Historia Universal: La Edad Media

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Red Española de Historia y Arqueología

maravilla y los amigos esperaban al fugitivo con sus caballos ensillados cuando, en la calle, una mujer transeúnte observó una gran trenza rubia al borde del tonel. «En Bolonia nadie tiene tales cabellos, tienen que ser del príncipe Enzio.» Sus gritos alarmaron a los guardianes de la cárcel. El transportista fue decapitado y el prisionero encerrado con mayor rigor. Murió dos años después. Parece como si Federico acrecentara su recia personalidad ante los golpes adversos. A uno de sus amigos escribía que sentía rejuvenecer su espíritu de año en año. Pensaba casarse por cuarta vez —sus tres esposas habían muerto en plena juventud—. Los azares de la guerra tomaron otro cariz y varias ciudades lombardas se pasaron al partido del monarca. Federico iba a emprender una nueva campaña en Lombardía (1250) cuando una enfermedad inesperada le arrebató la vida a los cincuenta y seis años de edad. Con él se apagaba una luz en el firmamento de la Historia: no era una estrella fija la que se extinguía, sino «un meteoro que estallaba». Federico fue a dormir su último sueño en un enorme sarcófago de pórfido rojo, en la catedral de Palermo, junto a Roger II, Enrique VI y su madre Constanza.

Conrado IV y el eterno problema siciliano «Que el cielo estalle en alegría y la tierra se regocije», escribía Inocencio IV desde su destierro de Lyon al pueblo de Sicilia, al saber la muerte de Federico II. El papa exilado podía al fin volver a Italia. Al morir su padre, el hijo mayor y sucesor de Federico II, que tomó el nombre de Conrado IV, se encontraba en Alemania. La tarea de defender el reino de Nápoles y Sicilia recaía sobre su hermanastro Manfredo, entonces de dieciocho años de edad, que Federico tuvo de una dama italiana famosa por su belleza. Aunque joven, Manfredo actuó con inteligencia y energía. Apenas se enteró de un intento de sublevación, se lanzó como un águila sobre los sospechosos, pero después mostróse demente. Esta conducta suave era acertada, desde el punto de vista político. La paz restablecióse rápidamente en el país. En pocos meses, Manfredo logró ahogar las esperanzas alentadas por el papa de provocar un levantamiento general contra los familiares de su enemigo en Italia meridional. A primeros de año de 1252, Conrado se dirigió en persona a su reino de Sicilia para tomar el gobierno de manos de su leal hermanastro. Inocencio IV demostró ser un enemigo irreductible, rechazando tenaz y porfiado toda tentativa de reconciliación. Sublevó a las ciudades lombardas contra el rey de Alemania e incluso les prometió enviarles tropas. Al propio tiempo trató de suscitar en Sicilia un rival a su enemigo, y halló este pretendiente en el príncipe inglés Ricardo de Cornualles, nieto de Enrique II. Y mientras se preparaba para luchar contra todos estos enemigos, murió Conrado inesperadamente, apenas cumplidos veintiséis años; tampoco pudo él resistir el clima siciliano.

Manfredo, el ilustre bastardo Igual que en 1197, una muerte prematura cambiaba de repente el curso de los acontecimientos. Como en la muerte de Enrique VI, el heredero de la corona de Alemania era un niño: Conradino, hijo de Conrado, contaba sólo dos años de edad. Una vez más, el porvenir parecía sombrío e incierto.

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