Humanitas 69

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R E V I S T A DE A n t r o p o l o gí a y C u lt u r a C r i s t i a n a s / N º 69 / A Ñ O X V I I I

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI DIFICULTADES QUE ENFRENTA LA FE Ana María Risopatrón 20 AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE SANTA TERESA DE LOS ANDES José Granados CERVANTES Y LA PREGUNTA DEL HOMBRE MODERNO


Consejo de Consultores y Colaboradores NACIONALES

EXTRANJEROS

Andrés Arteaga: Obispo Auxiliar de Santiago. Profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. (UC) Francisca Alessandri: Profesora de la Facultad de Periodismo, UC. Antonio Amado: Profesor de Metafísica de la Universidad de los Andes. Felipe Bacarreza: Obispo de Los Ángeles, Chile. Carlos Francisco Cáceres: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Jorge Cauas Lama: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Fernando Chomali: Arzobispo de Concepción. Miembro de la P. Academia Pro Vita. Francisco Claro: Decano Facultad de Educación, UC. Ricardo Couyoumdjian: Profesor del Instituto de Historia, UC. De la Academia de la Historia del Instituto de Chile. Mario Correa Bascuñán: Secretario General de la Pontificia Universidad Católica. Profesor de la Facultad de Derecho, UC. Carmen Domínguez: Abogado, Directora del Centro UC para la Familia. Vittorio di Girólamo: Profesor de la Universidad Gabriela Mistral. José Manuel Eguiguren Guzmán: Fundador del Movimiento Apostólico Manquehue Carlos José Errázuriz: Consultor Congregación para la Doctrina de la Fe. Profesor de la Pontificia Università della Santa Croce. Jesús Colina: Director de Aleteia. Juan Ignacio González: Obispo de San Bernardo, Chile. Raúl Hasbun: Sacerdote de Schöenstatt. Profesor del Seminario Pontificio Mayor de Santiago. Gonzalo Ibáñez Santa-María: Profesor y ex rector de la Universidad Adolfo Ibáñez. José Miguel Ibáñez Langlois: Teólogo y poeta. Raúl Irarrázabal Covarrubias: Arquitecto. Presidente de la Asociación Chilena de la Orden de Malta. Raúl Madrid: Profesor de la Facultad de Derecho, UC. Patricia Matte Larraín: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Presidenta de la Sociedad de Instrucción Primaria. Mauro Matthei, OSB: Sacerdote y monje benedictino. Historiador. Cardenal Jorge Medina: Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Augusto Merino: Cientista político, profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez. Antonio Moreno: Arzobispo Emérito de Concepción. Fernando Moreno: Filósofo, director del programa de Ciencia Política de la Universidad Gabriela Mistral. Rodrigo Moreno Jeria: De la Academia Chilena de la Historia. Bernardino Piñera: Arzobispo Emérito de La Serena. Rodrigo Polanco: Presbítero, profesor de la Facultad de Teología de la UC. Alejandro San Francisco: Profesor del Instituto de Historia, UC. Gisela Silva Encina: Escritora. Paulina Taboada: Médico. Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita. William Thayer Arteaga: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Olga Uliánova: Doctora en Historia por la Universidad de Lomonosov, Moscú. Investigadora de la Universidad de Santiago. Luis Vargas Saavedra: Profesor de la Facultad de Letras, UC. Aníbal Vial: Ex rector Universidad Santo Tomás. Pilar Vigil: Médico. Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita.

Héctor Aguer: Arzobispo de la Plata, Argentina. Anselmo Álvarez, OSB: Abad de Santa Cruz del Valle de los Caídos. Carl Anderson: Caballero Supremo de los Caballeros de Colón. Rémi Brague: Premio Ratzinger 2012. Titular cátedra Romano Guardini, Universidad de Munchen. Jean-Louis Bruguès, OP: Archivista y bibliotecario de la Santa Iglesia. Obispo emérito de Angers, Francia. Massimo Borghesi: Filósofo italiano. Catedrático de la Universidad de Perugia. Rocco Buttiglione: Filósofo político italiano. Cardenal Carlo Caffarra: Arzobispo de Bolonia. Cardenal Antonio Cañizares: Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Guzmán Carriquiry: Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina. William E. Carroll: Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad de Oxford. Alberto Caturelli: Filósofo argentino. Cesare Cavalleri: Director de Studi Cattolici, Milán. Francesco D’Agostino: Presidente de la Unión de Juristas Católicos Italianos. Catedrático Filosofía del Derecho, Roma. Adriano Dell’Asta: Profesor de la Universidad Católica de Milán. Luis Fernando Figari: Fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, Lima. Stanislaw Grygiel: Filósofo polaco. Titular de la Cátedra Juan Pablo II en la Universidad Lateranense, Roma. Henri Hude: Filósofo francés. Ex rector del Colegio Stanislas, París. Lydia Jiménez: Directora General del Instituto Secular Cruzadas de Santa María Paul Johnson: Historiador inglés. Jean Laffitte: Obispo de Entrevaux. Secretario del Consejo Pontificio para la Familia. Nikolaus Lobkowicz: Director del Instituto de Estudios de Europa del Este y Central de la Universidad de Eichstätt, Alemania. Alfonso López Quintás: Filósofo español. Miembro de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Alejandro Llano: Filósofo español. Javier Martínez Fernández: Arzobispo de Granada, España. Carlos Ignacio Massini Correas: Catedrático de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Livio Melina: Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia. Dominic Milroy, OSB: Monje de Ampleforth, ex-rector de Ampleforth College, York, Gran Bretaña. José Miguel Oriol: Presidente de Editorial Encuentro, Madrid. Francesco Petrillo, OMD: Superior General de la Orden de la Madre de Dios. Aquilino Polaino-Lorente: Psiquiatra español. Cardenal Paul Poupard: Presidente emérito del Pontificio Consejo de Cultura. Javier Prades: Rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, Madrid. Miembro de la Comisión Teológica Internacional. Dominique Rey: Obispo de Frejus-Toulon, Francia. Florián Rodero L.C: Profesor de Teología del Ateneo Regina Apostolorum en Roma. Romano Scalfi: Director del Centro Rusia Cristiana, Milán. Cardenal Angelo Scola: Arzobispo de Milán. Josef Seifert: Es Rector de la Academia Internacional de Filosofía de Liechtenstein desde 1986, y desde 2004 en Chile, IAP-PUC. David L. Schindler: Director del Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre Matrimonio y Familia, Washington D.C. Robert Spaemann: Filósofo alemán. Miguel Ángel Velasco: Director de Alfa y Omega, Madrid. Juan Velarde Fuertes: De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales (1992). Richard Yeo, OSB: Abad Presidente de la Congregación Benedictina de Inglaterra Diego Yuuki, SJ: Ex director del Museo de los 26 Mártires de Japón, Nagasaki.


H U M A N I T A S

Humanitas Nº 69 VER A NO 2013 – A ÑO X VIII

LA FAMILIA ANTE EL DESAFÍO EDUCATIVO Livio Melina

10

Año de la Fe 2012-2013 DIFICULTADES QUE ENFRENTA LA FE Joseph Ratzinger

20

LA CREACIÓN SEGÚN ANTIGUO TESTAMENTO Jacques Trublet S.J

34

Hablan Rectores de Universidades Católicas Chilenas ¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE?

46

EX CORDE ECCLESIAE, EL CAMINO DE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS Juan de Dios Vial Correa

54

Luz del alma EL PADRE COUTURIER Y EL ARTE SACRO Marcel Billot

58

20 AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE SANTA TERESA DE LOS ANDES Ana María Risopatrón

74

VÍA CRUCIS Romano Guardini

88

CERVANTES Y LA PREGUNTA DEL HOMBRE MODERNO José Granados DCJM

104

Destacamos en NOTAS CONCILIO VATICANO II ¿QUÉ FUE? ¿QUÉ HIZO? Bernardino Piñera

112

DESDE LA INTIMIDAD DE UNA FAMILIA CON PADRE HOMOSEXUAL Gerard van den Aardweg 124 Destacamos en LIBROS Benedicto XVI La Infancia de Jesús Mauro Matthei, OSB

192

Sumario Editorial Notas La Palabra del Papa Panorama Libros Sobre los Autores

En portada: Vitral de la Capilla de St. Paul de Vence, diseñado por H. Matisse.

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HUMANITAS

dieciocho años sirviendo al encuentro de la fe y la cultura

HUMANITAS (ISSN 07172168) recoge los trabajos de sus colaboradores regulares, nacionales y extranjeros. Asimismo, de otros autores cuya temática resulta afín con los objetivos de esta publicación. Toda reproducción total o parcial de los artículos publicados por HUMANITAS requiere de la correspondiente autorización, a excepción de comentarios o citas que se hagan de los mismos. Diseño y Producción: Diseño Corporativo UC Impresión: Gráfica Escorpio Suscripciones y correspondencia: HUMANITAS, Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, 3er piso, Santiago, Chile. Teléfono (562) 354 6519, Fax (562) 354 3755, E-mail: humanitas@uc.cl Suscripción anual, $28.000; estudiantes, $18.000. Valor por ejemplar, $7.000.

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HUMANITAS Sumario n° 69 (enero-marzo 2013)

La familia ante el desafío educativo, por Livio Melina. No existe tarea más importante y más urgente para el futuro de la sociedad que la educación. Educar significa, según las palabras de Luigi Giussani, “introducir en la realidad total”. La exhortación apostólica Familiaris consortio sostuvo un mensaje firme: “el futuro de la humanidad se fragua en la familia”, aludiendo primeramente a la misión pedagógica de esta institución, definida en este documento magisterial como un derecho y obligación de los padres. El educar se configura como una generación permanente que tiene a la familia como su ámbito principal y privilegiado. En ella, la transmisión de la fe a las nuevas generaciones se constituye como razón nuclear, al ser un conocimiento sobrenatural portador del sentido último de la existencia. El presente artículo se refiere a esta responsabilidad primordial de los padres, dentro de un contexto actual, caracterizado por urgencias y dificultades, pero también por la apertura a posibilidades inéditas. Humanitas 2013, LXIX, págs 10 - 19

Dificultades que enfrenta la Fe, por Joseph Ratzinger. En 1989, el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Joseph Ratzinger, pronunció ante los presidentes de las Comisiones Doctrinales de los Episcopados Europeos reunidos en Viena la alocución que aquí se reproduce. El hoy Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, Benedicto XVI, se refirió entonces a la “visión revolucionaria del hombre que ha aparecido tras [cierta] letanía de objeciones a la enseñanza de la Iglesia” y a sus consecuencias. La celebración del Año de la Fe torna importante reflexionar sobre la pugna antropológica descrita en aquella reflexión. En ella se advierte acerca de “una oposición verdaderamente fundamental a la visión que la Fe tiene del hombre, oposición que no admite posibilidad alguna de concesión, situando firmemente ante nosotros la alternativa entre creer y no creer”. Humanitas 2013, LXIX, págs 20 - 33

La Creación según el antiguo Testamento, por Jacques Trublet S.J. Las fuentes bíblicas acerca de la creación residen en variados pasajes del Génesis y de otros libros del Antiguo Testamento. Con un lenguaje metafórico y antropomórfico se presenta al Creador volcado a la edificación del cosmos y en la obra a favor de su pueblo, a través de su “hacer” y de su “decir”. Las metáforas bíblicas representan al Señor que actúa como un artesano que combate contra el caos primitivo para estabilizar y ordenar el mundo. Evidentemente el lenguaje bíblico es tributario de la cultura de su tiempo. La ciencia moderna plantea la hipótesis de un “Big Bang” inicial y de un proceso evolutivo. “Nosotros reconocemos que Dios es creador incluso en lo referido a nuestra relación con el mundo”. Humanitas 2013, LXIX, págs 34 - 45

¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE? Con fecha 11 de octubre de 2011, el Santo Padre Benedicto XVI publicó una Carta Apostólica con el título “Porta fidei” (Puerta de la fe). En ella anunciaba que había “decidido convocar un Año de la Fe”, que habría de comenzar –como efectivamente sucedió– doce meses después, el 11 de octubre de 2012, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, para concluir en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la edición HUMANITAS 68 (octubre-diciembre 2012), se publicaron las palabras de ocho obispos chilenos sobre este tiempo de gracia. En este número se invitó a rectores de universidades oficialmente católicas o de inspiración católica a expresar su voz acerca del significado del Año de la Fe.

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Humanitas 2013, LXIX, págs 46 - 52


EX CORDE ECCLESIAE Y EL CAMINO DE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS, por Juan de Dios Vial Correa. La publicación de la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, el 15 de agosto de 1990, ocurrió en un momento de gran necesidad para las universidades católicas y vino para darles nueva vida. Desde el título, la exhortación apostólica afirma que la Universidad ha nacido “del corazón de la Iglesia”, expresión muy fuerte que marca una íntima relación que obliga a mirar todo lo que se refiera a la Universidad Católica bajo una nueva perspectiva, profundamente eclesial. Respecto de sus características esenciales señala: «Inspiración cristiana, reflexión continua a la luz de la fe católica, fidelidad al mensaje cristiano, tal como es presentado por la Iglesia, esfuerzo institucional al servicio del pueblo de Dios» (n.13). Humanitas 2013, LXIX, págs 54 - 57

EL PADRE COUTURIER Y EL ARTE SACRO, por Marcel Billot. La decadencia del arte sacro en la modernidad fue ya captada por Paul Claudel, quien afirmó en 1919: “Para quien se atreve a mirarlas, las iglesias modernas poseen el interés y el carácter patético de una ‘confesión sobrecargada’. Su fealdad es la ostentación hacia el exterior de todos nuestros pecados y de todos nuestros defectos, debilidad, indigencia, timidez de la fe y del sentimiento, sequedad del corazón, repugnancia ante lo sobrenatural, dominio de las convenciones y de las fórmulas, exageración de las prácticas individuales y desordenadas, lujo mundano, avaricia, jactancia, mal humor, fariseísmo, engreimiento”. Ante esta realidad, aparece una figura como la del Padre Couturier, quien en 1920 ingresa a la orden de Santo Domingo, desde donde llega a realizar una vocación al servicio de la Fe y del arte. En su vida conjugó su inclinación de pintor, con el desarrollo de su espiritualidad. Su principal preocupación fue la de recuperar un arte cristiano realmente vivo. Se hace presente en estas páginas su sintonía con contemporáneos suyos como Claudel y Maritain, junto a su labor de acercamiento a grandes maestros como Henri Matisse, siempre animando el propósito de superar el arte religioso del siglo XIX, carente de vigor y grandeza. Humanitas 2013, LXIX, págs 58 - 73

20 AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE SANTA TERESA DE LOS ANDES, por Ana María Risopatrón. Juanita Fernández Solar, la joven enamorada de Jesucristo que murió antes de los 20 años como carmelita descalza –habiendo profesado “in articulo mortis” antes de concluir su noviciado en el convento de Los Andes–, se muestra en su vida y sus escritos como un modelo plenamente actual para la juventud. Su profunda oración la llevó a elevarse a altas cumbres místicas, pero ello no le movió a alejarse del acontecer diario ni de las personas. Al contrario, santa Teresa de Los Andes fue portadora de paz, comunicadora de alegría, de unidad para su familia, todo ello en un claro ejemplo de “sequela Christi”. La vida no le resultó fácil. Vivió momentos de grandes tensiones y sufrimientos que supo enfrentar con valentía a la luz de la fe. Como pocas personas, entendió que no es lo mismo sufrir con Dios que sufrir sin Dios. Fue en sus tribulaciones y en las noches oscuras de la fe cuando demostró su gran fidelidad al Señor. Humanitas 2013, LXIX, págs 74 - 87

VÍA CRUCIS, por Romano Guardini. Después de escribir su conocido libro “El espíritu de la liturgia”, que definitivamente lo aproximó al círculo de la abadía benedictina de Maria Laach –centro impulsor del movimiento litúrgico–, el autor compuso, en el año 1919, las meditaciones que comprende este Via Crucis, texto de gran significado para acompañar el tiempo de Cuaresma.

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CERVANTES Y LA PREGUNTA DEL HOMBRE MODERNO, por José Granados. Para hacer un análisis de los tiempos modernos, puede ser de importante ayuda recurrir a la gran novela de Cervantes, “El Quijote de la Mancha”. En efecto, consagrada como un clásico, la obra ha recorrido la historia de la cultura causando emoción en los románticos e inspirando a los revolucionarios a buscar una libertad sin límites. Se puede explicar el éxito de esta pieza literaria en la historia por el contraste entre el mundo de ideales representado por el noble hidalgo y el horizonte de cotidianidad mundana encarnado en su escudero Sancho Panza. Mientras el primero aspira a la grandeza de un espíritu libre lanzado a la aventura, el segundo atestigua el universo sin misterio que se realiza en el mundo moderno en donde las leyes físico-matemáticas pretenden abarcar explicativamente la totalidad de la existencia humana, cerrando el paso a la búsqueda del sentido. Humanitas 2013, LXIX, págs 104 - 111 NOTAS Concilio Vaticano II: ¿Qué fue? ¿Qué hizo?, por Bernardino Piñera. El autor de esta reflexión sobre el período que sigue al Concilio Vaticano II es el único Padre Conciliar chileno que permanece como testigo de aquella asamblea, en la que participó de sus cuatro sesiones. En el marco del Año de la Fe, abierto con la conmemoración de los 50 años del inicio de este Concilio, la exposición del obispo emérito de La Serena completa un escrito anterior sobre el desarrollo del mismo Concilio, que se puede leer en el sitio www. humanitas.cl , en banner titulado A 50 años del Concilio Vaticano II. Una obra poco conocida del Beato Bartolomé de los Mártires, por Cardenal Jorge Medina. Durante una de las sesiones del Concilio Vaticano II, todos los Padres conciliares recibieron como obsequio de los obispos de Portugal un ejemplar del libro Stimulus Pastorum de Fray Bartolomé de los Mártires. Se narra aquí la vida de este gran santo nacido en Lisboa, acentuando aspectos de la fructífera relación que tuvo con su contemporáneo, San Carlos Borromeo, y algunos rasgos de su obra que fuera escrita para estimular a los pastores en su esencial tarea. Para cristianos y musulmanes, una hipótesis desde la cual volver a partir, por Cardenal Angelo Scola. El autor, arzobispo de Milán y presidente de Fundación OASIS, dictó una conferencia recientemente en el Heythrop College, de la Universidad de Londres, en la que reflexionó de manera específica sobre cuatro áreas de trabajo común que esperan a cristianos y musulmanes: libertad religiosa, crisis económica, secularización y cuestiones éticas. En una ciudad emblemática con relación al encuentro de estas y otras culturas y etnias, la exposición del Cardenal Scola subrayó la nueva relevancia cultural que cristianos y musulmanes pueden tener unos para otros. Desde la intimidad de una familia con padre homosexual, por Gerard van den Aardweg. El 2012, la autora canadiense de cincuenta años Dawn Stefanowicz escribió el libro Fuera de la oscuridad: mi vida con un padre gay en el que narra su experiencia como hija de progenitor homosexual, con el fin de presentar un testimonio que obligue a las instituciones a razonar sobre la oportunidad de entregar niños en adopción a parejas de esta condición. Después de años de experiencia en este campo, el psicólogo holandés Gerard van den Aardweg retoma las ideas presentadas en esta obra para reafirmar el juicio de la inmadurez e inadecuación de una pareja de homosexual para tomar a su cargo la educación de niños. Humanitas 2013, LXIX, págs 112 - 127 LIBROS “La infancia de Jesús” por Joseph Ratzinger (Ediciones Planeta); “Histórica relación del Reyno de Chile” por Alonso de Ovalle (Ograma Impresores); “Chi è la Chiesa? Una chiave antropologica e sacramentale per l’ecclesiologia” por Angelo Scola (Editrice Queriniana); “Par l’amour de l’invisible. Itinéraires croisés de John Henry Newman et Henri de Lubac” por Olivier de Berranger (Ad Solem); “Santo Rosario” por Josemaría Escrivá de Balaguer (Ediciones Rialp); “Teología de la carne. El cuerpo en la historia de su salvación” por José Granados (Editorial Montecarmelo y Didaskalios); “Pensar España con Julián Marías” por Enrique González Fernández (Ediciones Rialp); “Agustín de Hipona. Una introducción” por Christoph Horn (Colección IES); “Cluny: 910 - 2010. Onze siècles de rayyonnement” por Neil Stratford (Editions du Patrimoine); “Sentencias” por Pedro Lombardo (Universidad Católica San Pablo): “Elizabeth de Russie. Moniale, martyre et sainte” por Anne Khoudokormoff- Kotschoubey y sœur Élizabeth (Editions Lessius); “Histoire de l’ordre de Malte” por Bertrand Gallimard (Libraire Académique Perrin); “Sabiduría de un pobre” por Eloi Leclerc (Ediciones Encuentro); “El hombre, una mirada” por Enrique González Fernández (Cultivalibros). Humanitas 2013, LXIX, págs 192 - 209

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Amenaza para la paz L

a historia humana es pródiga en experiencia, en cualquier plano que sea, por cuanto que, violada la intrínseca naturaleza de las cosas, el grave desorden que se genera trae como réplica diversas formas, a veces feroces, de violencia y catástrofe. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, no puede así dejar de generar fundadas preocupaciones a quienes conocen del tema en profundidad. En un ámbito mayor, el siglo pasado constituyó un ejemplo clamoroso de cuánta masacre y destrucción puede engendrar la obsesión ideológica, fuese de coloración parda o roja, por construir en abstracto el “hombre nuevo”. En Chile sabemos también cuánto la violación de un derecho natural secundario, como es la propiedad privada, pudo provocar una prolongada cadena de violencias que marcaron a fuego nuestra historia. El final del siglo XX y la primera década del actual han visto cernirse una amenaza entre tanto mucho mayor. Ya no se trata sólo del atropello de derechos naturales secundarios, sino de que, en nombre de nuevos derechos humanos, de segunda y tercera generación y de inspiración puramente positivista, y a tenor de un absolutismo de la técnica –claramente descrito en el capítulo VI de la encíclica “Caritas in veritate“– se conculca la esencia misma de la ley natural. Caen así, como si se tratase de realidades “idealísticas”, incapaces de hacerles el peso a las “verdaderas realidades fácticas” impuestas por la praxis económica, derechos sagrados como el de la vida (aborto, asesinato de embriones, píldoras abortivas, eutanasia), la familia (divorcio y uniones de hecho) y el matrimonio como contrato entre un hombre y una mujer (ideologías del “género”). Con gran prudencia, valentía profética y sobre todo con superior sabiduría, el Papa Benedicto XVI, en sus mensajes al fin del año 2012, ha identificado esta andanada antinatural con una amenaza para la paz. “Cada agresión a la vida, especialmente en su origen, provoca inevitablemente daños irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente”, ha escrito en el Mensaje para el día mundial de la Paz, apuntando a las diferentes formas de violencia que se practican, asimismo entre nosotros, contra “el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido”. Un énfasis particular ha dado a sus palabras para advertir acerca de cuál es el

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EDITORIAL núcleo de la crisis antropológica hoy, puesta de relieve en la embestida ideológica de la que se hacen portavoces los defensores de la ideología del “género” y de las uniones homosexuales, señalando que para esas políticas ya el «hombre y [la] mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, no existen; el hombre niega su propia naturaleza». Si algún miembro de nuestros episcopados, respondiendo a su vocación y deber ministerial, se hace eco de estas enseñanzas papales –miles de años más antiguas que Cristo, consignadas en el Deuteronomio, explicadas de manera contundente por San Pablo en sus epístolas y reiteradas por dos milenios de un magisterio invariable– los activos promotores del “hombre nuevo”, en su versión siglo XXI, desenfundan en seguida con agresividad sus gastados tópicos contra el supuesto autoritarismo de la jerarquía eclesiástica.

El final del siglo XX y la primera década del actual ha visto cernirse una amenaza entre tanto mucho mayor. Ya no se trata sólo del atropello de derechos naturales secundarios, sino de que, en nombre de nuevos derechos humanos, de segunda y tercera generación y de inspiración puramente positivista, y a tenor de un absolutismo de la técnica, se conculca la esencia misma de la ley natural.

Sin perder la vigilancia ni la voluntad de testimoniar la verdad, y hasta muy por el contrario, podemos entre tanto aguardar en paz los resultados de ese camino equivocado e inútil. Pues ni estas vociferaciones, ni los paradisíacos silbidos de algún par de profesores universitarios que ocupan columnas periodísticas privilegiadas, ni el de los lobistas de movimientos gay o de cadenas médicas asociadas a los grandes negocios de la infertilidad o de la fertilidad artificial, podrán engañarnos –según lo constatamos después de la amarga experiencia que viviera Adán– con la idea de ser como dioses, capaces de inventar otra naturaleza humana. Jaime Antúnez Aldunate Director Revista HUMANITAS

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«La educación requiere por lo tanto una residencia familiar, ciertamente no para replegarse en el propio ser, prácticamente como un refugio, sino más bien para encontrar esa fuerte llamada de la realidad, que abre gradualmente el horizonte de un compromiso generoso con los demás, para así llegar a ser todos una sola familia, transformando al mundo en una casa acogedora.» Óleo de Henri Matisse.

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¿UNA TAREA IMPOSIBLE?

La familia ante el desafío educativo Por Livio Melina

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a afirmación más fuerte y más recordada de la exhortación apostólica Familiaris consortio: “El futuro de la humanidad se fragua en la familia” (n. 86), ciertamente alude en primer lugar a su misión educativa, definida en el n. 36 como un derecho y al mismo tiempo una obligación de los padres. Efectivamente, no existe tarea más fascinante y a la vez más urgente para el futuro de una sociedad que la educación. Educar significa “introducir en la realidad total”, como recuerda Luigi Giussani1, y es una tarea que se configura como una generación permanente y no puede sino tener a la familia en su ámbito principal y privilegiado. Si por lo demás la fe es el sentido último de la realidad, entonces su transmisión a las nuevas generaciones viene a ser núcleo de una auténtica educación cristiana y responsabilidad principal de los padres cristianos. Me referiré a esto en relación con las urgencias y dificultades del contexto actual, pero también mirando las posibilidades inéditas que éste abre.

El desafío educativo hoy Tarea fascinante y urgente, decíamos. Y sin embargo, nunca como hoy la educación enfrenta no sólo dificultades, sino de hecho objeciones radicales. Ante los desafíos de lo que se ha llamado una verdadera emergencia educativa2, cabe preguntarse si se trata de una tarea todavía posible3. ¿Se puede hoy seguir alimentando la pretensión de transmitir a los hijos una imagen verdadera y buena de la vida? ¿Y dónde encontrar los recursos para un emprendimiento tan arduo en el contexto de un relativismo invasor y un fuerte cuestionamiento de la autoridad? Se ha señalado la propagación de un fenómeno de creciente “analfabetismo afectivo” en las nuevas generaciones4. El fenómeno es alarmante: la incapacidad de entrar nuevamente en contacto con el mundo de las propias emociones implica efectivamente la consiguiente incapacidad de comunicar y establecer relaciones adecuadas con los demás. Diversos hechos dramáticos registrados en la crónica

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1 Ver L. Giussani, Il rischio educativo, Rizzoli, Milán, 2005. 2 La sfida educativa, encargado al Comité para el proyecto cultural de la Conferencia Episcopal Italiana, Prefacio de C. Ruini, Laterza, Bari, 2009. 3 Plantea la pregunta G. Angelini, Educare si deve, ma si può?, Vita e pensiero, Milán, 2002. 4 Una encuesta reciente llevada a cabo en no menos de 90 escuelas del área de Southampton, en Inglaterra, con una población de estudiantes de clase media baja, 40% de los cuales viven en familias con un solo progenitor, ha mostrado que estos muchachos conocen como máximo diez palabras vinculadas con las emociones y la afectividad: son palabras escasamente diferenciadas, generalmente vulgares, que no admiten sutilezas cuando se trata de definir el propio estado de ánimo o comprender el de los demás. Ver A. Oliviero, “Le nostre emozioni alla ricerca di un alfabeto”, en Avvenire, 1º de marzo de 2001.


No existe tarea más fascinante y a la vez más urgente para el futuro de una sociedad que la educación. Educar significa “introducir en la realidad total”, como recuerda Luigi Giussani, y es una tarea que se configura como una generación permanente y no puede sino tener a la familia en su ámbito principal y privilegiado.

5 Pontificio Consejo para la Familia, Lexicon: Termini ambigui e discussi su famiglia, vita e questioni etiche, ed. Dehoniane, Bolonia, 2003. 6 Ver Giussani, Il rischio educativo, op.cit., 15-21. 7 Al respecto: J. J. Pérez-Soba – O. Gotia (a cargo), Il cammino della vita: l’educazione, una sfida per la morale, LUP, Roma, 2007; J.-J. Pérez-Soba, “La famiglia, ambito dell’educazione morale”, en Anthropotes XXIII / 2 (2007), 269-287.

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muestran cómo, en el tejido social en el cual vivimos, el espacio de la afectividad y de la comunicación emotiva se va restringiendo entre muchos jóvenes. Podríamos decir que este nuevo tipo de analfabetismo, destacado por sociólogos y psicólogos, significa una incapacidad de leer y escribir: incapacidad de leer las propias emociones y los propios sentimientos, que hace que se supriman o exploten descontroladamente; incapacidad de interpretar el propio mundo interior y darle un sentido dentro de un cuadro amplio de significado. Incapacidad de escribir en la trama de la propia existencia y de la historia lo que se siente en la propia intimidad, que por lo tanto queda sin expresar o mal expresado, incomprensible e irrealizable. La soledad del contexto vital, la falta de puntos autorizados de referencia, de maestros, de relatos narrados, de comunidades vividas, impide la interpretación de las emociones y de los afectos, el reconocimiento de un sentido que los califique y los oriente. Sin vocabulario, sin gramática, sin maestros, no se aprende a leer y escribir. Y éste es el problema más decisivo para la formación de la persona: la necesidad de un marco de referencia para interpretar la vivencia emotiva y afectiva, que pueda constituir un contexto de sentido capaz de integrar la experiencia, de volverla comprensible y constructiva. En relación con este fenómeno, es preciso considerar que no nos encontramos únicamente ante una carencia de educación, sino también ante una estrategia destructiva, que tiende a modificar la cultura mediante una manipulación del lenguaje. La publicación del Lexicón por el Pontificio Consejo para la Familia5 muestra la urgencia de tomar plena conciencia de los términos de la batalla cultural existente. Aquí la dificultad se convierte en estímulo y recurso para una conciencia más aguda de las dimensiones propias de la obra educativa. La emergencia educativa consistirá en ayudar a los jóvenes a rescatar los significados constitutivos del lenguaje del cuerpo y del amor, mostrando su correspondencia con el “corazón” del hombre, es decir, con ese conjunto de certezas y exigencias originarias que constituyen la experiencia elemental6. Precisamente la experiencia de una correspondencia entre la propuesta educativa y las expectativas profundas del corazón permite verificar en sí misma esa certeza que entrega sujetos definitivamente maduros, capaces de tener iniciativa y fidelidad en el tiempo.

Una idea adecuada de educación Frente a tantas reducciones de carácter racionalista, tradicionalista o espontaneísta de la obra educativa, es preciso rescatar ante todo su significado fundamental de “educación para el amor”7. La tarea de


Se ha señalado la propagación de un fenómeno de creciente “analfabetismo afectivo” en las nuevas generaciones. El fenómeno es alarmante: la incapacidad de entrar nuevamente en contacto con el mundo de las propias emociones implica efectivamente la consiguiente incapacidad de comunicar y establecer relaciones adecuadas con los demás. (…)

«Este nuevo tipo de analfabetismo significa una incapacidad de leer y escribir: incapacidad de leer las propias emociones y los propios sentimientos, que hace que se supriman o exploten descontroladamente; incapacidad de interpretar el propio mundo interior y darle un sentido dentro de un cuadro amplio de significado. Incapacidad de escribir en la trama de la propia existencia y de la historia lo que se siente en la propia intimidad, que por lo tanto queda sin expresar o mal expresado, incomprensible e irrealizable.» Óleo de Henri Matisse.

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8 Juan Pablo II, Varcare la soglia della speranza, entrevista con V. Messori, Mondadori, Milán, 1994, 138. Al respecto: Imparare ad amare. Alla scuola di Giovanni Paolo II e di Benedetto XVI, Cantagalli, Siena, 2008. 9 Juan Pablo II lo relaciona con el cuarto mandamiento, Carta a las familias, n. 5. 10 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 10, a. 12.

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enseñar a amar fue identificada por Juan Pablo II en su propio ministerio sacerdotal como algo fundamental, pero al mismo tiempo paradojal: “El amor no es algo que se aprenda, y sin embargo nada existe que sea tan necesario aprender”8. Precisamente esta paradoja invita a rescatar el sujeto adecuado de educación en la familia, cuya tarea es despertar el amor, provocar la libertad para acogerlo y asumirlo como fin de un proyecto personal. En particular, en este sentido un valor específico reviste el amor del padre como manifestación de un amor originario9. Éste revela el sentido último de la vida, que siempre es un bien y al mismo tiempo la vocación de la persona para el amor. De hecho, amar siempre, necesariamente, significa también “creer en el amor”, de manera que la misión educativa de la familia radica inevitablemente en un acto de fe, al menos implícito, en la bondad de la vida. Para la familia cristiana, la transmisión de la fe debería insertarse naturalmente dentro de la tarea educativa que los padres tienen con sus hijos y que es una especie de continuación del cuidado del don de la vida, transmitido en el momento de la concepción y acogido en el evento del nacimiento. Se podría decir que en el fondo educar no significa sino ayudar al crecimiento de la vida de las nuevas personas, de tal manera que en ellas se cumpla la esperanza originaria de Dios con cada una. Dicha esperanza luego se refleja en esa promesa inicial de bondad, de belleza, de verdad, de amor, que espontáneamente se renueva en el alba de la existencia humana, en el encuentro de cada hijo con la madre, con el padre, con las personas que lo acogen en sus brazos y lo educan, introduciéndolo en la vida. Efectivamente, la promesa con la cual todo ser humano se enfrenta a la existencia y que brota de la sonrisa de sus seres queridos requiere ser sostenida y acompañada para llegar a su realización, atravesando las inevitables pruebas y dificultades. Es así como se delinea el sentido de la tarea educativa de la familia cristiana: ser esa especie de “útero espiritual”, de acuerdo con la expresión acuñada por Santo Tomás de Aquino10, que lleva a cabo el nacimiento, comunicando la plenitud de la vida en la gratitud, en la alabanza y en el amor, ofreciendo a los hijos la capacidad de atravesar todas las pruebas y dificultades del camino.


Naturalmente, como ha destacado el Papa Benedicto XVI hablando a la Diócesis de Roma: “Para una auténtica obra educativa, no basta una teoría justa o una doctrina que comunicar. Se necesita algo mucho más grande y humano, esa cercanía, vivida diariamente, que es propia del amor y que encuentra su espacio más propicio en la comunicación familiar” (6 de junio de 2005). La vida de un niño o un muchacho sólo puede desarrollarse en una trama de relaciones solícitas y asiduas, abriéndose cada vez más a la conciencia agradecida por el don y llegando a ser capaz de darse. La educación requiere por lo tanto una residencia familiar, ciertamente no para replegarse en el propio ser, prácticamente como un refugio, sino más bien para encontrar esa fuerte llamada de la realidad, que abre gradualmente el horizonte de un compromiso generoso con los demás, para así llegar a ser todos una sola familia, transformando al mundo en una casa acogedora.

La familia, sujeto educativo ¿Pero qué familia es realmente capaz de ser un adecuado sujeto educativo en el contexto de los desafíos contemporáneos? Se identifican ante todo algunos modelos preponderantes de familia, que por sus características son estructuralmente inadecuados para lograr el objetivo de una educación auténtica. Se menciona en primer lugar la llamada “familia afectiva”11, que plantea como elemento decisivo de las relaciones la dimensión afectiva, haciendo desaparecer la dimensión paterna de la autoridad y por consiguiente reforzando desproporcionadamente la figura materna (sentimentalismo materno), en una oscilación permanente entre la reafirmación incondicional de la seguridad y el recato afectivo.En esto existe el peligro de confundir el amor familiar auténtico con un emotivismo que perjudica la tarea educativa encaminada a promover en la otra persona, en particular el hijo, la madurez de un individuo capaz de amar y trabajar, de insertarse en la sociedad y construir él mismo su propia familia. La “familia autoritaria”, característica de un tipo de sociedad ya superado, pero todavía presente en cierta medida, puede describirse como un complejo orgánico de funciones entre las cuales emerge la voluntad de quien está en posesión de la autoridad paterna. La educación se concebirá como la transmisión de normas que el educando debe aceptar e interiorizar porque provienen de la autoridad competente (“paternalismo”), mientras la virtud favorecida es sobre todo la obediencia, dejándose de lado la necesidad de una libre verificación personal de la propuesta que nace de la tradición. Parece ser igualmente inadecuada para la educación la figura de la “familia pasiva”, que se limita a ofrecer a sus miembros, sobre todo

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(…) Diversos hechos dramáticos registrados en la crónica muestran cómo, en el tejido social en el cual vivimos, el espacio de la afectividad y de la comunicación emotiva se va restringiendo entre muchos jóvenes.

11 Se refiere a ésta sobre todo G. Angelini, Educare si deve, op. cit.


a los hijos, lo requerido como respuesta a las necesidades básicas, delegando a otras instituciones sociales, sobre todo a la escuela pública, la tarea educativa, para cuyo desempeño la familia se siente incompetente. Aquí no se indica una propuesta de valor ni algún criterio de juicio, tal vez con la justificación de que nada se quiere imponer y en definitiva serán los hijos quienes deban elegir por sí mismos sus caminos. Sin embargo, es posible prever que estarán a merced de los medios de comunicación y de los influjos más poderosos de la cultura ambiental sin que se les haya enseñado a reconocer un criterio interior de verdad sobre cuya base sea posible distinguir y elegir.

El testimonio y el riesgo educativo de la familia

Sin vocabulario, sin gramática, sin maestros, no se aprende a leer y escribir. Y éste es el problema más decisivo para la formación de la persona: (…)

12 Ver al respecto F. Pesci, Rischio educativo e ricerca di senso, Aracne, Roma, 2007. Del mismo autor: Educazione senza vittime, Cedam, Padua, 2008.

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Ante las insuficiencias que en la actualidad muestran estas figuras de realización de la familia y para que ésta asuma una correcta responsabilidad educativa, se requiere el testimonio y la valentía de una propuesta, que es preciso plantear en orden a la libertad de los hijos. Los padres deben saber dar cuenta de la promesa de bien que, como fundamento de su relación de amor y del matrimonio, se encuentra también en el origen de la vida que han transmitido a los hijos y que, a medida que éstos crecen, plantea la urgencia de respuestas adecuadas de sentido para su cumplimiento. Es preciso recordar ante todo que la competencia educativa no es de carácter técnico, sino humano; no está constituida por metodologías, sino por una atmósfera12. Sólo se trata de dar cuenta de la propia vida y los motivos que la sostienen, que en particular determinan la relación de amor de los padres, de la cual surge también la vida de los hijos. Es una tarea sencilla, pero también especialmente imponente, y sólo se puede vivir a la sombra de una paternidad más grande, sobre la roca de ese amor del Padre en el cual todo tiene su origen y todo encuentra significado y cumplimiento. Al comienzo se aludía a la necesidad de tomar conciencia de las dificultades actuales de la educación y especialmente en la transmisión de la fe. Ciertamente, existe ante todo una dimensión permanente en toda relación educativa y de la propuesta evangélica, que le otorga un carácter dramático y al mismo tiempo fascinante: apunta inevitablemente a la libertad del otro, llamada a una decisión. Ni los padres ni los educadores ni los amigos ni los sacerdotes o catequistas pueden sustituir la libertad del joven al cual se dirigen. La propuesta cristiana, lejos de evitar o enmascarar este desafío, está llamada, siguiendo el ejemplo de Jesús con los interlocutores de su época, a interpelar a la libertad de cada persona, buscándola, despertándola, provocándola, tal vez sosteniéndola, sin pretender jamás sustituirla. A este rasgo esencial de la formación humana, que la califica como


un auténtico “riesgo”, se suman hoy sin embargo nuevas dificultades, propias del ambiente cultural en el cual vivimos y que contribuyen notablemente a obstaculizar el proceso de personalización por parte de los jóvenes. En particular, un obstáculo insidioso está constituido por esa dictadura del relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida únicamente al propio yo con sus deseos. Si no existe alguna verdad, entonces el hombre está condenado a vivir en la prisión de sus interpretaciones; si no existe alguna referencia ética absoluta, entonces estará a merced de sus cambiantes deseos y de sus intereses. ¿Cómo será posible edificar sobre estas bases una comunidad humana en la cual se respeten y promuevan la dignidad y los derechos de cada uno, y sobre todo de los más débiles? ¿Cómo será posible la educación en semejante horizonte relativista? Sin la luz de la verdad, tarde o temprano el hombre está condenado a dudar de la bondad de su propia vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez de su compromiso con la comunidad. Si bien actualmente la tarea educativa de la familia no puede basarse en la autoridad indiscutible de la tradición y no puede contar con la fuerza persuasiva de un contexto cultural homogéneo, se abre sin embargo, precisamente en el núcleo de semejantes dificultades, un camino más arduo y originario para su desarrollo: el camino del testimonio. Con carácter central en la acción educativa contemporánea, como siempre advierte el Santo Padre, se revela la figura del testigo, que se convierte en punto de referencia precisamente en cuanto sabe dar cuenta de la esperanza que sostiene su vida. Pablo VI recordó la actualidad especial de esta ley de la formación humana: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio”13. Es testigo realmente creíble aquel que, por experiencia directa, bien sabe lo que dice, y demuestra merecer confianza porque está involucrado personalmente con la verdad que propone. Por otra parte, el testigo nunca remite a sí mismo, sino siempre a algo más grande que ha encontrado o –mejor dicho– a Alguien más grande, de quien ha experimentado y experimenta continuamente Su fiable bondad. Todo educador puede encontrar su insuperable modelo precisamente en Jesús, el gran Testigo del Padre, que nunca decía algo sobre sí mismo, pero hablaba tal como el Padre le enseñaba (ver Jn 8, 28). En eso se basa un auténtico cristocentrismo educativo. Así se revela aquí la gran ley de la educación: sólo se puede ser padres si nunca se deja de ser hijos y de ser educados en primer lugar por Dios. Sólo “doblando las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra” (ver Ef 3, 14-15), es posible realizar, sin presunción y sin desaliento, esa obra de promoción de la vida, tan grande y delicada como para ser verdaderamente divina.

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(…) la necesidad de un marco de referencia para interpretar la vivencia emotiva y afectiva, que pueda constituir un contexto de sentido capaz de integrar la experiencia, de volverla comprensible y constructiva.

13 Pablo VI, Ex. ap. Evangelii nuntiandi, n. 41.


La tarea fundamental de la transmisión de la fe

No nos encontramos únicamente ante una carencia de educación, sino también ante una estrategia destructiva, que tiende a modificar la cultura mediante una manipulación del lenguaje.

14 In Ephesios 4, 14.

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Así también se puede comprender mejor la misión de transmitir la fe, tema abordado explícitamente en el número 39 de Familiaris consortio y que constituye no sólo el vértice de la formación de la persona, sino también su horizonte más adecuado. Ciertamente, si el objetivo de la educación es conducir la vida a su plenitud, es Cristo quien vino para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (ver Jn 10, 10). Él, que es la vida misma (ver Jn 14, 6), se vuelve visible, posible de encontrar y participativo. El encuentro personal con Cristo puede ser el horizonte educativo adecuado precisamente porque Cristo es la medida del verdadero humanismo. También los padres cristianos, en su persona y en su obra educativa, pueden experimentar lo atestiguado por el gran retórico romano Mario Vittorino a propósito de su conversión: “Cuando encontré a Cristo, me descubrí como hombre”14. Comunicar la fe no es ante todo enseñar un gran número de proposiciones a las cuales adherir con la inteligencia y la voluntad. Ciertamente, creer también implica necesariamente un contenido de verdades, que se nos pide aceptar libremente; pero en sí mismo el acto de fe es un acto personal y vital, en el cual nuestra persona adhiere con total sencillez a la persona de Cristo y su testimonio sobre el Padre. Creer significa participar, en el Espíritu, en la mirada de Cristo, el gran Testigo del Padre. La fe es en su esencia encuentro con el Dios vivo y abandono confiado en Él, que está presente en la profundidad de nuestra existencia y la sostiene. Es esencialmente una respuesta llena de amor a la iniciativa gratuita de Dios, que vino a nuestro encuentro en su Hijo unigénito, Jesús. De hecho sólo podemos creer porque antes Dios se acercó a nosotros, nos tocó, se nos reveló. En su sencillez e intensidad personal, la fe es un acto que da forma a toda la vida y abarca todas las dimensiones de nuestra persona, otorgando a nuestra existencia una unidad de sentido y un nuevo principio de pensamiento y acción. La fe se convierte en un camino dentro del cual se desarrolla también el dinamismo moral de la libertad. Precisamente por esto la fe, que nos abre de par en par a la vida en su plenitud, supera el ámbito de la acción puramente personal. Nadie puede creer solo, así como nadie puede vivir solo. La dimensión de comunión de la Iglesia no se alcanza fuera del acto de fe del cristiano, sino que es propia del mismo desde el comienzo. El “yo creo” también es siempre un “nosotros creemos”, en tal medida que creer es salir de las restricciones y encierros del propio individualismo para abrirse plenamente a la novedad de otro individuo, lo cual es comunión con Dios y con los demás. Por este motivo, desde los comienzos del cristianismo, la familia cristiana,


Frente a tantas reducciones de carácter racionalista, tradicionalista o espontaneísta de la obra educativa, es preciso rescatar ante todo su significado fundamental de “educación para el amor”.

«Pablo VI recordó la actualidad especial de esta ley de la formación humana: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio”.» Témpera de Ernst Gunter Hansing.

que hace presente en la vida cotidiana la novedad de la comunión, es un lugar privilegiado para la comunicación de la fe. Y por este motivo la familia encuentra su respiro y su alimento en la comunidad eclesial, lugar donde el testimonio resuena autorizadamente para guiar el camino de cada uno. En otras palabras, la gran misión educativa de la familia cristiana, sobre todo hoy, en un contexto que la niega o la reduce de diversas maneras, se puede despertar y llevar a cabo únicamente si es sostenida e iluminada por la Iglesia, madre y maestra, en la cual obra Aquel que San Agustín definía como el verdadero y gran Maestro interior.

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D ificultades

que enfrenta la fe Por Joseph Ratzinger

En 1989 el entonces Cardenal Joseph Ratzinger presidió en Viena, siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, una reunión con los presidentes de las Comisiones Doctrinales Europeas. Su discurso de apertura fue publicado por L’Osservatore Romano el 24 de julio de ese mismo año. Con más de 20 años de antelación, quien es hoy Sumo Pontífice de la Iglesia católica con el nombre de Benedicto XVI, se refirió a “la visión revolucionaria del hombre que ha aparecido detrás de [cierta] letanía de objeciones a la enseñanza de la Iglesia” y a sus consecuencias. En la pugna antropológica que se describe en esta reflexión del actual Papa –cuya traducción al castellano ofrecemos a nuestros lectores con ocasión del Año de la Fe– se hace presente, advierte su autor, “una oposición verdaderamente fundamental a la visión que la Fe tiene del hombre, oposición que no admite posibilidad alguna de concesión, situando en cambio firmemente ante nosotros la alternativa entre creer y no creer”.

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«La Palabra, que era en el principio, desaparece totalmente. La sabiduría creativa ya no es un tema de reflexión. Inevitablemente, la figura de Jesucristo, despojada de su dimensión metafísica, se reduce a un Jesús puramente histórico, a un Jesús “empírico”, el cual, como todo hecho empírico, sólo contiene lo que es capaz de suceder.» Fresco de Masaccio.

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Observando con detención, queda claro que estos cuatro aspectos están muy vinculados: surgen de una misma visión de la humanidad, dentro de la cual opera una noción específica de la libertad humana. Resulta evidente que la letanía de objeciones tiene mayor profundidad de lo que parece a primera vista.

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n calidad de obispos responsables por la fe de la Iglesia en nuestros países, nos preguntamos dónde residen especialmente las dificultades que hoy tienen las personas con la fe y cómo podemos responderles correctamente. No necesitamos una amplia búsqueda para responder a la primera de estas preguntas. Existe algo así como una letanía de objeciones a la práctica y la enseñanza de la Iglesia, y hoy en día su permanente recitación ha llegado a ser como el cumplimiento de un deber para los católicos de ideas progresistas. Podemos determinar los elementos principales de esta letanía: el rechazo de la enseñanza de la Iglesia sobre la contraconcepción, lo cual significa situar en el mismo nivel moral todo tipo de medios para impedir la concepción, sobre cuya aplicación sólo la “conciencia” individual puede decidir; el rechazo de toda forma de “discriminación” contra la homosexualidad y la consiguiente afirmación de una equivalencia moral para todas las formas de actividad sexual en la medida en que estén motivadas por “el amor” o al menos no perjudiquen a nadie; el acceso para los divorciados vueltos a casar a los sacramentos de la Iglesia, y la ordenación sacerdotal de las mujeres. Como vemos, en esta letanía hay una combinación de aspectos bastante distintos. Las dos primeras exigencias corresponden al terreno de la moralidad sexual y las dos siguientes al orden sacramental de la Iglesia. Sin embargo, observando con más detención, queda claro que estos cuatro aspectos están no obstante muy vinculados: surgen de una misma visión de la humanidad, dentro de la cual opera una noción específica de la libertad humana. Cuando se tienen presentes estos fundamentos, resulta evidente que la letanía de objeciones tiene mayor profundidad de lo que parece a primera vista. ¿Cómo se ve con una observación más minuciosa esta visión de la humanidad en la cual se basa esta letanía? Sus características fundamentales están tan difundidas como las exigencias provenientes de la misma, de manera que es fácil seguirle la pista. Encontramos nuestro punto de partida en la plausible afirmación de que al hombre moderno le parecería difícil entenderse con la moralidad sexual tradicional de la Iglesia. Se dice que en cambio ha abordado su sexualidad de una manera distinta y menos restrictiva por lo cual se requiere encarecidamente una revisión de normas que ya no son aceptables en las circunstancias actuales, independientemente de


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lo significativas que puedan haber sido en condiciones históricas anteriores. El paso siguiente consiste entonces en mostrar cómo hoy hemos descubierto finalmente nuestros derechos y la libertad de nuestra conciencia y ya no estamos dispuestos a subordinarla a ninguna autoridad externa. Además, ha llegado el momento de reordenar la relación fundamental entre el hombre y la mujer, de derribar expectativas obsoletas sobre los roles y de otorgar igualdad de oportunidades a las mujeres en todos los niveles y en todos los ámbitos. El hecho de que la Iglesia, por ser una institución especialmente conservadora, no pueda adoptar esta línea de pensamiento ciertamente no sería sorprendente. Si la Iglesia desease, sin embargo, promover la libertad humana, en definitiva estará obligada entonces a dejar de lado la justificación teológica de los antiguos tabúes sociales, y la señal más oportuna y vital de semejante deseo en el momento actual sería dar su consentimiento para la ordenación sacerdotal de las mujeres. Las raíces de esta oposición siguen manifestándose en diversas formas y ponen en claro que en nuestra letanía imaginaria, pero bastante precisa, estamos apuntando nada menos que a una reorientación muy coherente. Sus conceptos clave se presentan en los términos “conciencia” y “libertad”, que supuestamente otorgan el aura de moralidad a normas modificadas de comportamiento que a primera vista se calificarían claramente como una renuncia a la integridad moral, como las simplificaciones de una conciencia laxa. Ya no se entiende la conciencia como el conocimiento proveniente de una forma superior de comprensión. Es en cambio la autodeterminación del individuo, que no puede estar dirigida por otros, una determinación mediante la cual cada persona decide por sí misma lo que es moral en una situación dada. El concepto de “norma” –o lo que es peor, la ley moral misma– adopta sombras negativas de oscura intensidad: una regla externa puede proporcionar modelos de dirección, pero en ningún caso puede servir de árbitro final de la propia obligación. Al imponerse semejante pensamiento, la relación del hombre con su cuerpo también cambia necesariamente. Al compararse con lo obtenido en la relación hasta ahora, este cambio se describe como una liberación, como una apertura a una libertad desconocida por mucho tiempo. Así, el cuerpo llega a considerarse una posesión de la cual cada persona puede hacer uso de cualquier manera que le parezca más útil

El paso siguiente consiste entonces en mostrar cómo hoy hemos descubierto finalmente nuestros derechos y la libertad de nuestra conciencia y ya no estamos dispuestos a subordinarla a ninguna autoridad externa.


Ya no se entiende la conciencia como el conocimiento proveniente de una forma superior de comprensión. Es en cambio la autodeterminación del individuo, que no puede estar dirigida por otros, una determinación mediante la cual cada persona decide por sí misma lo que es moral en una situación dada.

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para lograr “calidad de vida”. El cuerpo es algo que uno tiene y utiliza. El hombre ya no espera recibir de su corporalidad un mensaje sobre quién es y lo que debe hacer, sino definitivamente, a partir de sus razonables deliberaciones y con total independencia, espera hacer lo que le plazca con ella. Por consiguiente, ciertamente no hay diferencia si el cuerpo es de sexo masculino o femenino, y éste ya no expresa en modo alguno el ser; por el contrario, se ha convertido en una propiedad. Es posible que la tentación del hombre siempre haya residido en la dirección de semejante control y la explotación de los bienes. En sus raíces, sin embargo, esta forma de pensamiento llegó por primera vez a ser una posibilidad real mediante la separación fundamental –no teórica, sino práctica y constantemente puesta en práctica– entre la sexualidad y la procreación. Esta separación fue introducida con la píldora y ha sido llevada a su culminación por ingenieros genéticos, de tal manera que el hombre ahora puede “hacer” seres humanos en el laboratorio. El material requerido para esto debe ser proporcionado por acciones deliberadamente llevadas a cabo en beneficio de los resultados planificados, que ya no implican vínculos humanos interpersonales ni decisiones en modo alguno. Ciertamente, al adoptarse plenamente este tipo de pensamiento, la diferencia tanto entre homosexualidad y heterosexualidad como entre las relaciones sexuales dentro o fuera del matrimonio ha dejado de tener importancia. Queda igualmente desprovista de todo simbolismo metafísico la distinción entre hombre y mujer, que debe considerarse producto de expectativas de roles reforzadas. Sería interesante observar detalladamente la visión revolucionaria del hombre que ha aparecido detrás de esta letanía de objeciones a la enseñanza de la Iglesia. Indudablemente, éste constituirá para la reflexión antropológica uno de los principales desafíos en los próximos años. Esta reflexión deberá distinguir meticulosamente dónde aparecen correcciones realmente significativas a las nociones tradicionales y dónde comienza aquí una oposición verdaderamente fundamental a la visión que la Fe tiene del hombre, oposición que no admite posibilidad alguna de concesión, situando en cambio firmemente ante nosotros la alternativa entre creer o no creer. Dicha reflexión no puede llevarse a cabo en un contexto más interesado en discernir las interrogantes que debemos plantearnos hoy a nosotros mismos que en buscar las respuestas. Dejemos esta disputa por el momento. Nuestra pregunta debe ser en cambio la siguiente: ¿cómo es posible que valores que presuponen semejantes fundamentos


1. En primer lugar, debemos señalar la casi total desaparición de la doctrina de la creación en la teología. Como típicas instancias, podemos citar dos compendios de teología moderna en los cuales la doctrina de la creación se elimina como parte del contenido de la fe, sustituyéndose

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se hayan hecho comunes y corrientes entre los cristianos? Ha llegado a ser bastante evidente en el momento actual que nuestra letanía de objeciones no gira en torno a ciertos conflictos aislados sobre tal o cual práctica sacramental de la Iglesia ni sobre la mayor aplicación de tal o cual norma. Cada una de estas controversias descansa en un cambio de mucho mayor alcance de los “paradigmas”, es decir, de las ideas básicas sobre el ser y la obligación humana. Así ocurre, aun cuando sólo un pequeño número de quienes pronuncian las palabras de la mencionada letanía tengan conciencia del cambio involucrado. Todos inhalan, por así decir, la atmósfera de esta visión especial del hombre y el mundo, que los convence sobre la admisibilidad de esta opinión en particular, descartando al mismo tiempo la consideración de otros puntos de vista. ¿Quién no sería partidario de la conciencia y la libertad y contrario al legalismo y la represión? ¿Quién desea ser situado en una posición de defensa de los tabúes? Esta manera de formular las preguntas ya constituye una manipulación que sitúa a la fe proclamada por el Magisterio en una posición sin salida. Todo se viene abajo por sí mismo por cuanto pierde su admisibilidad en conformidad con los patrones de pensamiento del mundo moderno y es considerado por los contemporáneos progresistas como algo descartado desde hace mucho tiempo. Sólo podemos [entonces] dar una respuesta significativa a las interrogantes planteadas si no nos dejamos arrastrar a la batalla sobre los detalles y permanecemos en cambio en condiciones de expresar en su integridad la lógica de la fe, el sentido común y el carácter razonable de su perspectiva de la realidad y la vida. Sólo podemos dar una respuesta adecuada a los conflictos en forma detallada si consideramos todas las relaciones en vista. Precisamente la desaparición de las relaciones ha despojado a la Fe de su racionalidad. En este contexto, me gustaría señalar tres áreas dentro de la perspectiva del mundo de la Fe que en los últimos siglos han dado testimonio de cierto tipo de reducción, una reducción que ha estado preparando gradualmente el camino para otro “paradigma”.

El concepto de “norma” –o lo que es peor, la ley moral misma– adopta sombras negativas de oscura intensidad: una regla externa puede proporcionar modelos de dirección, pero en ningún caso puede servir de árbitro final de la propia obligación.


«Al adoptarse plenamente este tipo de pensamiento, la diferencia tanto entre homosexualidad y heterosexualidad como entre las relaciones sexuales dentro o fuera del matrimonio ha dejado de tener importancia. Queda igualmente desprovista de todo simbolismo metafísico la distinción entre hombre y mujer, que debe considerarse producto de expectativas de roles reforzadas.»

“Adan”, Fresco de Masaccio.

Así, el cuerpo llega a considerarse una posesión de la cual cada persona puede hacer uso de cualquier manera que le parezca más útil para lograr “calidad de vida”. El cuerpo es algo que uno tiene y utiliza. El hombre ya no espera recibir de su corporalidad un mensaje sobre quién es y lo que debe hacer, sino hacer lo que le plazca con ella.

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por consideraciones vagas de filosofía existencial: la edición de 1973 del “Neues Glaubensbuch” ecuménico, publicada por J. Feiner y L. Vischer, y la obra catequética básica publicada en París, en 1984, titulada “La foi des catholiques”. En una época en que estamos experimentando una angustiosa agonía de la creación a manos del trabajo del hombre y en que la cuestión de los límites y las normas de la creación en nuestra actividad ha llegado a ser problema central en nuestra responsabilidad ética, este hecho debería parecer bastante extraño. Con todo, siempre sigue siendo desagradable el hecho de que la “naturaleza” deba visualizarse como un aspecto moral. Una reacción ansiosa e irracional contra la tecnología está también íntimamente asociada con la incapacidad de percibir un mensaje espiritual en el mundo material. La naturaleza continúa apareciendo como forma irracional, aun cuando, al mismo tiempo, presenta estructuras matemáticas que podemos estudiar técnicamente. Decir que la naturaleza tiene una inteligibilidad matemática es afirmar lo obvio. Sin embargo, si se afirma que también contie-


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«La igual dignidad del hombre y la mujer se pone de manifiesto precisamente en el hecho de que son diferentes. Así uno comenzará a comprender una vez más que su corporalidad llega a las profundidades metafísicas y es la base de una metafísica simbólica cuya negación o abandono no ennoblece al hombre, sino que lo destruye.»

”Eva“, Fresco de Masaccio.

ne en sí misma una inteligibilidad moral, esto se rechaza como fantasía metafísica. La desaparición de la metafísica va de la mano con el desalojamiento de la enseñanza sobre la creación. Ha ocupado el lugar de ambas una filosofía de la evolución (que me gustaría distinguir de la hipótesis científica de la evolución). Esta filosofía pretende descartar las leyes de la naturaleza de tal manera que el manejo del desarrollo haga posible una vida mejor. La naturaleza, que en realidad debería ser la maestra en este camino, es en cambio una dama ciega, que combina al azar, de manera inconsciente, lo que ahora el hombre supuestamente simula dirigir con plena conciencia. Su relación con la naturaleza a la (que se mira no como creación) resulta ser la de alguien que opera sobre ella y en modo alguno la de quien aprende. Persiste entonces como una relación de dominio basándose en la presunción de que el cálculo racional puede ser tan inteligente como la “evolución” y por lo tanto puede llevar al mundo a nuevos niveles. Antes de este punto, el proceso de desarrollo debía abrirse paso sin intervención humana.

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Esta separación fue introducida con la píldora y ha sido llevada a su culminación por ingenieros genéticos, de tal manera que el hombre ahora puede “hacer” seres humanos en el laboratorio.


«Podemos determinar los elementos principales de esta letanía: el rechazo de la enseñanza de la Iglesia sobre la contraconcepción, lo cual significa situar en el mismo nivel moral todo tipo de medios para impedir la concepción, sobre cuya aplicación sólo la “conciencia” individual puede decidir; el rechazo de toda forma de “discriminación” contra la homosexualidad y la consiguiente afirmación de una equivalencia moral para todas las formas de actividad sexual en la medida en que estén motivadas por “el amor” o al menos no perjudiquen a nadie; el acceso para los divorciados vueltos a casar a los sacramentos de la Iglesia, y la ordenación sacerdotal de las mujeres.» Fresco de Masaccio.

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La conciencia, a la cual se apela, es esencialmente muda, del mismo modo como la naturaleza –la maestra– es ciega y simplemente calcula qué acción ofrece más posibilidades de mejoramiento. Esto puede (y debe, de acuerdo con la lógica del punto de partida) producirse en forma colectiva, porque lo que se necesita es un grupo que, en la vanguardia de la historia, se haga cargo de la evolución junto con exigir la absoluta subordinación del individuo a la misma. De lo contrario, las cosas se producen de manera individualista y entonces la conciencia resulta ser la expresión de la autonomía del sujeto, lo cual, en términos del gran cuadro del mundo, sólo puede parecer absurda arrogancia. Es bastante obvio que ninguna de estas soluciones es útil, y ésta es la base de la profunda desesperación actual de la humanidad, una desesperación oculta tras una fachada oficial de optimismo. Sin embargo, todavía existe una conciencia silenciosa de la necesidad de una alternativa que nos conduzca fuera de los callejones sin salida de nuestra aparente credibilidad, y tal vez también existe, en mayor medida de lo que pensamos, una esperanza silenciosa de que una cristiandad renovada pueda proporcionar la alternativa. Sin embargo, esto sólo puede llevarse a cabo si se desarrolla nuevamente la enseñanza sobre la creación. Semejante emprendimiento debería considerarse entonces una de las tareas más urgentes de la teología actual. Debemos poner una vez más de manifiesto lo que se quiere decir al señalarse que el mundo ha sido creado “en sabiduría” y que el acto creativo de Dios es algo muy distinto al “Bang” de una explosión inicial. Sólo entonces pueden la conciencia y la norma entrar nuevamente a una adecuada relación, porque así se aclarará que la conciencia no es una forma de cálculo individualista (o colectivo), sino más bien un “consciens”, un “saber con” la creación y a través de la creación, con Dios, el Creador. Así también se descubrirá nuevamente que la grandeza del hombre no reside en la miserable autonomía de proclamarse su propio y único maestro, sino en el hecho de que su ser permite resplandecer a través del mismo la máxima sabiduría, la verdad misma. Se aclarará entonces que el hombre es tanto más grande cuanto más capaz es de oír el profundo mensaje de la creación, el mensaje del Creador. Y entonces será patente cómo la armonía con la creación, cuya sabiduría se convierte en nuestra norma, no significa una limitación de nuestra libertad, sino más bien es una expresión de nuestra

Nuestra pregunta debe ser la siguiente: ¿cómo es posible que valores que presuponen semejantes fundamentos se hayan hecho comunes y corrientes entre los cristianos?


razón y nuestra dignidad. Así también se reconoce al cuerpo su debido honor: ya no es algo “utilizado”, sino el templo de la auténtica dignidad humana, porque es la obra de las manos de Dios en el mundo. De este modo, la igual dignidad del hombre y la mujer se pone de manifiesto precisamente en el hecho de que son diferentes. Así uno comenzará a comprender una vez más que su corporalidad llega a las profundidades metafísicas y es la base de una metafísica simbólica cuya negación o abandono no ennoblece al hombre, sino que lo destruye.

¿Quién no sería partidario de la conciencia y la libertad y contrario al legalismo y la represión? ¿Quién desea ser situado en una posición de defensa de los tabúes? Esta manera de formular las preguntas ya constituye una manipulación que sitúa a la fe proclamada por el Magisterio en una posición sin salida.

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2. El debilitamiento de la doctrina sobre la creación incluye el debilitamiento de la metafísica, la reclusión del hombre en lo empírico, como hemos señalado. Sin embargo, al ocurrir esto, también hay necesariamente un debilitamiento de la cristología. La Palabra, que era en el principio, desaparece totalmente. La sabiduría creativa ya no es un tema de reflexión. Inevitablemente, la figura de Jesucristo, despojada de su dimensión metafísica, se reduce a un Jesús puramente histórico, a un Jesús “empírico”, el cual, como todo hecho empírico, sólo contiene lo que es capaz de suceder. El título central de su dignidad, “Hijo”, queda vacío al cerrarse el camino hacia lo metafísico. Además, este título deja de tener sentido por cuanto ya no existe una teología sobre el ser hijos de Dios, puesto que es sustituida por la noción de autonomía. La relación de Jesús con Dios ahora se expresa en términos tales como “representante” u otros parecidos; pero en cuanto a entender su significado, uno debe buscar una respuesta mediante la reconstrucción del “Jesús histórico”. Existen hoy dos modelos principales para la supuesta figura del Jesús histórico: el burgués-liberal y el marxista-revolucionario. Jesús era el portavoz de una moralidad liberal, en una lucha contra todo tipo de “legalismo” y sus representantes, o un subversivo considerado como la deificación de la lucha de clases y su figura religiosa simbólica. En el trasfondo, se encuentran de manera evidente dos aspectos de la noción moderna de libertad, que se visualizan encarnados en Jesús. Esto lo hace ser representante de Dios. El síntoma inequívoco del actual debilitamiento de la cristología es la desaparición de la Cruz y por consiguiente el carácter sin sentido de la Resurrección, del Misterio Pascual. En el modelo liberal, la Cruz es un accidente, un error, el resultado de un legalismo miope. Por lo tanto, no puede ser tema de especu-


3. Deseo por fin referirme brevemente a un tercer terreno de la reflexión teológica amenazado por una reducción completa de los contenidos de la fe, que es la escatología. La creencia en la vida eterna difícilmente tiene hoy un rol en la predicación. Un notable exégeta amigo mío, recientemente fallecido, me habló una vez de unos sermones de Cuaresma que escuchó a comienzos de los años 1970. En el primer sermón, el predicador explicaba a los fieles que el infierno no existe; en el segundo, dijo lo mismo sobre el Purgatorio; en el tercero, emprendió finalmente la difícil tarea de tratar de convencer a sus auditores de que tampoco el Cielo existe y deberíamos buscar nuestro

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lación teológica. En verdad, realmente no debe haber tenido lugar y un adecuado liberalismo lo considera en todo caso un hecho superfluo. En el segundo modelo, Jesús es el revolucionario fracasado. Ahora puede simbolizar el sufrimiento de la clase oprimida y por consiguiente fomentar el desarrollo de la conciencia de clases. Desde este punto de vista, se puede incluso atribuir cierto sentido a la Cruz, un significado importante, pero radicalmente opuesto a la sabiduría del Nuevo Testamento. Ahora bien, en estas dos versiones hay un hilo común, a saber, que no debemos ser salvados a través de la Cruz, sino desde la Cruz. La expiación y el perdón son malentendidos de los cuales debe ser liberada la cristiandad. Los dos puntos fundamentales de la fe cristiana de los autores del Nuevo Testamento y de la Iglesia de todos los tiempos (el carácter de hijo divino entendido en sentido metafísico y el Misterio Pascual) se eliminan o al menos se despojan de toda función. Obviamente, con semejante reinterpretación básica, se altera asimismo todo el resto de la cristiandad: la comprensión de lo que es la Iglesia, la liturgia, la espiritualidad, etc. Naturalmente, rara vez se habla tan abiertamente de estas crudas negaciones, que he descrito aquí con toda la gravedad de sus consecuencias. Sin embargo, los movimientos son claros y no se limitan únicamente al ámbito de la teología. Desde hace bastante tiempo se han introducido en la prédica y la catequesis. Debido a su fácil transmisión, se expresan en mayor medida en estos terrenos que en la literatura estrictamente teológica. Es bastante evidente, entonces, que las verdaderas decisiones corresponden hoy nuevamente al terreno de la cristología, y todo lo demás surge a partir de la misma.

Sólo podemos [entonces] dar una respuesta significativa a las interrogantes planteadas si no nos dejamos arrastrar a la batalla sobre los detalles y permanecemos en cambio en condiciones de expresar en su integridad la lógica de la fe, el sentido común y el carácter razonable de su perspectiva de la realidad y la vida. (…)


(…) Sólo podemos dar una respuesta adecuada a los conflictos en forma detallada si consideramos todas las relaciones en vista. Precisamente la desaparición de las relaciones ha despojado a la Fe de su racionalidad.

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paraíso aquí en la tierra. Sin duda, rara vez se dice algo tan drásticamente, pero la timidez para hablar sobre el más allá ha llegado a ser un lugar común. La acusación marxista según la cual los cristianos han justificado las injusticias de este mundo con el consuelo del mundo por venir está profundamente arraigada, y los problemas sociales actuales son ciertamente tan graves en este momento que requieren de todas las fuerzas del compromiso moral. Esta exigencia moral no será en absoluto puesta en tela de juicio por aquel que visualiza la vida cristiana en la perspectiva de la eternidad, porque sólo es posible prepararse para la vida eterna en nuestra existencia actual. Por ejemplo, Nicolás Cabasilas expresó esta verdad en una maravillosa reflexión, en el siglo XIV. Solamente llegan a ella (es decir, a la vida futura) quienes ya son sus amigos y tienen oídos para escuchar. Porque no es ahí donde se inicia la amistad, se abre el oído y se prepara la vestimenta nupcial y todo lo demás; es más bien esta vida actual el lugar de trabajo donde todo eso se constituye. Porque así como la naturaleza prepara al embrión, mientras éste tiene una vida oscura y recluida, para vivir en la luz y lo forma, por decirlo así, en conformidad con el tipo de vida que está por venir, lo mismo ocurre con los santos. Únicamente la exigencia de la vida eterna otorga su urgencia absoluta al deber moral de esta vida. Sin embargo, si el cielo es sólo algo “por delante” de nosotros y ya no está “sobre” nosotros, entonces se afloja la tensión interna de la existencia humana y de su responsabilidad comunal. Pues nosotros ciertamente no estamos “por delante”, y si esta perspectiva de lo que está adelante es un cielo para esos otros que a nosotros nos parece que han ido “adelante”, no estamos en condiciones de determinarlo, dado que ellos son tan libres y están tan sujetos a la tentación como nosotros. Aquí encontramos el engaño inherente en la idea del “mundo mejor”, que se manifiesta hoy, incluso entre los cristianos, como el verdadero objetivo de nuestra esperanza y la auténtica norma de moralidad. El “Reino de Dios” ha sido sustituido casi totalmente en la conciencia general, hasta donde puedo ver, por la Utopía de un mejor mundo futuro por el cual nos esforzamos y que se convierte en el verdadero punto de referencia de la moralidad, una moralidad que por lo tanto se combina nuevamente con una filosofía de la evolución y la historia, y crea normas por sí misma calculando aquello que puede ofrecer mejores condiciones de vida.


*** Todo lo dicho aquí puede parecer a muchos demasiado negativo. No se ha pretendido, por supuesto, describir la situación de la Iglesia en su totalidad, con todos sus elementos positivos y negativos, sino más bien señalar los obstáculos para la fe en el contexto europeo. Dentro de las limitaciones de este tema, no he pretendido presentar un análisis exhaustivo. Mi única intención ha sido examinar, más allá de los problemas individuales que están surgiendo constantemente, los motivos más profundos que han dado origen a las dificultades individuales en formas siempre cambiantes. Únicamente aprendiendo a comprender ese rasgo fundamental de la existencia moderna que se niega a aceptar la fe antes de examinar todos sus contenidos, podremos recobrar la iniciativa en vez de simplemente responder a las interrogantes planteadas. Sólo entonces podremos revelar la fe como la alternativa que el mundo espera después del fracaso de los experimentos del liberalismo y el marxismo. Éste es el desafío de hoy para la cristiandad y aquí reside nuestra gran responsabilidad como cristianos en el momento actual. JOSEPH RATZINGER fue elegido Papa Benedicto XVI en 2005.

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No niego que precisamente de este modo se desencadenan las energías de la gente joven y que los resultados son fructíferos en términos de nuevas aspiraciones de actividad desinteresada. Sin embargo, el futuro no es suficiente como norma exhaustiva para el esfuerzo humano. Al reducirse el Reino de Dios al “mundo mejor” de mañana, el presente en definitiva afirmará sus derechos contra algún futuro imaginario. La evasión en el mundo de las drogas es la consecuencia lógica de convertir la Utopía en un ídolo. Siendo difícil el arribo de ese mundo, el hombre lo conduce hacia sí mismo o se lanza precipitadamente hacia él. Es peligroso, por lo tanto, si la terminología del mundo mejor predomina en las oraciones y los sermones y sustituye inadvertidamente la fe con un placebo.


La creación según el antiguo testamento Por Jacques Trublet S.J.

“L a perspectiva del mundo de la Fe en los últimos siglos

Con frecuencia, la creación se advierte únicamente en los relatos de Gn 1-3, reduciéndose de este modo considerablemente la riqueza del testimonio bíblico. Únicamente partiendo del conjunto de los textos es posible elaborar una teología de la creación.

Imagen pág. derecha: ˝El cuarto día˝, detalle de la cabeza de Dios Padre. Fresco de Miguel Ángel.

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[ha] dado testimonio de cierto tipo de reducción. En primer lugar debemos señalar la casi total desaparición de la doctrina de la creación en la teología. Debemos poner una vez más de manifiesto lo que se quiere decir al señalarse que el mundo ha sido creado “en sabiduría”. Se aclarará entonces que el hombre es tanto más grande cuanto más capaz es de oír el profundo mensaje de la creación, el mensaje del Creador. Y entonces será patente cómo la armonía con la creación, cuya sabiduría se convierte en nuestra norma, no significa una limitación de nuestra libertad, sino más bien es una expresión de nuestra razón y de nuestra dignidad”. (Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, “Dificultades que enfrenta la Fe”. En este mismo número de Humanitas, págs. 20 - 33)

La creación ocupa en el Antiguo Testamento un lugar central, constituyendo la historia: el tema adquiere cierta amplitud sobre todo en Gn 1-11, en Is 45-56, en numerosos Salmos y en algunos pasajes de Job y de los Proverbios. Con frecuencia, la creación se advierte únicamente en los relatos de Gn 1-3, reduciéndose de este modo considerablemente la riqueza del testimonio bíblico. Cada presentación transmite esquemas de pensamiento distintos, y la creación no tiene el mismo rol en cada uno de ellos. Por consiguiente, únicamente partiendo del conjunto de los textos es posible elaborar una teología de la creación. Con todo, en el contexto científico de nuestra época, es preciso aclarar una interrogante previa: ¿cómo adoptar estas concepciones de otra época sin encontrarse en una situación ambigua ante los datos proporcionados por los hombres de ciencia? Propongámonos definir la noción de creación del Antiguo Testamento en contrapunto con el enfoque científico moderno.

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Creación y visión científica ¿Qué entendemos exactamente por creación tratándose del Antiguo Testamento? Muy a menudo proyectamos en la Biblia ideas provenientes del mundo griego o de la tradición cristiana, como “creación ex nihilo”, “creación continua”, por no hablar de concordancias de todo tipo, que procuran conciliar la Biblia con la ciencia moderna o poner en el mismo plano estos dos “universos”1. Esas concordancias observan el surgimiento del mundo, pero con una lógica propia, y a veces con procedimientos antagónicos y distintas perspectivas sobre tres puntos esenciales: el proceso o el origen, el producto terminado y el modo de hablar sobre el tema.

Muy a menudo proyectamos en la Biblia ideas provenientes del mundo griego o de la tradición cristiana, como “creación ex nihilo”, “creación continua”, por no hablar de concordancias de todo tipo, que procuran conciliar la Biblia con la ciencia moderna o poner en el mismo plano estos dos “universos”.

1 Ver D. LECOURT, L’Amérique entre la Bible et Darwin, París, Puf, 1992. 2 F. FOULATIER, Le roman cosmogonique, París, Aubier, 1988, 11 y 16.

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El origen El filósofo François Foulatier declara: “El discurso científico niega, en principio, que un objeto pueda surgir ex nihilo, como efecto de un acto que escapa a las leyes comunes de la naturaleza. La génesis (cosmogénesis, biogénesis, antropogénesis) no podría concebirse en forma de creación. La génesis se concebiría entonces más bien en forma de producción, es decir, transformación de una materia preexistente por la aparición de fuerzas físicas, en conformidad con las leyes comunes de la naturaleza (…). Sin embargo, por cuanto el productor y los instrumentos de producción no son distintos, en este caso, del producto en gestación, se trata propiamente de una evolución”. El mismo Foulatier señala de paso: “Es posible suponer también que una de las funciones del discurso científico aplicado a los problemas del origen es descalificar la idea de creación”2. Los cielos ya no narrarían la gloria de Dios, sino que hablarían puramente de sí mismos, porque las leyes son impersonales y operativas. En algunos relatos bíblicos, que imitan los del antiguo Cercano Oriente, se asiste en cambio a una lucha sin cuartel entre Dios y las fuerzas del caos, sobre las cuales Dios triunfa definitivamente, poniendo orden en este desorden primitivo. Hablar de creación es recordar al mismo tiempo las obras realizadas por Dios en favor de su pueblo y su acción sobre los elementos: “Con tu brazo rescataste a tu pueblo; a los hijos de Jacob y de José. Te vio el mar, oh Dios, te vio el mar y tembló, las olas se estremecieron.


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Las nubes descargaban sus aguas, retumbaban los nubarrones, tus saetas zigzagueaban; rodaba el estruendo de tu trueno, los relámpagos deslumbraban el orbe, la tierra retembló estremecida: tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas, y no quedaba rastro de tus huellas”. (Sal 77, 16-20)

El producto terminado Los hombres de ciencia procuran dar cuenta de los fenómenos en su globalidad y no en función de la tesis que quisieran demostrar. Se distingue entre lo que es propio del orden de la naturaleza, de carácter universal, y lo que corresponde a la esfera cultural. La Biblia, por su parte, está vinculada con una cultura en particular. La epopeya Enuma Elish3 se concentra en Babilonia, porque al final este relato culmina con la fundación de esta ciudad. Análogamente, Génesis 1 termina en el sábado, mientras Génesis 2-3 relata cómo el hombre, creado bueno por Dios, introduce el desorden en el universo, queriendo llegar a ser como Dios. En las alusiones a la creación, se presenta ya sea el surgimiento del universo, ya sea un grupo social o una ciudad. La cosmogénesis se completa sólo al término de la antropogénesis, cuando el hombre aparece ya en sus determinaciones culturales finales; los sistemas de parentela, la cultura, la lengua, los oficios (Caín y Abel) o, en suma, toda la estructura social, se remontan al principio. Sin embargo, en diversas circunstancias, Dios parece valerse del universo para salvar a su pueblo. Así, los grandes actos de salvación van unidos a una transformación del mundo: al salir de Egipto, el mar se abre; con ocasión de la entrega de la Ley en el Sinaí, la montaña humea y tiembla; para entrar en Canaán, el Jordán se abre; para hacer posible la victoria sobre Gabaón, Josué detiene el sol. Todas son señales de que el Señor es tanto el Dios en particular de un pueblo como el Señor universal del mundo. El Sal 114 reasume debidamente esta perspectiva: “¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?

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El mismo Foulatier señala de paso: “Es posible suponer también que una de las funciones del discurso científico aplicado a los problemas del origen es descalificar la idea de creación”.

3 Ver “La création du monde et de l’homme d’après les textes du Proche-Orient ancien”, en Supl. de Cahier Évangile, n. 38, 1981; “La création et le déluge d’après les textes du Proche-Orient ancien”, op. cit., n. 64, 1988.


«Las dos cosmogonías de los Proverbios precisan el rol de la Sabiduría en el mundo. Ésta se encuentra al mismo tiempo cerca de Dios antes de que el mundo existiera y en la creación del cosmos, y junto a los hombres, porque se complace jugando con los hijos de Adán. Gracias a ella es posible tener acceso al conocimiento del mundo y a la felicidad.» ˝El pecado de Adán y Eva˝, detalle. Fresco de Miguel Ángel.

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El modo de hablar del origen El discurso científico tiene al menos tres características: - Las teorías científicas son válidas para todos los tiempos y lugares, y procuran dar cuenta del surgimiento del cosmos en su totalidad, en función de los diversos sistemas: el sistema solar, el planeta tierra, la biosfera; pero en este proceso no se inserta nada cultural, como la aparición de una ciudad, de un pueblo o de una escritura. El mundo existió ante todo sin el hombre, el cual aparece únicamente al término de una evolución. - Nuevas observaciones o una consideración de parámetros que no estaba incluida en la teoría anterior podrán invalidar una teoría. Por definición, un modelo de explicación es frágil y susceptible de revisiones. La ciencia progresa: lo que la teoría de Newton dejaba en la sombra es explicado por la teoría de Einstein. - En su forma moderna, el relato científico de los orígenes se libera de la estructura del mito para asumir la estructura de la novela, como observa Foulatier. Esto se debe al tiempo del relato (donde nada se determina con anterioridad) o al hecho fortuito (cuyo sentido se revela solamente en sus consecuencias). La evolución parece avanzar del mismo modo que esos relatos cuya trama se construye a medida que se escribe. Lo que mejor caracteriza el tiempo del relato es la referencia a una historia cuyo sentido no está determinado con anticipación. Se puede hablar también de “novela cosmogónica” debido al carácter ficticio del relato de los orígenes, en el sentido que éste contiene mayor cantidad de hipótesis que de conocimientos objetivos: la base de documentos que lo sustenta parece ser muy estrecha en comparación con la riqueza de los hechos de los cuales quiere dar cuenta. El número de especies identificadas no representa sino un cinco por mil. Así, la teoría del “big bang”, sin duda la más verosímil para explicar el nacimiento del universo, deja en la sombra lo ocurrido entre el tiempo inicial y 10-43 segundos. Para hablar de los orígenes, la Biblia se basa en los conocimientos del tiempo y recurre a los géneros literarios en uso en Mesopotamia, que entraron a Israel gracias al comercio y los intercambios internacionales. Se encuentran así mito, epopeya, himnos o prosopopeyas, y esto manifiesta la multiplicidad lingüística de la Biblia en el tema de la creación.

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En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob: que transforma las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua”. (Sal 114, 5-8)

La Biblia se basa en los conocimientos del tiempo y recurre a los géneros literarios en uso en Mesopotamia, que entraron a Israel gracias al comercio y los intercambios internacionales. Se encuentran así mito, epopeya, himnos o prosopopeyas, y esto manifiesta la multiplicidad lingüística de la Biblia en el tema de la creación.

4 Ver P. GIBERT, Bible, mythes et récits de commencement, París, Seuil, 1986, que retoma y actualiza las tesis de H. Gunkel. 5 Ver J. TRUBLET, “Le motif de la création dans les Psaumes”, en Foi et Vie, n. 87, 1988, 23-48.


En los Salmos, el nacimiento del mundo o la victoria de Dios sobre las aguas primitivas, y el nacimiento de Israel o la victoria de Dios en el milagro del mar (ver Ex 14) están estrechamente vinculados. La creación del mundo y la creación de Israel son indisociables.

- Génesis 1-11 depende del mito4, es decir, procura dar cuenta de lo que ocurre en nuestro mundo situando su origen en el tiempo anterior al tiempo y al mundo. ¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué la muerte? Se toma una serie de problemas y se disponen en un relato coherente para mostrar el sentido de nuestra situación actual. - En los Salmos5, el nacimiento del mundo o la victoria de Dios sobre las aguas primitivas, y el nacimiento de Israel o la victoria de Dios en el milagro del mar (ver Ex 14) están estrechamente vinculados. La creación del mundo y la creación de Israel son indisociables. - En la segunda parte del libro de Isaías, el profeta relata el nacimiento de Israel como un hecho cósmico. - Las dos cosmogonías de los Proverbios precisan el rol de la Sabiduría en el mundo. Ésta se encuentra al mismo tiempo cerca de Dios antes de que el mundo existiera y en la creación del cosmos, y junto a los hombres, porque se complace jugando con los hijos de Adán. Gracias a ella es posible tener acceso al conocimiento del mundo y a la felicidad. - El libro de Job pone en tela de juicio los datos tradicionales sobre la creación. Mientras sus amigos sostienen la idea de un mundo ordenado y sensato, Job se presenta como un error de la creación. Las opiniones de ellos se hacen astillas cuando Dios hace recorrer a Job la creación: es como una visita al zoológico, con todas las singularidades del mundo animal, donde Job descubre con asombro que él no es el centro del universo y que Dios permite vagar libremente a un monstruo marino, el Leviatán, y a un monstruo terrestre, Behemot. Así, Job descubre que la sabiduría es un no saber sobre el mundo, del cual Dios posee el secreto.

Semántica de la creación Para hablar de los orígenes, la Biblia recurre a un lenguaje metafórico. Ciertamente, Dios creó el mundo y todo lo que existe; pero por cuanto nadie presenció la escena, es preciso recurrir a metáforas inspiradas en las actividades humanas.[…] Agruparlo todo con el nombre “creación” significa empobrecer la riqueza semántica de la Biblia, que describe el acto creador con una multiplicidad de metáforas.

Dos modos de creación Desde hace tiempo los exégetas han podido mostrar que Génesis 1 fundió dos concepciones de la creación, y han reconocido en ese texto dos relatos entremezclados: un “relato hacer” (que usa la fórmula “Dios hizo”) y un “relato decir” (que prefiere la expresión «Dios

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“Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; (…) Envía una orden, y se derriten, sopla su aliento, y corren” (Sal 147, 4.7).

Las metáforas artesanales El proceso de la creación se vincula aquí con la fabricación de un objeto a partir de una materia preexistente. La mayor parte de estos textos indica que en el punto de partida la materia existe, informe o desorganizada. Dios posee la técnica adecuada para darle una forma o un orden. Como un artesano que trabaja a nivel del universo, el Señor fabrica el mundo. Estas imágenes, más que las siguientes, ocultan una gran dosis de antropomorfismo, ya que Dios va ejerciendo el oficio de alfarero, escultor y constructor. - Dios es un alfarero. Una de las imágenes más populares para describir la creación es sin duda la del alfarero: Dios amasa y plasma al hombre y el cosmos. Tenemos esta imagen presente porque está

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dijo: “¡Haya tal cosa!”»). En los Salmos, el “hacer” de Dios no siempre está acompañado por el “decir”, pero ambas representaciones están presentes: - Dios fabrica el mundo. Los Salmos presentan a Dios como aquel que fabrica (está el verbo “hacer” en el sentido de “fabricar”) todo lo que existe, en particular “el cielo y la tierra” (ver Sal 115, 15; 121, 2; 124, 8; 134, 3). También se encuentra, pero con menos frecuencia, la tríada “cielo, tierra, mar”: “El Señor hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos” (Sal 146, 6). Si a menudo se reduce el universo creado a un binomio, es para expresar la totalidad, porque la Biblia no posee un término conglobante, como en griego “cosmos”, “cuerpo”, “mundo”, etc. El cielo y la tierra indican el conjunto del universo. Sin embargo, la expresión “obra del Señor” designa tanto sus producciones cósmicas como sus intervenciones en la historia. Dios produce debarim, es decir, cosas, palabras o hechos (ver Sal 28, 5; 64, 10; 107, 22, 118, 17; 138, 8; 143, 5). Por tratarse de una técnica, se nombra a veces la fuerza que es preciso mostrar, los instrumentos empleados y las características de la obra. Esta “tradición hacer” aparece en las metáforas artesanales, que examinaremos más adelante. Dios crea todo con su palabra. “Porque Él lo dijo, y existió, Él lo mandó y surgió” (Sal 33, 9): “Él lo mandó y existieron” (Sal 148, 5). Con estas fórmulas, se deja la esfera artesanal porque el mundo aparece como efecto de la Palabra. En otros pasajes, la palabra ocupa el lugar del instrumento y sirve de intermediario entre el Señor y las criaturas:

Para hablar de los orígenes, la Biblia recurre a un lenguaje metafórico. Ciertamente, Dios creó el mundo y todo lo que existe; pero por cuanto nadie presenció la escena, es preciso recurrir a metáforas inspiradas en las actividades humanas.[…)


(…] Agruparlo todo con el nombre “creación” significa empobrecer la riqueza semántica de la Biblia, que describe el acto creador con una multiplicidad de metáforas.

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implícita en el relato de Gn 2, 7-19 y porque a Isaías y Jeremías 18-20 les gusta recurrir a ella. Como en las otras palabras, el verbo “plasmar” indica una intervención de Dios en la creación o en la historia. Sin embargo, este término nunca se aplica al mar o a los cuerpos celestes, reservándose únicamente para la creación de la tierra y de los hombres: “Suyo es el mar porque Él lo hizo; la tierra firme que modelaron sus manos” (Sal 95, 5); “Sus ojos veían mis acciones, se escribían todas en tu libro; calculados estaban mis días antes que llegase el primero” (Sal 139, 16). Curiosamente, la misma imagen se encuentra a propósito del Leviatán: “Y el Leviatán que modelaste para que retoce” (Sal 104, 26). - Dios es un escultor. Sin duda, el verbo “crear” proviene de una raíz que originalmente significaría “recortar”, “cortar”, “esculpir”, y también tiene este significado en algunos textos fuera de los Salmos. Por ejemplo, en Jos 17, 15-18 se habla de talar árboles. Al igual que en las expresiones anteriores, “crear” puede referirse a una acción cósmica


“Y el Señor tronaba desde el cielo, (…) El fondo del mar apareció y se vieron los cimientos del orbe, cuando tú, Señor, lanzaste un bramido, con tu nariz resoplando de cólera” (Sal 18, 14 y 16).

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o a una intervención en la historia. En el Sal 148, la acción concierne a los astros: “Alaben el nombre del Señor porque Él lo mandó y existieron” (Sal 148, 5). En el Sal 89, se trata de los puntos cardinales: “Tú has creado el norte y el sur” (Sal 89, 13); pero en este Salmo el mismo verbo se aplica a los hombres: “Recuerda Señor, lo corta que es mi vida y lo caducos que has creado a los humanos” (Sal 89, 48). Así, en el Sal 51 se pide a Dios crear para el hombre pecador “un corazón puro” (Sal 51, 12). En el Sal 104, este verbo se refiere a todos los seres vivos: “Envías tu espíritu y son creados”, y en el Sal 102 al pueblo de Israel: “El pueblo que será creado alabará al Señor” (Sal 102, 19). Indudablemente, se puede atribuir el uso metafórico de este verbo a la segunda parte del libro de Isaías (42, 5), que lo aplica en primer lugar a la relación entre el Señor e Israel, para luego extenderlo a la acción de Dios en el mundo. - Dios es un constructor. Enki, uno de los dioses de los sumerios, es llamado el arquitecto del mundo. También una estatua, actualmente en el Louvre, representa a Gudea, rey de Lagash (alrededor de 2000 a.C.), el cual tiene sobre las rodillas el plano del templo que desea construir y que somete a la aprobación del dios Ningirsu, señor de Lagash. La Biblia usa las mismas imágenes: - Dios pone los cimientos. Antes de intervenir Dios, sólo existe una masa de aguas, en medio de la cual flota una masa informe de donde saldrá la tierra. Está recubierta por una placa impermeable, que impide la invasión de las aguas de arriba, y la sostienen cimientos hundidos en las aguas de abajo. Ahora bien, el Señor organizó la disposición de esta base sobre la cual estableció la tierra. Las aguas se retiran tan lejos que dejan aparecer la tierra seca y los cimientos sobre los cuales se apoya (ver Jb 9, 6). Esto es expresado por los Salmos:

También se encuentra, pero con menos frecuencia, la tríada “cielo, tierra, mar”: “El Señor hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos” (Sal 146, 6). Si a menudo se reduce el universo creado a un binomio, es para expresar la totalidad, porque la Biblia no posee un término conglobante, como en griego “cosmos”, “cuerpo”, “mundo”, etc. El cielo y la tierra indican el conjunto del universo.


Estas columnas sirven de base para la tierra: “Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe, y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos“(Sal 24, 1-2).

Las metáforas que aluden a un combate presuponen un mundo hostil, desordenado y temible, a causa de los monstruos espantosos que pueblan las aguas primitivas. Crear significa entonces extirpar estas fuerzas maléficas e instaurar el orden conocido por nosotros. Ciertamente, Israel ha tomado esta representación de los acadios o de los pueblos de Canaán.

Así, la tierra se apoya sobre sus cimientos, ¡como Venecia sobre el mar! Los Salmos ofrecen algunas aclaraciones. Esta operación se remonta a la noche de los tiempos y durará para siempre: “Al principio cimentaste la tierra” (Sal 102, 26); “Construyó su santuario como el cielo, como la tierra lo cimentó para siempre” (Sal 78, 69). El Sal 48 aplica esta metáfora al nacimiento del cielo y de los astros: “La ciudad del Señor (…) que Dios la ha fundado para siempre” (Sal 48, 9). El Sal 89 une el cielo con la tierra: “Tuyo es el cielo, tuya la tierra, tú cimentaste el orbe y cuanto contiene” (Sal 89, 12). - Dios da estabilidad al mundo. La masa de tierra que flota sobre el agua es inestable, y el movimiento constituye una imperfección del cosmos. Para remediar esta inestabilidad, Dios de alguna manera da estabilidad a la tierra de manera que no se mueva más. Los Salmos indican cómo Dios afirma que el mundo ahora ha adquirido estabilidad: “Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado” (Sal 8, 4); “Del Señor es la tierra (…) Él la fundó sobre los mares, la afianzó sobre los ríos” (Sal 24, 2); “Está firme el orbe y no vacila” (Sal 93, 1). - Dios ordena el mundo. Después de fijarse la tierra sobre sus bases y adquirir inmovilidad el espacio, sólo faltaba destinar un lugar a cada cuerpo y asignarle una función. En cierto sentido, la existencia de una cosa corresponde con el nombre que ésta recibe (ver Gn 2), pero también con el rol que Dios le hace desempeñar. La disposición de los astros se puede comparar con un ejército en orden de batalla (ver Sal 33, 6): son relojes o calendarios litúrgicos.

Las imágenes de combate contra el caos Las metáforas artesanales suponen un universo informe que Dios organiza y pone en movimiento gracias a una técnica adecuada, su “sabiduría”, su “palabra”. Las metáforas que aluden a un combate presuponen un mundo hostil, desordenado y temible, a causa de los monstruos espantosos que pueblan las aguas primitivas. Crear significa entonces extirpar estas fuerzas maléficas e instaurar el orden conocido por nosotros. Ciertamente, Israel ha tomado esta representación de los acadios o de los pueblos de Canaán. Israel no es un pueblo marinero: si bien la Biblia recuerda los diversos mares que bañan el país, los judíos sólo aprovecharon tardía-

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“Levantan los ríos, Señor, levantan los ríos su voz, levantan los ríos su fragor; pero más que la voz de aguas caudalosas, más potente que el oleaje del mar, más potente en el cielo es el Señor” (Sal 93, 3-4).

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mente las posibilidades marítimas. El océano se califica casi siempre negativamente y es frecuentado por monstruos. Esa impresión está basada en dos características. El océano es imponente y sobre todo ruidoso, inaccesible e incontrolable: “Ahí está el mar, ancho y diltado” (Sal 104, 25). Pero el fragor del mar está cubierto por la voz del Señor:

El océano es un lugar peligroso, porque está permanentemente agitado. Puede tragar a los hombres (ver Sal 69, 3 y 16), pero el peligro se multiplica porque “en él bullen, sin número, animales pequeños y grandes; lo surcan las naves y el Leviatán que modelaste para que retoce” (Sal 104, 25-26). Dios interviene en ese océano imaginario para dominar a esos monstruos: “Tú hendiste con fuerza el mar, rompiste la cabeza del dragón marino (…) se la echaste en pasto a las bestias del mar”(Sal 74, 13-14); “Tú domeñas la soberbia del mar y amansas la hinchazón del oleaje; tú traspasaste y destrozaste a Rahab, tu brazo potente desbarató al enemigo” (Sal 89, 10-11). Por cuanto el océano primordial tiende a ocupar todo el espacio, Dios le fija un límite: “¿Quién cerró con puertas el mar cuando, impetuoso, salía del seno, dándole yo las nubes por mantillas, y los densos nublados por pañales; dándole yo la ley y poniéndole puertas y cerrojos, diciéndole: ‘Hasta aquí llegarás y no pasarás, ahí se romperá la soberbia de tus olas’?” (Jb 38, 8-11). Hablar de creación es hablar de Dios, sin duda, pero también es hablar del hombre en el mundo. Escribe Martin Buber: “Dios se dirige directamente al hombre mediante las cosas y los seres que pone en su vida; el hombre responde del modo como se comporta ante las cosas y los seres enviados por Dios”6. Ciertamente, nosotros reconocemos que Dios es creador en la alabanza o en la profesión de fe, pero más aún, en espíritu y verdad, en nuestra relación con el mundo7.

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6 M. BUBER, “Le message hassidique”, en Dieu vivant, 1945, n. 2, 18. 7 Este artículo, en francés, se publicó en Christus, 2012, n. 234, 30-39.


¿Por qué un Año de la Fe? Con fecha 11 de octubre de 2011, el Santo Padre Benedicto XVI publicó una Carta Apostólica con el título “Porta fidei” (Puerta de la fe). En ella anunciaba que había “decidido convocar un Año de la Fe”. Este Año de la Fe habría de comenzar –como efectivamente sucedió– doce meses después, el 11 de octubre de 2012, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, para concluir en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En ese 11 de octubre de 2012, se habrían de celebrar también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por el beato Papa Juan Pablo II “con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe» (Porta fidei, N. 4). Seguidamente a la publicación de las palabras de ocho obispos chilenos sobre este tiempo de gracia que se leyeron en las páginas de HUMANITAS 68 (octubre-diciembre 2012), en el presente número invitamos a todos los rectores de universidades oficialmente católicas o de inspiración católica que desarrollan su labor educacional en el territorio nacional, a expresar su voz acerca de significado del Año de la Fe. La importancia de la educación católica para la consistencia de la Fe está fuera de discusión. A continuación entregamos a nuestros lectores las respuestas de los ocho señores rectores que atendieron a esta invitación.

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La fe en el quehacer de las universidades nunca es un obstáculo, es un aliciente. La fe para un creyente ubicado en el campo universitario no es barrera, ni un velo que impide ver la realidad, mucho menos un conjunto de prenociones que imposibilitan la verdadera búsqueda de la verdad. La fe, por el contrario, es motivación para buscar siempre nuevos caminos, para no descansar en el ir al encuentro de la verdad, es también un estimulo para profundizar en todos los campos de la vida en la esperanza de su plenitud. La fe es creer que Jesús es camino, verdad y vida. En el quehacer diario de las universidades católicas, como bien señalaba el Cardenal Raúl Silva Henríquez, “la fe cristiana presta a las ciencias humanas un servicio que en nada invade su campo propio y que, sin embargo, puede resultarles de inmenso valor. Podríamos comparar su papel al de la intuición que guía el trabajo de los genios (…). El chispazo del genio no anula el método científico: lo fecunda instándole a abandonar los caminos falsos -ya mil veces recorridos por otros sin lograr resultados- pero, principalmente, señalándole la dirección en la cual se encuentra la verdad. Esta misma función de ‘instinto’ o ‘intuición de verdad’ al servicio de los métodos de la ciencia es la que le cabe a la fe cristiana dentro de una Universidad que se reconozca católica. Pero con una diferencia: que la fe no es un instinto que señale la dirección del verdadero humanismo con una certeza solamente ‘genial’, sino con una certeza ‘divina’, porque la fe nos connaturaliza con la visión que el mismo Dios tiene de las cosas” (La Universidad Católica: Su razón de ser. Intervención en el Claustro Pleno de la Universidad Católica de Chile, 03 de mayo de 1971).

Ante la crisis de fe, una convocatoria primordial La Carta apostólica Porta fidei de S.S. Benedicto XVI que proclama el Año de la fe, tiene un signo providencial. Conforma una trilogía evidente: llamado a cultivar nuestra Fe; 50 años del inicio del Concilio Vaticano II; veinte años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. ¿Qué debo hacer para realizar las obras de Dios? “…que creáis en el que Él ha enviado (Juan 6, 29). Estas tres instancias tocan la esencia doctrinaria, cierta e inmutable que debe ser fielmente respetada, porque es Verdad y Luz Revelada para todos los hombres. Son tres solicitudes del mayor valor para la formación

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Descansar en el encuentro con la verdad


personal y revitalizar la catequesis a la que nos urge S.S. en todos los ambientes. El mundo contemporáneo muestra alarmantes síntomas de una profunda crisis de fe. Incluso los continentes católicos por antonomasia, muestran un doloroso acomodo de la fe, que obliga a una re-cristianización, en especial de sus jóvenes. Terminada la Guerra Fría, la innovación técnica de las armas de gran poder destructor, pasó a la vida civil cotidiana. Ello desató una inédita capacidad de producción de bienes y servicios que, por primera vez en la historia, superó las demandas de la población. Encandilado, el hombre contemporáneo reemplazó la ideología del siglo XX, por la adoración plena de la técnica. En la falsa creencia que lo libera y hace autosuficiente, se ha ensoberbecido ciegamente. Producto de esta técnica, las coordenadas tiempo-espaciales en que vive hoy la humanidad han perdido su significado tradicional. Hoy, el mundo funciona en simultáneo en el espacio, y sincrónico en el tiempo. Vivimos un ‘espacio y tiempo global único, que alterna lo real y virtual’. Nos consumimos en un perpetuo “aquí y un ahora”, en un eterno presente neopagano. Para dos de cada tres personas, la noción de esperanza cristiana, no tiene sentido o les es desconocida. Reina el homo-ludens y el homo-videns y, recientemente, se entroniza el homo-emptor (consumidor). La convocatoria al Año de la Fe del Papa es providencial para rescatar un hombre desorientado que vuelve a adorar ‘becerros de oro’. Al cerrarse el hombre al Don de la Luz acerca de su verdad y vocación que tiene previsto su Creador y Redentor, pierde toda esperanza y arriesga su salvación. En conocer la voluntad de Dios y llevarla a cabo, consiste la grandeza del hombre, y se hace colaborador de Dios en su obra de Creación y Redención.

La fe que ilumina la razón Abramos las puertas a la Fe nos dijo Benedicto XVI en su carta apostólica de octubre de 2011. Fue el preámbulo a la invitación clave que nos ha hecho ahora al convocar a todos los católicos a comprometernos con el Año de la Fe, en tiempos de una secularización de la sociedad y de gran debilitamiento entre las personas de las creencias y valores fundamentales, lo cual dificulta indudablemente el camino de la búsqueda de la verdad a que hemos sido llamados como miembros de la Iglesia. Sobre todo en nuestro quehacer universitario, la búsqueda de la verdad a la luz de la fe es un compromiso fundacional como casa de estudios superiores de firme identidad católica. La fe nos ilumina la razón y la razón nos reafirma en la fe. Fe y razón se constituyen en un diálogo por el cual trabajamos en la Universidad Católica incansablemente. La fe nos abre el camino de búsqueda de la verdad. En nuestras aulas y laboratorios hacemos crecer el conocimiento, a la luz de

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1 Fides et ratio, Juan Pablo II, septiembre 1998. 2 Guitton, Jean (2004). Lo que yo creo, Belacqva de Ediciones y Publicaciones, Barcelona, pág. 40.

¿Hallará fe? Los Evangelios recogen una pregunta de Cristo: «cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿hallará fe sobre la tierra?» Es una pregunta inquietante, que nos pone frente al misterio de la libertad humana, a su capacidad de permanecer sorda a las llamadas divinas. Esta pregunta constituye una clave para entender el pontificado de Benedicto XVI. Sus grandes encíclicas, sus obras sobre Jesús de Nazareth, todas sus intervenciones apuntan a que esa pregunta de Cristo encuentre una respuesta positiva. El Papa pone todo lo que está de su parte para despejar los obstáculos que impiden que el hombre contemporáneo pueda creer. En su Encíclica sobre la caridad, muestra que el amor humano es mucho más noble de lo que se piensa, y que, bien entendido, constituye un camino para el divino. Caritas in veritate retoma esa idea, y explora las condiciones que debe tener la sociedad para que los hombres puedan reconocer a Dios en el trato con sus semejantes. Spe salvi nos hace ver que la esperanza cristiana, junto con ser un acicate para mejorar este mundo, no debe ser confundida con ningún proyecto terreno. Pero todas estas cuestiones suponen una más fundamental: ¿quién es el «Hijo del hombre»?, ¿quién es, en verdad, Jesús de Nazareth?, ¿cuán creíble es lo que los Evangelios

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la fe, y con compromiso y servicio al país. Como lo dijo el antecesor de Benedicto XVI, el beato Juan Pablo II, la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Sus palabras en la introducción de su encíclica Fides et ratio resultan particularmente iluminadoras para nosotros: «Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo».1 Hago votos para que la celebración de este Año de la Fe nos ayude a restablecer las confianzas entre todos quienes constituimos la sociedad chilena. Que nos ayude a creer en la persona y a creer en el otro. Que consolidemos caminos de encuentro y de diálogo para construir un país donde se reconozca la dignidad de la persona humana, donde haya justicia, equidad y paz. Como dijo el pensador católico Jean Guitton, «Cuando la fe se aquilata, el reino de Dios adquiere consistencia y la libertad del cristianismo se confirma en una lucha por la liberación del hombre»2.


nos dicen de Él? La difusión de la increencia no sólo afecta a quienes están fuera de los límites de la Iglesia visible. En el último siglo los propios cristianos han sido tocados por la incertidumbre. En sus libros sobre Jesús da una contundente respuesta. La pregunta sobre la fe afecta también a las universidades. Ellas nacieron del encuentro de la fe y la razón. ¿Han sabido mantener esa vocación original? Porque su tarea es decisiva para poder responder si el Hijo del Hombre hallará fe sobre la tierra.

Nuestra pastoral ante las nuevas circunstancias La globalización ha entrecruzado culturas, generando preguntas a nuestra fe. Es nuestro deber creyente dar razón de ella. Muchos, experimentando los cambios culturales, han cuestionado o abandonado sus creencias. El año que celebramos debería ayudarnos a cuidar nuestra fe permitiendo simultáneamente un mejor anuncio de Jesucristo a quienes no lo conocen. Como la apertura a los gentiles obligó a abandonar prácticas y categorías judías, las nuevas circunstancias nos desafían a revisar nuestra pastoral para abrir el mensaje a todas las culturas del mundo. Eso nos exige una fidelidad radical capaz de revisar formas y expresiones propias de la cultura occidental. En este proceso como nunca es esencial el magisterio. Tradicionalmente se distinguía y equilibraba la “fides que” y la “fides quae”… el acto de fe y el contenido. Hemos empobrecido la teología de la fe reduciéndola a sus contenidos, en desmedro del acto de fe que es esencial en el evangelio. El acto de fe es una confianza total en Jesús, una entrega a su persona rostro humano Dios. La Cananea y el Centurión confiaron en Jesús y El alabó esa fe. No pasarían un examen de catecismo pero amaron al Señor hasta morir. Los más sencillos e ignorantes, si le creemos a Jesús, pueden ser modelos de creyentes. La fe es un fuego que puede apagarse en un estrecho intelectualismo expresado en categorías filosóficas y estructurales no necesariamente evangélicas. En muchos aspectos la filosofía moderna que, como la cultura bíblica, es más sensible a la dimensión histórica, podría ayudarnos a explicitar mejor el acto creyente, sin abandonar la exigencia de racionalidad y los contenidos conforme a la tradición católica. Nuestra vocación misionera nos exige tener una pastoral que nos ayude a dialogar con nuestros contemporáneos para atraerlos a un encuentro con Jesús camino que conduce al Padre.

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Hoy el Santo Padre Benedicto XVI, en su Carta Porta Fidei, nos invita a un encuentro con la fe, a una incorporación a nuestro cotidiano de una experiencia integradora de fe. Esta que es una invitación a todos en general, es una significativa motivación para nuestras universidades católicas en lo particular. Poner la fe en el centro de atención y del discernimiento es una acción que nos permite fortalecernos y a su vez reflexionar sobre las bases que sustentan nuestro quehacer. Este último, iluminado desde la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae de S.S. Juan Pablo II, pone el énfasis en cuatro características esenciales: la inspiración cristiana que sustenta a la universidad, la reflexión iluminada desde la fe, la fidelidad al mensaje cristiano y el esfuerzo institucional al servicio del pueblo de Dios. Cada una de estas características da cuenta de un elemento particular de la tarea y misión universitaria que desde la perspectiva de la fe, las integra en un todo dinámico. No es posible desvincular una de otra, están profundamente imbricadas y nuestra tarea en cuanto universidad católica, es llevarlas a su expresión máxima en el ejercicio de nuestra misión. Por eso un año dedicado a la fe, es un año también dedicado a descubrir y reflexionar sobre esa tensión permanente, que da cuenta de la existencia simultánea de distintos elementos y características en nuestra acción. Es el año del esfuerzo intelectual de buscar la manera de comprender el mundo, auscultando la presencia de Dios en medio nuestro y de traducirlo en práctica concreta para beneficio del pueblo de Dios, es no desfallecer en la investigación y el desarrollo de la cultura vinculados profundamente con la fe.

Desafío para la libertad Celebrar el año de la Fe es tremendamente importante para el ser humano que, a veces, ignora que la inquietud que lo mueve no es otra que el deseo ferviente de Dios, de ese Dios que lo creó y que con inmenso amor lo adoptó como su hijo y lo quiere siempre junto a él. La insaciable inquietud de Dios y el deseo de volver al origen, se instaló en la creatura en el acto mismo de la creación. Esa necesidad del ser humano que mueve los corazones e inquieta a la persona en la búsqueda de algo que sacie el anhelo de felicidad, conduce a puntos que alcanzados sólo demuestran que no eran el objeto buscado y la bús-

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Las universidades católicas una justa tensión entre fe, razón y cultura


queda continua en pos de nuevos objetivos, al final de los cuales la respuesta es sólo insatisfacción. La Fe, que permite establecer el contacto y avanzar en el camino de la búsqueda, como don gratuito del Señor, exige sin embargo, atención y trabajo permanente que haga posible su profundización y enriquecimiento. Ella es un desafío para la libertad, que debe poner la voluntad y la inteligencia al servicio de su desarrollo avanzando en las etapas de aproximación a la Verdad y al Bien, en una función de Amor que determina el acercamiento al Señor. Vivir la Fe, apoyar a quien la busque y despertar la inquietud en la mente y en los corazones, es una tarea que a la Universidad le cabe como esencial a su Misión, desde que la persona, en su integridad, debe ser su propósito primero. Sólo a partir de la persona despierta y conciente de si misma, se puede obtener una adecuada formación profesional que sea un aporte real y sustantivo al bien común y a la contribución a ese otro y a los otros que, en tanto sociedad, anhelan aquello que sólo la Fe puede entregarles.

Compromiso con la justicia, la paz y la libertad Enmarco mi reflexión en el contexto de la celebración de los 50 años del Concilio Vaticano II, en homenaje al Papa Juan XXIII, pues constituyó para él una preocupación fundamental durante la preparación del Concilio el tema de la fe –que a su juicio- sólo alcanzaba su identidad más plena, en la medida que se cuestionaba por su relevancia para brindar, de manera profética y sapiencial una propuesta frente a las inquietudes más profundas en medio de temores y esperanzas del hombre contemporáneo. Estas inquietudes tenían que ver para Juan XXIII sobretodo con el sentido del desarrollo, el misterio de la vida, la muerte, la paz, la justicia, el valor del tiempo y la relación entre individuo y sociedad, entre otras. La gran invitación que desde la fe brinda el Concilio Vaticano II a estas búsquedas humanas se llama Jesucristo; es más, la fe es sencillamente su seguimiento mediante la acción del Espíritu Santo en cada creyente. Esta fe exige nuestro compromiso con la justicia, la paz y la libertad. Para una Universidad compleja como la nuestra, al servicio de la Diócesis de Valparaíso, situada en un contexto regional socioeconómico demandante, constituye un desafío permanente que su docencia, investigación y vinculación con el medio, sean un servicio a nuestra zona por fidelidad a Jesucristo. Desde su fundación, quienes hemos formado parte de esta Casa de Estudios Superiores, nos hemos esforzado por ser leales a nuestro lema institucional: Fides et labor.

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Ex Corde Ecclesiae, el camino de las universidades católicas Por Juan de Dios Vial Correa

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Ex Corde Ecclesiae vino a replantear el problema y a darle una vida nueva a la Universidad Católica. Desde el título, la exhortación apostólica afirma que la Universidad ha nacido “del corazón de la Iglesia”, expresión muy fuerte que marca una íntima relación que obliga a mirar todo lo que se refiera a la Universidad Católica bajo una nueva perspectiva, profundamente eclesial.

a publicación de la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, el 15 de Agosto de 1990, ocurrió en un momento de gran necesidad para nuestra Universidad Católica*. Para entender esto plenamente, hay que darle una mirada a nuestra historia institucional desde el año de fundación 1888. Nuestra Universidad –en palabras de su primer rector “una Universidad Católica libre”– surgió como una afirmación de la Iglesia del principio de libertad de enseñanza, con lo que se apartaba de la tradición hispánica de que las universidades de estudios civiles dependieran del Estado. Esa afirmación de libertad tuvo consecuencias en la creación de otras universidades chilenas y estableció una aspiración a la libertad de enseñanza que marcó una parte significativa de nuestra historia institucional por más de medio siglo. Esto es importante, porque una universidad dotada de vitalidad se mueve normalmente bajo un impulso vital propio y especial que le da dirección y sentido a su marcha institucional. La Universidad Católica asumía desde su nacimiento un rol histórico propio que, junto con otras notas distintivas, marcaba su ser institucional. Las otras notas las podía percibir sin dificultad cualquier alumno en los años treinta o cuarenta. Yo diría que en la Universidad se intentaba cultivar una actitud piadosa y ligada a las enseñanzas de la Iglesia y a las virtudes morales. La importancia que tenía la enseñanza de las profesiones se ligaba a la formación de profesionales capaces, probos, y ojalá piadosos. Se marcaba, tal vez débil pero insistentemente, el despertar de una conciencia social iluminada por la doctrina católica. Se descuidaba –deliberada o fortuitamente, no lo sé– la formación filosófica o teológica. En su conjunto, la obra universitaria tenía muchas virtudes, pero estaba marcada por una debilidad importante en el área que el Cardenal Newman habría llamado “el conocimiento intelectual de Dios”. Desde la década del cuarenta la Universidad fue teatro de dos movimientos críticos distintos aunque interrelacionados: la crisis del catolicismo chileno en la política nacional y la oleada de secularización en la vida pública.

* El autor ocupaba a la fecha el cargo de rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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Año de la Fe 2012-2013 «La publicación de la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, el 15 de Agosto de 1990, ocurrió en un momento de gran necesidad para nuestra Universidad Católica. Para entender esto plenamente, hay que darle una mirada a nuestra historia institucional desde el año de fundación 1888.»

Lo primero se marcó en la división, decadencia y eventual desaparición del partido conservador, y en el surgimiento de la Falange Nacional, del socialcristianismo, la democracia cristiana, la izquierda cristiana y el MAPU. Lo segundo se reflejó en el auge de las ideologías, interpretaciones globalizadoras de la historia y la sociedad, ligadas a proyectos de transformación de carácter totalizador y excluyente. Así, a fines de los sesenta se enfrentaban en la Universidad un catolicismo individualista, de precaria base intelectual y carente de un proyecto social, con proyectos nacidos de los que –desde distintos ángulos– ponían su confianza en interpretaciones de la realidad a veces muy ajenas a los contenidos de la fe, y movidos por un deseo declarado de transformar el mundo. No se podía evitar que el sentido y misión de una Universidad Católica estuvieran profundamente distorsionados. Recuerdo un Congreso de Estudiantes en nuestra Universidad –tal vez en el año 1964– en que un relator caracterizaba a la UC como una organización de “fines temporales de inspiración cristiana”, frase que él a su vez tomaba prestada de un conocido e influyente teólogo de nuestro ambiente.

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Las “características esenciales” de la universidad católica: «Inspiración cristiana, reflexión continua a la luz de la fe católica, fidelidad al mensaje cristiano, tal como es presentado por la Iglesia; esfuerzo institucional al servicio del pueblo de Dios» (Ex Corde Ecclesiae n.13).

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En la práctica esto significaba una profunda desconfianza de todo lo que en la Universidad Católica fuera diferente respecto de las universidades “seculares”, y una propensión irrefrenable a la uniformación –y eventual estatización– de la enseñanza superior. Esto no era solo un problema chileno. La idea de que una universidad que quisiera estar a la altura de los tiempos debía disimular o perder sus notas distintivas –y presuntamente limitativas de “católica”– se extendía por el mundo entero. Así en un Congreso de Rectores de Universidades Católicas celebrado en Roma hacia 1970, el Papa Pablo VI se hacía cargo de las nuevas ideas de que una “Universidad Católica debe atenuar sus notas distintivas de tal”, y redargüía con vehemencia: “Hoy más que nunca la Iglesia necesita de universidades católicas. ¡Ay de nosotros si un día lo olvidáramos!” Y en muchos ambientes se daba por sentado que en la “ciudad secular” había sonado la hora de esas instituciones heterogéneas, costosas, elitistas, que serían las Universidades Católicas, divorciadas de la sencillez propuesta por el Evangelio. Ex Corde Ecclesiae vino a replantear el problema y a darle una vida nueva a la Universidad Católica. Desde el título, la exhortación apostólica afirma que la Universidad ha nacido “del corazón de la Iglesia”, expresión muy fuerte que marca una íntima relación que obliga a mirar todo lo que se refiera a la Universidad Católica bajo una nueva perspectiva, profundamente eclesial. No se trata entonces de quién es dueño de la universidad, sino de una relación cordial e íntima con ella. Lo refuerza el Papa diciendo: «la Universidad Católica es sin duda uno de los mejores instrumentos que la Iglesia ofrece a nuestra época» (n.10). Esa relación se explica al detallar las “características esenciales” de la universidad católica: «Inspiración cristiana, reflexión continua a la luz de la fe católica, fidelidad al mensaje cristiano, tal como es presentado por la Iglesia; esfuerzo institucional al servicio del pueblo de Dios» (n.13).


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La exhortación enfatiza la tarea de investigación que es propia de la universidad, recalcando «la integración del saber, el diálogo entre fe y razón, una preocupación ética y una perspectiva teológica» (n 15). Recalca también que es «objetivo propio de la Universidad el de formar una comunidad auténticamente humana animada por el espíritu de Cristo, por un espíritu de libertad y caridad y caracterizada por el respeto recíproco, el diálogo sincero y la custodia de los derechos de cada uno» (n. 21). Aborda directa y delicadamente el asunto de los miembros de la universidad que no profesan nuestra fe, llamándolos a «sumarse al esfuerzo común» (n. 26). Nadie podría decir que los ideales planteados en esta Constitución se estén cumpliendo plenamente. Pero ellos están propuestos, como un llamado a la conciencia individual y colectiva. Y nadie podría sustraerse al esfuerzo en «la misión fundamental de la Universidad, la constante búsqueda de la verdad, mediante la investigación, la conservación y la comunicación del saber para el bien de la sociedad» (n.30). Existe ahora un encargo expreso de ocuparse en la perspectiva del conocimiento «de los graves problemas sociales, económicos e internacionales que aquejan al mundo» (n.32); así como de «comunicar a la sociedad aquellos principios éticos y religiosos que dan pleno significado a la vida humana» (n.33); y a la «promoción de la justicia social» (n.35). Repito, no es asunto de propiedad ni de dependencia, sino de participación en la misión de la Iglesia. Ha sido una suerte de “envío” hecho a las Universidades Católicas, pero este envío se arraiga no en un vago y genérico ser universitario, sino en la manera auténtica y plena de ser Universidad Católica, que brota del corazón de la Iglesia. Por eso la respuesta a Ex Corde Ecclesiae no se puede dar sólo en documentos o declaraciones, sino en un camino de conversión personal e institucional.

Nadie podría decir que los ideales planteados en esta Constitución se estén cumpliendo plenamente. Pero ellos están propuestos, como un llamado a la conciencia individual y colectiva. Y nadie podría sustraerse al esfuerzo en «la misión fundamental de la Universidad, la constante búsqueda de la verdad, mediante la investigación, la conservación y la comunicación del saber para el bien de la sociedad» (n.30).


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Luz del alma

El Padre Couturier y

el arte sacro Por MARCEL BILLOT

“Seguiré combatiendo por la buena pintura

y la ornamentación de nuestras iglesias como el más bello homenaje de nuestra época a Aquel al cual he dado mi vida” (Marie-Alain Couturier O.P.)

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l autor de esta rememoración, Marcel Billot, compartió con

el Padre Couturier, en la primera mitad del siglo pasado, la preocupación por recuperar un arte cristiano realmente vivo. Muestra aquí la sintonía del religioso dominico con sus contemporáneos Paul Claudel y Jacques Maritain, así como su importante y renovadora obra de acercamiento a los grandes maestros en el propósito de superar un arte religioso como el del siglo XIX, carente de vigor y grandeza.

1 “Estos productos de fabricación comercial, cuando no son demasiado repugnantes, tienen al menos la ventaja de ser perfectamente indeterminados, tan neutros, tan vacíos, que podemos mirarlos sin verlos, y de este modo proyectar en ellos nuestros propios sentimientos, mientras ciertas obras modernas, y las más atormentadas, las más apasionadas entre ellas, pretenden imponernos con violencia, tal como son, en estado salvaje, en lo que tienen de más subjetivo, las emociones individuales del artista mismo. Y para rezar constituye una molestia insoportable, en vez de encontrarnos ante una representación de Nuestro Señor o de un santo, recibir en el pecho mismo, como un puñetazo, la sensibilidad religiosa de tal o cual señor” (Jacques Maritain, Art et Scolastique, Desclée de Brouwer, 1965, p. 161). 2 Paul Claudel, “Carta a Alexandre Cingria sobre las causas de la decadencia del arte sacro”, en Positions et Propositions, vol. II, París, Gallimard, 1934. 3 Alexandre Cingria, Les causes de la décadence de l’art sacré, Lausanne, Cahiers vaudois, 1917.

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1950-1951: Assy, Vence, Audincourt… En tres ocasiones, en el curso de un año, el arte contemporáneo investía un edificio religioso. Eso nunca se había visto desde que Delacroix decoró la Capilla de los Ángeles en Saint Sulpice. Durante un siglo, la Iglesia –al igual que los poderes públicos– ocultó deliberadamente una de las épocas del arte occidental. Entre las numerosas iglesias construidas durante ese período, predomina el pastiche gótico, románico o bizantino, con decoraciones encomendadas a algún escultor o pintor académico, sobrecargadas del arte llamado “san-sulpiciano” que tanto irritaba a Huysmans, pero con el cual se conformaba Maritain aun cuando deplorase su existencia1. “Para quien se atreve a mirarlas –escribía Claudel en 1919–, las iglesias modernas poseen el interés y el carácter patético de una “confesión sobrecargada”. Su fealdad es la ostentación hacia el exterior de todos nuestros pecados y de todos nuestros defectos, debilidad, indigencia, timidez de la fe y del sentimiento, sequedad del corazón, repugnancia ante lo sobrenatural, dominio de las convenciones y de las fórmulas, exageración de las prácticas individuales y desordenadas, lujo mundano, avaricia, jactancia, mal humor, fariseísmo, engreimiento”2. El arte religioso, a la par de su opulencia, se encontraba en tal punto de degradación que algunos artistas cristianos, como Maurice Denis, se inquietaron al respecto en los años 1910. Alexandre Cingria, uno de ellos, lanzó un verdadero grito de alarma al publicar en 1917 una serie de conferencias con el título La Décadence de l’art sacré (La decadencia del arte sacro)3, cuya repercusión fue suficiente para asegurar varias ediciones. Claudel resume de entrada en una sola las causas de la decadencia del arte sacro: “Es el divorcio, cuya dolorosa consumación vio el siglo pasado, entre las propuestas de la fe y esos poderes de la imaginación y la sensibilidad, que son eminentemente propios del artista”. El

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Con la creación de la capilla de los dominicos de Vence, Matisse encontró la oportunidad de concebir y de realizar un conjunto decorativo y arquitectónico. Dependiente de foyer Lacordaire, casa de reposo a cargo de las hermanas dominicas, esta capilla se inscribe enteramente en el movimiento de renovación del arte y de los edificios religiosos desarrollado en su época por la congregación de Santo Domingo. Así, en estrecha relación con el sacerdote dominico Padre Couturier, Matisse hará de este modesto edificio un punto emblemático del arte moderno.

motivo de este divorcio no es sino la desencarnación de lo espiritual: “Los sentidos se apartaron de un mundo sobrenatural respecto del cual nada se hacía para volverlo accesible y deseable”, y eso tiene una doble consecuencia: por una parte, todos los movimientos artísticos del siglo XIX alcanzan “un éxito bastante mediocre”, y por otra la Iglesia, privada del arte, se muestra “por primera vez materialmente ante la vista de todos en su desnudez y en una especie de exposición y traducción permanente de sus imperfecciones y sus llagas”. El interés de estos textos reside en menor medida en el análisis de la situación misma que en el espíritu que los inspira, característico de

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“Para quien se atreve a mirarlas –escribía Claudel en 1919–, las iglesias modernas poseen [un] carácter patético. Su fealdad es la ostentación hacia el exterior de todos nuestros pecados y de todos nuestros defectos, debilidad, indigencia, timidez de la fe y del sentimiento, sequedad del corazón, repugnancia ante lo sobrenatural, dominio de las convenciones y de las fórmulas, exageración de las prácticas individuales y desordenadas, lujo mundano, avaricia, jactancia, mal humor, fariseísmo, engreimiento”.

4 P. R. Régamey, O.P., Vers 1920, L’Art sacré, Nº 3-4, marzo-abril de 1948.

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los medios cristianos de la época. Hay ciertamente una causa que no señalan y sin embargo cada uno de ellos da testimonio de la misma. Esa causa es capital y el Padre Couturier denunciará más tarde sus graves consecuencias: lo que conduce principalmente a Claudel a ese juicio del arte del siglo XIX es el rechazo católico de la evolución del arte, tan aberrante como el arte de Saint Sulpice, el cual prácticamente se justifica a raíz de este hecho. En la misma época (1920), la publicación por Jacques Maritain del libro Art et Scolastique (Arte y Escolástica) fue de gran utilidad para incluir los problemas del arte en la renovación intelectual de la Iglesia. Más aún que lo escrito por Cingria y Claudel, la obra de Maritain tuvo un auditorio y un peso considerables en los medios de arte católicos. Treinta años después, el Padre Régamey, quien fuera compañero de ruta del Padre Couturier, todavía escribía: “Ella conserva un interés de primer orden como exposición de la doctrina tomista sobre el arte, rejuvenecida y redescubierta por el sentido moderno de los valores artísticos”4. En un breve capítulo, dejando de lado las causas de la decadencia (respecto de las cuales remitía a una nota con una larga cita de Claudel), Maritain definía el arte cristiano y se dirigía directamente a los artistas, recomendándoles especialmente: 1º) no buscar ninguna regla, ninguna técnica y ningún estilo específicamente cristianos, lo cual dejaba al artista en plena libertad en su arte. Sin embargo, la obra, para ser “cristiana”, debía ser portadora del “carácter del cristianismo”, para lo cual bastaba con ser cristiano: “Si quiere usted hacer obra cristiana, sea cristiano y procure hacer una obra bella en la cual se exprese su corazón; no trate de hacer algo cristiano”. 2º) había que no disociar el arte cristiano del “gran movimiento del arte contemporáneo”, lo cual era autorizar a la modernidad. Así se encontraban planteados y aplicados, bajo la égida del neotomismo, los principios de un renacimiento del arte sacro. En el curso de algunos años, la situación cambió con la toma de conciencia, se manifestó una verdadera reacción y las iglesias destruidas y devastadas por la guerra ofrecían un campo de acción a la esperanza finalmente recuperada. Precisamente en esa feliz coyuntura, el Padre Couturier, quien viniera de Montbrison –donde nació el 15 de noviembre de 1897– a estudiar pintura en París (ya se había matriculado en la Grande Chaumière), entró en 1919 en los Talleres, donde encontraría, realizando conjuntamente su vocación de pintor y su vida espiritual, el camino que lo incorporaría definitivamente al servicio del Arte y la Fe, como da testimonio una carta de 1924, la cual por otra parte anuncia el espíritu que animará sus realizaciones veinticinco años después. En 1925, un año más tarde, dejaría los Talleres para entrar a los dominicos.


«El Padre Couturier entró en 1919 en los Talleres, donde encontraría, realizando conjuntamente su vocación de pintor y su vida espiritual, el camino que lo incorporaría definitivamente al servicio del Arte y la Fe, como da testimonio una carta de 1924. Un año más tarde dejaría los Talleres para entrar a los dominicos.»

Los Talleres de arte sacro se cerraron en 1948 y su balance es francamente cruel: ningún artista salió de ahí y sus múltiples realizaciones crearon un nuevo academicismo, pálido plagio del simbolismo de Denis y del cubismo que marcó todo el arte religioso entre las dos guerras. ¿Se debe ver un motivo suficiente de este fracaso en lo escrito hacia 1948 por el Padre Couturier? “El arte sagrado es un mundo en cierta medida demasiado cerrado en sí mismo, en el cual la indulgencia recíproca, si no es la admiración mutua, llega rápidamente a ser el tributo del trabajo en equipo y de la constante amistad. Ante esta suavidad y esta bondad, la ferocidad de los “fauves” constituye a la larga un clima mucho más sano”5. ¿O no es el caso, más seriamente, de preguntarse por el carácter inadecuado en su época de las teorías que presidieron la fundación de los Talleres? Cuando ingresa al convento, convirtiéndose entonces en el hermano Marie-Alain Couturier, permanece totalmente fiel a esas teorías, tanto más cuanto que durante sus años de estudios en Le Saulchoir6, profundiza el estudio de Santo Tomás y sigue pintando para satisfacer a sus superiores7. También en estricta obediencia tomista, dirige en forma ficticia a sus ex compañeros un ejercicio de predicación sobre las condiciones del arte religioso.

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Claudel resume de entrada en una sola las causas de la decadencia del arte sacro: “Es el divorcio, cuya dolorosa consumación vio el siglo pasado, entre las propuestas de la fe y esos poderes de la imaginación y la sensibilidad, que son eminentemente propios del artista”.

5 Citado por P. R. Régamey, O.P., en Dieu et l’art dans une vie, París, éditions du Cerf, 1965. 6 Convento de estudios de los dominicos, en esa época cerca de Tournai (Bélgica), trasladado a Etiolles en 1938-1939. 7 El Padre Couturier decorará con frescos y vitrales numerosas iglesias en Francia, Italia, Noruega, Bélgica y Canadá.


Desde que Matisse emprende esta tarea, en 1948, mantiene numerosas conversaciones e intercambios de cartas con el Padre Couturier, particularmente acerca de la manera de representar a la Virgen y al Niño, a Santo Domingo (a quien se consagra esta capilla), el Vía Crucis. La búsqueda y la reflexión que desarrolla Matisse es sistemática, etapa por etapa; multiplica los estudios y los bocetos, esforzándose en mantener a través de las sucesivas versiones tanto la intensidad del símbolo cuanto la armonía de la representación pictórica, a través del recurso de una simplificación creciente.

“Los sentidos se apartaron de un mundo sobrenatural respecto del cual nada se hacía para volverlo accesible y deseable”, y eso tiene una doble consecuencia: por una parte, todos los movimientos artísticos del siglo XIX alcanzan “un éxito bastante mediocre”, (…)

8 M. A. Couturier, Art et Catholicisme, Montreal, 1941. Retomado en Art et Liberté spirituelle, París, éditions du Cerf, 1958. 9 Jacques Maritain, Art et Scolastique, Desclée de Brouwer, 1965. 10 Id. nota 8.

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En 1936, en el texto de una conferencia, Le Dieu des artistes (El Dios de los artistas), publicado con el título La Route royale de l’art (El camino real del arte)8, se percibe el comienzo de un viraje decisivo. Es el camino que conduce a Dios mediante la belleza, en el cual los artistas serían los viajeros privilegiados. Tras una primera parte doctrinal, cambia el tono y aparece lo que llegará a ser constante en el Padre Couturier: el examen de la realidad, el análisis de los hechos, y en este caso le “parece más interesante y más leal examinar también lo que inicialmente representa este camino del arte para los artistas mismos”. Estamos muy lejos de Maritain cuando declara: “La obra cristiana desea que el artista sea santo en su calidad de hombre”9, y cerca de una nueva definición de la relación de los artistas con Dios: “Creo que hay un Dios para los artistas y que Él los alcanza al final de este camino por donde se van todos los hijos pródigos, pero que en nada se parece a los caminos reales por donde se llega a Él”. El Padre Couturier analiza la situación del arte sacro en un texto retomado en Art et Liberté spirituelle (Arte y libertad espiritual)10, “Sobre Picasso y las condiciones actuales del arte cristiano”. Analizando a su vez las causas de la decadencia, se mantiene más cerca de la historia que sus predecesores. Mientras éstos lamentaban que el arte se hubiese alejado de la Iglesia, él constata que es la Iglesia quien se ha desprendido del arte siendo que al mismo tiempo los medios católicos dejaban de interesarse en el mismo. En realidad, nada les impedía animar a los artistas, hacerles encargos, proponerles temas


de inspiración. ¿Quién puede decir que se habrían alejado? Van Gogh copiaba la Pietà de Delacroix, Rodin esculpía un San Juan Bautista… Con esa negativa, aislaron y condenaron precisamente al arte religioso, ya que desconocer el arte de la propia época y no participar en el mismo implica separarse, retirarse de la vida. En 1937, la situación sigue siendo la misma y de nada sirve engañarse: “Nuestro arte religioso, a pesar de sus propios fines, no se otorgará, no se inventará una vida propia”. De esto se desprende “la necesidad de recurrir a la vitalidad del arte profano” para animar al arte cristiano. Es preciso medir la gravedad y la audacia de esta tentativa, pero también sus límites: no se trata de recurrir simplemente a la vitalidad del arte profano sin llamarlo al servicio de la Iglesia. Y eso se debe a un motivo importante que no desconoce el Padre Couturier: “¿En qué medida las formas propias del espíritu del arte moderno pueden satisfacer las exigencias esenciales de un arte cristiano, de un arte religioso?” Ciertamente, ahí reside todo el problema, ya que pone en tela de juicio la representación considerada indispensable para la expresión de lo sacro, y ésta ha sido muy maltratada por los artistas modernos, tanto por las deformaciones plásticas como por su negación misma en el cubismo. “Si el arte religioso se caracteriza por su referencia al mundo sobrenatural, ¿cómo podría ser religioso este arte que ni siquiera se refiere al mundo natural, que conserva en sí mismo todos su motivos de alegría, que encierra en sí mismo todo su alcance y todo sus sentido?...”. El fallo no tiene apelación y excluye toda forma de recurrir al arte contemporáneo. ¿Qué queda entonces por esperar? “Que aquí o allí cristianos sencillos se dediquen de todo corazón y con máximo esmero a relatar las historias del Buen Dios y todo cuanto su sentido cristiano les haya dado a conocer en la oración”. Nos encontramos de pronto a cien leguas del arte –y se puede sonreír por eso–, pero también muy cerca de la vida, por pobre y modesta que sea. Este hecho de recurrir a la modestia será en lo sucesivo constante en el Padre Couturier. Ésta le parecerá cada vez más una fuente del arte cristiano, un medio para su renacimiento, y en ese sentido le dedicará dos números consecutivos de L’Art sacré (El Arte sacro) en 1952. En esos años inmediatamente anteriores a la guerra, él conserva la preocupación por un arte cristiano realmente vivo. Toma distancia sutilmente frente a quienes fueron sus maes-

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(…) y por otra la Iglesia, privada del arte, se muestra “por primera vez materialmente en una especie de exposición y traducción permanente de sus imperfecciones y sus llagas”.


En 1936, en Le Dieu des artistes (El Dios de los artistas), se percibe el camino que conduce a Dios mediante la belleza, en el cual los artistas serían los viajeros privilegiados.

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tros y compañeros; consigue para Marcel Gimond, al cual consideraba el mejor escultor de la época, el encargo de una estatua de Santo Tomás de Aquino, y aun cuando tenía cierta reticencia con la obra de Rouault, lamenta públicamente su descrédito en los medios católicos. Más aún, en una nota probablemente de 1939 para un artículo no publicado, se fija como tarea realizar lo imposible: “El día en que Duly, Segonzac, Picasso, Derain, Matisse y Bonnard reciban encargos para Saint Sulpice, Notre Dame o el Faubourg Saint-Honoré, y el día en que Perret, Le Corbusier y Mallet-Stevens construyan en los Chantiers du Cardinal tantas iglesias como el señor Barbier o el señor Tartempion, se habrá llevado a cabo gran parte de nuestra tarea. Esto de ninguna manera significa que eso nos parezca suficiente para asegurar el renacimiento del arte cristiano (ni tampoco que estemos muy seguros de que las obras que salgan de


Matisse se pregunta acerca de la manera de concebir los ornamentos y sobre la importancia de la tradición litúrgica. Pregunta al Padre Couturier: “Necesito sus consejos con relación a las vestimentas litúrgicas. ¿Cuáles son los colores para las casullas? ¿Dónde cree usted que puedo encontrar en París telas, tafetanes y pequeños terciopelos para confeccionarlas?” A esta pregunta el religioso se apresura en responder: “Respecto de las informaciones que me solicita, los colores para las diferentes casullas son: blanco, verde, rojo, violeta, negro. Además, si se quiere, para las tres grandes fiestas, un tejido oro. Estas telas se hallan en las casas especializadas, son generalmente de buena calidad, pero los colores, en esas casas, no son siempre muy bonitos”. Más tarde, el 12 de noviembre de 1951, el Padre Couturier alienta a Matisse a que tenga mucha libertad en el diseño de las casullas. En las ilustraciones de las páginas 66 a la 69, casullas y estolas diseñadas por Matisse.

esas manos ilustres sean todas muy religiosas), pero se restaurará una cosa esencial: la Iglesia habrá recuperado en ese ámbito el sentido de la grandeza, el hábito de dirigirse a los más grandes, a los verdaderos maestros y ya no a mediocres más o menos especializados”11. A pesar de su vehemencia, esas líneas no reflejan una verdadera convicción y ése es sin duda el motivo por el cual no se publicaron. Más que enunciar un programa, expresan un deseo. Es difícil imaginar al Padre Couturier en conformidad con obras que no le parecieran religiosas. El día 30 de diciembre de 1939, el Padre Couturier se embarca con destino a Nueva York, donde predicará en la Cuaresma siguiente, y de ahí se dirigirá a una gira de conferencias en Canadá. Debido a los acontecimientos de junio de 1940, permanecerá allí cinco años. Durante

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11 Archivos M. A. Couturier.


12 M. A. Couturier, Art et Catholicisme, 2ª edición, Montreal, 1945. 13 Id.

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ese lustro de exilio revisará sus posiciones en materia de arte sacro en artículos y conferencias. Dos cartas dan testimonio de esto. Una de ellas está dirigida a una amiga común [N del E: de Marcel Billot, autor de estas líneas, y del P. Couturier] con fecha 18 de julio de 1941: “Es curiosa la influencia de Laugier. Dígale que acabo de dar una conferencia en inglés cuyo tema general era el hecho de que podíamos consolarnos de las rupturas de la unidad social de la Edad Media, porque esos sistemas fueron el punto de partida del movimiento que produjo «el arte abstracto»”12. La otra, del 25 de julio –exactamente una semana después–, está dirigida a Focillon, otro exiliado: “Tuve que ofrecer acá un curso de seis semanas en inglés, y eso me llevó a plantear de nuevo ciertos problemas del arte abstracto. Hace algunos años pensaba que semejante arte carecía totalmente de referencia a una realidad exterior, y no podía a fortiori ser religioso, cristiano, ya que todo arte religioso implica una íntima referencia a un mundo sobrenatural; pero ahora veo muy bien que todo eso es demasiado somero. En una obra, el valor religioso esencial es más íntimo que el tema mismo”13. Es realmente una conversión este traspaso del valor religioso del tema a la pintura misma. ¡Qué perspectivas abre al arte sagrado! Al parecer, con esto se está diciendo que en materia de arte sacro lo que importa ya no es el arte ni el catolicismo, sino su osmosis impulsada por una vocación común. No olvidemos que etimológicamente catolicidad significa universalidad y que si hay un lenguaje universal, es precisamente el de la Belleza. Una vez resuelto este punto, el Padre Couturier se dedica a una profunda investigación sobre las corrientes del arte moderno, favorecida por la gran concentración de obras en las galerías, las colecciones y los museos estadounidenses, y por la familiaridad en el conocimiento de los artistas en el exilio: Léger,


La casulla negra con la inscripción “Esper lucat” encuentra su explicación en el propósito de Henri Matisse registrado por el Padre Couturier: “Hablamos de la casulla negra: yo le he dicho que no es una casulla triste, sino una casulla de resurrección. Él (Matisse) me respondió: “Es lo que hace falta, ¿no es cierto? La muerte no es el fin de todo, es una puerta que se abre”. Al mismo tiempo que decía esto, sus ojos se llenaban de lágrimas.

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“Deseo defender, contrariamente a lo que yo mismo decía hace algunos años, el valor humano, el valor espiritual, las virtualidades religiosas del arte abstracto”.


La capilla del Rosario en Vence marca una etapa importante en la creación artística contemporánea. Un precioso testimonio de este esfuerzo lo proporciona el Padre Marie-Alain Couturier en su obra Se garder libre: “Cuando Matisse, por segunda vez, abandona el cartón para el vitral detrás del altar de Vence, […] claramente no tiene nada en su cabeza, no sabe en absoluto lo que va a hacer […] Pondré probablemente una mancha de color y luego todo seguirá su curso, dice. Él insiste siempre, muy fuertemente (pero como un obrero, nunca sistemáticamente) en la unidad viviente y vital, orgánica, de la obra de arte en gestación”.

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Dalí, Breton, etc. La abstracción sobre todo lo retiene. Numerosas notas dan testimonio de esta búsqueda, del deseo de llegar en la misma a una comprensión total con el fin de introducirla en el arte sacro con plena certeza. En 1945, la tarea se ha cumplido y la certeza es tan completa que en la publicación del volumen Picasso et les conditions actuelles de l’art chrétien (Picasso y las condiciones actuales del arte cristiano), agrega una Nota sobre la abstracción14, contradiciendo sus propias afirmaciones: “Lo que deseo defender aquí, contrariamente a lo que yo mismo decía hace algunos años, es precisamente el valor humano, el valor espiritual, las virtualidades religiosas del arte abstracto”. Al regresar a Francia, el Padre Couturier vuelve a encontrarse con la iglesia de Assy, cuya decoración le había encargado el Abate Devémy en 1939. Nada se había hecho durante la guerra salvo un encargo a Bonnard. Él llama a Léger, Bazaine, Lipchitz, Braque, Matisse, Chagall... En Audincourt, es Léger, Bazaine; en Vence, la colaboración íntima con Matisse, y por último consigue el convento de l’Arbresle para Le Corbusier poco tiempo antes de morir. Se había cumplido la tarea que sin duda se había asignado a sí mismo en ese texto de 1939. También era preciso defenderla y la ocasión se presentó de inmediato. Assy no hizo más que despertar entusiasmo, y la protesta integrista fue suficientemente fuerte como para desencadenar una polémica que llegó hasta las altas esferas de la Iglesia. En esa “Querella del arte sacro”, el Padre Couturier sólo vio una querella negativa, que sobrepasaba su propósito, ya que no estaba ilusionado con ese “renacimiento” del arte sacro aclamado a voces: “Esperar un arte propiamente sacro de una sociedad de tipo materialista, y especialmente un arte cristiano de naciones que han vuelto a ser prácticamente paganas me parece una quimera”15. En todo caso, eso no significaba renunciar: “Creo en la aparición de obras con una inspiración “religiosa” muy pura, pero rigurosamente individuales y generalmente fortuitas, obras nacidas espontáneamente y como por azar, donde no se esperaban y tal vez también donde menos se preparaban; es decir, creo en los milagros”16. La Capilla Rothko (cfr. Humanitas 51/2008 pp. 541-557), en Houston, y los vitrales de Jean Pierre Raynaud para la Abadía de Noirlac le dieron la razón.

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[Pero] eso no significaba renunciar: “Creo en la aparición de obras con una inspiración ‘religiosa’ muy pura, pero rigurosamente individuales y generalmente fortuitas, obras nacidas espontáneamente y donde no se esperaban; es decir, creo en los milagros”.

14 Id. 15 Le Figaro, 24 de octubre de 1951. 16 Id.


Juan Pablo II

CARTA A LOS ARTISTAS En la Pascua de Resurrección del año 1999, en el marco preparatorio del Jubileo del año 2000, el beato papa Juan Pablo II dio a conocer bajo este título un importante mensaje a los artistas. Recogemos algunos párrafos que guardan particular relación con las preocupaciones que animaron el entorno en que se movió y trabajó el Padre Marie-Alain Couturier, OP. (…) Dios ha llamado al hombre a la existencia, transmitiéndole la tarea de ser artífice. En la «creación artística» el hombre se revela más que nunca «imagen de Dios» y lleva a cabo esta tarea ante todo plasmando la estupenda «materia” de la propia humanidad y, después, ejerciendo un dominio creativo sobre el universo que le rodea. El Artista divino, con admirable condescendencia, transmite al artista humano un destello de su sabiduría trascendente, llamándolo a compartir su potencia creadora. Obviamente, es una participación que deja intacta la distancia infinita entre el Creador y la criatura, como señalaba el Cardenal Nicolás de Cusa: «El arte creador, que el alma tiene la suerte de alojar, no se identifica con aquel arte por esencia que es Dios, sino que es solamente una comunicación y una participación del mismo». Por esto el artista, cuanto más consciente es de su «don», tanto más se siente movido a mirar hacia sí mismo y hacia toda la creación con ojos capaces de contemplar y de agradecer, elevando a Dios su himno de alabanza. Sólo así puede comprenderse a fondo a sí mismo, su propia vocación y misión.

SE GARDER LIBRE Journal (1947-1954) Marie-Alain Couturier Les Éditions du Cerf París, 2008 174 págs.

El libro recoge las notas tomadas por el Padre Couturier al hilo de siete años vividos intensamente, apuntadas en dos simples cuadernos de escuela y publicadas por primera vez en 1962.

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Son notas escritas al retorno de sus entrevistas con Matisse o Braque, mas también al tenor de lecturas (Proust y Racine) y de confrontaciones estéticas o espirituales con sus contemporáneos (Picasso y Claudel particularmente), de reflexiones sobre lo sagrado, sobre su papel de sacerdote, donde tampoco falta algún un recuerdo de infancia, “Entramos en el torbellino del pensamiento de un hombre que busca la belleza para abrazar lo sagrado”, dice Michel Serres.


Llamada a los artistas 14. Con esta Carta me dirijo a vosotros, artistas del mundo entero, para confirmaros mi estima y para contribuir a reanudar una más provechosa cooperación entre el arte y la Iglesia. La mía es una invitación a redescubrir la profundidad de la dimensión espiritual y religiosa que ha caracterizado el arte en todos los tiempos, en sus más nobles formas expresivas. En este sentido os dirijo una llamada a vosotros, artistas de la palabra escrita y oral, del teatro y de la música, de las artes plásticas y de las más modernas tecnologías de la comunicación. Hago una llamada especial a los artistas cristianos. Quiero recordar a cada uno de vosotros que la alianza establecida desde siempre entre el Evangelio y el arte, más allá de las exigencias funcionales, implica la invitación a adentrarse con intuición creativa en el misterio del Dios encarnado y, al mismo tiempo, en el misterio del hombre. Todo ser humano es, en cierto sentido, un desconocido para sí mismo. Jesucristo no solamente revela a Dios, sino que «manifiesta plenamente el hombre al propio hombre».(23) En Cristo, Dios ha reconciliado consigo al mundo. Todos los creyentes están llamados a dar testimonio de ello; pero os toca a vosotros, hombres y mujeres que habéis dedicado vuestra vida al arte, decir con la riqueza de vuestra genialidad que en Cristo el mundo ha sido redimido: redimido el hombre, redimido el cuerpo humano, redimida la creación entera, de la cual san Pablo ha escrito que espera ansiosa «la revelación de los hijos de Dios» (Rm 8, 19). Espera la revelación de los hijos de Dios también mediante el arte y en el arte. Ésta es vuestra misión. En contacto con las obras de arte, la humanidad de todos los tiempos –también la de hoy– espera ser iluminada sobre el propio rumbo y el propio destino.

MARIE- ALAIN COTURIER (1897-1954), un combat pour l’art sacré Marie-Alain Couturier Serre Editeur Francia, 2005 224 págs.

Actas del coloquio de Nice (3 – 5 diciembre 2004), editado por Antoine Lion, donde se reúnen las ponencias de 14 especialistas que abordan desde la personalidad y biografía de Couturier hasta los debates que suscitó, pasando por sus encuentros con eminentes artistas contemporáneos.

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¿de dónde nace su amor a dios?

Santa Teresa de los Andes, a 20 años de la canonización Por ana maría risopatrón

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A Juanita se le va conociendo en la medida que se va asemejando a la Virgen María y a medida en que se va configurando con Cristo. Hay que leerla en clave de amor, porque a través de ella se descubre la acción de Dios. Es el amor de Dios quien se apodera de su alma y cómo ella se deja transformar y divinizar.

Ilustración pag. derecha: Imagen de Santa Teresa de Los Andes, por Hna. Alejandra Izquierdo OSB.

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os siete primeros años de su vida, los vive junto a los suyos en calle Las Rosas, la casa patriarcal de su abuelo materno, un distinguido abogado y rico hacendado, dueño de la Hacienda Chacabuco. Don Eulogio llevaba una vida ejemplar que se exteriorizaba en sus rezos del rosario varias veces al día y en la manera de tratar a los suyos, en especial a los campesinos de Chacabuco, a quienes quería como hijos. Juanita, pese a sus cortos años, percibe en él a un santo. Con él entendió el sentido de las misiones en el campo y su preocupación de que sus servidores recibieran los sacramentos. El abuelo sentía que él era el responsable de acercarlos al Señor y de la salvación de sus almas. Solía acompañarlo a las casas de los campesinos, verificando su coherencia entre lo que decía y practicaba: se preocupaba de su bienestar, de la salud, de la educación primaria de los niños; de unir por medio del sacramento del matrimonio a las parejas y de entregar semillas e instrumentos para que pudieran sembrar el par de hectáreas que a cada familia le había asignado. Juanita aprendió de su abuelo, por medio del ejemplo, la importancia de vivir unida a Dios, pues de ahí nacían todas las virtudes: el espíritu de servicio y entrega, al desvivirse por los más necesitados y sobre todo salvar almas, acercándolas a los sacramentos, alejando a los hombres de las cantinas, presentándoles otras sanas entretenciones. Aprendió de él la alegría, la sana competencia, su pasión por cabalgar, por el tenis y la natación. Por otro lado, conoció a varios sacerdotes diocesanos y de diferentes congregaciones que iban a misionar a Chacabuco o a visitar a su abuelo en la calle de Las Rosas para pedirle donaciones con el fin de mantener dignamente el culto. Don Eulogio fue un hombre de fortuna, pero vivía con austeridad. Juanita en su diario escribe: “Jesús no quiso que naciera como Él, pobre, nací en medio de las riquezas...”. Cierto, había nacido en una de las mejores casas de Santiago. De su abuelo escribió, entre otras cosas: “Se puede decir que era un santo pues todo el día se le veía pasando las cuentas de su rosario”. Con Rebeca “hacíamos con mi

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Juanita crece en santidad, comienza a tener conciencia del espíritu eclesial y de su misión corredentora de almas. Lo que se traduce en cómo acerca al Señor a sus amigas, cómo se preocupa de que todos lo conozcan para así amarlo y servirlo.

«Juanita aprendió de su abuelo, por medio del ejemplo, la importancia de vivir unida a Dios pues de ahí nacían todas las virtudes: el espíritu de servicio y entrega, al desvivirse por los más necesitados y sobre todo salvar almas, acercándolas a los sacramentos, alejando a los hombres de las cantinas, presentándoles otras sanas entretenciones.»

abuelito lo que queríamos y lo engañábamos con besos y caricias”. Su abuelo era el patriarca, él disponía a qué colegio debían ir, pese a que doña Lucía, su mamá, de fuerte carácter, a veces lo doblegaba (D2). Su primera gran pena fue su partida: “Su muerte fue la de un santo, como lo fue su vida” (D4). De ahí en adelante todo fue diferente. La familia de Juanita Fernández Solar se cambió de casa independizándose de los demás familiares. El freno y el apoyo de don Miguel había sido su suegro, tanto para los negocios como para su vida matrimonial. Juanita consigna en su diario que en ese tiempo empieza su devoción a la Virgen. “Mi hermano Lucho me dio esta devoción, con la que he estado y espero estaré hasta mi muerte” (D5). Se puede apreciar cómo del dolor va naciendo en ella el amor, cómo Jesús la va compensando y regaloneando, pues en Él busca refugio. “Nuestro Señor desde aquí me tomó de la mano con la Santísima Virgen” (D5). Es así cómo se fue suavizando, dominando su carácter iracundo, sus rabietas, su vanidad, pues solían decirle que era la más linda de las hijas y primas. Juanita tenía apenas 8 años cuando su papá pierde parte de su fortuna, debiendo “vivir más modestamente” (D5), lo contará sin tapujos en el colegio, mientras sus hermanos trataban de ocultarlo. D - Diario de vida de Teresa de los Andes

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Todo lo hacía por Jesús y con Jesús Su preocupación y su anhelo es recibir a Jesús sacramentado. Para ello se prepara en profundidad y sueña con ese día. Su madre la va guiando en concordancia con el colegio. “El 11 de septiembre de 1910, año del centenario de mi patria, año de felicidad y del recuerdo más puro que tendré en toda mi vida... no es para describir lo que pasó en mi alma con Jesús... sentía su querida voz. Jesús, yo te amo yo te adoro... Le pedí por todos y a la Virgen la sentí muy cerca” (D6). Los problemas económicos se agudizan y nuevamente deben cambiarse a un barrio menos elegante y a una casa más pequeña. Juanita lo toma con naturalidad y hasta con alegría. Practica lo que aprendió de su abuelo y lo que ve en su madre: la caridad en casa. Comenzando con los empleados, todos antiguos, a quienes respeta, quiere, considera; hasta los acompaña y sirve cuando se enferman. A los 13 años se da cuenta de los problemas entre sus padres. Ella no juzga ni toma partido, sí intenta ser un instrumento de unión, reza por ellos y ofrece su vida para que “vuelva la paz a su hogar”. “Jesús me fue enseñando cómo debía sufrir y no quejarme y de la unión íntima con Él... Me dijo que me quería para Él, que quería que fuera carmelita... Yo en ese tiempo no vivía en mí. Era Jesús el que vivía en mí... Todo lo hacía con Jesús y por Jesús “(D7). Juanita crece en santidad, comienza a tener conciencia del espíritu eclesial y de su misión corredentora de almas. Lo que se traduce en cómo acerca al Señor a sus amigas, cómo se preocupa de que todos lo conozcan para así amarlo y servirlo. Junto con esto, por su simpatía y la paz que trasluce, Juanita es muy amistosa, alegre, bromista, toca el piano y el armonio con asombrosa facilidad, tiene una bella voz, es bromista y muy buena para reír. Pese a ciertas limitaciones que tiene en las asignaturas de química y física, con esfuerzo y voluntad logra buenas notas, destacándose entre las mejores, sobresaliendo en literatura y filosofía y obteniendo siempre los primeros premios en las competencias literarias. Además ha crecido como mujer. Es alta, delgada, bella figura, bonita de rostro, con una mirada pura color cielo. Ya tiene enamorados y esto a ella le encanta. La vanidad será su eterna lucha. El espejo, su gran tentación. El éxito entre sus amigas, requerida por todas, también será motivo para doblegar el orgullo. En casa los problemas se agudizan, en especial entre sus padres, por las pésimas relaciones conyugales, sumados a los malos manejos en que don Miguel pierde también las tierras heredadas de Melipilla. Miguel, el poeta bohemio, el que se negó a entrar a la universidad, llega en general de madrugada y en pésimo estado. A Juanita le duele la dureza de su madre para con su hermano mayor; entre otras me-

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Además ha crecido como mujer. Es alta, delgada, bella figura, bonita de rostro, con una mirada pura color cielo. Ya tiene enamorados y esto a ella le encanta. La vanidad será su eterna lucha. El espejo, su gran tentación. El éxito entre sus amigas, requerida por todas, también será motivo para doblegar el orgullo.


Lucho, su más querido hermano, le confesó con gran orgullo que había llegado a la conclusión de que Jesucristo fue un profeta muy sabio, cuyo origen no era divino. Juanita, en lugar de convencerlo con sólidos argumentos, pues nada lograría, se limitó a pedir por su conversión, siendo un fiel reflejo de Cristo.

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didas da orden de cerrar la cocina con tranca cuando no ha llegado. Nuestra santa, pensando que un gesto de amor podría hacerlo cambiar y también pensando en sus borracheras y en su estómago vacío, le deja a escondidas el postre debajo de la cama y alguna golosina de la cual se ha privado. Miguel sabe que es Juanita quien le ordena su ropaje, le guarda comida e incluso le deja una lectura edificante en el velador. Él nunca le agradeció ni le dirigió la palabra; seguro que motivado por el orgullo y la vergüenza: ...“Sí, mi dolor es mío... no lo quiero entregar”, escribirá en uno de sus poemas.* Juanita tampoco se lo enrostra, se limita a acogerlo con cariño. En silencio, en lo más secreto, rezaba por él y por su madre para que se suavizara. Por su parte, Lucho, su más querido hermano, le confesó con gran orgullo que había llegado a la conclusión de que Jesucristo fue un profeta muy sabio, cuyo origen no era divino. Juanita, en lugar de convencerlo con sólidos argumentos, pues nada lograría, se limitó a pedir por su conversión, siendo un fiel reflejo de Cristo. *(Miguel Fernández Solar, Premio Municipal 1942. Poema Huerto de los Olivos. Campesinas, 1948, segunda edición).

La vida en familia ha de ser un sacrificio continuado Teresa de Jesús de Los Andes, en el mundo Juanita Fernández Solar (1900 - 1920), claramente escuchaba que el Señor la llamaba al Carmelo (D7). No fue una gracia tumbante, sino el fruto de su docilidad, de su formación en el colegio, del ejemplo de su abuelo; es el fruto de una constante búsqueda, luchas, humildad, lectura de la vida de Santa Teresa de Lisieux, la joven carmelita que presentó en sus escritos al Dios Amor, y las ansias de imitarla, pero por sobre todo, el conocimiento íntimo de Jesucristo en el Evangelio, oración de intimidad, misa diaria, adoración, sacramentos, rezo del rosario, siendo su gran devoción y modelo la Santísima Virgen. Juanita era afectiva, le gustaba ser querida y regaloneada por su familia y amistades. En los buenos momentos, cuando la vida le sonreía, fue la regalona de todos. Sin embargo, los acontecimientos van de mal en peor. Lucho, su querido hermano, quien le enseñó a rezar el rosario, se ha declarado ateo. Miguel está más distante y rebelde. Lucita, la hermana que sigue a Miguel, está de novia y poco la considera. Su mamá pasa largas estadías en Viña del Mar en busca de cura para su hijo menor, Ignacio, quien a causa de un accidente, tiene un serio problema en una pierna. Rebeca, quien otrora fuera su inseparable hermana y confidente, no toma en serio su ideal del Carmelo. El ambiente hostil de su casa, unido a la dureza de su madre, curtida de tantos problemas e infidelidades de su esposo, que se alejaba por largas temporadas en los campos que administraba, no fue motivo


Los padres de Santa teresa: don Miguel Fernández Jaraquemada y doña Lucía Solar Armstrong.

de amargura para nuestra santa, sino instrumento de santidad, por buscar lo bueno en las personas, por ser servicial, por no juzgar, por buscar la unidad. Juanita se desvive por todos, convirtiéndose en “el ángel tutelar de la familia”, según palabras de Lucho. A la vez, Miguel en el proceso de canonización dirá para sorpresa de todos: “no me fui de casa, porque en ella vivía una santa”. Cuando cumplió 15 años, sorpresivamente, su madre, doña Lucía, en el segundo semestre toma la drástica decisión de cambiar a Juanita y a Rebeca del Externado del Sagrado Corazón, a escasas cuadras de casa, al Internado, lo que parece una locura. Simplemente lo hace, sin dar explicaciones, para evitar que se dieran cuenta de los constantes roces con don Miguel, su esposo, las pocas veces que llegaba a Santiago. Justo ese año, 1915, doña Lucía vive momentos dolorosos que la hacen salir de sí. Juanita sufre lo indecible, pues pese a todo era muy apegada a los suyos. No entiende cómo su madre las aparta, aunque internamente sospecha el motivo. Se preocupa de reconfortar a Rebeca y de apoyarla en su nueva vida. ¿Pero quién se preocupa de ella? ¿Quién la visita los días que pueden recibir familiares en el salón del Internado, si gran parte del invierno doña Lucía lo pasa en Viña del Mar con Ignacio? Solo Ofelia Miranda, la fiel niñera, va a verlas llevándoles golosinas. Cuatro años más tarde, ya en el Monasterio Carmelitas de Los Andes, la primera visita que recibirá será la de Ofelia. Su padre, a quien adora, no tendrá valor para ir a dejarla al convento, sólo la verá una vez para su toma de hábito. Tampoco llegará en la antesala de su muerte. “La vida en familia, para que sea vida de unión, ha de ser un sacrificio continuado”. ¡Cómo lo sabía y lo vivía! Impresiona conocer los detalles y delicadezas de esta joven que alternó su vida, hasta los 18 años de edad, entre el Internado del Sagrado Corazón y su hogar.

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“La vida en familia, para que sea vida de unión, ha de ser un sacrificio continuado”. ¡Cómo lo sabía y lo vivía! Impresiona conocer los detalles y delicadezas de esta joven que alternó su vida, hasta los 18 años de edad, entre el Internado del Sagrado Corazón y su hogar.


«Su preocupación y su anhelo es recibir a Jesús sacramentado. Para ello se prepara en profundidad y sueña con ese día. “El 11 de septiembre de 1910, año del centenario de mi patria, año de felicidad y del recuerdo más puro que tendré en toda mi vida... no es para describir lo que pasó en mi alma con Jesús… sentía su querida voz. Jesús, yo te amo yo te adoro… Le pedí por todos y a la Virgen la sentí muy cerca” (D6).»

Creciendo a pasos agigantados Tratando de pasar inadvertida, contribuye a la paz, tanto en el Internado como en su hogar. Sin criticar y aplastando sus propias rebeldías, cura las heridas con dulzura y con su actitud acerca a quienes la rodean al Señor.

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En el Internado, Juanita conoce a nuevas amigas. Su condición aristocrática la inclina inconscientemente a tener más afinidad con las jóvenes de la alta sociedad. Es lógico, todos se conocen por alguna razón o ubican a sus hermanos o primos. Sin embargo, junto al alto vuelo espiritual que está emprendiendo, comienza a acercarse a las alumnas provincianas, a las desconocidas y a aquellas que no gozan de popularidad. Al poco tiempo, se advierte un grupo unido: todas con todas. Juanita no lo consigna en su diario, pero sí sus amigas lo advierten. Después de muchos vencimientos y superaciones, se ha transformado en ejemplo para las alumnas y en la favorita de las monjas en el buen sentido de la palabra. Como saben que su vocación es el Carmelo, la quieren para su congregación y con mucha delicadeza comienzan a


persuadirla que debe ser religiosa educadora. Esto turbará a Juanita, quien tenía muy claro que sería carmelita. Será motivo de dudas, de búsqueda de la voluntad de Dios y de muchas espinas. Juanita se santificó en su ambiente, en medio de los suyos, minuto a minuto. Ante cualquier acontecimiento se adelanta amando, esmerándose en “labrar la felicidad de los demás”, considerándose “la última de todas” y mirando siempre en el prójimo a Jesús. Carga con su cruz y las cruces de los suyos, porque experimenta vivamente que “a la sombra de la cruz, todas las amarguras desaparecen”. Amarguras y serios problemas que se agudizan en su casa que con gran pena los vive cuando la autorizan a salir del Internado. Los enfrenta a la luz de la Verdad, del Amor y la oración. “Que vuelva la paz a mi familia”, le pide al Señor; “que mi papá se confiese”, que Lucho recupere la fe: “Todos los sufrimientos enviadme, Dios mío... con tal que él se convierta”. Conmueve cómo trabaja con amor y sabiduría para unir a sus padres. Impresiona su madurez y equilibrio, su valentía y confianza en Dios; la capacidad de ver lo que los otros no ven y la generosidad de no exigir nada. Tratando de pasar inadvertida, contribuye a la paz, tanto en el Internado como en su hogar. Sin criticar y aplastando sus propias rebeldías, cura las heridas con dulzura y con su actitud acerca a quienes la rodean al Señor. Traspasa su entorno familiar y colegial al inscribirse para ayudar, enseñar, catequizar y acompañar los sábados a las alumnas internas del colegio de niñas pobres que sostiene el Sagrado Corazón. A ellas les guarda con especial cariño los dulces que desde su casa le mandan. Los testimonios de su entrega y alegría entre las niñitas son elocuentes. Asimismo, cuando encuentra en el camino a la iglesia a niños harapientos tiritando de frío y con hambre, se les acerca, los invita a su casa a tomar desayuno. Es así como aparece Juanito, un niño de casi 10 años, que viene escapando de una tienda con una tela robada. Juanita con autoridad y cariño lo persuade para que devuelva la tela. Lo acoge como si fuera su hermano pequeño. Lo prepara para la primera comunión, con sus ahorros le compra sus primeros zapatos; le enseña a leer y a prepararse para enfrentar el mundo. Consagra su pobre hogar al Sagrado Corazón. Intenta alejar al padre del alcoholismo y aconseja a la mamá para que guíe por el camino del bien a su hijo. “No es el único niño que socorre –dirá Lucho en el Proceso– pero en él vio a todos los niños desvalidos del mundo”.

Pérdida del patrimonio familiar Las escasas hectáreas de Chacabuco que ha podido conservar doña Lucía han sido subastadas. “Todos estábamos abrumados –declarará

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Traspasa su entorno familiar y colegial al inscribirse para ayudar, enseñar, catequizar y acompañar los sábados a las alumnas internas del colegio de niñas pobres que sostiene el Sagrado Corazón. A ellas les guarda con especial cariño los dulces que desde su casa le mandan. Los testimonios de su entrega y alegría entre las niñitas son elocuentes.


Lucho– por perder la gran riqueza de los Solar. Sin embargo, Juanita era la única serena y nos consolaba a todos, especialmente a mi padre. Lo mejor lo dejaba a nosotros y ella se quedaba con las cosas más modestas”. Con cariño, pero a la vez con firmeza, Juanita le repite una y otra vez a su madre: “Mamacita, no se lamente, ofrézcaselo a Dios”. Otra de sus amigas dirá: “A pesar de que sentía pena por lo que sufrían los demás integrantes de la familia, Juanita se conformó fácilmente... Vio la mano de Dios para que supiera desprenderse de los bienes materiales...” Por su parte, escribe en su diario: “¿Para qué apegarme a cosas transitorias que no me llevan a Dios que es mi fin? ... No me importa la pobreza, los desprecios, pues esto me lleva a Ti... Todo lo que el mundo estima no vale nada” (D29).

Vivir lo divino y lo humano en armonía

Escribe en su diario: “¿Para qué apegarme a cosas transitorias que no me llevan a Dios que es mi fin? … No me importa la pobreza, los desprecios, pues esto me lleva a Ti… Todo lo que el mundo estima no vale nada” (D29).

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Asombra el equilibrio de Juanita para unir y vivir lo divino con lo humano con una naturalidad abismante. Amistosa, alegre, entretenida, abordable, sencilla; excelente deportista, amante de la natación, las cabalgatas y el tenis. Amante de la música, de la literatura, del arte y la belleza natural. “Todo lo que veo me lleva a Dios. El mar en su inmensidad me hace pensar en Dios... En su infinita grandeza... Cuando pienso que cuando sea carmelita, si Dios lo quiere, tengo que abandonar todo esto, le digo a Nuestro Señor que toda la belleza, lo grande lo encuentro en Él”. Un nuevo dolor la golpea fuertemente: otra gran prueba. Como se casará Lucita, quien llevaba la casa en lugar de su cansada madre, doña Lucía sin grandes explicaciones la retira del colegio antes de terminarlo. La pena de Juanita es indescriptible. Hacía tiempo se había encariñado con el Internado, con sus maestras y compañeras, con las niñas que catequizaba los sábados y además, como es lógico, quería terminar el último año y graduarse. Sin embargo, no le queda


«Juanita, en sus improvisadas libretas, algunas usadas para otros fines, escribía al correr de la pluma su acontecer cotidiano y cartas a sus amigas, sacerdotes confesores, guías espirituales y al Carmelo antes de entrar. Poco a poco, esas impresiones escritas al instante, no siempre con tinta, se fueron transformando en su propio Magníficat, contando las grandezas del Señor, las maravillas inmerecidas que en ella hacía, reconociendo a la vez con tanta naturalidad su pequeñez y su nada.»

más que obedecer, pues su madre está deteriorada de tanto luchar. Es elocuente la carta que le escribe al Padre José Blanch, asuncionista, en donde le cuenta el estado de su alma y su nueva vida, que la percibe como un anticipo de la obediencia que deberá practicar y vivir en el Carmelo: “Créame, Rdo. Padre, que me ha servido de preparación para mi vida religiosa. Mi mamá me manda constantemente y me reprende cuando no hago las cosas bien. Y muchas veces sin motivo. No tengo cómo agradecérselo a N. Señor, pues así se lo inspira a mi mamá para que viva siempre en la cruz que es prenda de su amor. ¡Cuánto me cuesta a veces callarme. Y cuando contesto, me he propuesto besar el suelo para humillarme y pedirle perdón a mi mamá. También me esfuerzo en obedecer aún a mis inferiores, como obedecía N. Señor en Nazaret. Quiero asimismo que nadie sospeche que ciertas cosas a veces me son ocasión de sacrificio, mostrando mi buena voluntad para todo. Y como yo no lo manifiesto, todos creen tener derecho para exigir de mí lo que les agrada. A veces siento sublevarse todo mi ser dentro de mí misma, pero pienso que es el único medio de ser santa, y que por el amor a N. Señor se puede, y soporto todo. De esta manera me abandono a la voluntad de Dios, pues, como Él me ama, elige para mí lo que me conviene...” (C45).

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Asombra el equilibrio de Juanita para unir y vivir lo divino con lo humano con una naturalidad abismante. Amistosa, alegre, entretenida, abordable, sencilla; excelente deportista, amante de la natación, las cabalgatas y el tenis. Amante de la música, de la literatura, del arte y la belleza natural.


La Virgen María, su confidente y amiga, a la que siempre invoca e intenta imitar, será su gran apoyo en esta nueva etapa de servicio en su hogar. Servir como ella lo hacía, ayudar y socorrer como lo hizo con su prima Isabel. Ella la consolará en este nuevo desafío, nada de fácil. Por otra parte, don Miguel económicamente va de mal en peor. Hace tiempo se han cambiado a otra casa del centro de Santiago, en la Calle Vergara. Esta vez no son dueños, sino arrendatarios del segundo piso de la casa, que tiene una escalera para bajar a un pequeño patio interior.

Reparación sacerdotal “Quiero asimismo que nadie sospeche que ciertas cosas a veces me son ocasión de sacrificio, mostrando mi buena voluntad para todo. Y como yo no lo manifiesto, todos creen tener derecho para exigir de mí lo que les agrada. A veces siento sublevarse todo mi ser dentro de mí misma, pero pienso que es el único medio de ser santa, y que por el amor a N. Señor se puede, y soporto todo. De esta manera me abandono a la voluntad de Dios, pues, como Él me ama, elige para mí lo que me conviene…” (C45).

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Juanita, en sus improvisadas libretas, algunas usadas para otros fines, escribía al correr de la pluma su acontecer cotidiano y cartas a sus amigas, sacerdotes confesores, guías espirituales y al Carmelo antes de entrar. Poco a poco, esas impresiones escritas al instante, no siempre con tinta, se fueron transformando en su propio Magníficat, contando las grandezas del Señor, las maravillas inmerecidas que en ella hacía, reconociendo a la vez con tanta naturalidad su pequeñez y su nada. A Juanita se le va conociendo en la medida que se va asemejando a la Virgen María y a medida en que se va configurando con Cristo. Hay que leerla en clave de amor, porque a través de ella se descubre la acción de Dios. Es el amor de Dios quien se apodera de su alma y cómo ella se deja transformar y divinizar. Gracias a estos escritos, que ella pidió que quemaran y por un malentendido no se hizo, podemos conocerla en profundidad y apreciar su camino hacia la santidad. Estos nos hacen quererla y admirarla, pero no tanto por su heroísmo sino por lo que tiene de Dios. Resulta fácil darse cuenta de cómo va desapareciendo para dar cabida al esplendor de la imagen de Cristo, sin necesidad de anularse. Al mismo tiempo, la sed de almas de Cristo también la siente ella. Quiere que todos se salven sin excepción alguna. Llama la atención que cuando tiene apenas 17 años entra a una asociación de Reparación Sacerdotal en donde se ora por los sacerdotes infieles, por los que han sucumbido a su voto de castidad, por los que se buscan a sí mismos endiosándose y no la gloria de Dios, y los que no cumplen con sus deberes sacerdotales. Ella, sin saber a ciencia cierta lo que significaba, infusamente lo entiende, lo considera necesario por ser miembro vivo y corresponsable de la Iglesia Universal. Para ello hace sacrificios y mucha oración, asiste a la adoración del Santísimo en la Gratitud Nacional en donde rezaban por la Reparación Sacerdotal. En una carta, dirigida a una amiga de su madre, escribe: “Mucho le agradecería me enviara una amplia explicación de la Reparación


«Pero no por sus vuelos místicos se desprendió del acontecer diario ni de las personas. Al contrario, a mayor cercanía con el Señor, mayor amor al prójimo. Teresa fue portadora de paz, comunicadora de alegría, de unidad y una fiel seguidora de Cristo. Como toda persona unida a Dios se encuentra en ascensión constante en donde cae muchas veces pero también asistida por Él, se supera minuto a minuto.»

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«En 11 meses llegará a las cumbres del Amor guiada por María, la Madre de Dios, para configurarse con Cristo por toda la eternidad. El largo camino de la santidad lo había recorrido en el mundo entre los suyos. En el Carmelo, el Señor terminó de perfeccionarla y purificarla.»

Resulta fácil darse cuenta de cómo va desapareciendo para dar cabida al esplendor de la imagen de Cristo, sin necesidad de anularse. Al mismo tiempo, la sed de almas de Cristo también la siente ella. Quiere que todos se salven sin excepción alguna.

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Sacerdotal; pues, aunque ya pertenezco a ella, sin embargo, no me lo han explicado muy bien. Y yo, como deseo ser carmelita –la cual se propone rogar por los sacerdotes–, tengo verdaderos deseos de llenarme por completo del espíritu de reparación, ya que creo le agradará a N. Señor, pues sufre tanto por las ofensas de aquellos que, llamados a ser sus verdaderos e íntimos amigos, muchas veces lo olvidan y lo olvidan. ¡Cuántas veces he sentido en el fondo de mi alma, al ver sacerdotes indignos de tal nombre, mucha pena! Y mucho tiempo atrás ofrecía una vez a la semana, la comunión y la Misa para rogar y reparar por ellos”(C 63).

El Carmelo, siempre el Carmelo Desde muy pequeña Juanita ha participado en cuerpo y alma en las misiones de Chacabuco, después en Cunaco y más tarde en San Pablo de Loncomilla. Cuando estuvo veraneando en Algarrobo, salía a las caletas a buscar a los hijos de los pescadores para enseñarles a querer a Jesús y a la Virgen María y así prepararlos para la primera comunión.


Sentía que a Él debía acercar las almas, manifestándoles la inmensa alegría que significa conocerlo y amarlo. Teresa de Los Andes fue un apóstol del Señor, una verdadera misionera en todo el sentido de la palabra, conquistando a las almas por “el apostolado y la oración”. Sin embargo, el gran apostolado que ejerció en el mundo, sin ella misma darse cuenta, fue el ejemplo de su propia vida, vida de alegría, de generosidad, responsabilidad, amor, fidelidad, correspondencia a la voluntad de Dios, como católica y miembro activo de la Iglesia; como chilena comprometida con su patria y los que sufren, como hija, hermana, amiga, alumna y luego dueña de casa. Su sentido eclesial va ampliándose, se desborda de tal manera que desea abarcar a toda la humanidad. El Señor la quiere en un pobre y lejano monasterio de carmelitas descalzas de Los Andes. Y allí va Juanita, convirtiéndose en Teresa de Jesús, para “vivir espiritualmente unida al mundo entero... y santificarse a sí misma para que la savia divina se comunique, por la unión que existe entre los fieles, a todos los miembros de la Iglesia”. Su madre, doña Lucía, es la primera en admirarse de la alegría de Teresa en el Carmelo. Gracias a ella abandona la creencia del Juez castigador porque va descubriendo al Dios Amor, a Dios Padre y Amigo, al Dios Misericordioso que se comunica y se da; el mismo Señor que se manifiesta en su hija. Al Dios que es “alegría infinita”, que transforma todos los temores en el más puro amor y confianza y en “una ternura que no conoce término”. También Rebeca, la hermana menor, la que no puede comprender cómo ella quiere tanto al Señor y consagrarse para siempre a Él, “cuando no recibe ninguna muestra de cariño exterior”, va descubriendo, guiada por las cartas de Teresa y por la alegría que percibe en su nuevo estado, que “Dios demuestra su amor mucho más que todas las criaturas y que a cada instante se reciben muestras de su amor infinito”. Teresa lo vive de tal manera que es imposible dejar de percibirlo detrás de las rejas y sus escritos, que meses después de su muerte entra al Carmelo, al mismo monasterio de Los Andes. Los santos para que sean tales, arrastran a muchas almas a Dios. Teresa fue el instrumento del Señor para despertar vocaciones religiosas entre sus amigas. Varias de ellas la imitaron y consagraron su vida al Señor. Es Jesús quien se encarna en Teresa de Los Andes para llamar ahora a los jóvenes por su nombre, para decirles que vayan a Él “como el amigo más íntimo y contarle todo lo que pasa por sus almas” (C132). En 11 meses llegará a las cumbres del Amor guiada por María, la Madre de Dios, para configurarse con Cristo por toda la eternidad. El largo camino de la santidad lo había recorrido en el mundo entre los suyos. En el Carmelo, el Señor terminó de perfeccionarla y purificarla.

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Su sentido eclesial va ampliándose, se desborda de tal manera que desea abarcar a toda la humanidad. El Señor la quiere en un pobre y lejano monasterio de carmelitas descalzas de Los Andes. Y allí va Juanita, convirtiéndose en Teresa de Jesús, para “vivir espiritualmente unida al mundo entero … y santificarse a sí misma para que la savia divina se comunique, por la unión que existe entre los fieles, a todos los miembros de la Iglesia”.


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Vía Crucis POR Romano Guardini

Este texto está dedicado a la más antigua y hermosa de las devociones populares, el “Vía Crucis de Nuestro Señor y Salvador”. Nació esta devoción directamente del corazón del pueblo, de su afán por poner vivamente ante la vista los santos misterios de la Salvación, tomar parte en ellos y poder decir: “Así fue, y aquí sucedió esto, y allí aquello”. Ya los cristianos de la primera comunidad de Jerusalén anduvieron, en ciertos momentos y para devota memoria, el camino que había tenido Jesús que recorrer. Tomaba, así, vida ante su mirada interna lo que había sucedido en este camino y en aquel cruce de calles; lo que había pasado por sus corazones en aquellas horas angustiosas, para revelar más tarde su infinito significado a la luz de la mañana de Pascua y en la plenitud espiritual de Pentecostés. Ellos transmitieron a otros lo que recordaban, y éstos, a su vez, a otros. Y, cuando más tarde llegaron los peregrinos a Jerusalén, se encontraron con una tradición antiquísima que vinculaba a ciertos lugares los acontecimientos más importantes de la última andadura del Señor. Hacían en ellos su “statio” –o estación, término que, en el antiguo lenguaje de la Iglesia, significaba pararse y recordar devotamente algún suceso, en actitud de entrega a Dios– y retrocedían con la mente a aquellos días, imaginándose que ellos mismos habían pertenecido a la pequeña y fiel comitiva que había seguido los pasos del Señor y compartido su sufrimiento. Más tarde surgió en Occidente la idea de plasmar los sucesos del Vía Crucis en imágenes y colocarlas en las iglesias. Se quería, así, hacer accesible este ejercicio de santa evocación a quienes no podían peregrinar a Tierra Santa. Fueron, sobre todo, los franciscanos quienes realizaron este esfuerzo. El Vía Crucis, limitado al principio a las iglesias de esta Orden, fue pronto erigido en todas las ciudades, hasta que, finalmente, se permitió que todas las iglesias y capillas, cumpliendo determinadas formalidades, representaran las catorce “estaciones”. También las gracias espirituales de esta devoción se volvieron accesibles a todos: al que recorre el Vía Crucis, es decir, va de una estación a otra y medita los misterios de la Pasión arrepintiéndose de sus pecados, se le conceden las mismas indulgencias que si anduviera el camino de la Pasión en Jerusalén. Las ilustraciones de este Vía Crucis son obra del pintor Angelo Biancini. (Istituto Paolo VI, Brescia).

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Tal fue el origen que hoy conocemos. El Vía Crucis es una devoción popular de purísima ley, pues aúna imágenes y pensamientos, acción externa y disposición interior, verdad histórica y cultivo del espíritu de fe. Es la más apropiada para acercarse a la Pasión del Señor de forma a la vez reverente y confiada, espontánea y bien configurada, como es propio del espíritu del pueblo. De ello dan testimonio, singularmente, las estaciones cuyo contenido no procede de la Sagrada Escritura, como, por ejemplo, la caída de Cristo bajo la cruz. El pueblo dejó aquí volar su imaginación y acertó en lo esencial. ¿Acaso no es la idea directriz del conjunto que el Señor cae una y otra vez bajo la pesadísima cruz, y vuelve a levantarse de nuevo con la fuerza de su amor? A quien lo medite hondamente, el encuentro del Señor con la Verónica se le revela como una maravilla de religiosa intimidad. El Vía Crucis siempre tiene algo nuevo que decir al que lo reza. Un día es una estación la que le habla de modo más penetrante; otro día puede ser otra. Algunas escenas permanecen largo tiempo mudas, pero, cuando las despierta alguna experiencia espiritual nueva, empiezan de pronto a hablar al alma. Otras estaciones las acompañan con su luminoso misterio sin cambiar durante años. Y si alguien se acostumbra a llevar sinceramente al Vía Crucis experiencias personales, azarosas preocupaciones y perplejidades, recibirá a menudo insospechada luz e inesperado consuelo. Dos enseñanzas tiene, ante todo, que darnos esta devoción. En primer lugar, nos enseña a sentir en propia carne lo que el Señor padeció. Caminamos con él, sufrimos con él. Entonces se nos revela qué grande es el amor del Salvador, y qué grande nuestro pecado. Aprendemos a arrepentirnos, y tal vez recibamos la gracia de una profunda conversión. En segundo lugar, el Vía Crucis es una escuela de superación. Vemos cómo sufre el Señor amarguísimos dolores de cuerpo y alma, pero también cómo los supera por amor a Dios y a nosotros. Y aprendemos a vivir nuestro destino de forma semejante. En este Vía Crucis resalta, sobre todo, este segundo aspecto. El primero no ha sido olvidado; pero el Vía Crucis debía mostrarse, ante todo, como una escuela de superación del dolor. Con ello espera el autor prestar un servicio a más de una persona en estos duros tiempos. El que sigue el Vía Crucis ha de reencontrar en las distintas estaciones su propia vida, y ver unidos sus sufrimientos diarios a los del Señor; y sacar de ahí comprensión y energía para no sólo soportar su dolor, sino incluso superarlo.

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El Vía Crucis de nuestro Señor y Salvador ORACIÓN INICIAL

Señor, Tú dijiste: “Si alguien quiere ser mi discípulo, tome su cruz de cada día y sígame”. Yo quiero ahora seguir tus huellas y recorrer en espíritu tu vía dolorosa. Haz, pues, que cobre vida ante mi alma lo que padeciste por mí. Abre mis ojos, toca mi corazón, para que vea y grabe en mi interior lo grande que es tu amor por mí, y me vuelva a Ti, mi Salvador, con toda el alma, y me aparte del pecado que tan amargos sufrimientos te causó. Me pesan de todo corazón, Señor, los pecados que he cometido. Quiero empezar de nuevo; ponerme seriamente en camino y seguirte. Ayúdame. Ayúdame también a llevar mi cruz contigo. Tu vía dolorosa es la escuela de todo padecer, de toda paciencia y toda abnegación. Haz que reconozca en ella mi propia indigencia. Enséñame a comprender lo que ella me sugiere, lo que debo hacer precisamente yo, y precisamente ahora. Y luego haz que esa comprensión se fortalezca y dé fruto, de modo que también yo actúe conforme a ella. Amén

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PRIMERA ESTACIÓN

JESÚS ES CONDENADO A MUERTE Jesús está ante el tribunal. Los que le acusan son calumniadores. El juez es un hombre sin carácter. El proceso, un escarnio de toda justicia. Este tribunal declara al Señor culpable de un grave delito. La pena es ignominiosa y terrible a la vez. Y Jesús sabe bien lo puras que han sido siempre sus intenciones. ¡Y cuánto ha amado al pueblo y se ha sacrificado por su salvación! La terrible injusticia y frivolidad de esta sentencia debe de haber conmovido el corazón del Señor hasta el fondo. ¡Cómo se sublevaría mi sentido de la justicia si alguien quisiera imponerme un castigo injusto! Cómo me rebelo contra la desgracia cuando pienso que no la he merecido. ¡Y eso a pesar de que sé bien lo culpable que soy! ¡Cómo habrá tenido que afectar al Señor la miserable farsa del juicio! Él, sin embargo, calla. Acepta la sentencia con un acto de voluntad libre, porque en esa decisión late la santísima voluntad del Padre, y en ella se juega nuestra salvación. Pero todo lo que ahora va a suceder está embebido de la ácida amargura de ser injusto e inmerecido. Señor, Tú me precediste y me abriste el camino. Enséñame ahora a seguirte cuando me llegue la hora. Si tengo que recibir órdenes o reproches dichos en tono áspero, muéstrame lo que haya en ellos de justo, y enséñame a olvidar lo injusto. Cuando un deber me parezca insoportable, quiero reconocer en él la voluntad del Padre y cumplirlo. Si me vienen sufrimientos que considere inmerecidos, enséñale a mi corazón a ajustarse a la voluntad de mi Padre, como hiciste Tú. Si sufro una injusticia manifiesta, que tu gracia me ayude a guardar silencio y dejar mi justificación en manos del Padre.

SEGUNDA ESTACIÓN

JESÚS TOMA LA CRUZ SOBRE SUS HOMBROS Ha sido dictada la sentencia. Jesús la ha aceptado en silencio. Y ahora traen la cruz. El reo mismo debe llevarla hasta el lugar de la ejecución. Jesús acoge el madero del dolor. No deja pasivamente que se lo carguen, sino que lo agarra con decisión.

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Este gesto no responde a una exaltación irreflexiva. Lo que va a suceder se presenta, en todo su horror, al espíritu de Jesús de modo preciso y duro. Él no se llama a engaño. Lo que le mueve no es tampoco el valor de la desesperación. El Señor actúa con plena libertad, sin miedo alguno.


La misión que el Padre le ha encomendado la ve realizada en la cruz, nuestra salvación. Esta es la meta que ansía con toda la energía de su corazón. Por eso su alma está lúcida y serena. Va al encuentro de la cruz y la toma, decidido, en sus manos. Señor, una cosa es decir cuando todo va bien: “estoy dispuesto a cuanto Dios quiera”, y otra distinta es hallarse realmente dispuesto cuando llega la cruz. Entonces, el corazón se vuelve a menudo indolente y medroso, y se olvidan las buenas disposiciones. Ayúdame, pues, a mantenerme firme cuando llegue la hora. Tal vez esté ya la cruz aquí, o muy cerca. Que venga cuando sea: yo quiero estar preparado. Hazme fuerte y generoso, para que no me lamente ni oponga a lo que haya de suceder un día. Quiero mirarlo a los ojos con valentía y reconocer allí la llamada del Padre. Otórgame la firme confianza de que también este dolor será para mi bien, y dame fuerza para aceptarlo resueltamente. Si consigo esto, buena parte de su amargura habrá sido ya superada.

TERCERA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ BAJO EL PESO DE LA CRUZ No ha dormido en toda la noche y no ha tomado nada desde ayer tarde. “Lo han llevado a rastras de una autoridad a otra. Los dolores y la pérdida de sangre lo han debilitado. La inmensa ruindad de los hombres lo ha atormentado interiormente. El Señor está terriblemente cansado. La cruz es demasiado gravosa para Él; su peso desborda sus fuerzas. La lleva un trecho, temblándole las rodillas, pero luego tropieza con una piedra, o alguien del gentío le empuja y lo hace caer. ¡Qué duros son los hombres en tales momentos! Risas, insultos y golpes llueven sobre el caído. En cuanto puede, Jesús se levanta, alza con esfuerzo la cruz sobre sus hombros heridos y sigue adelante. Señor, la cruz es demasiado pesada para Ti, pero Tú la llevas por nosotros, pues así lo ha querido el Padre. Su peso rebasa tus fuerzas; sin embargo, no la arrojas lejos de Ti. Caes, vuelves a levantarte y sigues llevándola. Enséñame a entender que todo sufrimiento verdadero ha de parecernos en algún momento y de alguna manera demasiado pesado para los hombros, pues no fuimos creados para sufrir sino para ser felices. Toda cruz parece, alguna vez, exceder a nuestras fuerzas. Y se oyen de nuevo palabras de agotamiento y angustia: “¡Ya no puedo más!”. Señor, por la fuerza de tu paciencia y tu amor, ayúdame en esa hora para que no falle. Tú sabes lo pesada que puede llegar a ser una cruz. Tú no nos tomas a mal cuando desfallecemos, y nos ayudas a levantarnos de nuevo. Renueva mi paciencia, derrama su fuerza en mi alma. Entonces, ella vuelve a levantarse, toma su carga y sigue caminando.

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CUARTA ESTACIÓN

JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE La Virgen habrá estado esperando en un cruce de calles, y ahora se une a la comitiva. Nada se dicen la madre y su Hijo. ¿Qué iban a decirse? Se sienten los dos solos, completamente solos en el mundo –a pesar de la masa anónima que los rodea– mientras sus miradas se entrelazan y sus corazones laten al unísono. Sólo Dios sabe qué inmenso amor y sufrimiento atravesó entonces sus almas y se comunicó a través de sus miradas. ¿Quieres pensar durante un momento cómo era el alma de María? Muy fuerte, sensible y profunda: amor puro. Y, aunque pueda a veces suceder que las madres vean su dolor aliviado por la capacidad del corazón humano de embotarse y no ahondar en el motivo del sufrimiento, María, la elegida entre todas ellas, la cercana a Dios, no tuvo tal alivio. Ella vivió el dolor hasta lo más hondo. Fue un instante largo y breve al mismo tiempo. Luego le dijo el Señor con su mirada: “Madre, así debe ser. El Padre lo quiere”. “Sí, hijo mío, el Padre lo quiere, y Tú también: así ha de suceder”. ¡Oh Señor, querido Señor mío, que sea yo el culpable de esta amargura…! ¡Por mí te separaste de tu Madre! Señor, este sacrificio no debe ser inútil para mí. Haz que lo recuerde cuando Dios me llame y mi corazón se sienta atado por las personas. Enséñame a superar el respeto humano, cuando alguien quiera impedir que dé testimonio de Ti. Enséñame a liberarme de los miramientos humanos, cuando éstos quieran apartarme de mis obligaciones. Enséñame a ser más fuerte que el amor humano, por grande y puro que sea, cuando éste me ponga en peligro de serte infiel. Pero, Señor, enséñame a hacerlo como Tú lo hiciste: con amor. No con rudeza y desconsideradamente, sino con delicadeza y tacto. Y estoy seguro de que si, en atención a Ti, debo hacer daño a alguien en cuanto al amor, éste se fortalecerá en Ti. Y lo que tenga que perder por Ti, en Ti lo recobrará mil veces.

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QUINTA ESTACIÓN

SIMÓN DE CIRENE ES OBLIGADO A AYUDAR A JESÚS Por unos instantes, el Señor se ha visto cobijado por el amor maternal. Ahora tiene que salir de ese ámbito de amparo. Y le resulta doblemente amarga la rudeza que le rodea; la cruz le pesa el doble. Está solo. Los que le quieren se ven desvalidos. Los que podrían ayudarle no quieren. Al ver los soldados de la guardia que las fuerzas de Jesús flaquean, echan mano de un campesino –de nombre Simón– que vuelve del campo; él ha de ayudarle a llevar la cruz. Pero no quiere; tiene hambre, quiere ir a casa, comer y descansar. ¿Por qué ha de fatigarse por ese agitador? Se niega y tienen que obligarle. Toma la cruz indignado y furioso. Menguada ayuda va ser ésta para Jesús… El Señor se halla en total soledad; está completamente solo en su horrible aflicción. Únicamente el Padre está junto a Él. Señor, a muchos has ayudado; ahora te han abandonado todos. Y Tú no te rindes, por mí, para ser mi camino y mi apoyo. Si algún día me encuentro solo en el dolor, pensaré en Simón de Cirene. Con qué frecuencia se ve abandonado el que está en un apuro. Solo en el dolor, sin que nadie le ayude. Solo en su dolor interior, sin que nadie le comprenda. Y si acude a los demás con su problema, verá en su rostro cuán incómodo les resulta. Sus gestos y palabras le indican: “¿Qué nos importa eso a nosotros?” Señor, en esas horas acompáñame. Ayúdame, para que asuma esa soledad y no desfallezca. No debo ir enseguida a compartir mis congojas con los demás. Tengo que aprender a asumirlas libremente, a solas contigo. Y si algún día veo claramente en mi interior que, en el fondo, cada uno está solo con sus problemas y debe resolverlos por sí mismo, pues, en definitiva, nadie puede ayudar a los demás, hazme entonces sentir que Tú estás junto a mí. Hazme saber que eres fiel: no me abandones.

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SEXTA ESTACIÓN

LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS El Señor se siente del todo abandonado. A su alrededor sólo hay hostilidad, crueldad, dureza de corazón. Está extenuado a causa de la sed y el dolor; se halla cansado en cuerpo y alma hasta el desfallecimiento. La cruz le pesa horriblemente. Siente como si fuera a asfixiarse, y, a menudo, todo gira ante sus ojos. Cualquier otro se escaparía, completamente desesperado, y no mostraría interés por nada. Y, al acercarse la Verónica y ofrecerle su lienzo, no la hubiera siquiera mirado, antes seguiría, ciego e indiferente, dando traspiés. Jesús, en cambio, jadea bajo la carga, pero su corazón es tan delicado y se halla tan despierto que es capaz de valorar el humilde servicio de esta mujer; manifestarle su aprecio y agradecérselo al modo divino. Enjuga su rostro, y, cuando le devuelve el paño, éste lleva impresos sus santos rasgos. ¡Oh Señor, qué fuerte y sensible es tu corazón! Tú, alma regia, noble sobre toda nobleza, absolutamente libre. ¡Tú solo libre entre nosotros, siervos de la vida y del dolor! ¡Oh, hazme libre a mí también! Cuando esté sufriendo y vaya a volverme ciego e indiferente hacia las personas que me rodean, mantén lúcida mi mirada y libre mi corazón del egoísmo que tan fácilmente asalta a los que sufren. Ayúdame a no pensar siempre en mí. No debo volverme exigente, convertirme en una carga para los demás, perturbar su alegría porque me siento triste. Enséñame a apreciar los pequeños servicios del amor; y a valorarlos debidamente y dar gracias por ellos. Sí, debo aprender a ser yo mismo útil a los otros, pues uno supera muy fácilmente su dolor cuando se olvida de sí mismo y ayuda a los demás. Enséñame a pensar en ellos y entenderlos. Muéstrame cómo puedo ganar su confianza; cómo puedo decirles una buena palabra, y consolarlos, animarlos, apoyarlos.

SÉPTIMA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ BAJO LA CRUZ Simón de Cirene ha ayudado mal. Posiblemente, acabó marchándose. Jesús vuelve a estar solo entre el pueblo despiadado. De su madre ha tenido que separarse; sus discípulos han huido; los pocos que le son fieles se sienten impotentes entre el gentío. Nadie le ayuda en su desvalimiento. La cruz es muy pesada; pero más le pesa sobre su alma la ingratitud que le rodea. Con el amor más desinteresado anunció a todos el Reino de Dios. De modo que puede haber ahora alguien entre la multitud a quien haya curado o alimentado en el desierto. Y ahora todos braman contra Él, como si fuera su peor enemigo.

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Esto es lo que lo hace caer por segunda vez al suelo. Pero una gran luz resplandece en su alma: justamente a través de lo que le están haciendo quiere salvarlos. Así que vuelve a levantarse por segunda vez con esfuerzo, y sigue andando. ¡Señor, ojalá comprendiera yo lo grande que es sufrir por los demás! Todos tus sufrimientos albergan una oculta dulzura, porque Tú sabes que son para nosotros una fuente de bendición y salvación. ¿No puedo yo pensar lo mismo? ¿No puedo yo soportar lo que me oprime a favor de otros? ¿Ofrecer en sacrificio al Padre Celestial, junto a tu Pasión redentora, mis preocupaciones, mis trabajos y sufrimientos? Por todos los que me son queridos: esposos, hijos, padres, hermanos… Por todas las necesidades del ancho mundo… Por todo lo grande, puro y santo que está en peligro… Por los muchos que yerran, y están en pecado, y se han extraviado… ¡Ojalá comprendiera yo profundamente que mis padecimientos serían entonces una bendición para otros! ¡Que participan de la energía que irradian los sufrimientos del Redentor! ¡Que atraen la gracia de Dios sobre los demás, y consuela cuando nadie puede hacerlo! ¡Sí, entonces se habría vencido verdaderamente al dolor! Se lo habría superado en su raíz más honda. Y, en lugar de estar despechado, sentiría yo, en medio de mis penalidades, la alegría de ser instrumento de Dios en la obra del amor y la redención. ¡Señor, te pido con toda mi alma que me enseñes a comprender esto! Haz mi alma grande y generosa, para que comprenda esta gran verdad inefable, y dale el amor necesario para ponerla en obra.

OCTAVA ESTACIÓN

JESÚS HABLA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN También aquí se manifiesta el prodigio de la libertad interior de Jesús. Cuando pienso cómo tiene Él que sentirse… Su cabeza, atormentada por las espinas; su cuerpo, desgarrado por hondas heridas, torturado por un sudor acre… A punto de ahogarse bajo el peso de la cruz… A su alrededor, sólo odio y burlas, y ante él el horrible final… Si estuviera yo en tal situación, y vinieran algunos hacia mí profiriendo grandes lamentos, compadeciéndose de mí con voces y llantos, ¿no me invadiría una impaciencia irrefrenable? Pero el alma de Jesús permanece libre y serena. Y, aunque todo en él tiembla de dolor, habla con calma a las mujeres y cumple su misión de enseñarles y amonestarles. A todos nos llega la hora en que nos oprimen grandes sufrimientos, y todo en nosotros se estremece bajo su violencia. Los nervios ya no quieren obedecer, y nos cuesta esfuerzo dominarlos e impedir que se derrumben. Doble esfuerzo si el entorno nos atormenta con una conducta insensible e irracional.

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Señor, si alguna vez me sucede esto, ayúdame a mantener la calma. Que el ejemplo de tu paciencia me dé fuerza para dominarme y ser amable con los demás, incluso con los insensatos, insensibles y rudos. Quiero proseguir pacíficamente mi trabajo y seguir profesándote aun estando bajo de ánimo.

NOVENA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ BAJO LA CRUZ Poco después de la segunda caída, vuelve Jesús a desplomarse. ¿Qué podemos decir ante semejante martirio? ¿Repetir palabras? Todas parecerían aquí vacías. Intenta sentir lo que Él padece. Lo mortalmente cansado que está, y lo que significa caer bajo tal carga y en tal entorno ¡por tercera vez! Jesús está al límite de sus fuerzas. Sin embargo, se yergue una vez más, y carga con la cruz hasta la meta. Pero allí no le espera la salvación, sino una muerte horrible. ¡Oh Jesús, el fuerte por excelencia, Tú estás en mí, y yo en Ti. Contigo debo perseverar en el dolor, incluso cuando piense que ya no puedo más. Contigo tengo que cumplir mis deberes, incluso tratándose de obligaciones sencillas. Ayúdame a no desfallecer en las grandes pruebas y a no rehuir el cumplimiento del deber. Y si caigo, por debilitarse mis fuerzas, ayúdame a levantarme de nuevo. Tres veces caíste; tres veces te levantaste. Enséñame a comprender, Señor, que no exiges que no seamos débiles nunca, sino que volvamos a levantarnos una y otra vez. Enséñame a entender que toda nuestra vida terrena es siempre un constante volver a levantarse, un decidido recomenzar.

DÉCIMA ESTACIÓN

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS Todo se lo han quitado: su libertad, sus amigos, su actividad. Ahora le quitan, incluso, la dignidad de su cuerpo. Totalmente desnudo, es expuesto a la mofa. Cualquier descarado puede mirarlo y escarnecerlo. Todos los que antes lo veneraron como un gran profeta y lo celebraron como Mesías, amigos, extraños, las gentes de todo el pueblo lo ven ahora en su humillación. El alma de Jesús es fuerte, profunda, indeciblemente noble y delicada. Su sentido del honor es muy vivo y sensible. El deshonor lo acosa como una llama devoradora. Pero él está cumpliendo la voluntad de Dios, y persevera.

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Señor, recuérdame esta hora amarga cuando se trate de mi propia honra. Cuando alguien malentienda mi intención y me atribuya motivos ocultos. Cuando se me calumnie y manche mi buen nombre. Cuando me malentiendan incluso los que me son próximos y deberían saber cómo pienso yo.


Este escarnio incalificable lo has padecido por mí. Haz que tu ejemplo me dé fuerza en las horas de prueba. Dios sabe la verdad. En esta convicción me apoyaré. Pensaré que mi honra queda a su cuidado, y que él me justificará en el momento oportuno. No dejes que pierda la paciencia; no permitas que devuelva mal por mal, que censure, juzgue e incluso levante sospechas sobre quien ha mancillado mi honor. Ayúdame a seguir siendo justo, permanecer sereno y confiar en Ti.

UNDÉCIMA ESTACIÓN

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ Lo que sucede ahora es tan horrible que quisiera uno huir para no tener que presenciarlo. Y ver cómo lo crucifican y levantan la cruz… ¡Oh, mi Señor y Salvador…! Pero yo no tengo derecho a escapar; debo quedarme aquí, pues Él padece por mí. Hasta ahora, Jesús ha podido al menos recorrer el camino, moverse, esforzarse. En este momento, todo eso cesa. Ya no puede hacer más que estar suspendido en silencio y resistir. Los dolores en los miembros atravesados, en su cabeza y en todas sus profundas heridas se vuelven cada vez más lacerantes; la sed le atormenta más y más; la congoja del corazón se acrecienta. Y él no puede ayudarse de ninguna forma; ni moverse ni hacer otra cosa que resistir y sentir cómo se acerca la muerte. ¡Y las gentes alrededor! ¡El odio demoníaco y las burlas de sus enemigos! ¡La rudeza del populacho! ¡Oh Señor, perdona a este pecador! Pues soy culpable de tu desgracia. Y haz que Tu pasión no quede sin fruto en mi vida. Haz que yo experimente en mí tu paciencia y tu energía divina. Para todos llega un día la hora en la que no puede hacer nada, ni salvar su honra, ni aliviar su dolor, ni encontrar salida a su situación menesterosa. Así será, sobre todo, en la última enfermedad, cuando uno sepa que se acerca el fin y el médico se vea incapaz de remediarlo.

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Entonces está cada uno clavado y no puede prestarse ayuda. Sólo puede hacer una cosa: centrar el corazón y la voluntad en Dios; aferrarse firmemente, muy firmemente a la voluntad del Padre y perseverar en silencio. Y dejar completamente en sus manos el que las cosas tengan un fin bueno o amargo. Señor, cuando esa hora llegue, estarás a mi lado, lo sé. La fuerza de tu cruz estará en mí, y me hará fuerte.

DUODÉCIMA ESTACIÓN

JESÚS MUERE EN LA CRUZ Jesús padece durante tres horas. Junto a la cruz están su madre y su amigo del alma. “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, le dice a ella. Y a Juan: “Ahí tienes a tu madre”. Es como si se desligara del amor de estas dos personas, en el que se hallaba envuelto. Jesús quiere estar solo. Ha tomado sobre sí nuestras culpas; quiere asumirlas él solo ante la eterna justicia. Nadie ha de acompañarle. Totalmente solo ha de resolver ese tremendo asunto con Dios. Lo que, en ese momento, sucedió en el alma de Jesús nadie lo sabe. Entonces exclamó: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” Nadie ha desvelado el misterio de que el Hijo de Dios pueda estar abandonado de Dios. Sólo podemos decir esto: Hasta ahora su corazón sentía consuelo y apoyo en la cercanía de Dios. Ahora, hasta de esto se ve privado. Jesús se ve despojado y solo. Abandonado de todos. Está solo con nuestras culpas ante la justicia divina. Nadie podrá llegar a imaginarse jamás lo que esto significa. Sólo una cosa le sostiene: su inquebrantable lealtad a la misión que el Padre le encomendó; su inconcebible amor por nosotros. Y en este amor se consume él, hasta que todo esté terminado. “Todo está consumado”. Yo adoro a la infinita justicia de Dios, ante la que comparezco como pecador. Y a Ti, mi Salvador, que por mí intercediste. Señor, Tú me has salvado; te lo agradezco de todo corazón. Me has mostrado también cómo puedo sobrellevar mi dolor y cómo puedo superarlo por mí mismo: mediante el amor. Sólo podré sobrellevarlo si lo recibo, como Tú de la mano del Padre. Si confío en el Padre y me acojo a él. Entonces seré fuerte, aunque todo lo demás me falle.

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Sólo podré superar el dolor si lo convierto en una bendición para otros, como Tú hiciste. Si lo sobrellevo y lo ofrezco al Padre por los que amo, por todos a los que quiero ayudar. Entonces, mi dolor participará en la omnipotencia de tu pasión; atraerá la gracia del Padre y prestará ayuda donde nada ni nadie puede hacerlo. Y entonces también me ayudará a mí, al saber que no sufro en vano, sino que mi sufrimiento supone una bendición para otros. Y si llega la hora en que no puedo hacer nada y me siento inútil en este mundo, puedo realizar lo más excelso: ofrecer contigo, de modo abnegado y discreto, mi dolor, mi impotencia, incluso mi muerte por los demás. Señor, sólo así se logra lo que ni la sabiduría humana, ni poder o bien alguno del mundo pueden conseguir: sólo así son realmente vencidos el dolor y la muerte.

DECIMOTERCERA ESTACIÓN

JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ El Señor ha apurado su cáliz de dolor. Ahora está muerto. La obra maravillosa de Dios, esta vida floreciente, llena de energía y riqueza, inmensamente fuerte y delicada, ha quedado destruida. Humanamente hablando, Jesús tenía todavía la vida ante Sí. ¡Cuánto podía aún haber hecho, enseñado y ayudado! ¡Qué plenitud de vida divina hubiera podido brotar de Él si hubiera vivido una vida humana completa! Todo eso ha sido aniquilado. Pero ésta es “la locura de la cruz” “El grano de trigo tenía que morir” para que naciera de Él la vida más alta, y quienes lo enterraron se convirtieron, sin quererlo, en sembradores de la Salvación. Ésta es, Señor, la respuesta a las amargas preguntas: ¿Por qué tenemos que sufrir cuando todo nos llama a ser felices y llevar una vida creativa? ¿Por qué hay que morir? ¿Por qué hay que irse cuando no se ha vivido la vida todavía? ¿Por qué hemos de devolver lo que nos es tan querido? Aquí fracasa la sabiduría humana. Sólo en la cruz está la respuesta: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo”. Todo nuestro dolor, nuestro sacrificio y nuestra muerte son simiente celestial. Si nos identificamos con la voluntad de Dios, se trueca vida por vida, para nosotros y para los demás. Así quiero creerlo. Quiero confiar en Dios y apoyarme en Él, para que también mi vida, mi dolor y mi muerte den fruto eterno.

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DECIMOCUARTA ESTACIÓN

JESÚS ES DEPOSITADO EN EL SEPULCRO Envuelven el cuerpo del Señor en sábanas de lino y lo depositan en la tumba de José de Arimatea. Hacen luego rodar una pesada losa sobre la entrada del sepulcro y vuelven, tristes, a sus casas. Ahora todo está en silencio. Respiramos aliviados por haber terminado, al fin, el horrible sufrimiento. Una paz profunda rodea la tumba solitaria. Es la paz de la plenitud. El que duerme allí ha llevado a término, con lealtad divina, cuanto el Padre le había encomendado. Ahora descansa de su labor. Nosotros tenemos la impresión de que en torno a este silencioso lugar relampaguea ya la inminente gloria de la Pascua. Pero los discípulos ven todo de otra manera. Para ellos se ha perdido toda esperanza. Para ellos, el sufrimiento y la muerte del Viernes Santo son el fin. Pero también a ellos se les aparece pronto Jesús, irradiando fuerza y luz, y descubren que “el Mesías debía sufrir todo eso para entrar en su gloria”, y que su muerte era el precio de nuestra vida. Oh, Señor, ésta es la Buena Nueva que nos trajiste a todos: que tras cada Viernes Santo viene la Pascua de Resurrección; que todo sufrimiento es una fuente de bendición, y la muerte misma es semilla de nueva vida para quienes se acogen a Ti. Enséñame a comprender esto. Haz que se avive en mí esta convicción cuando vengan las horas difíciles. Entonces veré por experiencia que de esta forma no sólo puedo soportar el sufrimiento, sino también superarlo. En Ti quiero sentirme superior a él y convencerme de que el alma sale fortalecida de cada episodio doloroso vivido con valentía, y un rayo de luz pascual brilla cuando se supera un momento sombrío. Y experimentaré que quien así contigo vive y sufre… también en la amargura participa de tu paz.

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ORACIÓN Señor, ahora me dejas salir del sagrado ámbito de tu Pasión. Retorno a mi vida cotidiana. Tú me has enseñado que nuestro dolor no es una sombría servidumbre contra la que nos rebelamos en vano, o en la que fracasamos y nos desesperamos. El dolor es amargo pero viene de Dios, y está destinado a promover nuestra salvación. Tú me has enseñado cómo llevar mi cruz: confiando en Dios y por amor a Él. Me has enseñado también cómo puedo vencer el dolor: ofreciéndolo como un sacrificio por amor a los demás. Graba esta verdad santa en lo más hondo de mi corazón, para que no la olvide nunca. Y haz que reviva en mí sobre todo cuando más la necesito: en la hora de la aflicción. Pensaré entonces en lo que me has dicho hoy, y actuaré en consecuencia. Amén.

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«Así lo ha ilustrado Miguel de Unamuno cuando, en su recreación original del Quijote, identifica el miedo de Sancho ante los molinos de viento con el temor que agita al hombre contemporáneo cuando se enfrenta a sus propias creaciones tecnológicas. Es un miedo que le impide vivir a la altura de su propia humanidad.» El Quijote de Mancha, según grabado de Gustav Doré.

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Cervantes y la pregunta del hombre moderno Por José Granados DCJM

A

quien quiera analizar el curso de los tiempos modernos para ver a qué altura de su ruta nos encontramos, puede ayudarle tomar de nuevo entre las manos el Quijote. La gran novela de Cervantes ha gozado de éxito ininterrumpido desde su aparición. Hizo llorar a los románticos y los revolucionarios soñaron, al leerla, con una libertad sin límites. Su autor probablemente no sospechó que las aventuras de este loco caballero andante continuarían vivas tanto tiempo en los corazones. Y el hecho es, en sí considerado, misterioso: ¿qué hizo que la historia del chusco hidalgo y su gracioso escudero calara hondo a lo largo del curso de la Modernidad? Se puede explicar el éxito de la novela acudiendo al contraste entre el mundo de sueños e ideales encarnado en el noble Quijote y el horizonte mundano, la realidad de todos los días, que representa Panza1. Mientras el primero aspira a la grandeza del espíritu, libre de toda barrera y en busca constante de aventuras, el segundo atestigua el desencantamiento del mundo moderno. Habitamos, en efecto, un universo sin misterio, que creemos puede ser explicado totalmente, o podrá serlo algún día, según las leyes de la matemática y la física, y es por eso incapaz de servir de horizonte a la búsqueda humana de sentido. La genialidad de la primera novela moderna consistió, notémoslo, en que su tema coincidía exactamente con el propio de la nueva época. Pues se representaba en ella el abismo que se abre entre los deseos gigantes del hombre y su situación desamparada, en un cosmos vacío de mensajes2. Así lo ha ilustrado Miguel de Unamuno cuando, en su recreación original del Quijote, identifica el miedo de Sancho ante los molinos de viento con el temor que agita al hombre contemporáneo cuando se enfrenta a sus propias creaciones tecnológicas. Es un miedo que le impide vivir a la altura de su propia humanidad:

Habitamos, un universo sin misterio, que creemos puede ser explicado totalmente, o podrá serlo algún día, según las leyes de la matemática y la física, y es por eso incapaz de servir de horizonte a la búsqueda humana de sentido.

*El presente texto corresponde a la Introducción del libro Teología de la carne- El cuerpo en la historia de su salvación, (Editorial Montecarmelo y Didaskalos, Burgos 2012) del profesor José Granados del pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios del Matrimonio y la Familia. Agradecemos al autor su autorización.

Tenía razón el Caballero: el miedo y solo el miedo le hacía a Sancho y nos hace a los demás simples mortales ver molinos de viento en los desaforados gigantes que siembran mal por la tierra. […] Hoy no se nos aparecen ya como molinos, sino como locomotoras, dinamos, turbinas, buques de vapor,

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HUMANITAS Nº 69 pp. 104 - 111

1 Cf. J. ORTEGA Y GASSET, Meditaciones del Quijote, Alcaraz, Madrid 1914, 54-55. 2 Cf. J. MARÍAS, Cervantes clave española, Alianza, Madrid 2003.


automóviles, telégrafos con hilos o sin ellos, ametralladoras y herramientas de ovariotomía, pero conspiran al mismo daño. El miedo y solo el miedo sanchopancesco nos inspira el culto y veneración al vapor y a la electricidad; el miedo y solo el miedo sanchopancesco nos hace caer de hinojos ante los desaforados gigantes de la mecánica y la química, implorando de ellos misericordia. Y al fin rendirá el género humano su espíritu agotado de cansancio y de hastío al pie de una colosal fábrica de elixir de larga vida. Y el molido Don Quijote vivirá, porque buscó la salud dentro de sí y se atrevió a arremeter a los molinos3 . La genialidad de la primera novela moderna consistió en que su tema coincidía exactamente con el propio de la nueva época. Pues se representaba en ella el abismo que se abre entre los deseos gigantes del hombre y su situación desamparada, en un cosmos vacío de mensajes.

3 M. DE UNAMUNO, Vida de Don Quijote y Sancho, Madrid 1905. 4 Cf. el interesante estudio de D. LEDER, The Absent Body, University of Chicago Press, Chicago 1990.

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«El molido Don Quijote vivirá, porque buscó la salud dentro de sí». Unamuno nos describe de este modo la única salida que parece todavía abierta al hombre. Dado que el mundo de la natura, similar a una inmensa maquinaría, resulta inhabitable, hay que refugiarse en otra esfera de la realidad, «dentro de sí». Es la esfera del propio yo, aislada del comercio con las ciencias naturales, y que incluye el reino de lo subjetivo: el arte, la moral, la religión... Pero, ¿es esta una solución real a los problemas humanos? Ocurre más bien que ni siquiera en sí mismo encuentra el hombre el abrigo que busca. Pues la grieta que divide el mundo moderno atraviesa su mismo ser: es una grieta que llega a la juntura de alma y cuerpo para separarlos4. Y, en efecto, el cuerpo tiende a ser considerado, desde Descartes, una parte más del vasto universo donde imperan las leyes de la física. Conocemos las ecuaciones que lo rigen, descritas con ayuda de las ciencias positivas. Y un día, cuando lo sepamos todo de él, seremos capaces de sustituirlo por un artefacto mecánico, más dócil a nuestros dictados. Y aún así esta forma de ver no consigue eliminar la sensación de que el cuerpo pertenece a la propia identidad, de que mi cuerpo soy yo, de que sin cuerpo no puede el hombre orientarse en el laberinto de la vida. Cervantes, en su Quijote, hizo de este contraste, que constituye el gran enigma de la condición humana, tema favorito. La locura del caballero andante le lleva casi a olvidar los cuidados del cuerpo, y su descompuesta estampa recibirá el sobrenombre de «caballero de la triste figura». Por su parte, Sancho nos recuerda continuamente las exigencias corpóreas de la vida, la necesidad de comer, beber y dormir. En este horizonte podemos formular de nuevo la pregunta: ¿Es posible reconciliar los dos extremos de la novela de Cervantes? ¿Puede el mundo cotidiano representado por Sancho ser un lugar en que el sentido último, aquello que da a la vida su norte, se haga manifiesto? ¿O debemos más bien dejar este cosmos a sí mismo, como


un universo sin vida, incapaz de despertar el asombro y de ofrecer respuesta a nuestras mil preguntas? Nos planteamos, en otras palabras, si se puede redescubrir la realidad como ámbito en que tiene cabida el misterio –la manifestación de aquello que, estando más allá de nosotros, da sentido a cuanto realizamos–. Volviendo al ejemplo usado por Unamuno podemos decir que, en otro tiempo, los molinos del Quijote –el aire que los propulsa y la harina molida en ellos– evocaban mucho más que procesos naturales sujetos a anónimas leyes; tenían valor simbólico que permitía al hombre descubrir el horizonte de su travesía por el mundo. El viento hablaba del respiro, por el que el hombre recibe la vida; la harina recordaba el pan, que asocia al hombre a la tierra y le desvela los beneficios de que depende su existencia. ¿Hemos de resignarnos a que estos molinos queden reducidos a aparatos tecnológicos, incapaces de simbolizar nuestro origen y meta? A este respecto es interesante volver a la lectura creativa del Quijote que llevó a cabo Unamuno en su Vida de Don Quijote y Sancho, donde la locura del héroe se debe en realidad a un amor frustrado por Aldonza Lorenzo5. El amor no correspondido de Alonso Quijano tiene como efecto la desilusión vital del protagonista, que ya no confía en encontrar respuesta a sus deseos en el paraje gris de La Mancha. Por eso se siente empujado a resucitar el loco mundo de la andante caballería: Aldonza se convierte en Dulcinea y Alonso Quijano pasa a ser Don Quijote. Pues bien, al hacer esta conexión entre el amor por Aldonza y los ideales del Quijote, Unamuno identificaba esa puerta por donde la novedad y el asombro son capaces todavía de entrar en la existencia cotidiana del hombre. Así comenta el escritor la aventura de los leones, cuando el Caballero se enfrenta a la fiera con el solo fin de mostrar su valentía:

La locura del caballero andante le lleva casi a olvidar los cuidados del cuerpo, y su descompuesta estampa recibirá el sobrenombre de «caballero de la triste figura». Por su parte, Sancho nos recuerda continuamente las exigencias corpóreas de la vida, la necesidad de comer, beber y dormir.

¡Maravillosa proeza! ¡Nunca visto valor de Don Quijote, y valor en seco, sin motivo ni objetivo, valor puro, valor acendrado! ¿No sería tal vez que mientras Don Quijote mostraba ostentar así su valentía, por debajo de él el pobre Alonso el Bueno, agobiado por el desencanto sufrido al no encontrarse con la suspirada Aldonza, buscaba morir en las garras y quijadas del león con muerte no tan torturadora como la que de continuo le estaba dando su amor desventurado?6

Así, de acuerdo con esta lectura, la experiencia del amor a Aldonza, de haber cuajado, habría ofrecido a nuestro caballero el emplasto para sanar la herida que laceraba su existencia. Se atisba aquí, siquiera

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5 Julián Marías está de acuerdo en este punto con la interpretación de Unamuno. Según el análisis de Marías, si se tiene en cuenta la vida de Cervantes y el resto de su producción literaria, se puede mostrar que el tema central del Quijote es precisamente el amor humano como clave para interpretar toda la existencia. Cf. J. MARÍAS, Miguel de Unamuno, Espasa Calpe, Madrid 1976. 6 M. DE UNAMUNO, Vida de Don Quijote y Sancho, 237


En este horizonte podemos formular de nuevo la pregunta: ¿Es posible reconciliar los dos extremos de la novela de Cervantes? ¿Puede el mundo cotidiano representado por Sancho ser un lugar en que el sentido último, aquello que da a la vida su norte, se haga manifiesto? ¿O debemos más bien dejar este cosmos a sí mismo, como un universo sin vida, incapaz de despertar el asombro y de ofrecer respuesta a nuestras mil preguntas?

7 Cf. A. HOWSON, The Body in Society, Polity Press, Cambridge 2004 8 Cf. M. FOUCAULT, Histoire de la sexualité, 3 vol., Gallimard, Paris 1976-1984. 9 Cf. A. GIDDENS, Modernity and SelfIdentity. Self and Society in the Late Modern Age, Stanford University Press, Stanford, CA 1991; ID., The Transformation of Intimacy. Sexuality, Love and Eroticism in Modern Society, Stanford University Press, Stanford, CA 1992; ID., Runaway World: How Globalisation is Reshaping Our Lives, Routledge, London 2002.

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vagamente, que en el amor, la concreta vivencia del hombre, la totalidad de la vida en sus muchas dimensiones (cuerpo, alma, espíritu), habla un lenguaje que le orienta en su busca de morada y destino. ¿Es posible que la promesa que el amor lleva en sí no nos conduzca al desencanto? Para que el amor pueda dar sentido a la vida, más allá de la efervescencia romántica, hemos de buscar en él un ungüento que sane las grietas de nuestro mundo roto. El amor ha de ser capaz de suturar la cicatriz originaria que divide en dos la experiencia del hombre, comenzando con la que separa al hombre de su propio cuerpo. Por eso de nada sirve un análisis del amor que no lo ponga en relación con el cuerpo y, a través de él, con el universo que nos rodea. La respuesta a la pregunta del cuerpo pasa por el amor y, del mismo modo, la respuesta a la pregunta por el amor pasa por el cuerpo. Como trataremos de mostrar en las páginas que siguen, la solución al problema ha de llegar en ese punto preciso de confluencia entre amor y cuerpo. Y, en efecto, notamos que en los intentos contemporáneos por superar la crisis de sentido que vive el hombre, el punto clave resulta ser precisamente el vínculo entre su condición corporal, por una parte, y las relaciones personales, por otra. La sociología, por ejemplo, vuelve ahora al cuerpo para descubrir allí un elemento clave en la construcción de la ciudad humana. El cuerpo aparece como lugar por donde el hombre puede escapar a su aislamiento crónico, entrando en contacto con otros y estableciendo lazos duraderos7. Cuerpo y amor se invocan mutuamente para ofrecernos un enclave donde la salvación es posible. Este redescubrimiento del cuerpo ha recibido, sin embargo, interpretaciones muy discordes. Tenemos, por ejemplo, la visión de Michel Foucault8. El cuerpo es, según su análisis, un medio por el cual la vida privada de los individuos se sujeta a la opresión de un Estado controlador. Así ha ocurrido, por ejemplo, con la forma en que se ha concebido la sexualidad y la liberación de ella, y lo mismo puede decirse de otras instituciones, tal como la clínica moderna. Foucault habla de poder administrativo o de bío-poder, para describir estas formas en que se abusa y viola la intimidad del hombre a través de su corporalidad. Un balance mucho más optimista le resulta al sociólogo británico Anthony Giddens9. Giddens adscribe al cuerpo lo que es en su opinión un papel muy positivo: el cuerpo es capaz de llevar a plenitud la tarea que la Modernidad iniciara. Según Giddens, nuestra época, que llama Alta Modernidad o Modernidad tardía, no considera el cuerpo como algo ya constituido, sino como elemento que puede ser recreado e incorporado al propio proyecto personal. El cuerpo se convierte así en el eje donde pivota el éxito del proyecto democrático liberal. La


«Al final de la novela, enfrentado con su destino, en el momento de la muerte, le es concedido al héroe reencontrar el camino de la salud mental. Tal curación es posible porque en este momento último su cuerpo, en fragilidad y pobreza, habla por fin de la verdadera aventura, de la llamada genuina a la trascendencia que la carne transparenta, no solo en la hora de la muerte, sino a lo largo del viaje entero de la vida.» El Quijote de Mancha, según grabado de Gustav Doré.

transformación del cuerpo es la forma de conquistar la esfera privada del individuo para la causa de la libertad. Si se quiere cumplir esta tarea será necesario que la política se interese con decisión por la vida privada, y ayude a remodelar las relaciones íntimas. Tal visión concierne, de un modo muy especial, a la llamada “familia tradicional”, último baluarte de un régimen anticuado en que la naturaleza todavía no es totalmente maleable al querer humano y que habrá, por tanto, que desarticular en nombre de una libertad sin vínculos10.

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10 La obra de Giddens ha inspirado, de hecho, la política familiar desarrollada en algunos países de Occidente durante la última década: son políticas que, como es sabido, quieren redefinir lo que llaman “familia tradicional” y no es otra cosa que, simplemente, la familia.


11 Cf. TERTULIANO, De resurrectione mortuorum 9, 2 (CCL 2, 932). 12 La frase fue acuñada por Friedrich Christoph Oetinger («Leiblichkeit ist das Ende der Werke Gottes»); cf. H. SCHLIER, Grundzüge einer Paulinischen Theologie, Herder, Freiburg - Basel - Wien 1978, 99. 13 Cf. TERTULIANO, De resurrectione mortuorum 8,2 (CCL 2,931). En lo que sigue no distinguiremos entre los términos cuerpo y carne, salvo que así se indique en el contexto. Por supuesto, hay diferencias entre ellos, que varían según el uso de cada autor. En San Pablo el término carne tiende a tomar un cariz negativo con respecto a «cuerpo», aunque en muchos usos vienen a coincidir. Y así, mientras el cuerpo es llamado a obtener la inmortalidad, carne se aplica solo a lo corruptible: cf. J. A . T. ROBINSON, The Body. A Study in Pauline Theology, The Westminster Press, Philadelphia 1952, 31: «mientras sarx se refiere al hombre, en la solidaridad de la creación, en su distancia de Dios, soma se refiere al hombre, en la solidaridad de la creación, como fue hecho por Dios». Por otro lado, para algunos Padres de la Iglesia, como Ireneo o Tertuliano, carne (caro) toma un significado más específico y es preferido a cuerpo (corpus) para expresar la visión propia cristiana. Carne indica la relación entre el hombre y el resto de la creación y, así, la inserción del hombre en su mundo y su relación con el resto de la familia humana. Para añadir a este breve elenco un autor moderno, Michel Henry ha basado su fenomenología de la Encarnación sobre el término carne, que se refiere al cuerpo humano vivido, y que Henry opone (en modo, a nuestro entender, excesivo) al cuerpo mundano, mera realidad externa: cf. M. HENRY, Incarnation. Une philosophie de la chair, Seuil, Paris 2000. 14 Cf. G. G. STROUMSA, «Caro salutis cardo: Shaping the Person in Early Christian Thought», History of Religions 30, no. 1 (1990) 25-50.

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De esta divergencia de opiniones, entre Foucault y Giddens, podemos rescatar un punto de acuerdo: la importancia dada al cuerpo en la elaboración de la identidad del hombre. Pues el cuerpo determina, para bien o mal, su vida en sociedad y, en el ámbito de la vida privada, las relaciones personales. Falta, sin embargo, una orientación que nos ayude a juzgar si estas perspectivas son adecuadas. ¿Está el hombre, como quiere Foucault, desamparado ante los poderes de la sociedad? ¿Ha de ser optimista, como propone Giddens, con un optimismo basado solo en su propia decisión y privado de un marco de orientación más amplio? ¿O anuncia el cuerpo al hombre un mensaje de libertad, haciéndole ver que es posible romper su aislamiento, más allá de la ansiedad paralizante en que el proyecto posmoderno le ha sumergido? Todo esto, importante para el futuro de nuestra sociedad, sitúa al cristianismo ante un reto y una oportunidad claves. De hecho, al retornar al cuerpo, nuestra cultura se ha venido a situar, acaso sin quererlo, en el punto exacto donde el evangelio de Cristo proclama su mensaje. En efecto, de acuerdo con el cristianismo, el cuerpo ha sido escogido por Dios para manifestar su misterio divino y ofrecer así salvación al hombre. Tertuliano habla del aprecio de Dios por la carne, que es «la obra de sus manos, la cura de su ingenio, el receptáculo de su soplo, la reina de su creación, la heredera de su prodigalidad, la sacerdotisa de su religión, el soldado de su testimonio, la hermana de su Cristo»11. Y del mismo modo ha sido posible resumir la teología de San Pablo con la frase: «El cuerpo es el fin de todas las obras de Dios»12. Ahora bien, puesto que el corazón del cristianismo es precisamente la revelación de Dios como amor (cf. 1 Jn 4,7-10), decir que Dios se revela en el cuerpo equivale a definir el cuerpo como lugar propio de la manifestación del amor. Así, según el evangelio, si el cuerpo tiene un lenguaje, éste no nos habla de la opresión que otros ejercen sobre el individuo (Foucault), ni se expresa tampoco con el optimismo moderado de quien trata de construirse su autónoma identidad y proyecto (Giddens). El lenguaje del cuerpo sirve más bien para expresar la verdad y plenitud del amor en que el hombre fue creado al principio y en que encontrará plenitud al cumplirse los tiempos. De hecho, el cuerpo ha sido llamado por Tertuliano «el quicio (o eje) de salvación» (caro salutis est cardo)13. Encontramos aquí una perspectiva muy rica, con que la teología puede responder al reto cultural que hemos descrito14. El cuerpo es el quicio de la salvación al menos en estos dos sentidos, asociados a la palabra latina cardo.


a) Cardo es en primer lugar el quicio donde la puerta gira y se abre. Queremos mostrar en estas páginas que la carne es quicio de salvación porque permite al mundo del hombre abrirse, para mostrar el acceso a la trascendencia, hacia el misterio de la manifestación de Dios. Volviendo a la novela de Cervantes podemos decir que en el cuerpo la realidad cotidiana que habita Sancho Panza muestra el acceso a los ideales de Quijote. Esta apertura tiene lugar en cuanto el cuerpo es el espacio donde se hace presente el amor en la experiencia humana, espacio en que Cristo entrará para expresar la plenitud del amor divino. b) Cardo puede significar también la calle principal de las ciudades romanas, que, junto al Decumano prestaba estructura a toda la ciudad. En teología, también la carne se convierte en el eje central donde se entrelazan las líneas de la experiencia del hombre y de la revelación de Dios, permitiéndonos captar la arquitectura de la salvación cristiana. De acuerdo con esto veremos cómo la lógica del cuerpo, unida a la lógica del amor, nos da acceso a la lógica de la revelación15. ¿Qué ocurre cuando tomamos el cuerpo como verdadero quicio de nuestra reflexión teológica, como el «lugar teológico» por excelencia, el sitio escogido por Dios para revelarse en plenitud al hombre? ¿Qué forma de entender el mundo, la persona humana y Dios resulta de esta perspectiva? ¿Y cómo puede esta visión orientar nuestros pasos en este momento cultural? La teología ofrece una respuesta a la pregunta planteada en la novela de Cervantes, que es la pregunta del hombre moderno. El mismo Cervantes, mientras narraba el drama de una existencia rota, ofrecía una solución, colocando en el centro de su novela la amistad entre el Caballero y Sancho, que crece y madura de página en página. Esta honda camaradería abrirá hacia lo alto el mundo sin ilusiones de Sancho y ayudará a Quijote a encontrar la conexión entre su misión de caballero y la experiencia cotidiana del vivir. Al final de la novela, enfrentado con su destino, en el momento de la muerte, le es concedido al héroe reencontrar el camino de la salud mental. Tal curación es posible porque en este momento último su cuerpo, en fragilidad y pobreza, habla por fin de la verdadera aventura, de la llamada genuina a la trascendencia que la carne transparenta, no solo en la hora de la muerte, sino a lo largo del viaje entero de la vida.

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El cuerpo, según Giddens, se convierte así en el eje donde pivota el éxito del proyecto democrático liberal. La transformación del cuerpo es la forma de conquistar la esfera privada del individuo para la causa de la libertad. Si se quiere cumplir esta tarea, será necesario que la política se interese con decisión por la vida privada, y ayude a remodelar las relaciones íntimas.

15 De acuerdo con San Ireneo de Lyón, la tarea del teólogo consiste en explicar la historia del mundo como una historia de la salvación de la carne. La teología ha de evitar las especulaciones propias del pensamiento gnóstico. Su tarea es, más bien, «quare Verbum Dei caro factum est et passus est, gratias agere... et quemadmodum mortalis haec caro induet immortalitatem et corruptibile incorruptelam, adnuntiare...» (cf. Adversus Haereses I, 10, 3; SC 264, 162-164). 16 Cf. JUAN PABLO II, Fides et Ratio 73 (AAS 91 (1999) 61-62).


NOTAS Concilio Vaticano II, ¿Qué fue? ¿Qué hizo? por M. Bernardino Piñera

El autor de esta reflexión sobre el Concilio Vaticano II, amén de ser uno de los pocos obispos actuales nombrados por el Papa Pío XII, es el único chileno, Padre Conciliar, que resta como testigo de esa magna asamblea, habiendo participado en sus cuatro sesiones. El presente texto completa uno anterior, publicado inmediatamente terminado el Concilio, que se puede leer en www.humanitas.cl (ver 50 años Concilio Vaticano II). Monseñor Bernardino Piñera Carvallo, arzobispo emérito de La Serena, honra a revista Humanitas por su pertenencia al Consejo de la misma desde su fundación.

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uando, a fines de 1965, clausurado el Concilio Vaticano II regresé a Temuco, sentí la necesidad de dar a conocer a los fieles de mi diócesis y a todos los que se interesaran por el tema lo que había sido el Concilio. Me llamaba la atención que todo el mundo se preocupaba de los “textos conciliares”, esos dieciséis documentos que ya habían sido publicados, bajo el título de “constituciones” –eran cuatro–, de “decretos” –eran nueve– y de “declaraciones” –eran tres–. Pero muy poco se hablaba de lo que había sido el Concilio “en sí mismo”.

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Al llegar a la primera sesión del Concilio, el 11 de octubre de 1962, se observaba en seguida que la Curia Romana había hecho un trabajo gigantesco para preparar las sesiones que venían. Y luego, durante todo el Concilio, la Curia Romana trabajó admirablemente en permitir que todos los obispos presentes dieran su opinión, de palabra, por escrito o simplemente con su voto. Logró así ir enmendando los textos iniciales hasta que fueran la expresión auténtica del parecer de las mayorías, sin perder el aporte, muchas veces valioso, de las minorías. Habían quedado constituidos

Durante algunos años, muchas diócesis del mundo celebraron “sínodos” para llevar a la práctica, a nivel local, los acuerdos conciliares que correspondían mejor a las realidades locales.

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NOTAS

“organismos post-conciliares” que llevarían los fieles de hoy. Al reeditar este folleto, mea la práctica los acuerdos tomados. De este trabajo gigantesco y llevado a cabo con mucha dio siglo después, no siento la exactitud, claridad y delicadeza, se hablaba necesidad de suprimir nada ni muy poco. Tampoco se hablaba de los “hechos” de modificar nada. Lo que puse conciliares y de los contactos que los obispos entonces por escrito corresponde exactamente habíamos tenido durante cuatro años con el a lo que tengo, aún fresco, en mi memoria. SoSanto Padre, con la Curia Romana, con los lamente quisiera agregar, a modo de epílogo, obispos del mundo entero, con los teólogos lo que sigue después de lo aquí dicho, y que más célebres, con los observadores de otras titulo “El Post-Concilio”. Trato ahí de distinreligiones y en cierto sentido con la opinión guir, entre todo lo que siguió al Concilio, lo que fue aplicación directa del mismo, de lo pública mundial. No se hablaba tampoco del “espíritu” que que fue fruto de iniciativas particulares, sin duda posteriores al Concilio, había reinado durante el Conpero que no dependían direccilio, espíritu de libertad, de Una parte importante tamente de él. respeto, de colaboración y de del clero, y muchos amenidad. De las relaciones católicos laicos, que se establecieron entre la El Post-Concilio teólogos, estudiosos de la “mayoría” y la “minoría”. Y sociología… se lanzaron de ciertas “tendencias” que se Terminado el Concilio con gran entusiasmo en fueron afirmando a lo largo de Vaticano II, ocurrió un hela construcción, en la esos tres años de convivencia cho extraño. Por una parte base, de una Iglesia, sin y de colaboración: el espíritu todos los obispos que habían duda “post-conciliar”, de “comunión” y el espíritu de participado en el Concilio y cronológicamente “diálogo” que prevalecieron todas las estructuras creadas hablando, pero que no durante las cuatro reuniones en la Santa Sede para llevar derivaba directamente conciliares y que, en cierta a la práctica las conclusiones de los textos escritos y manera, marcaron la conciende él se pusieron en activifirmados por los padres cia de cada uno de los obispos dad. Durante algunos años, conciliares o por la participantes. muchas diócesis del mundo autoridad pontificia. Fue entonces cuando decelebraron “sínodos” para llecidí escribir y publicar un var a la práctica, a nivel local, folleto intitulado “El Concilio los acuerdos conciliares que Vaticano II, ¿qué fue? ¿qué hizo?” que edita- correspondían mejor a las realidades locales. ron los Padres Paulinos y que contó con dos Hubo mucho entusiasmo por aplicar las reediciones (www.humanitas.cl – ver Concilio formas litúrgicas. Se acogió con mucho interés, Vaticano II). algunos años después, el Catecismo de la IglePasados 50 años desde este gran evento de sia Católica y sus “compendios”. Los obispos la Iglesia Católica de nuestro tiempo, me ha participaron con interés y con entusiasmo en parecido oportuno volver a publicar ese folleto, los Sínodos a los que fueron invitados periótal como lo fue en su primera edición, para que dicamente. Y fueron muchas las innovaciones, los católicos de hoy tengan conocimiento de un a nivel local, inspiradas directamente en los evento ocurrido hace ya medio siglo, pero que acuerdos conciliares. sigue presente en la mente y en el quehacer de Pero, al mismo tiempo, se despertó en una

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parte imporEn todo caso, las energías que se gastatante del clero ron en este tema, cronológicamente “posty en algunos conciliar” pero no una aplicación fiel de los cristianos lai- textos conciliares, dificultaron trabajar en cos, una ola forma metódica y empeñosa en llevar hasta la de iniciativas práctica local muchos acuerdos y orientaciones en el campo conciliares que pudieron haber hecho mucho t e o l ó g i c o y bien a la Iglesia. Tengo la impresión que, al pastoral. Estas celebrar los 50 años de la inauguración del podían consi- Concilio y al proclamar el “Año de la Fe”, el derarse como Santo Padre desea que volvamos a tomar los consecuencias textos conciliares, que volvamos a estudiar too aplicaciones dos los pasos que se dieron a nivel de la Iglesia del Concilio, Universal y de las Iglesias locales, de acuerdo podía pensar- con los documentos conciliares. Que se retome se que estaban “en la línea” del Concilio, pero el “post-concilio” en plena fidelidad a la letra no eran ciertamente simples aplicaciones de de las “constituciones”, “decretos” y “declaralos documentos conciliares. ciones” que emanaron de él. Una parte importante del A mi entender, el Concilio clero, y muchos católicos laitiene mucho que entregar La Santa Sede manifestó más cos, teólogos, estudiosos de todavía, sobre todo en su de alguna vez su desacuerdo la sociología… se lanzaron parte eclesiológica y pastoral. con tal o cual situación. Las con gran entusiasmo en la Ciertamente que el mundo dos declaraciones del Santo construcción, en la base, de ha cambiado mucho en este Oficio sobre el tema de la una Iglesia, sin duda “postúltimo medio siglo pero el es“libertad” pusieron un freno conciliar”, cronológicamente fuerzo de los obispos reunidos a esta corriente teológicahablando, pero que no deen Concilio para “aggiornar” pastoral y el tema rivaba directamente de los la Iglesia y el esfuerzo de la “liberacionista” ha perdido textos escritos y firmados por Santa Sede por llevar a la parte de su actualidad y de los padres conciliares o por la práctica fielmente los acuerdos su fuerza. autoridad pontificia. conciliares deben actualizarse En esas iniciativas hubo y seguir adelante. La Iglesia muchas cosas muy interesantes. Muchos de los Católica necesita un reajuste en su pastoral de sacerdotes llamados “liberacionistas” dieron cada día y de cada lugar y éste debe ser la fiel ejemplo en el servicio y en la atención del mun- aplicación de los acuerdos tomados y de las do obrero y del mundo juvenil a los cuales se di- directivas pontificias que siguieron al Concilio. rigía principalmente su pastoral. Se cometieron En otras palabras, habría que distinguir también exageraciones, imprudencias, errores. las aplicaciones que derivan directamente de La Santa Sede manifestó más de alguna vez su los acuerdos conciliares, las que se podrían desacuerdo con tal o cual situación. Las dos retomar con un entusiasmo renovado, de las declaraciones del Santo Oficio sobre el tema de grandes iniciativas teológicas y pastorales que la “libertad” pusieron un freno a esta corriente siguieron al Concilio, tal vez gatilladas por él, teológica-pastoral y el tema “liberacionista” ha pero que no se pueden considerar “aplicación perdido parte de su actualidad y de su fuerza. directa” del mismo.

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Una obra poco conocida del Beato Bartolomé de los Mártires por Jorge A. Cardenal Medina Estévez

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urante el Concilio Vaticano II –1962 a 1965– acompañamos al Cardenal Raúl Silva Henríquez, salesiano, a la sazón Arzobispo de Santiago, un grupo de sacerdotes que, a petición suya, le prestábamos nuestra colaboración en los variados trabajos de ese gran acontecimiento de la Iglesia. Éramos el R.P. Egidio Viganó, salesiano como el Cardenal, que más tarde llegaría a ser Rector Mayor de su Congregación y moriría en el cargo; Monseñor Daniel Iglesias de Beaumont, también fallecido; el R.P. Juan Ochagavía Larraiín, jesuita; el R.P. Beltrán Villegas Mathieu, de la Congregación

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de los Sagrados Corazones, y quien escribe estas líneas, todos vinculados a la Facultad de Teología de Santiago. En el curso de uno de los períodos de sesiones del Concilio, no recuerdo exactamente en cuál, pero con toda seguridad durante el tercero o el cuarto (1964 o 1965), todos los Padres conciliares recibieron como generoso obsequio de parte los Obispos de Portugal un libro titulado Stimulus Pastorum, en castellano “Aguijón de (o: para) Pastores”, cuyo autor fue Fr. Bartolomé de los Mártires. Se trataba de una obra de 313 páginas, de pequeño formato, 13 por


18 centímetros, escrita íntegramente en latín, académico que confiere la Orden dominicana. En 1558, doña Catalina, reina Regente cuidadosamente encuadernada en plástico, e impresa en Braga (Portugal) el año 1963. Esta de Portugal, lo nombró Arzobispo de Braga, edición, la vigésima segunda de la obra, es la elección que fue confirmada por el Papa Paulo primera hecha sobre la base del manuscrito IV, y que fray Bartolomé aceptó solamente por que el autor regaló a San Carlos Borromeo y obediencia al mandato de su superior, fray que se conserva en la biblioteca del Cabildo Luis de Granada, recibiendo la consagración metropolitano de Milán, donde fue encontrado episcopal en Lisboa el 3 de septiembre de 1559. por el R.P. Fr. Raúl A. Rolo, O.P. en 1953, quien Tomó posesión de su sede el día 4 de octubre del mismo año. la preparó cuidadosamente en Lisboa. Cuando se incorporó a los trabajos del No sé por qué motivo el librito me llamó la atención y tuve la audacia de pedirle al Car- Concilio de Trento, en el cual participó entre los años 1561 y 1563, un Padre denal Silva Henríquez que del mismo Concilio afirmó me lo regalara, lo que él hizo que se había hecho presente generosamente, obsequiánEn el curso de uno de los en él un Arzobispo dotado de domelo. Poco a poco me fui períodos de sesiones del dos preciosas cualidades, es introduciendo en su lectura y Concilio, no recuerdo decir, tanto de una admirable fue creciendo mi admiración exactamente en cuál, pero competencia doctrinal, como hacia el autor. Estaba lejos de con toda seguridad durante de una vida edificante. Los imaginarme que un día el el tercero o el cuarto (1964 mismos Legados Pontificios Papa Beato Juan Pablo II me o 1965), todos los Padres que presidían el Concilio lo llamaría a desempeñar el oficonciliares recibieron como alabaron diciendo que había cio pastoral de Obispo, y que, generoso obsequio de parte llegado al episcopado no por en su servicio, el áureo libro los Obispos de Portugal el apoyo de otras personas, de Bartolomé de los Mártires un libro titulado Stimulus sino por su eminente doctrina, me iba a prestar un valioso Pastorum, en castellano su excepcional modestia y sus apoyo, aunque reconociendo “Aguijón de (o: para) preclaras virtudes. El Arzobissin ambages que estuve muy Pastores”, cuyo autor fue Fr. po Bartolomé, apenas convocalejos de dar cumplimiento a Bartolomé de los Mártires. do el Concilio de Trento por el todas sus sapientísimas recoPapa Pío IV, noticia que lo llenó mendaciones. de alegría, fue el primero en acudir a él desde el otro lado de los Alpes. ¿Quién fue Bartolomé de los Mártires? Bartolomé estaba bien convencido de que la Nació en Lisboa el 3 de mayo del año 1514, in- salvación o la ruina de las almas depende en gresó muy joven en la Orden de Predicadores gran manera de los sacerdotes y por eso hizo el 11 de noviembre de 1528, en la que profesó grandes esfuerzos en favor de la formación en 1529 y donde estudió filosofía y teología, del clero. Fue él el primero, en el ámbito de disciplinas que enseñó con tal competencia en la península ibérica, en fundar con esa finaLisboa y Évora, que el rey de Portugal, Juan III, lidad, en Campo da Vinha, en l571 o 1572, un lo consideró digno de recibir los grados acadé- Seminario, poniendo así en ejecución uno de micos. En 1551, el Capítulo General de la Orden, los más importantes decretos del Concilio de celebrado en Salamanca, le otorgó la calidad de Trento. En ese mismo Concilio fue un valiente Maestro en Sagrada Teología, el más alto grado propulsor de los decretos de reforma y celebró

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las virtudes cristianas en grado gozosamente la promulgación de las decisiones heroico, fue declarado Venerable conciliares, a cuya aplicación se dedicó con gran por el Papa Gregorio XVI, el empeño, convocando para ello un Sínodo dioce23 de marzo de 1845, y el Papa sano en 1564 y un Concilio Provincial en 1566. Beato Juan Pablo II, lo inscribió Características de su ministerio pastoral en el catálogo de los bienaventurados el 4 de fueron su decisión de realizar cada cuatro años noviembre del año 2001. la visita pastoral de las más de 1.300 parroquias de su extensa diócesis, así como la de no escatimar esfuerzos para aliviar las penurias de los Su relación espiritual con San Carlos pobres y de los enfermos, sobre todo durante Borromeo las épocas en que la carestía y la peste hacían estragos en las regiones del norte de Portugal, Luego de haber hecho un recorrido, forzosay llegando para ello a disponer de todos sus mente abreviado, por las etapas de una vida recursos. eclesiástica tan fecunda como la del Beato BarCuando su salud le impidió ejercitar el oficio tolomé de los Mártires, es conveniente analizar episcopal, se retiró en 1582 al convento domisu relación con otro gigante del episcopado nicano de la ciudad de Viana, que había sido postridentino, que fue San Carlos Borromeo. fundado por él, sin dejar de dedicarse allí a las Antes, parece necesario señalar que en nueslabores pastorales sobre todo a la catequesis de tra América Latina hay un personaje relevante los niños, gastando generosade la talla del Beato Bartolomé mente la pensión que el Papa y de San Carlos Borromeo: es le había concedido en ayudar el Arzobispo de Lima Santo En 1551, el Capítulo General con largueza a los pobres, Toribio de Mogrovejo, contemde la Orden, celebrado hasta el punto de regalarles poráneo suyo y cuya acción en Salamanca, le otorgó sus vestimentas e incluso su apostólica se destacó por el la calidad de Maestro en propio lecho. Con toda razón, mismo infatigable celo para Sagrada Teología, el más cuando falleció recibió el aperealizar ininterrumpidamente alto grado académico lativo de Padre de los pobres. las visitas pastorales de su que confiere la Orden Las “Obras Completas” inmensa diócesis, por el misdominicana. del Beato Bartolomé de los mo empeño evangelizador, Mártires comprenden 32 títucristalizado en su admirable los y están publicadas en 15 volúmenes. Entre Catecismo, y por el mismo empeño en poner ellas merecen especial mención el Stimulus Pasen práctica los decretos del Concilio de Trento, torum y el Catecismo ou doutrina crista e práticas especialmente en lo referente a la fundación espirituais. No sé que exista alguna edición en de los Seminarios para la adecuada formación lengua castellana de las obras, o siquiera de del clero. Fue al regreso del tercer Concilio Proalgunas de ellas, de este admirable Obispo vincial de Lima, celebrado allí en 1584, cuando portugués. el entonces Obispo de Santiago, fray Diego de El Arzobispo Bartoloméu Fernández dos Medellín, fundó el Seminario conciliar de la Mártires, falleció, en fama de santidad, en el capital de Chile. Es interesante comprobar cómo convento dominicano de la Santa Cruz, en en momentos álgidos de la vida de la Iglesia, Viana do Castelo, el 16 de julio del año 1590. Su el Espíritu Santo suscita, paralela y sincronizacausa de beatificación fue iniciada el año 1630; damente en diversos lugares, figuras egregias luego del reconocimiento de haber practicado por su santidad y su doctrina, para vitalizar

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la acción evangelizadora y santificadora del haya leído atentamente el Stimulus Pastorum y conozca la admirable vía apostólica del santo Cuerpo de Cristo. Ahora volvamos a la relación entre el Beato Arzobispo de Milán, no puede sino quedar imBartolomé y San Carlos Borromeo, personajes presionado al comprobar hasta qué punto San en ciertos aspectos tan diferentes, y en otros Carlos Borromeo fue una realización vívida y concreta, en su vida pastoral y ascética, de las verdadera y admirablemente gemelos. Bartolomé de los Mártires y el joven Car- enseñanzas, recomendaciones y experiencias denal Carlos Borromeo, sobrino del Papa del Arzobispo de Braga. Bartolomé las había Pío IV, y recientemente ordenado sacerdote, escrito para su provecho personal y tal vez no se encontraron en Roma entre los días 29 de pensaba en imprimirlas, pero quienes tuvieron acceso al precioso texto septiembre y 16 de octubre juzgaron que semejante tesode 1563. Se dice que Carlos Cuando se incorporó a los ro de espiritualidad pastoral Borromeo pensaba abrazar la trabajos del Concilio de no podía permanecer oculto, vida monástica, abandonanTrento, en el cual participó y así vieron sucesivamente do todas las ventajas que le entre los años 1561 y 1563, un la luz numerosas ediciones, garantizaban tanto su noble Padre del mismo Concilio ninguna de ellas del todo fiel linaje como el cercano parenafirmó que se había hecho al texto original del autor, tesco con el Pontífice. Desde presente en él un Arzobispo pues incorporaron numerosas Trento le llegaban a Carlos dotado de dos preciosas correcciones con vistas, sobre los más encomiosos juicios cualidades, es decir, todo, a hacer más elegante su sobre el Arzobispo de Braga, tanto de una admirable latinidad, hasta que se llegó tenido allí, con toda razón, competencia doctrinal, a la edición que conocemos, por ser un varón santísimo y como de una vida edificante. debida, como queda dicho, a doctísimo, austero y valiente las investigaciones y trabajos propulsor en el Concilio de los Decretos de reforma, especialmente referidos del R.P. Raúl Rolo, O.P., que es la primera que al ministerio episcopal y a los no pocos abusos se atiene rigurosamente al manuscrito original que en la época contribuían a desacreditarlo. No conservado en Milán, y la vigésima primera de poseemos detalles acerca de las conversaciones todas las realizadas hasta ahora. entre el Bracarense y el Borromeo, pero lo cierto es que fueron las propias del encuentro entre El áureo libro Stimulus Pastorum dos santos que compartían el vehemente deseo de purificar a la Iglesia de muchas contamina- Esta preciosa obra, fruto del interés de Bartolociones mundanas y políticas que la afeaban. Tal mé de los Mártires por la auténtica tradición de vez fue durante esas conversaciones cuando la Iglesia, expresada en las obras de los Santos el Arzobispo Bartolomé persuadió al joven Padres, está dividida en dos partes: la primera sacerdote, y ya Cardenal, Carlos Borromeo, contiene textos escogidos y reproducidos con para que aceptara el ministerio episcopal como cierta libertad, de la Regla Pastoral del Papa San Arzobispo de Milán. Y fue en ese contexto en Gregorio Magno, así como de las Cartas del misel que Bartolomé mostró a Carlos el manuscri- mo Pontífice; del libro De consideratione, escrito to que llevaba consigo del Stimulus Pastorum. por San Bernardo para quien fuera su discípulo Carlos Borromeo lo leyó, suponemos que con y monje cisterciense, el Papa, Beato Eugenio III; avidez, y asimiló con fidelidad la doctrina y algunas citas de San Agustín, de San Gregorio y recomendaciones del áureo librito. Quien Nacianceno, de San Juan Crisóstomo, e incluso

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de un autor medieval más reciente, Juan Tau- podía disponer libremente en aquella época). lero. Esta primera parte abarca cien páginas. Las palabras que van entre La segunda parte, que consta de ciento ochenta y una páginas, está distribuida en doce paréntesis no pertenecen al texto capítulos que reflejan otros tantos aspectos del original, y se han escrito para una ministerio episcopal que el autor considera de mejor comprensión del mismo. Leyendo estos enunciados y, con mayor gran importancia, habida consideración, por cierto, de defectos y abusos existentes en su razón, el texto mismo del Stimulus Pastorum, ¿poépoca. Ofrecemos a continuación los títulos de dría ponerse en duda la relevancia y actualidad del pensamiento pastoral del bienaventurado estos capítulos: Cap. I.- La preocupación que es digna de un Bartolomé de los Mártires, aun cuando las actuales circunstancias no sean idénticas a las de Obispo, y la que es indigna de él. aquella época? Cap. II.- La seriedad, y al Los problemas que aquejan mismo tiempo la afabilidad a la Iglesia en la actualidad, y moderación, que deben ser Bartolomé estaba bien tienen ciertamente matices diobservadas por el pastor. convencido de que la ferentes de los que existían en Cap. III.- La misericordia y salvación o la ruina de las postrimerías del siglo XVI, la generosidad. las almas depende en gran pero hay raíces comunes, como Cap. IV.- La diligencia (o manera de los sacerdotes ser el descuido de la oración, el asiduidad) del Obispo en la y por eso hizo grandes poco contenido doctrinal de la oración, la contemplación y esfuerzos en favor de la predicación, la falta de firmeza la ofrenda del sacrificio (euformación del clero. para tomar decisiones difíciles carístico). pero necesarias, la falta de Cap. V.- La pureza de intención y la constancia y firmeza (en la obser- consulta a personas de sereno juicio y desinteresadas, las influencias de grupos de presión, los vancia) de los santos Decretos. Cap. VI.- La humildad y modestia de los intereses materiales que pueden condicionar la Prelados en lo referente a su oficio (rango) y búsqueda del verdadero bien de las almas, etc. Con frecuencia, y por su naturaleza misma, son necesidades personales. Cap. VII.- La predicación, principal deber más perceptibles las ramas de un árbol que sus raíces, pero a la hora de poner remedio a situa(oficio) del Obispo. Cap. VIII.- La paciencia y constancia del ciones nocivas, es señal de sabiduría tratar de identificar dónde están las flaquezas originarias pastor ante las adversidades y persecuciones. Cap. IX.- El celo por la justicia, la fortaleza que nutren los acontecimientos que con razón se deploran. En esto el bienaventurado Arzobispo y la firmeza contra los pecados. Cap. X.- (Avisos) Contra la debilidad, la es- Bartolomé de los Mártires fue un maestro en crupulosidad y la vana tristeza que contaminan su época, cuya sabiduría espiritual valoró y aprovechó ese modelo de pastores que fue San a no pocos piadosos pastores. Cap. XI.- Prudencia y reflexión (pondera- Carlos Borromeo, y cuyas palabras y recomención) pastorales, tanto en las palabras como en daciones, escritas con santa pasión y celo, estuvieron inspiradas en la más pura y permanente los hechos (decisiones). Cap. XII. Acerca de la “mesa” del Obispo tradición de la Iglesia, y siguen siendo aún hoy, (se trata de los recursos materiales, a veces no obstante el transcurso de casi cuatro siglos muy considerables, de que el Obispo diocesano y medio, de relevante utilidad.

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Para cristianos y musulmanes, una hipótesis desde la cual volver a partir por Angelo Cardenal Scola

El autor, Arzobispo de Milán y presidente de Fundación OASIS, dictó una conferencia recientemente en el Heythrop College, de la Universidad de Londres, –cuyo extracto reproducimos a continuación– en la cual reflexionó de manera específica sobre las cuatro áreas de trabajo común que esperan a cristianos y musulmanes: libertad religiosa, crisis económica, secularización y cuestiones éticas. En una ciudad emblemática con relación al encuentro de estas y otras culturas y etnias, la exposición del Cardenal Scola subrayó la nueva relevancia cultural que cristianos y musulmanes pueden tener unos para otros. Horas antes, en el Palacio de Westminster, el Cardenal pronunció en la Cámara de los Lores una conferencia titulada “El bien que precede, y aúna”, en la que trató el tema del mestizaje.

La experiencia del humanum En el momento en que, hace casi diez años, decidimos emprender la aventura de Oasis, apostamos por el hecho que el encuentro fuese posible. Era y es posible comunicar, porque los sujetos comparten muchas preguntas de fondo y una misma experiencia en cuanto a los afectos, el trabajo o el descanso. Como afirmó el beato Juan Pablo II en su libro Persona y acción «sin embargo, existe algo que se puede llamar experiencia del hombre». La adversativa con la que se abre la frase muestra que en su posición no hay ingenuidad. En efecto, si es

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verdad que esta experiencia común del humanum existe, también es verdad que nunca se da “en estado puro”. Siempre se expresa culturalmente y no podría ser de otro modo, porque, como enseña siempre Juan Pablo II en su célebre discurso en la Unesco de 1980: «El hombre no puede prescindir de la cultura. La cultura es un modo específico del “existir” y del “ser” del hombre». Si, por tanto, existen estas preguntas últimas que atraviesan las expresiones culturales abrevándose en las raíces profundas de la experiencia humana, esto significa que las distintas culturas son HUMANITAS Nº 69 pp. 120 - 123


potencialmente comprensibles unas a otras. Se pueden encontrar. Las experiencias de unas se pueden, por decirlo así, traducir en otras. Es un hecho, sin embargo, que el nivel de traducibilidad varía mucho de una época a otra. Hay períodos en los cuales la comunicación entre civilizaciones y religiones parece casi imposible; en cambio, hay otros en los que surgen preguntas comunes que facilitan el intercambio. Pensemos cuando el jesuita Mateo Ricci se asomaba a China o al viaje que el grandísimo científico musulmán al-Biruni realizó a la India en el umbral del año mil. Para ambos desembarcar en el lejano Oriente era casi como ser arrojados a otro planeta. Hoy, en cambio, en virtud del proceso de “mestizaje de civilizaciones”, atravesamos uno de esos momentos en los cuales las culturas y las religiones se ven obligadas, casi a su pesar, a comunicarse entre ellas. El fenómeno no excluye, al ser la historia el lugar de la libertad, la posibilidad de un nuevo alejamiento en el futuro, ni quiere esconder la realidad de interpretaciones fundamentalistas y violentas que de hecho impiden la comunicación. A pesar de esto, consideramos que de los hechos surgen con suficiente claridad algunas preguntas comunes, al menos para quien está dispuesto a escucharlas.

Las preguntas comunes Podemos sintetizar estas preguntas en su forma mínima en estos términos: ¿qué hombre quiere ser el hombre del tercer milenio? Un interrogante sólo aparentemente abstracto, puesto que la respuesta tiene consecuencias prácticas fundamentales: por ejemplo, la posibilidad de detener el desequilibrio ecológico o de no hacerlo; o bien, la cuestión de la tecnociencia, el riesgo de reducir al hombre a su propio experimento; o la forma que la economía mundial asumirá como respuesta a la crisis financiera. En particular, por lo que se refiere a las relaciones entre cristianos y

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musulmanes, me parece que son cuatro los ámbitos en los cuales la pregunta común sobre lo humano se expresa hoy con especial fuerza, en un interrogarse recíproco que puede resultar muy enriquecedor.

Verdad-libertad El primer nivel, el más radical, es el del nexo verdad-libertad. ¿Cómo mantener unidos la tensión por la verdad y el reconocimiento de la intangibilidad de la libertad personal? ¿Es posible estar seguros de que algo es objetivamente verdadero, para sí y para todos, y, al mismo tiempo, aceptar que otros no compartan o compartan sólo parcialmente nuestra convicción? Aquí evidentemente nadie puede pretender sentar cátedra, porque el equilibrio entre las dos instancias, siempre dramático y precario, hay que reconquistarlo cada vez. Parece que Occidente haya abdicado a la tensión por la verdad pro bono pacis, por amor de una convivencia que, sin embargo, demuestra que es cada vez más precaria porque se basa en puras consideraciones utilitaristas. Por otro lado, las dificultades y las negaciones que la libertad religiosa (que es más amplia que la simple libertad de culto) sigue encontrando en distintas zonas del mundo musulmán demuestran que tampoco en esas latitudes se ha hallado todavía la solución. Significativamente, estudiosos como Olivier Roy consideran que precisamente en torno a la libertad religiosa se catalizarán en breve las tensiones de las sociedades musulmanas, a medida que vayan abandonando su ordenación tradicional. Al respecto, las enseñanzas del Concilio Vaticano II ofrecen la posibilidad de una fundación no-relativista de la libertad religiosa. A nivel práctico, sin embargo, es preciso reconocer con realismo que a esta conciencia le cuesta abrirse camino: o se inclina al relativismo, incluso entre los creyentes, como sucede con frecuencia en Occidente, o se limita la libertad religiosa


Palacio de Westminster.

hasta suprimirla, como en algunos Estados que se definen a sí mismos “islámicos”. He aquí, pues, un primer ámbito de trabajo, que se puede extender fácilmente y abrazar la cuestión de la violencia, del terrorismo y de la guerra, así como la de la concepción de la democracia y la libertad de expresión.

“Reflexionar” sobre la crisis Es igualmente urgente una confrontación seria sobre la crisis económico-financiera, como expresión más macroscópica de las dificultades generales por las que atraviesan las sociedades posmodernas. Ciertamente, a dos pasos de la city de Londres no es preciso que insista sobre este punto. Como recordó Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate, no es suficiente proceder a una operación de cosmética, una modesta inyección de ética para humanizar un mercado que se asume como un hecho natural en lugar de cultural. Es necesario, como recuerda el Papa, ampliar la razón eco-

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nómica, abriéndola a la lógica del don, de lo gratuito. Sobre este punto, la doctrina social de la Iglesia se aleja, como nunca antes, de un discurso pietista-moralista. La centralidad de la gratuidad en la estructuración de las sociedades humanas emerge, por ejemplo, de los estudios del antropólogo Marcel Mauss, que ciertamente no es un pensador devoto. La crisis, en realidad, representa la confutación de la idea que se pueda fundar una convivencia auténticamente humana sobre la simple aceptación de la realidad empírica. Estas consideraciones antropológicas no pretenden de ninguna manera ocultar la extrema gravedad política del momento, dominado por la que en otra sede denominé la “guerra de la prima de riesgo”. A Von Clausewitz se debe el célebre dicho de que la guerra es la política que se sigue por otros medios. Hoy, sin embargo, debido a la grave crisis de cultura política, se corre el riesgo de que las finanzas se conviertan en la guerra que se sigue de otra forma. ¿Cuál puede ser la alternativa? En mi opinión, una


nueva idea de Europa. Naturalmente, no se trata de contraponer retóricamente la Europa de los ideales a la de las finanzas, entre otras cosas porque en esta contraposición ya está claro quién ganaría. Se trata más bien, desde dentro de mecanismos que hay que tomar en consideración, reformular la idea de fondo –con una nueva energía creativa– que logró sentar alrededor de una misma mesa a países que habían luchado ferozmente entre ellos a lo largo de casi medio siglo. La hipótesis de la cual volver a partir fue que las necesidades podían pasar de ser de causa de conflicto a ser ocasión de colaboración. Fue verdad hace sesenta años, en condiciones mucho peores a las actuales, puede ser verdad también hoy.

Práctica religiosa y secularización La crisis, sin embargo, podría reservarnos otras sorpresas. Si la sociedad tecnológica, débil en cuanto a ideales, tiende a expulsar el sentido religioso, no es imposible que su estancamiento abra a un retorno de lo trascendente. ¿Adónde estamos yendo al respecto? Los datos son más contradictorios que nunca. Benedicto XVI no cesa de señalar el preocupante debilitamiento de la práctica religiosa en Europa, un fenómeno del cual también las comunidades musulmanas del Continente no parecen quedar exoneradas, según diversos estudios sociológicos. Y, sin embargo, la existencia de realidades que no entran en este diagnóstico es un signo igualmente evidente, como se puede observar con claridad –creo– también en el Reino Unido. Por lo que se refiere, en cambio, a los países de mayoría musulmana, la práctica religiosa parece que ha tocado uno de los picos más altos de toda historia, hasta tal punto que recientemente el jurista Yadh Ben Achour ha estigmatizado lo que ha definido como “indigestión de religión”. Tanto más sorprendente suena entonces el diagnóstico de varios analistas, entre los cuales el islamólogo tunecino Abdel Majid Charfi, que

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en el Comité de Oasis de este año hablaba de una secularización e incluso de una secularización «rampante», detrás de la fachada de una adhesión religiosa formal. Creo que sería de máximo interés una interrogación seria, entre cristianos y musulmanes, sobre este punto. ¿Podemos plantear una hipótesis circunstanciada acerca del denominado proceso de secularización, que en realidad presenta diferencias marcadas según las distintas naciones y regiones, o bien asumimos nuestras categorías de la lectura finalista de la modernidad, quizá poniéndonos en antagonismo con ella? ¿Como hombres de las religiones, somos antimodernos o posmodernos?

Las urgencias éticas Cito por último el ámbito que quizá vendría primero espontáneamente a la mente, es decir, el de las cuestiones éticas. Una decisión deliberada, para evitar reducir toda la práctica del encuentro entre cristianos y musulmanes a la identificación de algunos valores comunes que proteger. Sin negar el valor de este enfoque, es preciso reconocer que por sí solo sería limitante, por su naturaleza esencialmente defensiva. En cualquier caso, es verdad que sobre numerosas cuestiones éticas cristianos y musulmanes, junto a tantos otros hombres y mujeres, creyentes y no creyentes, pueden y deben colaborar, tanto más que los problemas se presentan a menudo en modalidades casi idénticas. La «controversia sobre el humanum» de la que habló Juan Pablo II podría desembocar en lo que Lewis definía «abolición de lo humano» y sería absurdo, en una sociedad pluralista, renunciar a hacer oír una sola voz cada vez que sea posible. La apuesta es demasiado alta para permitirse ese lujo.


Desde la intimidad de UNA familia con padre homosexual por Gerard van den Aardweg

Su título es Fuori dal buio: la mia vita con un padre gay (Fuera de la oscuridad: mi vida con un padre gay. Ares, Milán, 2012, 240 pp): son las memorias de Dawn Stefanowicz, una mujer canadiense, de cincuenta años, que escribió como deber de testimonio, para que las instituciones razonen sobre la oportunidad de entregar niños en adopción a parejas homosexuales, a su juicio afectivamente inmaduras e inadecuadas para tareas educativas. De la misma opinión es el psicólogo holandés Gerard van den Aardweg, conocido autor del libro Homosexualidad y esperanza (ver Humanitas 35), que en el Prefacio del volumen presentado a continuación da cuenta de sus conclusiones al cabo de tantos años de experiencia en este campo.

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stas páginas dan a conocer en primera persona la vivencia tan conmovedora como esclarecedora de una mujer canadiense criada por un padre con un estilo de vida “gay”, promiscuo y destructivo. Dawn Stefanowicz, actualmente de cincuenta años, casada y con hijos, llama la atención del público sobre el gran número de niños incapaces de hablar en defensa propia, que deben vivir con uno o dos padres homosexualmente activos. Su historia dramáticamente sincera ofrece un enfoque desde la intimidad sobre su relación y la de otros hijos que, como ella, se encontraron involuntariamente involucrados en una relación con “padres gay”, impregnada de vejaciones y crueldad psicológica.

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Una ideología que favorece los abusos Es una vivencia que desgraciadamente yo mismo pude verificar en tantos años de actividad profesional y que me lleva a poner a las personas en guardia ante una nueva forma inaudita de abuso de menores, legalizada y promovida por Estados que han adoptado una ideología enteramente falsa, según la cual todo tipo de vivencia y toda forma de convivencia se consideran lícitos y equivalentes, y por consiguiente, entre otras cosas, se equiparan las relaciones homosexuales y heterosexuales. Semejante ideología es hostil para los niños desde distintos puntos de vista, en cuanto desprecia el derecho de todo niño a tener un HUMANITAS Nº 69 pp. 124 - 127


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padre y una madre. Actualmente se reconocen describir su lucha interior para superar el los mismos derechos a padres heterosexuales y daño psicológico causado en la infancia y homosexuales con el pretexto de hacer justicia llegar finalmente a reconocer su ser mujer, la a todos; pero son los niños indefensos quienes protagonista da esperanza a los jóvenes que deben pagar el precio, arrojados fuera de la han vivido experiencias parecidas en el hogar dimensión natural, en la cual, desde el acto y experimentan la tentación de desesperarse procreativo de un hijo, opera incontroverti- ante la posibilidad de nunca lograr construir blemente la presencia común del elemento una vida propia, por no decir casarse y vivir masculino y el elemento femenino, es decir, de con confianza el rol de padre o madre. Indudaun padre (macho) y una madre (hembra). Sin blemente, Dawn Stefanowicz no habría salido embargo, en contradicción con la evidencia, los adelante sin acudir a Dios e iniciar una vida cristiana y sin haber perdoniños son alegre y ciegamente nado a su padre. El factor sacrificados por los ideóloreligioso fue fundamental gos “gay” y “gender” y por Es una vivencia que en su recuperación. También sus partidarios intelectuales desgraciadamente yo en esta perspectiva concordé y seguidores políticos. No mismo pude verificar en plenamente: la experiencia existe justicia ni compasión tantos años de actividad me mostró que únicamente para estos pequeños, que simprofesional y que me lleva mediante la confianza en plemente deben “adaptarse” a poner a las personas en Dios y en el tipo de vida que a su situación y reprimir su guardia ante una nueva eso implica, aquel que ha natural deseo de tener un forma inaudita de abuso sufrido un grave daño en la padre y una madre dentro del de menores, legalizada y psique puede encontrar los respeto por la diferenciación y promovida por Estados que recursos para una suficiente la complementariedad de los han adoptado una ideología regeneración. dos géneros únicos que los enteramente falsa, según han llamado a la vida. la cual todo tipo de No se debe pensar que la vivencia y toda forma de Rasgos comunes de los señora Stefanowicz solamente convivencia se consideran hijos con padres gay se ha desahogado de una ira lícitos y equivalentes, y por acumulada por años. Éste es El relato de Dawn Stefanoconsiguiente, entre otras el segundo motivo por el cual wicz prácticamente da cuenta cosas, se equiparan las este libro es absolutamente de todos los rasgos caracrelaciones homosexuales y fundamental, por cuanto tiene terísticos de los niños y los heterosexuales. relación con la parentalidad adolescentes con uno o dos gay. El relato de la autora es padres gay. Ella y su hermano excepcionalmente equilibrado. No contiene padecieron de una sensación de vergüenza, de huellas de odio irresoluto ni de falta de compa- inferioridad, de aislamiento social. Es natural sión por el padre homosexual. Al contrario, ella que un niño se compare con sus coetáneos: es siempre le tuvo cariño, a pesar de su enorme él mismo quien debe darse cuenta dolorosaresponsabilidad por la infancia terrible y los mente de que vive en un contexto distinto y traumas emocionales que ocasionó tanto a al mismo tiempo se siente distinto. Desearía ella como a sus hermanos. Cuando murió (de enormemente tener un padre y una madre, SIDA), ya se había reconciliado con él. El libro y una vida familiar como la que ve vivir a su es impactante y espeluznante, y sin embargo alrededor. Teme instintivamente que los otros no entrega un mensaje pesimista, porque al niños puedan rechazarlo si llegan a enterarse


«No existe justicia ni compasión para estos pequeños, que simplemente deben “adaptarse” a su situación y reprimir su natural deseo de tener un padre y una madre dentro del respeto por la diferenciación y la complementariedad de los dos géneros únicos que los han llamado a la vida.»

de su extraña situación en el hogar y eso lo lleva que desee demostrar científicamente todas las a aislarse de sus compañeros. Dawn muestra ventajas de la parentalidad gay (¡sí, volvamos a cómo esa soledad interior es considerablemente hablar dentro de diez o veinte años y veremos!). Otro factor importante es que los hijos de avivada por la incomprensión de los adultos (en su caso, sobre todo educadores), de los padres gay están mucho más expuestos, mucho cuales el niño esperaría comprensión y apoyo más que todo cuanto ocurre en el más inestable afectuosos. Esos adultos no estuvieron dispo- de los matrimonios normales, a las disputas, a los conflictos, a las separanibles para comprender a esa ciones de sus padres; corren niña y su sufrimiento, debido un riesgo mucho mayor de al comportamiento gay de su Esos adultos no estuvieron experimentar el abandono padre, porque no tuvieron la disponibles para comprender por parte de un padre al cual valentía moral de ser polítia esa niña y su sufrimiento, le tenían cariño. Recordemos camente incorrectos. En esas debido al comportamiento que las relaciones gay son casi situaciones, ocurre que en gay de su padre, porque siempre de breve duración, vez de ofrecer comprensión no tuvieron la valentía llenas de tensiones e infidey alivio, los adultos obligan moral de ser políticamente lidad, y que por lo general al niño a proceder en contra incorrectos. también son más violentas, de su propio discernimiento como da testimonio, para espontáneo sobre lo que es ofrecer un ejemplo verificable por el público bueno, sano y natural y aquello que no lo es. De hecho, estos niños experimentan presiones, italiano, Luca Di Tolve en su libro Ero Gay tanto de parte de los adultos “iluminados” (Piemme), en su relato de casi treinta años de como de sus padres “gay”, para que finjan estar vida y experiencias homosexuales. El estilo satisfechos con su situación. Tal vez incluso de vida gay es fundamentalmente egoísta, y repitan de memoria la lección que se les ha im- por consiguiente los niños están sometidos puesto si los interroga una psicóloga lesbiana a los caprichos inmaduros y egocéntricos de

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las parejas. Además, naturalmente, la falta de “identificación de género” de un padre gay influye negativamente en la identificación sexual del niño o la niña, en sus comportamientos y en sus intereses. Crecer con dos gay, hombres o mujeres, perjudica seriamente el desarrollo de la masculinidad y la feminidad innata respectivamente en los niños y en las niñas. El daño mínimo, el menor de los males referido por los estudios más fidedignos, es una sensación de confusión y de considerable inseguridad en cuanto a la identidad sexual.

después se presentan como “prueba”. Por otra parte, para “medir” su estabilidad emocional se recurre a test de personalidad que en realidad no demuestran prácticamente nada. Habría mucho más que decir. Es suficiente recordar aquí que las conclusiones de todos los estudios menos sujetos a prejuicios muestran en los adolescentes criados por padres gay problemas emocionales y deformaciones sexuales bastante más graves que el promedio. Quizás la violación más grave al derecho natural de los niños a tener un padre y una madre es la adopción por parejas homosexuales. Se trata de una enfermedad moral y social La pseudociencia que viola el derecho patrocinada por instituciones oficiales de la No está de más, por último, declarar franca- mayoría de los países occidentales. De acuerdo mente que el gran esfuerzo internacional por con los datos analizados estadísticamente por imponer la ideología gay en el el Williams Institute (UCLA mundo difunde más de una School of Law, Los Angeles, gran mentira para confundir 2011), las adopciones gay y de Quizás la violación más a la opinión pública. Una de lesbianas casi se han triplicagrave al derecho natural ellas es que la parentalidad do en los Estados Unidos en de los niños a tener un padre gay es inofensiva y por el conlos últimos diez años y más y una madre es la adopción trario puede producir hijos de treinta y dos mil niños han por parejas homosexuales. más felices y emocionalmente sido adoptados por parejas Se trata de una enfermedad estables que la parentalidad del mismo sexo (con distinmoral y social patrocinada tradicional y la pareja hetetas variantes). Es obligación por instituciones oficiales rosexual de padre y madre. darse cuenta de que muchos de la mayoría de los países Se sostiene que eso está comniños adoptados ya han exoccidentales. probado por investigaciones perimentado traumas a causa científicas. La verdad es muy de su situación. Como si eso distinta. En primer lugar, muchísimas revistas no fuera suficiente, se confían a dos padres médicas y especializadas han adoptado en sexualmente “inmaduros” y no adaptados al cierta medida oficialmente la ideología gay matrimonio y a la parentalidad1. Y esta oleada y por consiguiente son proclives a publicar de injusticia está a punto de inundar también artículos que la favorecen. En segundo lu- Europa. Un solo libro no logrará contener el gar, numerosas publicaciones que apuntan a aluvión. En todo caso, el testimonio de Dawn apoyar “científicamente” la ideología gay de Stefanowicz ayudará a muchos lectores tanto a hecho escriben pseudociencia. Para demostrar comprender mejor lo que está ocurriendo como los felices efectos de la parentalidad gay, por a hacer abrir los ojos a otras personas, que conejemplo, se hacen a los hijos de esas parejas fían en la propaganda irresponsable a favor de preguntas superficiales cuyas respuestas la parentalidad y las adopciones gay. 1 Además de los daños a la emotividad y a la personalidad, estos niños también están expuestos a un mayor riesgo de abuso sexual (ver P. Cameron, Homosexual child molestations by foster parents: Illinois, Psychological Reports, 2005, 96, 227-230).

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La Palabra del Papa

¿CUÁL ES EL CENTRO DE LA VOLUNTAD DE DIOS? “Nuestra vocación no es simplemente existir en el mundo, estar insertados en una historia, y tampoco ser sólo criaturas de Dios; es algo más grande: es ser elegidos por Dios, antes aun de la creación del mundo, en el Hijo, Jesucristo”, señaló S.S. Benedicto XVI durante la audiencia general de los días miércoles en el ciclo de catequesis dedicadas al Año de la Fe.

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l apóstol san Pablo, al comienzo de su carta a los cristianos de Éfeso (cf. 1, 3-14), eleva una oración de bendición a Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos introduce a vivir el tiempo de Adviento, en el contexto del Año de la fe. El tema de este himno de alabanza es el proyecto de Dios respecto al hombre, definido con términos llenos de alegría, de estupor y de acción de gracias, como un «designio de benevolencia» (v. 9), de misericordia y de amor. ¿Por qué el apóstol eleva a Dios, desde lo profundo de su corazón, esta bendición? Porque mira su obrar en la historia de la salvación, que alcanza su cumbre en la encarnación, muerte y resurrección de Jesús, y contempla cómo el Padre celestial nos ha elegido antes aun de la creación del mundo para ser sus hijos adoptivos en su Hijo Unigénito Jesucristo (cf. Rm 8, 14s.; Ga 4, 4s.). Nosotros existimos en la mente de Dios desde la eternidad, en un gran proyecto que Dios ha custodiado en sí mismo

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y que ha decidido poner por obra y revelar «en la plenitud de los tiempos» (cf. Ef 1, 10). San Pablo nos hace comprender, por lo tanto, cómo toda la creación y, en particular, el hombre y la mujer no son fruto de la casualidad, sino que responden a un designio de benevolencia de la razón eterna de Dios que con el poder creador y redentor de su Palabra da origen al mundo. Esta primera afirmación nos recuerda que nuestra vocación no es simplemente existir en el mundo, estar insertados en una historia, y tampoco ser sólo criaturas de Dios; es algo más grande: es ser elegidos por Dios, antes aun de la creación del mundo, en el Hijo, Jesucristo. En Él, por lo tanto, nosotros ya existimos, por decirlo así, desde siempre. Dios nos contempla en Cristo como hijos adoptivos. El «designio de benevolencia» de Dios, que el Apóstol califica también como «designio de amor» (Ef 1, 5), se define «el misterio» de la voluntad divina (v. 9), oculto y ahora manifestado en la Persona y en HUMANITAS Nº 64 pp. 128 - 143


La Palabra del Papa

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Nosotros existimos en la mente de Dios desde la eternidad, en un gran proyecto que Dios ha custodiado en sí mismo y que ha decidido poner por obra y revelar «en la plenitud de los tiempos» (cf. Ef 1, 10). la obra de Cristo. La iniciativa divina precede a toda respuesta humana: es un don gratuito de su amor que nos envuelve y nos transforma. ¿Cuál es el fin último de este designio misterioso? ¿Cuál es el centro de la voluntad de Dios? Es –nos dice san Pablo– el de «recapitular en Cristo todas las cosas» (v. 10). En esta expresión encontramos una de las formulaciones centrales del Nuevo Testamento que nos hacen comprender el designio de Dios, su proyecto de amor para toda la humanidad, una formulación que, en el siglo II, san Ireneo de Lyon tomó como núcleo de su cristología: «recapitular» toda la realidad en Cristo. Tal vez alguno de vosotros recuerda la fórmula usada por el Papa san Pío X para la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús: «Instaurare omnia in Christo», fórmula que remite a esta expresión paulina y que era también el lema de ese santo Pontífice. El Apóstol, sin embargo, habla más precisamente de recapitulación del universo en Cristo, y ello significa que en el gran designio de la creación y de la historia Cristo se erige como centro de todo el camino del mundo, piedra angular de todo, que atrae a Sí toda la realidad, para superar la dispersión y el límite y conducir todo a la plenitud querida por Dios (cf. Ef 1, 23). Este «designio de benevolencia» no ha quedado, por decirlo así, en el silencio de Dios, en la altura de su Cielo, sino que Él lo ha dado a conocer entrando en relación con el hombre, a

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quien no sólo ha revelado algo, sino a Sí mismo. Él no ha comunicado simplemente un conjunto de verdades, sino que se ha auto-comunicado a nosotros, hasta ser uno de nosotros, hasta encarnarse. El Concilio Ecuménico Vaticano II en la constitución dogmática Dei Verbum dice: «Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo –no sólo algo de sí, sino a sí mismo– y manifestar el misterio de su voluntad: por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina» (n. 2). Dios no sólo dice algo, sino que se comunica, nos atrae en la naturaleza divina de tal modo que quedamos implicados en ella, divinizados. Dios revela su gran designio de amor entrando en relación con el hombre, acercándose a él hasta el punto de hacerse, Él mismo, hombre. Continúa el Concilio: «Dios invisible movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33, 11; Jn 15, 14-15), trata con ellos (cf. Ba 3, 38) para invitarlos y recibirlos en su compañía» (ib.). El hombre, sólo con su inteligencia y sus capacidades, no habría podido alcanzar esta revelación tan luminosa del amor de Dios. Es Dios quien ha abierto su Cielo y se abajó para guiar al hombre al abismo de su amor. Escribe también san Pablo a los cristianos de Corinto: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el

San Pablo nos hace comprender cómo toda la creación y, en particular, el hombre y la mujer no son fruto de la casualidad, sino que responden a un designio de benevolencia de la razón eterna de Dios que con el poder creador y redentor de su Palabra da origen al mundo.


Este «designio de benevolencia» no ha quedado, por decirlo así, en el silencio de Dios, en la altura de su Cielo, sino que Él lo ha dado a conocer entrando en relación con el hombre, a quien no sólo ha revelado algo, sino a Sí mismo. Él no ha comunicado simplemente un conjunto de verdades, sino que se ha autocomunicado a nosotros, hasta ser uno de nosotros, hasta encarnarse. hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios» (1 Co 2, 9-10). Y san Juan Crisóstomo, en una célebre página de comentario al comienzo de la Carta a los Efesios, invita a gustar toda la belleza de este «designio de benevolencia» de Dios revelado en Cristo, con estas palabras: «¿Qué es lo que te falta? Te has convertido en inmortal, en libre, en hijo, en justo, en hermano, en coheredero, con Cristo reinas, con Cristo eres glorificado. Todo nos ha sido donado y –como está escrito– “¿cómo no nos dará todo con Él?” (Rm 8, 32). Tu primicia (cf. 1 Co 15, 20.23) es adorada por los ángeles [...]: ¿qué es lo que te falta?» (PG 62, 11). Esta comunión en Cristo por obra del Espíritu Santo, ofrecida por Dios a todos los hombres con la luz de la Revelación, no es algo que se sobrepone a nuestra humanidad, sino que es la realización de las aspiraciones más profundas, de aquel deseo de infinito y de plenitud que alberga en lo íntimo el ser humano, y lo abre a una felicidad no momentánea

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y limitada, sino eterna. San Buenaventura de Bagnoregio, refiriéndose a Dios que se revela y nos habla a través de las Escrituras para conducirnos a Él, afirma: «La Sagrada Escritura es [...] el libro en el cual están escritas palabras de vida eterna para que no sólo creamos, sino también poseamos la vida eterna, en la cual veremos, amaremos y se realizarán todos nuestros deseos» (Breviloquium, Prol.; Opera Omnia V, 201 s.). Por último, el beato Papa Juan Pablo II recordaba que «la Revelación introduce en la historia un punto de referencia del cual el hombre no puede prescindir, si quiere llegar a comprender el misterio de su existencia; pero, por otra parte, este conocimiento remite constantemente al misterio de Dios que la mente humana no puede agotar, sino sólo recibir y acoger en la fe» (Enc. Fides et ratio, 14). Desde esta perspectiva, ¿qué es, por lo tanto, el acto de fe? Es la respuesta del hombre a la Revelación de Dios, que se da a conocer, que manifiesta su designio de benevolencia; es, por usar una expresión agustiniana, dejarse aferrar por la Verdad que es Dios, una Verdad que es Amor. Por ello san Pablo subraya cómo a Dios, que ha revelado su misterio, se debe «la obediencia de la fe» (Rm 16, 26; cf. 1, 5; 2 Co 10, 5-6), la actitud con la cual «el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela»

El hombre, sólo con su inteligencia y sus capacidades, no habría podido alcanzar esta revelación tan luminosa del amor de Dios. Es Dios quien ha abierto su Cielo y se abajó para guiar al hombre al abismo de su amor.


(Const. dogm. Dei Verbum, 5). Todo esto conduce a un cambio fundamental del modo de relacionarse con toda la realidad; todo se ve bajo una nueva luz, se trata por lo tanto de una verdadera «conversión». Fe es un «cambio de mentalidad», porque el Dios que se ha revelado en Cristo y ha dado a conocer su designio de amor, nos aferra, nos atrae a Sí, se convierte en el sentido que sostiene la vida, la roca sobre la que la vida puede encontrar estabilidad. En el Antiguo Testamento encontramos una densa expresión sobre la fe, que Dios confía al profeta Isaías a fin de que la comunique al rey de Judá,

Acaz. Dios afirma: «Si no creéis –es decir, si no os mantenéis fieles a Dios– no subsistiréis» (Is 7, 9b). Existe, por lo tanto, un vínculo entre estar ycomprender que expresa bien cómo la fe es acoger en la vida la visión de Dios sobre la realidad, dejar que sea Dios quien nos guíe con su Palabra y los Sacramentos para entender qué debemos hacer, cuál es el camino que debemos recorrer, cómo vivir. Al mismo tiempo, sin embargo, es precisamente comprender según Dios, ver con sus ojos lo que hace fuerte la vida, lo que nos permite «estar de pie», y no caer. (Vaticano, 5-XII-2012)

María TIERRA BENDITA

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s deseo a todos feliz fiesta de María Inmaculada. En este Año de la fe desearía subrayar que María es la Inmaculada por un don gratuito de la gracia de Dios, que encontró en Ella perfecta disponibilidad y colaboración. En este sentido es «bienaventurada» porque «ha creído» (Lc 1, 45), porque tuvo una fe firme en Dios. María representa el «resto de Israel», esa raíz santa que los profetas anunciaron. En ella encuentran acogida las promesas de la antigua Alianza. En María la Palabra de Dios encuentra escucha, recepción, respuesta; halla aquel «sí» que le permite hacerse carne y venir a habitar entre nosotros. En María la humanidad, la historia, se abren realmente a Dios, acogen su gracia, están dispuestas a hacer su voluntad. María es expresión genuina de la Gracia. Ella representa el nuevo Israel, que las Escrituras del Antiguo Testamento describen con el símbolo de la esposa. Y san Pablo retoma este lenguaje en la Carta a los Efesios donde habla del matrimonio y dice que «Cristo amó a su Iglesia: Él se entregó a sí mismo por ella,

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En María la humanidad, la historia, se abren realmente a Dios, acogen su gracia, están dispuestas a hacer su voluntad. María es expresión genuina de la Gracia. para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentarse a Él mismo la Iglesia toda gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada» (5, 25-27). Los Padres de la Iglesia desarrollaron esta imagen y así la doctrina de la Inmaculada nació primero en referencia a la Iglesia virgen-madre, y sucesivamente a María. Así escribe poéticamente Efrén el Sirio: «Igual que los cuerpos mismos pecaron y mueren, y la tierra, su madre, está maldita (cf. Gn3, 17-19), así, a causa de este cuerpo que es la Iglesia inco-


rruptible, su tierra está bendita desde el inicio. Esta tierra es el cuerpo de María, templo en el cual se ha puesto una semilla» (Diatessaron 4, 15: SC 121, 102). La luz que promana de la figura de María nos ayuda también a comprender el verdadero sentido del pecado original. En María está plenamente viva y operante esa relación con Dios que el pecado rompe. En Ella no existe oposición alguna entre Dios y su ser: existe plena comunión, pleno acuerdo. Existe un «sí» recíproco, de Dios a ella y de ella a Dios. María está libre del pecado porque es toda de Dios,

totalmente expropiada para Él. Está llena de su Gracia, de su Amor. En conclusión, la doctrina de la Inmaculada Concepción de María expresa la certeza de fe de que las promesas de Dios se han cumplido: su alianza no fracasa, sino que ha producido una raíz santa, de la que ha brotado el Fruto bendito de todo el universo, Jesús, el Salvador. La Inmaculada demuestra que la Gracia es capaz de suscitar una respuesta; que la fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera y buena. (Palabras tras el rezo del Ángelus en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, 8-XII-2012)

El aliento apacible de la Gracia puede desvanecer las nubes más sombrías Discurso de S.S. Benedicto XVI durante el acto de veneración en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María realizado en la Plaza de España, Roma.

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s siempre una alegría especial reunirnos aquí, en la Plaza de España, en la fiesta de María Inmaculada. Reencontrarnos juntos –romanos, peregrinos y visitantes– a los pies de la imagen de nuestra Madre espiritual, nos hace sentirnos unidos en el signo de la fe. Me gusta subrayarlo en este Año de la fe que toda la Iglesia está viviendo. Os saludo con gran afecto y desearía compartir con vosotros algunos pensamientos sencillos, sugeridos por el Evangelio de esta solemnidad: el Evangelio de la Anunciación. Ante todo nos impresiona siempre, y nos hace reflexionar, el hecho de que ese momento decisivo para el destino de la humanidad, el momento en el que Dios se hizo hombre, está

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El encuentro entre el mensajero divino y la Virgen Inmaculada pasa completamente inadvertido: ninguno lo sabe, nadie habla de ello. Es un acontecimiento que, si sucediera en nuestros tiempos, no dejaría rastro en periódicos ni revistas, porque es un misterio que ocurre en el silencio.


envuelto de un gran silencio. El encuentro entre el mensajero divino y la Virgen Inmaculada pasa completamente inadvertido: ninguno lo sabe, nadie habla de ello. Es un acontecimiento que, si sucediera en nuestros tiempos, no dejaría rastro en periódicos ni revistas, porque es un misterio que ocurre en el silencio. Lo que es verdaderamente grande a menudo pasa desapercibido y el quieto silencio se revela más fecundo que la frenética agitación que caracteriza nuestras ciudades, pero que –con las debidas proporciones– se vivía ya en ciudades importantes como la Jerusalén de entonces. Ese activismo que nos hace incapaces de detenernos, de estar tranquilos, de escuchar el silencio en el que el Señor hace oír su voz discreta. María, el día en que recibió el anuncio del Ángel, estaba completamente recogida y al mismo tiempo abierta a la escucha de Dios. En ella no hay obstáculo, no hay pantalla, no hay nada que la separe de Dios. Este es el significado de su ser sin pecado original: su relación con Dios está libre de la más mínima fisura; no hay separación, no hay sombra de egoísmo, sino una perfecta sintonía: su pequeño corazón humano está perfectamente «centrado» en el gran corazón de Dios. Así, queridos hermanos, venir aquí, a este monumento a María en el centro de Roma, nos recuerda ante todo que la voz de Dios no se reconoce en el estruendo y en la agitación; su

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Este es el significado de su ser sin pecado original: su relación con Dios está libre de la más mínima fisura; no hay separación, no hay sombra de egoísmo, sino una perfecta sintonía: su pequeño corazón humano está perfectamente «centrado» en el gran corazón de Dios.

Gracia quiere decir el Amor en su pureza y belleza; es Dios mismo así como se ha revelado en la historia salvífica narrada en la Biblia y enteramente en Jesucristo. proyecto sobre nuestra vida personal y social no se percibe permaneciendo en la superficie, sino bajando a un nivel más profundo, donde las fuerzas que actúan no son las económicas y políticas, sino las morales y espirituales. Es allí donde María nos invita a descender y a sintonizarnos con la acción de Dios. Hay una segunda cosa, más importante aún, que la Inmaculada nos dice cuando venimos aquí, y es que la salvación del mundo no es obra del hombre –de la ciencia, de la técnica, de la ideología–, sino que viene de la Gracia. ¿Qué significa esta palabra? Gracia quiere decir el Amor en su pureza y belleza; es Dios mismo así como se ha revelado en la historia salvífica narrada en la Biblia y enteramente en Jesucristo. María es llamada la «llena de gracia» (Lc 1, 28) y con esta identidad nos recuerda la primacía de Dios en nuestra vida y en la historia del mundo; nos recuerda que el poder de amor de Dios es más fuerte que el mal, puede colmar los vacíos que el egoísmo provoca en la historia de las personas, de las familias, de las naciones y del mundo. Estos vacíos pueden convertirse en infiernos donde es como si la vida humana fuera arrastrada hacia abajo y hacia la nada, privada de sentido y de luz. Los falsos remedios que el mundo propone para llenar estos vacíos –emblemática es la droga– en realidad amplían la vorágine. Sólo el amor puede salvar de esta caída, pero no un amor cualquiera: un amor que tenga en sí la pureza de la Gracia –de Dios, que transforma y renueva– y que pueda así introducir en los pulmones


intoxicados nuevo oxígeno, aire limpio, nueva energía de vida. María nos dice que, por bajo que pueda caer el hombre, nunca es demasiado bajo para Dios, que descendió a los infiernos; por desviado que esté nuestro corazón, Dios siempre es «mayor que nuestro corazón» (1 Jn 3, 20). El aliento apacible de la Gracia puede desvanecer las nubes más sombrías, puede hacer la vida bella y rica de significado hasta en las situaciones más inhumanas. Y de aquí se deriva la tercera cosa que nos dice María Inmaculada: nos habla de la alegría, esa alegría auténtica que se difunde en el corazón liberado del pecado. El pecado lleva consigo una tristeza negativa que induce a cerrarse en uno mismo. La Gracia trae la verdadera alegría, que no depende de la posesión de las cosas, sino que está enraizada en lo íntimo, en lo profundo de la persona y que nadie ni nada pueden quitar. El cristianismo es esencialmente un «evangelio», una «alegre noticia», aunque algunos piensan que es un obstáculo a la alegría porque ven en él un conjunto de prohibiciones y de reglas. En realidad el cristianismo es el anuncio de

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la victoria de la Gracia sobre el pecado; de la vida sobre la muerte. Y si comporta renuncias y una disciplina de la mente, del corazón y del comportamiento es precisamente porque en el hombre existe la raíz venenosa del egoísmo que le hace daño a él mismo y a los demás. Así que es necesario aprender a decir no a la voz del egoísmo y a decir sí a la del amor auténtico. La alegría de María es plena, pues en su corazón no hay sombra de pecado. Esta alegría coincide con la presencia de Jesús en su vida: Jesús concebido y llevado en el seno, después niño confiado a sus cuidados maternos, luego adolescente y joven y hombre maduro; Jesús a quien ve partir de casa, seguido a distancia con fe hasta la Cruz y la Resurrección: Jesús es la alegría de María y es la alegría de la Iglesia, de todos nosotros. Que en este tiempo de Adviento María Inmaculada nos enseñe a escuchar la voz de Dios que habla en el silencio; a acoger su Gracia, que nos libra del pecado y de todo egoísmo; para gustar así la verdadera alegría. María, llena de gracia, ¡ruega por nosotros! (Roma, 8-XII-2012)


Las oraciones encuentran respuesta, aunque a veces misteriosa “El Apocalipsis nos dice que la oración alimenta en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades esta visión de luz y de profunda esperanza: nos invita a no dejarnos vencer por el mal, sino a vencer el mal con el bien, a mirar a Cristo crucificado y resucitado que nos asocia a su victoria”, señaló S.S. Benedicto XVI durante la audiencia de los días miércoles en el ciclo de catequesis dedicadas al Apocalipsis.

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aquí emergen dos modos de vivir en relación dialéctica entre sí: el primero lo podríamos definir el «sistema de Cristo», al que la asamblea se siente feliz de pertenecer; y el segundo es el «sistema terrestre anti-Reino y anti-alianza puesto en práctica por influjo del Maligno», el cual, engañando a los hombres, quiere realizar un mundo opuesto al querido por Cristo y por Dios (cf. Pontificia Comisión Bíblica, Biblia y moral. Raíces bíblicas del comportamiento cristiano, 70). Así pues, la asamblea debe saber leer en profundidad la historia que está viviendo, aprendiendo a discernir con la fe los acontecimientos, para colaborar, con su acción, al desarrollo del reino de Dios. Esta obra de lectura y de discernimiento, como también de acción, está vinculada a la oración. Ante todo, después del insistente llamamiento de Cristo que, en la primera parte del Apocalipsis, dice siete veces: «El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a la Iglesia» (cf. Ap 2, 7.11.17.29; 3, 6.13.22), se invita a la asamblea a subir al cielo para contemplar la realidad con los ojos de Dios; y aquí encontramos tres símbolos, puntos de referencia de los cuales partir para leer la historia: el trono de Dios, el Cordero y el libro (cf. Ap 4, 1 – 5, 14). El primer símbolo es el trono, sobre el cual está sentado un personaje que san Juan no describe, porque supera todo tipo de representación humana; sólo puede hacer referencia al

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Ante todo, después del insistente llamamiento de Cristo que, en la primera parte del Apocalipsis, dice siete veces: «El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a la Iglesia» (cf. Ap 2, 7.11.17.29; 3, 6.13.22), se invita a la asamblea a subir al cielo para contemplar la realidad con los ojos de Dios; y aquí encontramos tres símbolos, puntos de referencia de los cuales partir para leer la historia: el trono de Dios, el Cordero y el libro (cf. Ap 4, 1 – 5, 14). sentido de belleza y alegría que experimenta al estar delante de él. Este personaje misterioso es Dios, Dios omnipotente que no permaneció cerrado en su cielo, sino que se hizo cercano al hombre, estableciendo una alianza con él; Dios que, de modo misterioso pero real, hace sentir su voz en la historia bajo la simbología de los relámpagos y los truenos. Hay varios elementos que aparecen alrededor del trono de Dios, como


«Dios en majestad» (Apocalipsis 4, 1-11).

De la tapicería de Angers sobre el Apocalipsis, siglo XIV. (Primer conjunto, tapicería 4).

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Aparece aquí el tercer símbolo: Cristo, el Cordero inmolado en el sacrificio de la cruz, pero que está de pie, signo de su Resurrección. Y es precisamente el Cordero, el Cristo muerto y resucitado, quien progresivamente abre los sellos y revela el plan de Dios, el sentido profundo de la historia. los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes, que alaban incesantemente al único Señor de la historia. El primer símbolo, por lo tanto, es el trono. El segundo es el libro, que contiene el plan de Dios sobre los acontecimientos y sobre los hombres; está cerrado herméticamente con siete sellos y nadie puede leerlo. Ante esta incapacidad del hombre de escrutar el proyecto de Dios, san Juan siente una profunda tristeza que lo hace llorar. Pero existe un remedio para el extravío del hombre ante el misterio de la historia: alguien es capaz de abrir el libro e iluminarlo. Aparece aquí el tercer símbolo: Cristo, el Cordero inmolado en el sacrificio de la cruz, pero que está de pie, signo de su Resurrección. Y es precisamente el Cordero, el Cristo muerto y resucitado, quien progresivamente abre los sellos y revela el plan de Dios, el sentido profundo de la historia. ¿Qué dicen estos símbolos? Nos recuerdan cuál es el camino para saber leer los hechos de la historia y de nuestra vida misma. Levantando la mirada al cielo de Dios, en la relación constante con Cristo, y abriéndole a él nuestro corazón y nuestra mente en la oración personal y comunitaria, aprendemos a ver las cosas

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de un modo nuevo y a captar su sentido más auténtico. La oración es como una ventana abierta que nos permite mantener la mirada dirigida hacia Dios, no sólo para recordarnos la meta hacia la que nos dirigimos, sino también para permitir que la voluntad de Dios ilumine nuestro camino terreno y nos ayude a vivirlo con intensidad y compromiso. ¿De qué modo el Señor guía la comunidad cristiana a una lectura más profunda de la historia? Ante todo invitándola a considerar con realismo el presente que estamos viviendo. Entonces el Cordero abre los cuatro primeros sellos del libro y la Iglesia ve el mundo en el que está insertada, un mundo en el que hay varios elementos negativos. Están los males que realiza el hombre, como la violencia, que nace del deseo de poseer, de prevalecer los unos sobre los otros, hasta el punto de llegar a matarse (segundo sello); o la injusticia, porque los hombres no respetan las leyes que se han escogido (tercer sello). A estos se suman los males que el hombre debe sufrir, como la muerte, el hambre, la enfermedad (cuarto sello). Ante estas realidades, a menudo dramáticas, la comunidad eclesial está invitada a no perder nunca la esperanza, a creer firmemente que la aparente omnipotencia del Maligno se enfrenta a la verdadera omnipotencia, que es la de Dios. Y el primer sello que abre el Cordero contiene precisamente este mensaje. Narra san Juan: «Y vi un caballo blanco; el jinete tenía un arco, se le dio la corona y salió como vencedor y para vencer otra vez» (Ap 6, 2). En la historia del hombre ha entrado la fuerza de Dios, que no sólo es capaz de equilibrar el mal, sino incluso de vencerlo. El color blanco hace referencia a la Resurrección: Dios se hizo tan cercano que bajó a la oscuridad de la muerte para iluminarla con el esplendor de su vida divina; tomó sobre sí el mal del mundo para purificarlo con el fuego de su amor. ¿Cómo crecer en esta lectura cristiana de la realidad? El Apocalipsis nos dice que la oración alimenta en cada uno de nosotros y en nuestras


comunidades esta visión de luz y de profunda esperanza: nos invita a no dejarnos vencer por el mal, sino a vencer el mal con el bien, a mirar a Cristo crucificado y resucitado que nos asocia a su victoria. La Iglesia vive en la historia, no se cierra en sí misma, sino que afronta con valentía su camino en medio de dificultades y sufrimientos, afirmando con fuerza que el mal, en definitiva, no vence al bien, la oscuridad no ofusca el esplendor de Dios. Este es un punto importante para nosotros; como cristianos nunca podemos ser pesimistas; sabemos bien que en el camino de nuestra vida encontramos a menudo violencia, mentira, odio, persecuciones, pero esto no nos desalienta. La oración, sobre todo, nos educa a ver los signos de Dios, su presencia y acción; es más, a ser nosotros mismos luces de bien que difundan esperanza e indiquen que la victoria es de Dios. Esta perspectiva lleva a elevar a Dios y al Cordero la acción de gracias y la alabanza: los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes cantan juntos el «cántico nuevo» que celebra la obra de Cristo Cordero, el cual hará «nuevas todas las cosas» (Ap 21, 5). Pero esta renovación es, ante todo, un don que se ha de pedir. Aquí encontramos otro elemento que debe caracterizar la oración: invocar con insistencia al Señor para que venga su Reino, para que el hombre tenga un corazón dócil al señorío de Dios, para que sea su voluntad la que oriente nuestra vida y la del mundo. En la visión del Apocalipsis esta oración de petición está representada por un detalle importante: «los veinticuatro ancianos» y «los cuatro seres vivientes» tienen en la mano, junto a la cítara que acompaña su canto, «copas de oro llenas de perfume» (5, 8a) que, como se explica, «son las oraciones de los santos» (5, 8b), es decir, de aquellos que ya han llegado a Dios, pero también de todos nosotros que nos encontramos en camino. Y vemos que un ángel, delante del trono de Dios, tiene en la mano un incensario de oro en el que pone continuamente los granos

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de incienso, es decir nuestras oraciones, cuyo suave olor se ofrece juntamente con las oraciones que suben hasta Dios (cf. Ap 8, 1-4). Es un simbolismo que nos indica cómo todas nuestras oraciones —con todos sus límites, el cansancio, la pobreza, la aridez, las imperfecciones que podemos tener— son casi purificadas y llegan al corazón de Dios. Debemos estar seguros de que no existen oraciones superfluas, inútiles; ninguna se pierde. Las oraciones encuentran respuesta, aunque a veces misteriosa, porque Dios es Amor y Misericordia infinita. El ángel —escribe san Juan— «tomó el incensario, lo llenó del fuego del altar y lo arrojó a la tierra: hubo truenos, voces, relámpagos y un terremoto» (Ap 8, 5). Esta imagen significa que Dios no es insensible a nuestras súplicas, interviene y hace sentir su poder y su voz sobre la tierra, hace temblar y destruye el sistema del Maligno. Ante el mal a menudo se tiene la sensación de no poder hacer nada, pero precisamente nuestra oración es la respuesta primera y más eficaz que podemos dar y que hace más fuerte nuestro esfuerzo cotidiano por difundir el bien. El poder de Dios hace fecunda nuestra debilidad (cf. Rm 8, 26-27). Quiero concluir haciendo referencia al diálogo final (cf. Ap 22, 6-21). Jesús repite varias veces: «Mira, yo vengo pronto» (Ap 22, 7.12). Esta afirmación no sólo indica la perspectiva futura al final de los tiempos, sino también la presente:

La Iglesia vive en la historia, no se cierra en sí misma, sino que afronta con valentía su camino en medio de dificultades y sufrimientos, afirmando con fuerza que el mal, en definitiva, no vence al bien, la oscuridad no ofusca el esplendor de Dios.


Jesús viene, pone su morada en quien cree en él y lo acoge. La asamblea, entonces, guiada por el Espíritu Santo, repite a Jesús la invitación urgente a estar cada vez más cerca: «¡Ven!» (Ap 22, 17a). Es como la «esposa» (22, 17) que aspira ardientemente a la plenitud del matrimonio. Por tercera vez aparece la invocación: «Amén. ¡Ven, Señor Jesús!» (22, 20b); y el lector concluye con una expresión que manifiesta el sentido de esta presencia: «La gracia del Señor Jesús esté con todos» (22, 21). El Apocalipsis, a pesar de la complejidad de los símbolos, nos implica en una oración muy rica, por la cual también nosotros escuchamos, alabamos, damos gracias, contemplamos al Se-

ñor y le pedimos perdón. Su estructura de gran oración litúrgica comunitaria es también una importante llamada a redescubrir la fuerza extraordinaria y transformadora de la Eucaristía. Quiero invitar con fuerza, de manera especial, a ser fieles a la santa misa dominical en el día del Señor, el Domingo, verdadero centro de la semana. La riqueza de la oración en el Apocalipsis nos hace pensar en un diamante, que tiene una serie fascinante de tallas, pero cuya belleza reside en la pureza del único núcleo central. Las sugestivas formas de oración que encontramos en el Apocalipsis hacen brillar la belleza única e indecible de Jesucristo. Gracias. (Vaticano, 12-IX-2012)

El hombre cree que puede llegar a ser él mismo «dios», dueño de la vida y la muerte Palabras de S.S. Benedicto XVI durante la audiencia general de los días miércoles en el ciclo de catequesis dedicadas al Año de la Fe.

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oy me gustaría continuar y profundizar este aspecto, meditando con ustedes brevemente sobre algunas maneras de llegar a conocer a Dios. Debo mencionar, sin embargo, que la iniciativa de Dios precede siempre a cualquier acción del hombre, y también en el camino hacia Él, es Él el primero que nos ilumina, nos orienta y nos guía, respetando siempre nuestra libertad. Y siempre es Él quien nos hace entrar en su intimidad, revelándonos y dándonos la gracia de poder acoger en la fe esa revelación. No olvidemos nunca la experiencia de san Agustín: no somos nosotros los que poseemos la Verdad después de haberla buscado, sino que

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es la verdad la que nos encuentra y nos toma. Sin embargo, hay formas que pueden abrir el corazón del hombre al conocimiento de Dios, hay indicios que llevan a Dios. Por supuesto, a menudo se corre el riesgo de ser deslumbrado por el brillo del mundo, que nos hace menos capaces de viajar esas rutas o leer esos signos. Sin embargo, Dios no se cansa de buscarnos, es fiel al hombre que ha creado y redimido, se mantiene cerca de nuestras vidas, porque nos ama. Y esta es una certeza que nos debe acompañar todos los días, a pesar de que ciertas mentalidades difundidas, hacen más difícil para la Iglesia y para el cristiano, comunicar la alegría del Evangelio a todas


A partir de la Ilustración, la crítica a la religión se ha intensificado; la historia se ha caracterizado también por la presencia de sistemas ateos, en los que Dios se consideraba una mera proyección de la mente humana, una ilusión, y el producto de una sociedad ya distorsionada por muchas enajenaciones. las criaturas y conducir a todos al encuentro con Jesús, único Salvador del mundo. Esta, sin embargo, es nuestra misión, es la misión de la Iglesia y cada creyente debe vivirla con alegría, sintiéndola como propia, a través de una vida verdaderamente animada por la fe, marcada por la caridad, en el servicio a Dios y a los demás, y capaz de irradiar esperanza. Esta misión brilla especialmente en la santidad a la que todos estamos llamados. Hoy –lo sabemos–, no faltan las dificultades y las pruebas para la fe, a menudo mal entendida, protestada, rechazada. San Pedro decía a sus cristianos: «Estén siempre dispuestos a dar respuesta, pero con mansedumbre y respeto, a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en sus corazones» (1 Pe. 3,15). En el pasado, en Occidente, en una sociedad considerada cristiana, la fe era el ambiente en el que nos movíamos; la referencia y la pertenencia a Dios fueron, en su mayoría, parte de la vida cotidiana. Más bien, era aquel que no creía, el que debía justificar su incredulidad. En nuestro mundo, la situación ha cambiado y, cada vez más, el creyente debe ser capaz de dar razón de su fe. El beato Juan Pablo II, en la encíclica Fides et Ratio, hizo hincapié en que la fe se pone a prueba en estos tiempos, atravesada por

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formas sutiles e insidiosas de ateísmo teórico y práctico (cf. nn. 46-47). A partir de la Ilustración, la crítica a la religión se ha intensificado; la historia se ha caracterizado también por la presencia de sistemas ateos, en los que Dios se consideraba una mera proyección de la mente humana, una ilusión, y el producto de una sociedad ya distorsionada por muchas enajenaciones. El siglo pasado fue testigo de un fuerte proceso de secularismo, en nombre de la autonomía absoluta del hombre, considerado como medida y artífice de la realidad, pero reducido en su ser creado «a imagen y semejanza de Dios». En nuestros tiempos hay un fenómeno particularmente peligroso para la fe: hay una forma de ateísmo que se define como «práctico», en el que no se niegan las verdades de la fe o los rituales religiosos, sino que simplemente se consideran irrelevantes para la existencia cotidiana, separados de la vida, inútiles. A menudo, por lo tanto, se cree en Dios de una manera superficial y se vive «como si Dios no existiera» (etsi Deus non daretur). Al final, sin embargo, esta forma de vida es aún más destructiva, porque conduce a la indiferencia hacia la fe y hacia la cuestión de Dios. En realidad, el hombre separado de Dios, se reduce a una sola dimensión, aquella horizontal; y justamente este reduccionismo es una de

En el pasado, en Occidente, en una sociedad considerada cristiana, la fe era el ambiente en el que nos movíamos; la referencia y la pertenencia a Dios fueron, en su mayoría, parte de la vida cotidiana. Más bien, era aquel que no creía, el que debía justificar su incredulidad.


las causas fundamentales de los totalitarismos que han tenido consecuencias trágicas en el siglo pasado, así como de la crisis de valores que vemos en la realidad actual. Oscureciendo la referencia a Dios, también se ha oscurecido el horizonte ético, para dejar espacio al relativismo y a una concepción ambigua de la libertad, que en lugar de liberadora, termina por atar al hombre a los ídolos. Las tentaciones que Jesús enfrentó en el desierto antes de su vida pública, representan aquellos «ídolos» que fascinan al hombre, cuando va más allá de sí mismo. Cuando Dios pierde su centralidad, el hombre pierde su justo lugar, no encuentra más su lugar en la creación, en las relaciones con los demás. No se ha disminuido lo que la sabiduría antigua evoca como el mito de Prometeo: el hombre cree que puede llegar a ser él mismo «dios», dueño de la vida y la muerte. Ante esta realidad, la Iglesia, fiel al mandato de Cristo, no cesa de afirmar la verdad sobre el hombre y sobre su destino. El Concilio Vaticano II afirma claramente así: «La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y solo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador».(Gaudium et Spes, 19). ¿Qué respuestas está llamada a dar ahora la fe, con «gentileza y respeto», al ateísmo, al escepticismo y a la indiferencia frente la dimensión vertical, de modo que el hombre de nuestro tiempo pueda seguir cuestionándose sobre la existencia de Dios y a recorrer los caminos que conducen a Él? Me gustaría mencionar algunos aspectos, que provienen de la reflexión natural, o del mismo poder de la fe. Quisiera resumirlo muy brevemente en tres palabras: el mundo, el hombre, la fe. La primera: el mundo. San Agustín, que

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En nuestros tiempos hay un fenómeno particularmente peligroso para la fe: hay una forma de ateísmo que se define como «práctico», en el que no se niegan las verdades de la fe o los rituales religiosos, sino que simplemente se consideran irrelevantes para la existencia cotidiana, separados de la vida, inútiles. en su vida ha buscado durante mucho tiempo la Verdad y se aferró a la Verdad, tiene una página bella y famosa, en la que dice así: «Interroga a la belleza de la tierra, del mar, del aire enrarecido que se expande por todas partes; interroga la belleza del cielo..., interroga todas estas realidades. Todas te responderan: míranos y observa cómo somos hermosas. Su belleza es como un himno de alabanza. Ahora bien, estas criaturas tan hermosas, que siguen cambiando, ¿quién las hizo, si no que es uno que es la belleza de modo inmutable?»(Sermo 241, 2: PL 38, 1134). Creo que tenemos que recuperar y devolver al hombre contemporáneo la capacidad de contemplar la creación, su belleza, su estructura. El mundo no es una masa informe, sino que cuanto más lo conocemos y más descubrimos sus maravillosos mecanismos, más vemos un diseño, vemos que hay una inteligencia creadora. Albert Einstein dijo que en las leyes de la naturaleza «se revela una razón tan superior, que todo pensamiento racional y las leyes humanas son una reflexión comparativamente muy insignificante» (El mundo como lo veo yo, Roma 2005). Una primera manera que conduce al descubrimiento de Dios es contemplar con ojos atentos a la creación.


La segunda palabra: el hombre. Siempre san Agustín, quien tiene una famosa frase que dice que Dios está más cerca de mí que yo a mí mismo (cf. Confesiones, III, 6, 11). A partir de aquí se formula la invitación: «No vayas fuera de ti, entra en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad» (De vera religione, 39, 72). Este es otro aspecto que corremos el riesgo de perder en el mundo ruidoso y disperso en el que vivimos: la capacidad de pararnos y mirar en lo profundo de nosotros mismos, y de leer esta sed de infinito que llevamos dentro, que nos impulsa a ir más allá y nos refiere a Alguien que la pueda llenar. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma así: «Con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios» (n. 33). La tercera palabra: la fe. Sobre todo en la realidad de nuestro tiempo, no debemos olvidar que un camino hacia el conocimiento y el encuentro con Dios es la vida de fe. El que crea se une con Dios, está abierto a su gracia, a la fuerza del amor. Así, su existencia se convierte en un testimonio no de sí mismo, sino de Cristo resucitado, y su fe no tiene miedo de mostrarse en la vida cotidiana, está abierta al diálogo que expresa profunda amistad para el camino de cada hombre, y sabe cómo abrir luces de esperanza a la necesidad de la redención, de la felicidad y del futuro.

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La fe, de hecho, es un encuentro con Dios que habla y actúa en la historia y que convierte nuestra vida cotidiana, transformando en nosotros mente, juicios de valor, decisiones y acciones concretas. No es ilusión, escape de la realidad, cómodo refugio, sentimentalismo, sino que es el involucramiento de toda la vida y es proclamación del Evangelio, Buena Nueva capaz de liberar a todo el hombre. Un cristiano, una comunidad donde son laboriosos y fieles al designio de Dios que nos ha amado primero, son una vía privilegiada para aquellos que son indiferentes o dudan acerca de su existencia y de su acción. Esto, sin embargo, pide a todos a hacer más transparente su testimonio de fe, purificando su vida para que sea conforme a Cristo. Hoy en día muchos tienen una comprensión limitada de la fe cristiana, porque la identifican con un mero sistema de creencias y de valores, y no tanto con la verdad de un Dios revelado en la historia, deseoso de comunicarse con el hombre cara a cara, en una relación de amor con él. De hecho, el fundamento de toda doctrina o valor es el acontecimiento del encuentro entre el hombre y Dios en Cristo Jesús. El cristianismo, antes que una moral o una ética, es el acontecimiento del amor, es el aceptar a la persona de Jesús. Por esta razón, el cristiano y las comunidades cristianas, ante todo deben mirar y hacer mirar a Cristo, el verdadero camino que conduce a Dios. (Vaticano, 14-IX-2012)


PANORAMA

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CREDO L

o repetimos unánimes, con asertiva voz, cada domingo. Adherimos explícitamente a su contenido, antes del Bautismo y de la Confirmación. Ocupa 350 páginas del Catecismo de la Iglesia Católica. En este Año de la Fe es imperativo profundizar lo que creemos y por qué lo creemos. Nuestro acto de fe ha de ser racional, libre, fundado en argumentos y movido por la gracia. Es un año para conquistar y dejarse conquistar por el Credo. Esta fórmula condensada de la fe que profesamos se ha venido repitiendo durante dos milenios. Su composición es reflejo fiel de lo que los Apóstoles predicaron y los candidatos al Bautismo debían conocer y proclamar en la Roma de Pedro. Se la denomina “Símbolo de los Apóstoles”, porque recopila sumariamente las verdades centrales de la fe, y porque “symbolon”, en griego, es la mitad de un objeto partido, de suerte que el reivindicador de la otra mitad debe encontrar a su poseedor y ambos identificarse al juntar las fracciones. De ahí los dos atributos de nuestro Credo o Símbolo: resume ordenadamente todo lo que debemos creer, y vale como acreditación de membresía en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Por cierto, vana, inútil y contraproducente sería su recitación por quien no encarnase testimonialmente lo proclamado con los labios. El signo finalmente acreditativo de la pertenencia a Cristo y a su Iglesia es la caridad: “en esto conocerán todos que son mis discípulos”.

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Ilustración página izquierda: Detalle, alabastro inglés s. XIV.

Nuestro Símbolo consta de tres partes. La primera se refiere a Dios Padre Creador, que manifiesta su poder en las maravillas de la naturaleza. La segunda nos habla de Dios Redentor, Jesucristo, Verbo del Padre que por el Espíritu Santo se hizo hombre en María Virgen y rescató la entera Creación de la servidumbre del pecado, de la muerte y del demonio a través de su pasión y resurrección. La tercera nos recuerda a Dios Santificador, el Espíritu Santo que es alma de la Iglesia, vínculo de unidad, vencedor del pecado y de la muerte, prenda de vida eterna. Recitar el Credo es ya tributar alabanza a la Santísima Trinidad. Pero la mayor alabanza al Dios Trino es que su hijo, el hombre, viva como el Hijo de Dios que se hizo hombre para que el hombre se haga Dios. Por eso quienes recitan el Credo concluyen con un solemne “Amén”, palabra hebrea de la misma raíz que “creer”: significa esto es sólido, en esto se puede confiar, el que nos enseña esto es digno de crédito porque siempre cumple lo que promete. Síntesis de nuestra fe, el Credo no está compuesto por opiniones humanas: todo su contenido emana de la Sagrada Escritura que es Palabra de Dios. Recíbelo como un depósito sagrado, del que el depositante te pedirá cuenta. Es tu sello. Es tu tesoro. Su mejor comentario es María.

RAÚL HASBÚN, Pbro.


Concilio y “aggiornamiento” Extractos del discurso del Santo Padre Benedicto XVI en el encuentro con los obispos que participaron en el concilio Vaticano II y un grupo de presidentes de conferencias episcopales en la Sala Clementina el viernes 12 de octubre de 2012.

Quisiera recordar solamente cómo una palabra, lanzada por el beato Juan XXIII casi de modo programático, regresaba continuamente en los trabajos conciliares: la palabra «aggiornamento» (actualización).

A cincuenta años de distancia de la apertura de aquella solemne Asamblea de la Iglesia, alguno se preguntará si esa expresión no haya sido tal vez desde el principio en absoluto feliz. Creo que la elección de las palabras podría ser discutida por horas y se encontrarían opiniones continuamente discordantes, pero estoy convencido de que la intuición que tenía el beato Juan XXIII, que resumió con esta palabra, ha sido y sigue siendo todavía exacta. El cristianismo no debe considerarse como «una cosa del pasado», ni debe vivirse con la mirada puesta constantemente «en el pasado», porque Jesucristo es ayer, hoy y para la eternidad (cf. Hb 13, 8). El cristianismo está marcado por la presencia del Dios eterno, que entró en el tiempo y está presente en cada momento, porque cada momento fluye de su poder creador, de su eterno «hoy». Por ello el cristianismo es siempre nuevo. No debemos nunca verlo como un árbol plenamente desarrollado a partir de la semilla de mostaza del Evangelio, que creció, que dio sus frutos y

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un buen día envejeció llegando al ocaso de su energía vital. El cristianismo es un árbol que, por decirlo así, está en perenne «aurora», es siempre joven. Y esta actualidad, este «aggiornamento», no significa ruptura con la tradición, sino que expresa la continua vitalidad. No significa reducir la fe rebajándola a la moda de los tiempos, al modelo de lo que nos gusta, a aquello que agrada la opinión pública, sino todo lo contrario: precisamente como hicieron los padres conciliares, debemos llevar el «hoy» que vivimos a la medida del acontecimiento cristiano, debemos llevar el «hoy» de nuestro tiempo al «hoy» de Dios. El Concilio fue un tiempo de gracia en que el Espíritu Santo nos enseñó que la Iglesia, en su camino en la historia, debe siempre hablar al hombre contemporáneo, pero esto sólo puede ocurrir por la fuerza de aquellos que tienen raíces profundas en Dios, se dejan guiar por Él y viven con pureza la propia fe; no viene de quien se adapta al momento que pasa, de quien escoge el camino más cómodo. El Concilio lo tenía bien claro, cuando en la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, en el número 49, afirmó que todos en la Iglesia están llamados a la santidad según las palabras del Apóstol Pablo: «Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Tes 4, 3). La santidad muestra el verdadero rostro de la Iglesia, hace entrar el «hoy» eterno de Dios en el «hoy» de nuestra vida, en el «hoy» del hombre de nuestra época. Queridos hermanos en el episcopado, la memoria del pasado es preciosa, pero nunca es un fin en sí misma. El Año de la fe que hemos comenzado ayer nos sugiere el modo mejor de recordar y conmemorar el Concilio: concentrarnos en el corazón de su mensaje, que por lo demás no es otro que el mensaje de la fe en Jesucristo, único Salvador del mundo, proclamado al hombre de nuestro tiempo.


Benedicto XVI, 11 de octubre de 2012

El discurso de la luna, 50 años después El 11 de octubre de 1962, con el ingreso solemne de los padres conciliares en la basílica de San Pedro, se inauguró el concilio Vaticano II. Juan XXIII había fijado para ese día el inicio del Concilio con la intención de encomendar la gran asamblea eclesial que había convocado a la bondad maternal de María, y de anclar firmemente el trabajo del Concilio en el misterio de Jesucristo. Aquella noche, más de cien mil personas se congregaron en la plaza San Pedro llevando antorchas; esta celebración espontánea era una elocuente imagen de la Iglesia pueblo de Dios. Los reflectores de la plaza estaban apagados porque no se preveía ninguna celebración, pero el gran murmullo y las luces de las velas y de las antorchas que se levantaron al aparecer el Santo Padre indicaban la presencia de una gran multitud. Entonces Juan XXIII, iluminado por la luz del pueblo de Dios y bajo una esplendida luna de octubre, improvisó el famoso discurso “de la Luna”. Para recordar aquella memorable noche, el 11 de octubre pasado, la diócesis de Roma organizó una procesión con velas hacia la Plaza de San Pedro en la que, luego de un momento de oración, desde la misma ventana del Palacio Apostólico, el Papa Benedicto XVI pronunció unas bellas palabras de saludo y bendición:

Buenas noches a todos y gracias por haber venido. Cincuenta años atrás, en este día, también yo estuve aquí en la Plaza con la mirada hacia esta ventana donde se asomó el Papa bueno, el Beato Papa Juan, y nos habló con palabras inolvidables, palabras llenas de poesía, de bondad, palabras del corazón. Estábamos felices, llenos de entusiasmo. El gran Concilio Ecuménico estaba inaugurado, estábamos seguros de que debía venir una nueva primavera de la Iglesia, un nuevo Pentecostés, una nueva presencia fuerte de la Gracia liberadora del Evangelio. También hoy estamos felices, traemos alegría en nuestro corazón, pero diría que una alegría tal vez más sobria, una alegría humilde. En estos cincuenta años hemos aprendido y experimentado que el pecado original existe y se traduce siempre de nuevo en pecados personales que pueden también convertirse en estructuras de pecado. Hemos visto que en el campo del Señor hay siempre también cizaña. Hemos visto que en la red de Pedro se encuentran también peces malos. Hemos visto que la fragilidad humana está presente también en la Iglesia, que la barca de la Iglesia está navegando también con el viento

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en contra, con tempestades que amenazan la barca. Y alguna vez hemos pensado: ¿El Señor dónde está? ¡Nos ha olvidado! Esto es una parte de las experiencias de estos cincuenta años. Pero hemos tenido también la nueva experiencia de la presencia del Señor, de su bondad, de su fuerza. El fuego del Espíritu Santo, el fuego de Cristo, no es fuego devorador, destructivo, es un fuego silencioso, es una pequeña llama de bondad, de bondad y de verdad que transforma, de luz y calor. Hemos visto: el Señor no nos olvida, también hoy con su modo humilde, el Señor está presente y da calor a los corazones, muestra vida, crea carismas de bondad y de caridad que iluminan el mundo y son para nosotros garantía de la bondad de Dios. Sí, Cristo vive, está con nosotros también hoy y podemos estar felices también hoy porque su bondad no se apaga y es fuerte también hoy. Finalmente me animo a hacer mías las inolvidables palabras del Papa Juan. Id a casa, dad un beso a los niños y decidles que es de parte del Papa. Con esto, de todo corazón, os imparto mi bendición: “Bendito sea el nombre del Señor».


Indulgencia plenaria por el Año de la Fe

Benedicto XVI concederá a los fieles la indulgencia plenaria con motivo del Año de la Fe, que será válida desde su apertura (11 de octubre de 2012 hasta su clausura, 24 de noviembre de 2013), según informa el decreto hecho público firmado por el cardenal Manuel Monteiro de Castro y por el obispo Krzysztof Nykiel, respectivamente Penitenciario Mayor y Regente de la Penitenciaría Apostólica. “En el día del cincuenta aniversario de la solemne apertura del Concilio Vaticano II –dice el texto– el Sumo Pontífice Benedicto XVI ha establecido el inicio de un Año particularmente dedicado a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación, con la lectura o, mejor, la piadosa meditación de los Actos del Concilio y de los artículos del Catecismo de la Iglesia Católica”. “Ya que se trata, ante todo, de desarrollar en grado sumo –por cuanto sea posible en esta tierra– la santidad de vida y de obtener, por lo tanto, en el grado más alto la pureza del alma, será muy útil el gran don de las indulgencias que la Iglesia, en virtud del poder conferido de Cristo, ofrece a cuantos que, con las debidas disposiciones, cumplen las prescripciones especiales para conseguirlas”. “Durante todo el arco del Año de la Fe – convocado del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013– podrán conseguir la Indulgencia plenaria de la pena temporal por los propios pecados impartida por la misericordia de Dios, aplicable en sufragio de las almas de los fieles difuntos, todos los fieles verdaderamente arrepentidos, debidamente confesados, que hayan comulgado sacramentalmente y que recen según las oraciones del pontífice: A) Cada vez que participen al menos en tres momentos de predicación durante las Sagradas Misiones, o al menos, en tres lecciones sobre los

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Actos del Concilio Vaticano II y sobre los artículos del Catecismo de la Iglesia en cualquier iglesia o lugar idóneo. B) Cada vez que visiten en peregrinación una basílica papal, una catacumba cristiana o un lugar sagrado designado por el Ordinario del lugar para el Año de la Fe (por ejemplo basílicas menores, santuarios marianos o de los apóstoles y patronos) y participen en una ceremonia sacra o, al menos, se recojan durante un tiempo en meditación y concluyan con el rezo del Padre nuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima, las invocaciones a la Virgen María y, según el caso, a los santos apóstoles o patronos. C) Cada vez que en los días determinados por el Ordinario del lugar para el Año de la Fe, participen en cualquier lugar sagrado en una solemne celebración eucarística o en la liturgia de las horas, añadiendo la Profesión de fe en cualquier forma legítima. D) Un día, elegido libremente, durante el Año de la Fe, para visitar el baptisterio o cualquier otro lugar donde recibieron el sacramento del Bautismo, si renuevan las promesas bautismales de cualquier forma legítima. El documento concluye recordando que los fieles que «por enfermedad o justa causa» no puedan salir de casa o del lugar donde se encuentren, podrán obtener la indulgencia plenaria si “unidos con el espíritu y el pensamiento a los fieles presentes, particularmente cuando las palabras del Sumo Pontífice o de los obispos diocesanos se transmitan por radio o televisión, recen, allí donde se encuentren, el Padre nuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima y otras oraciones conformes a la finalidad del Año de la Fe ofreciendo sus sufrimientos o los problemas de su vida”.


Oración del Papa Juan XXIII por el Concilio

Oración compuesta por el Beato Papa Juan XXIII, luego de convocar al Concilio Vaticano II, para que todos los fieles del mundo implorasen por éste.

¡Oh, Divino Espíritu, que enviado por el Padre en el nombre de Jesús, asistes y guías infaliblemente a la Iglesia: derrama sobre el Concilio Ecuménico la plenitud de tus dones! ¡Oh, Dulce Maestro y Consolador!: ilumina la mente de nuestros Prelados, que solícitos a la invitación del Sumo Pontífice Romano, se reunirán en solemne asamblea. Haz que este Concilio produzca abundantes frutos; que cada vez se difunda más la luz y la fuerza del Evangelio en la sociedad humana; que la religión católica y su empresa misionera adquieran nuevo vigor; que se alcance un conocimiento más profundo de la doctrina de la Iglesia, y un incremento saludable de las costumbres cristianas. ¡Oh, Dulce Huésped de las almas!: afianza nuestras mentes en la verdad y prepara a la obediencia nuestros corazones, para que las deliberaciones del Concilio encuentren en nosotros un asentimiento generoso y pronto cumplimiento. Te pedimos también por las ovejas, que ya no son del único redil de Jesucristo, para que también ellas, que todavía se glorían del nombre cristiano, puedan finalmente encontrar la unidad bajo un solo Pastor. Renueva en nuestra época los prodigios de un nuevo Pentecostés, y haz en unánime y más intensa oración en torno a María, Madre de Jesús, y guiada por Pedro extienda el reino del Salvador divino, que es reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Así sea.

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La belleza de la fe no es obstáculo a la creación artística

Las Academias Pontificias celebraron en el Aula Magna del palacio de San Pío X su XVII sesión pública cuyo tema fue “Pulchritudinis fidei testis. El artista, como la Iglesia, testigo de la belleza de la fe”. En la oportunidad, Benedicto XVI leyó un mensaje en el que reafirma “la voluntad de la Iglesia por reencontrar el gozo de la reflexión común y de la acción conjunta para poner de nuevo el tema de la belleza al centro de la atención, tanto de la comunidad eclesial como de la sociedad civil y del mundo de la cultura”. La belleza “tendría que volver a reafirmarse y manifestarse en todas las expresiones artísticas, sin prescindir, sin embargo, de la experiencia de la fe, sino, por el contrario, confrontándose libre y abiertamente con ella, para que le dé inspiración y contenido. La belleza de la fe no puede ser nunca obstáculo a la creación de la belleza artística porque constituye, de alguna manera, su linfa vital y su último horizonte. El

El Concilio Vaticano II hoy Los medios lo recortaron dando la idea de discontinuidad

En el marco del debate sobre el libro en italiano Il Concilio Ecumenico Vaticano II, que se realizó en noviembre pasado en el Capitolio, Roma, el ministro de Cooperación Internacional e Integración de Italia, y fundador de la comunidad de San Egidio, Andrea Riccardi, indicó que por primera vez en la historia los contenidos de un Concilio llegaron al público por los medios de comunicación de masas, antes que por la voz de los obispos, órdenes religiosas, o participantes en las labores del mismo. El profesor Riccardi recordó que la gran mayoría

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verdadero artista, definido en el Mensaje del Concilio Vaticano II como “custodio de la belleza del mundo”, gracias a su sensibilidad artística y a su intuición, puede captar y acoger más profundamente que otras personas la belleza que es propia de la fe y, así, expresarla y comunicarla con su mismo lenguaje”. “Por eso, puede participar con su contribución, específica y original, en la misión y en la vocación de la Iglesia, en particular, cuando en las diversas expresiones del arte, quiera o sea llamado a realizar obras de artes directamente unidas con la experiencia de la fe y con el culto, con la acción litúrgica de la Iglesia”. En el Año de la Fe, el Papa invita a todos los artistas cristianos y a todos los que se abren al diálogo con ella, a que su recorrido artístico se convierta en “un itinerario integral que incluya todas las dimensiones de la existencia humana, para atestiguar la belleza de la fe en Cristo Jesús, imagen de la gloria de Dios que ilumina la historia de la humanidad”. La sesión concluyó con la entrega del Premio de las Academias Pontificias, este año dedicado a las artes, sobre todo pintura y escultura, y cuyos vencedores han sido la escultora polaca Anna Gulak y el pintor español David Ribes López. La Medalla del Pontificado fue entregada al escultor italiano Jacopo Cardillo.

de los medios dio el mensaje del Vaticano II de manera recortada, y que unido a la contestación del 68 creó en el público, mismo católico, una idea de discontinuidad de la Iglesia con el pasado, una hermenéutica de la discontinuidad, cuando en realidad, y basta ver los textos y contenidos del mismo, para entender no solamente la continuidad, sino que “el Concilio no quiso ser una restauración sino un renacimiento de la Iglesia”. El volumen presentado en Roma, con el subtítulo


Per una sua corretta ermeneutica (Para su correcta hermenéutica), ha sido escrito por el arzobispo Agostino Marchetto, secretario emérito del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes, y publicado por la Librería Editorial Vaticana. En el mismo se comentan diversos libros sobre el Concilio, que Riccardi consideró “como verdaderos ensayos, en los que se ve el carácter de Marchetto de amar el contrapunto y de bajar a debatir los problemas concretos”. El ministro italiano indicó que el gran tema del Concilio Vaticano II en la historiografía existente es sobre “la hermenéutica de la ruptura afrontada en dos claves, la liberal y la tradicionalista, que en maneras diversas entretanto sostienen la misma tesis: el Vaticano II fue una revolución y una ruptura”. Riccardi enfatiza: “Debemos decir la verdad, el Vaticano II fue percibido también en el mundo exterior y en el mundo de la Iglesia como una ruptura. ¿Por qué?, por el método con el cual el Concilio llegó a la base católica”. Ningún otro Concilio –explicó el historiador– había llegado a las diócesis o al pueblo cristiano a través de los medios de comunicación de masas. Porque antes los obispos, las órdenes religiosas, los consejos nacionales, etc, “se encargaban de llevar el mensaje del Concilio a los fieles, al clero. Y estos canales tradicionales fueron absolutamente desplazados por el método de recepción por la prensa”. Esto se debe también al crecimiento de la prensa religiosa que se autoproclamó como una especie de magisterio eclesial, creando una figura y recortando algunos mensajes del Concilio. Además de la televisión. “Creo que este es el punto decisivo”, indicó Riccardi. Primero: el ‘cómo’ el Concilio llegó a la base religiosa y además el ‘cuándo’, “o sea, en la mitad de los años sesenta, momento en el que el mundo occidental estaba siendo golpeado por una revolución política fracasada, si bien antropológicamente ganadora, que fue el 68”. O sea un cruce entre el mensaje recortado del Vaticano II y el espíritu del 68 que se “llevó a efecto en la recepción y que paradójicamente tuvieron más eco y más imagen que lo que fue la recepción querida por Pablo VI”. El actual ministro citó algunas páginas del padre Yves Congar y de Olivier Clement, quien afirmó que en los años 60 en todo el mundo occidental se registra una ruptura de la autoridad y de la autoridad docente.

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“Aquí se abre esta bifurcación que nos ha acompañado por varios años, que en algunos países tuvo caracterizaciones diversas, entre una lectura progresista y una tradicionalista del Concilio”. Y “el concilio fue vivido en parte como una revolución eclesiástica, cuyo modelo podría ser la revolución protestante y con aspectos iconoclastas”. Riccardi indicó que en el 69 Ratzinger escribía en ‘El Nuevo Pueblo de Dios’, que se pasó de una condición de mayoría que era necesario cuidar, a una minoritaria, en la que “no se pide conservación sino existencia misionera”. O sea, no progresista sino misionera, subrayó Riccardi. Lamentó que la historiografía tradicionalista haya «pasado de libros de carácter de divulgación a otros con una historiografía histórica y liberal que sostienen tesis que la historiografía no confirma, y con una pizca de idea complotista». El actual ministro italiano recordó que en cambio en los países detrás del telón de acero, la recepción fue diversa. “Poco se conoce sobre la original recepción polaca” dijo, “porque se realiza fuera del influjo del ataque, y pasa a través de los obispos, con la opción del cardenal Wyszynski, una reforma litúrgica muy gradual en el signo de la continuidad, no confiada a la experimentación molecular, y con la opción aún más profunda realizada por el cardenal Wojtyla, que es el Sínodo de Cracovia, que concluyó como papa en 1979, en donde se encuentran textos y tomas de posición, como cuando dice: “hay que salir de la sequedad de una Iglesia toda eclesiástica pero también de la disolución de una Iglesia en el relativismo”. Para entenderlo, indicó, basta ir al testamento de Juan Pablo II en donde “habla del Concilio como brújula y herencia para el tiempo futuro”. “Cómo llegar hasta la gran tradición de la Iglesia –dijo Riccardi– sino a través de ese puente que es el Vaticano II”, pues si “se corta el puente o se concibe el Vaticano II como un abismo en vez de como un puente, se pierde la brújula”. Porque la gran idea conciliar no fue una restauración de la Iglesia, sea la del 1800 o la tridentina, o la primitiva. En cambio reivindicó que “el Concilio no quiso ser una restauración sino un renacimiento de la Iglesia”.


Emergencia educativa, emergencia evangelizadora

“La educación es una dimensión constitutiva de la evangelización. Por ello la emergencia educativa es emergencia evangelizadora”. “Entre las causas de la situación actual de la fe hay que considerar los errores teológicos y filosóficos que circulan en los centros académicos, seminarios y noviciados”. A los señores obispos, sobre los centros católicos: “Velen porque no desaparezcan y mantengan su clara identidad católica como contribución eficaz a la formación de nuevos y creíbles evangelizadores”. Al menos tres intervenciones en español en el Sínodo abordaron el tema de la educación y la formación, como uno de los puntos a reforzar. Nieves San Martín de agencia Zenit lo relata. Monseñor Rogelio Cabrera López, arzobispo de Monterrey, México, en su intervención dijo que “el método que Dios mismo ha escogido para hacerse encontradizo a todos nosotros es el Misterio de La Encarnación. Este método implica acoger todo lo humano con una simpatía originaria”. “Con la ayuda del Santo Padre hemos redescubierto con alegría que recomenzar siempre desde la Persona viva de Jesucristo sólo es posible al interior de una experiencia comunitaria y discipular en la que sigamos con docilidad al único maestro”, añadió. “Somos conscientes que los medios de evangelización y catequesis y la educación de los padres e incluso la vivencia de la religiosidad popular es un proceso que parece detenerse”, constató. Urgió a “emprender por ello una nueva evangelización para que las raíces cristianas sigan robusteciendo la vida de las nuevas generaciones. Es necesaria una educación para la aceptación cada vez más plena de la fe como don que coincide con la educación que requiere la persona para que encuentre su destino y realización humana”. “La educación es una dimensión constitutiva de la evangelización. Por ello la emergencia educativa es emergencia evangelizadora. Somos conscientes que todo modelo educativo posee una antropología implícita. De ahí la necesidad de una visión de la persona humana basada en la verdad revelada en Cristo». «Hay que insistir que las experiencias educativas deben ser un auténtico camino para la

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maduración de la fe en Jesucristo. No podemos evangelizar bien si no educamos bien. Y no educamos bien si no evangelizamos”, concluyó. Lydia Jiménez González (en la foto), una de las treinta mujeres auditoras que estuvo presente en el Sínodo, directora general y confundadora del instituto secular «Cruzadas de Santa María», con una especial presencia en el campo universitario, incidió con fuerza en el factor educativo. “El Instrumentum laboris (nn. 147-149) –dijo– nos llama a realizar la tarea evangelizadora-educativa en el difícil contexto actual, de ‘emergencia educativa’. En este sentido ¿cómo hemos de ser los educadores católicos?, ¿cómo tiene que ser la escuela católica?”, se preguntó. Y señaló algunos medios: “mantener la identidad católica de nuestros centros; establecer en nuestros centros un programa serio e integral de formación en la fe; fidelidad creativa al carisma fundacional; práctica de las virtudes mediante un programa serio de educación de la voluntad; programa de educación de la afectividad; fomentar el ejercicio de la caridad; atención personalizada”. “Hemos visto, con dolor, cómo muchos alumnos de nuestras escuelas católicas, educados con rigor en el estudio, han llegado a ser líderes sociales enemigos de la fe y de la Iglesia. Que nuestras escuelas no sean centros de cultivo de personas muy ‘cultas’, pero ‘bautizadas descreídas’”, constató. “Y hemos visto también, con gozo, cómo en colegios, universidades, donde se mantiene la identidad y se realiza la educación en la fe surgen vocaciones para la propia congregación y para todos los estados de la vida cristiana. Se pide a los Señores Obispos una atención especial a los centros de titularidad católica de sus diócesis. Que velen porque no desaparezcan y mantengan su clara identidad católica como contribución eficaz a la formación de nuevos y creíbles evangelizadores”, concluyó.


Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará Desafíos de la Vida Religiosa a la Nueva Evangelización

Presentamos parte de la entrevista realizada por agencia Zenit a la madre María de Anima Christi van Eijk, superiora general del Instituto Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, quien a pesar de su alta responsabilidad, no deja de escribir puntualmente una columna muy leída en un periódico holandés, su país natal. ¿Cómo ha recibido su congregación el llamado del papa a la Nueva Evangelización? —Muy bien porque esa es nuestra tarea desde que nacimos como instituto, cuyo carisma particular es la evangelización de la cultura. Sentimos una gran alegría porque como familia religiosa hemos nacido en este tiempo, porque Dios así lo quiso, con una tarea especial de trabajar en un mundo donde el secularismo reina. ¿Cuál es el rol que la vida religiosa debe cumplir ante la nueva evangelización? —Creo que Dios nos ha dado un llamado especial, y sin merecerlo escogió a algunas de nosotras para seguirlo más íntimamente. Creo que con nuestra vida podemos mostrar el amor que le tenemos a Dios, porque es un amor esponsalicio que nos une a Él. Por eso es importante dar testimonio del amor que le tenemos a Dios y de que nos sentimos amadas. También es importante en nuestra vida la maternidad espiritual con las almas, porque no somos religiosas para nosotras mismas, sino que detrás de cada vocación hay una fila muy larga de personas. Yo como religiosa, puedo ser madre de muchas de ellas y este es un elemento muy importante del llamado a la vida religiosa, ya que

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me preocupo como una madre del bien espiritual de las personas. Nosotras damos a luz hijos para el cielo. Durante la formación para la vida religiosa, ¿qué se debe enfatizar para que una vocación crezca y se desarrolle? —Primero hay que enseñar la fe con todo su contenido, no hay que “aguar” el evangelio. Una religiosa tiene que conocer el catecismo, debemos conocerlo y saber transmitirlo. En segundo lugar, debe haber una sólida vida espiritual, pero esto no es solamente cuando yo voy a la capilla algunas horas al día. Mi vida espiritual es en cada momento del día, en que tengo que vivir en la presencia de Dios. Si esta íntima relación con Dios anima mi vida, también eso determina el modo en que yo trato a las personas o cómo vivo cada instante de mi vida, aunque sea el humilde servicio en la cocina o en la limpieza. Si Dios está allí presente, entonces son méritos que alcanzan el cielo. ¿Y a nivel psicológico? —Es muy importante la vida comunitaria, la vida fraterna. Debemos ser familia entre nosotros y mostrar al mundo que es bueno vivir juntos, hoy donde la gente vive sola. Porque al querer ser una familia, esto nos ayuda a perseverar y a tener una comunidad. Así, cuando vuelvo a mi comunidad después de un día difícil, y lo cuento en mi comunidad, terminamos riéndonos todas; la alegría debe ser también una característica de la vida religiosa. Cuando conversa con las más jóvenes, ¿qué les llama a la vida religiosa hoy? —Creo que la mayoría de las veces una vocación nace de la cruz, de una experiencia de la cruz. Vienen después de haber comprendido más profundamente lo que es la cruz, de ver a Cristo crucificado, y de haber visto que Jesús ha pagado por mi vida, por mis deudas. Vencen el miedo al sufrimiento y encuentran la llave hacia una nueva comprensión de la realidad, de que el sufrimiento es parte de la vida. Y después descubren en esto una nueva alegría, un nuevo sentido de la vida, porque los jóvenes son generosos y están dispuestos a sacrificarse por los demás. Tenemos muchos jóvenes que hacen voluntariado con nosotras y se conmueven ante el sufrimiento, y entonces quieren entregar su corazón a Dios y a los demás. A 50 años del Vaticano II, ¿cómo ha asumido la vida religiosa esta reforma y qué faltaría?


—Me parece hermoso que el papa haya llamado a una profundización y a una recta interpretación del Vaticano II. Y es importante que todos en la Iglesia lo hagamos de manera sincera. Me parece que tenemos que renovar

la vida religiosa a raíz de lo que se ha dicho en Perfectae Caritatis o en Lumen Gentium, y ver la misión de la Iglesia en el mundo como realmente lo quiso el Vaticano II.

Benedicto XVI

Sobre el núcleo de la actual crisis antropológica El 21 de diciembre pasado, Benedicto XVI pronunció el tradicional discurso a los miembros de la Curia Romana, donde suele hacer un balance del año transcurrido. Presentamos parte de las palabras del Papa.

El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente documentado y profundamente conmovedor, ha mostrado que atentar –a lo que hoy estamos expuestos– a la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e hijo, tiene una dimensión aún más profunda. Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres. Cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: «No se nace mujer, se llega a serlo» (On ne naît pas femme, on le devient). En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema «gender» [género] como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho prestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta

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dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1, 27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo. En la actualidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después elije para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad prestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia. Bernheim


muestra cómo ésta, de sujeto jurídico de por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir. Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios,

como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre. *Leer el discurso completo en www.humanitas.cl (ver Grandes Mensajes papales al cierre 2012)

La verdadera paz

En el Mensaje para la 46° Jornada Mundial de la Paz, que se celebró el 1 de enero de 2013, entre otros temas, el Santo Padre hizo referencia una vez más, a los principios no-negociables, que son las pautas que nunca se podrán derogar ni dejar a merced de consensos partidistas en la configuración cristiana de la sociedad, (Benedicto XVI, 30-03-06). Del Mensaje, que lleva el título “Bienaventurados los que trabajan por la paz”, extraemos algunos los párrafos: Desmantelar la dictadura del relativismo “La ética de la paz es ética de la comunión y de la participación. Es indispensable, pues, que las diferentes culturas actuales superen antropologías y éticas basadas en presupuestos teórico-prácticos puramente subjetivistas y pragmáticos, en virtud de los cuales las relaciones de convivencia se inspiran en criterios de poder o de beneficio, los medios se convierten en fines y viceversa, la cultura y la educación se centran únicamente en los instrumentos, en la tecnología y la eficiencia. Una condición previa para la paz es el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral y del presupuesto de una moral totalmente autónoma, que cierra las puertas al reconocimiento de la imprescindible ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre. La paz es la construcción de la convivencia en términos racionales y morales, apoyándose sobre un fundamento cuya medida no la crea el hombre, sino Dios: “El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz”, dice el Salmo 29”, (n. 2).

“El camino para la realización del bien común y de la paz pasa ante todo por el respeto de la vida humana, considerada en sus múltiples aspectos, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin natural. Auténticos trabajadores por la paz son, entonces, los que aman, defienden y promueven la vida humana en todas sus dimensiones: personal, comunitaria y trascendente. La vida en plenitud es el culmen de la paz. Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida”. Matrimonio: unión de un hombre y una mujer “También la estructura natural del matrimonio debe ser reconocida y promovida como la unión de un hombre y una mujer, frente a los intentos de equipararla desde un punto de vista jurídico con formas radicalmente distintas de unión que, en realidad, dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel insustituible en la sociedad”. Estos principios no son verdades de fe “Estos principios no son verdades de fe, ni una mera derivación del derecho a la libertad religiosa. Están inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y por tanto son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia al promoverlos no tiene un carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo de su afiliación religiosa. Esta acción se hace tanto más necesaria cuanto más se niegan o no se comprenden estos principios, lo que es una ofensa a la verdad de la persona humana, una herida grave infligida a la justicia y a la paz”. Leer el mensaje completo en www.humanitas.cl (ver Grandes Mensajes papales al cierre 2012)

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De Bach y Berlioz a Ratzinger

En los últimos decenios, cuando han tenido lugar coloquios sobre el cristianismo entre filósofos o científicos por un lado y teólogos por otro, aquellos siempre querían tener como dialogante a Ratzinger, no a otros teólogos más liberales o exponentes de la última moda teológica. Sabían que con él tenían delante a alguien que tomaba en serio los artículos duros del Credo cristiano. En el cristianismo hay tres o cuatro afirmaciones en las cuales consiste y sin las cuales perece. Estas tienen que ser presentadas a los no cristianos con delicadeza pero sin rebozo. Sería una traición ofrecerles solo aquellos aspectos de la vida cristiana que les pueden agradar. No se trata de proponer solo el hecho aislado de la cruz, que entonces sería insoportable; pero tampoco de guardar silencio sobre ella y sobre aquellos artículos del Credo que chocan con la mentalidad dominante. Si es verdad que la religión es una vocal y la historia es una consonante, y uniendo las dos se forman las sílabas, podríamos decir que uniendo los hechos y experiencias originarias en torno a Jesús con la experiencia y esperanza de cada generación tendríamos la consonancia sintáctica que es la fe cristiana. Consonancia de testimonio y de razón, de inteligencia y de libertad, de amor y de esperanza. Benedicto XVI acaba de publicar La infancia de Jesús, último volumen de su trilogía sobre Jesucristo. T. S. Eliot comienza y cierra el segundo de sus Cuatro cuartetos con esta afirmación que ya encontramos en los presocráticos y en el Nuevo Testamento: «En mi comienzo está mi fin. En mi fin está mi comienzo». Ratzinger cerraba el tomo segundo de su obra hablando del fin: la resurrección. Los evangelistas han descrito el inicio (infancia) de Jesús desde su final (resurrección). Cuando tuvieron la experiencia

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Héctor Berlioz

de que aquel a quien los hombres habían crucificado, Dios lo había resucitado, les fue inevitable preguntarse por el sentido de todo lo que habían vivido con Jesús y sobre todo pensar quién era y desde dónde venía para que Dios hubiera actuado así con él. Y comienza un proceso de relectura de lo vivido, hasta llegar al mismo nacimiento de Jesús. Una convicción anima todo el proceso: la unidad personal del sujeto. Dios no ha incrustado su acción de buenas a primeras en alguien sin cualificación para tal misión y sin una relación especial con él. El que ha resucitado es el mismo que ha muerto en la cruz, el que ha predicado el Reino, el que ha nacido en Belén. Y concluyen: este a quien Dios ha resucitado es su Hijo. Y el que nace en Belén es ese mismo Hijo encarnado. Los Evangelios nacen de tres fuentes, sin las cuales no son inteligibles: la memoria viva de las palabras y de los hechos de Jesús, la experiencia de la iglesia que nace y crece, la relectura del Antiguo Testamento hecha desde la convicción de que en cuanto anuncio anticipado del Mesías


prometido por Dios se había cumplido en Cristo. No son biografías en el sentido científico moderno del término. Presuponen los hechos relatados, ya que aún perduran testigos que pueden acreditar o desacreditar lo que los evangelistas y Pablo narran. Escriben no desde la sospecha sino desde la confianza, con la alegría de saber que llevan entre sus manos vasijas de barro, un tesoro que ofrecen a los demás. Estos tres elementos tienen que ser tenidos en cuenta a la hora de leer los Evangelios y a la hora de utilizarlos como fuente para el conocimiento de Jesús. Con estos criterios escribe Ratzinger su libro. Pero, ¿es serio dedicar un libro a estudiar la infancia de Jesús? ¿No es la infancia un mero tránsito hacia la juventud y madurez? ¿Tiene sentido hablar de la infancia del Hijo eterno de Dios compartiendo nuestra encarnadura en el seno de una mujer, nuestro nacimiento y nuestros primeros pasos? ¿Son los relatos de Navidad algo más que «cuentos de navidad»? Los Dickens como literatos y los Schleiermacher como filósofos, ¿no los han desmitificado para siempre? Reducirlos a mito o mera poesía es la eterna tentación del hombre ante la condescendencia divina. Han suscitado tanta poesía y tanta música porque son mucho más que eso. No nos atrevemos a creer que Dios, siendo bueno de verdad, quiera compartir destino con nosotros, que sea Enmanuel. El Dios cristiano no es simplemente el dios de los deístas, motor inmóvil o relojero que de una vez para siempre dio cuerda al mundo. Lo que afirman los Evangelios y repite Ratzinger es que Dios se ha insertado en un mundo que es su creación y actúa por medio de ella, colaborando con el hombre y siendo hombre. La dignidad de la naturaleza no se consuma enfrentándose a Dios su creador desde una hipotética autonomía, sino sirviéndole para llevar a

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cabo su designio salvífico. Y este es el sentido del milagro. Dios se inserta en el mundo para ayudar al hombre. Así se entiende la encarnación como nueva creación del Espíritu, haciendo surgir la humanidad de Jesús en el seno de María, lo mismo que en el Génesis vemos surgir todo desde la nada por la fuerza del Espíritu. Así se entiende también la resurrección como anticipación al corazón de la historia de la recreación gloriosa del final. Concepción virginal, encarnación y resurrección consuman así el milagro originario que es la creación: Dios dándose en su amor y libertad creadora hasta el extremo de la carne. Atreverse a hablar absolutamente en serio de la infancia de Jesús es atreverse a hablar absolutamente en serio de Dios hecho hombre, del hombre niño en su desvalimiento y de la nueva forma de ser persona desde esa nueva creación en Cristo. No nacieron de la ingenuidad el Oratorio de Navidad de Bach (1723), las Veinte miradas al niño Jesús de Messiaen (1944), ni la Infancia de Jesús de Berlioz (1854). A éste debemos los españoles especial agradecimiento. Oyéndole vivió lo que llama «El hecho extraordinario» –su conversión– el filósofo García Morente, alma de la Facultad de Filosofía en la nueva Ciudad Universitaria (Madrid). Él escribe: «Oía un trozo de Berlioz titulado La infancia de Jesús. Tuvo un efecto fulminante en mi alma. Ese es Dios, ese es el verdadero Dios, Dios vivo; esa es la Providencia viva –me dije a mí mismo–. Ese es Dios que entiende a los hombres, que vive con los hombres, que sufre con ellos, que les da aliento y les trae la salvación».

OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL Premio Ratzinger de teología en 2011


A 15 años de Ecclesia in America Tras las huellas de la exhortación apostólica potsinodal Con motivo de los quince años del Sínodo de los Obispos para América, la Comisión Pontificia para América Latina organizó un Congreso que se inició el 9 de diciembre pasado, fiesta de san Juan Diego, y terminó en la celebración de la Virgen de Guadalupe el día 12 del mismo mes. En la basílica vaticana, tuvo lugar la celebración de una Eucaristía –presidida por Benedicto XVI– para dar inicio al congreso en conmemoración de los quince años de la exhortación pontificia Ecclesia in America. El evento fue organizado por la Pontificia Comisión para América Latina y los Caballeros de Colón. Al final de la ceremonia Benedicto XVI bajó hasta la Basílica de San Pedro para dirigir un saludo en español e inglés a los participantes. Benedicto XVI en su homilía dijo que la citada exhortación «apuntaba ya a retos y dificultades que en la hora actual siguen presentes con singulares y complejas características». «El secularismo –añadió– y diferentes grupos religiosos se expanden por todas las latitudes, dando lugar a numerosas problemáticas. La educación y promoción de una cultura por la vida es una urgencia fundamental ante la difusión de una mentalidad que atenta contra la dignidad de la persona y no favorece ni tutela la institución matrimonial y familiar». «¿Cómo no preocuparse por las dolorosas situaciones de emigración, desarraigo o violencia, especialmente las causadas por la delincuencia organizada, el narcotráfico, la corrupción o el comercio de armamentos? ¿Y qué decir de las lacerantes desigualdades y las bolsas de pobreza provocadas por cuestionables medidas económicas, políticas y sociales?», se preguntó Benedicto XVI. «Queridos amigos, el amor de Cristo nos urge a dedicarnos sin reservas a proclamar su Nombre en todos los rincones de América, llevándolo con libertad y entusiasmo a los corazones de todos sus habitantes. No hay labor más apremiante ni benéfica que ésta. No hay servicio más grande que podamos prestar a nuestros hermanos. Ellos tienen sed de Dios», exhortó el papa.

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Y puso como «modelo de disponibilidad a la gracia divina y de total solicitud por los demás», que resplandece en ese continente «la figura de María Santísima, Estrella de la nueva evangelización, y a quien se invoca en toda América bajo el glorioso título de Nuestra Señora de Guadalupe». Concluyó afirmando: «A la vez que encomiendo a su materna y amorosa protección este Congreso, imparto a sus organizadores y participantes la Bendición Apostólica, prenda de incesantes favores divinos». La imagen de María de Guadalupe, grabada en el poncho de san Juan Diego, representa las realidades y los temas que afrontarán estos días, personas llegadas a Roma, desde Canadá, Estados Unidos, Hispanoamérica, Brasil». En la rueda de prensa de presentación del congreso, el presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, cardenal Marc Ouellet, dijo que este es el primer gran evento en el ámbito de las celebraciones del Año de la Fe en el Vaticano. De Chile estuvieron presentes en este Congreso el arzobispo de Santiago, Monseñor Ricardo Ezzati, José Manuel Eguiguren, fundador del Movimiento Apostólico Manquehue y su asistente en la dirección de esta obra Johnattan Perry, además de Jaime Antúnez Aldunate, el director de revista HUMANITAS. Para leer la homilía del Papa: www.humanitas.cl (ver Ecclesia in America)


Benedicto XVI La identidad católica y las instituciones de caridad

La Iglesia no es una ONG ni una sociedad filantrópica. La caridad eclesial no puede diluirse “en una organización asistencial genérica”. El servicio de la caridad no puede separarse del anuncio de la Palabra de Dios y la celebración de los Sacramentos, señala el padre Juan C. Sanahuja, quien escribe el presente resumen: Benedicto XVI promulgó, el 01-12-12, el Motu Proprio De caritate ministranda, sobre el servicio de la caridad. El documento recuerda y resalta que “la naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios, celebración de los Sacramentos y servicio de la caridad”, que “se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra”. El Motu Proprio entró en vigor el 10 de diciembre pasado. El Papa asegura que “el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia”, y que “todos los fieles tienen el derecho y el deber de implicarse personalmente para vivir el mandamiento nuevo que Cristo nos dejó brindando al hombre contemporáneo no sólo sustento material, sino también sosiego y cuidado del alma”. El Papa advierte que “la actuación práctica resulta

insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, un amor que se alimenta en el encuentro con Cristo”. Por eso, en el ejercicio de la caridad, las instituciones católicas “no deben limitarse a una mera recogida o distribución de fondos, sino que deben prestar siempre especial atención a la persona que se encuentra en situación de necesidad y llevar a cabo asimismo una preciosa función pedagógica en la comunidad cristiana, favoreciendo la educación a la solidaridad, al respeto y al amor según la lógica del Evangelio de Cristo”. De ese modo, se evitará que la caridad eclesial se diluya “en una organización asistencial genérica”. Y continúa, “en la medida en que dichas actividades las promueva la propia Jerarquía, o cuenten explícitamente con el apoyo de la autoridad de los Pastores, es preciso garantizar que su gestión se lleve a cabo de acuerdo con las exigencias de las enseñanzas de la Iglesia y con las intenciones de los fieles y que respeten asimismo las normas legítimas emanadas por la autoridad civil”. Puede leer completo el Motu Proprio De caritate ministranda en www.vatican.va

Motu proprio Intima Ecclesiae natura El servicio de la caridad en la Iglesia

Refuerzo del papel de los obispos en la organización de actividades caritativas y transparencia en la utilización de los fondos recogidos: son algunas de las líneas operativas que se contienen en el motu proprio de Benedicto XVI Intima Ecclesiae natura (www.vatican.va)sobre el servicio de la caridad. Publicado el sábado 1 de diciembre, el documento pontificio completa un camino de dos años de trabajo, emprendido después de que el Papa Joseph Ratzinger, en su primera encíclica Deus caritas est, observara que en la disciplina del Código de Derecho Canónico vigente faltaba una adecuada mención del compromiso que al respecto asumen los obispos. Tras reafirmar que “el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia”, el

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documento recalca que los obispos, como sucesores de los apóstoles, tienen “la primera responsabilidad de cumplir el servicio de la caridad”. Y en cuanto tales, deben manifestar un compromiso concreto y una atención particular a la promoción de tal servicio a nivel diocesano y parroquial, garantizando la comunión y el diálogo entre los distintos organismos caritativos, pero también vigilando para impedir que “se haga publicidad de iniciativas que, aunque se presenten con finalidades de caridad, propongan opciones o métodos contrarios a las enseñanzas de la Iglesia”. Corresponde a los prelados también la tarea de formar a cuantos trabajan en el ámbito de la caridad de la Iglesia con el objetivo de educar a todos los miembros de la comunidad en el valor del “testimonio de sobriedad cristiana”.


Dos modos de afrontar la investigación genética: Clonación o células madre pluripotentes inducidas

Dos científicos de primer orden fueron galardonados conjuntamente con el premio nobel de Medicina 2012. Mientras el británico John B. Gurdon, ha dirigido sus investigaciones preferentemente hacia las células madre embrionarias y la clonación, el médico japonés Shinya Yamanaka, inició una nueva línea prometedora porque en ella no hay necesidad de destruir embriones humanos. Yamanaka está considerado el padre de las llamadas células madre pluripotentes inducidas (iPS), que poseen la capacidad de convertirse en cualquier tipo celular especializado. Especialista en cirugía ortopédica, logró en 2006 generar las células madre pluripotentes inducidas (iPS) con características que, hasta entonces, los investigadores creían que sólo poseían las células madre embrionarias. Sus primeros logros los hizo a partir de células adultas obtenidas de la piel de ratones, y para 2007 había conseguido generar con éxito células iPS también a partir de células de piel humana. El descubrimiento, una verdadera revolución, puede dar por superado el uso de las células madre embrionarias, cuya obtención plantea problemas éticos y conlleva grandes dificultades. Actualmente Shinya Yamanaka, es director del Centro para la Investigación y la Aplicación de Células iPS de la Universidad de Kioto, donde lleva a cabo su trabajo con el objetivo, de contribuir al desarrollo de la medicina regenerativa. El 2011, durante una visita a España para recibir el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Biomedicina, confesaba que se lanzó a buscar la alternativa de crear células iPS ante el nacimiento y crecimiento de sus hijas, que le recordaron que «cualquier ovocito fecundado puede desarrollarse y convertirse en un ser humano». Yamanaka considera que la investigación de las células iPS aún está en sus pasos iniciales, ya que todavía se debe constatar que son seguras y eliminar los riesgos antes de su aplicación clínica. En varias ocasiones el científico japonés ha criticado las patentes que restringen el uso de las nuevas tecnologías en medicina y ha sostenido que éstas deben ser accesibles también a aquellos con menos recursos.

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Francia Gran movilización global contra el matrimonio homosexual

C ientos de miles de franceses se movilizaron este domingo en favor de del matrimonio tradicional, la unión entre un hombre y una mujer, y por los derechos de los niños a tener un padre y una madre. Trescientos mil, según la policía, quinientos mil, según el diario francés La Croix, 800 mil según los organizadores, que habían afirmado que a partir de 200 o 300 mil la manifestación sería un gran éxito. Llegaron en autobús, coche o tren y marcharon este domingo por las calles de París para manifestarse en contra de la ley del presidente Hollande que propone abrir la institución del matrimonio a todo tipo de uniones, y permite la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. La manifestación se inició en tres puntos de París, paralizó el tráfico y cerró estaciones de metro durante horas. Tras la consigna «todos nacidos de un hombre y una mujer», los manifestantes, que tenían el apoyo del principal partido de la oposición de derecha, la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y de la Iglesia católica, marcharon desde tres puntos distintos de París para converger en la gran explanada de Champ-de-Mars. Los manifestantes, entre ellos muchas familias con sus hijos, enarbolaban banderas rosas, color elegido por los organizadores, y pancartas en las que podía leerse, entre otras frases: «Todos guardianes del código civil», «La familia es sagrada» o «Dos vacas no hacen un ternero». El dirigente de la UMP, Jean-François Copé, que participó en la manifestación, afirmó que ésta «tiene un valor de test para François Hollande». El arzobispo de París, monseñor André Vingt-Trois, no participó en la marcha pero estuvo presente en uno de los puntos de partida de la misma para manifestar su «apoyo» y su «aliento» a los manifestantes. «Quiero manifestar mi apoyo y mi aliento a los organizadores y a que los franceses puedan decir lo que piensan verdaderamente» sobre el matrimonio homosexual, dijo el obispo. Por su parte, el arzobispo de Lyon (este), cardenal Philippe Barbarin, participó en la manifestación y afirmó que «cambiar el sentido de la palabra matrimonio


Twitter de Benedicto XVI Más de dos millones y siguen creciendo sus seguidores

Al término de la audiencia general, el 12 de diciembre pasado, Benedicto XVI envió en directo desde una tableta su primer tuit: «Queridos amigos, me uno a vosotros con alegría por medio de Twitter. Gracias por vuestra generosa respuesta. Os bendigo a todos de corazón». Este primer mensaje fue tecleado directamente por el pontífice, que a lo largo del día respondió vía Twitter a tres preguntas, elegidas de entre las remitidas a la nueva cuenta y que provenían de tres continentes distintos. El objetivo de esta nueva cuenta, que antes del primer mensaje tenía ya 700 mil seguidores, es «dar mayor alcance al mensaje evangélico». La presencia del Papa en Twitter es una expresión concreta de su convicción de que la Iglesia debe estar presente en el mundo digital (...) y puede considerarse como esa punta del iceberg que es la presencia de la Iglesia en el mundo de los nuevos medios. La Iglesia está ya difusamente en este ambiente a través de una vasta gama de iniciativas, desde sitios oficiales en internet de diversas instituciones y comunidades, a sitios personales, blogs de personalidades del mundo eclesial y de los creyentes individualmente. Con su presencia, el papa quiere animar a todas las instituciones eclesiales y a los creyentes para que presten atención a la hora de elaborar un perfil apropiado de sí mismos y de sus convicciones en el “continente

Latina Lingua Benedicto XVI instituye la Pontificia Academia de Latinidad

L a lengua latina siempre se ha tenido en altísima consideración por parte de la Iglesia católica y los Romanos Pontífices, quienes han promovido asiduamente su conocimiento y difusión, habiendo hecho de ella la propia lengua, capaz de transmitir universalmente el mensaje del Evangelio, como ya afirmaba autorizadamente la Constitución apostólica Veterum sapientia del beato Juan XXIII.

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digital”. Los tuits del papa estarán disponibles para los creyentes y los no creyentes para compartir, discutir y alentar el diálogo. El tuit ha sido publicado en varios idiomas: en español (@Pontifex_es), inglés (@Pontifex), italiano (@Pontifex_it), polaco (@ Pontifex_pl), alemán (@Pontifex_de), francés (@Pontifex_fr), árabe (@Pontifex_ar) y portugués (@Pontifex_pt). El 21 de diciembre pasado el papa había tuiteado un mensaje de augurio: «Al finalizar este año, pidamos por la Iglesia para que, no obstante sus limitaciones, se afiance cada vez más como morada de Dios». Sus mensajes de Twitter fueron enviados a un total de dos millones 219 mil 849, de los cuales un millón 308 mil 448 en su cuenta en inglés (@pontifex), 506 mil 505 en el perfil de lengua española, 216 mil 831 en el italiano y 57 mil 465 en el portugués.

En realidad, desde Pentecostés la Iglesia ha hablado y orado en todas las lenguas de los hombres. Sin embargo, las comunidades cristianas de los primeros siglos utilizaron ampliamente el griego y el latín, lenguas de comunicación universal del mundo en el que vivían, gracias a las cuales la novedad de la Palabra de Cristo encontraba la herencia de la cultura helenístico-romana. Tras las desaparición del Imperio romano de Occidente, la Iglesia de Roma no sólo continuó valiéndose de la lengua latina, sino que se hizo de ella en cierto modo custodia y promotora, tanto en ámbito teológico y litúrgico como en el de la formación y la transmisión del saber.


Asimismo en nuestros días el conocimiento de la lengua y la cultura latina resulta cuanto más necesaria para el estudio de las fuentes a las que acuden, entre otras, numerosas disciplinas eclesiásticas como, por ejemplo, la teología, la liturgia, la patrística y el derecho canónico, como enseña el concilio ecuménico Vaticano II (cfr. Decr. Optatam totius, 13). Además, en tal lengua están redactados, en su forma típica, precisamente para evidenciar la índole universal de la Iglesia, los libros litúrgicos del Rito ro-

mano, los documentos más importantes del Magisterio pontificio y las Actas oficiales más solemnes de los Romanos Pontífices. La Pontificia Academia de Latinidad, dependiente del Pontificio Consejo de la Cultura, estará dirigida por un presidente, coadyuvado por un secretario, nombrados por el Papa, y contará con un Consejo Académico. El Papa nombró como primer Presidente de la Pontificia Academia al profesor Ivano Dionigi, y como Secretario al P. Roberto Spataro.

850 años Catedral Notre Dame de París

La emblemática Catedral de Notre Dame (Nuestra Señora) en París, Francia, cumplió el 12 de diciembre pasado, 850 años desde que fuera construida y 150 de ser rescatada por el arquitecto francés Viollet-le-Duc. La construcción de Notre Dame en la Île de la Cité, una pequeña isla en el centro de París rodeada por las aguas del río Sena duró 180 años. Comenzó en el 1163 y se concluyó en el 1345. Para este aniversario 850 se ha mejorado la iluminación de la Catedral, se ha renovado el órgano, se ha construido una plataforma para poder apreciar su fachada gótica y pronto tendrá nuevas campanas. Desde el 12 diciembre de 2012 hasta el 24 de noviembre de 2013, Notre Dame espera dar la bienvenida a más de 20 millones de peregrinos, turistas, un impulso a su media, dado que regularmente recibe 14 millones de visitantes anuales. Para los festejos por este aniversario en el marco del Año de la Fe convocado por el Papa Benedicto XVI, hay planeado una serie de conciertos y coloquios culturales y religiosos. En el lugar donde está ubicada la Catedral gótica existió antes una catedral románica. Allí mismo había sido edificada la primera iglesia cristiana de París, la Basílica de Saint-Etienne, proyectada alrededor del año 528. La catedral fue restaurada por Eugène Viollet-leDuc y Jean-Baptiste-Antoine Lassus en 1846, Lassus muere y Viollet toma el mando. Entre las modificaciones que se hicieron están: la inserción de gabletes en las ventanas; el rosetón sur creado por él; el cambio

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de la piedra de los arbotantes por piedra nueva; la reconstrucción de todas las capillas interiores y altares: el añadido de una serie de gárgolas que son más fácilmente vistas por los visitantes. La Catedral fue construida como una especie de “Catecismo de piedra” para ayudar a los fieles a conocer las verdades de Dios, considerando que la mayoría no sabía leer ni escribir en la época.


La difamación de las religiones

L a Iglesia Católica sostiene el principio de la reciprocidad ante su frustración al constatar que en Occidente los musulmanes pueden ejercer el culto, mientras, en los lugares donde la única religión admitida o promovida es el Islam, se prohíbe a los cristianos el culto y otros aspectos de la libertad religiosa. La justa reivindicación de reciprocidad no es una petición ni la justificación de una represalia; es un llamado a la “responsabilidad de proteger” a los indefensos contra actos de discriminación. En consonancia con los Estados Unidos de América y la Unión Europea, la diplomacia vaticana lucha en un frente ulterior: la protección jurídica más idónea contra la difamación de las religiones. Según afirma la Santa Sede, esto también se verifica “cuando ésta es manipulada y transformada en una ideología discriminatoria contra personas y comunidades de personas concretas”. Una vez más, en 2010, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU adoptó una Resolución sobre la difamación de la religión, que de hecho tiene relación con el Islam, y se pidió que la Asamblea General de las Naciones Unidas procediese con una Resolución propia. Sin embargo, ésta presenta una confusión entre las nociones de raza y religión, es poco clara en el uso del término “difamación” y no es coherente ni con el artículo 18 de la Declaración de Derechos Humanos y el Pacto de Derechos Civiles y Políticos (ver nota 4) ni con la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones (adoptada en la Asamblea General, en 1981). La libertad religiosa no incluye su inmunidad ante críticas públicas de parte de los propios creyentes o de otras creencias o de personas e instituciones no religiosas. La tutela de la dimensión trascendente de lo humano o de una religión en

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particular no puede negar de hecho, con algún grado de intencionalidad, los demás derechos humanos fundamentales, como “la libertad de pensamiento y de expresión, incluyendo una libertad de crítica ejercida dentro de los límites de la precisión, la corrección, el respeto, la moral y el orden público, y puede considerarse un avance de la civilización digno de tutelar como patrimonio jurídico y político común de la humanidad, y no sólo como prerrogativa de un contexto social o de una tradición cultural en particular”. Si un líder religioso es ofendido en su reputación personal, cuyo respeto está establecido por el artículo 19 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos, dicho comportamiento es perseguido, pero con leyes debidamente equilibradas cuyos efectos no inciten a la violencia y a la intimidación ni nivelen hacia abajo el ejercicio de los demás derechos humanos fundamentales. Si el “orden público musulmán”, en el cual religión y vida política son indivisibles, se asegura con leyes inadecuadas contra la difamación, se restringen los derechos fundamentales de los individuos y de las comunidades minoritarias. Se pierden, también a nivel internacional, los beneficios colectivos del pluralismo religioso, con frecuencia secular. Se desacredita el diálogo interreligioso en cuanto a asegurar la convivencia pacífica de los pueblos. En la comunidad internacional, se requiere más bien una Resolución de la Asamblea General o una declaración de la misma o un nuevo tratado que, sin ambigüedad, enumere los contenidos del derecho a la libertad religiosa y defina directivas, criterios y buenas prácticas para la protección contra la intolerancia religiosa y para potenciar los sistemas judiciales de tal manera que ofrezcan procesos rápidos y justos a los acusados de violencia religiosa. LUCIANO LARIVERA S.J. La Civilta Cattolica


en el ambito de

XVII aniversario De revista HUMANITAS El 21 de noviembre pasado se celebró una solemne misa conmemorativa en los jardines de la Nunciatura Apostólica de Santiago de Chile, con ocasión del decimoséptimo aniversario de la fundación de HUMANITAS, Revista de Antropología y Cultura Cristianas de la Pontificia Universidad Católica de Chile. La celebración del nuevo aniversario de esta revista, se realizó en los jardines de la Nunciatura Apostólica de Chile y estuvo presidida por el nuncio apostólico, monseñor Ivo Scapolo, a quien acompañaron otros once celebrantes. Entre los obispos estuvo monseñor Bernardino Piñera, último padre conciliar chileno vivo, y uno de los ya pocos obispos consagrados por Pío XII. Monseñor Piñera asistió a las cuatro sesiones del Vaticano II, y ha pertenecido al Consejo de Humanitas desde su fundación.

Monseñor Cristián Contreras, Monseñor Bernardino Piñera, Monseñor Ivo Scapolo, Nuncio Apostólico.

En su homilía, monseñor Scapolo subrayó la importancia del desafío que impone, en un tiempo de agresivo secularismo, la tarea de la nueva evangelización querida por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, que sustancialmente define la tarea desarrollada por HUMANITAS en estas casi dos décadas. En una mesa cercana al espacio interior de la Nunciatura, que todos los asistentes podían ver, lucía una hermosa fotografía del beato Juan Pablo II orando en el jardín donde se realizaba la celebración, cuando en 1987 se hospedó en esa misma casa. Ignacio Sánchez, Rector UC; Monseñor Ivo Scapolo, Nuncio Apostólico; Jaime Antúnez, Director HUMANITAS; Roberto González, Vicerrector Académico.

Juan Eduardo Ortúzar, Martita Irarrázaval, María Cristina Vial, Cristián Zegers.

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Los cerca de doscientos concurrentes –autoridades, profesores y alumnos universitarios, lectores, amigos y colaboradores de la revista Humanitas–, asistieron después de la misa a una recepción ofrecida por el Sr. Nuncio y el Director de Humanitas.

Jaime Antúnez Soza, Exequiel Monge, Bolívar Aguayo.

Nicolás Frías, Magadalena Ossandón, Patricia Gonelle, Hugo Farías.

Raúl Madrid, Mariano de la Maza, Roberto González, Miguel del Río.

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Papa Ratzinger Entregado el primer ejemplar de sus obras completas

El cardenal Antonio María Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal, de la que depende la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), hizo entrega a Benedicto XVI del primer ejemplar de las obras completas del pontífice. Junto al director de la BAC Carlos Granados, el cardenal Rouco hizo entrega a Benedicto XVI de un ejemplar del primer volumen de las “Obras Completas de Joseph Ratzinger”, edición en español, que ha empezado a publicar esta editorial fundada por un destacado miembro de la Asociación Nacional de Propagandistas (ACNdeP), Máximo Cuervo Radigales, del que se acaba de publicar una exhaustiva biografía, a cargo del periodista e investigador Manuel Gutiérrez Navas. La BAC con este magno proyecto retoma más que nunca sus fines iniciales de poner a disposición del público y en especial de los seminarios las grandes

obras del pensamiento cristiano. Tras un período difícil, ligado también a otros medios de comunicación creados por las personas en torno al cardenal Herrera Oria, la BAC pasó a manos de la Conferencia Episcopal Española. El primer volumen que ha visto la luz ha sido, por propia decisión del papa, el número XI, correspondiente a la “Teología de la Liturgia”. Las “Obras Completas” serán publicadas en 16 volúmenes, en un plazo de seis años. Cada volumen tiene en torno a 500-700 páginas. La previsión es ir publicando tres volúmenes por año, a partir de noviembre de 2012. Las “Obras Completas” se presentaron el pasado día 3 de diciembre en la Biblioteca Nacional de España, en un acto en el que intervinieron el cardenal Rouco, el padre Granados, el teólogo Olegario González de Cardedal, el periodista Hermann Tersch y la editora de la editorial Planeta Ana Bustelo, que presentó el último libro de Benedicto XVI “La infancia de Jesús”.

Tawadros II Nuevo patriarca ortodoxo copto

La catedral de San Marcos en El Cairo (Egipto) fue escenario de la ceremonia de la toma de posesión de Su Santidad el Papa Tawadros II, 118 patriarca de la Iglesia ortodoxa copta, elegido el 4 de noviembre pasado. En la ceremonia estaba presente el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, portador de una carta del Santo Padre. En el texto, Benedicto XVI desea a Tawadros II “abundantes dones espirituales que fortalezcan su nuevo ministerio para guiar al clero y los laicos por los caminos de la santidad, para el bien de vuestro pueblo y la paz y la armonía de toda la sociedad”. El Santo Padre recuerda al Papa Shenouda III, antecesor del actual, y su interés por mejorar las relaciones con las otras Iglesias Cristianas, manifestando el deseo de que esa preocupación perdure para “reforzar nuestra esperanza de que un día todos los seguidores de Cristo se encontrarán reunidos en el amor y la reconciliación que el Señor desea ardientemente”. “Ruego al Espíritu Santo que le sostenga en su ministerio, para que la grey que se os ha confiado

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experimente la enseñanza del Buen Pastor. ¡Que sean benditos con la serenidad de ofrecer su valiosa colaboración al bien de la sociedad y al bienestar de todos sus compatriotas!”. “Pido también –concluye Benedicto XVI– que las relaciones entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa Copta se incrementen, no solamente en el espíritu de colaboración fraternal, sino también en la profundización del diálogo teológico que nos capacite para crecer en la comunión y dar testimonio ante el mundo de la verdad salvadora del Evangelio”.


19 de marzo, solemnidad de San José

«Que todos sean devotos de este glorioso santo»

«Quien no hallare maestro que le enseñe oración», tome a san José por maestro «y no errará en el camino», recomienda santa Teresa de Jesús, en el Libro de la Vida. Asegura la santa de Ávila que este «glorioso santo» socorre en todas las necesidades, pues el Señor, «así como le fue sujeto en la tierra, así en el cielo hace cuanto le pide»... La abadía de San José de Claraval, de Borgoña, recoge este y otros textos en Id a José, editado por Traditions monastiques:

Y

tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendeme mucho a él. (...)

No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso santo, tengo experiencia que socorre en todas, y que quiere el Señor darnos a entender que, así como le fue sujeto en la tierra (que como tenía el nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar), así en el cielo hace cuanto le pide. Esto han visto otras algunas personas a quien yo decía se encomendasen a él, también por experiencia: y aun hay muchas que le son devotas de nuevo, experimentando esta verdad. (...)

Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme, ha algunos años, que cada año en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío. Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara en decir muy por menudo las mercedes que ha hecho este glorioso santo a mí y a otras personas; mas por no hacer más de lo que me mandaron, en muchas cosas seré corta, más de lo que quisiera; en otras más larga que era menester. En fin, como quien en todo lo bueno tiene poca discreción. Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas; que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los Ángeles, en el tiempo que tanto pasó con el niño Jesús, que no den gracias a san José por lo bien que les ayudó en ellos. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro, y no errará en el camino. Plega al Señor no haya yo errado en atreverme a hablar en él; porque aunque publico serle devota, en los servicios y en imitarle, siempre he faltado; pues él hizo, como quien es, en hacer de manera que yo pudiese levantarme y andar, y no estar tullida, y yo, como quien soy, en usar mal de esta merced. Teresa de Jesús

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El hombre necesita el infinito

E n Estados Unidos, Peter Singer, filósofo de la universidad de Princeton e influyente bioético (famoso como padre de los derechos de los animales), defendiendo tesis abortistas escribió en el “Scotsman” del 15 de agosto que “la pertenencia a la especie homo sapiens no es suficiente para conferir un derecho a la vida”. El mismo día se hizo eco de él en LifeSiteNews.com el rabino Bonnie Margulis, uno de los líderes de la Religious Coalition for Reproductive Choices de Wisconsin, sosteniendo que eliminar el derecho al aborto violaría la “esencia misma del ser humano”. Mientras tanto, se siguen creando en laboratorio nuevas líneas celulares obtenidas de embriones humanos, algunas de las cuales se realizan como pruebas in Vitro para reducir el uso de animales en la experimentación. Una coalición de importantes patrocinadores de la investigación biomédica y grupos de pacientes presentaron hace pocos meses un documento conjunto para pedir al Parlamento europeo que siga financiando las investigaciones con células embrionarias humanas. Ya son frecuentes en muchas partes del mundo los experimentos clínicos que utilizan células obtenidas de embriones humanos para verificar tanto su tolerabilidad como su eficacia. También en Italia se llevan a cabo experimentos con células embrionarias-fetales que, se subraya, provendrían de abortos espontáneos. Pero esperar que eso constituya un camino ético es un espejismo. Un estudio científico recién publicado en “BioResearch Open Access” (I, n. 4, agosto de 2012) ha demostrado que, incluso después de 18 años de la congelación, las células embrionarias humanas mantienen su pluripotencia y se podrían utilizar en terapias celulares. Por esto se sugiere la práctica de la congelación y del banking de embriones hu-

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manos como una estrategia biomédica eficaz para las terapias celulares en amplia escala. En este panorama caracterizado por una búsqueda afanosa de resultados y de éxito, llega otra voz desde Italia, donde en Rímini se inició el “Meeting para la amistad entre los pueblos”, proponiendo como tema una frase de don Giussani: “La naturaleza del hombre es relación con el infinito”. Impresiona la sencillez de la propuesta: mirar a fondo nuestra propia naturaleza para darnos cuenta de que nuestra vida aspira a algo “más”. Porque, como repitió Benedicto XVI en México y en Cuba, “el hombre tiene necesidad del infinito”. Para experimentar esta necesidad, basta la sencillez de corazón en la vida diaria, y se la descubre sobre todo donde se manifiesta la propia debilidad. Como escribió Romano Guardini, “lo eterno no está en relación con la vida biológica, sino con la persona. La conciencia de esta perennidad crece en la medida en que la caducidad se acepta sinceramente. Quien trata de evitarla, ocultarla o negarla, nunca tomará conciencia de ella. Lo contingente deja trasparentar lo absoluto”. Así pues, el desafío no consiste en superar el límite con las propias fuerzas, sino en aceptarlo como condición necesaria para descubrir que existe una relación “última y misteriosa” que nos define. Esta relación, de la que ninguna investigación científica, médica, biológica y neurológica podrá prescindir jamás, hace que al ser humano (incluida su estructura biológica) no se lo pueda reducir ni manipular ni disponer de él. Este fue también el testimonio de Jérome Lejeune, de cuyo proceso de beatificación hace pocos meses se concluyó en París la fase diocesana, y al que el mismo “Meeting” dedica una exposición. Fundador de la genética clínica, descubridor de las causas de varios síndromes genéticos (entre ellos el de Down), al cual, por sus posiciones, le negaron el premio Nobel. De hecho, solía decir que todo hombre es “único e insustituible” precisamente en virtud de su relación con el infinito. AUGUSTO PESSINA L’Osservatore Romano


Católicas por el Derecho a Decidir Gastaron 13 millones de dólares para aborto en América Latina

La organización abortista Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) invirtió en la última década más de 13 millones de dólares en promover la legalización del aborto en América Latina. Según documentos legales a los que tuvo acceso ACI Prensa, correspondientes al Servicio de Impuestos Internos de Estados Unidos (IRS, por sus siglas en inglés) que las conoce como “Lobby católico de derecho al aborto”, CDD gastó entre 2002 y 2010, último año disponible de su reporte, 13.716.679 dólares en su programa en América Latina. Sólo en 2004, Católicas por el Derecho a Decidir envió 5.562.275 dólares a América Latina, y más de 2 millones de dólares fueron destinados a la promoción del aborto en México. Católicas por el Derecho a Decidir, fundada en 1973, tiene un presupuesto anual de 3 millones de dólares, que obtiene a través de organizaciones que financian abiertamente el aborto, como la Fundación Ford, que les otorgó 300 mil dólares en 2011; la Fundación William y Flora Hewlett, que les otorgó 600 mil dólares en noviembre 2011 para un período de 24 meses, y la Fundación MacArthur, que les dio 275 mil dólares entre 2009 y 2012. Otra de las conocidas organizaciones que financia a Católicas por el Derecho a Decidir es la Fundación Playboy, creada por su revista homónima, famosa por sus contenidos pornográficos. CDD busca a nivel internacional, con especial fuerza en países con importante presencia católica y América Latina, confundir a los fieles y fomentar entre ellos el aborto, la anticoncepción, esterilización, la homosexualidad, el feminismo radical y las doctrinas New Age. En Estados Unidos, la portavoz de la Conferencia de Obispos Católicos de ese país, Mary Ann Walsh, aseguró al diario The Washington Times en octubre de 2012, que “Católicas por el Derecho a Decidir no es una organización católica. Nunca lo ha sido y se creó para oponerse a la posición católica sobre el aborto”. En consulta de ACI Prensa a la Comisión de Laicos de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), esta aseguró que a CDD no se le conoce participación en ningún tipo de asociación o movimiento laical ni pertenencia a parroquia católica alguna.

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La sede central de Católicas por el Derecho a Decidir se encuentra en Washington D.C.; sin embargo, ha repartido sus oficinas en Perú, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, México, El Salvador, Nicaragua, Paraguay y España. Su presupuesto promedio anual para sus proyectos abortistas en América Latina se estima en 1 millón 200 mil dólares.

EE.UU. Denuncia falso equilibrio de los medios para con la Iglesia Católica

La hermana Mary Ann Walsh, directora de la Oficina de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) para las Relaciones con los Medios, denunció el “falso equilibrio” con el que se cubre la información concerniente a la Iglesia Católica en ese país. La religiosa dijo que “las fuentes consultadas por la prensa son, a menudo, contrarias a la fe, no están informadas sobre la vida de la Iglesia o no pueden hablar en nombre de la Iglesia, ya que la Iglesia Católica tiene derecho a definir quiénes pueden hablar en su nombre y expresar su opinión oficial”. “Cuando algunos reporteros cubren una historia con un aspecto católico, presumen que el mero uso del término ‘católico’ en un nombre significa conocimiento”, explicó la religiosa. “Algunos grupos activistas que se oponen a una o más doctrinas de la Iglesia, por ejemplo, usan el nombre ‘católico’, aun cuando hay poca evidencia de tener católicos en sus cargos y no hay evidencia de que representen la enseñanza católica”. Como ejemplo de este tipo de organizaciones, la directora de Relación con los Medios expuso el caso de “Católicas por el derecho a decidir” –que entre 2002 y 2010 ha gastado 13 millones de dólares para promover el aborto en América Latina y que en Perú defiende a un grupo terrorista–. Estas mujeres, dijo, se muestran muy interesadas en hablar a los medios sobre el aborto o cualquier escándalo contra la Iglesia. “Aparentemente esto satisface el esfuerzo de algún editor perezoso en busca de equilibrio. Sin embargo recurrir a ‘Católicas por el derecho a decidir’ por un llamado punto de vista católico sería como preguntar a los ‘Católicos Ateos’ (en el caso de que existan) su opinión sobre el significado de Dios”, denunció la religiosa.


La hermana Walsh reclamó el derecho que tiene la Iglesia Católica sobre su identidad, “lo cual incluye decidir quién puede usar válidamente su nombre”. La religiosa reafirmó que ‘Católicas por el derecho a decidir’, completamente relacionada con el activismo a favor del aborto, “no puede ser calificado como un grupo católico legítimo”. Sin embargo, no sólo el título de “católico” es manipulado en los medios. Los símbolos y vestiduras también son usados para confundir sobre la enseñanza de la Iglesia. “Para una foto, cualquier religiosa con velo sirve”, afirmó la directora. Como ejemplo, citó el caso reciente de una religiosa que, tras haber abandonado el uso del velo hacía muchos años, lo volvió a portar para una intervención ante la prensa en contra de la definición natural del matrimonio. Nuevamente, los medios la citaron como una fuente “católica”.

En su cargo en la Oficina de Relación con los Medios de la USCCB, la hermana Walsh pudo presenciar cómo la superficialidad de los periodistas los hace víctimas de estas manipulaciones. En una ocasión fue interpelada por un reportero que buscaba la opinión de un sacerdote. Como no había ninguno disponible en el momento, la religiosa le sugirió hablar con un laico experto en el tema. El periodista rechazó la posibilidad, porque quería que se viera una sotana o un cuello eclesiástico en la pantalla. “Claramente él buscaba no tanto una opinión informada sino una imagen”. Por último la religiosa pidió a la prensa que realice un trabajo periodístico con nobleza, para que sea un reflejo justo de la realidad, lo cual considera “un gran objetivo” que debe buscarse con determinación en todos los medios de comunicación.

Médicos uruguayos Reglamento del aborto no respeta objeción de conciencia

Un centenar de doctores de todo Uruguay de la asociación Médicos por la Salud y la Vida presentaron en diciembre pasado un recurso contra el decreto que reglamenta la ley del aborto porque consideran que no respeta el derecho a la objeción de conciencia. Según señala el diario El Observador, los médicos precisan en el recurso que como “aplicadores directos de la norma que se impugna” y por ser las “personas directamente afectadas por el acto administrativo”, se ven en la obligación de denunciar “algunas graves ilegalidades de forma y de fondo que presenta el decreto impugnado”. En primer lugar señalan que el decreto “pretende limitar derechos fundamentales garantizados por la Constitución”, como es la “independencia de la conciencia moral y cívica de todo trabajador dependiente”, establecido en el artículo 54. Afirman que los art. 28 y 29 del decreto, donde se

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establece que la objeción de conciencia solo es válida para abstenerse de participar directamente en la realización de un aborto, permite otras situaciones como derivar a la mujer al equipo interdisciplinario. “Queda claro pues que la objeción de conciencia queda restringida a la ejecución del aborto y al personal que participa directamente en dicha ejecución. Existen otros aspectos de la Ley a los cuales el personal de salud implicado podría interponer su objeción de conciencia, y dicho derecho queda explícitamente excluido en este decreto”, señalan. Agregan que la objeción de conciencia también queda excluida cuando se obliga al personal objetor a realizar el aborto si el médico tratante entiende que atenta contra la salud de la madre. “Es de orden salvaguardar siempre la vida de la madre, pero el decreto define arbitrariamente el concepto de “grave riesgo para la salud”, eliminando el término


“grave”” e incluyendo “cualquier caso de riesgo para la salud bio–psico–social de la madre, ya sean estos graves o no”, afirma el recurso. Los médicos también afirman que “el decreto contiene reiterada ilegalidad que contradice en forma contumaz lo dispuesto por la propia ley” y por ello “como médicos no podemos poner en práctica disposiciones dictadas por una norma inferior que a nuestro entender van en claro contrasentido de lo dispuesto por una norma superior”. Al respecto, mencionan que si bien “el espíritu de la ley era brindar a la mujer un espacio de contención, donde pudiera valorar alternativas, que incluso la puedan llevar a desistir del aborto (…) el decreto contradice tanto la letra como el espíritu de la ley”.

Sostienen que aunque el equipo interdisciplinario debe dar a la mujer alternativas al aborto, como la posibilidad de adopción, “estos cometidos se omiten dentro de los deberes que deben cumplir los profesionales integrantes del equipo”. “El decreto restringe de tal modo los cometidos de este equipo asesor, que no da lugar a que la mujer pueda recibir este tipo de asesoramiento, y convierte a la comisión en un mero preámbulo del aborto”, agrega el recurso. El ginecólogo Ricardo Pou Ferrari dijo a El País que “fue muy autoritario, ni siquiera la Sociedad de Ginecología ni el Colegio Médico fueron consultados. Además es una ley que va en contra de los principios éticos de nuestra profesión”.

“Entusiasmo y pasión misioneros’’

Monseñor Héctor Aguer a los seminaristas

En el semanal encuentro que mantiene con los seminaristas de la Arquidiócesis de Argentina, el arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, les expuso todo lo que vivió en el reciente sínodo sobre la Nueva Evangelización, y les llamó “a renovar el entusiasmo y la pasión misioneros”. El arzobispo remarcó, en este sentido, que “los obispos de todas partes del mundo hemos vivido días muy intensos; en los que quedó en evidencia, más allá de todos los desafíos, el ardor por anunciar a Jesucristo”. Sostuvo que “es conmovedor comprobar la universalidad de la Iglesia. Y cómo, desde obispos al frente de iglesias francamente perseguidas, o de países de misión, hasta de comunidades nacientes, pujantes y llenas de vida, pasando por pueblos de antigua cristiandad, con una fe que se va apagando, se nota la pasión por el Reino”. Añadió, también, que “se rescataron tres desafíos básicos: el primer anuncio (la misión ad gentes, donde aun no se conoce a Jesucristo); la renovación de la pastoral ordinaria en las comunidades cristianas, entendiendo a la parroquia como centro misional, lleno de vida. Y la audacia y la creatividad pastoral para buscar a los que se alejaron de la Iglesia”. El prelado dedicó la segunda parte de su exposición a comentar la exposición de Tomasso Spinelli, joven catequista, de 23 años, de la Diócesis de Roma, que

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conmovió al aula sinodal. “Yo cuando lo escuché –enfatizó– me dije: leeré este mensaje a los seminaristas”. “Nosotros los jóvenes –señaló Tomasso– tenemos necesidad de guías fuertes, sólidos en su vocación y en su identidad. Es de ustedes, sacerdotes, de quienes nosotros aprendemos a ser cristianos, y ahora que las familias están más desunidas, su papel es todavía más importante para nosotros. Ustedes nos testimonian la fidelidad a una vocación, nos enseñan la solidez en la vida, y la posibilidad de elegir un modo alternativo de vivir, siendo éste más bello que el que nos propone la sociedad actual. “Mi experiencia –remarcó el joven– testimonia que allí donde hay un sacerdote apasionado, la comunidad, en poco tiempo, florece. La fe no ha perdido atractivo, pero es necesario que existan personas que la muestren como una elección seria, sensata y creíble. Lo que me preocupa es que estos modelos se han convertido


en una minoría. El Sacerdote ha perdido confianza en la importancia de su propio ministerio, ha perdido carisma y cultura. Veo sacerdotes que identifican ‘dedicarse a los jóvenes’ con ‘disfrazarse de joven’; o, peor aún, vivir el estilo de vida de los jóvenes. Y lo mismo en la liturgia, ya que en el intento de hacerse originales se convierten en insignificantes. Les pido el coraje de ser ustedes mismos. No teman, porque allí donde sean auténticamente sacerdotes, allí donde propongan sin miedo la verdad de la fe, allí donde no tengan miedo de enseñarnos a rezar, nosotros los jóvenes los seguiremos. Hacemos nuestras las palabras de Pedro, ‘Señor, ¿a quién iremos? Solo Tú tienes palabras de vida eterna’. Nosotros tenemos hambre de lo eterno y de lo verdadero”. Monseñor Aguer comentó, luego, las propuestas del joven: aumentar la formación no solo espiritual, sino también cultural, de los sacerdotes; redescubrir el Catecismo de la Iglesia Católica, en su carácter conciliar; y poner, nuevamente, la Liturgia, con dignidad, en el centro de la comunidad parroquial. Visiblemente emocionado, dijo que “Tomasso nos dejó una hermosa lección de amor a Cristo y la Iglesia”.

Homenaje a Antonio Ruiz de Montoya Misionero, creador de la lingüística guaraní

La Real Academia Española (RAE), con motivo de la reedición del libro “Arte, vocabulario, tesoro y catecismo de la lengua guaraní”, rindió un homenaje al sacerdote jesuita Antonio Ruiz de Montoya, creador de la lingüística guaraní y uno de los grandes representantes coloniales de las reducciones jesuíticas de Paraguay. El homenaje consistió en una lección magistral, impartida por un experto

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en su obra, el también jesuita padre Bartomeu Meliá SJ, con el título: “La obra lingüística de Antonio Ruiz de Montoya”. El padre Ruiz de Montoya se destacó por la conservación de la lengua de los guaraníes que vivían en las reducciones de Paraguay creadas por la Compañía de Jesús entre1609–1769 y también es conocido por su papel en el gran éxodo de guaraníes que se vieron forzados a abandonar las reducciones tras las destrucciones y persecuciones de los paulistas o cazadores de indios procedentes de la villa de Sao Paulo, Brasil. Antonio Ruiz de Montoya (1585–1652) nació en Lima (Perú) y estudió en el colegio de los jesuitas de esta ciudad. Entró en la Compañía de Jesús en 1606 y de novicio fue enviado a Paraguay, justo cuando estaban naciendo las reducciones jesuitas en esta región. Las reducciones o misiones jesuitas del Paraguay (1609–1769) fueron asentamientos de indios guaraníes que promovieron los padres y hermanos de la Compañía de Jesús en las tierras conquistadas por Portugal y España. Los pueblos indios, asentados en los montes y esparcidos en pequeños grupos muy distantes entre sí, se reunieron por iniciativa de los jesuitas para formar asentamientos de unos cinco mil habitantes cada uno. Afrontaron su subsistencia (agricultura, ganadería, confección de vestidos), se dotaron de una organización social y desarrollaron una notable dimensión cultural y espiritual. Tras su ordenación, el padre Ruiz de Montoya fue destinado a la reducción de Loreto en el Guayra. Allí fue superior desde 1622 a 1636 y sería pieza clave en la conservación de la lengua guaraní. Para ello fue muy importante que los misioneros aprendieran su lengua y comenzaran incluso a escribir en ella y traducir obras de otras lenguas. En las reducciones hubo una producción literaria desconocida en otros lugares de la región. Para ello fue clave la utilización de la imprenta que construyeron a finales del siglo XVII los jesuitas Juan Bautista Neumann y José Serrano, utilizando maderas duras de las selvas, ayudados por los guaraníes que las labraron, tallaron los tipos o los fundieron en estaño. Ruiz de Montoya fundó doce reducciones más, que fueron atacadas por los bandeirantes del Brasil y sus aliados los tupíes (1629–1631). Llegaron a capturar a miles de indios y destruyeron ocho de las diez reducciones existentes. Se salvaron las de San Ignacio Miní y Loreto, las cuales tuvieron que ser abandonadas al


persistir el peligro de nuevos ataques. En 1631 se inició lo que se llamó «gran éxodo» hacia el sur, para huir de los cazadores de esclavos. El padre Ruiz de Montoya fue el encargado de organizar este éxodo de cinco mil indios desde las reducciones de Loreto y San Ignacio. Se les unieron miles de fugitivos, hasta constituir un total de doce mil personas. Tras treinta días de marcha, solo cuatro mil personas llegaron a las cercanías del arroyo Yabebirí, en la margen izquierda del río Paraná, donde pudieron fundar los nuevos asentamientos de dos reducciones con el mismo nombre de las que habían abandonado: San Ignacio Miní y Loreto. En 1638 el padre Ruiz de Montoya, entonces su-

perior de las reducciones, viajó a Madrid para pedir al Rey que suspendiera la legislación que prohibía a los indígenas poseer armas de fuego. Logró convencer a la corte para dotar a las reducciones de armas de fuego. En marzo de 1641, en la confluencia de los ríos Uruguay y Mbororé, un ejército de cuatro mil guaraníes aniquiló a una expedición de tres mil paulistas. Esta batalla se considera «el acontecimiento militar más importante en la historia de la América colonial» y su consecuencia fue una mayor seguridad en las reducciones, aunque hubo incursiones hasta 1671. En la actualidad viven en Paraguay setenta jesuitas que atienden a unas 150.000 personas con la ayuda de 1.500 colaboradores.

UNA PIRUETA JURÍDICA En torno a la sentencia del TC español sobre “matrimonio” entre personas del mismo sexo Rafael Navarro–Valls, catedrático y académico, expone sobre las piruetas jurídicas que ha tenido que hacer el Tribunal Constitucional de España para dar luz verde a la ley de “matrimonio” homosexual, aprobada en la primera legislatura del gobierno Zapatero y cuyo recurso de inconstitucionalidad ha permanecido años en el alto tribunal.

Hace años los expertos se preguntaban de dónde venía el matrimonio. Los juristas de hoy nos preguntamos, no de dónde viene, sino a dónde va. Y es que el modelo matrimonial bimilenario de Occidente hace ya unas décadas que comenzó a ser estudiado con ojos de criminalista. Intrépidos jueces instructores han convertido el pasado en un proceso judicial, acusando a la fórmula matrimonial natural de cierto subdesarrollo jurídico y político. Después de vaciada la nota de estabilidad a través del llamado “divorcio al vapor”, debilitada la finalidad procreativa del matrimonio por la denominada “medicalización de la sexualidad” vía píldora, o alterada la nota de “formalidad” a través de la desformalización formalizadora en que se han instalado las uniones de hecho, los vientos de fronda han soplado tempestuosos contra la nota de heterosexualidad.

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En esta línea inquisitorial se ha instalado el TC español, al sentar una extraña interpretación evolutiva de la institución matrimonial que justifica, constitucionalmente, la regulación legislativa de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Es razonable que el portavoz de la Santa Sede se haya referido a esta sentencia como “preocupante”. Y es que, por decirlo en palabras de uno de los jueces en su voto concurrente, hace decir a la Constitución española “lo contrario a lo que dice”, de modo que “ ya no se interpreta la Constitución, sino que se cambia”. Por expresarlo con palabras del magistrado Ollero en su voto particular: lo que ha hecho el TC es –sin reformar la Constitución– crear una “nueva institución”.Es decir, el TC español, en una pirueta sorprendente, ha convertido el matrimonio en un fenómeno exclusivamente sociológico, en el que su regulación jurídica esencial necesariamente ha de adaptarse no a lo que es, sino a cómo dicen que es determinadas visiones sociológicas conectadas con minorías más o menos estridentes. Con lo cual se produce una recusable distorsión del término matrimonio, vaciándolo de cualquier referencia estructural o sustantiva. Algo así como decir que el contrato de compraventa abarca no solamente la venta de cosa por precio, sino también el cambio de cosa por cosa, vaciando de sentido la permuta y la propia compraventa. Con razón, en el voto


particular del magistrado González Rivas, se lee que una interpretación evolutiva rigurosa debe “respetar la esencia de las instituciones jurídicas” . La Constitución no es una especie de “novela por entregas”, en la que los constituyentes escribieron el primer capítulo y los jueces posteriores alteran ese basamento para escribir nuevos capítulos que hagan irreconocible el primero. Su misión –como dice Burt Neuborne– es observarla a través del prisma de interpretaciones (no creaciones) judiciales que le proporcionan la matriz intelectual para la resolución del caso propuesto. Y cuando una determinada Constitución envejece, el remedio es su modificación vía legislativa, no jurisprudencial. El secreto, por ejemplo, de la vigencia de la Constitución norteamericana ha sido su reforma a través del procedimiento de enmiendas, que han ido inyectando nueva y joven sangre constitucional en el viejo torrente circulatorio. Partiendo de la antigua metáfora anglosajona del “árbol vivo” (cuyo verdadero sentido ha matizado profundamente, por ejemplo, el Tribunal Supremo estadounidense), el TC llega a la conclusión de que la ley “del matrimonio homosexual” no “desnaturaliza” esta institución, proponiendo como definición del matrimonio la de “comunidad de afecto que genera un vínculo o sociedad de ayuda mutua entre dos personas que poseen idéntica posición en el seno de esta institución”. Pero esa fórmula, que elude cuidadosamente toda referencia a la procreación, es una verdadera pirueta jurídica (“filigrana”, le llama el vicepresidente del TC en su voto particular), que

Obispos españoles ‘’Actual legislación referente al matrimonio es gravemente injusta’’

La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, ante la sentencia del Tribunal Constitucional del pasado 6 de noviembre, se ve en el deber de recordar que “la actual legislación española referente al matrimonio es gravemente injusta”. “Lo es –añaden los obispos– porque no reconoce netamente la institución del matrimonio en su especifi-

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dinamita todos los puentes por los que durante miles de años ha transitado la unión matrimonial. Queriendo amparar “los derechos de todos” (en realidad, de una minoría), lo que sucede es que se conculcan los derechos de la mayoría, que de la noche a la mañana ve expropiada la nota de la heterosexualidad del matrimonio que celebraron. Ocurre, me parece, con la heterosexualidad del matrimonio algo parecido a lo que sucede con su nota de monogamia. Cuando, por ejemplo, en el caso Reynolds, el TS de EE.UU. impuso a los mormones la aceptación de la monogamia matrimonial, no aceptó el argumento de que “el Estado no debe inmiscuirse en las preferencias sexuales de sus ciudadanos”. Al contrario, el TS entendió que la nota de la monogamia pertenece a los rasgos identificativos de la unión matrimonial en la civilización y el Derecho europeo–americano, desechando la poligamia como fórmula válida de expansión de la fórmula del matrimonio natural. Savigny observaba que hay que andarse con extremo cuidado cuando aplicamos el bisturí a nuestras instituciones jurídicas, porque muy fácilmente podríamos atacar en carne viva, y contraer así la más grave responsabilidad para el porvenir. Eso es lo que ha hecho el TC español en su sentencia sobre la constitucionalidad de la legislación española sobre matrimonio entre personas del mismo sexo: causar una profunda herida en el tejido social, y alterando –por el voto de un grupo de magistrados designados, pero no elegidos democráticamente– el hábitat ecológico–moral del más delicado punto de sutura entre sociedad y derecho, es decir, el matrimonio.

cidad, y no protege el derecho de los contrayentes a ser reconocidos en el ordenamiento jurídico como “esposo” y “esposa”; ni garantiza el derecho de los niños y de los jóvenes a ser educados como “esposos” y “esposas” del futuro; ni el derecho de los niños a disfrutar de un padre y de una madre en el seno de una familia estable. No son leyes justas las que no reconocen ni protegen estos derechos tan básicos sin restricción alguna. Por eso, es urgente la reforma de nuestra legislación sobre el matrimonio.


Como ya afirmaron en el documento “La verdad del amor humano”: «No podemos dejar de afirmar con dolor, y también sin temor a incurrir en exageración alguna, que las leyes vigentes en España no reconocen ni protegen al matrimonio en su especificidad. Asistimos a la destrucción del matrimonio por vía legal. Por lo que, convencidos de las consecuencias negativas que esa destrucción conlleva para el bien común, alzamos nuestra voz en pro del matrimonio y de su reconocimiento jurídico. Recordamos además que todos, desde el lugar que ocupamos en la sociedad, hemos de defender y promover el matrimonio y su adecuado tratamiento por las leyes». Renuevan su llamada “a los políticos para que asuman su responsabilidad”. “La recta razón –subrayan– exige que, en esta materia tan decisiva, todos actúen de acuerdo con su conciencia, más allá de cualquier disciplina de partido. Nadie puede refrendar con su voto leyes que dañan tan gravemente las estructuras básicas de la sociedad. Los católicos, en particular,

Eslovaquia Victoria contra la cristianofobia

La Comisión Europea (CE) es el organismo encargado de ejecutar las políticas de la Unión Europea (UE), operando como una especie de poder ejecutivo supranacional. Para ello cuenta con un enorme staff de casi 40 mil funcionarios, dirigidos por un “Colegio de Comisarios”. Recientemente esta Comisión quiso imponer a un país miembro, la pequeña Eslovaquia –que otrora era parte del Sacro Imperio– una medida de carácter persecutorio anticatólico, que fue valiente y eficazmente resistida por esa nación. ¿Qué ocurrió? –En 2013 Eslovaquia celebrará un gran jubileo, recordatorio del 1150º aniversario de la llegada de los hermanos San Cirilo y San Metodio, evangelizadores del mundo eslavo y nombrados en 1980 co–patronos de Europa por el Papa Juan Pablo II. Estos populares misioneros contribuyeron además a la unión de la Iglesia de Oriente y Occidente y son también los creadores del alfabeto glagolítico de 41 signos, que

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deben tener presente que, como servidores del bien común, han de ser también coherentes con su fe”. “Sin la familia –explican–, sin la protección del matrimonio y de la natalidad, no habrá salida duradera de la crisis. Así lo pone de manifiesto el ejemplo admirable de la solidaridad de tantas familias en la que abuelos, hijos y nietos se ayudan a salir adelante como solo es posible hacerlo en el seno de una familia estable y sana”. “En la vida conyugal y familiar se juega el futuro de las personas y de la sociedad. Expresamos de nuevo a las familias que más sufren la crisis económica, con problemas de vivienda, falta de trabajo, pobreza, etc., nuestra cercanía y la de toda la comunidad católica. Estamos junto a ellas compartiendo nuestros bienes, nuestro afecto y nuestra oración. Del mismo modo, renovamos nuestro compromiso por activar la dimensión caritativa de la comunidad cristiana, promoviendo en nuestras diócesis la atención a los más necesitados”, concluyen.

fusiona los caracteres griegos con los eslavos. Con ese alfabeto tradujeron la Biblia al eslavo e hicieron de ella un gran medio de evangelización. De ahí el nombre de “cirílico” dado al alfabeto que hasta hoy usan ciertas lenguas eslavas como el ruso, el ucraniano, el búlgaro, etc. En adhesión a este jubileo, en mayo de 2012 el Banco Central Eslovaco (NBS), realizó un concurso público para el diseño de la moneda conmemorativa de 2 euros. Un total de 22 diseños de 13 artistas fueron admitidos a concurso. Evaluados en junio de 2012 por el Comité de Gobierno del NBS, el primer premio recayó en Miroslav Hric, cuya propuesta fue aprobada para ser plasmada en las monedas. El diseño representa a los dos santos con aureola; uno de ellos sostiene la cruz doble, símbolo de Eslovaquia, que en la época pertenecía a la “Gran Moravia” y se convirtió en la primera nación católica de Europa Central. San Cirilo es representado portando una Biblia que simboliza la Fe, mientras que San Metodio aparece con una iglesia que simboliza la Cristiandad institucional. Y aquí empezó el problema. La CE, tomada de fanatismo laicista, decidió vetar los símbolos religiosos de la moneda, y solicitó a Eslovaquia que los quitase


“para cumplir con el principio de neutralidad religiosa”. En concreto, pretendía que se eliminaran las cruces y las aureolas. Al tomar conocimiento de esta censura la Conferencia Episcopal de Eslovaquia emitió un fuerte comunicado en el que no dudó en utilizar la palabra “vergüenza”: “La renuncia de los atributos clave relacionados conceptualmente con los santos Cirilo y Metodio, demuestra la falta de respeto por la tradición cristiana de Europa”, comentó el padre Jozef Kovaczik, portavoz de la Iglesia eslovaca. “En 1988, antes de la ’Revolución de Terciopelo’

[que acabó con el régimen comunista en el país, de manera pacífica], los fieles de Eslovaquia arriesgaron sus vidas, predicando la doctrina de los dos Santos. ¿Realmente vivimos en un estado de derecho, o en un sistema totalitario, que nos dicta qué atributos podemos utilizar”, interpeló el padre Kovaczik, señalando que Eslovaquia es un país católico desde su origen. Finalmente el NBS, que inicialmente había cedido a la presión de la CE, volvió atrás y, decidió mantener el diseño original de la moneda conmemorativa. Extracto de artículo publicado por www.vivachile.org

María Josefa del Corazón de Jesús

Luz de vida y fuente de esperanza

La Sierva de Dios, Madre María Josefa del Corazón de Jesús, Carmelita Descalza del Cerro de los Ángeles (Madrid), nació en Pamplona (capital de la provincia española de Navarra) el 25 de noviembre de 1915. Ingresó en el Carmelo el 18 de noviembre de 1938. Allí la recibió santa Maravillas de Jesús, quien era Priora y maestra de novicias. Fue una de sus hijas predilectas, que supo mantener y conservar su espíritu y colaboró con ella en todas las fundaciones de nuevos monasterios, sacrificándose por éstas sin calcular ni medir. Su corazón de madre no podía sufrir las necesidades de los demás y en lo que podía procuraba ayudar a solucionar las dificultades de quienes acudían a ella, de cualquier tipo que fueran. Al mismo tiempo, en su humildad siempre buscaba desaparecer y colocarse en el último puesto. Su vocación específica fue amar al Corazón de Jesús. Así, con una constitución muy frágil, aceptó serenamente sus duras enfermedades y una sucesión de sufrimientos físicos que marcaron toda su existencia. Como Priora del Cerro de los Ángeles hizo suave su autoridad. Su carácter siempre alegre y sus mandatos de persona inteligente creaban en el monasterio un clima tan particular que se vio nacer un florecimiento excepcional de vocaciones.

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De su breve biografía, escrita por María de Alvarado, se deduce que vivía de un modo heroico las virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad. Estas virtudes las ejercitó en su vida ordinaria, y en particular en la escrupulosa fidelidad a las reglas del Carmelo: largas horas de oración, silencio para meditar la palabra de Dios y una afectuosa atención a sus hermanas. Renunciaba a todo aquello que no era estrictamente necesario. Para poder permanecer fiel a las Constituciones escritas por su modelo de espiritualidad, Santa Teresa, en nombre de los conventos unidos que se inspiran en la doctrina de San Juan de la Cruz, visitó personalmente al Papa Juan Pablo II, para pedirle que la Regla del Carmelo no fuera modificada. La Madre María Josefa del Corazón de Jesús falleció en el Monasterio de Cerro de los Ángeles el 2 de octubre del 2004, rodeada del cariño de sus hermanas y en una santa ambición por los bienes eternos, como solía decir: “Todo pasa tan de prisa que, dentro de nada, estamos allá todos


juntos bendiciendo estos sufrimientos que nos acercaron al Cielo”. En la Introducción de la breve impresión biográfica publicada por el Carmelo de La Aldehuela (Getafe) el Cardenal Antonio Cañizares, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, escribió en el año 2009: “En los momentos cruciales de la Iglesia, han sido siempre los santos quienes han aportado

Colombia Obispos frente a uniones gay

El Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), Mons. José Daniel Falla Robles, calificó como «peligroso y falto de juicio» que el congreso en la Comisión Primera del Senado haya votado a favor de la legalización de las uniones del mismo sexo. Las declaraciones del también Obispo Auxiliar de Cali se dan luego que el Congreso aprobara la medida en un primero de cuatro debates para tratar el proyecto. El texto que modifica el Código Civil para admitir las uniones homosexuales obtuvo 10 votos a favor y 5 en contra. Mons. Falla dijo además que esta «es una oportunidad para que cada colombiano se cuestione sobre si ha entendido en verdad cuál es la grandeza e importancia de la institución matrimonial». La preocupación del Obispo tiene su respaldo en que casi el 70 por ciento de los colombianos, especialmente los jóvenes, no están de acuerdo con la legalización de las uniones homosexuales. El Prelado dijo que este paso en el Congreso «me parece no sólo peligroso, sino hasta falto de juicio, que el Congreso vaya a caer en la trampa de equiparar la unión entre parejas del mismo sexo a la unión matrimonial». «Peligroso, porque si partimos del hecho de que la familia es la base de la sociedad, se estarían afectando las bases mismas de toda la sociedad por querer dizque proteger a un grupo minoritario, yendo incluso en contra de la Constitución». El Obispo dijo que esta pretensión impulsada por una minoría también es falta de juicio «porque sería querer establecer por ley lo que sólo la naturaleza misma del matrimonio, que es entre un hombre y una mujer, puede dar: complementariedad y reciprocidad con el fin de perfeccionarse mutuamente y de prolongar la especie».

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luz, vida y caminos de renovación. También hoy que vivimos un tiempo crucial, necesitamos santos, pedir a Dios con asiduidad santos y ofrecer modelos de santidad”. Y agrega que con ellos vemos que esto “no es tan difícil como algunos pueden pensar, no es algo extraordinario, es seguir el evangelio con toda sencillez, en la vida de todos los días”. Carolina Marín

Libro de comentarios dominicales ‘’Lo inédito en los Evangelios’’

A fines de noviembre pasado, se presentó en la ciudad del Vaticano, el libro del fundador y presidente de los Heraldos del Evangelio, monseñor João Scognamiglio Clá Dias, titulado «Lo inédito en los Evangelios» (volúmenes V y VI, correspondientes al Año C), publicado por la Librería Editorial Vaticana en cuatro idiomas. El evento contó con la presencia del cardenal Franc Rodé, prefecto emérito de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; el arzobispo Jean–Louis Bruguès OP, archivero y bibliotecario de la Santa Romana Iglesia, así como del obispo Giuseppe A. Scotti, presidente de Librería Editorial Vaticana y presidente de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger. Estos comentarios son un aporte del autor, fundador de los Heraldos del Evangelio, al Año de la Fe. En ellos se pueden encontrar «tesoros viejos y nuevos del intellectus fidei, para ofrecer al pueblo de Dios el pan de la buena doctrina proveniente del sol de la Palabra de Dios» (del prefacio del cardenal Rodé). Acompañados de ilustraciones y ejemplos, estos comentarios pueden ser una herramienta útil para la recepción y la meditación, tanto comunitaria como individual, de la Palabra de Dios ofrecida durante los domingos del año litúrgico, y capaces de iluminar toda la semana, según los editores. Aplicando la técnica de la homilética, y sin dejar de lado cierta nota agradable de la improvisación –informan


los editores–, el autor trata de estimular la imaginación, el intelecto y la voluntad del lector, como si estuviera de frente a una verdadera homilía.

Deceso Nuncio Faustino Sainz

Ha muerto en Madrid el nuncio Faustino Sainz, uno de los españoles más relevantes de la Curia vaticana en los últimos treinta años. Hijo de un prestigioso jurista, Faustino Sainz acabó sus estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid el año 1959. Quiso, entonces, ser sacerdote y cursó teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, ordenándose en

1964, en pleno período conciliar. Comenzó sus tareas pastorales en la diócesis de Madrid, pero pronto se le reclamó a la Academia Pontificia, donde se formó para el servicio diplomático de la Santa Sede. Monseñor Faustino Sainz fue una de las personas que, en las distintas misiones que le encomendó la Santa Sede, trabajaron más a favor de la libertad religiosa en una Europa que se encaminaba al fin de

Mons. Gerhard Müller

El neo–ateísmo nos lleva a un paso de la dictadura

El actual neo–ateísmo, formulado según presupuestos pseudocientíficos (usando los descubrimientos de las ciencias naturales, de la biología y de la astrofísica), se puede convertir inevitablemente, por las mismas bases ideológicas absolutistas sobre las que se funda, en un proyecto político neo–totalitario. Es lo que afirmó en noviembre pasado en L’Osservatore Romano, monseñor Gerhard Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. “¿Por qué los libros del tipo ‘El gen egoísta’ o ‘La ilusión de Dios’ de Richard Dawkins, o “Dios no es grande” de Christopher Hitchens figuran en las listas de los bestsellers?”, se pregunta el arzobispo. “Porque justifican de forma aparentemente científica el proceso de descristianización de la civilización europea y norteamericana, que comenzó en el siglo XVII, y promueven un estilo de vida hedonista orientado hacia lo útil y el provecho como índice de la moral filantrópica y humanitaria”. “El llamado ‘neo–ateísmo’ –afirma Mons. Müller– no ofrece, para decir la verdad, ningún tipo de nuevas formulaciones que no se puedan encontrar claramente

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expresadas por David Hume y por todos los que desde entonces pertenecen a las filas de los empiristas y de los materialistas”. “Simplemente se esfuerzan, en el horizonte de la teoría evolucionista y de la neurofisiología –precisa el prefecto– por extender el enfoque típico de las ciencias naturales, de tal manera que la astrofísica, la biología y las investigaciones sobre el cerebro determinen una visión del mundo científica y, como se pretende, objetiva, en la que no hay ningún lugar para el hombre, en calidad de persona como sujeto responsable de actos, ni para su relación personal con Dios”. “Una visión semejante del mundo, pseudocientífica y propagada por el neo–ateísmo –se lee en L’Osservatore Romano–, se exalta en nuestra época como un programa de opinión que hay que imponer a toda la humanidad, por lo que, si alguien cree en la existencia de un Dios personal, no se le debe conceder el derecho de existir ni mentalmente, por haber contraído un “virus divino” que debe ser aislado, ni físicamente, por lo que se le debe considerar un parásito”. “Haciendo un panorama retrospectivo sobre el


la «guerra fría». Estrecho colaborador del Cardenal Casaroli, participó en la Conferencia de Helsinki, donde llevó a cabo una brillante labor para lograr que la libertad religiosa, con el resto de los derechos humanos fundamentales, se convirtiera en uno de los compromisos básicos para caminar hacia una convivencia pacífica en el continente. Fueron los prolegómenos de la perestroika de Gorbachov y de la «caída del muro de Berlín», con la que concluía una dramática etapa de la historia europea. Un año antes había sido consagrado arzobispo y nombrado nuncio en Cuba, donde llevó a cabo los preparativos del histórico viaje de Juan Pablo II. Desempeñó más tarde la nunciatura en el antiguo Congo y en 1999 fue nombrado nuncio ante la Unión Europea, cuando se desarrollaban los trabajos de la fallida Constitu-

ateísmo político, cultivado por el nacionalsocialismo en Alemania o en el programa stalinista de la extinción de la Iglesia que fue llevado a cabo en la Unión Soviética –afirma Mons. Müller–, resulta mucho más evidente el carácter inhumano e intolerante de tal neo–ateísmo. Queda claro que el llamado ateísmo científico difícilmente puede oponer resistencia a su misma transformación en un ateísmo como visión global del mundo y, por lo tanto, como programa político–totalitario completamente inhumano”. Al contrario, revela el arzobispo, “para garantizar el proyecto moderno de la libertad del individuo, de la colectividad, de la conciencia personal con respecto a la ley meramente positiva, de la dignidad inalienable de cada hombre con respecto a la instrumentalización de intereses de grupo (clase, pueblo, capital, etc…), es indispensable una metafísica real, así como una antropología de la trascendencia del hombre hacia la fuente indisponible de toda la creación”. “La relación entre la producción absoluta del hombre y su libertad como obra de Dios –explica Mons. Müller–, y el auto–movimiento espiritual del hombre, que constituye su libertad, podría expresarse de esta

ción europea. Luchó incansablemente en defensa del reconocimiento en el texto constitucional de las raíces cristianas de Europa. Pero el veto de algunos dirigentes europeos, en una actitud de repudio a la propia identidad, hizo fracasar tan razonable pretensión. Contribuyó a incluir en el Tratado de Lisboa, en cambio, con paciente labor, el reconocimiento de un status de las iglesias y confesiones religiosas en el espacio público europeo. En el clima de hostilidad al hecho religioso promovido por poderosas corrientes europeas no era un logro menor. La última de sus misiones diplomáticas al servicio de la Santa Sede fue en Londres, donde preparó la reciente visita de Benedicto XVI, en la que beatificó a Henry Newman, y en la que el Papa pronunció su memorable discurso en el Parlamento de Westminster.

forma: Dios no ejerce ninguna influencia físicamente cuantificable sobre la libertad creada; en cambio sale a su encuentro como motivo de sus acciones”. “Dios, cuando sale a mi encuentro libremente en la palabra divina que le expresa, se actualiza siempre como realización de mi libertad: Dios y su libertad permiten que el movimiento dinámico de la libertad de las criaturas se realice plenamente más allá de sus límites. El hombre, para el que Dios es la causa de su acción y de su auto–proyección en el mundo, sabe que es –para usar términos bíblicos– una especie de arcilla en las manos del creador que le plasma”. Sin embargo, al mismo tiempo, no se considera “privado de la propia libertad y personalidad. Al contrario, se percibe, más bien, con mayores habilidades para realizar la propia libertad. Mientras la realiza, sabe que solo gracias a la auto–donación de Dios como realización plena de su libertad puede actuar según el fin”.

Artículo publicado originalmente por Vatican Insider, http://vaticaninsider.lastampa.it.

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www.doctrinafidei.va Sitio de la Congregación para la Doctrina de la Fe Los documentos que incluye este sitio son todos aquellos publicados desde que, en la vigilia de las conclusiones del Concilio Vaticano II, Paulo VI, con el Motu Proprio Integrae Servandae del 7 de diciembre de 1965, redefinió la competencia, la estructura y el nombre de la Congregación. Al referirse a la presencia de la Santa Sede en Internet, no se debe pensar únicamente en el sitio vatican.va, sino en toda la familia de sitios con el sufijo «va», que distingue de manera oficial las diversas realidades de la

Sede Apostólica. El sitio es una especie de archivo que ya cuenta con más de 500.000 páginas, de fácil acceso y siempre abierto al público, cuyo objetivo es la facilidad de acceso y de consulta. www.juandeavila.net Nuevo Doctor de la Iglesia San Juan de Ávila es clericus cordubensis (clérigo de la diócesis de Córdoba), y pasó en estas tierras gran parte de su vida, ejerciendo su ministerio pastoral y dejando grandes frutos espirituales y materiales, innumerables conversiones, además de las fundaciones del colegio de la Asunción y del colegio de San

Pelagio, actual Seminario Mayor, además de una prolífica obra literaria. El padre Ávila pasó los últimos días de su vida en un pueblecito de Córdoba, Montilla, desde donde continuaba evangelizando con su palabra y su ejemplo a pesar de la enfermedad. Fue aquí donde murió y donde se conservan sus restos mortales. Fue declarado Doctor de la Iglesia el 6 de octubre pasado, en la Plaza de San Pedro, junto a santa Hildegarda de Bingen. El sitio pertenece al Santuario Centro diocesano “San Juan de Ávila”, en Montilla, Córdoba, España, y tiene también numerosos recursos mediáticos como la posibilidad de solicitar a través de su sitio la visita de las reliquias del Santo Maestro.

JMJ Río 2013

“Cristo es el don más precioso que pueden dar a los demás” El Papa Benedicto XVI hizo un llamado a los jóvenes del mundo a asistir a la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se realizará en la ciudad de Río de Janeiro (Brasil) en julio de 2013 y los alentó a encontrarse con Cristo para ser sus testigos. En un mensaje dado a conocer en noviembre pasado, el Pontífice recuerda «la célebre estatua del Cristo Redentor, que domina aquella hermosa ciudad brasileña, será su símbolo elocuente. Sus brazos abiertos son el signo de la acogida que el Señor regala a cuantos acuden a él, y su corazón representa el inmenso amor que tiene por cada uno de vosotros». El Santo Padre exhorta a «¡Dejaos atraer por él! ¡Vivid esta experiencia del encuentro con Cristo, junto a tantos otros jóvenes que se reunirán en Río para el próximo encuentro mundial! Dejaos amar por él y seréis los testigos que el mundo tanto necesita». «Os invito a que os preparéis a la Jornada Mundial de Río de Janeiro meditando desde ahora sobre el tema del encuentro: Id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19). Se trata de la gran exhortación misionera que Cristo dejó a toda la Iglesia y que sigue siendo actual también hoy, dos mil años después. Esta llamada misionera tiene que resonar ahora con fuerza en vuestros

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corazones». En su mens aje de ocho puntos, el Papa recuerda que «el año de preparación para el encuentro de Río coincide con el Año de la Fe, al comienzo del cual el Sínodo de los Obispos ha dedicado sus trabajos a ‘La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana’. Por ello, queridos jóvenes, me alegro que también vosotros os impliquéis en este impulso misionero de toda la Iglesia: dar a conocer a Cristo, que es el don más precioso que podéis dar a los demás». Benedicto XVI señala que actualmente «hay muchos jóvenes hoy que dudan profundamente de que la vida sea un don y no ven con claridad su camino. Ante las dificultades del mundo contemporáneo, muchos se preguntan con frecuencia: ¿Qué puedo hacer?» «La luz de la fe ilumina esta oscuridad, nos hace comprender que cada existencia tiene un valor inestimable, porque es fruto del amor de Dios. Él ama también a quien se ha alejado de él; tiene paciencia y espera, es más, él ha entregado a su Hijo, muerto y resucitado, para que nos libere radicalmente del mal. Y Cristo ha enviado a sus discípulos para que lleven a todos los pueblos este gozoso anuncio de salvación y de vida nueva».


El Papa recuerda a los jóvenes que «en su misión de evangelización, la Iglesia cuenta con vosotros. Queridos jóvenes: Vosotros sois los primeros misioneros entre los jóvenes». Tras recordar un mensaje a los jóvenes que escribió Pablo VI al concluir el Concilio Vaticano en el que exhortaba a «¡Construid con entusiasmo un mundo mejor que el de vuestros mayores!», Benedicto XVI afirma que «esta invitación es de gran actualidad. Estamos atravesando un período histórico muy particular. El progreso técnico nos ha ofrecido posibilidades inauditas de interacción entre los hombres y la población, mas la globalización de estas relaciones sólo será positiva y hará crecer el mundo en humanidad si se basa no en el materialismo sino en el amor, que es la única realidad capaz de colmar el corazón de cada uno y de unir a las personas». «Dios es amor –prosigue el Papa–. El hombre que se olvida de Dios se queda sin esperanza y es incapaz de amar a su semejante. Por ello, es urgente testimoniar la presencia de Dios, para que cada uno la pueda experimentar. La salvación de la humanidad y la salvación de cada uno de nosotros están en juego. Quien comprenda esta necesidad sólo podrá exclamar con Pablo: ‘¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!’» El Papa luego hace una emocionada exhortación: «queridos amigos, abrid los ojos y mirad en torno a vosotros. Hay muchos jóvenes que han perdido el sentido de su existencia. ¡Id! Cristo también os necesita. Dejaos llevar por su amor, sed instrumentos de este amor inmenso, para que llegue a todos, especialmente a los que están ‘lejos’». «Algunos están lejos geográficamente, mientras que otros están lejos porque su cultura no deja espacio a Dios; algunos aún no han acogido personalmente el Evangelio; otros, en cambio, a pesar de haberlo recibido, viven como si Dios no existiese. Abramos a todos las puertas de nuestro corazón; intentemos entrar en diálogo con ellos, con sencillez y respeto mutuo. Este diálogo, si es vivido con verdadera amistad, dará fruto». El Papa luego alienta a los jóvenes a evangelizar Internet: «sabed usar con sabiduría este medio, considerando también las insidias que contiene, en particular el riesgo de la dependencia, de confundir el mundo real con el virtual, de sustituir el encuentro y el diálogo directo con las personas con los contactos en la red». Benedicto XVI reconoce que en la tarea de la evan-

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gelización puede haber dificultades; por ello anima a las jóvenes generaciones a mantenerse firmes en la fe, recordando que «cuando os sintáis ineptos, incapaces y débiles para anunciar y testimoniar la fe, no temáis. La evangelización no es una iniciativa nuestra que dependa sobre todo de nuestros talentos, sino que es una respuesta confiada y obediente a la llamada de Dios, y por ello no se basa en nuestra fuerza, sino en la suya». «Por ello os invito a que os arraiguéis en la oración y en los sacramentos. La evangelización auténtica nace siempre de la oración y está sostenida por ella. Primero tenemos que hablar con Dios para poder hablar de Dios». «Queridos jóvenes –escribe Benedicto XVI– para permanecer firmes en la confesión de la fe cristiana allí donde habéis sido enviados, necesitáis a la Iglesia. Nadie puede ser testigo del Evangelio en solitario. Jesús envió a sus discípulos a la misión en grupos: ‘haced discípulos’ está puesto en plural. Por tanto, nosotros siempre damos testimonio en cuanto miembros de la comunidad cristiana; nuestra misión es fecundada por la comunión que vivimos en la Iglesia, y gracias a esa unidad y ese amor recíproco nos reconocerán como discípulos de Cristo». El Papa señala luego que esta exhortación es especialmente importante para los jóvenes del Continente de la Esperanza: «esta llamada, que dirijo a los jóvenes de todo el mundo, asume una particular relevancia para vosotros, queridos jóvenes de América Latina. En la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que tuvo lugar en Aparecida en 2007, los obispos lanzaron una ‘misión continental’». «Los jóvenes, que en aquel continente constituyen la mayoría de la población, representan un potencial importante y valioso para la Iglesia y la sociedad. Sed vosotros los primeros misioneros. Ahora que la Jornada Mundial de la Juventud regresa a América Latina, exhorto a todos los jóvenes del continente: Transmitid a vuestros coetáneos del mundo entero el entusiasmo de vuestra fe». Para concluir, el Santo Padre hace votos para que «la Virgen María, Estrella de la Nueva Evangelización, invocada también con las advocaciones de Nuestra Señora de Aparecida y Nuestra Señora de Guadalupe, os acompañe en vuestra misión de testigos del amor de Dios. A todos imparto, con particular afecto, mi Bendición Apostólica». Para leer el mensaje completo, ingrese a www.humanitas.cl (ver JMJ Río 2013)


JMJ Río 2013 Cinco patronos y 13 intercesores para la Jornada

Cinco patrones y 13 intercesores tendrá esta nueva Jornada Mundial de la Juventud que se desarrollará en Río de Janeiro en julio de 2013. La primera es Nuestra Señora de Aparecida, la patrona de Brasil. A su basílica peregrinan cada año más de 10 millones de personas. Benedicto XVI la visitó en 2007 en su primer viaje a América Latina. También es patrón San Sebastián. Fue soldado del emperador romano Diocleciano y dejó el ejército porque perseguían a los cristianos. Murió mártir en el año 288. El tercero de los patronos es Fray Galvao. En 2007, Benedicto XVI convirtió a este franciscano en el primer santo de Brasil. También será patrona de la JMJ Río 2013, Santa Teresa de Lisieux. Esta monja francesa es patrona de las misiones desde 1927. El Beato Juan Pablo II será el quinto de los patronos. En 1984 creó las Jornadas Mundiales de la Juventud y es considerado “el Papa de los jóvenes”. Además, la JMJ de Río tendrá 13 intercesores. Son Santa Rosa de Lima, la primera santa de América; el Beato Pier Giorgo Frassati, un joven italiano que dio su vida a los más pobres; la Beata Chiara Luce Badano, quien ofreció su cáncer por la salvación de los demás; el Beato francés Federico Ozanam, padre de familia que fue un ejemplo de católico en la sociedad de su tiempo. También serán intercesores el Beato brasileño Adílio Daronch, asesinado con 16 años por ser cristiano; Santa Teresa de los Andes, carmelita descalza chilena; el Beato José de Anchieta, que predicó por todo Brasil en el siglo XVI; el Beato Isidoro Bakanja, asesinado a latigazos en el Congo por ser cristiano; la Beata Irmã Dulce, monja brasileña que entregó su vida a los enfermos y a los más pobres en la ciudad brasileña de Salvador de Bahía. Otros intercesores de esta JMJ serán San Jorge, soldado del Imperio Romano que en la época de Diocleciano se convirtió al cristianismo y fue torturado y decapitado; la Beata Laura Vicuña, quien ofreció su enfermedad por la conversión de su madre; San Andrés Kim, primer sacerdote coreano, martirizado en 1846;

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y la Beata Albertina Berkenbrock, una niña brasileña asesinada a los 12 años por negarse a mantener relaciones sexuales.

Oración oficial de la Jornada Mundial de la Juventud

¡Oh Padre! enviaste a Tu Hijo Eterno para salvar al mundo y elegiste hombres y mujeres para que, por Él, con Él y en Él proclamaran la Buena Noticia a todas las naciones. Concede las gracias necesarias para que brille en el rostro de todos los jóvenes la alegría de ser, por la fuerza del Espíritu, los evangelizadores que la Iglesia necesita en el Tercer Milenio. ¡Oh, Cristo! Redentor de la humanidad, Tu imagen de brazos abiertos en la cumbre del Corcovado acoge a todos los pueblos. En Tu ofrecimiento pascual, nos condujiste por medio del Espíritu Santo al encuentro filial con el Padre. Los jóvenes, que se alimentan de la Eucaristía, Te oyen en la Palabra y Te encuentran en el hermano, necesitan Tu infinita misericordia para recorrer los caminos del mundo como discípulos misioneros de la nueva evangelización. ¡Oh, Espíritu Santo! Amor del Padre y del Hijo, con el esplendor de Tu Verdad y con el fuego de Tu amor, envía Tu Luz sobre todos los jóvenes para que, impulsados por la Jornada Mundial de la Juventud, lleven a los cuatro rincones del mundo la fe, la esperanza y la caridad, convirtiéndose en grandes constructores de la cultura de la vida y de la paz y los protagonistas de un nuevo mundo. ¡Amén!


Alessandro Moroni Nuevo superior general del Sodalicio de Vida Cristiana

Los miembros de la cuarta Asamblea General Ordinaria eligíeron como Superior General del Sodalicio de Vida Cristiana para el periodo 2012–2018 al peruano Alessandro Moroni Llabrés, quien era hasta ahora Superior de las comunidades sodálites en Santiago de Chile. Alessandro Moroni sucede en el cargo a Eduardo Regal Villa, primero Vicario General y luego Superior General desde enero de 2011. Alessandro Moroni nació en Lima (Perú) el 23 de diciembre de 1965. Llevó los estudios escolares en el Colegio Maristas en Lima. Es licenciado en Educación. Hizo su profesión perpetua en el Sodalicio de Vida Cristiana en 1991. De 1987 a 1998 vivió en Arequipa, donde cumplió el servicio de Superior, tiempo en el que promovió el crecimiento del Movimiento de Vida Cristiana, el surgimiento del Instituto del Sur y la fundación de la Universidad Católica San Pablo. Ha organizado también diversas obras solidarias en Arequipa y Chile. En 1999, también como Superior de la comunidad, formó parte del grupo que inició la presencia del Sodalicio en Santiago de Chile, donde ha colaborado en la fundación de un colegio y en el desarrollo del Movimiento de Vida Cristiana. Actualmente se desempeña también como miembro del directorio de la Universidad Gabriela Mistral. «Mis hermanos sodálites me han elegido para desempeñar este cargo que considero inmerecido, pero lo acojo con humildad poniéndome dócilmente en las manos del Señor, intentando hacerlo como lo hizo nuestra Madre Santísima», señaló. «Como comunidad sodálite estamos llamados a vivir la comunión con la Iglesia, a contribuir en la dinámica de la reconciliación sirviendo dócilmente a los planes que el Espíritu suscita», indicó, acentuando que «para ello, cuento con el apoyo de toda la comunidad, de los hermanos que Dios me está encomendando presidir, a quienes pido intensas oraciones». Invitando a los miembros de la Familia Sodálite a unirse a estas oraciones, Alessandro Moroni recordó que «el Beato Juan Pablo II nos alentó a ser artesanos

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de la reconciliación. Por ello contribuyamos a este llamado buscando ser apóstoles en un mundo que necesita de Dios. Que la Virgen nos guíe en este propósito para ser humildes servidores como ella lo fue». El Superior General es el máximo responsable del gobierno del Sodalitium y el signo visible de la unidad de los sodálites.

Arzobispo peruano Presenta al Papa adaptación del Catecismo

El Arzobispo de Piura (norte del Perú), Mons. José Antonio Eguren Anselmi, presentó el 5 de diciembre pasado al Papa Benedicto XVI una adaptación del Catecismo de la Iglesia Católica al que han bautizado con el nombre de “Piucat”, una iniciativa por el Año de la Fe. En la audiencia, el Prelado presentó al Pontífice el Catecismo de la Arquidiócesis de Piura y Tumbes, «Firmes en la Fe, sed fuertes», a lo que el Santo Padre respondió: «bendigo este catecismo y me alegra que se llame Piucat». Mons. Eguren le llevó al Papa el saludo, adhesión y oraciones del pueblo católico de Piura y Tumbes, a lo que Benedicto XVI respondió dando las gracias y enviando su bendición. Asimismo el Prelado informó al Papa sobre la realización del reciente Congreso Teológico Pastoral de Piura con ocasión del 480 aniversario de la fundación cristiana de San Miguel de Piura y el inicio del Año de la Fe. Mons. Eguren participó en Roma del Congreso “Ecclesia in America, bajo la guía de Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de las Américas, Estrella de la Nueva Evangelización” organizado por la Pontificia Comisión para América Latina en el marco del Año de la Fe, que se realizó del 9 al 12 de diciembre.


Santo Cristo, de san Rafael Arnáiz Barón

San Rafael ante la muerte de Cristo..., y ante la suya propia

Fray Damián Yáñez llevaba un año de noviciado en la Trapa de San Isidro de Dueñas cuando ingresó san Rafael Arnáiz, en 1934. La artística es una faceta poco conocida de este santo, que fue uno de los Patronos de la última Jornada Mundial de la Juventud. Poco antes de morir, tras haberle pedido a Cristo una muerte en completa soledad y abandono, san Rafael dejó este impresionante cuadro de la crucifixión del Señor En estos días santos, dedicados a rememorar la Sagrada Pasión del Divino Redentor, quiero ofrecer una obra pictórica de fray María Rafael Arnáiz Barón, monje santo de la abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas (Palencia), cuya celebridad despierta cada día mayor interés en el mundo entero, debido al mensaje sublime de espiritualidad que dejó escrito, a pesar de que nunca cursó estudios teológicos ni bíblicos, por haberlo presenciado quien esto escribe, los cuatro meses de noviciado que vivimos juntos en la citada abadía. Es la obra más lograda que salió de su pincel meses antes de fallecer, el 26 de abril de 1938. Los que conocen su vida saben que ingresó hasta cuatro veces en la Trapa, pero una diabetes sacarina le obligaba a salir al mundo para recuperarse, porque en el monasterio no había medios para hacerlo. Poco antes de ingresar la última vez, le pidió su tío Álvaro Barón que le pintara algo para dejarle como recuerdo. Rafael accedió a ello, y, antes de despedirse, le entregó este Cristo crucificado, al tiempo de volver por última vez a la Trapa donde

Fe y Arte 300 años de la creación de la Catedral de Florianópolis, Brasil

Como parte de la programación conmemorativa de los 300 años de la Parroquia Nuestra Señora del Destierro –Catedral Metropolitana de Florianópolis–, en el Estado de Santa Catarina, Brasil, está siendo realizada la exposición «Fe y Arte – Santeiros de Santa Catarina». Inaugurada en el Espacio del Museo de la Catedral, la muestra quedará abierta durante todo el verano. La exposición reúne obras de los llamados «santeiros», colonos de origen italiano que hacían crucifijos e imágenes de santos no como forma de artesanía y sí

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fallecería en breve. Al hacerlo, me contó el propio don Álvaro que se echó en sus brazos, sollozando. Se extrañó mucho de ello, porque nunca le había visto llorar. Se volvió hacia él, diciéndole: «¡Con no volver a la Trapa, está todo arreglado!» Tras una breve pausa, desplegó sus labios, para contestarle: «¡No me comprendes!» Realmente no comprendía los planes de Dios sobre Rafael. Se marchaba a la Trapa por cuarta vez, y a los pocos meses moría como le había pedido a Cristo, en completa soledad y abandono, estando ausente la comunidad. Este joven, con sólo veinte meses con hábito monástico, conquistó las más elevadas cumbres de la santidad, y se halla en el catálogo de los santos desde el 11 de octubre de 2009. FRAY DAMIÁN YÁÑEZ NEIR Monasterio de Oseira (Orense).

Pequeñez de la criatura ante la grandeza de Dios

El profesor don Antonio Cobos Soto describe así este cuadro de Cristo crucificado, en La Pintura Mensaje del Hermano Rafael (editorial Monte Carmelo): La Orden cisterciense de la Estrecha Observancia estima –y con razón– que este Cristo crucificado es una de las obras más logradas del Hermano Rafael, por el

por devoción. Todas las obras incluidas en la muestra, cedidas del acervo del Museo Arquidiocesano Mons. Joaquim, de la ciudad de Brusque, son talladas en madera. Según la curadora de la exposición, Lena Peixer, las esculturas eran hechas con utensilios de la casa, como machetes y cuchillos. Ella explica también que ellos no buscaban hacer obras de arte y nunca habían ido a una escuela. «La propia anatomía era hecha al estilo de cada uno, sin modelo vivo», destaca. Para Lena, el resultado de ese trabajo de amor, hecho como homenaje a los santos que realizaban obras buenas y milagros para la comunidad, es un arte sacro diferenciado. La curadora resalta también


impresionante simbolismo que entraña el contraste entre la grandeza de Dios y la pequeñez de la criatura, conseguido mediante el gigantismo de la figura de Cristo y la microscópica pequeñez del monje arrodillado a sus pies –el propio artista–. Partiendo de esta altura simbológica, cabe afirmar, no obstante, que tienen mayor envergadura sus valores estrictamente artísticos. La composición simétrica de esta obra que tiene como eje la figura de Cristo en la Cruz, se asienta en la firmeza de un dibujo realista rigu-

que los santos tienen músculos de quienes trabajan la tierra y que, por tanto, no son los santos que estamos acostumbrados a ver. La hoja de ruta de la exposición parte por un túnel oscuro, que llega a la sala de los crucifijos, donde están expuestos 14 crucifijos, todos diferentes uno del otro. De allá se sigue a la sala de los santos, con 32 imágenes de santos como Santa Augusta, Santa Lucía, San Antonio y San José. La curadora, con especialización en arte contemporáneo, trajo obras de los siglos 19 y 20. La Catedral, construida entre 1753 y 1773 en el mismo lugar donde antes estaba la antigua capilla, datada de 1678, por el ‘bandeirante’ Francisco Dias

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roso a la antigua usanza española. Y además son perceptibles en ella muchas justezas, lo mismo en el tratamiento de las carnaciones del Mártir del Gólgota que en las valoraciones volumétricas de sus formas. (...) Es indudable que el Hermano Rafael soñó con una muerte de Cristo serena y sin distorsiones corporales. Diríase que se agolparon en su mente recuerdos velazqueños del Museo del Prado, pero no nos referimos al famoso Cristo que inspiró los sentidos versos de Gabriel y Galán, sino al otro, también de Velázquez y que atesora asimismo el Prado, y que es conocido como el Cristo de las Bernardas: un hermosísimo Cristo expirante en el que se inspiró Antonio Rafael Mengs para pintar el Cristo que guarda el Palacio real de Aranjuez. Sería muy difícil el poder calibrar la trascendencia que pudo alcanzar esta composición de haberla realizado el Hermano Rafael al óleo y en gran formato, y poniendo en el empeño la misma recreación, donosura y maestría técnicas que fue capaz de poner al pintar el interior de la iglesia de Villasandino (Burgos). Que la contemplación de esta obra del gran santo de la Iglesia actual, nos ayude a todos en estos días, y siempre, a profundizar en los grandes misterios de nuestra religión, y a cumplir el mensaje luminoso suyo con que corona su obra escrita, que dice: «¡Sólo Jesús llena el corazón y el alma!»

Velho, fundador de Florianópolis, la parroquia Nuestra Señora del Destierro, también es la Catedral Metropolitana de Florianópolis. El templo cumplió 300 años el pasado 25 de noviembre de 2012. A pesar de ya haber sufrido varias reformas, la arquitectura de la fachada continúa siendo la misma. En el interior hay un arco–crucero, una elaborada puerta de madera de la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores y siete altares más, con predominancia de líneas neoclásicas. Además de la bella arquitectura, la Catedral también llama la atención por mantener un expresivo acervo en arte sacro, como la escultura Fuga a Egipto, hecha en Austria, y un órgano de tubos alemán.


Barroco Andino Culminó restauración de «La Capilla Sixtina de América»

Después de una restauración que duró cuatro años, la iglesia de San Pedro Apóstol de Andahuaylillas en Cusco, Perú, hoy luce con todo su esplendor, y será el principal destino del recorrido conocido como La ruta del barroco andino. La Curia General de los Jesuitas informó que la iglesia a cargo de esta orden y construida en 1610, ahora hace honor al nombre que en su momento se le atribuyó, el de «la Capilla Sixtina de América». El día de la inauguración se llevó a cabo la obra musical Hanaq Pacha Kusikuynin, una composición polifónica quechua del siglo XVII. Es un canto solemne, coral, emocionante. Lo interpretó un grupo de muchachos cusqueños con el acompañamiento de la

Mons. Georg Gänswein Nuevo Prefecto de la Casa Pontificia

Mons. Georg Gänswein, secretario privado del Papa, fue nombrado Prefecto de la Casa Pontificia. Desde ahora, el prelado alemán tiene dos encargos en la Santa Sede. La ordenación episcopal de manos del Papa Benedicto XVI, que está unida al nuevo cargo de Mons. Gänswein, se realizó el 6 de enero, fiesta de la Epifanía del Señor. El más cercano colaborador del Papa recibirá la dignidad de arzobispo con la sede titular de Urbisaglia . Monseñor Georg Gänswein nació en Waldshut,

orquesta juvenil «Sinfonía del Perú». El compositor del texto en quechua es el sacerdote jesuita Juan Pérez de Bocanegra, el primer párroco de Andahuaylillas, que también ideó la rica ornamentación de la iglesia para ayudar a la obra de la evangelización. La población indígena, según lo que él piensa, tenía que sentir el temor de Dios y al mismo tiempo apreciar la grandeza de su divinidad. La Compañía de Jesús, el World Monuments Fund y otras organizaciones, pusieron en marcha la ruta del barroco andino, un recorrido por las iglesias coloniales de los siglos XVI y XVII.

Baden–Württemberg, en la región de la Floresta Negra alemana, el 30 de julio de 1956. Fue ordenado sacerdote el 31 de mayo 1984, y fue incardinado en la Arquidiócesis de Freiburg im Breisgau. En 1993 se licenció en Derecho Canónico en la Katholisch–Theologische Fakultät della Ludwig–Maximilians–Universität di München. Después de ser juez del Tribunal diocesano, y asistente personal del Arzobispo de Friburgo, en 1995 se unió a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. En 1996 fue transferido a la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde se desempeñó como secretario personal del prefecto, el cardenal Joseph Ratzinger. Después de su elección al papado en abril 19 de 2005, se convirtió en secretario privado de Su Santidad Benedicto XVI.

Agencia Fides 85 años informando sobre la misión en el mundo

La agencia Fides, de la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe, cumplió 85 años dando “a conocer las misiones al pueblo de Dios a través de la prensa, con el fin de suscitar la cooperación misionera a través de las vocaciones, la comunión espiritual y los medios materiales”.

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Tal como indicó la agencia, este fue el motivo que impulsó a la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe, en la Asamblea de su Consejo Supremo (abril de 1927), a fundar Fides. “Fides comenzó su actividad el mismo año, inme-


diatamente después de la fiesta de San Francisco Javier, Patrón de las Misiones, que fue uno de los mayores protagonistas de la información misionera”, recordó en una nota difundida ayer. La agencia recordó que “a las primeras ediciones en inglés, francés y polaco (este último por un breve período), siguieron las de italiano (1929), español (1930) y alemán (1932). Con la llegada de Internet, que ha sustituido la prensa escrita, se incorporaron las ediciones en chino (1998), portugués (2002) y árabe (2008)”.

Kiko Argüello ‘’El Kerigma, en las chabolas con los pobres’’

Kiko Argüello relata el giro que dio su vida al encontrarse con Cristo tras una crisis existencial a Nieves San Martín de agencia Zenit. “El Kerigma, en las chabolas con los pobres” es el primer libro que escribe el iniciador del Camino Neocatecumenal. La obra de Francisco José Gómez Argüello, popularmente conocido como Kiko, salió a la venta en España el 27 de noviembre pasado. El fundador de un camino eclesial extendido por el mundo se decide, por fin, a contar su experiencia límite en las chabolas [N.d.E: “callampas”, “villas miseria”] del extrarradio de Madrid, España, y su conversión, de la que brotó un carisma fundado fuertemente en el testimonio personal de sus integrantes. El Camino Neocatecumenal, realidad eclesial presente en 101 países de los cinco continentes, es el fruto de Argüello, un inspirado que ha preferido siempre expresarse con la música, la pintura, la poesía, o sus intervenciones orales ante los integrantes del, primero, movimiento, y luego encuadrado por el Consejo Pontificio para los Laicos en el nuevo código de derecho canónico con su propia idiosincrasia y sus estatutos. Kiko experimentó la conversión en un cursillo de Cristiandad, una iniciativa nacida en Palma de Mallorca, España, de un grupo de seglares, en lo que se estaba fraguando en muchos países y que fue el humus para el Concilio Vaticano II: la llamada de los laicos a ser mayores de edad y con plenos derechos y deberes en una Iglesia clericalizada. Aquí experimentó Kiko su conversión. El Cursillo fue el caldo de cultivo para lo que hoy es la pujante realidad del Camino Neocatecumenal.

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En su nota recordó las palabras del Relator General del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, Cardenal Donald William Wuerl, cuando en su “Informe después de la discusión”, afirmó que “muchos padres han hablado de la importancia de los medios de comunicación social, en particular de los nuevos medios electrónicos, cuando la Iglesia se compromete en su ministerio de proclamar la Buena Nueva”. Este comentario, indicó, “reafirma la validez y el compromiso de la Agencia Fides en la misión Ad Gentes y en la nueva evangelización en el tercer milenio”.

“Intenté vivir como si Dios no existiera. Fue entonces cuando se me cerró el cielo. Se me formó encima como un cielo de cemento y la vida empezó a ser muy dura”. Así cuenta Argüello en “El Kerigma, en las chabolas con los pobres” cómo comenzó su camino de conversión. “Había muerto interiormente y estaba literalmente sorprendido de que la gente fuese capaz de vivir cuando yo no era capaz de hacerlo –escribe–. La gente se ilusionaba por el fútbol, el cine... sin embargo, a mí esas cosas no me decían nada (…). Me preguntaba: ‘¿Pero cómo vive la gente?, ¿cómo logra vivir la gente?’. Veía a la gente normal y pensaba: ‘¿Pero no se preguntan: quién soy, quién me ha creado, qué es la vida?’, ‘¿es que la gente no se plantea esos problemas?’, ‘¿no será que estoy un poco loco, que soy un narcisista, un tipo raro?’. Todo esto también me lo planteaba porque sentía que tenía sobre mí como una manta mojada que me hacía buscar la verdad constantemente: ‘¿Quiénes somos y qué hacemos en el mundo?’. Para mí no era indiferente si Dios existía o no existía, sino que era una cuestión de vida o muerte”. ‘’En un momento trágico de mi existencia –señala Argüello–, entré en mi cuarto, cerré la puerta y grité a ese Dios: ‘¡Si existes, ven!, ¡ayúdame porque ante mí tengo la muerte!’”. Kiko Argüello nació en León, España, el 9 de enero de 1939. Estudió Bellas Artes en la Academia de San


Fernando de Madrid, donde obtuvo el título de profesor de Pintura y Dibujo. Sus reconocimientos en el mundo del arte están acreditados. En 1964, se va a vivir a las chabolas del barrio de Palomeras Altas, en el extrarradio. Más tarde, conoce a Carmen Hernández y deciden buscar juntos una síntesis kerigmático–catequética de la que nace una pequeña comunidad cristiana. Es la primera comunidad, semilla que, afirma el texto contenido en esta obra, “gracias al entonces arzobispo de Madrid Casimiro Morcillo, se siembra en las parroquias de Madrid y, más tarde, en las de Roma, Italia, y después en otros países”. “No hay cosa más grande en el mundo que el anun-

Donación de archivos del cardenal Jorge Medina Biblioteca de Teología de la Universidad Católica de Chile

Con motivo de la donación de una serie de archivos por parte de Monseñor Jorge Medina Estévez, este visitó la Biblioteca de la Facultad de la Universidad Católica de Chile, en noviembre pasado, para explicar en qué consiste la colección entregada. En las carpetas se registra la contribución del cardenal Medina al proceso de elaboración del Código de Derecho Canónico (CIC), especialmente en la parte de Sacramentos. El nuevo Código fue promulgado el año 1983 y su principal propósito fue renovar la legislación eclesiástica según las principales enseñanzas del Concilio Vaticano II. «Yo trabajé en la Comisión Doctrinal. Ahí nos repartíamos toda la documentación y algunas las fui guardando. Después, con ayuda del Padre Cristián Precht, las ordenamos. Las hicimos más o menos por el orden de los documentos del Concilio. Cada documento tenía sus carpetas, y como la Constitución sobre la Iglesia tiene ocho capítulos, se hicieron ocho carpetas, más una carpeta general», contó el cardenal Medina. El Archivo entregado por el purpurado consta de cinco cajas y se trata de material de indudable valor para futuras investigaciones en el campo de la Teo-

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cio del Evangelio. ‘Dios ha querido salvar al mundo a través de la necedad del kerigma’. El kerigma no es un sermón, no es una meditación. ¿Qué es el kerigma? Es el anuncio de una noticia que se realiza cada vez que se proclama. ¿Y qué es lo que se realiza? La salvación. Si hoy os anuncio el kerigma, vuelve a realizarse ante vosotros la salvación (…) La palabra evangelio significa Buena Nueva, Buena Noticia. Evangelio y kerigma es lo mismo. Anunciar el Evangelio es anunciar el kerigma. Es importante poder escuchar el kerigma”, añade. Kiko Argüello, Carmen Hernández y el sacerdote italiano Mario Pezzi son hoy los responsables a nivel mundial del Camino Neocatecumenal.

logía y el Derecho. Los documentos están divididos en dos partes. La primera, 184 carpetas, contiene fundamentalmente material del período conciliar. La segunda parte, de 83 carpetas, contiene sólo material postconciliar: Sínodo de Obispos 1971, elaboración del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) de 1983, intercambio epistolar contemporáneo, etc.

III Congreso Chileno “Familia para Todos”

Con el objetivo de reflexionar sobre la importancia que tiene la familia en nuestra sociedad, en noviembre pasado se llevó a cabo el Tercer Congreso “Familia para todos”, en la Pontificia Universidad Católica de Chile, que contó con la participación de destacados expertos nacionales e internacionales.


Además, en la actividad estuvieron presentes altas autoridades de la Iglesia Católica tales como el Nuncio Apostólico, Monseñor Ivo Scapolo, además del Arzobispo de Santiago, Monseñor Ricardo Ezzati. En el discurso de apertura, monseñor Ezzati indicó que la familia “en su realidad (también es afectada) por corrientes de pensamientos diversos, que muchas veces reducen su sentido y su función”. Señaló también su inquietud por “la farandulización de la familia, del amor y de las relaciones. Eso penetra en la juventud a través de los sentidos, por ejemplo, cuando el concepto de amor es manipulado y rebajado a sus expresiones más instintivas y no desde la visión más profunda y humana”. Para el arzobispo esto ocurre “cuando nuestros programas de televisión presentan, muchas veces, una realidad de familia, y la ensalzan, donde las relaciones son superficiales y donde da lo mismo la fidelidad o la infidelidad. Ciertamente, no estamos contribuyendo a crear y favorecer a la familia que de verdad llene de alegría y de satisfacción a las personas”.

El congreso continuó con el primer panel de la jornada, denominado “Familia y Políticas Públicas”, donde Rodrigo Guerra, Doctor en Filosofía y Director del Centro de Investigación Social Avanzada de México, señaló que ser parte de una familia es fundamental: “Cuando uno se descubre y se reconoce ser parte de una familia, hace que la persona no sólo se pertenezca a sí misma, sino que pertenece a otros. Muchas veces cuando se experimenta la gratitud, se descubre que se puede vivir bien, porque esto significa que se desea el bien de la otra persona con una entrega total”, afirmó. El Tercer Congreso “Familia para Todos” fue organizado por el Centro UC de la Familia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, la Vicaría para la Familia, el instituto Berit de la Universidad Santo Tomás, la Conferencia Episcopal, la Escuela de Ciencias de la Familia de la Universidad Finis Terrae, el instituto de Ciencias de la Familia de la Universidad de Los Andes, la Universidad de la Santísima Concepción y la Red por la Vida y la Familia.

Exposición fotográfica Héroes de la Fe: Cristianos perseguidos en el siglo XXI

“Héroes de la Fe: Cristianos perseguidos en el siglo XXI”, se tituló la muestra fotográfica que presentó la fundación pontificia “Ayuda a la Iglesia que Sufre” (AIS) y la Academia San Lucas, en la Galería de Arte del Centro de Extensión UC. Una muestra de 30 fotografías da cuenta de una realidad a veces desconocida: lo que significa para cerca de 200 millones de cristianos vivir en países donde no se respeta la libertad religiosa. La exposición fue inaugurada por el Arzobispo de Santiago y Gran Canciller de la UC, monseñor Ricardo Ezzati. Las 30 imágenes que conforman la muestra dan cuenta de una realidad que en cifras impacta: en más de 40 países no se respeta la libertad religiosa y más de 200 millones de cristianos son perseguidos, hostigados o discriminados a causa de su fe. A través de un recorrido por países de los cinco continentes, se mostró esta realidad no tan lejana y

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sin embargo desconocida. Esta serie de fotografías deja apreciar y dimensionar la valentía y el heroísmo de muchos cristianos que viven en Vietnam, China, Indonesia, Pakistán, Ruanda, y en otras tantas naciones en que, en pleno siglo XXI, ser fiel a Cristo puede llegar a costar la vida. Además se presentó un mapa que muestra cómo la libertad religiosa se ve limitada por diversas causas: restricciones legales, gobiernos totalitarios, conflictos internos, grupos religiosos fundamentalistas.


Acerca de la impiedad

En reciente reportaje, «El Mercurio» se pregunta hasta dónde la libertad de expresión puede amparar la sátira religiosa, a propósito de las explosiones de ira que en países musulmanes ha provocado una obra que ridiculiza a Mahoma y que habría sido editada en Estados Unidos. Ira que ha culminado con asaltos a sedes diplomáticas de este país y la muerte de uno de sus embajadores. La amenaza de que, por no responder adecuadamente la pregunta, nos veamos enfrentados a situaciones similares, nos obliga a no descuidarnos. Es fácil alegar que la libertad de expresión cubre la sátira y que, al menos mientras no se caiga en calumnias o difamaciones de personas determinadas, todo es posible. Sin embargo, la sátira llevada al extremo puede apuntar a algo que para una persona o un grupo de tales es literalmente sagrado, de tal modo que se sientan calumniadas o difamadas por los ataques de que ese algo sea objeto. Especialmente, si

en 2017

medio siglo de la reforma luterana

El cardenal Kurt Koch es un suizo que tiene poco de relojero y mucho de alpinista. Entiéndaseme, desconozco sus aficiones deportivas pero me llama la atención cómo le gusta subir a las alturas, escalar los picos de los problemas por más que eso suponga una esforzada marcha. Koch ha heredado el dicasterio regido durante años por su colega Walter Kasper, lo cual no es encargo menor. Porque el asunto de la unidad de los cristianos es una espina que está prohibido arrancar de la carne de la Iglesia, una espina que duele y escuece, que invita a la purificación, un trabajo que parece no terminar nunca y para el que resultan bastante inútiles las programaciones de plazos. Pero además porque el peso y la influencia de Kasper han sido muy grandes, y la llegada del suizo sí marca un cambio de acento. Quizás sea porque Koch ha probado la cruz de forma muy patente durante sus años de obispo en Basilea, quizás porque su formación teológica a la sombra del maestro Von Balthasar no tiene mucho que envidiar, lo cierto es que se desenvuelve con una soltura encantadora, aparentemente poco centroeuropea, franca y libre, sin eludir el encontronazo si necesario fuese. Fue impresionante seguir su diálogo a tumba abierta con los evangélicos alemanes, al hilo de la presencia del Papa en Erfurt. Otro hubiera intentado en semejante ocasión ser ante todo cortés y eludir cuestiones incómodas, pero debió pensar que no le habían llamado para eso, y que la única forma de que avance la unidad

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se trata de una creencia religiosa. Por eso, el respeto debido a las personas exige un respeto equivalente a las religiones, sin que para nada alguien tenga que sentirse presionado a adoptar un determinado credo religioso. Más aún, puede criticar y aun rebatir un determinado postulado religioso y a una religión en su globalidad, pero todo dentro del respeto debido. Y dentro de ese mismo respeto, deben discurrir las defensas y reclamos por una dignidad supuestamente herida. Podríamos incluso estar de acuerdo en que la ofensa que alegan los musulmanes fue real; eso, sin embargo, no abre las puertas a cualquier reacción de protesta. Hay, con todo, un problema más de fondo. Nadie, por cierto, puede obligar a alguien a profesar una determinada fe religiosa; pero de ahí a sostener que, en razón de la libertad religiosa o de la tolerancia, toda profesión de fe religiosa debe quedar circunscrita al fuero interno de cada

consiste en poder decirnos la verdad en la caridad. La cita es en 2017, el quinientos aniversario de la Reforma de Martín Lutero. Pero la olla de los preparativos ya está cociendo, y la pregunta es ¿cuál será la forma en que la Iglesia Católica se hará presente? Se prepara un nuevo documento conjunto tras el hito histórico de la Declaración Común sobre la Doctrina de la Justificación que vio la luz en 1999, en la que jugó un papel decisivo el entonces Prefecto de la Fe, Joseph Ratzinger. El título será «del conflicto a la comunión» y según ha comentado el Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos muestra el cambio de perspectiva para el camino de futuro. Quedan abiertas las cuestiones ligadas a la sacramentalidad de la Iglesia y al ministerio apostólico, y éste es un terreno lleno de zarzas que quizás nos hieren y dividen más que las propias diferencias en torno a la Justificación, que pudieron ser muy matizadas profundizando cada uno en su propia comprensión y demoliendo las caricaturas mutuas. En todo caso el trabajo continúa. Pero también serán muy importantes los gestos. Koch acaba de explicar que una forma hermosa y significativa sería una celebración penitencial común. Alguno debe haber exclamado «¡cáspita!, en lugar de luces y alegría, penitencia»... eso sí, por ambas partes. Pero el argumento del cardenal suizo me parece no sólo correcto sino muy sugestivo: «sería una celebración penitencial común en la cual reconozcamos juntos nuestras culpas... Martín Lutero introdujo aspectos muy positivos, él buscaba apasionada-


persona y que, de hecho, Dios debe ser excluido de todo ámbito público, hay una enorme distancia. Creer que para una sociedad la proscripción pública de toda religión sea saludable y que, por lo tanto, no podemos ni debemos preocuparnos de las manifestaciones de impiedad, aunque sean burlas a la religión, constituye un grueso error, cuyas consecuencias, por lo demás, la humanidad ya ha experimentado. El nazismo, como bien se sabe, fue un derivado de la hipótesis de la muerte de Dios, propia de la filosofía de Nietzsche; y el comunismo y su implacable ataque a la vida y dignidad de las personas derivaron de su ateísmo ideológico y de su consideración de la religión como opio del pueblo. Sucede que si la premisa de la muerte de Dios que ambas ideologías enarbolaron es verdadera, el único precepto moral que queda en pie no es el de que las personas debemos reconocernos iguales en dignidad, ni mucho menos. El

único precepto válido en esa hipótesis es el que podemos extraer de la filosofía que lleva adelante Iván, uno de los Hermanos Karamazov: «Si Dios no existe, todo está permitido». La dignidad humana queda vacía de contenido, y la misma sociedad se viene al suelo estrepitosamente. No quedan más que las personas enfrentándose entre ellas para saber cuál va a ocupar el puesto de Dios (o de la caricatura de Dios con que trabajan esas ideologías). Pretender, por eso, que la actitud de impiedad sea un rasgo positivo de la modernidad, es matar de entrada esa modernidad. Aunque duro, parece pertinente traer a colación el juicio que hace muchos siglos formuló un autor respecto de los «modernos» de entonces: «Dice el necio en su corazón: no hay Dios» (Salmos 14, 1).

mente a Dios, estaba totalmente dedicado a Cristo y no quería una división sino una renovación de toda la Iglesia; el hecho de que la reforma no haya alcanzado su finalidad, esto es, la renovación de la Iglesia, es responsabilidad de ambas partes, y se debió a razones de orden teológico y político... reconocerlo y perdonarnos recíprocamente por todo ello sería un gran y hermoso gesto». Evidentemente el cardenal Koch no pretendía solventar en cuatro frases un diálogo que aún durará varias generaciones, y quiera Dios que dure. Se trataba más bien de apuntar un enfoque muy verdadero que nos puede unir a católicos y luteranos en esta ocasión. Porque sería difícil entender y compartir una celebración (y la afirmación sabemos que puede resultar polémica para nuestros hermanos) entendida como mera autosatisfacción por un acontecimiento que más allá de sus intenciones originales ha provocado una amarga laceración en el cuerpo eclesial. No puede negarse el bien que ha surgido de la fe sincera de tantos seguidores de la Reforma en estos 500 años, un bien que deberíamos reconocer sin ambages y que también nos enriquece a los católicos. Pero tampoco podemos eludir que entre nosotros se ha desplegado violencia e incomprensión mutua, y se ha producido un alejamiento progresivo respecto del centro común de la Iglesia indivisa de los primeros siglos. Por eso reconocer juntos que cometimos errores unos y otros, responde a la verdad y nos ayuda en el camino de la unidad. Esto también lo dijo Koch, cuyas espaldas son tan anchas como «católico» (universal) su corazón.

«La historia no se puede cancelar, ha dicho el teólogo alemán Stephan Horn, pero se puede cambiar su interpretación, la forma de juzgar los hechos». Y ahí el paso del tiempo, el conocimiento mutuo y el testimonio común bajo el totalitarismo, y ahora en medio del nihilismo de la ciudad secularizada, sí nos pueden ayudar. Es imposible no recordar las palabras de Benedicto XVI en el antiguo convento agustino de Erfurt, en octubre de 2011: «lo más necesario para el ecumenismo es sobre todo que, presionados por la secularización, no perdamos casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea. Fue un error de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo... como los mártires de la época nazi propiciaron nuestro acercamiento recíproco, suscitando la primera gran apertura ecuménica, del mismo modo también hoy la fe, vivida a partir de lo íntimo de nosotros mismos, en un mundo secularizado, será la fuerza ecuménica más poderosa que nos congregará, guiándonos a la unidad en el único Señor». No sé si la hermosa propuesta del cardenal se plasmará en un papel, y sobre todo, si se realizará en 2017. Pero ayudaría ciertamente a la purificación que unos y otros necesitamos para custodiar, alimentar y profesar juntos ante el mundo «las grandes cosas que tenemos en común». JOSÉ LUIS RESTÁN

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GONZALO IBÁÑEZ S.M.

*Artículo publicado originalmente en El Mercurio

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Libros

Jesús de Nazareth En cuatro capítulos de este libro* con sus respectivas bibliografías y un epílogo sobre el doceañero niño Jesús en el templo, el Pontífice explaya en forma a la vez competente y humilde su lectura y reflexión sobre el texto de los evangelios. En el caso de las “Vidas” de grandes personajes de la Antigüedad, suelen omitirse las etapas de la infancia y adolescencia. La niñez, al parecer, no era considerada como una etapa de relevancia. En contraste, a los evangelistas Mateo y Lucas, a quienes se atribuye la autoría de los relatos de la infancia, les inquieta sobremanera el tema de los orígenes del Mesías. Los relatos de la infancia de Jesús implican un esclarecimiento de la pretensión de filiación divina de parte del mismo Jesucristo y una ilustración del dogma eclesiástico de la doble naturaleza, humana y divina, del Salvador.

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n un breve proemio el ilustre autor avanza dos observaciones que merecen especial atención: en primer lugar –nos dice- su escrito no constituye un tercer volumen después de sus dos tomos anteriores sobre la persona y el mensaje de Jesús, sino de algo así como de una antesala a éstos textos. Se trata, pues, de un género literario de características especiales. En efecto, en el caso de las “Vidas” de grandes personajes de la Antigüedad, suelen omitirse las etapas de la infancia y adolescencia. La niñez, al parecer, no era considerada como una etapa de relevancia. En contraste, a los evangelistas Mateo y Lucas, a quienes se atribuye la autoría de los relatos de la infancia, les inquieta sobremanera el tema de los orígenes del Mesías y al menos Lucas confiesa que le ha

dedicado acuciosas averiguaciones. Los relatos de la infancia de Jesús implican, pues, un esclarecimiento de la pretensión de filiación divina de parte del mismo Jesucristo y una ilustración del dogma eclesiástico de la doble naturaleza, humana y divina, del Salvador. La segunda observación del autor se refiere a la interpretación de los textos evangélicos. Un primer paso, según él, consiste en la pregunta acerca de lo que querían decir los autores en su momento histórico. Le sigue el segundo e imprescindible paso de pensar acerca de la relación que lo enunciado tiene con y para nosotros. En un texto bíblico, más que en cualquier otro, importa el “coloquio” entre el pasado, el presente y el futuro. No es otra la intención que embarga a Joseph Ratzinger-Benedicto XVI al

* Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, La infancia de Jesús, Editorial Planeta, Barcelona 2012, 138 págs.

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poner su libro en nuestras manos. En cuatro capítulos con sus respectivas bibliografías y un epílogo sobre el doceañero niño Jesús en el templo, el pontífice explaya en forma a la vez competente y humilde su lectura y reflexión sobre el texto de los evangelios: La sucesión es: I. La pregunta sobre el origen de Jesús en cuanto interrogante sobre su ser y misión. II.Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista y del nacimiento de Jesús; III. Nacimiento de Jesús en Belén; IV Los magos de Oriente y la huida a Egipto; Epílogo: Jesús en el templo a los doce años. El hilo de los relatos es el tradicional, pero el autor sabe sacar resonancias nuevas e inesperadas de la mayoría de las palabras o frases. En cada capítulo asímismo se encara y resuelve algún tópico controversial. En este sentido el libro contiene “novedades”; pero al mismo tiempo sabe sacar ventajas de la principal riqueza de lo tradicional: que ello es el resultado de intensa meditación de los autores. Mateo y Lucas no se limitan a los sucesos, escuetamente trasladados a letras, palabras y frases. Antes de posar su pluma sobre el pergamino, los evangelistas se han detenido a menudo con asombro y han rumiado sus pensamientos, han establecido sus relaciones con el Antiguo Testamento, y han deducido sus visiones del futuro. El colorido, las sombras y luces, lo hablado y lo callado en cada cuadro de las escenas de la infancia es el río final de una serie de arroyuelos previos. Finalmente los pintores de todas las edades y ámbitos geográficos supieron regalarnos su síntesis personal de lo propiamente inefable. Se trata de las prolongaciones de la encarnación divina en una encarnación humana. En el Capítulo IV, que trata de los magos de Oriente y la huida a Egipto, el Papa propone su opción personal respecto de un problema mayor relacionado con la interpretación de la Biblia. En general la tendencia muy difundida

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entre los exegetas más recientes es poner en duda la historicidad de los relatos evangélicos, para explicarlos más bien como fruto de ciertos postulados teológicos, que a posteriori habrían construido sus escenarios. Tales escenarios, decimos nosotros, no tendrían más valor histórico que los edificios de utilería de un estudio de cine de Holywood. En este punto entra Benedicto XVI: “Hemos de constatar que en el curso de los últimos cincuenta años se ha producido un cambio de opinión en la apreciación de la historicidad, que no se basa en nuevos conocimientos de la historia, sino en una actitud diferente ante la Sagrada Escritura y al mensaje cristiano en conjunto”(pg.123). En seguida el Papa cita a Klaus Berger, en su comentario al Nuevo Testamento del año 2011, que afirma: “Aun en el caso de un único testimonio…hay que suponer, mientras no haya prueba en contra, que los evangelistas no pretenden engañar a sus lectores, sino narrarles los hechos históricos…Rechazar por mera sospecha la historicidad de esta narración va más allá de toda competencia imaginable de los historiadores”.Y añade modestamente Benedicto XVI: “No puedo por menos que concordar con esta afirmación. Los dos capítulos del relato de la infancia en Mateo no son una meditación expresada en forma de historias, sino al contrario: Mateo nos relata la historia verdadera, que ha sido meditada e interpretada teológicamente y de este modo nos ayuda a comprender más a fondo el misterio de Jesús”. Concluida con este volumen la trilogía de meditaciones sobre la vida de Jesucristo –tarea que es el fruto de una vida de estudio y oración- debemos decir con agradecimiento que el Papa Benedicto XVI ha regalado con esta obra al conocimiento teológico y escriturístico, así como a los fieles católicos y a tantas personas en el mundo que no siéndolo se interesan en la lectura de la Biblia y en la vida de Jesús, un verdadero tesoro de sabiduría cristiana. MAURO MATTHEI, OSB


Histórica Relación del Reyno de Chile La Histórica Relación* interesa no sólo por ser una obra bellísima desde el punto de vista estético, sino porque, al contrario de lo que sostuvo Solar Correa, da luces insospechadas sobre los sentimientos y los anhelos del chileno de la primera mitad del siglo XVII. Si como fuente histórica la obra de Ovalle tiene un valor limitado, es capaz de mostrar, en cambio, las tensiones entre los descendientes de beneméritos y los peninsulares recién llegados y que acapararían cargos y beneficios. Esa tensión, que no fue exclusiva de Chile sino que abarcó a todo el mundo indiano, se acentuó en el siglo XVIII y tuvo una influencia decisiva en la crisis y el derrumbe del imperio en los primeros decenios del siguiente.

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sta nueva edición del libro del padre Ovalle es fruto de una iniciativa de la embajada de Chile en España, con la contribución de las empresas El Mercurio S. A. P. y Banco de Santander y de otras entidades, como la Universidad de Salamanca, la Fundación Chile-España y la Corporación Patrimonio Cultural de Chile. Antecedida de estudios de varios especialistas, esta versión semifacsimilar vuelve a presentarnos la visión maravillada del jesuita chileno ante la tierra en que nació. Desde que Eduardo Solar Correa impulsara, en el primer tercio del siglo XX, la difusión de este libro y pusiera de relieve su extraordinaria calidad literaria –“Antes que como a historiador ha de estudiársele como poeta”, afirmó respecto del autor–, Ovalle fue conocido, al menos en parte, por las generaciones de esa época. Por desgracia, el desprecio por las humanidades y el deterioro profundo de la educación llevaron, entre muchas otras cosas, a la desaparición del jesuita del bagaje cultural del chileno de hoy. Y es lamentable, porque la Histórica Relación interesa no sólo por ser una obra bellísima desde el punto de vista estético, sino porque, al contrario de lo que sostuvo Solar Correa, da

luces insospechadas sobre los sentimientos y los anhelos del chileno de la primera mitad del siglo XVII. Si como fuente histórica la obra de Ovalle tiene un valor limitado, es capaz de mostrar, en cambio, las tensiones entre los descendientes de beneméritos y los peninsulares recién llegados y que acapararían cargos y beneficios. Esa tensión, que no fue exclusiva de Chile sino que abarcó a todo el mundo indiano, se acentuó en el siglo XVIII y tuvo una influencia decisiva en la crisis y el derrumbe del imperio en los primeros decenios del siguiente. Aunque el libro de Ovalle tuvo el propósito de dar a conocer a Chile en el extranjero, no se limitó a describir las características del país y los principales rasgos de Santiago, que desde la óptica del autor podía compararse con ventajas con la ciudad de los Reyes e, incluso, con Madrid. Se detuvo también en la enumeración de las cualidades de sus habitantes, “de buenos ingenios y habilidades […] Son naturalmente más inclinados a la guerra” [y] “a andar a caballo”. Era, pues, un pueblo de guerreros y, como tales, servían en la defensa del reino; no era extraño que muchos de ellos descendieran de los primeros conquistadores. Y, con gran

* Ovalle, Alonso de, Histórica relación del Reyno de Chile, Ograma Impresores, Santiago de Chile, 2012.

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prudencia, el jesuita supo poner de relieve el aspecto que más inquietaba a aquellos: la falta de una debida retribución a sus servicios propios o heredados. Así, por ejemplo, no dudó en subrayar los méritos del gobernador Luis Fernández de Córdoba, el principal de los cuales fue “el buen afecto que mostró a los españoles nacidos en la tierra, honrándolos con particularísimas demostraciones de la estimación que de ellos tenía”, demostraciones que se tradujeron en otorgarles nombramientos de capitanes, tenientes, alféreces y “otros oficios honrosos de la guerra”. Y esa actitud obedeció, según Ovalle, a haber encontrado en Chile a numerosos “soldados viejos que había servido tantos años no sólo sin premio, sino con muy considerables alcances de sus sueldos, que les bebían las Cajas Reales, y viendo a otros descendientes de los que habían gastado sus haciendas y derramado su sangre en servicio de Su Majestad en aquella prolija guerra y trabajosa conquista”. Hay un nexo visible en el planteamiento de Ovalle y en el del franciscano peruano Buenaventura de Salinas y Córdoba, éste, como aquél, volcado con pasión a ensalzar las maravillas de su tierra, las superiores condiciones de los indígenas y la desmedrada situación en que se hallaban los descendientes de los conquistadores. El franciscano, dotado de un espíritu combativo del que careció el jesuita chileno, dio pie a que por sus obras y sus dichos concluyera en la Nueva España. Desde allí, mediante notables memoriales, continuó su acción en favor de “muchos de los hijos y nietos de los que ayudaron a ganar un mundo entero, que apenas tienen algunos qué comer”. Es muy probable que Ovalle tuviera acceso en Lima a la obra más conocida de Salinas, publicada en esa ciudad en 1630, y que se inspirara en ella en su objetivo de mostrar las grandezas de esa lejanísima y gran ciudad que era Santiago. Pero su defensa de los indígenas y de los empobrecidos beneméritos parece responder a una actitud más generalizada en América. No es casualidad que también en la

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Nueva España surgieran en el siglo XVII voces de intelectuales de gran valía, todos nacidos en el virreinato, como los franciscanos Juan de Torquemada y Agustín de Vetancurt, y el frustrado jesuita Carlos de Sigüenza y Góngora, que procuraron poner de manifiesto las diferencias entre los habitantes del territorio y los peninsulares, afirmando su radical identificación con el lugar de su nacimiento –y en ocasiones, con la “patria chica”– y haciendo el elogio de las antigüedades indígenas y de la abrumadora riqueza americana. Una frase de Sigüenza y Góngora es suficientemente expresiva al confesar “el amor grande que me ha debido a mi patria”. En los mexicanos, en el peruano y en Ovalle encontramos, pues, el germen del patriotismo criollo, alimentado en esa etapa por el resentimiento de los descendientes de los conquistadores ante el proceso de burocratización impuesto por la metrópoli en el Nuevo Mundo y la exclusión de quienes lo habían ganado para la Corona. Si bien en el jesuita chileno la vertiente política está mucho más atenuada, la conciencia de que pertenece a una patria muy diferente de España se advierte en su asombrosa capacidad para describir, con una sensibilidad que se despliega en los detalles, todo aquello que hace de Chile una perfecta reproducción del Paraíso: su clima admirable, sus paisajes, sus animales, sus árboles, sus flores, sus aguas, sus olores, sus sonidos. La nueva y espléndida edición de la obra del padre Ovalle debiera estimular la elaboración de nuevos estudios sobre el temprano surgimiento de esta forma de patriotismo, de la cual cabría tal vez considerar como derivaciones más complejas los movimientos –calificados en algunos casos de motines– que estallaron, en ocasiones con singular violencia, en Chile, en Perú, en Nueva Granada y en Nueva España, como respuesta a las reformas institucionales y tributarias diseñadas en Madrid durante la segunda mitad del siglo XVIII. FERNANDO SILVA VARGAS


Qué es la Iglesia? Una clave antropológica y sacramental para la eclesiología Angelo Scola Editrice Queriniana Brescia, 2007 336 págs.

El Cardenal Angelo Scola, Arzobispo de Milán, ostenta una interminable lista de libros y artículos teológicos, muchos de ellos sobre el misterio de la Iglesia. El presente libro, según aclara él mismo, no es un tratado de eclesiología sino una propuesta metodológica para un tratado sobre la Iglesia. Se inspira en la autoconciencia de la Iglesia tal como se expresa en las cuatro Constituciones del Concilio Vaticano II, sobre todo, en la Constitución sobre la Iglesia “Lumen gentium”. El título: “¿Quién es la Iglesia?”, ya insinúa ese método. La pregunta no es: “¿Qué es la Iglesia?”, como si se tratara de un objeto, aunque ese objeto sea un misterio. Tampoco intenta definir la pertenencia a la Iglesia, pues entonces la pregunta habría sido: “¿Quiénes son la Iglesia?”. Al preguntar: “¿Quién es la Iglesia?”, se está preguntando por un sujeto personal vivo. Según el autor, la Iglesia, en cuanto comunidad reunida por la fuerza del Espíritu, así como cada uno de sus miembros, debe ser tratada como una persona: la esposa de Cristo. Por eso sugiere hacer una eclesiología en clave antropológica: lo que se dice sobre cada fiel particular se puede afirmar de la Iglesia. Es el método sugerido ya por San Pablo, que fue quien acuñó el término “ecclesia” para designar a la comunidad cristiana. El apóstol tiene dos afirmaciones paralelas que avalan el método: “El Hijo de Dios me amó y se

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entregó por mí” (Gal 2,20) y “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Ef 5,25). Por otro lado, si la Iglesia es la presencia del misterio de Cristo que concede a los hombres de todos los tiempos una participación real en la muerte, resurrección, y vida gloriosa de Cristo y en la esperanza de su venida final, hay que explicar cómo se colma la distancia que el correr del tiempo va aumentando cada vez más entre los hechos del calvario y el momento actual. Para responder a esta pregunta el autor recurre a la clave sacramental. El Concilio Vaticano II consagró la aplicación de la noción de “sacramento” a la Iglesia como tal. La Iglesia es sacramento del hecho cristiano, en cuanto que, por la acción del Espíritu Santo, hace que ese hecho, bien identificado en el espacio y el tiempo, se haga actual con su fuerza salvífica en el presente de la comunidad de personas que es la Iglesia y en cada persona singular. La Iglesia-sacramento se realiza, sobre todo, en la Eucaristía, cuyo efecto último es la Iglesia misma como Cuerpo de Cristo y, por tanto, lugar en que el Padre envía al Hijo y por medio de él dona el Espíritu Santo, para comunicar a los seres humanos su vida intratrinitaria. En esta clave antropológica y sacramental el cardenal Angelo Scola analiza uno por uno los principales temas eclesiológicos: la dimensión mariana, la dimensión petrina, la dimensión ecuménica, el diálogo interreligioso, la comunión, la misión, la parroquia, los movimientos, la catequesis, etc. Interesante es el modo cómo el autor aplica su método a la catequesis, por indicar sólo una dimensión. Afirma que el sujeto que educa en la fe es la Iglesia misma, la comunidad cristiana como tal, pues se trata de que el catequizado, radicalmente cambiado por su encuentro con Cristo, viva en adelante su vida en la comunión eclesial, recibida como un don del Espíritu Santo. Por eso el catequista debe estar él mismo bien radicado en esa comunión y ser capaz de comunicar a los demás, por medio de su propio testimonio, la vida integral de la comunidad cristiana. Para alcanzar este fin la acción catequística debe evitar un triple riesgo en el cual suele caer. El primero es el riesgo del intelectualismo, que consiste en separar la catequesis de la vida de la comunidad y concentrarse sólo en los contenidos. Contra este riesgo hay que verificar que el catequista sea un testigo de la vida comunitaria y esté convencido de que en la Iglesia todos deben ser “amaestrados por Dios” (cf. Jn 6,45) El segundo riesgo


es el sociologismo, que consiste en concentrarse en los temas sociales de actualidad como la ecología, la paz, la no violencia, la justicia, etc. El tercer riesgo que debe evitar la catequesis es el sentimentalismo, que tiende a apelar a las emociones, para provocar una reacción, con el resultado de obtener una respuesta fragmentaria y de no involucrar a toda la persona. Esta reacción es, además, transitoria por no estar radicada en el encuentro con Cristo. Una buena catequesis debe impulsar a la persona al seguimiento de Cristo y despertar en ella el sentido de pertenencia a la Iglesia. Según el autor, el test inequívoco que revela este resultado es la capacidad de generar la misión.

Por el amor de lo invisible. Itinerarios cruzados de John Henry Newman y Henri de Lubac Olivier de Berranger Ad Solem Paris, 2010 254 págs.

El autor de este libro es miembro del Instituto del Prado, ha sido por 17 años misionero en Seúl, Corea. Estudió a Newman preparando un trabajo de tesis de teología con el Padre de Lubac en su etapa de formación en la Universidad Gregoriana en Roma. Sacerdote desde 1964, actualmente es Obispo Emérito de Saint-Denis, una diócesis vecina a Paris. El libro que se presenta ahora, unifica diversos artículos y conferencias dispersas, la mayoría publicadas en estos últimos 30 años, fruto de la investigación y docencia de alguien que se ha dedicado al ministerio pastoral. Han aparecido en la Nouvelle revue théologique y la Revue de sciences philosophiques et théologiques. Los textos originales han sido ligeramente modificados para la presente publicación. Después de la breve Introducción (páginas 7-9), se desarrolla la obra en 18 capítulos. Los primeros ocho están dedicados exclusivamente al pensamiento de Newman, a partir de sus propias obras, que describen la reflexión de su propio itinerario de fe, las búsquedas

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La obra del cardenal Angelo Scola no es una obra de divulgación. Es más bien de difícil comprensión y exige tener adquirido un nivel teológico alto y gozar de familiaridad con los temas eclesiológicos. Es, sin embargo, grato leer una obra de gran profundidad que se mantiene en plena sintonía con el magisterio de la Iglesia y con su finalidad pastoral. Cumple así la misión auténtica de la teología y el servicio que la Iglesia espera de ella. Mons. Felipe Bacarreza Adquirir vía Internet en www.queriniana.it

del cardenal inglés por descifrar la gramática del asentimiento religioso. Luego, en los capítulos 9 a 13 aparece el núcleo del trabajo, las relaciones cruzadas posibles entre las obras de ambos teólogos, que fueron creados cardenales al final de sus vidas. El breve capítulo 9 es como la introducción a esa parte. Allí se estudian cuatro paradojas: lo visible y lo invisible, la conciencia y el dogma, la Iglesia y la universalidad de la salvación, la filosofía y su relación con la teología. Finalmente, en los capítulos del 14 a 18, se presentan algunos aspectos muy relevantes, de carácter monográfico, acerca de la obra del cardenal de Lubac: su posición frente a Dei Verbum, el deseo de Dios, el contexto histórico de “Meditación sobre la Iglesia”, la relación de Cristo y la Iglesia, y el fundamento católico de las misiones. Ambos autores estudiados se caracterizan -en la Introducción- por ser hombres de Iglesia, que en contextos vitales e intelectuales diversos, han tenido la pasión común de que la revelación cristiana sea amada por sus contemporáneos. Amigos de lo Invisible, han buscado encontrar en nuestra historia, las huellas para que Cristo sea buscado, creído y amado. Al final del libro se encuentran una Nota Biográfica acerca de Henri de Lubac (páginas 241-246), que más que datos cronológicos presentan su itinerario espiri-


tual e intelectual; también una Lista recapituladora de obras citadas, con sus respectivas abreviaturas (páginas 247-249) y finalmente las Fuentes de los Capítulos (página 251), es decir las referencias de las publicaciones originales. Todo concluye con un par de páginas con la Tabla de Materias. Una buena introducción a la magna obra de ambos cardenales, un excelente comentario y estudio de profundización para quien ya está familiarizado con Newman y de Lubac. Mons. Andrés Arteaga Manieu Adquirir vía Internet en www.­editions-­adsolem.­fr

Santo Rosario Josemaría Escrivá de Balaguer Edición crítico-histórica preparada por Pedro Rodríguez (director), Constantino Ánchel y Javier Sesé Ediciones Rialp Madrid 2010 366 págs.

E l Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer, con sede en Roma, está promoviendo la publicación de las Obras completas del Santo, dentro de un ambicioso proyecto que comprende las obras publicadas e inéditas, el epistolario, otros autógrafos y la predicación oral. La serie se abrió con una monumental edición crítico-histórica de Camino (3ª ed., Ed. Rialp, Madrid 2004), preparada por el Profesor Pedro Rodríguez, de la Universidad de Navarra, que ha permitido adentrarse mucho más en el trasfondo espiritual

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y vital de sus 999 puntos para la meditación; y ahora prosigue con el pequeño libro Santo Rosario, que vio la luz por primera vez en Madrid en 1934 en una edición muy modesta, al que Rodríguez, ayudado esta vez por Constantino Ánchel, investigador del mencionado Instituto, y Javier Sesé, Profesor en la Universidad de Navarra, ha aplicado en sustancia el mismo método crítico-histórico empleado para Camino. Santo Rosario es un opúsculo escrito para ayudar a vivir esta devoción mariana. Se puede describir como una apertura confidencial del alma de San Josemaría, que se propone conducir al lector por caminos de oración a partir de su propia experiencia. Esto explica que haya salido de su pluma «de un tirón», como él mismo decía, durante su acción de gracias después de la Santa Misa a comienzos de diciembre de 1931, en un lugar que está perfectamente identificado en las dependencias de la iglesia madrileña de Santa Isabel. Entresaco algunas de sus palabras dirigidas «Al lector», que permiten descubrir el horizonte espiritual en el que se sitúan las consideraciones sobre cada misterio del Rosario: «Amigo mío: si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño. Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños. (...) El principio del camino, que tiene por final la completa locura por Jesús, es un confiado amor hacia María Santísima. –­ ¿Quieres amar a la Virgen? –¿Cómo? –Rezando bien el Rosario de nuestra Señora. (...) Hazte pequeño. Ven conmigo y –este es el nervio de mi confidencia– viviremos la vida de Jesús, María y José. (...) En una palabra: contemplaremos, locos de Amor (no hay más amor que el Amor), todos y cada uno de los instantes de Cristo Jesús» (pp. 122-123). Después de un recorrido por las escenas, en el que se invita al lector a hacerse niño como el autor, para contemplarlas y vivirlas juntos como niños, al final se subraya la libertad con la que se anima a seguir por ese camino, que no tiene nada que ver con un método rígido: «Amigo mío: te descubrí un punto mi secreto. A ti, con la ayuda de Dios, te toca descubrir el resto. Anímate. Sé fiel» (p. 275). Tras un prólogo de Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, un Prefacio del Prof. Rodríguez y otras informaciones preliminares, la edición histórico-crítica se divide en dos partes: la Introducción general, y el texto y comentario histórico-crítico. En la primera se ofrece ante todo la historia del texto y de las edicio-


nes, estudiando las modificaciones que el autor fue introduciendo, sobre todo la ampliación redaccional de algunos misterios con ocasión de la que viene llamada «edición normativa» de 1945, con el objeto de explicitar, de cara a un público más amplio, los pasajes bíblicos y litúrgicos en los que se funda la contemplación. Se describe también la historia de las ilustraciones de Santo Rosario, que en esa edición de 1945, en muchas otras y en ésta histórico-crítica, son obra del arquitecto aragonés Luis Borobio. Se cierra la introducción con una interesante presentación del «contexto teológico-espiritual», tanto del Rosario en la historia de la Iglesia como de la devoción al Rosario en San Josemaría, y con un apartado dedicado a «Teología y espiritualidad en Santo Rosario», muy documentado en fuentes históricas, que permiten acceder, sobre todo mediante los Apuntes íntimos de San Josemaría, a los grandes núcleos espirituales (filiación divina, infancia espiritual, etc.) que se hacen presentes en su oración en el período alrededor de la composición de la obra, y que permiten hacerse cargo de que ella estaba preparada en su alma de modo muy profundo. En el texto y comentario histórico-crítico, además de sustanciosas introducciones a cada misterio, se aporta la crítica textual del texto y otras notas sobre el contenido histórico y teológico de algunos pasajes. En Anexo se incluyen consideraciones en torno a los misterios de la luz, que añadió el Beato Juan Pablo II en 2002, las cuales fueron compuestas sobre la base de textos ya existentes de San Josemaría. El libro se cierra con dos apéndices: otras ilustraciones de la obra, y las ediciones en las más diversas lenguas hasta nuestros días. Esta edición obviamente responde a otros criterios que las ordinarias, de suyo las más importantes, porque cumplen de modo sencillo y asequible lo que pretendía San Josemaría para muchas personas. De todos modos, aparte el interés para especialistas de esta obra verdaderamente científica, rigurosa y exhaustiva más allá de lo imaginable, debo testimoniar que su lectura completa me ha servido para penetrar más en Santo Rosario, lo cual a su vez se encamina a tratar de rezar mejor, de modo más contemplativo, esta práctica de piedad mariana tan recomendada por nuestra Madre la Iglesia. Carlos José Errázuriz Mackenna Pbro. Adquirir vía Internet en www.rialp.com

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Pensar España con Julián Marías Enrique González Fernández Ediciones Rialp Madrid, 2012 203 págs.

El autor de este libro fue amigo personal y colaborador de Julián Marías. Conoce, por lo tanto, a fondo el pensamiento del filósofo que reflexionó y escribió mucho sobre España. Aquí Enrique González Fernández analiza detenidamente la obra de Marías “España inteligible. Razón histórica de las Españas,” pero incursiona también en otros ensayos y en numerosos artículos periodísticos en los que el filósofo abordó con penetrante agudeza la fisonomía histórica de su patria. No podemos comentar aquí estos temas in extenso porque ellos abarcan prácticamente más de veinte siglos, en los que se dan como es obvio situaciones muy complejas. Pero hay entre ellos un tema polémico que Julián Marías analiza con especial y convincente rigor. Es efectivo, como él sostiene, que en Europa e incluso entre los propios españoles, se ha generalizado una visión de España como la de un pueblo caótico e irracional cuya historia es incomprensible. Para el filósofo, en cambio, la historia de su patria tiene una coherencia histórica superior al resto de las naciones europeas. “España, nos dice, es un caso excepcional –probablemente único– de un país definido por un programa explícito y mantenido durante siglos con asombrosa constancia”. Y añade más adelante: “Lo más sorprendente –en


contraste con las imágenes habituales de lo que ha sido España– es la extremada coherencia de su historia.” Y lo demuestra analizando dos etapas que, por su extensión secular y por su trascendencia, configuran, por así decirlo, el perfil de España como nación. Estas son la invasión árabe, y –después de los ocho siglos de la reconquista– la empresa americana. En un ensayo histórico de luminosa claridad, sobre la invasión árabe, el filósofo nos lleva a meditar sobre la extraordinaria reacción que esta catástrofe generó en las almas del puñado de españoles que resistieron entre las montañas de Asturias. Desde la primera hora afloró entre ellos el tema de la “pérdida” de España. Para ellos, España estaba perdida y había que recuperarla a cualquier costa. La empresa de la reconquista iba a durar ocho siglos, sin que los inevitables altibajos de una guerra secular, ni las sucesivas oleadas de invasores musulmanes, hicieran desmayar el propósito tenaz de los españoles de recuperar a su patria “perdida” y devolverla a su destino cristiano y europeo. Compárese esta decisión, que configuró toda la Edad Media, con el caso de la vecina África del Norte. Esta región, también víctima del empuje guerrero del Islam, había sido helenizada, romanizada y cristiana, hasta dar a la Iglesia multitud de mártires y grandes santos como Cipriano y Agustín. Sin embargo, sus habitantes no pensaron nunca en recuperarla, y ha permanecido árabe hasta hoy. Esta realidad indesmentible hace decir a Julián Marías que “España es más europea que ningún otro país”. Porque, en efecto, los demás países europeos lo son por su condición geográfica dada. “España lo es por propia decisión…” “España elige no ser islámica ni oriental, sino realizar su vocación originaria de pueblo cristiano”. Ante esta verdad evidente, es lógica la protesta del filósofo que se pregunta cómo es posible que se haya calificado a España como un país “anormal”, “conflictivo”, “incomprensible”, con una historia que es una caótica confusión, cuando esa historia nos prueba lo contrario:”España ha estado definida desde sus orígenes, por un proyecto inteligible como tal.” Un proyecto con tal poder de atracción que convoca a esta tarea común a los habitantes de todas las regiones, las que se van sumando a la empresa con el fervor de una verdadera vocación”. La reconquista se convierte así en un poderoso factor unificador que permite a España constituirse

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como nación antes que ningún otro país europeo. Esta nueva nación se define como una Monarquía Católica, y los mismos principios a los que España ha permanecido fiel durante toda la Edad Media, van a inspirar también la empresa americana: se trata de hacer de los pobladores del continente recién descubierto, súbditos de los Reyes españoles, hombres libres y cristianos. Esta línea de conducta se mantendrá también invariable durante siglos. Desde el famoso codicilo de Isabel la Católica que prohíbe esclavizar a los indígenas, hasta las Cortes de Cádiz en las que los representantes americanos participan con el título de “españoles de Ultramar”, España ha orientado su historia al cumplimiento de un proyecto de largo alcance, cuya esencia es el servicio a la fe católica. Esta verdad se perfila con fuerza si comparamos la obra española en América con la de los demás países europeos en sus empresas colonizadoras. Para estos últimos el objetivo primordial es la expansión territorial y su corolario, el aumento de su poderío político. La evangelización es para estos países, en el mejor de los casos, un objetivo marginal y secundario. La prioridad absoluta dada a la difusión de la fe cristiana, no fue un buen negocio para la Corona Española. Con frecuencia el privilegiar la empresa religiosa significó para ella perjudicar los intereses nacionales. Realidad ésta que le ha sido criticada con justicia, pero que estaba determinada por el proyecto histórico secular que hace “inteligible” su historia. “Los intereses nacionales –escribe Enrique González exponiendo el pensamiento de Marías– cuentan pero no primariamente: se tiene la conciencia de estar sirviendo algo superior, la difusión de la verdad religiosa, de la que depende nada menos que le salvación de los hombres.” Por otra parte, la expansión americana hace de España una potencia transeuropea, lo que tampoco ha sido comprendido por los historiadores europeos. Julián Marías extiende su visión de la gran Monarquía Católica, como una larga época de plenitud que incluye a los Borbones hasta el reinado de Carlos III. Es cierto que Felipe V y sus sucesores tuvieron en general buenos colaboradores, y su eficacia se hizo sentir en la administración de los países hispanoamericanos. Pero no es menos cierto que con ellos llega también el pensamiento de la Ilustración, poderoso


enemigo del proyecto histórico español. Por otra parte –y ese es otro tema importante que no alcanzamos a tratar aquí– la leyenda negra llevaba ya siglos en marcha. Su labor de zapa ha sido en gran medida responsable de esa visión negativa de España, y factor importante de su derrota histórica. Perdida la fe en la empresa común, la España decimonónica ve disgregarse su unidad, y emerger a ambos lados del Atlántico, los separatismos. La lúcida

mirada de Julián Marías abarca también el destino de los pueblos hispanoamericanos y nos hace ver las consecuencias negativas de las divisiones políticas y de la extranjerización cultural. La laboriosa tarea de investigación de Enrique González Fernández ha logrado sintetizar en una obra valiosa el pensamiento del filósofo disperso en múltiples escritos. Gisela Silva Encina

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Teología de la carne. El cuerpo en la historia de la salvación

Se reproduce en estas páginas el prólogo del libro Teología de la Carne. El cuerpo en la historia de la salvación* de José Granados, escrito por el Cardenal Angelo Scola, Arzobispo de Milán en 2012. Nos propone este libro un recorrido completo por la historia de la salvación que, siendo complejo por razón de su tema y alcance, posee singular atractivo. Pues aquí se fundamenta con rigor que el cuerpo es locus teológico por excelencia: se pone de relieve la honda circularidad que existe entre experiencia humana y revelación divina; y se muestra cómo tal punto de vista sabe valorar cabalmente las adquisiciones más recientes de los diversos saberes. Una elección, pues, feliz y fecunda. De mayor importancia, si cabe, en nuestro tiempo, en que a la vez se exalta el cuerpo (aunque como Körper y no como Leib, usando la preciosa distinción de la lengua alemana) y se lo amenaza en su verdadera identidad, por una suerte de espiritualismo de rebote, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Paradójicamente, lo que en los años sesenta del siglo pasado comenzó como proceso de liberación del cuerpo corre el riesgo de transformarse, gracias a los extraordinarios descubrimientos de la tecnociencia, en un proceso en que nos liberamos del cuerpo. Y la Iglesia, tachada normalmente de ser enemiga del cuerpo, termina convirtiéndose en su aliada más poderosa. Pues, en efecto, no hay nada más opuesto al Dios cristiano y al Dios de la Biblia que una religiosidad espiritualoide y abstracta, que no toma en serio el método de la encarnación con que la misma Trinidad ha querido comunicarse a nosotros en Jesucristo. “Se puede decir que la vida de Cristo, en su movimiento desde el principio al fin, contiene la imagen corporal del Dios trinitario, de un Dios que es comunión de personas” (p. 131) La communitas personarum se revela así como el material constitutivo del ser; y el cuerpo, “sacramento de toda la persona” (según la poderosa definición de Juan Pablo II), pone de relieve su relacionalidad estructural, que aparece in primis como filiación: “El conocimiento corporal permite al hombre entender su vida sobre el trasfondo de una donación originaria, que lo abraza por delante y por detrás (cf. Sal 139,1) y le invita a emprender la ruta de la vida” (p. 50). De esta primera evidencia, como de un manantial incoercible, brotan, numerosas y de alto precio, las demás implicaciones antropológicas de los dos misterios principales de nuestra fe, que el libro ilustra con penetración. Imposible pasar revista a todas. Me limito a espigar alguna, a modo de invitación a la lectura. Está ante todo la relación constitutiva por excelencia por la cual el yo es puesto en la existencia y se mantiene en ella. “(H)ay una mirada que abraza al hombre y le acompaña incluso cuando está solo. Es una mirada que, hecha concreta primero en la mirada materna que recibe al hijo en la vida, refiere siempre más allá. Y percibe de este modo un fundamento * Granados, José, Teología de la carne. El cuerpo en la historia de su salvación, Editorial Montecarmelo y Didaskalios. Burgos 2012, 242 págs. Se puede leer la introducción de este libro en las páginas 104- 111 de esta edición de HUMANITAS bajo el título «Cervantes y la pregunta del hombre moderno».

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fundamento trascendente, al Dador primordial que se encuentra ya siempre ahí cuando la persona llega a la existencia. Es la mirada que Jesús describirá como aquella del Padre que ve en lo secreto” (pp. 70-71). Está después la relación nupcial, inscrita en la misma corporalidad: “Cuando (la Lumen Gentium) añade a la imagen del Cuerpo de Cristo la de la Iglesia (ambas en Lumen Gentium 7) esta última no hay que leerla como complemento que equilibra una temida dominación de la plena noción de cuerpo, que lleva escrita en sí la lógica nupcial” (p. 236). El cuerpo es el camino en que el yo se educa lentamente a ser para el otro, es decir, a cumplirse en ese “ser para el otro” (plenitud de la libertad), que todos, más pronto o más tarde, habremos de aprender. En efecto, si no lo aprendemos anticipadamente en esta vida, lo haremos en el acto objetivo de nuestra muerte, a imitación de la muerte del Hijo de Dios hecho hombre. Cristo, habiéndose abandonado totalmente al Padre, habiendo sido –Él, el perfecto inocente– “para el otro” hasta el fin, ha podido ser cumplidamente para sí mismo, enseñándonos el camino del amor y, por tanto, de la libertad. He aquí el corazón del Misterio eucarístico que se celebra cada días en cada rincón de la tierra: “A la transustanciación del pan y vino en el cuerpo y sangre de Cristo le precede esta transformación del cuerpo de Jesús en cuerpo espiritual, lleno del Espíritu para hacerse cabal referencia al Padre” (p. 220). Aguda y particularmente estimulante es, en esta perspectiva, le lectura que el autor hace del pecado. Perforando la costra de desviaciones y lugares comunes reductivos y engañosos, se hace aparecer su dinámica profunda: “Lo que el hombre rechaza cuando peca es la lógica del misterio en que su existencia se desarrolla. Lo que escoge es una lógica diferente, una lógica en que el don primordial, que contiene también la llamada primera, es rechazado como experiencia originaria (p. 140); “el hombre peca, no porque ceda a las incitaciones del cuerpo, sino porque no quiere atender a su verdadero lenguaje” (p. 143). Prueba ulterior de la profunda conveniencia para todo hombre de la sana doctrina. Por fin, tocando aunque sea tangencialmente, una importante implicación cosmológica, afirma el autor: “a causa de la falta de armonía entre amor y cuerpo, el Espíritu habla en la carne con gemidos de dolor” (p. 187). Por eso San Pablo puede hablar de la liberación gloriosa de toda la creación en Cristo como la “redención de nuestro cuerpo” (Rm 8,23) (cf. P. 242). Agradezco al autor que haya querido poner al alcance de todos el trabajo propuesto durante el año 2008 a los estudiantes del Instituto Juan Pablo II para estudios sobre Matrimonio y Familia en Roma. En la situación histórica actual, en que los fundamentos de lo humano parecen vacilar bajo el golpe de las rápidas y radicales transformaciones introducidas por la tecnociencia, será ciertamente proficuo para la misión de la Iglesia a favor de todos nuestros hermanos los hombres. Adquirir vía Internet en www.montecarmelo.com

Cluny: 910-2010. Once siglos de resplandor Cluny: 910 – 2010. Onze siècles de rayyonnement Edición bajo la dirección de Neil Stratford Editions du Patrimoine Centre des Monuments Nationax 487 páginas

Once siglos han transcurrido desde la fundación de esta gran abadía, Cluny, en la Borgoña francesa. Es esta cuidada y hermosa edición, cuarenta especialistas encabezados por Neil Stratford, desarrollan la historia e influencia en toda Europa de la célebre abadía. El grueso volumen, embellecido con fotografías de alta calidad, reproducciones de dibujos y documentos que jalonan la historia y la expansión de Cluny por el viejo continente, se

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divide en cinco partes, cada una con capítulos que desarrollan los distintos especialistas: la Historia de Cluny; El período románico; Cluny fuera de Francia (Países Bajos, Alemania, Italia, España, Inglaterra) durante el periodo románico; El periodo gótico; y Después de la Edad Media. La reforma realizada en Cluny entre los siglos X y XI es uno de los hitos de la historia medieval, atendidas las resonancias teológicas y sociales proyectadas por ella en el mundo de la época. Se trata, sin embargo, de un movimiento bastante flexible, por cuanto el monacato cluniacense puede significar tanto una pertenencia directa de un claustro de la Abadía de Cluny y la obediencia al correspondiente abad, o también el uso de costumbres de esa abadía sin ningún lazo legal o contacto real con la misma. Esto lleva a que Cluny no pueda ser designado como un orden hasta el siglo XII (y de hecho no existen


órdenes en el sentido tardo medieval hasta la fundación del Císter). Finalmente se le ha llamado al movimiento ligado a Cluny, una Ecclesia Cluniacensis, una red de monasterios unidos por diversos lazos más o menos institucionalizados con la abadía de Cluny. La abadía fue fundada en 909 o 910 por el Duque de Aquitania, Guillermo en Piadoso, con una característica fundamental: era un claustro liberado de cualquier intervención externa de tipo laico o eclesiástico, pues estaba directamente bajo la autoridad y protección del Papado. Esta cualidad hace que la relación entre la Reforma y el Papado sea fundamental en la historia del monacato cluniacense. La abadía se construye como otra Roma y el abad tiene autoridad absoluta sobre los terrenos de ésta, al modo que el Papa los tiene sobre Roma. Las exenciones otorgadas a Cluny son las que le permitieron consolidar sus libertades, mientras que se convertía en un territorio de prueba de la Reforma Gregoriana, fuertemente influenciada por la religiosidad monástica. También, fue su independencia la que le abrió la posibilidad de influir en la reforma de otros monasterios que se sumaron a la red que conformaba la Ecclesia Cluniacensis, una realidad que iba más allá de la asociación de monasterios que se formaba en torno a los grandes abades que destacaban por su autoridad. Entre ellos hay tres que resaltan por su longevidad. El primer Abad de Cluny fue Bernón (875918), quien fue convocado por ser una personalidad eminente del mundo monástico, y asumió practicando simultáneamente el multiabadiato de tres instituciones que heredaría a sus continuadores. Su sucesor entre los años 927 y 942 fue Odón, alumno de Remigio de Auxerre (uno de los últimos grandes sabios carolingios)

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y fundador intelectual e ideológico de Cluny. A él pertenecen un centenar de manuscritos, la continua defensa de la autoridad papal por medio de la exaltación de San Pedro, patrón de la abadía y un abadiato marcado por la insistencia en la liturgia, uno de los rasgos más notables de la Reforma que convierte al monje sobre todo en un orator. El sucesor de Odón fue Aimar, entre los años 942 y 954, aunque a causa de su ceguera delegó sus funciones en 948 a Máyolo. El peso de éste último en su tiempo fue tan grande que en el año 983, Otón II le ofreció el papado (él rechazó la invitación); y Hugo Capeto lo convocó para la reforma de Saint Denis. Su gestión tuvo como principales logros el apoyo al crecimiento de la comunidad, la reconstrucción de la iglesia abacial para ampliarla, y la expansión de la reforma por el centro y sur de Francia a través de la recepción de monasterios preexistentes. También difundió las costumbres de Cluny por Italia. Máyolo fue canonizado por Gregorio V el 11 de mayo de 994 y fue el último de los abades que practicó el multiabadiato emprendido por Bernón. El gobierno de Máyolo abrió el camino para que sus continuadores, Odilón y Hugo, llevaran a Cluny a su mayor desarrollo. Odilón, también estará a la cabeza de Cluny por un largo período que va entre el 994 y el 1049. Cluny fue una abadía que llegó a controlar territorio, población y recursos. El abad además era la instancia suprema de justicia. Cluny fue soberana, pues no existía una autoridad superior a ella en su dominio, salvo el papado que por su parte se beneficiaba de la ampliación geográfica de su autoridad a través de la extensión de sus costumbres. Esta impronta única llevó a Odilón a reflexionar sobre la peculiaridad de la institución y así construir una verdadera ideología cluniacense, centrada en la idea de que Cluny era un instrumento privilegiado para la salvación. La idea se mantuvo a partir de la escritura de la historia de la abadía, de la recopilación de documentos y las hagiografías de los abades. Además de conservar la memoria de sus superiores, Cluny se especializó en el cuidado de la memoria de sus difuntos, de los cual es signo la institución del día de Todos los Santos, el 2 de noviembre, por el abad Odilón. Finalmente, el abad Hugo de Semur se mantuvo a la cabeza de Cluny por 60 años, hasta 1049, y a él se debe la construcción de Cluny III, que llegará a ser la mayor iglesia de la cristiandad hasta la construcción de la nueva San Pedro en el renacimiento. Hugo, de aristocrático origen y canonizado en 1120, conservó la costumbre de relacionarse simultáneamente con el


papado y el Sacro Imperio en buenos términos, lo cual le originó problemas al surgir el Conflicto de las Investiduras. Aunque extendió su influencia hacia Inglaterra y el norte de Francia, aparecieron dificultades, también asociadas a no asumir el nacimiento de un nuevo monacato en el seno del benedictino tradicional, marcado por el surgimiento del Císter. De todos modos Cluny creció impulsado por el impacto de la Reforma Gregoriana que causó que los laicos, las iglesias e instituciones religiosas prefirieran asociarse a Cluny que entregarse directamente al episcopado. La última gran figura del monacato cluniacense será Pedro el Venerable, abad de Cluny hasta el 1122, y figura que tuvo que afrontar los numerosos peligros que asechaban a la institución. A partir del siglo XII se inició el repliegue cluniacense, que llevará a la orden a convertirse en una realidad exclusivamente francesa. Cluny desaparece con la Revolución Francesa, junto al más simbólico de sus edificios: la tercera Iglesia abacial de Cluny que fue íntegramente demolido. Bernardita M. Cubillos Adquirir vía Internet en http://editions.monuments-nationaux.fr

Sentencias Pedro Lombardo Universidad Católica San Pablo Arequipa, Perú. 2012. Tomo I, 651 págs. Tomo II, 478 págs.

Las Sentencias, reeditadas en base al trabajo de un grupo de académicos de la Universidad Católica San Pablo de la ciudad de Arequipa, fueron el “manual”

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de teología más importante de la enseñanza teológica medieval e imprescindible material para adquirir el primer grado académico en la facultad de artes de la universidad llamado justamente “bachiller sentenciario”. El gramático latino Terenciano Mauro decía “Habent sua fata libelli” es decir “Los libros tienen su propio destino”. Este dictamen es muy acertado en el caso de la presente obra. Sólo una cultura como la medieval podía albergar la posibilidad de un libro semejante que honrara a los Santos Padres de la Iglesia en su profundización del cristianismo, en un ejercicio de humildad y de casi anonimato por el cual se ordenaban las más destacadas sentencias de estos en materia de teología y filosofía. El esfuerzo de Pedro Lombardo, obispo de Paris en el siglo XII, por dar orden y sentido a su escrito nos podría parecer escaso hoy en día dada la complejidad del libro para el lector moderno. Sin embargo gozó de una importancia casi impensada y fue aclamado como uno de los libros más importantes de ese siglo. Si coincidimos en que el siglo XIII fue el siglo de las Summas entonces me parece justo decir que el siglo XII fue el siglo de las Sentencias y en esto mucho tuvo que ver el libro de nuestro autor. Pedro Lombardo fue un autor que sin la notoriedad o la originalidad que caracterizaron a algunos de sus contemporáneos como Bernardo de Claraval o Gilberto de Poitiers, supo transmitir ordenada y sintéticamente el saber a sus coetáneos. Nunca buscó la fama que sí poseyeron personajes de la talla de Pedro Abelardo o Joaquín de Fiore. No produjo ni la revolución ni los errores ni la originalidad de estos autores. Esta claridad y ortodoxia fue “condecorada” algunos años después de muerto en el IV Concilio de Letrán de 1215 en donde se condenaron ciertos errores del Abad de Fiore y se rubricó la enseñanza trinitaria de Pedro Lombardo. Su doctrina más famosa y controvertida en las Sentencias era la identificación de la caridad con el Espíritu Santo que hallamos en el Libro I, distinción 17. De acuerdo con esta doctrina, cuando amamos a Dios y al prójimo, el amor es literalmente Dios, llegamos a ser divinos y somos absorbidos en la vida de la Trinidad. La importancia de las enseñanzas del autor ayudó a la Iglesia a alcanzar el cenit en la escolástica del siglo XIII. Durante todo este período este libro continuó siendo un faro de claridad cristiana para múlti-


ples generaciones que se formaron bajo la admirable luz que centelleaban sus enseñanzas. Para tener una perspectiva justa de la obra debemos hacer notar que las Sentencias fueron en el medioevo el libro más comentado después de la misma Biblia. Los comentadores fueron muchos sobresaliendo las glosas del joven fraile Tomás de Aquino. Dante Alighieri mismo lo cita en su canto XXV del Paraíso cuando necesita referirse a la noción de esperanza: “La esperanza es la expectativa de la felicidad futura, que proviene de la gracia de Dios y de los méritos precedentes.”. Ésta es de la primera edición completa en castellano de las Sentencias de Pedro Lombardo. No se pretendió realizar una edición crítica perfectamente diseñada para exigentes investigadores, pero si una publicación de la que se pueda obtener una fiel traducción al castellano moderno y utilizarla con confianza. Se hacía ya necesaria esta preparación dada la ausencia casi total hoy en día de personas que conozcan y puedan leer el latín medieval. Dicho original latino no está ausente sino que se presenta en un práctico disco compacto que acompaña esta edición, para que aquellos interesados en adentrarse un poco más en ella se sientan libres de poder hacerlo. El equipo de especialistas que se encargó de esta edición trató, sin traicionar el original, de aggiornar la traducción donde se pudiese para hacer la lectura más comprensible y fluida. Este proyecto implementado por el equipo editorial de la Universidad Católica San Pablo de Arequipa, Perú, y originalmente ideado por quien comenta, ha sido editado por Patricia Calvi de Quintanilla. La traducción estuvo a cargo del Dr. Carlos Domínguez contando con la supervisión y el estudio inicial del Dr. Claudio Calabrese. Además de las útiles sugerencias del latinista, padre Omar Mazzega. Eduardo Mallo Huergo Adquirir vía Internet en www.ucsp.edu.pe

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Elizabeth de Rusia religiosa, mártir y santa Documents et témoignages sur la vie, la pensée, le martyre de la grande-duchesse Élisabeth Feodorovna de Russie, née princesse de HesseDarmstadt Anne Khoudokormoff- Kotschoubey y sœur Élizabeth (Editorias) Editions Lessius Bruselas, 2010 251 pages.

El presente libro despliega una breve biografía de Elizabeth de Hesse-Darmstadt, sus cartas a Nicolás II y una serie de documentos espirituales e históricos sobre su más conocido apostolado: la casa de la misericordia de Marta y María. Pero, ¿quién es esta princesa alemana? La tragedia de la familia imperial rusa, el reconocimiento de sus restos y su canonización por parte del Patriarcado de Moscú han opacado la figura de muchos testigos de la fe durante las primeras décadas del siglo XX en esas tierras. Una de ellas es la princesa alemana Elizabeth de Hesse-Darmstadt (1864-1918), hermana de la zarina Alexandra. Habiendo sido educada en la fe luterana abrazó la ortodoxia rusa debido a su matrimonio con el Gran Duque Sergei Alexandrovitch Romanov, hermano del Zar Alejandro III. Llevó ésta siempre una vida discreta y espiritual. Su conversión fue sincera y profunda. El ejemplo de su esposo, la asistencia a los oficios religiosos y la lectura de libros religiosos motivaron en ella el deseo de una plena incorporación a la Iglesia Ortodoxa. El 13 de abril de 1891 fue recibida en el seno de la


ortodoxia. Recuerdo de ese momento fue un medallón con la santa Faz regalo del mismo Zar, el cual llevo consigo toda su vida. Tanto ella como su esposo realizaron múltiples obras de caridad durante la hambruna de 18911892. Se ocuparon de la educación de los hijos del Gran Duque Sergio, quien había perdido a su esposa. Así mismo, el ejemplo y las palabras de San Juan de Cronstadt dieron pie a visitas a hospitales y donaciones de todo tipo. Ambos esposos participaron de la consagración de la Iglesia de Santa María Magdalena en el Monte de los Olivos, dedicada a la memoria de la zarina María. Después de la ceremonia, ella manifestó su deseo de ser enterrada allí, lo cual se cumpliría terminada la I Guerra Mundial y después de muchos avatares. Durante la guerra ruso-japonesa mostró vivo interés por los huérfanos y las viudas que produjo dicho enfrentamiento. Pese a ello, la efervescencia política de esos años se inclinó en su contra. Su esposo, que ocupaba el cargo de Gobernador de Moscú fue asesinado por una bomba el 17 de febrero de 1905. La Gran Duquesa dando muestras de gran coraje y serenidad recogió los restos de su marido y los depositó en la Iglesia del Milagro junto a la tumba de San Alexis. Posteriormente, visita al autor del atentado, Kaliaïev, miembro del partido socialista-revolucionario.Le regala un icono y los Evangelios. La viudez dio un vuelco total a la vida de la Gran duquesa. Se retira de la vida social, regala sus efectos personales y transforma su habitación en una verdadera celda monástica. La lectura de Lc 10, 38-42 la mueve interiormente a fundar una institución totalmente desconocida en Rusia: la casa de la misericordia de Marta y María. Ésta no sería sólo una obra de beneficencia, sino una comunidad religiosa unida por la fe y el amor al prójimo. Su proyecto es sometido al santo Sínodo, el cual después de muchas incomprensiones lo aprueba. Comienza la etapa de construir el lugar que albergará tan noble tarea. Sólo en 1912 será consagrada la Iglesia de dicho lugar. La tercera parte de este libro está consagrada a la organización tanto material como espiritual de este nuevo carisma religioso. Sus estatutos, sus actividades y sus fundamentos espirituales son una muestra de la fuerza que adquirirán en el poco tiempo de existencia que la providencia divina les otorgó. Son llamadas popularmente las nuevas diaconisas. La primera Guerra Mundial la convierte en

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enfermera a ella y a sus religiosas. Pero la revolución alterará todo. Es acusada de espía alemana. Durante la Pascua de 1918 es detenida. Finalmente será llevada al martirio siendo arrojada a una mina junto a otras personas. Morirán cantando salmos e himnos. La Iglesia ortodoxa celebra su fiesta el 18 de julio. Hno. Bernardo Álvarez Adquirir vía Internet en http://www.editionslessius.be/

Historia de la Orden de Malta Histoire de l’ordre de Malte Bertrand Gallimard Libraire Académique Perrin Francia, 2010 448 págs.

Esta es una historia heroica de 900 años de fidelidad a Nuestro Señor, a su Iglesia y a los necesitados. Es una epopeya que ha logrado superar las adversidades más variadas: La pérdida de Tierra Santa, de Rodas y de Malta; los ataques de ejércitos y de piratas, y actualmente el golpe de los terremotos, inundaciones, tifones, pestes, guerras civiles; siempre teniendo como objetivo el fortalecimiento de la Fe, y la ayuda a los pobres y a los enfermos. La historia empieza con la fundación en Jerusalén, frente al Santo Sepulcro, del Hospital de San Juan Bautista, por el Beato Gerardo, para auxiliar a los peregrinos y a los habitantes del lugar. Para atenderlos se formó una hermandad religiosa, que fue reconocida por el Papa Pascual II mediante una Bula en el año 1113.


Al mismo tiempo se fundó una red de hospitales en Oriente y en Europa para ayudar a “nuestros señores los pobres”, contemplando las mejores prácticas de medicina. El principal era el de Jerusalén, que atendía a 2.000 enfermos, con un sector separado para mujeres y niños, atendido por las hermanas religiosas de San Juan. También buenos hospitales en San Juan de Acre, en Rodas, y en Malta, subsistiendo hasta hoy la Maternidad de la Sagrada Familia, ubicada en Belén. En Europa había numerosos hospitales que se situaban en las comandarías, que eran pequeños conventos con un predio agrícola, que servía para sostenerlos económicamente. Después de perder Rodas al cabo de una fuerte defensa, la Orden se instaló en la isla de Malta, un peñón rocoso situado al sur de Italia. Desarrolló la agricultura y una incipiente industria, se preocupó de sanear las ciudades y los pueblos, dotándolos de buenas iglesias, escuelas, “santas enfermerías” y muros defensivos, con una muy buena arquitectura de piedra. En el año 1565 se produjo el gran asalto de los turcos contra la isla de Malta. Se presentaron 160 galeras con un ejército de 30.000 jenízaros, 10 veces superior al de la Orden. Después de violentísimos combates y de muchas pérdidas de vidas, los turcos fueron rechazados. Al año siguiente se empezó a construir la nueva capital de La Vallette, un ejemplo de urbanismo, en una larga península rocosa de 60 metros de altura, fácil de defender. La lamentable pérdida de la isla de Malta, debida a Napoleón, permitió entretanto que la Orden instalara su sede en Roma, cerca del Santo Padre, y se extendiera por todo el mundo para proseguir con su obra hospitalaria, volviendo a su misión original. El Malteser International es reconocido mundialmente por la rapidez y eficiencia de su acción, realizada con ejemplar espíritu cristiano, y abierta a todas las personas. Le ha correspondido actuar en Biafra, Vietnam, Ruanda, Líbano, India, Pakistán, Angola, Camboya, Haití, Perú, Chile, entre otros países. Actualmente la Orden está compuesta por 12 mil miembros, y tiene un cuerpo de voluntarios formado por 80 mil personas. Mantiene 20 hospitales, 40 clínicas, 50 dispensarios y 44 residencias de mayores. Además de ser hospitalaria y militar, la Orden es soberana. Como tal tiene derecho de territorialidad en sus dos sedes en Roma, y mantiene relaciones diplomáticas con 100 naciones, lo que es una gran ayuda en su obra hospitalaria. Tiene observadores en

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los organismos internacionales, y su diplomacia vela por la Pax Christiana en todo el mundo. La Patrona de esta familia religiosa es la Virgen de Filermo, representada en un antiquísimo ícono encontrado en una capilla rural de la isla de Rodas. Se cree que puede haber sido pintada por San Lucas, habiendo sido traída desde Jerusalén. El segundo patrono de la Orden es San Juan Bautista, el precursor de la Luz, el que no ha tenido igual entre los nacidos de mujer. La corona de la Orden de San Juan de Jerusalén es el conjunto de sus santos y beatos, que por ahora llegan al número de 21, abarcando las más diversas personas y países. El primero es el Beato Gerardo, de quien se dice que llevaba el pan a los enfermos en el sitio de Jerusalén, y que al ser descubierto por el enemigo, éstos se convirtieron milagrosamente en piedras. El último beato es Carlos de Austria, modelo de esposo, padre de familia, militar y jefe de estado. La aspiración inicial de la Orden es la nobleza de espíritu. Luego viene la nobleza de la virtud. Finalmente la nobleza de la santidad, es el objetivo primordial. Raúl Irarrázabal Covarrubias Adquirir vía Internet en www.editions-perrin.fr

Sabiduría de un pobre Eloi Leclerc Ediciones Encuentro Madrid, 2007 108 págs.

“Salve, Reina Sabiduría, que Dios te salve con tu hermana la pura simplicidad” (San Francisco) Con una trayectoria de profundos estudios sobre Francisco de Asís, Eloi Leclerc (1921), franciscano de la Bretaña francesa, dedica este libro al sufrimiento que experimentó el santo ante los problemas que se suscitaron en la Orden después del viaje de su fundador a Oriente. “El punto de la crisis que va a ser evocada fue, ya se sabe, el desarrollo rápido de la Orden y la entrada masiva de clérigos en la comunidad de hermanos.


Esta situación nueva presentaba un difícil problema de adaptación. Los hermanos, en número de seis mil, no podían vivir ya en las mismas condiciones que cuando eran una docena”, anota Leclerc. Por otra parte nacían necesidades nuevas en el seno de la comunidad, por el hecho de la presencia de numerosos hombres instruidos. Una adaptación del ideal primitivo a las nuevas condiciones de existencia se imponía”. San Francisco se daba perfecta cuenta de esto, pero sentía que había que proceder en forma paulatina y que varios de estos reformadores tenían un espíritu que no era el suyo. Fue una crisis muy fuerte. Pero el autor no se propone relatarla punto por punto. El libro se centra en un viaje que hicieron Francisco y el hermano León a la montaña para vivir unos meses junto a unos franciscanos ermitaños de vida muy pobre. El santo quería rezar, ayunar, estar en silencio y recuperar esa alegría tan característica suya que había iluminado los primeros tiempos. “Sin comodidad ni brillo, esta vida no toleraba artificios. El hombre se veía obligado a reencontrar la verdad. Se hacía sobrio de palabras y gestos. Sus mismos sentimientos se apaciguaban y se hacían más simples. No a fuerza de lecturas ni de replegamiento sobre sí, sino por esta santa y áspera obediencia a las cosas a que obliga la pobreza cuando se acepta en todo su rigor. Era una escuela ruda. El hombre aprendía a sentir en ella de una manera nueva, mucho más simple, mucho más real”. La visita del santo a Clara en San Damián es como un anticipo de la primavera. Pero es de vuelta a la soledad de la montaña cuando Francisco recupera la visión

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de Dios y la paz y la alegría. ”Caminaba con un andar alegre. Bailaba más que andaba”. Ahora se encarga del regreso a la comunidad del hermano Rufino, aquejado por dolorosas dudas de vocación y devuelve la salud a un niño enfermo de una familia de la montaña. Francisco se concentra en trabajos sencillos, como tejer un cesto de mimbre, y enseguida irrita al hermano León al quemar el cesto porque le distraía: — “Padre, no te comprendo. Si fuera preciso quemar todo lo que nos distrae en la oración, no se terminaría nunca… — Quemar un cesto de mimbre que ha hecho uno mismo no es nada, ya ves, aunque esté muy bien hecho, pero despegarse de la obra de toda una vida es algo muy distinto. Ese renunciamiento está por encima de las fuerzas humanas”. El libro termina con una conversación entre Francisco y el hermano Tancredo quien ha venido a pedirle que vaya al próximo Capítulo de la Orden y se imponga frente a los innovadores y a los excéntricos, que imite la ira santa de Cristo en el templo. Francisco lo tranquiliza respecto al futuro de la Orden y procura transmitirle su paz recién recuperada. Elena Vial Adquirir vía Internet en www.ediciones-encuentro.es

El hombre, una mirada Enrique González Fernández Cultivalibros Madrid, 2009 60 págs.

“Tus ojos son como una lámpara para tu cuerpo; así que, si tus ojos son buenos, también todo tu cuerpo tendrá luz; pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estará en la oscuridad. Y si la luz que tienes resulta ser oscuridad, ¡qué negra no será esa misma oscuridad!”. Hemos querido citar el cap. 6 vers. 22 y 23 del Evangelio de San Mateo, para comentar este excelente libro de Enrique González Fernández, recordando aquello de que “los ojos son la ventana del alma”. Ya en la página 14 nos damos cuenta de que el autor alude al mito de la caverna de Platón, al describir muy bien el tren subterráneo (METRO) y las personas


que entran al túnel de oscuridad iluminada para ir a sus trabajos. El mito de la caverna de Platón, se refiere al conocimiento de la realidad y del mundo. Según Platón, los hombres estarían encadenados en una caverna mirando hacia adentro, y respecto al conocimiento del mundo de las ciencias y del saber, sólo conocerían aquellos hombres el reflejo de las sombras de los seres humanos que van pasando fuera de la caverna. El autor en pag 35 habla claramente de la caverna de Platón diciendo que “si él hubiera visto esta caverna” / (o sea el METRO de cualquier ciudad del mundo) “habría descubierto nueva tierra, / habría contemplado otras miradas / verdad iluminada, verdad amanecida /, sin sombras reflejadas”. “El prodigio de la luz” sin duda se refiere a la luz de Cristo, que no tan sólo ilumina el túnel del tren subterráneo, sino más bien la vida, el alma y el corazón de los seres humanos, que viajan por la existencia muchas veces a oscuras. Michet Quast en “Oraciones para rezar por la calle”, decía que ojalá nos salváramos en un tren del METRO lleno, donde muchas personas se rediman. Enrique González va repitiendo constantemente la idea de que: “El metro es un lucero; / el hombre, una mirada”. De pronto un perro lazarillo dentro del vagón da motivo para recordar, siempre en versos heptasílabos y endecasílabos, al can ya muerto del autor, de manera poética, cariñosa y tierna por su mascota, lo que nos remite al perro de Tobías en la Biblia, y al perro de Ulises en la Odisea. También aquello que dijo el filósofo: “mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”, con la diferencia de que en este libro hallamos un profundo amor por los seres humanos, viajeros de “una tierra amanecida” que se desplazan bajo la superficie en vagones iluminados llenos de pasajeros con esperanza y fe optimista sin estar presos ni sujetos a las cadenas, como en la caverna de Platón. Hay un verso, pág. 30, el cual nos invita a reflexionar: dice: “prodigio de la luz / que cura los temores de las almas”. Nosotros sostenemos por otro lado, que el temor se aleja cuando rezamos, y, “el amor perfecto” dice San Juan echa fuera el miedo”. Entrar al METRO conlleva un peligro, pero el poeta cambia ese miedo por “una trayectoria entusiasmada” y esperanzadora (pág. 29). “Anhelos de habitar celeste casa” (pág. 32). Interpretamos la búsqueda de la trascendencia por el hombre a veces perdido y desorientado como

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oveja, sin ese Pastor seguro, guiándonos hacia pastizales abundantes, que representa al mismo Dios. “La tierra amanecida es un gran vientre / que a todos –pasajeros– nos resguarda, / nos gesta, nos transporta”. El planeta se considera una cápsula espacial con hombres y mujeres que viajan a través del Universo a la increíble velocidad de 22.000 hmts por segundo. Lo asombroso de “El hombre, una mirada” es el viaje por el túnel bajo las entrañas de la tierra, semejante, aunque en otro contexto, al de los pasajeros del cosmos. Termina la primera parte del libro concluyendo: “subamos y salgamos a la vida, / que es hora renacida, de llegada” dejándonos con un gusto a optimismo y buena fe. La segunda sección –sin duda, también, páginas elevadas y místicas– corresponden a diálogos, cantos, conversaciones con “este Dios que a ti te ampara; te cubro con mis plumas, / estás bajo mis alas /. Sin ti no movería el universo”, versos que nos recuerdan el salmo 91. Cabe señalar que el poemario está lleno de relaciones, analogías y citas basadas en la Sagrada Biblia, lo cual no disminuye, sino que aumenta, su valor literario y poético. La última página (60) nos conduce a mencionar el mensaje a la Iglesia de Laodicea, Apocalipsis cap. 3 vers. 20: “Mira, yo estoy a la puerta llamando; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo”. González Fernández afirma que “es propio del amor incorporarse” (pág. 60) y “levanta tu cabeza a las estrellas” invitándonos no sólo a contemplar la belleza del mundo, sino lo más importante, a levantar la vista hacia la Cruz sangrante “con agua desbordada” que “espera esa mirada / que sólo tienes tú”. Libro hermoso, compacto, muy bien escrito y musical en su cadencia de lectura –parecida a la de los niños– Pensamos que si en el planeta se escribieran más poemas como este habría un llamado a tener a Dios presente en todas las cosas y en toda la vida. Marcelo Jarpa Fabres Adquirir vía Internet en www.cultivalibros.com


Sobre los Autores LIVIO MELINA. Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre Matrimonio y Familia. Director de la revista Anthropotes, Universidad Lateranense. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS. JACQUES TRUBLET S.J Biblista, profesor de Sagrada Escritura de la Compañía de Jesús (París). RECTORES CHILENOS -UNIVERSIDADES CATÓLICAS- EN EL AÑO DE LA FE: Jorge Baeza Correa. Universidad Católica Silva Henríquez Ricardo Riesco. Universidad San Sebastián Ignacio Sánchez Díaz. Pontificia Universidad Católica de Chile Orlando Poblete. Universidad de los Andes Fernando Montes. Universidad Alberto Hurtado Diego Durán Jara. Universidad Católica del Maule Alicia Romo Román. Universidad Gabriela Mistral Claudio Elórtegui Raffo. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

BERNARDINO PIÑERA. Arzobispo emérito de La Serena. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS. CARDENAL JORGE MEDINA ESTÉVEZ. Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS. CARDENAL ANGELO SCOLA. Patriarca de Venecia entre 2002 y 2011, actualmente Arzobispo de Milán. Ex Rector de la Pontificia Universidad Lateranense. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS. GERARD VAN DEN AARDWEG. Doctor en Psicología por la Universidad de Amsterdam. Autor de numerosas publicaciones científicas, especializado en terapia de la homosexualidad. Ejerce la psicoterapia en Aerdenhout, Holanda.

JUAN DE DIOS VIAL CORREA. Médico cirujano. Presidente emérito del Pontificio Consejo para la Vida. Ex Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Miembro de Número de la Academia de Ciencias del Instituto de Chile. Miembro del Comité Editorial de revista HUMANITAS. MARCEL BILLOT. Historiador francés del arte, fallecido en1958. ANA MARÍA RISOPATRÓN LARRAÍN. Directora de la Fundación Teresa de los Andes. Autora de la biografía “Teresa de los Andes, Teresa de Chile”. Directora de la Cofradía del Carmen. ROMANO GUARDINI. Filósofo y teólogo italo-germano (1885-1968). Primer titular en la Universidad de Munchen de la Cátedra que hoy lleva su nombre: Seminar für Christliehe Weltanschaung. JOSÉ GRANADOS DCJM. Vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre matrimonio y familia (Roma).

AUTORES EN PANORAMA Y LIBROS FERNANDO SILVA VARGAS. Ex presidente de la Academia Chilena de la Historia. MAURO MATTHEI, OSB. Del Consejo de revista Humanitas. RAÚL HASBUN. Del Consejo de revista Humanitas. OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL. Premio Ratzinger de Teología en 2011 FELIPE BACARREZA. Obispo. Del Consejo de revista Humanitas. CARLOS JOSÉ ERRÁZURIZ. Del Consejo de revista Humanitas. JOSÉ LUIS RESTÁN. Periodista español. Redactor de Páginas Digital. RAÚL IRARRÁZABAL COVARRUBIAS. Del Consejo de revista Humanitas

COMITÉ EDITORIAL DE HUMANITAS Jaime Antúnez. Director de Revista HUMANITAS. Doctor en Filosofía. Miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Hernán Corral. Doctor en Derecho. Ex decano y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes. Samuel Fernández. Doctor en Teología. Ex decano y profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Director del Centro de Estudios Padre Alberto Hurtado. Gabriel Guarda O.S.B. Abad emérito del Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes. Premio Nacional de Historia 1984. Miembro de número de la Academia de la Historia, del Instituto de Chile. René Millar. Doctor en Historia. Ex decano de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la P.U.C. y profesor titular del Instituto de Historia. Miembro de número de la Academia de la Historia, del Instituto de Chile. Pedro Morandé. Doctor en Sociología. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la P.U.C. Miembro de de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales y miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Ricardo Riesco. Doctor en Geografía. Rector de la Universidad San Sebastián. Francisco Rosende. Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Católica de Chile. Master of Arts en Economía, Chicago. Juan de Dios Vial Correa. Ex Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ex Presidente de la Pontificia Academia para la Vida. Miembro de Número de la Academia de Ciencias del Instituto de Chile. Juan de Dios Vial Larraín. Ex Rector de la Universidad de Chile. Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 1997. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Arturo Yrarrázaval. Doctor en Derecho. Ex Decano de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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HUMANITAS Revista de Antropología y Cultura Cristianas Publicación trimestral de la Pontificia Universidad Católica de Chile La revista HUMANITAS nace de la conveniencia de que la Universidad disponga para el servicio de la comunidad universitaria y de la opinión pública en general, de un órgano de pensamiento y estudio que busque reflejar las preocupaciones y enseñanzas del Magisterio Pontificio (Decreto Rectoría No 147/95, visto 2o). DIRECTOR Jaime Antúnez Aldunate COMITÉ EDITORIAL Hernán Corral Talciani Samuel Fernández Eyzaguirre Gabriel Guarda, O.S.B. René Millar Carvacho Pedro Morandé Court Ricardo Riesco Jaramillo Francisco Rosende Ramírez Juan de Dios Vial Correa Juan de Dios Vial Larraín Arturo Yrarrázaval Covarrubias SECRETARIA DE REDACCIÓN Marta Irarrázaval Zegers CONSEJO DE CONSULTORES Y COLABORADORES Presidente Honorario: S.E.R. Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa. Arzobispo Emérito de Santiago. Héctor Aguer, Anselmo Álvarez, O.S.B., Carl Anderson, Andrés Arteaga, Francisca Alessandri, Antonio Amado, Felipe Bacarreza, Rémi Brague, Jean-Louis Bruguès, O.P., Rocco Buttiglione, Massimo Borghesi, Carlos Francisco Cáceres, Cardenal Carlo Caffarra, Cardenal Antonio Cañizares, Jorge Cauas Lama, Guzmán Carriquiry, William E. Carroll, Alberto Caturelli, Cesare Cavalleri, Fernando Chomali, Francisco Claro, Ricardo Couyoumdjian, Mario Correa Bascuñán, Francesco D’Agostino, Adriano Dell’Asta, Vittorio di Girolamo, Carmen Domínguez, José Manuel Eguiguren, Carlos José Errázuriz, Jesús Colina, Luis Fernando Figari, Juan Ignacio González, Stanislaw Grygiel, Gonzalo Ibáñez Santa-María, Raúl Hasbun, Henri Hude, José Miguel Ibáñez, Raúl Irarrázabal, Lydia Jiménez, Paul Johnson, Jean Laffitte, Nikolaus Lobkowicz, Alfonso López Quintás, Alejandro Llano, Raúl Madrid, Javier Martínez Fernández, Patricia Matte Larraín, Carlos Ignacio Massini Correas, Mauro Matthei, O.S.B., Cardenal Jorge Medina, Livio Melina, Augusto Merino, Dominic Milroy, O.S.B., Antonio Moreno Casamitjana, Fernando Moreno Valencia, Rodrigo Moreno Jeria, José Miguel Oriol, Francisco Petrillo, O.M.D., Bernardino Piñera, Aquilino Polaino-Lorente, Rodrigo Polanco, Cardenal Paul Poupard, Javier Prades, Dominique Rey, Florián Rodero L.C., Alejandro San Francisco, Romano Scalfi, Cardenal Angelo Scola, David L. Schindler, Josef Seifert, Gisela Silva Encina, Robert Spaemann, Paulina Taboada, William Thayer Arteaga, Olga Ulianova, Luis Vargas Saavedra, Miguel Ángel Velasco, Juan Velarde Fuertes, Aníbal Vial, Pilar Vigil, Richard Yeo, O.S.B., Diego Yuuki, S.J.


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