Historia Universal: La Edad Media

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Red Española de Historia y Arqueología

Colmóse la medida cuando varios mercenarios franceses ofendieron gravemente, el lunes de Pascua de 1282, a algunas mujeres de Palermo que iban a rezar vísperas. So pretexto de sospechar que las mujeres ocultaban armas bajo sus vestidos, la soldadesca las sometió a un registro desvergonzado. La cólera de los sicilianos, contenida tanto tiempo, estalló al fin. Llegaron a las manos y mataron a los franceses. El suceso fue señal de un levantamiento general que la Historia ha calificado con el nombre de Vísperas Sicilianas. «¡Muerte al Maligno!», era el grito de guerra de los sicilianos. «¡Antes morir en combate —decía un manifiesto de los palermitanos— que pudrirse en vergonzosa esclavitud!» La mayoría de los franceses que se hallaban en la isla fueron muertos sin piedad y arrojados a los perros. No se perdonó ni a las mujeres ni a los niños. Sólo algunos sectarios de Carlos de Anjou simpáticos y afectuosos con el pueblo escaparon a la matanza y pudieron volver a su país. La noticia de lo ocurrido llegó a Carlos en el momento justo que realizaba los últimos preparativos de su expedición contra Bizancio, su constante sueño dorado. Encolerizado, ordenó a sus tropas que desembarcaran en Sicilia en vez de dirigirse a Constantinopla. Pero los revoltosos pidieron ayuda al yerno de Manfredo, el prudente y poderoso rey Pedro III de Aragón, que hacía tiempo preparaba una expedición a Sicilia. Los insulares le habían ofrecido la corona y sólo esperaba la ocasión favorable. Los sicilianos veían en Pedro un digno rival de Carlos de Anjou, con la ventaja sobre el francés de su carácter amable y enorme popularidad. Ante la cristiandad, Pedro podía hacer valer los derechos de su mujer Constanza a la sucesión de Sicilia. Por otra parte, su intervención estaba más que justificada, ya que los sicilianos preferían entregarse a los sarracenos de Túnez que soportar por más tiempo el yugo de los franceses. En verano de 1282, desembarcó Pedro en Trapani y en Palermo, y fue recibido como libertador. La flota aliada de los aragoneses y sicilianos infligió algunas derrotas a la flota de Carlos de Anjou. Una patrulla naval del almirante Queralt venció en Nicotera a la escuadra angevina, numéricamente triple. El hijo del príncipe francés fue hecho prisionero en un combate por mar contra el célebre almirante Roger de Lauria. La población de Nápoles, enardecida, se sublevó contra Carlos de Anjou. Al grito de «¡Muera Carlos! ¡Viva Pedro de Aragón!», los napolitanos acuchillaban a todos los franceses que encontraban a su paso. Idénticas escenas se repitieron en otras comarcas del reino napolitano. En 1285, Carlos de Anjou moría a la edad de sesenta y cinco años, con su pueblo en plena sublevación. Pedro III murió aquel mismo año. La lucha prosiguió entre su sucesor Federico y Carlos II, hijo de Carlos de Anjou, generosamente puesto en libertad por los catalanoaragoneses. Aunque Carlos recibió apoyo del papa y del rey de Francia, al fin viose obligado a ceder Sicilia a su rival por el tratado de Caltabellota (1302). El hijo político de Manfredo había vencido y logrado salvar una parte de la herencia de los Hohenstauf en para los descendientes de Federico Barbarroja y Federico II. La casa de Anjou hubo de limitarse al reino de Nápoles.

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