Firmes en la certeza de la justificación por la fe. Mtra. Martha González Pérez.

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“FIRMES EN LA CERTEZA DE LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE” (Gál 2.16, TLA) Martha González Pérez Iglesia Presbiteriana Ammi Shadday, 10 de octubre de 2021 En cambio, a nosotros, el Espíritu nos da la seguridad de que Dios nos acepta porque confiamos en Cristo. Gracias a lo que Cristo hizo, ya ni importa si estamos circuncidados o no. Lo que sí importa es que confiamos en Cristo, y que esa confianza nos hace amar a los demás. GÁLATAS 5.5-6

Antecedentes Jesús nuestro Señor abrió un camino de esperanza, incidió en la historia humana. Tiempo después el apóstol Pablo invitó a las comunidades a insertarse en la historia. Así mismo las y los reformadores también respondieron a las exigencias de su tiempo. Estuvieron atentos al oír la palabra de la promesa de parte de Jesús acerca de construir un futuro de acuerdo a lo que Dios quiere para la humanidad. De esta manera incidieron en la historia, se movieron, como si hubiesen sido arrancados de lo que en ese momento eran, para construir una iglesia acorde a la voluntad de Dios. Lo anterior desafía a responder cuál debe ser hoy la participación o incidencia histórica de las iglesias ante las realidades en los diferentes ámbitos. El teólogo jesuita J.B. Libanio afirma: “La esperanza se puede transformar en fuente inagotable de creaciones anticipativas de amor en favor del hombre y de la tierra, elabora posibilidades presentes a la luz de las promesas, despierta energías para comprometerse con lo nuevo, con las transformaciones. Las promesas anuncian la realidad del futuro venidero, que aún no existe. Si iluminan el presente, no lo hacen a manera de un logos, sino de un futuro prometido. La revelación de Dios no acontece como ‘epifanía de la eterna presencia’, sino como promesa que abre al hombre el campo de la historia para su compromiso responsable”.1 Hoy confesamos que tenemos la certeza de ser justificados por la fe, pero qué significa hacer esta confesión de acuerdo con el texto de Gálatas 5. 1. Justificados por la fe Pablo invita a los Gálatas a insertarse en la historia, a ejercer la libertad dada en Cristo. Para él, son justificados por la fe para que movidos por el Espíritu aguarden los bienes esperados por la justicia (Gá. 5,5), es decir, que la comunidad actúe en consecuencia. Insiste en que la salvación no tiene que ver con ser judío o pertenecer al pueblo elegido, haber llevado una vida apegada a la ley o en prácticas externas como la circuncisión, sino que la justificación es por la fe y lleva consigo la práctica de la justicia causada por Dios en el Espíritu. Pablo insiste en que la justificación por la fe genera actos de amor, porque ha sido dada por la gratuidad de Dios. Dice a los gálatas que quien vive sometido a la ley, no ha entendido el mensaje de Jesús, sigue en la esclavitud porque está separado de él. Su justicia sigue en el cumplimiento de la ley. Les recuerda que él mismo creyó mucho tiempo que todo lo que hacía, antes de que el Señor resucitado saliera a su encuentro, “le hacía justo delante de Dios. Cristo resucitado le enseñó que sólo Él puede hacer justo al hombre”.2 Preocupado por la indecisión de los gálatas, les exhorta “No vuelvan nunca a ser esclavos de la ley” (5,1) Es decir, desea que sigan unidos a Cristo porque, si lo rechazan, entonces

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Juan B. Libanio. Utopía y esperanza cristiana, México, Dabar, 2000, 172. Etienne Charpentier. Para leer el Nuevo Testamento, Estella (Navarra), Verbo Divino, 1997, 57.


rechazan el amor de Dios. Antes, les había enseñado que él mismo fue amado por Dios de manera gratuita, por su misericordia. En el v. 5-6 enfatiza que ya no importa si se han circuncidado o no, sino, lo que importa es que Dios les acepta porque confían en Cristo, cuya confianza, repite, debe generar actos de amor. Esta parte enseña que Dios a través de Cristo ama al ser humano, y no porque sea bueno, sino para que pueda hacer el bien, en el sentido de que la justificación por la fe en Cristo, los hace aptos para generar acciones de amor, empatía, solidaridad, compasión (no lástima, asistencialismo, paternalismo o maternalismo), ante tantas situaciones de miseria, muerte, desolación, enfermedad, violencia en todas sus expresiones y en casi todos los ámbitos, como las que se viven hoy día. Cuando las iglesias se dan cuenta de que, aún en medio de tantos contextos de muerte, son amadas por Dios de manera intensa y considerable, la vida adquiere un nuevo sentido. Cuando Dios sale al encuentro del ser humano, éste no puede menos que comunicar a otros lo que Dios ha hecho en su vida, pero, esta reacción no puede quedarse sólo en la prédica, sino también realizando acciones a favor de quienes sufren por cualquier causa. Ante la situación que viven los gálatas, el apóstol Pablo se indigna por el retroceso que han tenido los miembros de la comunidad, y furioso les grita: “¡Ustedes iban muy bien! ¿Quién les impidió seguir obedeciendo el verdadero mensaje? Con toda seguridad no fue Dios” (Gá. 5.7) Este mismo grito, estas mismas palabras, Pablo las lanza para las comunidades de hoy. ¿Qué les ha sucedido? ¿Por qué son fieles a los ojos de las personas, pero no a Jesús? Como cristianos justificados por la fe, ¿desde dónde realizan actos de justicia, de amor? ¿Cuáles son? ¿Dónde están? Porque toda fe lleva frutos para la gloria de Dios. Los frutos de la fe conllevan a vivir la armonía humana, así, toda comunidad de fe es hoy la esperanza por la que se camina con la presencia de Dios en Cristo como esperanza del mundo. La fe mueve a que “se ayuden por amor los unos a los otros” (Gá. 5.13b), primero dentro de la comunidad eclesial y después hacia la comunidad que los rodea. Sin embargo, ayer y hoy algunas comunidades viven como los paganos de antaño, sin esperanza, porque están separados de Cristo. (1 Tes 4.13). El apóstol Pablo enseña que en Cristo está la resurrección del ser humano y de todo el Cosmos. Jesús enseñó que Dios da la fe y la Esperanza de forma gratuita. La esperanza se vincula con la confianza ligada al amor. Amor que mueve a actos de justicia personal, familiar, comunitario, eclesial y social. De esta manera, la vida cristiana no excluye las obras, estas se generan por la gracia recibida gratuitamente, las concentra en el amor hermanado y se muestran como frutos que brotan de la fe que activa el amor genuino, que no espera nada a cambio. Dice el teólogo luterano Rudolf Bultmann: “El amor es, por consiguiente, un fenómeno escatológico; en él se hace operante la fe que coloca a los hombres en la existencia escatológica”.3 Es decir, que desde el Cristo de la fe, “la confianza en Dios nos hace amar a los demás” (Gá. 5.6). La esperanza para un hombre no cristiano, según él, es que “quiere vivirse a sí mismo y su futuro en la locura de poder disponer de sí mismo. Naturalmente que él también tiene su esperanza, ya que los que “no tienen esperanza” (1 Tes 4.13) viven también con ciertas

Rudolf Bultmann, “La teología de Pablo”, en Teología del Nuevo Testamento, Salamanca, Ediciones Sígueme, 2011, 405. 3


esperanzas, pero no es una esperanza auténtica y el hombre preocupado por sí mismo vive prácticamente en la angustia”.4 Afortunadamente, para algunas comunidades cristianas, la fe y la esperanza no las limita a la contemplación de la llegada del mundo venidero, porque la fe recibida les hace actuar en amor y justicia para los demás, sus actos de amor se contraponen a su egoísmo, vanidad, indiferencia, soberbia, a la flojera, la apatía. Ellas muestran con su inserción en el mundo que son lo que son y hacen lo que hacen porque viven en esperanza y participan en la construcción de un mundo en el que impera la justicia desde la más pequeña estructura social. Esta es la ley expresada en (Gá. 6.2) es decir, la ley de Cristo conlleva “exigencia del amor […] llevar la carga del prójimo”.5 Pablo cierra esta porción de su mensaje al decir “Porque toda la ley de Dios se resume en un solo mandamiento: ‘cada uno debe amar a su prójimo, como se ama a sí mismo’”. (Gá. 5.14). 2. Desafío de la iglesia en el mundo para ser una comunidad de fe, esperanza y amor al prójimo ¿Qué haría Jesús hoy en medio de las situaciones de muerte que confrontan diariamente? ¿A qué desafían estos regalos gratuitos recibidos como acto de amor de parte de Dios? ¿Cómo se está reaccionando a ese amor? Otra vez, hoy mismo resuena la voz del apóstol quien grita: “¡Ustedes iban muy bien!” Su corazón y su vida había vuelto a Dios. Ahora “¿Quién o qué les ha impedido obedecer el verdadero mensaje? Dios no ha sido”. Insiste: “Ayúdense por amor los unos a los otros” Gá. 5.13b) Jesús enseña qué es esto de ayudarse por amor los unos a los otros:  Jesús analizó el mundo y a la gente de su tiempo y también fue crítico de su religión. Resignificó la ley mosaica. Para Jesús como para Pablo, no era necesario que las personas se circuncidaran. Jesús les dio a conocer las nuevas leyes de amor entre las personas que le seguían y siguen hoy, les dio unas Nuevas Tablas con dos mandamientos: Amar a Dios y al prójimo como así mismos.  Jesús dijo e hizo: Sanó enfermos, expulsó enfermedades (demonios) de las personas, devolvió la vista a los ciegos, hizo caminar a los cojos, hablar a los mudos, restituyó la vida a hombres y mujeres. Su fe, su esperanza y su amor se reflejaron en actos cotidianos, caminando junto con las personas que le rodeaban. El apóstol Pablo eligió encarnar y vivir su fe; invitó a los Gálatas a tomar decisiones entre seguir la ley y creer que las obras les darían la salvación y la libertad o creer en Cristo y que el Espíritu los pusiera en marcha por el camino del amor. Esta misma invitación la hace a las comunidades cristianas de hoy. Conclusión Las Escrituras enseñan que la fe es el contenido principal de la Carta a los Gálatas. Hoy la humanidad vive toda clase de infortunios, hasta pareciera que la naturaleza favorece la desesperanza e incluso desavenencia entre los seres humanos. Gálatas desafía a preguntarse como cuerpo de Cristo: ¿cómo caminar en la seguridad de que somos justificados por la fe, en que por gracia la hemos recibido y que Jesús es nuestra esperanza? 4 5

Ibid., 379. Ibid., 405.


Hoy se sabe que la vida cristiana no excluye las obras, al contrario, las concentra en el amor fraterno, en el amor hermanado, y las muestra como frutos que brotan de esa fe que activa a realizar acciones. La reacción al amor gratuito de Dios quizá sería que las comunidades cristianas fueran: inclusivas, pero, no en el sentido de uniformar a todos como si fuéramos clones, idénticos externa e internamente, sino de puertas abiertas, es decir, una comunidad que ejerce a ejemplo de Jesús, el principio de inclusión en todos los ámbitos y sentidos; comprometidas con la creación; vinculadas y vinculantes con algunos problemas sociales; generosas, que comparten; y sensibles al sufrimiento humano. Para vivir en consecuencia la justificación en la fe y gloriar la esperanza que Dios da, al igual que los Gálatas, las comunidades cristianas de hoy también deben elegir si desean vivir sometidas a leyes o costumbres religiosas que quitan vida o como hijos e hijas de Dios que han sido justificados por la fe, poner en marcha el amor que procede del Espíritu que dinamiza, y que, incluso, es más exigente que la ley. La justificación por la fe da la libertad en Cristo, pero está limitada por el amor mutuo y esto, desde las enseñanzas de Jesús, es la síntesis de toda ley.


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