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FORMACIÓN

Navidad: “Et Verbum Caro Factum est” (“y la Palabra se hizo carne”, Jn 1,14)

E

scribe el gran poeta francés Charles Péguy: “No necesitaba de nosotros. Jesús no tenía que hacer otra cosa que quedarse en el cielo. Un Dios, amigo mío, se ha molestado por mí, Dios se ha sacrificado por mí. He aquí el cristianismo” (Diálogo de la historia con el alma carnal)

El cristianismo: un Acontecimiento El cristianismo empieza por un acontecimiento imprevisto e imprevisible: Et Verbum caro factum est, Dios se ha hecho carne. En efecto, “acontecimiento” es la única categoría capaz de definir qué es el cristianismo; un Acontecimiento que sorprende hoy del mismo modo en que hace más de dos mil años sorprendió a los pobres pastores en Belén. Siendo cardenal, Benedicto XVI escribió en uno de sus libros más bellos: “Dios ha actuado: por ahí debe empezar nuestro discurso y no por el hombre, ni siquiera por el pecado de éste o su búsqueda del Dios misericordioso” (Teología e historia. Notas sobre el dinamismo histórico de la fe). El cristianismo, por tanto, no empieza por una búsqueda del hombre, por una actividad suya. Recordemos en este sentido lo que dice Isaías (65,11): “Me hice buscar por quien no me interrogaba, me hice encontrar por quien no me buscaba; dije: ‘Aquí estoy’ a gente que no invocaba mi nombre”. A menudo se repiten las palabras de san Agustín contenidas en su primera página de las Confesiones: “Nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”; sin embargo, se olvidan las palabras que preceden inmediatamente a esta afirmación, y que quitan a la fe cristiana toda la inquietud moralista y activista de muchos cristianos modernos: “Tú excitas, ut laudare te delectet, quia fecisti nos ad te …” (Tú mismo [Dios] atraes a los cristianos, haciendo que se deleiten en alabarte pues nos hiciste para Ti). El cristianismo, en efecto, es un acontecimiento que atrae al hombre. San Agustín siempre decía acerca de la revelación de Dios en la historia a través de Cristo: “Ista revelatio, ipsa est attractio” (San Agustín, In Io. Ev XXVI,4): “esta misma revelación de Dios es una atracción para el hombre”. Definir el cristianismo como “acontecimiento” implica reconocer su presencia, en el presente. En este sentido, decía Kierkegaard en su Diario: “La única relación con Cristo es la de la contemporaneidad. Relacionarse con un fallecido, con un hecho que se quedó en el pasado es una relación abstracta pues su vida ha perdido el aguijón, no juzga mi vida, me permite

admirarlo, me deja vivir entre ideas, no me obliga a juzgar en sentido decisivo”. El acontecimiento cristiano continúa presente a través de una historia de gracia y de amistad cristiana: “Christus nuntiatur per christianos amicos” (San Agustín, Comentario al Evangelio de san Juan): “Cristo es anunciado a través de los amigos cristianos”.

El peligro mortal de la gnosis Si este Acontecimiento no continuara presente, el hombre vagaría “a tientas” (Hech 17,27) en especulaciones religiosas impotentes, terminando extraviado como dice san Pablo (Rom 1,21). Si el impacto con el acontecimiento de Cristo, si el encuentro con Él, no siguiera siendo siempre contemporáneo se caería en la teorización del acontecimiento ocurrido. Esta teorización del acontecimiento cristiano es el peligro más grande para la fe. Desde siempre se ha vivido en la cristiandad, la tentación de reducir el acontecimiento de Cristo a algo que puede ser medido y reducido por el hombre, ya sea a doctrinas o a valores morales. Juan Pablo II ha dicho: “El cristianismo no es un conjunto de doctrinas o de reglas morales sino que el acontecimiento de Cristo, Dios hecho carne”. En el fondo, el peligro más grave para la fe, no viene del “mundo”, o sea, del relativismo, del ateísmo, del nihilismo, del laicismo de la modernidad, sino que es la desvirtuación de la fe, es decir, del acontecimiento cristiano. En este sentido, el enemigo de la fe es desde siempre la gnosis, la pretensión de “ir más allá” del hecho cristiano: de este modo, san Juan dice que el anticristo es quien pretende “ir más allá” (2 Jn 9) de la carne de Cristo en que Dios se ha revelado. En la modernidad, la gnosis pretende reducir Cristo a una idea, a la “idea Christi” de Hegel, a “el Cristo” de casi todas las traducciones modernas del Nuevo Testamento: un hecho, Dios hecho carne, es reducido a una idea respecto de la cual se debería tomar conciencia a través de un proceso introspectivo en el que se descubriría lo divino ya presente en nosotros. La Navidad corre así el riesgo de ser reducida al descubrimiento de “Jesús que nace en nosotros”.

La “gloria de Dios” en el barro del establo de Belén

En el establo de Belén todo era un gran miramiento, como

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