Historia Universal: La Edad Media

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Red Española de Historia y Arqueología

Ordenando la vida económica de su reino, Federico esperaba formar de aquel caos un estado poderoso, en el cual cada uno sirviera al interés común. Para alcanzar esta meta, puso todas las actividades bajo una rigurosa inspección. Federico se ingeniaba de mil modos para proporcionar al Estado nuevas fuentes de recursos, mediante contribuciones directas o indirectas, concesiones, impuestos, monopolios... A las quejas de los súbditos argüía que obraba para el bien común. Quería también elevar el nivel cultural de su pueblo. Se rodeó de un círculo de sabios y poetas: las polémicas mantenidas con ellos constituían uno de sus mayores placeres. No dejaba escapar ocasión de entablar nuevas relaciones con los eruditos de su tiempo. La corte de Palermo se convirtió en una especie de academia de ciencias; los escritos allí publicados ejercieron gran influencia en el saber de la época. El monarca mantenía continua correspondencia con científicos cristianos, musulmanes y judíos. Su pasión por la cetrería le movió a estudiar la zoología a fondo y los resultados de muchas observaciones sobre la vida de las aves, tanto suyas como de sus colaboradores, fueron consignadas, a lo largo de los años, en una excelente obra titulada Sobre el arte de cazar con ayuda de pájaros. Este libro contribuyó mucho al progreso de las ciencias naturales y contiene bastante más de lo que su título anuncia. La primera parte constituye un tratado de las aves, exponiendo su aspecto exterior, anatomía, costumbres y distribución geográfica. Sigue una exposición sobre la migración de las aves, su mecanismo de vuelo y otros asuntos importantes. Se extiende luego el autor sobre las aves empleadas en cetrería y las distintas especies de halcones que posee, de diversos países, tanto de la India como de Islandia, y aprovecha para ostentar sus conocimientos sobre geografía animal y vegetal. Señala en particular que las aves de las regiones árticas son más fuertes, atrevidas, rápidas y bellas que las del Sur. Le interesa toda novedad, pero se muestra escéptico hacia cuanto no esté contrastado por la experiencia. Cuando habla del ave Fénix descrita por Plinio, añade: «Pero esto es increíble». En más de una ocasión corrige a Aristóteles porque suele sistematizar informes que sólo recibió de oídas. Opina que hay que desconfiar de un naturalista que sacó toda su ciencia de los libros e ignora cuanto se refiere a cetrería. Esta gran obra fue ilustrada con centenares de dibujos delicados y polícromos, muchos de ellos pintados quizá por el propio emperador —se sabe, en efecto, que era un artista—. Las ilustraciones corresponden a la realidad y muestran que el autor siguió con minuciosa observación el vuelo de las aves en sus diferentes fases de movimiento. Con la misma precisión científica observa la vida de los demás animales. Poseía un parque zoológico privado, con elefantes, camellos, leopardos y otros animales exóticos, que llevaba a veces en sus viajes. La especie más curiosa de su parque era una jirafa que le regaló el sultán. Fue la primera que se vio en la Europa medieval. Federico examinaba la naturaleza con mirada escrutadora y crítica. Observaba el crecimiento del polluelo recién salido del huevo. Este príncipe extraordinario y ávido de saber mandó estudiar el fondo de los mares y el interior de la tierra. Confrontó siempre las leyes de la naturaleza en el conjunto del universo. En Nápoles, Federico el Sabio fundó la primera y auténtica universidad, mantenida con rentas del Estado; las demás no eran sino instituciones locales para estudios superiores o escuelas eclesiásticas. El objetivo principal de esta nueva universidad era formar jóvenes al servicio del Estado. En Salerno existía otra célebre escuela de Medicina, cuyas doctrinas se hallaban influidas por la ciencia griega y árabe: desde mediados del siglo IX estaba considerada como la principal de Europa y con Federico II floreció de nuevo; en ella reinaba una amplitud y objetividad ilimitadas, allí podían enseñar unidos librepensadores, monjes y rabinos. Entre los estudiantes había hombres y mujeres, muchas de ellas, formadas en esta universidad, adquirieron fama

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