Mirar con los ojos del corazon

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1º de Mayo 2011, Día del Trabajo, festividad de San José Obrero Un año más, el desempleo sigue siendo nuestra preocupación, ya que este problema está afectando a muchas personas y familias y porque les afecta de manera determinante. Perder el trabajo no es solo la falta de ingresos estables y suficientes para el sostenimiento propio y el de la familia; supone también la negación del ser, el empobrecimiento de la propia humanización personal y social. Desde el Secretariado de Pastoral Obrera y del Trabajo de Granada proponemos conocer la vida de los parados; buscarla en personas cercanas, concretas; acogerla y reflexionarla, al mismo tiempo que reflexionamos nuestra propia realidad personal y comunitaria y las posibles respuestas que, junto a otros, la Iglesia estamos llamados a dar para aliviar la angustia, para anunciar la esperanza y cambiar la realidad.

Mirar con los ojos del corazón

1º de Mayo de 2011


Mirar con los ojos del corazón (Ideas para la reflexión) En 2008 se destapó la crisis que estamos padeciendo. Sus orígenes son conocidos y se han derramado ríos de tinta y se van a seguir derramando, porque la cosa no ha terminado ni está claro cuándo ni cómo acabará. Tampoco sabemos el cariz que tendrá lo que surja. Sí podemos asegurar que hoy hay unos ganadores y unos perdedores. Los que han ganado son las grandes fortunas, las grandes empresas, los especuladores financieros y la banca, que hoy son mucho más ricos. Los perdedores, las víctimas, los empobrecidos son quienes han visto mermados los derechos laborales, empeorado sus condiciones de trabajo y, especialmente aquellas personas que han perdido el trabajo, su modo de ganarse la vida. Muchos de ellos son jóvenes, sin esperanza de trabajar en aquello para lo que se han preparado y están vocacionados, son los inmigrantes que han perdido de golpe el horizonte, son las familias hipotecadas que no saben hacia donde ir…Personas que, con una vida laboral más o menos larga, de pronto, y sin saber bien las causas, se han encontrado sin remedio en la calle, sin ilusión, sin autoestima y con el estigma del parado, inservibles e invisibles. Son una multitud silenciosa y silenciada por un sentimiento de fracaso personal, que les lleva a pensar que no han sabido mantener el empleo, que no son capaces de mantener su familia,…la mayoría no aparecen en nuestras vidas ni en nuestras parroquias, no aparecen por Cáritas ni por los servicios sociales, pero están necesitados de apoyo, de esperanza. Los tenemos a nuestro alrededor, embargados por la angustia y muchos, por las deudas, pero sabemos muy poco de su nueva situación. Cerca de nosotros están algunas de esas casi cinco millones de personas que han perdido el trabajo en España (casi un millón en Andalucía). Mujeres y hombres, familias, a quienes les ha cambiado radicalmente la vida, porque con el empleo, no solo han perdido la capacidad de ser económicamente independientes y sentirse socialmente útiles, también han perdido los proyectos y están perdiendo la esperanza. Ven como se les niega la capacidad de ser. Agotados los subsidios y las ayudas, empieza a haber quien no tiene medios para satisfacer las necesidades básicas de alimento, agua, luz,… y en muchos casos peligra la vivienda por el impago de la hipoteca o el alquiler. Sabemos que el “dios mercado” no soluciona los problemas ni satisface las necesidades vitales de todos. Más bien sirve a unos intereses egoístas que se valen del afán individualista que a todos se nos ha inoculado y que nos hace ver sólo por nuestros ojos y nuestros intereses. Esto forma parte de la crisis moral en la que también hemos caído. Hoy, como en otros momentos de la historia, los profetas podrían decir que el trabajo perdido, los salarios no cobrados, las oportunidades dilapidadas para nuestras familias han llegado a oídos del Señor. Los trabajadores y trabajadoras somos víctimas de la deshumanización. Por eso urge preguntarse cómo vivimos, cómo consumimos, que hacemos con los ahorros, que uso le damos a nuestros bienes (que tienen destino universal), cómo empleamos el tiempo, cómo desarrollamos nuestro trabajo. Los cristianos somos seguidores de un crucificado/resucitado que nos enseña que “Hay algo que es más fuerte que la misma muerte, es el amor.”

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También nosotros, en esta sociedad y en esta cultura en que vivimos, ante efectos como los que está provocando la crisis, creemos que el problema es solo económico, pensamos como el mercado, como el sistema: que la solución vendrá de hacer cambios en la economía. Esta estrechez de miras nos está dificultando dar respuestas humanizadoras y transformadoras. La Iglesia nos anima a que esta situación no nos paralice. Más bien a que, condoliéndonos del dolor que la crisis provoca en las víctimas, descubramos oportunidades para manifestar el amor del Padre por todos sus hijos. Para ello necesitamos “un corazón que ve”, al estilo del samaritano, que no busca excusas ni juzga, mira la realidad del prójimo apaleado, ve a la víctima con los ojos del corazón y actúa, se hace cargo, le acompaña. Éste es nuestro trabajo. No podemos estar satisfechos solamente con el reparto de alimentos. Las parroquias, las comunidades, los movimientos, todos y cada uno de nosotros no podemos quedarnos indiferentes ante tanto dolor, tanta angustia y desesperación. La fe en el Resucitado nos mueve a que salgamos de nosotros mismos y, junto a otros, hagamos visibles las experiencias de comunión, de convivencia, cooperación y fraternidad, a unir amor y justicia y poner a las víctimas en el centro de nuestras preocupaciones y acciones: ejercer la caridad política. Es por ahí por donde hoy podemos experimentar y anunciar la Resurrección. Enlace para ver el vídeo: Mirar con los ojos del corazón http://www.youtube.com/watch?v=0aiL0K-p9U4

Algunas ideas para la acción: - Hacer habitual en nuestra vida la normalidad del Evangelio. Nuestra vida personal y familiar debe estar configurada desde la pobreza, no por la falta de recursos, sino porque compartimos lo que tenemos y ganamos con nuestro trabajo. Por la humildad, porque somos capaces de recibir y acoger lo que otros aportan. Por el sacrificio, porque sabemos que conseguir un mundo nuevo necesita esfuerzo y renuncias. - Hacer de nuestras vidas caminos de encarnación con las víctimas. Desde Jesucristo, sólo podemos ser fuerza de liberación y salvación para las víctimas siendo carne de su misma carne. Conocer su realidad y sufrirla con ellas, compartiendo lo que tenemos, generando espacios de comunión. Nuestras parroquias, comunidades, movimientos y asociaciones tienen que salir de sí mismas para sentir y entender a los parados, a los precarios, a los jóvenes y a las familias obreras pobres, a los inmigrantes y buscar con ellos y junto a otros, respuestas que muestren formas de vivir en las que los empobrecidos sean acogidos y puedan vivir desde la comunión. - Poner del revés la normalidad de cómo sentimos, pensamos y actuamos ante el cambio de sociedad, la crisis y las víctimas que está generando. Es fundamental ponerles rostro a las cifras, difundiendo la realidad que viven, denunciando las causas y las consecuencias y ayudando a entender la lógica que las provoca. Es necesario evangelizar la cultura, haciendo visibles otras formas de convivencia, de cooperación y fraternidad que muestren la normalidad de vida que propone Jesucristo, poniendo del revés los valores y las maneras de vivir y entender que están extendidas en nuestra sociedad.

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- Desde las comunidades más pequeñas hasta las más amplias, hemos de construir estructuras, iniciativas, normas y leyes que sean liberadoras. Hemos de desarrollar la caridad política. Unir amor y justicia. Promover la participación en organizaciones que luchan contra las consecuencias de la crisis y del cambio social y contra las causas que generan tanto dolor. Potenciar la actividad sindical a favor de los empobrecidos del mundo obrero es fundamental, junto a experiencias organizativas de amor y comunión que visibilicen realmente, que ayuden a transitar hacia: otro mundo, otra política, otras finanzas y economía, otra cultura, desde el protagonismo de las víctimas. - Ir haciendo que la comunidad cristiana sea parte de este trabajo con su testimonio y compromiso, junto a las víctimas, aportando signos (Vigilias, Concentraciones, Eucaristías, Marchas… mostrando que es la Iglesia de los pobres, anunciando y denunciando proféticamente, con su palabra y con su vida que el Resucitado está del lado de las víctimas.

Cuestionario para el trabajo personal y de grupo ¿Conozco las consecuencias del paro en personas o familias concretas? ¿Puedo narrar su situación? La parroquia, movimiento o asociación a la que pertenezco ¿cómo me ayuda o me puede ayudar a profundizar en la situación del desempleo y a buscar formas de anunciar a Jesucristo en esa realidad? ¿En qué tiene que cambiar mi vida y la de mi familia para que seamos un testimonio cristiano y no un escándalo para quienes viven las consecuencias de la falta de trabajo? ¿Qué tendríamos que cambiar en mi parroquia, movimiento o asociación para empezar a acoger la vida y situación de las víctimas? ¿Qué puedo hacer en mi pequeño mundo para dar los primeros pasos de encarnación entre las víctimas y para buscar su promoción? ¿Qué puedo hacer para que mi vivir y el de quienes me rodean esté cada vez más configurado por la pobreza, la humildad y el sacrificio?

Diócesis de Granada Secretariado de Pastoral Obrera y del Trabajo

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