Historia Universal: La Edad Media

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Red Española de Historia y Arqueología

vendas, enemigos hereditarios del pueblo sajón, al este del Elba. Neutralizó las temibles empresas normandas, llevando la guerra al propio país de los daneses; les infligió una aplastante derrota y obligó a su rey a prestarle fidelidad. Consiguió incluso frenar el empuje furioso de los magiares, por lo menos en su propio ducado de Sajonia, rodeando los más importantes centros urbanos con fuertes murallas y dotándolos de guarnición militar. En torno a estas fortalezas nacieron muchas ciudades sajonas. Además, organizó una vigorosa caballería.

Otón I el Grande Enrique el Cazador fue el adelantado de una época nueva. Así como Pipino el Breve y Carlomagno estructuraron su poder en los fundamentos puestos por Carlos Martel, Otón I continuó con entusiasmo juvenil la obra de su padre Enrique el Cetrero, a quien sucedió en 936. Otón era ambicioso e impulsivo y no obraba con la calculada prudencia de su padre. Sin consideraciones de estado o condición, castigó más de una vez a personajes poderosos o que ocupaban altos cargos, aun por actos que en interés político hubiera sido mejor disimular. Creóse así muchos enemigos en su propio reino. Pero nunca manifestó deseos de venganza o resentimiento hacia los rebeldes. Su ideal modélico era Carlomagno. Los turbulentos duques no le causaron muchas preocupaciones mientras estuvieron reducidos a sus propias fuerzas. Sólo cuando su hermano Enrique se unió a los rebeldes para apoderarse de la corona real, se sintió el rey Otón en situación apurada. Enrique, hombre muy capacitado, pero en extremo ambicioso, era el hijo predilecto de la reina Matilde. Ya en vida de su padre hizo cuanto pudo para que lo designase sucesor al trono. Apoyado por los sajones, Enrique levantó estandarte de rebelión contra su hermano, y las cosas adoptaron peligroso cariz cuando estallaron motines en el mismo seno del ejército real. Pero Otón siguió dueño de la situación: ni una sola vez perdió la serenidad y nunca se mostró más grande que en la desgracia. Por su parte, Enrique conocería pronto el reverso de la medalla: derrotado, hubo de buscar su salvación en la fuga, después de dejar muertos a sus principales aliados en el campo de batalla. Poco después acudió, con hábito de penitente, a arrojarse a los pies del rey, su hermano. Otón le concedió pleno perdón e incluso le confió el gobierno de Lotaringia. Pero traicionó una vez más la confianza de su hermano, organizando contra él una conspiración. Esta vez, Otón se mostró más severo. Mandó decapitar a algunos conjurados y encarceló a su hermano. Sin embargo, al ofrecer el felón príncipe señales de sincero arrepentimiento y solemne renuncia a la corona real, Otón lo perdonó de nuevo y lo hizo duque de Baviera. Y dice el monje Witikind 8 , en su crónica de Sajonia, "la paz y concordia que reinaron entre ambos hermanos, agradables a Dios y motivo de alegría para los hombres, pronto se comunicaron al mundo entero, cuando ampliaron en común las fronteras del reino, vencieron a sus enemigos y reinaron sobre sus súbditos con autoridad paternal". Las empresas arbitrarias de sus poderosos vasallos constituían para Otón un problema espinoso. Buscó apoyo en sus súbditos eclesiásticos, generalmente más adictos al rey que a los señores feudales. Aumentó las propiedades de obispos y abades y escogió como príncipes de la Iglesia a hombres con quienes podía contar. De este 8

Monje del monasterio de Corvei, en Westfalia. Hacia finales del reinado de Otón el Grande compuso una Historia del pueblo sajón.

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