Fds octubre 19

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FDS • LA METRO Sábado 19 y domingo 20 de octubre del 2013

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SEXTILLIZOS CON INFANCIA DIVIDIDA

El futuro lucía prometedor, pero terminó con una familia separada Por RICHARD MAROSI LOS ANGELES TIMES

os hermanos nacidos en San Diego viven con su madre en México, mientras su padre trabaja en Estados Unidos. Él está construyendo una casa para su familia, pero no vivirá en ella. Los seis hermanos marchan colina abajo en medio de la aldea ganadera, riendo, pateando las piedras y cantando. Allá van Omar, Teresa, Noé, María, Carlos y Marcos, seguidos por su madre Gabriela Ireta, quien espanta a los perros callejeros de sus hijos y los ayuda a evadir los charcos y hoyos en el camino. “Ahí viene Mamá Pato y su patitos”, dicen los habitantes del pueblo. En su desordenada casa de una sola habitación, seis mochillas cuelgan de la pared, seis platos con pollo y frijoles se alinean en la mesa para la cena, seis bicicletas ysus respectivos cascos protectores están un esquina. Los varones duermen en una cama y las niñas en otra. En las mañanas, ellos se bañan en grupos y salen disparados por la puerta de la casa para llegar a a la escuela. Los conductores de los camiones hicieron doble turno. Los compañeros de clases empujaban para echar un vistazo. Los maestros vinieron desde muy lejos para estudiar su progreso. ¡Sextillizos! En esta parte de México, el estado central de Guanajuato, nunca antes habían visto algo así. Solamente otros cuatro grupos de sextillizos existen en todo México. “Los vimos como una bendición”, dice Janet Ramírez, quien observa a la familia caminar por su casa camino a la escuela.

FOTOS: LOS ANGELES TIMES

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Los pequeños, que ahora tienen 8 años, se sientan en la casa que se construye con el dinero ganado por su padre en EE.UU.

Pero otros no sabían qué hacer con los sextilizos, quienes se presentaron una mañana hace tres años, no mucho antes de cumplir su sexto cumpleaños. Cuando Teresa y María saltan la cuerda, cuentan en inglés. Y los niños prefieren pasar un pelota de futbol americano que patear una pelota de futbol. Ya en la casa, los niños acosan a su madre con múltiples preguntas: ¿Cuándo veremos a nuestro padre de nuevo? ¿Cuándo cada uno de nosotros tendrá su propia cama? ¿Por qué nos llaman gringos? Carlos, el más tranquillo y curioso del grupo, no puede entender por qué él y sus hermanos no pueden montarse en un avión y viajar a California a ver su padre. “Porque yo nací en México”, explica la madre. “Y si trato de cruzar la frontera para llegar a EE.UU., la policía me agarrará y me meterá en la cárcel”. Era el verano de 2004, y el vientre de Gabriela estaba a punto de explotar tras 30 días de reposo absoluto en la cama del Centro Médico de la Universidad de California en San Diego. Benigno, su esposo de 32 años, quien se ganaba la vida como pintor de brocha gorda, sujetó su mano mientras 40 doctores y enfermeras se reunían en la sala de parto.

Benigno, padre de los sextillizos, prepara regalos para sus hijos en México.

Gabriela, entonces de 24 años, sufría de desbalance hormonal y síndrome de ovario poliquístico, lo que impedía que sus huevos fueran fertilizados. Las píldoras de fertilidad no habían funcionado y comenzó a inyectarse hormonas para poder quedar embarazada. Dicho tratamiento era demasiado caro para dos inmigrantes como Gabriela y Benigno, quienes estaban en el país sin documentos. Como indocumentado, Benigno llevaba en ese entonces 10 años yGabriela cuatro. Su doctora, Johanna Archer, pagó por el tratamiento. “Sentí que ellos merecían

la oportunidad de tener un hijo”, dijo la doctora. Benigno mostró su agradecimiento de la única forma que podía. “Él se ofreció a pintar mi casa”, sostuvo Archer. Archer pensó que las inyecciones ayudarían a fertilizar por lo menos dos huevos de Gabriela. El 15 de septiembre de 2004, los bebés fueron naciendo en un lapso de seis minutos cada uno. El parto se adelantó cinco semanas y el peso de los sextillizos osciló entre 1libra y 14 onzas y 2 libras y 4onzas. Omar y María tenían el

sistema inmunológico muy débil y presentaban condiciones hematológicas, pero a pesar de las diversas condiciones, no presentaban señales de parálisis cerebral u otras discapacidades asociadas a embarazos múltiples. Se cree que fueron el primer grupo de sextillizos en el condado de San Diego. Las enfermeras animaron a los padres a que hicieran público el nacimiento de los sextillizos para que recibieran donaciones. Una estación de televisión por cable les preguntó si estaban dispuestos a realizar un show. Otros dos grupos de sextillizos nacieron ese mismo año en Estados Unidos, incluyendo a los Gosselin de Pennsylvania, quienes eventualmente se convirtieron en estrellas tras el espectáculo por la teleserie que protagonizaron. Pero en su camino de la casa al hospital, Benigno evitaba las cámaras y los medios de comunicación locales, y nunca reveló que él era el padre de los sextillizos. Tenía una razón para mantenerse en el anonimato. “Fue todo muy secreto. Algunos de nosotros queríamos escribir a Oprah y obtener alguna ayuda”, dice Jenny Leavens, una de las enfermeras que cuidó a los sextillizos mientras estaban en unidad de ciudado intensivo de neonatal. “Pero ellos estaban aterrorizados con la posibilidad de ser deportados”. Finalmente, Benigno fue detenido por las autoridades mientras trabajaba, y la corte le propuso un trato: él se quedaría a trabajar y su esposa sería deportada. La familia decidió que los niños se irían con ella, mientras el padre trabajaba en EE.UU. Sin embargo, Benigno no podrá hacerse residente y posiblemente su esposa nunca podrá arreglar documentos, lo que hace que el futuro de la familia sea incierto. Esta historia de Richard Marosi aparecerá en su versión completa en hoylosangeles.com. CONOCE MÁS DE ESTA HISTORIA EN...

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