Mi elogio al "Capitán" a Gerardo Arango Puerta, S.J.

Page 1

Mi elogio al “Capitán”

A Gerardo Arango Puerta, S.J.

Con inmensa tristeza, en un primer domingo (26 de agosto de 2012), nublado y frío, un Mono desolado se enfrenta a estas páginas en blanco para consignar en ellas los primeros recuerdos que sobreviven y se erigen como testigo de la experiencia maravillosa surgida en larelación estrecha que en buena hora me unió a un grande. Lo hago como ayer, con el afán de ayudarle a la memoria frágil que inexorablemente será desafiada por un rival muy poderoso, el tiempo, en un combate desigual frente al olvido, una memoria que a partir de ahora no tendrá nuevas provisiones y solamente deberá nutrirse del pasado porque la historia del Padre Arango entre nosotros terminó. Ahora pienso que su sery esa manera de vivir a borbotones nos hizo olvidar que era un mortal y que si bien, pocos meses después de mi nacimiento, él cumplió apenas 20 años de edad, entre mis cuentas no estaba su desaparición, ni mucho menos empezar a caminar sin su compañía. Esto explica por qué su repentina y desconcertante desaparición nos ha conmovido profundamente; por qué estas páginas escritas como crónica de un adiós inesperado y recuerdo ilustrado de andares compartidos. Se podría decir que lo que sigue es “el Gerardo del Mono”.

Hacia las 2:30 de la tarde del jueves pasado, 23 de agosto, un puñado de familiares y amigos, con gran serenidad y también estupefactos, entregamos a los responsables del crematorio, los despojos mortales del Padre Arango. Ya habíamos retirado las dos banderas, el tricolor javeriano y el del Colegio que llevan el nombre de ese coloso que fue San Francisco Javier, que en las últimas horas habían cubierto con cuidado aquel féretro que ahora desaparecía detrás de una pequeña lámina metálica que silenciosamente se deslizó para cerrar una bóveda de paso, en las mismas entrañas del mundo de los muertos. También habíamos recogido la corona de laureles que recordó a todos las luchas y victorias del héroe caído, y ese manojo de crisantemos amarillos que llegaron del sur en las manos de un niño del Colegio de Pasto que así quiso rendir homenaje a su Rector. Esas hojas y flores daban testimonio del homenaje sentido y multitudinario que horas antes se le había tributado a un gran jesuita. Concluido el rito, abandoné el cementerio acompañado por María Cristina Franco y Jimmy Castillo, amigos del Padre y amigos míos, por fortuna.

Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012 1

Una llamada recibida a las 8:54 de la mañana del miércoles 22 de agosto, Fiesta de Santa María, Virgen, Reina, dividió de nuevo el curso de la vida. Era una amiga común, de muchos años, Mónica Betancur, quien en medio de lágrimas, me informó que el Padre Arango se había muerto. Estaba yo sentado en el Auditorio Luis Carlos Galán, -inaugurado por el Rector Arango en 1993-, esperando la llegada del Presidente de la República que debía instalar un evento académico de la Facultad de Ciencias Jurídicas. Apenas pude preguntarle, “¿Gerardo?”, con una ilusión vana, porque el mensaje era absolutamente claro. ¡Increíble!

Con la noticia guardada en mi pecho, resistí la ceremonia. Al concluir, encontré la mirada angustiada de Cony, la fiel secretaria del Decano del Medio Universitario que soy yo, y Martha Juliana, Secretaria de la Facultad, que estaban listas a comunicarme lo que yo ya sabía. Solamente les dije, “ya sé”, y corrí a la soledad de mi oficina donde unas primeras lágrimas corrieron. Decidí buscar en el correo electrónico esa foto tan linda que nos tomaron en mi oficina de la Rectoría, en 1998, donde estábamos frente al computador, uno al lado del otro, trabajando, tal como lo hicimos durante 8 años continuos; foto que hacía poco había enviado a Alma Nohra Miranda, Subdirectora del Archivo Histórico, haciéndole notar el valor que tenía 20 años después de promulgada la Misión y el Proyecto Educativo de la Javeriana. Finalmente, me decidí a correr al Hospital para reunirme con el Padre Arango muerto. Así fue. ¡Era verdad! Tendido en la cama de la habitación 906, yacía él. Parecía plácidamente dormido, algo inclinado hacia la ventana que da al Edificio Central, donde estuvo su oficina,en el segundo piso, y también su residencia, en el quinto y sexto. Recuerdo la fascinación que le causó a Mamá, la habitación del Padre Arango, en su austeridad y pulcritud: un hombre ligero de equipaje, cargado de sueños y afectos, que no apegos. Permanecí unos momentos a su lado, quería fijaraún más en mi memoria, las facciones de su rostro, su perfil, y traté de rezar. En el corredor de ese inolvidable piso del Hospital, el noveno, tan caro a mis afectos, permanecí hasta cerca de las 11 de la mañana, cuando el cuerpo, envuelto en sábanas blancas, fue retirado en una camilla. Junto a Carlos Alberto Arango, su sobrino querido, el médico maravilloso y amigo entrañable, Mónica Betancur y Martha Rocha, la Secretaria de la Facultad de Medicina, lo despedimos frente al ascensor. Absolutamente impresionado, en compañía de Mónica, regresé a la oficina donde recibí el pésame del Doctor Bernardo Gaitán Mahecha y de Jorge, su hijo, primeros de una largalistaque me ha estremecido desde entonces. Poco después, recibílallamada del Padre Rector, quien sabía de la pena compartida. Apenas pude contestarle su saludo y por supuesto, acepté su petición de escribir una breve semblanza del Padre Arango para los medios de comunicación, lo que con elapoyo de Mónica hicepoco después. Bajosu nombre anoté. “Forjador de sueños y de nuevas realidades”, porque eso fue el Padre Arango.

2
Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012

Yaen latarde fui ala CapillaSanFrancisco Javier, donde elP. Antonio José Sarmiento había dispuesto todo para la velación, con el apoyo de Ana Teresa Salamanca, la responsable de los asuntos logísticos. Horas después, antes de las 4 de la tarde, llegó el coche fúnebre. Un grupo pequeño de javerianos, entre ellos Javier Forero, Director de Recursos Físicos, y Andrés Barbato, Asistente del Vicerrector del Medio Universitario, recibimos el féretro y lo llevamos por las gradas hasta la capilla para ubicarlo bajo la protección del crucifijo procesional hecho de madera. Los cirios fueron encendidos y el desfile de personas no se hizo esperar; tampoco la ofrenda floral. Los jesuitas Gerardo Remolina, -su compañero de camino desde el ingreso al noviciado, luego su Provincial y sucesor en la rectoría-, Álvaro Restrepo, otro Provincial que nos acompañó como un papá en Roma-, Alberto Gutiérrez, -su primer Vicerrector del Medio Universitario y colaborador de tantas horas-, y por supuesto, Eduardo Uribe, su entrañable amigo, también Vicerrector, llegaron consternados. Nadie podía creer que el hombre que horas antes había llegado al Hospital con el fin de someterse a un procedimiento sencillo, ambulatorio, era el mismo que se encontraba inmóvil, sin vida, de rostro cadavérico, en ese cajón, revestido con los ornamentos sacerdotales que honró, y de qué manera, a lo largo de su vida. En esa misma capilla, hace ya años, acompañé al Padre Arango en una Eucaristía inolvidable. Entonces me sorprendió al pedirme que leyera el Evangelio y que durante la homilía, magistral como lo fueron siempre las suyas,repitiera trozos según sus indicaciones, que él iba comentando Pues sí, allí estábamos de nuevo, juntos, él sin la voz, poderosa y convincente, del orador excelso que en su acento develaba sutilmente su raigambre antioqueña; ahora solamente podía hablar con la voz del testigo, que nunca se pierde, que incluso en el mutismo asombroso de la muerte se levanta para entonar un himno a la grandeza de Dios. Ya no eran necesarias sus palabras. Todo lo que tenía que decirestaba dicho; y lo que tenía que hacer, estaba hecho. “Misión cumplida”, proclamarían con gran acierto los Scouts de Colombia al concluir los funerales y aplaudir a un hombre que vivió bajo sus ideales.

Esa noche de miércoles, en la Celebración Eucarística que presidió el P. Horacio Arango, S.J., sobrino del Padre Gerardo, no menos noble que su muy querido tío, a quien conocí como Provincial de la Compañía de Jesús, nos recordó el sentido de la muerte, su limitado poder para el hombre de fe. Ante todos los presentes, hizo una hermosa reflexión que apuntaló en preguntas como “¿Alguien podría imaginarse a Gerardo quieto?”, y más adelante, “¿Dónde está ahora Gerardo?”. Su mensaje fue categórico: “Gerardo está vivo y resucitado en medio de nosotros, vive en Dios para siempre, sin limitaciones, y nos ayuda a vivir nuestra experiencia de fe”. También dijo, y pude anotarlo, “el riesgo es vivir en Dios”,

3
Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012

y advirtió que ese fue precisamente el mayor que corrió el Padre Arango, hombre de osadías. Esta homilía, como la de las exequias, fue motivo de gran consolación.

La hora de la despedida llegó el día jueves. Así lo anunció el aviso de la Universidad publicado en El Tiempo. ¡Increíble! Acompañado por nutrida concurrencia, salimos de la Capilla y al cruzarla vía de acceso a Urgencias, los hombres de seguridad pusieron sobre sus hombros el féretro. Entonces caminamos, a paso lento y en medio de un silencio escalofriante, llegamos hasta la puerta principal del Hospital San Ignacio, obra de todos los afectos del Padre Arango. Allí se habían agolpado médicos, enfermeras y demás miembros de esa institución y de la Facultad de Medicina. Allí nos detuvimos por unos minutos mientras un maestro de música interpretó aquel hermoso solo de trompeta titulado “El silencio”. Terminado este rito que arrancó de nuevo lágrimas y sollozos, depositamos el féretro en el coche fúnebre y nos desplazamos hacia el Coliseo de la Universidad, recorriendo la vía perimetral de la Javeriana: la calle 45 y luego el tramo de la circunvalar que desemboca en el Parque Nacional. Íbamos los dos, como tantas veces, él me hablaba ahora y yo le respondía de un modo tal que la señora que conducía el automóvil no podía entender. En la entrada de la Javeriana esperamos la señal de ‘todo listo’ en el Coliseo para asegurarnos que el comienzo de la ceremonia estuviera en todo de acuerdo con el protocolo señalado para los funerales de un grande de la Universidad. Y así, fue. ¡Así fue!

En hombros, cubierto por las dos banderas, en un imponente escenario colmado de personas verdaderamente entristecidas, que guardaron un impresionante silencio, entró el eximio Rector, mientras la orquesta y los coros entonaban el “Réquiem” de Mozart. A su encuentro salieron el Padre Horacio, quien presidiría la ceremonia, acompañado por los jesuitas Francisco De Roux, Provincial, Joaquín Sánchez, Rector, Juan Vincente Córdoba, Obispo y Ex Decano, y Gerardo Remolina, Ex Rector y Provincial. Alrededor de cien sacerdotes esperaban también de pie, a un costado y otro del lugar señalado para el féretro, de nuevo bajo la protección del mismo Crucifijo.

Los funerales tuvieron la solemnidad que correspondía. En su homilía el Padre Horacio, muy conmovido, -el amor del sobrino al tío era evidente y bien correspondido; él mismo aclaró cómo ese lazo entrañable que los unió no afectó en nada el mutuo respeto que se tenían el uno por el otro-, hizo énfasis en un rasgo fundamental del Padre Arango: “construyó su casa sobre roca”. De nuevo la voz del sacerdote resultó reconfortante pues fue al fondo de la importante obra realizada que tanto reconocimiento ha merecido: la idea era crearlas condiciones de posibilidadpara que Dios pueda actuarcon eficaciayel mensaje de Jesús se arraigue en el mundo y lo transforme. Sí, el Padre Gerardo fue un gran

4
Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012

constructor, pero no de edificios simplemente, sino de espacios que promovieran el desarrollo del serhumano en un horizonte determinado por su inalterable dignidad. En el momento del saludo de la paz, fui hasta donde se hallaba el Padre OscarMejía, S.J., muy amigo suyo. Saludé también a Raquel de Haimes, Irma Melo Frank y tantas personas otras personas: Pablo Quintero, María Dolores Pérez, Janeth de Castro. Al final de laceremonia, el rito del inciensofue especialmente conmovedor. Una pequeña bandeja con carbones ardiendo fue colocada sobre un ligero soporte metálico. El Padre Germán Bernal, S.J. luego de esparcir el agua bendita, echó sobre las brasas los granos de incienso que se hicieron humo y aroma. En seguida se organizó la procesión de salida con el féretro en hombros, precedido por los sacerdotes que presidieron y los familiares del Padre Arango. De nuevo las notas del “Réquiem” marcaron el paso lento de este adiós que al terminar la pieza de Mozart fue seguido del Himno de la Universidad. Ante estas notas marciales, el corazón abierto que en todos palpitaba con dificultad se encogió aún más.

Siguieron los saludos y los abrazos, entre ellos el del Padre Jaime Bernal, S.J., fiel Secretario General durante el rectorado del Padre Arango. ¡Cuántos amigos!¡Cuánta tristeza! Derepente me encontré nuevamente solo, en el coche fúnebre, acompañado por la señora que conducía. Salimos entonces, sincaravana,hacia elcementerio de Chapinero, lugarde esedoloroso y definitivo desprendimiento que solamente encuentra sentido en el abandonar al otro a los brazos de Dios,del Dios que es amor. No olvido que un joven, de comportamiento algo extraño, corrió junto alcarro durante laprimera parte del trayecto. Paraba cuando parábamos, y empezaba a correr cuando el auto avanzaba. Al salir hacia la carrera 17 ya no pudo seguirnos. Él también había estado en la capilla ardiente, un largo rato de rodillas, junto al féretro.

Así transcurrieron esas 31 horas de conmoción extrema que nos hicieron saberque el Padre Arango se había ido para siempre, que no habrá más llamadas telefónicas ni mensajes de correo electrónico con indicaciones con sabor a mandato, y que hicieron evidente, -y de qué manera-, el respeto y aprecio que se había ganado a punta de corazón. Porque fue su entrega apasionada a los otros y a las instituciones donde trabajó lo que explica sus resultados.

Ya en mi apartamento, este fin de semana, me dediqué a buscaralgunas fotos y papeles que sirven ahora de mojones a tantos andares compartidos. Lo primero que quise tener de nuevo entre mis manos fue la tarjeta escrita de puño y letra el 18 de septiembre de 1995, con motivo de mi 40º cumpleaños, y que dice así: Mono, entre muchas gracias que Dios me ha dado sobresale el haberte tenido como amigo: cuántas cosas que la gente cree que son mías, te las debo a ti! Recibe un cordial abrazo de cumpleaños y todo mi cariño agradecido!

¡Qué tal! Solo la generosidad de un hombre que sabía bien de esta virtud, explica sus palabras. Cierto es que alcanzamos un alto grado de compenetración, que casi podía

5
Carlos Julio
Cuartas Chacón,
El Mono - 22 de noviembrede 2012

leer su pensamiento y escribircomo él lo haría. Por supuesto, nunca dejé de verlo como el Rector, como mi superior, un hombre grande que sin dificultad alguna prestó sus hombros para que yo me trepara sobre ellos y pudiera ver más lejos, según la celebrada frase de Newton que cité cuando proclamé mis primeros gigantes. Y en mis archivos descubrí otra tarjeta similar, de diciembre de 1992, en términos no menos cariñosos. El texto es el siguiente:

Mono, ser tu compañero de trabajo es delicioso. Pero ser tu amigo es algo de Dios! Feliz Navidad y un 93 tan fructuoso como este!

Sí, fui su amigo y él fue el mío, siendo tan distintos pues nunca he sido hombre de fincas y ganado, de perros y animales, tampoco de vitalidad rebosante y ritmo de trabajo intensivo. Él lo aceptó. Solamente una vez el Padre Arango me pidió que lo acompañara en una salida de fin de semana por la Sabana. Yo vestía como para ir a tomar café a Il Pomeriggio en el Centro Andino, con zapatos negros y pantalón de paño Príncipe de Gales. Por supuesto, debí permanecer un buen rato junto a una cerca, mientras él, con botas pantaneras y perrero, se adentraba en un potrero lleno de vacas que a mí me espantaba. Nunca más recibí una invitación similar. Sin embargo, él apreció mis talentos y limitaciones, se apoyó en mí, y sobre todo, se la jugó conmigo: ¡confió!

Un hecho memorable tuvo lugar cuando inauguramos el busto del Sabio Caldas, -uno de los cinco que adquirió del estudio de Fernando Montañés-, en la plazoleta de Ingeniería y me pidió que le preparara un texto para que él lo leyera, lo cual hice de manera diligente. El 27 de mayo de 1997, ante toda la concurrencia, el Padre Arango decidió improvisar su mensaje, y por supuesto, quedé sorprendido y algo aburrido. Al terminar su breve intervención, sacó del bolsillo las páginas de mi escrito, que le había impreso y, palabras más, palabras menos, dijo: “Ustedes acaban de escuchar al Padre Arango. Ahora sí les voy a leerel discurso del Rector Cuartas”. ¡Qué detallazo! En este gesto se demuestra su simpatía y humor, también el aprecio hacia el trabajo de otros y su desapego a las posiciones de privilegio.

En la cotidianidad de un trabajo compartido en el segundo piso del Central todos estos sentimientos que se fueron delineando, donde nos encontrábamos, cruzábamos papelitos y conversábamos, se hicieron evidentes en el momento en que debimos separarnos pues el período rectoral terminó. No olvido aquel momento en que con Ángela De Toro y el Padre Arango, en su despacho, él

6
Carlos Julio
Cuartas Chacón,
El Mono - 22 de noviembrede 2012

redactaba unas últimas líneas del Informe o del discurso, y yo no pude contener los sentimientos y arranqué a llorar. De pie, de espaldas, mirando sin mirar por la ventana que daba a la séptima, dejé salirel pesar atrapado ante la inminente despedida. Amigo que soy de escribir y registrar lo sucedido, hice tres notas que por fortuna conservo, la primera, el 13 de septiembre. Era domingo y estuve en la Javeriana, preparando los textos para la ceremonia del martes siguiente, día de posesión del nuevo Rector. El viernes anterior el Padre Arango, luego de muchos agasajos, había entregado su informe al cuerpo directivo de la Universidad. Al final escribí: “Termina para mí una época también: la del jefe Arango…”.La siguiente nota la hice el 17 de septiembre, jueves. “Vivo el guayabo de la despedida del padre Arango, -así empecé el texto-, quien entregó el cargo”. La última nota fue el jueves 24 de septiembre, jueves, día en que viajó a París el Padre Arango. Ahí registré el almuerzo que tuvimos en Medicina con Jaime Alvarado y Mary Bermúdez, y la despedida en la puerta de del Edificio Central sobre la séptima, donde junto a Alexandra leal y Roberto E. Montoya le dimos un abrazo.

Cronológicamente, a estas notas les sigue el fax que el Padre Arango me envió desde la Curia General, escrito el domingo 11 de octubre de 1998, que laluz ha ido deteriorando, pero que por fortuna el Mono precavido fotocopió a tiempo. Fue escrito de puño y letra en papel con membrete de la Curia Pratpositi Generalis, en Borgo S. Spirito, 4, Roma Lo transcribo en seguida:

Querido Mono:

Hoy te he tenido todo el día en la cabeza: desde esta mañana en la canonización de Edith Stein, la asistente de Edmund Husserl, mártir que se había convertido y luego monja Carmelita, hasta ahora en la noche tranquila de Roma, a todo el frente de la cúpula de San Pedro!

Muchas veces he querido escribirte esta carta y no he podido. La mayoría de ellas ha sido porque he querido expresar en palabras lo que es inefable. Hoy decidí no intentarlo, sencillamente vengo otra vez a estarcontigo y a soñar contigo. Esta es la mejor manera de decirte que no tenerte cerca me cuesta mucho y me hace crecer más despacio.

Cómo voy? Tratando de asimilar que mi vida cambió muy radicalmente. De esa inmensa actividad que tú viviste tan de cerca a un tener que empeñarme a pensar cómo llenarel día, en la reuniones de Columbus (Junta Directiva), de la Fiuc (también el Consejo de administración), de Cinda (la task force) y de la Unesco (Congreso mundial de la Educación Superior) tuve que gastarmucho tiempo y muchas energías para explicara mis amigos que no podía hablar en nombre de la Javeriana y que como

7
Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012

no seguiría trabajando en Educación Superior no podía seguir colaborándoles. Ellos fueron muy gentiles y querían que continuáramos. Logré que solo sea hasta marzo cuando entregaré la presidencia de Columbus.

Y aquí? Aún me siento muy solo. Hoy estuvimos pensando qué será lo que tengo qué hacer: recuerdas la carta? esa no es nada!... Tendremos que pensar en reorganizaciones más profundas y más difíciles. Ya te contaré. Cómo vas tú? Lograsteterminar las Actas que faltaban? Publicasteel informe? Yo sigo pensando la idea de fotocopiar al archivo de aquí referente a la UJ.: te apuntas?

Gerardo Arango P., S.J.

El Informe de su rectorado entró en circulación cuando yo ya estabaen Washington, a donde llegué en enero de 1999. Un trabajo muy lindo que nació en hojas escritas de puño y letra por el Padre Arango, prácticamente sin enmendaduras, en las cuales dejaba espacios y anotaciones sobre datos que después deberíamos completar. Estos folios hoy los guarda elArchivo Histórico Javeriano. Un texto impresionante que da cuenta de una obra fantástica que sacudió profundamente a la Universidad y le dio un impulso que aún es responsable del desarrollo actual. Son memorables la carátula del Informe así como las de los dos libros que publicamos como memorias del congreso organizado para conmemorar elV centenario del natalicio de San Ignacio y el foro de estudio sobre la realidad nacional con miras a la formulación de la Misión.

Pasaron los años y la comunicación con él fue esporádica. Por supuesto sabía dónde andaba: Roma, en la Gregoriana; Bucaramanga, en el Colegio San Pedro, donde lo visité en una ocasión. Ahora bien, yo sabía que en diciembre de 2007, mes muy doloroso para mí por la muerte de Mamá, ocurrida el 6 de noviembre anterior, había recibido un correo electrónico del Padre Arango con sus expresiones de condolencia y cariño. Sabía también que le había contestado, y recordaba que su fortaleza, que era la del hombre que echó cimientos sobre roca, y el afán de verme al otro lado de la conmoción que yo enfrentaba y él imaginaba con acierto, me habían estremecido, pues entonces solamente quería llorar y seracompañado en mi llanto. En algún lugardebía estarla copia de esos mensajes. Al fin los encontré, sorpresivamente, en una de las cajas de retratos que exploraba buscando fotografías del Padre Arango. Los textos merecen su transcripción completa pues delatan su sabiduría y la amistad que siempre nos unió.

Enviado el: Sábado, 08 de Diciembre de 2007 05:07 p.m.

Para: Carlos Cuartas Chacón

Asunto: Un abrazo cordial aunque sea virtual…

Carlos
de 2012 8
Julio
Cuartas
Chacón, El Mono - 22 de noviembre

Querido Mono,

Me habría gustado mucho poder acompañarte en el funeral de Doña Julia. Pero esos días eran los finales del año escolar con lo que significa para un rector semejante trabajo. Además, te soy sincero, en esos días no habría podido hablar contigo como lo quería. Te llamé varias veces al celular, pero no pude comunicarme, Roberto Montoya te debió llevar mis saludos y mi solidaridad, pero me hacía falta charlarte. Fue lo que te dije por teléfono. No creo que sea bueno detenernos a charlar sobre quién fue tu mamá y la falta que te tiene que estar haciendo. Eso se da por supuesto. Prefiero mirar objetivamente a lo que está sucediendo y ver si puedo hacerte llegarunas sugerencias. Tú me habías dicho que me mandarías la dirección de tu sobrino en USA para que te escribiera por medio de él. Pero no me la mandaste. Entonces te escribo a la dirección de siempre y espero que alguien me haga el favor de reexpedírtela.

Lo que te quiero sugerir, Mono, es lo siguiente: creo que ser amigo tuyo en esta circunstancia no es ayudarte a acariciar tu dolor, a volver a los recuerdos, a acompañarte en tener autocompasión. Creo que ahora, como ha sido siempre nuestra amistad, debo ayudarte a mirar alfuturo, acomprender lo que elSeñor quiere de ti, que entre paréntesis será exactamente lo mismo que Doña Julia te diría. Mira, cuando puedas lee en el evangelio de Juan 20,11-19 una narración que puede ayudarte a comprender qué debes haceren lo que estás viviendo: Jesús habíamuerto, María lo quería mucho y se sentía tan mal que no bien había pasado el sábado, salió corriendo hacia la tumba. Mira su llanto inconsolable. Y aquí vienen las cosas que me parece que debes observar.

1. Jesús está presente, y ella no lo reconoce. No lo siente presente…. y tú?

2. Jesús le habla, y ella lo confunde con el hortelano…. y tú?

3. Cuando Jesús se hace reconocer, ella lo abraza y Jesús la corrige: déjame, debo ir a mi Padre y Vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.

Este punto es especialmente importante: hay que superar la forma de la relación. Ahora esa relación es en otra dimensión. Es necesario acudir ambos, tú y Doña Julia, a Dios y unirse en él. La relación no puede ser como antes, de abrazos, de presencia física, a través de los sentidos, sino en la fe: ella vive en Dios, tú debes subir hasta él para poderte encontrar con tu mamá, gloriosa en el Señor.

4. Queda una cosa: la relación se convierte en una misión: Él la manda a llevar el mensaje. Y ella va, y esa es su nueva forma de relación: llevara otros el mensaje que Jesús le confía. En tu caso, qué quiere decir eso?

Mono, creo que si te detienes en esto, puedes dar un paso muy importante: no te quedes llorándola, sintiendo suausencia.Conviértelo todo en misión. Yo estoy seguro que eso es lo que ella te diría ahora, o mejor, no será que eso es lo que ella te dice a través de mí?

Recibe un cordial saludo y toda mi cercanía espiritual, // Gerardo

Carlos
El
22 de noviembrede 2012 9
Julio Cuartas Chacón,
Mono -

Mi respuesta fue la siguiente:

Querido Padre Arango,

Aquí en Tampa, logré entrar a la página de la Universidad y ver mi correo. Encontré su mensaje que me hizo mucho bien.

Laseparación de Mamá, sibien llególuego de un camino agotador de 15 meses y puso término a una largay hermosa vida, -algunos podrían decir, ¿y qué más quería sitenía 86 años?-, fue una ruptura muy fuerte para un Mono como yo. Aprender a vivir sin ella, o con ella de un modo diferente, tomará tiempo. Aunque el dolor es hondo, no me dejaré consumir por él. Por supuesto, superada la conmoción del acontecimiento, viene el despertar a ese nuevo yo en una circunstancia igual. Y eso es lo que ha ocurrido poco a poco, y aquí en esta casa donde juntos estuvimos para la navidad de 1998 y el 2002, todo me habla de ella…

Al comienzo, aquí, fue más duro, ya me siento un poco mejor…

Anoche leía la carta de condolencia que le envió Jefferson a Adams con motivo de la muerte de su esposa, y él, curtido en la escuela de la aflicción, le decía al viejo amigo que el tiempo y el silencio eran las únicas medicinas, y que servía de consuelo saber que el tiempo pendiente para partir también no era largo.

Haber vivido 52 años junto a Mamá es un privilegio que no todos tienen. Hace poco asistí a los funerales de una alumna de 40 años que dejó a sus hijas de 12 y 10 años. Y en Ibagué nos acompañaron en los funerales los hijos de una buena amiga de mamá fallecidahace50 años cuando suhijo menor tenía 1 año. Estoobliga mi gratitud. Saber que lo que debo vivir es menos que lo ya vivido, también es grato. Por otra parte, mi trabajo y la pasión con que me entrego a lo que hago constituyen una fuerza poderosa para avanzar por estos días.

Lo que me ha quedado claro es la debilidad de mi fe, frente al poder de una cabeza inquieta y un corazón que las supera. Espero terminar pronto una carta a Dios,increíble cómo pasa el tiempo, ya no es al Niño Dios-, con mis preguntas sobre su poder y voluntad, sabiendo que Dios es incomprensible. Pero como Jeremías, tengo algo qué decir desde aquí abajo.

Padre Arango, Usted sabe que Mamá y yo éramos felices. No vivíamos juntos pero cuando lo hacíamos en vacaciones y fines de semana siempre me decía “qué pesar que no podamos vivir los dos”. Ella amaba su casa y su vida de Ibagué, y yo tengo mi espacio en Bogotá. Esa felicidad terminó. Ahora se trata de otra cosa. Su mensaje me ayudará mucho en estos tiempos de grandes reflexiones y preguntas…

No deje de escribirme.

Un abrazo // El Mono

Está claro que el recuerdo del Padre Arango se une de manera especial al de Mamá por el viaje a Roma de 1991, apenas un mes después de festejarsu 70º cumpleaños con una Eucaristía celebrada por él en la Capilla San Pedro Claver, en el Edificio Central de la Javeriana. Durante la semana del 9 al 14 de septiembre tuvimos la extraordinaria oportunidad de contar con su compañía y su guía en esa ciudad que él conocía muy bien.

Carlos
22 de noviembrede 2012 10
Julio Cuartas Chacón, El Mono -

Recordarlo a él en este contexto es pensaren Bernini y Caravaggio, en el mosaico de San Clemente, -él me dijo que esa imagen era la de su registro de ordenación y por eso le compré una reproducción que estuvo en su despacho de Rector-, la fuente de las tortugas, la Plaza Navona, el Coliseo y el restaurante Il Gladiatore, muy cerca de esa edificación monumental, donde almorzamos, invitados por él.

Durante esos días,solamente le tomé una foto a él,creo que sin darse cuenta, frente al Arco de Constantino. Las demás fueron con Mamá. De los tres sólo hay dos fotos, una en las habitaciones de San Ignacio junto al bronce de su cabeza, colocada sobre una columna que representa su estatura, y otra en Castelgandolfo. Allá sucedió lo mejor de todo el itinerario. ¡Qué viaje! Al amanecer del martes 10 de septiembre, en un pequeño auto que le prestaron, el Padre Arango nos recogió en la posada para peregrinos a donde llegamos Mamá y yo, muy cerca de la Plaza de San Pedro, junto a la Iglesia de Santa María alle Fornaci. Él iba al timón, vestido con su clériman (clergyman) que en verdad le lucía. La fotografía que le tomé a él junto a Mamá, en la puerta del palacio apostólico, es muy linda. Él concelebró. De regreso a Roma, paramos en las catacumbas de San Sebastián. Recuerdo que había unos funerales y se escuchaba la marcha fúnebre de Chopin. Ese fue el día más importante de nuestro viaje a Roma: ¡el encuentro con Juan Pablo II!

Por supuesto, nos conmovieron las misas en las camaretas o habitaciones de San Ignacio, y otra en el majestuoso altar levantado sobre la tumba del santo en el Gesù, el sábado, día que nos despedimos, si mal no recuerdo. El Padre Arango fue especialmente amoroso con Mamá, caminaban tomados de la mano y en las fotos él pasaba su brazo por encima de los hombros de ella, cuando no lo prestaba para que Mamá se apoyara en él. Este gesto hubiera sido suficiente para que el cariño hacia él y mi gratitud fueran lo que son

Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012

11

y siempre serán. No me lo imagino ‘de hijo’ a este coloso, ejecutivo y recio por excelencia, capaz de una inmensa ternura. ¡Cómo sería con su Mamá! Doña Mercedes Rosa Puerta falleció 12 de mayo de 1981.

Descubrí otros dos mensajes en mis desordenados archivos; son del año 2000. En ellos siguen las confesiones que en estas últimas semanas simplemente he reiterado. Las del Padre Arango, ya finalizadas, son absolutamente hermosas: ponen en evidencia a un ser muy querido, que valora profundamente los lazos de amistad.

Al empezar el del 3 de marzo de 2000, me dice: “Me has hecho una falta impresionante. No me figuré que me hubiera identificado tanto contigo en muchas cosas. Y ahora te admiro tus reacciones. Va un abrazo, de pura admiración y afecto”. Luego se confiesa. “Aunque he hecho esfuerzos por decirme que fui imprudente en nuestra conversación de Ibagué, no he podido hacer ningún acto de arrepentimiento”. Yo no recuerdo el detallede esa“conversación”,síimagino los temas que rondaban por entonces. Líneas adelante me dice el Padre Arango: “No sé si puedes entender el párrafo anterior. Si lo haces, creo en la empatía. Si no, soy un viejo sentimental…”. ¿Viejo? Si tenía 64 años. ¿Sentimental? ¡Por supuesto! Gracias a esta breve anotación suya, recordé entonces su visita a la casa de Mamá en Ibagué, donde comió “pera con arequipe… y jugo de guanábana”. Debió pasar por ahí en diciembre o enero

En el otro correo, del 10 de marzo, ocho días después, leo lo siguiente: “Yo siempre te he visto me dice el Padre Arango-, como un hombre mono, alto, muy alto, que vale mucho y que tiene una capacidad de reaccionar ante los diversos estímulos que uno debería poder prever, pero que él sabe sorprender por la profundidad y originalidad de las respuestas” Luego me hace una propuesta: “Búscate un librito… que se llama El caballero de la armadura oxidada. Léelo y lo comentamos. Me lo he leído dos veces porque está muy bien escrito y me parece que trata bien algunos temas muy interesantes… creo que le sacarás gusto… Recuerdas Juan Salvador Gaviota o El Principito? Haz de cuenta…”. El libro lo compré en 2001 y obviamente, no lo leí. Ahora lo haré con una carga emocional muy fuerte Ese mensaje termina con estas palabras: “Dale un saludo muy especial a Doña Julia y a Julita. Aunque no conocí a tu hermano, salúdamelo. Y recibe un gran abrazo de // Gerardo”. Unas pocas líneas arriba había proclamado, seguramente con una gran sonrisa en su rostro: “Te felicito y me gozo de ser amigo tuyo…”.

Termino estas notas con dos hechos que dan testimonio de la amistad. El Padre Arango me acompañó en la Sociedad Colombiana de Ingenieros el 4 de junio de 1993, cuando recibí la Orden al Mérito Julio Garavito. Sentado al lado de Priscila Ceballos y otros grandes de la Ingeniería de Colombia, compartió con Mamá, mi familia y un grupo de amigos ese momento estelar de mi vida. Hizo lo mismo el 21 de agosto de 2007, en un día de inmensa alegría para mí y no menor tristeza. Al recibir la Orden Universidad Javeriana

12
Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012

que él mismo quiso como Rector me fuera concedida y que el Padre Remolina hizo realidad al concluir su rectorado, la ausencia de Mamá y la certeza de su inminente desaparición no me permitieron celebrar este reconocimiento. En las dos ocasiones, la presencia del Padre Arango resulta elocuente.

Ahora parecen lejanos entonces aquellos días de 1987 o 1988 en que el Decano Académico de la Facultad de Ingeniería, miembro del Consejo Directivo Universitario, conoció al jesuita que había sido nombrado Director del Hospital San Ignacio y fue testigo de una hazaña valerosa encaminada a sacar adelante esa institución amenazada por problemas financieros; el hombre que el 1º de octubre de 1989 se convirtió en Rector y presidió los últimos grados de Ingeniería a los que yo asistí como Decano Académico, el 5 de abril de 1990; que me ‘acolitó’ la creación de una Comisión Javeriana de Vocabulario Técnico – Ingeniería, en acto que tuvo lugar en sudespacho el 23 de abril de 1990, -las fotos son excelentes-, con la presencia del Director de la Academia, el maravilloso jesuita Manuel Briceño; el mismo que me llevó a su lado, como Asesor de Rectoría, gracias al nombramiento que me hizo a partir del 6 de julio de ese año, según carta fechada el día anterior, la cual siguió a otra, muy sentida, del 3 de julio en la cual aceptaba mi renuncia al cargo de Decano. Empezó así ese período de ocho años largos, la escuela, que tanto me enriqueció y me dejó amigos como los decanos Juan Carlos Esguerra y Jaime Alvarado, y las periodistas María Isabel Reyes y Arritoquieta Pimentel.

En una nota que escribí el 15 de septiembre de 1993 con ocasión del IV aniversario de su posesión como Rector, le confesé que esto era MOTIVO DE ALEGRÍA para un Mono

13
Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012

“consciente del privilegio de sertestigoy compañero de aventura de un serextraordinario”.

¿Qué destacaba de manera particular en este hombre? “Su dedicación absoluta, su compromiso inquebrantable con el progreso, su entusiasmo y optimismo contagioso, su energía desbordante, su capacidad de soñar y de intuir el futuro”. Fueron ocho años largos a su lado que constituyen una experiencia única en mi vida.

EPÍLOGO

El viernes 7 de septiembre, un grupo de familiares y amigos del Padre Arango concurrimos a la Iglesia de Nuestra Señora de La Soledad, ubicada junto a la Curia Provincial. Frente al altar estaba una pequeña urna desnuda, con rótulo adherido que identificaba el nombre de la persona a quien correspondían las cenizas allí contenidas: P. Gerardo Arango Puerta, S.J. ¡Reducido a cenizas!, pensaba una y otra vez, a un puñado de polvo que no pesa nada y ocupa un volumen insignificante. Todo lo contrario a lo que fue el Padre Arango, gran jesuita y ser humano, un magnífico Rector. Al otro lado del cirio pascual, se hallaba la urna con las cenizas del P. Pedro Ortiz, S.J., fallecido un mes antes que el Padre Arango. En la extraña sensación se conjugaban la tristeza y el desconcierto, ¡la perplejidad! Pensaba en una llave en mi mano y en una cerradura que la rechaza.

Luego de la Celebración Eucarística presidida por el Padre Provincial, -tuve el honor de leerun aparte de las Cartas de Pablo y el salmo, del Propio de la Compañía-, de escuchar su sentida homilía, vimos cómo se llevaron las urnas a la cripta. El portador no podía ser más digno: Carlos Alberto, susobrino. Pocos minutos después bajé yo a eseestrecho recinto que conocí cuando trajeron de Medellín las cenizas delP. Marino Troncoso, S.J., quien murió muy joven, en 1991. No olvido la Eucaristía celebrada entonces por el Padre Arango, el Rector, en la Capilla San Francisco Javier. Ahí le oí decir que Marino se había “hundido en la inmensidad de Dios”, palabras que hoy como ayer me estremecen. En medio de tantas bóvedas selladas, pude contemplar la que estaba aún abierta, que ya acogía ese pedazo de naturaleza muerta, y luego la lápida o loza, igualmente pequeña, con la inscripción en dorado del nombre del Padre Arango, que hicieron encajar en su lugar y puso punto final al camino emprendido el 22 de agosto anterior: la última mudanza.

El periódico El Tiempo, había publicado en la edición del sábado anterior, 1º de septiembre, -que no registró la muerte del egregio jesuita Cardenal Martini, ocurrida la víspera-, el obituario del Padre Arango, con palabras mías y una fotografía suya tomada pór mí en Roma; lo mismo había hecho la revista Semana, en la edición que circuló el domingo siguiente, 2 de septiembre. El periodista que hizo la nota, citó al final unas líneas del mensaje que le había enviado al Director, Alejandro Santos, seguidas de una afirmación con la cual quiso indicar quién era yo: “su amigo y compañero de la Javeriana”. ¡Acertó! Curiosamente, esa edición de la

Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012

14

revista estaba dedicada a los mejores líderes del país. Obviamente, el nombre del Padre Arango merecía figurar en ella.

Y ese mismo viernes 7, el primero de este septiembre negro, llegó a mis manos un ejemplar del No 1280 de Hoy en la Javeriana, de luto según lo indica el ribete negro que cruza una de sus esquinas, que en su portada rinde homenaje al insigne Rector de la Universidad desparecido. La foto, muy buena, -como la que nos tomaron con el Padre Antonio José Sarmiento, S.J., en el auditorio Félix Restrepo, S.J., en la mañana-, de Carlos Prieto, fue tomada en el Centro Ático el pasado 30 de abril, durante el conversatorio con motivo del XX aniversario de la promulgación de la Misión y el Proyecto Educativo de la Javeriana. El Padre Arango estuvo dichoso y constató, una vez más, el cariño, la admiración y la gratitud de una Comunidad Educativa que no olvida su labor, tampoco su amor a la Universidad. Quién hubiera pensado que se trataba de una encubierta despedida. En el artículo que tuve la oportunidad de escribir para esa publicación hice una apretada síntesis de su vida y de su obra, especialmente en lo correspondiente al rectorado.

Inolvidable es ese rato en una pequeña salita, junto al comedor, en la Comunidad de la Javeriana, cuando nos encontramos para preparar nuestra intervención en el Foro del 30 de abril. Creo que fue el viernes 13 de abril. Antes de entrar en materia, estuvimos con el Padre Del Rey y el Padre Remolina, todos de buen humor y contentos. Luego hablamos un rato a solas sobre cómo compartir la experiencia de hace 20 años. El 17 de abril le escribí un correo electrónico, el último dirigido a él, enviándole información sobre el tema.

Con la muerte del Padre Arango, el Doctor Gaitán Mahecha y yo habíamos tenido por supuesto un motivo importante para retomar el tema de la transitoriedad, palabra que ocupa lugar de privilegio entre sus reflexiones y las mías. Él me recordó la frase proverbial de Laureano Gómez, “Los hombres no somos sino briznas de yerba en las manos de Dios”, con la cual cerró su intervención cuando tomó posesión como Presidente de la República, el 7 de agosto de 1950. También leímos apartes del Eclesiastés, uno de los libros sapienciales.

15
Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012

Como en ocasiones anteriores, el mundo no se detuvo, por el contrario, siguió orondo su marcha; tampoco el sol dejó de salir, ¡no! La vida sigue, sigue también el curso de la historiaque ahora no seráafectado de manera directa por esecoloso que desdePasto, cual Quijote, seguía en sus andanzas y que fue abruptamente detenido en su marcha, derribado o “echado a tierra”. A propósito, conservo una figura pequeña, plateada, del Caballero de La Mancha, vestido de armadura, con lanza, escudo y espada al cinto, y sin embargo, de brazos abiertos y extendidos, dispuesto al abrazo o el sacrificio, que el Padre Arango me obsequió en los años de su rectoría.

Es necesario terminar estas páginas que tienen un origen claro: la hora de recordar que impuso de nuevo la muerte del ser querido. Esta hora no obedece como la noche o el invierno al camino previsible que siguen las estrellas, sino a la misteriosa voluntad de Dios que a mí tanto me inquieta. Todavía siento la voz del Padre Horacio cuando en la noche de la velación afirmó que “Dios lo quiso”.

¿Qué hacer? Sí, ante la tumba cerrada del Padre Arango, luego de 19 días de este golpe bajo, surge de nuevo el quid agendum que conocí en la autobiografía de San Ignacio (Mensajero - SalTerrae, 1983), libro que compré en esos días del V centenario del natalicio del fundador (1992) que celebramos desde la Rectoría con el Congreso y la publicación de las memorias correspondientes. La respuesta se forma entre varios propósitos que vienen perfilándose: cuidar su memoria y honrarla. Lo primero, acopiando información, organizándola, poniéndola bajo custodia del Archivo Histórico Javeriano y ayudando a su divulgación. Lo segundo, recordando las enseñanzas del Padre Arango, sus consejos, en especial sus dos últimas indicaciones, una acerca de los Ejercicios Espirituales, y otra, sobre mi actividad cuando llegue la hora de retirarme de la vida laboral intensa que ahora no me da respiro.

No me atreví a proponer que se guardara su corazón aparte y fuera sepultado en alguna capilla de la Javeriana; tampoco a gestionar para que se elaborara su mascarilla mortuoria. Se trataba de dos actos que exigían una intervención muy invasiva, como se dice hoy en día, y que involucraban a los Padres Jesuitas y la familia del Padre Arango. En su lugar, la Universidad hará otras cosas encaminadas al mismo fin. Por mi parte haré lo que de mí dependa

La compañía del Padre Arango continuará y qué bueno que así sea. Será otro gran intercesor, como lo anotó el Provincial el viernes pasado, junto a Mamá, reunidos ahora en lo alto. ¡Quién lo creyera! Los veo como en Roma, tomados de la mano o a Mamá bajo el brazo del Padre Arango, protegida por él. A los dos me acojo en medio de un pesar que no termina.

Estas últimas palabras las escribo el sábado 22 de septiembre de 2012, un mes después de lamuerte del Padre Arango, sin salirdel asombro y en medio de una nutrida concurrencia de recuerdos que continúan acercándose discretamente para saludarme y ayudar a la celebración de la vida y la amistad, pues solamente eso nos está permitido hacer. Quiero terminar este largo ensayo que hace las veces de joyero, que no

de 2012 16
Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembre

sepultura, donde ahora deposito algunas de las alhajas que él y yo forjamos, que deseo compartir con sus seres queridos y los míos, pues no son sino huellas inconfundibles dejadas por el hombre que debió partir inesperadamente, y que no quiero ver desaparecidas sobre la playa que hoy recorro sin su compañía. Lo hago al final de la semana que me llevó a Cartagena, de huida de mi cumpleaños, donde por fin conocí al caballero “que pensaba que era bueno, generoso y amoroso”, que se había hecho “famoso por su armadura”, la de brillantes destellos que hacían confundir a las gentes acerca de la posición del sol, y de la cual él se enamoró; el serhumano que sin darse cuenta quedó atrapado bajo esa metálica indumentaria que entonces ya no fue defensa sino amenaza. Sí, leí El Caballero de la armadura oxidada, que luego de recorrer el sendero que el Mago Merlín le indicó, dejó de serla “bestia ruidosa” en que se había convertido, y gracias al poderde las lágrimas, se hizo “arroyo, luna, sol… y amor”.

Resulta curioso que el tema de la armadura hubiera aparecido al otro día de las exequias del Padre Arango cuando en su tableta mi sobrina nieta, de apenas cuatro años, me enseñara las imágenes de una preciosa versión de El Príncipe Feliz, el cuento de Oscar Wilde que gira alrededor de la estatua de ese hijo de reyes que no supo en vida lo que eran las lágrimas, y que ahora permanecía inmóvil sobre una columna, con corazón de plomo, vestido con una resplandeciente armadura. ¡Y también el Quijote vestía armadura!

No sin aflicción, celebro esta renovada presencia del Padre Arango en mi vida. Increíblemente, el hombre llamado a influir ha trascendido el momento de la muerte. En el libro que se ha hecho legado, leí la impresionante advertencia que hizo el bufón Bolsalegre alCaballero: “Cuando el alumno estápreparado, elmaestro aparece”. En medio de una gran soledad, al final de un mes cargado de lágrimas, me atrevo a preguntar, ¿qué pasa cuando desaparece el maestro? ¿Por qué lo hace? ¿Qué sucede con el alumno? La respuesta, que no es asunto de reflexión ni de palabras, debo darla yo, con mis pasos y el sendero que he empezado a recorrer en una nueva etapa de la vida.

AWalt Whitman confío el cierre de escrito, con los versos que aprendí por allá en 1989-1990, gracias a la película La Sociedad de los Poetas Muertos que tanto impacto tuvo en mí. Eran los tiempos del Rector Gerardo Arango, “mi capitán”.

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, nuestro espantoso viaje haterminado; la nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el premio que anhelábamos, el puerto estácerca, oigo las campanas, el pueblo entero regocijado, mientras sus ojos siguen firme laquilla, la audaz y soberbianave.

Mas, ¡oh corazón!, ¡corazón!, ¡corazón! ¡oh rojas gotas que caen, allídonde mi capitán yace, frío y muerto!

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, levántate y escuchalas campanas, levántate, porti se ha izado la bandera, por ti vibra el clarín, para ti ramilletes y guirnaldas con cintas, para ti multitudes en las playas, por ti clama la muchedumbre, a ti se vuelven los rostros ansiosos: ¡Ven, capitán! ¡Querido padre! ¡Que mi brazo pase por debajo de tu cabeza! Debe serun sueño que yazcas

17
Carlos Julio Cuartas Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012

sobre el puente, derribado, frío y muerto.

Mi capitán no contesta, sus labios están pálidos y no se mueven, mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad, la nave, sanay salva, ha anclado,

su viaje haconcluido, de vueltade su espantoso viaje, la victoriosanave entraen el puerto. ¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad campanas! Mas yo, con tristes pasos, recorro el puente donde mi capitán yace, frío y muerto.

Gerardo Arango Puerta, S.J.

Forjador de sueños y de nuevas realidades

Hombre de extraordinaria vitalidad y calidez, una y otra fundamento de su impresionante carisma, se destacó por su aguda visión, la capacidad de forjar sueños y encontrar la forma de hacerlos realidad. De esta manera pudo aunar con maestría idealismo y sentido práctico. Amigo de grandes y pequeños, de poderosos y desvalidos,sehizo querer y mereció sincera admiración y reconocimiento. Lídernato, fue un trabajador incansable. Sacerdote espiritual y profundamente humano, será recordado especialmente por la labor excepcional realizada bajo su dirección en el Hospital de San Ignacio, la Universidad Javeriana y los colegios de la Compañía. Se puede decir con certeza que el Padre Arango al dejar este mundo lo hizo embargado de gratitud, satisfacciónyesperanza, tres sentimientos que él mismo quiso compartir al finalizarsu rectorado de la Javeriana.

Texto leído en la introducción de lamisade funerales;publicado en Noticias dela Provincia de Colombia No. 8, septiembrede 2012, p. 6.

En Bogotá, a la edad de 76 años, murió el P. Gerardo Arango, S.J., Rector del Colegio San Francisco Javier de Pasto, quien ocupó el cargo de Rector de la Pontificia Universidad Javeriana de 1989 a 1998. Nacido en Yarumal, Antioquia, el 3 de octubre, 1935, y Bachillerdel Colegio San Ignacio de Medellín, 1952, ingresó a la Compañía de Jesús el 1º de febrero de 1953 y recibió la ordenación sacerdotal el 28 de agosto de 1964, en Frankfurt, Alemania. En laUniversidad Gregoriana obtuvo el título de Doctor en Teología, en 1970. Profesor de Matemáticas Superiores, Teología e Historia en la Universidad Javeriana, fue Provincial en Colombia de 1971 a 1979, Rector del Colegio del Gesú, de 1979 a 1983, y Director del Hospital Universitario San Ignacio, de 1986 a 1989. Al dejar la rectoría en la Javeriana, regresó a la capital italiana, donde fue Vicerrector Administrativo de la Universidad Gregoriana, de 1999 a 2004. De nuevo en Colombia ocupó el cargo de Rector del Colegio San Pedro Claveren Bucaramanga y desde 2010, del Colegio San Francisco Javier en Pasto.

18
Carlos Julio
Cuartas
Chacón, El Mono - 22 de noviembrede 2012
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.